Número 1 agosto-septiembre-octubre 2000 |
La fiesta del cordero: Aid-El Kebir
Desde estas páginas abiertas de Derechos para tod@s, quiero escribir sobre una fiesta que celebra un pueblo muy próximo al nuestro, no tan solo geográficamente, sino en el transcurso de una larga historia común. Se trata del pueblo marroquí, que ha convivido con nosotros nada menos que algo más de ocho siglos, o sea, más de un tercio del tiempo que cuenta nuestra civilización desde el año 0. Y ello a pesar de que hoy les cerremos las puertas o permitamos que se ahoguen cuando zozobra una patera. La Fiesta del Cordero o Aid-El Kebir (la fiesta grande) es una manifestación religioso-popular común a todo el mundo musulmán, aunque yo la he vivido sólo en Marruecos y es esta experiencia la que puedo relatar. Se celebra un tiempo después del final del Ramadán, en fechas próximas a la Semana Santa española. Aunque no es de obligado cumplimiento religioso, los marroquíes se vuelcan en su celebración con gran vehemencia religiosa y además por su gran afición a comer carne. También constituye una excelente oportunidad en la que se juntan las familias a degustar exquisitos platos elaborados a base de cordero según las recetas más tradicionales de la extraordinaria gastronomía marroquí. El origen de la fiesta
se remonta a antiguas leyendas bíblicas interpretadas más
recientemente por el Corán. Abraham (Ibrahim), que también
es el fundador del pueblo árabe, tuvo dos hijos, Ismael e Isaac.
El primero fue hijo de la esclava egipcia de Abraham, llamada Agar,
y el segundo de su mujer legítima, Sara. Para el mundo árabe
fue su hijo Ismael (Jsmail), el primogénito, el que fue ofrecido
en sacrificio por su padre como prueba de su amor por Alá, quien
perdonó la vida del hijo de Abraham a cambio de la de un carnero,
permitiendo de esta manera que el pueblo árabe se perpetuara
a través de él. Si cambiamos los nombres de Alá
por Dios, e Ismael por Isaac, nos encontraremos con la misma tradición
plasmada esta vez en la religión judeo-cristiana. Y esto es precisamente
lo que celebran los musulmanes en la Fiesta del Cordero. La figura del
cordero es común a las tres grandes religiones monoteístas
del tronco semítico, la musulmana, la judía y la cristiana.
En ellas hay referencias, como el cordero pascual, el cordero de Dios,
las puertas pintadas con sangre de cordero para salvar a los primogénitos
hebreos durante las siete plagas de Egipto, los tradicionales asados
de cordero en fiestas religiosas, la misma Fiesta del cordero.
El precio de los corderos es muy alto y depende de la climatología del año: cuando ha habido lluvias abundantes y los pastos son buenos, el precio es más bajo, pero si la época ha sido de sequía los precios suben exorbitantemente. Este último año los carneros han oscilado alrededor de unos 2.000 dirhams, entre unas 30.000 y 35.000 pesetas, un precio excesivo en un país donde la mayor parte de la población es pobre. Comienza la fiesta con
la retransmisión en directo a primera hora de la mañana
del acto del sacrificio de un carnero a manos del rey. A partir de ese
momento en todos los lugares de Marruecos las familias se disponen a
realizar el mismo acto con sus corderos. Las normas coránicas
establecen varios requisitos para que el sacrificio se realice correctamente.
El acto de dar muerte al animal le corresponde al padre de familia o
en su defecto al hijo primogénito, asestando una cuchillada limpia
en la yugular para evitar dolor al cordero. No deberá haber ningún
otro cordero alrededor para que éstos no sufran viendo la muerte
de su predecesor. Al cordero habrá que matarlo de espaldas a
La Meca y la sangre derramada tendrán que limpiarla inmediatamente
las mujeres de la casa. A continuación se da un corte en la pata
trasera y a través del agujero abierto se sopla con el fin de
inflar al animal como si se tratara de un globo, lo que facilitará
la tarea posterior consistente en separar la piel del cuerpo. Una vez
hecho estas labores manteniendo al cordero colgado cabeza abajo se procede
a abrir su abdomen de extremo a extremo para extraer las vísceras
que son inmediatamente separadas y lavadas escrupulosamente por las
mujeres. Si analizamos reflexivamente y sin prejuicios las culturas y tradiciones de los pueblos, encontraremos sin duda multitud de elementos comunes a través de los cuales comprenderemos que hay muchas razones para sentirnos próximos en lugar de sentimos extraños. Ésas son, entre otras, razones que a estas alturas de la historia debemos esgrimir ante la barbarie del racismo y de la xenofobia. Son las razones del encuentro. |