Editorial
LA
PRIMAVERA DEL SUR
"Los dictadores
pasan sin hacer historia, la primavera siempre vuelve", nos enseño
un hombre que enarbolaba las palabras como lanzas o rosas, y que un septiembre
de esos que huelen a primaverita sudaca, se fue a dar vaya saber que otras
batallas, a escribirle poemas a una mujer galáctica que seguramente
no cabía en la tierra. Y seguro que, conociendo a Pablo Neruda
-de él hablamos- lo más seguro es que ande por allí,
colegueando con Víctor Jara, con tant@s otr@s, entre vinos y amores,
entre versos y revoluciones.
Pero la verdad es que, en estos tiempos en que en el septiembre del sur
renace la primavera -perdónanos Pablo que nos asalte la duda- nos
cuesta creer que los dictadores pasen sin hacer historia.
Nos han puesto sobre los hombros una historia demasiado grande de amig@s
desaparecid@s en una noche cualquiera, nos han puesto un reguero de torturad@s,
de hambre y miseria en los pueblos nuestros de cada día.
Por poner, por el puro gusto de poner nomás, siguen poniéndonos
cosas increíbles. Ahora nos han puesto un Estado de Sitio en Colombia
y hasta quieren pasar la apisonadora del norte, aunque ésta a veces
empiece siendo de papel (¡y dicen que los papeles pesan menos que
los grilletes!) y dicen que son proyectos de paz como este papel llamado
Plan Puebla-Panamá que nos quieren imponer.
Sin embargo, cuando se repasa el pulso del continente, cuando se lee esa
otra historia que se está escribiendo aunque con letras distintas,
letras a veces torciditas, toscas, humildes, y sobre todo, tan distinta
a las letras de oro con que el imperio de norte miente sus versiones.
Cuando vemos que Argentina se va armando de piqueteros por la vida, que
en Ecuador, los indígenas bajan del cerro por la vida, el Venezuela
los pobres se defienden de los conspiradores, por la vida nomás,
en Bolivia los campesinos resisten por la vida, en Brasil las favelas
y los barrios pobres, l@s sin tierra pero no sin sueños, señalan
con su organización el camino de la vida, la autentica, la verdadera,
la de los pueblos.
Bueno, pues cuando todo eso ocurre, las vacilaciones desaparecen -y volvemos
junto con Pablo- a lo mejor, corrigiendo un poquito a Pablo; no dejaremos
que los dictadores pasen nunca sin vivir la historia que les corresponde,
la de las cárceles, las de la verdad.
Pero sobre todo, la convicción de que efectivamente, la primavera
siempre vuelve, porque al fin y al cabo, la primavera son los pueblos
organizados y en pie de lucha. Y América Latina, está de
pie.
Creemos que podemos aprender de sus luchas, aunque por estos lares del
norte, la primavera tarde todavía un poquito más en llegar.
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