Los 'Acuerdos de Ginebra':
Más allá del tiempo y del espacio
Roni Ben Efrat*
CSCAweb
(www.nodo50.org/csca), 3 de octubre de 2003
Traducción: Loles Oliván,
"Los
Acuerdos de Ginebra serán rechazados no por lo que incluyen
u omiten sino también por otra razón: para que
la confianza deba desarrollarse entre los dos pueblos, la izquierda
israelí tendrá que renunciar a la supremacía
de Israel. Tendrá que dejar de ver Oriente Medio a través
del prisma del imperialismo estadounidense. Necesitará
mirar más bien por el prisma de las fuerzas internacionales
que se oponen al imperialismo."
Sin representar a ninguna institución
oficial, palestinos próximos a la Autoridad Palestina
(AP) y miembros de la izquierda israelí han firmado un
plan detallado para un acuerdo de paz. [el gobierno de] Suiza
ha financiado la iniciativa, cuyo resultado se ha dado a conocer
como "Acuerdos de Ginebra" [1].
La principal figura por la
parte israelí es Yossi Beilin [2], antiguo dirigente
de peso del Partido Laborista y arquitecto de los Acuerdos de
Oslo. Su contraparte palestina es Yaser Abed Rabo, el ex ministro
de Información de la AP. El nuevo acuerdo sitúa
ante los dos pueblos, por primera vez, una idea del precio aproximado
que cada uno debería pagar para alcanzar un acuerdo de
paz con el que la otra parte podría ser persuadida para
que viviera en el futuro. Rompe tabúes: muy pocos israelíes
hablan públicamente, en detalle, sobre dividir Jerusalén;
muy pocos palestinas adoptan un documento que, de hecho, anula
el Derecho al Retorno de los refugiados. Sus defensores esgrimen
que el acuerdo quiebra el mito de que Israel "no tiene interlocutor"
con el que negociar.
Tales afirmaciones, debemos
entender, son cuestionables. El único cambio definitivo
es este: la izquierda sionista -que 11 años atrás
se situó a la sombra del Partido Laborista, atrayendo
a los palestinos hasta la trampa de Oslo- ha tomado finalmente
una posición independiente, más radical que nunca,
mostrando lo lejos que está su voluntad de alcanzar un
futuro acuerdo con los palestinos. En lo que respecta los Acuerdos,
debemos centrarnos en dos preguntas:
¿hasta dónde de lejos exactamente están
dispuestos a llegar los firmantes?, ¿cuál es la
relevancia del documento?
Abrirse
paso en tres frentes
1. Territorio. Aparentemente, la parte israelí
ha accedido al principio de no apropiarse de territorio [palestino],
aunque lo ha hecho a cambio de otra cosa; esto es: ha adoptado
el principio de que por cada acre que Israel se anexe más
allá de las fronteras del 4 de junio de 1967 [fecha del
inicio de la Guerra de los Seis Días tras la cual Israel
ocupó Gaza, Cisjordania y los Altos del Golán],
compensará a los palestinos con un acre de otra parte
del territorio israelí. Las tierras anexadas por Israel
serán algunas [donde se ubican] asentamientos judíos.
En total, supondrá el 2,5% de Cisjordania.
2. Jerusalén. Las partes han adoptado el principio
de que las zonas árabes pasarían a estar bajo soberanía
palestina y las judías bajo soberanía israelí.
En la Ciudad Antigua, el Barrio Judío y el Muro Occidental
pasaría a ser parte de Israel; las otras terceras partes
[serían] de Palestina, sujetas a la dependencia de observadores
internacionales.
3. Refugiados. Los palestinos no han renunciado explícitamente
al Derecho al Retorno. No se les ha pedido que lo hagan. Los
Acuerdos estipulan, sin embargo, poner fin a todas las reclamaciones
del pasado. Disponen que el número de refugiados a los
que se permitirá que retornen dependerá de la decisión
de Israel.
