Carta de Salman Abu Sitta
a Yaser Arafat: mantener la exigencia del derecho al retorno
de los refugiados
20 de octubre de 2001
Traducción: CSCAweb
Salman Abu Sitta, profesor
palestino dedicado a investigar y recuperar la memoria del desalojo
sionista de Palestina de 1948, expresa en esta carta a Arafat
el rechazo del pueblo palestino de las recientes declaraciones
efectuadas en una universidad israelí por Sari Nuseibeh,
nuevo representante oficial de la AP en la 'Casa Oriental' de
Jerusalén, acerca de la necesidad palestina de "renunciar
a la exigencia al retorno".
A Yasser Arafat
Presidente de la Autoridad Palestina
Sr. Arafat,
Usted ha pasado toda su vida defendiendo los derechos del
pueblo palestino. Yo mismo he sido testigo de ello desde que
le conocí en su época de estudiante en la Universidad
de El Cairo donde nosotros, un pequeño grupo de estudiantes
palestinos, coincidimos en Egipto después de haber sido
arrancados de nuestros hogares y de que de pronto nos viéramos
convertidos en refugiados sin país y sin identidad oficial
en 1948. Desde aquella época, usted prometió luchar
sin descanso por nuestro derecho al retorno, nuestro derecho
a volver a nuestros hogares y a nuestro país; un derecho
que hoy se ha convertido en lema para nuestro pueblo y que todos
conocemos como "el derecho al retorno"; un derecho
sagrado, legal, y obligatorio.
Con este fin, la lucha comenzó en Gaza durante los
años cincuenta, al principio de forma secreta, y por ello
usted se hizo cargo de la Organización para la Liberación
de Palestina durante la década de los sesenta y del movimiento
de resistencia palestino durante los setenta. Con este derecho
en mente, usted pidió a Naciones Unidas (NNUU) en 1974,
con una rama de olivo en una mano y una pistola en la otra, que
defendiera el derecho al retorno sin condiciones. Así,
la Resolución número 3236 de NNUU adoptada el 22
de noviembre de 1974 "reafirma el derecho inalienable de
los palestinos a volver a sus hogares y propiedades de los que
fueron expulsados, y exige su retorno [a los mismos]". De
hecho, la misma resolución "reconoce el derecho del
pueblo palestino a recuperar sus derechos por cualquier medio
que sea acorde con los propósitos y principios contenidos
en la Carta de NNUU". No solo con discursos ante la galería
internacional.
Tras la invasión de Líbano, el periplo de Túnez,
y el desastre de Oslo, usted fue recibido con honores por nuestro
pueblo a su regreso de las últimas conversaciones de Camp
David, precisamente por haberse mantenido firme frente a las
enormes presiones y por haberse negado a comprometer el derecho
al retorno como derecho básico y fundamental [del pueblo
palestino]; derecho que está en el corazón mismo
de nuestro conflicto con el sionismo durante los cincuenta años
que han seguido a la Catástrofe [al-Nakba] de 1948
No hace falta señalar que el derecho al retorno es
un derecho sagrado e inalienable que no caduca con el paso del
tiempo ni con ningún acuerdo político. Es un derecho
individual y colectivo y nadie tiene derecho a renunciar a él
bajo ninguna circunstancia. Los niños que arrojan piedras,
los abuelos de los campamentos, los diplomáticos de NNUU
y los expertos en derecho internacional reconocen este hecho.
El sionismo nos niega este derecho precisamente porque el
sionismo se estableció con el objetivo de eliminar la
presencia de palestinos en Palestina mediante la operación
de limpieza étnica más completa de la historia
moderna. Algunos disidentes y chaqueteros de entre nosotros renuncian
al derecho al retorno bajo el pretexto de que el retorno es imposible
e impracticable, como si nuestro derecho a disponer de nuestros
hogares dependiera de los deseos de los propios usurpadores y
estuviera sujeto a la presencia de un enclave no deseado sobre
nuestra tierra.
Pese a que este argumento es tan ilegal como inmoral, nuestros
estudios e investigaciones han demostrado de manera clara ante
parlamentarios extranjeros e investigadores de estudios estratégicos
que el cumplimiento del derecho al retorno es posible en todos
los ámbitos: geográfico, demográfico, agrícola,
económico y de la construcción; todo ello salvo
en un pequeño área que no afecta a más del
3% de los refugiados. Sin embargo, Israel niega el cumplimiento
del derecho al retorno mediante la práctica de 24 leyes
racistas que Israel ha promulgado y por las que ha sido condenado
por la comunidad internacional.
Pero si bien podemos ignorar las voces renegadas que aquí
o allá surgen porque sabemos con certeza que el 98% de
nuestro pueblo, de acuerdo con la encuesta más reciente,
ha reafirmado su fidelidad al derecho al retorno, bajo ninguna
circunstancia podemos ignorar los puntos de vista que niegan
el derecho al retorno de un oficial de la Autoridad Palestina,
cuyas opiniones el público toma como representación
del punto de vista de su dirección.
El 17 de octubre de 2001, el New York Times publicaba
un artículo en el que se afirmaba que Sari Nuseibeh, a
quien usted mismo nombró sucesor del recientemente fallecido
Faisal Huseini [como representante oficial de la AP en la Casa
Oriental de Jerusalén], había pronunciado un discurso
en la Universidad Hebrea en el que afirmó que "no
podrá haber paz, ni podrá existir un Estado palestino,
hasta que los palestinos abandonen la exigencia que durante tanto
tiempo han mantenido de retornar a sus hogares". Nuseibeh
afirmó también que la Intifada, más que
una revuelta organizada, era una convulsión "desesperadamente
bañada en sangre", sin propósito alguno, que
solamente contribuía a sembrar la confusión entre
los palestinos, y que no era una revolución popular.
Si todo lo anterior se confirma como cierto, los puntos de
vista expresados en tal declaración no nos representan,
ni Nuseibeh habló en nuestro nombre. A pesar de que quien
pronunció esas palabras es libre, como individuo, de hacerlo,
no lo es sin embargo como representante oficial. En consecuencia,
nosotros no nos sentimos relacionados con ese discurso. Más
de 200 asociaciones que luchan por la defensa del derecho al
retorno tanto en Palestina como en el resto del mundo sienten
lo mismo. Si Nuseibeh hubiese pronunciado ese mismo discurso
en árabe en cualquier campamento de refugiados, la respuesta
de los refugiados habría sido sin duda inmediata.
Por lo tanto, no me cabe la menor duda de que usted tomará
la decisión que considere oportuna, sin mayor dilación,
en interés de su propia trayectoria y de su lucha por
la defensa de nuestro derecho al retorno, tanto si el adversario
está lejos, como si está cerca.
Atenta y respetuosamente le saluda,
Salman H. Abu Sitta
|