Los 'bantustanes' de Gaza
y Cisjordania:
El pueblo palestino cautivo de los Acuerdos de Oslo
CSCA, abril de 2001
La evidencia del control que Israel ha seguido manteniendo sobre la población
y los territorios palestinos tras la aplicación parcial de los Acuerdos
de Oslo se ilustra en la facilidad con que las fuerzas de ocupación
están ejerciendo su devastadora violencia represiva frente al levantamiento
palestino. Violencia y represión que son efectivas gracias al control
territorial y económico israelí que ha garantizado el diseño
territorial emanado de los Acuerdos para Cisjordania y la Franja de Gaza.
Los bantustanes en que se han convertido los Territorios Ocupados
-en referencia a los territorios de población negra autoadministrados
pero sometidos al régimen racista surafricano- , rodeados de puestos
militares, de asentamientos y de carreteras de uso exclusivo israelí,
permiten sin duda la planificación de las acciones militares israelíes
ejecutadas en los estos meses de Intifada con precisión y violencia
calculada contra cada aldea, cada ciudad y cada campamento de refugiados
palestinos. A los brutales ataques militares hay que añadir las acciones
criminales que los colonos practican con el apoyo y respaldo del ejército
de ocupación israelí contra la población palestina
y la devastación de sus tierras y cosechas: la creación de
nuevos asentamientos y la extensión de los ya existentes ha hecho
que desde 1990 el número de colonos judíos en los Gaza y Cisjordania
haya aumentado de 140.000 a cerca de 400.000 en 2000.
De la violencia desatada por el ejército israelí da cuenta
la cifra de las víctimas palestinas: en sus tres primeros meses,
más de 400 palestinos han muerto -frente a 40 israelíes- de
los cuales una tercera parte eran menores de edad. A efectos comparativos,
baste señalar que durante los cinco años de la Intifada de
1987 el total de muertos palestinos ascendió a algo más de
mil. Israel se está sirviendo de su enorme potencial militar (bien
engrasado con las ayudas permanentes de EEUU, renovadas justo el pasado
mes de octubre con 3 mil millones de dólares que se suman a otros
3 mil millones ya entregados en 2000) para atacar por el espacio terrestre,
marítimo y aéreo a una población mayoritariamente desarmada
que hace frente a la quinta potencia militar del mundo con piedras y tirachinas.
Frente a la resistencia civil palestina, las tácticas del ejército
israelí se diseñaron desde el comienzo de la represión
de la Intifada de acuerdo con dos consignas: utilizar la mayor fuerza militar
posible asegurando el mayor número de bajas entre los palestinos
y las menos entre las filas de su ejército, y presentar ante la opinión
pública internacional que los enfrentamientos constituyen una confrontación
con una fuerza armada palestina real.
La represión del levantamiento palestino por parte de los gobiernos
de Barak y Sharon, sin embargo, no se cifra exclusivamente en las operaciones
militares y en la violencia de los colonos. Gracias a los Acuerdos de Oslo
-y, de nuevo, al control militar israelí que garantizan sobre los
Territorios- Israel ha podido poner en práctica sistemáticamente
desde 1993 un nuevo modelo de castigo colectivo contra el conjunto de la
población palestina: la política de cierre y bloqueo de los
territorios palestinos que, utilizado intensivamente desde el inicio de
la Intifada vuelve a ser causa de gravísimas consecuencias. Los 120.000
trabajadores palestinos que podían desplazarse a diario al interior
de Israel para prestar sus servicios como mano de obra barata en el mercado
laboral israelí, se ven privados de sus trabajos. Las pérdidas
acumuladas como consecuencia de ello equivalen a 6,5 millones de dólares
diarios y el desempleo ha aumentado hasta un 45% en la Franja de Gaza y
un 33% en Cisjordania. Asimismo, las importaciones y las exportaciones palestinas
de todo bien han quedado bloqueadas al prohibir Israel la circulación
de mercancías y personas por los territorios, por los pasos fronterizos
con Israel, Jordania o Egipto, y por el espacio aéreo y marítimo
palestino: sólo durante las primeras cinco semanas de la Intifada
el monto total de las pérdidas económicas palestinas ascendía
casi a mil millones de dólares, en una economía de dependencia
y subdesarrollo. La consecuencia dramática de los cierres ha significado
el aumento de los índices de pobreza entre la población palestina:
el índice de depauperación ha alcanzado a más del 43%
de los palestinos de Cisjordania y a más del 50% en Gaza.
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