Esto puede parecer prometedor
pero hay una reflexión que no podemos evitar plantear:
¿quién es esa gente que habla como "la parte
israelí" en estas "negociaciones"?, ¿es
la izquierda? Seguramente, la izquierda debería
de ser la aliada de los palestinos, trabajar con ellos
para cambiar la realidad actual. Pero esa gente, hay que recordarlo,
es la izquierda sionista (un contrasentido).
La superioridad
israelí como axioma
Los Acuerdos toman la superioridad
israelí como un axioma. Ello se refleja, por ejemplo,
en el hecho de que los asentamientos próximos a Jerusalén,
incluidos los barrios judíos construidos después
de 1967, serán reconocidos como parte de Israel, y, de
igual modo, el Bloque de Etzion entre Jerusalén y Hebrón.
¿Por qué (sobre la base de qué principio)
la Colina Francesa (el primer barrio [judío] creado en
Jerusalén después de 1967) o Ma'aleh Adumin (un
suburbio de Jerusalén en Cisjordania) deben de ser anexionadas
a Israel? Como en el caso de los asentamientos de Ariel y Kieyat
Arba, aquellos también están ubicados en tierras
que Israel conquistó; son igualmente "hechos"
que Israel "ha creado". ¿Por qué la izquierda
-incluso la izquierda sionista- parte desde una posición
que acepta tales "hechos"?
O por tomar otro ejemplo: [El
Estado de] Palestina no tendrá ejército. Su seguridad
dependerá de fuerzas masivas internacionales, confiando,
esto es, en la amabilidad extranjera. En la mente de la
izquierda sionista negociadora estaba lejos consentir paridad
alguna [con los palestinos] en este punto.
Hablando de paridad, los Acuerdos
de Ginebra no hacen mención a la disparidad económica
entre Israel y Palestina o entre Israel y el extenso Mundo Árabe.
Esta disparidad será el factor central en el próximo
enfrentamiento entre los que tienen y los que no tienen, y en
el que Israel quedará expuesto como una anómala
extensión del primer mundo en medio del tercero.
¡Por algo la izquierda sionista quiere una Palestina desmilitarizada!
En la actual realidad geopolítica
de Oriente Próximo, la Palestina de los Acuerdos de Ginebra
será un pobre y dependiente pollo sin alas. Lo que Yaffa
es a Tel Aviv.
Los dividendos
políticos de la izquierda sionista
Nuestra principal crítica
a los Acuerdos de Ginebra tiene que ver, no obstante, no con
sus contenidos sino con el contexto en que han sido publicados.
Carecen de total relación con el tiempo y el espacio.
Sus portavoces admiten que el documento está incompleto
-por ejemplo no contiene nada sobre agua o economía-
porque había "una urgente necesidad de publicarlo".
La urgencia deriva de los dividendos políticos que sus
arquitectos esperan obtener, dado el vacío dejado por
la dimisión de Abu Mazen la desintegración
de facto de la "Hoja de Ruta" [3]. El
vacío sitúa a Israel hoy en día en uno de
sus peores y más inquietantes momentos. La aventura de
EEUU en Iraq no ha funcionado. La apuesta de Israel por George
W. Bush únicamente ha incrementado su aislamiento. Carece
del concepto de la orientación política. Los golpes
que atesta contra los palestinos parecen cada vez más
fútiles, meros puntapiés resultado de la frustración.
La economía está atrofiada: la gente se hunde en
el desempleo mientras se cortan las prestaciones sociales. Ariel
Sharon todavía tiene apoyo público pero su gobierno
ha perdido su posición moral tanto en relación
con los palestinos como con sus propios ciudadanos. Incluso el
Jefe de las Fuerzas Armadas [israelíes], Moshe Ya'alon,
ha criticado al gobierno (el 29 de octubre) por apretar las tuercas
a los palestinos con tanta intensidad para conducirlos al caos.
En medio de este vacío
aparece la izquierda sionista con un plan virtual. Si tuvieran
una oportunidad en esta realidad actual, bienvenidos. Si sus
firmantes lo presentasen como un programa básico para
[la creación de] un futuro partido socialdemócrata
-han estado hablando de ello durante casi un año sin haber
sido capaces de crearlo-, entonces, doblemente bienvenidos. Sería
su derecho decir a los votantes cómo consideran ellos
que el conflicto debe resolverse. Entonces podrían poner
el programa a prueba en las urnas.
En lugar de eso, dan una vuelta de campana sin meter un dedo
en el fango de la realidad. En resumen, más que una propuesta
posible de llevarse a cabo, la aparición del documento
en este momento tiene toda la pinta de ser una maniobra publicitaria.
Los Acuerdos de Ginebra presentan
supuestamente a cada parte un punto de vista realista sobre lo
que costará la paz, pero sus efectos más bien ofuscan
la realidad:
1. En el
lado palestino: ¿alguien con quien hablar?
La AP se columpia en el vacío.
El 4 de noviembre, Ahamad Qura', Abu Ala, decidirá
si continua en su puesto. A menos que Arafat le de suficiente
control de las fuerzas de seguridad, y a menos que Israel contenga
sus ataques contra los palestinos, probablemente abandonará.
Es un secreto a voces que el resto del gabinete pude dimitir
en bloque, pasando la bola a los ocupantes.
El 18 de octubre apareció
[publicado] en Miftah (Iniciativa Palestina para la Promoción
del Diálogo Global y la Democracia) un artículo
poco frecuente titulado "Caos" que incluía las
siguientes palabras: "En lugar de desmantelar la ocupación,
estamos desmantelando nuestras instituciones, nuestro pueblo.
Al final, acabaremos con un pueblo fragmentado sin ley ni orden
pero todavía dispuesto a resistir. En otras palabras,
caos". El artículo critica a Arafat por su falta
de voluntad para pasar su poder a terceros. Tales críticas
siempre se han mantenido en voz baja en medios privados; nunca
en un texto publicado.
Los palestinos ya no saben
quién les está gobernando: ¿Arafat?, ¿Qura'?,
¿una pandilla ambulante?, ¿Israel? Admitido el
desorden, ¿cómo puede Beilin y sus socios de Ginebra
decirle al público israelí: "tenemos un socio,
alguien con quien discutir..."?
Los Acuerdos han hallado la
oposición en el más alto escalafón palestino.
Nabil Sha'at, un moderado para Israel y EEUU, criticó
en una entrevista concedida al [periódico palestino] al-Ayyam
el pasado 25 de octubre, la formulación que se hace sobre
[la cuestión de] los refugiados. Los negociadores palestinos
deberían haberse alineado con su posición, mantenía
Qura', con la de la última Cumbre Árabe de Beirut,
que exigía a Israel que reconozca el Derecho al Retorno.
Igualmente, [Sha'at] se opone al uso excesivo de fuerzas internacionales,
afirmando que los palestinos únicamente permitirían
su presencia en las fronteras.
2. En
el lado de Israel: peligro de guerra civil
Los Acuerdos requieren el desmantelamiento
de la mayor parte de los asentamientos judíos a la vez
que asumen el marco básico que tenemos, es decir, la AP
en un lado y un gobierno del Likud o del Partido Laborista por
otro. Pero la AP apenas existe y podría incluso desaparecer
en breve. El Laborismo siempre se ha echado atrás ante
los colonos. El gobierno de Ariel Sharon no desmantelará
siquiera los más diminutos emplazamientos "ilegales".
Cualquier gobierno israelí que intente evacuar a los colonos
invitará a la guerra civil.
Así, los Acuerdos de
Ginebra dan la impresión de estar divorciados de la realidad.
Aquellos que se están subiendo al carro con entusiasmo
acabarán decepcionados -como ocurrió con Oslo-
tras malgastar grandes dosis de energía y tiempo. Para
el desmantelamiento de los asentamientos debería darse
una condición: que hubiese una gran cambio en el alineamiento
global de fuerzas, más allá del limitado
marco asumido en Ginebra.
Hay que mencionar a este respecto
que el arquitecto de Ginebra, Yossi Beilin, no tiene base política.
En las pasadas [elecciones] primarias del Partid Laborista, tras
la debacle de Camp David, no consiguió ganar un puesto
real en la lista. Entonces se unió al [partido] Meretz,
pero perdió su mandato y salió fuera de la Knesset.
Uno se pregunta: supongamos que Beilin y los otros firmantes
[del Acuerdo] hubieran ganado y fueran parte del gobierno, ¿hubieran
entonces ofrecido este Acuerdo a la opinión pública?
Sin responsabilidad de gobierno, es fácil lanzar utopías.
Yediot Aharonot publicó el pasado 15 de octubre
una encuesta que mostraba que el 39% de los israelíes
apoyaban los Acuerdos; el 59% estaba en contra. Dos días
más tarde, una encuesta de Ma´ariv mostraba
un 23% a favor y un 57% en contra; el resto, se mostraban indecisos.
3. En el
ámbito internacional
La Administración Bush
contiene apoyos entusiastas de Ariel Sharon. Tratan de aplastar
todo tipo de oposición procedente del pueblo palestino:
"No hay premio a la violencia". Sólo así,
consideran, puede conseguirse la paz. Su enfoque de la cuestión
palestina está cortado por el mismo patrón que
su actitud hacia todos los pueblos de Oriente Medio. Los palestinos
y los iraquíes están en estos momentos bajo tratamiento;
para Siria e Irán se está tramitando. Los Acuerdos
de Ginebra no casan con este enfoque. Por algo no se refieren
a la cuestión del terrorismo. La Administración
Bush insiste en la "Hoja de Ruta" que congela todas
las negociaciones hasta que la parte palestina acabe con la oposición
armada interna.
En un artículo titulado
"Largo es el camino a Ginebra"(Yediot Aharonot,
17 de octubre de 2003), Nahum Barnea describe la dificultad de
conectar los Acuerdos con la realidad. Los firmantes, escribe,
"han completado lo que dejaron inacabado [en Taba en enero
de 2001]. Como si el tiempo se hubiera paralizado. Como si Clinton
estuviera todavía en la Casa Blanca y la izquierda gobernase
aún en Israel y como si Arafat fuese un dirigente como
otros. Como si tres años de mutuas muertes no hubieran
cambiado nada en los corazones de los israelíes y de los
palestinos. Como si los acuerdos entre los pueblos pudieran alcanzarse
en el vacío, sin emociones, sin política,
sin historia".
Al final, los Acuerdos de Ginebra
serán rechazados no por lo que incluyen u omiten sino
también por otra razón: para que la confianza deba
desarrollarse entre los dos pueblos, la izquierda israelí
tendrá que renunciar a la supremacía de Israel.
Tendrá que dejar de ver Oriente Medio a través
del prisma del imperialismo estadounidense. Necesitará
mirar más bien por el prisma de las fuerzas internacionales
que se oponen al imperialismo.
¿A qué distancia
está la izquierda israelí de tal cambio? En al-Ayyam
de 25 de octubre de 2003 Yosi Beilin escribe que los Acuerdos
de Ginebra no tratan de suplantar a la "Hoja de Ruta".
Por el contrario, afirma, la completa. El flirteo con
EEUU sigue adelante.
Notas de
CSCAweb:
1. El pasado
13 de octubre el diario israelí Ha'aretz informaba
de la firma de los Acuerdos de Ginebra. Véase: Mualem,
M.: "Beilin-Abed Rabbo accord infuriates right", Ha'arezt,
13 de octubre de 2003
2. Yosi Beilin
fue coautor, junto al diputado del Likud Michael Eitan, del
denominado "Documento Beilin-Eitan" que actualizaba
el consenso histórico del sionismo entre las dos fuerzas
políticas mayoritarias de Israel en el Acuerdo Nacional
para las Negociaciones sobre el Estatuto Final con los Palestinos,
de 25 de enero de 1997, enmarcado en el enfoque tradicional sionista
y en el no reconocimiento de los derechos nacionales palestinos.
El documento puede verse en: "Documento Beilín-Eitan:
Acuerdo Nacional para las Negociaciones sobre el Estatuto Final
con los Palestinos', y el estatuto final de la entidad palestina"
en Nación Árabe, núm. 31/32, Primavera,
1997.
3. Véase en CSCAweb: Documento: "Hoja de ruta
para una solución permanente al conflicto palestino-israelí
basada en dos Estados"
|