El BM y el informe de la pobreza en
Palestina
N.Á.
Como ocurre a veces, un estudio serio se ha visto casi convertido en
venerable documento histórico por la aceleración de los acontecimientos.
En enero de este año se publicaba por el Banco Mundial (BM) Poverty
in the West Bank and Gaza (Accesible en la dirección electrónica del
BM), investigación sobre la pobreza en los Territorios Ocupados
(TTOO) durante los años 1996 a 1998. La pregunta es cómo
se puede tardar dos años en publicar un informe de coyuntura económica
como éste. Y, por si la tardanza fuera poco, la Intifada de los últimos
meses ha vuelto el documento poco actual. Pero no son estos los únicos
defectos del informe. Como es frecuente en los estudios de algunas instituciones
económicas internacionales, hay un empeño en analizar la realidad
desgajándola de sus connotaciones políticas y sociales, convirtiéndose
el trabajo a veces en un puro ejercicio deductivo a partir de las variables
macroeconómicas. Aunque existan en el informe algunas alusiones a
la realidad del conflicto israelo-palestino, éstas son siempre tan
tamizadas que se desvirtúa el peso que tienen los distintos factores
que condicionan la pobreza en Palestina.
La pobreza, según la institución financiera internacional,
afectaba en 1996 al 27% de los habitantes de los Territorios Ocupados,
TTOO (17% de los cisjordanos y 46% de los gazanos). En 1998 la proporción
era del 15% en Cisjordania y del 37% en Gaza, y en el conjunto de Palestina
del 23,2%. Por lo tanto, la reducción del número de pobres
había sido mucho más importante en Gaza que en Cisjordania.
Estas cifras de pobreza son mayores que las que corresponden a un país
de renta media-baja, entre los que se encuentra Palestina.
Resulta evidente que el factor fundamental que causa la pobreza en los
Territorios es la ocupación israelí y que la reducción
del índice de la pobreza que se ha producido entre 1996 y 1998 (prolongable
a los dos años siguientes, en los que la situación económica
de Palestina ha continuado mejorando) es sencillamente el aflojamiento de
la tenaza israelí sobre los palestinos. De todos los condicionantes
el más importante es, sencillamente, el mayor número de permisos
reglamentarios o extraoficiales concedidos a los palestinos para trabajar
en Israel. La reducción del número de desempleados en los
TTOO se ha debido fundamentalmente a esta causa y, en menor medida, al
empleo creado por Autoridad Palestina (AP). Por último, la iniciativa
privada de dentro de los Territorios ha tenido un papel mucho menos positivo
en la creación de empleo y la reducción de la pobreza. El
papel decisivo de los puestos de trabajo en Israel se refuerza por ser éste
un empleo mucho mejor remunerado (aproximadamente el doble) que el de los
otros dos agentes. La iniciativa privada palestina es la peor fuente cuando
valoramos la calidad del empleo, ya que se trata de trabajos peor pagados
que los de Israel y más precarios que los que proporciona la AP.
Hay que advertir que el íntimo contacto en que viven las economías
palestina e israelí es perjudicial para la primera, entre otras
cosas porque el nivel de precios en los TTOO es casi el mismo que el de
Israel, mientras que los salarios son notablemente más bajos: salarios
tercermundistas, precios de Primer Mundo, más pobres.
Sentadas estas bases, cabe esperar una mejor explicación de las
causas de la atonía del sector privado palestino, que son en primer
lugar las dificultades de los empresarios de Gaza y Cisjordania para competir
con los israelíes (los altos costes de tramitación de permisos
de paso, la limitación del acceso a materias primas y bienes intermedios
de bajo coste, las restricciones al acceso a determinados mercados, etc.),
aunque también cuenten las generadas por la propia incapacidad jurídica
de la AP de crear una reglamentación legal convincente y favorable.
Con las constricciones a las que Israel somete a las mercancías procedentes
de los TTOO, le resulta mucho más caro la exportación al productor
palestino que al israelí. Por otro lado, la prolongada inseguridad
de un proceso de paz llevado a trancas y barrancas provoca que la inversión
extranjera en los Territorios se mantenga al mínimo.
Se puede concluir que económicamente el proceso de Oslo ha sido
muy negativo para Palestina. Como ejemplo citemos que la población
palestina parada era del 5% antes del inicio de los acuerdos y del 20%
en los años siguientes. Otro signo de subordinación de la
economía palestina a la de Israel es el creciente número de
trabajadores que en el periodo de estudio del informe (1996-98) encontró
trabajo en los asentamientos judíos de Cisjordania, Gaza y Jerusalén.
En estas condiciones resulta fácil a los negociadores israelíes
presionar para que los asentamientos sigan en su sitio.
Por si fuera poco esta dependencia estructural tan propia de un bantustán
(la riqueza se genera fuera del territorio), en los momentos de crisis
extraordinaria -como los creados por la nueva Intifada-todo lo logrado en
la reducción de pobreza se viene abajo. Cuando se producen los cierres
continuos de los últimos meses el número de empleados palestinos
en Israel se reduce rápidamente y las cifras de paro palestino se
disparan. La evolución del número de días de cierre
y de las cifras de paro, empleo en Israel y número de hogares bajo
el umbral de la pobreza es elocuente. En 1996 con 100 días de cierre
aproximadamente el índice de desempleo en el total de los TTOO era
del 21% y trabajaban en Israel el 16% de la fuerza de trabajo de Cisjordania
y el 8 % de la de Gaza. En 1999 los días de cierre fueron aproximadamente
10 (usamos valores aproximados dada la disparidad de las fuentes), los parados
palestinos totales eran el 11,6% y la proporción de la fuerza de
trabajo que trabajaba en Israel y los asentamientos era del 25% en Cisjordania
y del 15% en Gaza. Aunque resulta difícil valorar de un modo exacto
lo que se habrá destruido de todo esto en los meses que de levantamiento,
se pueden avanzar algunos datos provisionales. Hace meses NNUU cifraba en
ocho millones de dólares la pérdida diaria por el bloqueo
de los Territorios, fundamentalmente por la reducción de las actividades
económicas ordinarias, sin incluir por lo tanto las destrucciones
de infraestructuras, edificaciones y maquinarias, y los daños personales.
Y con el nuevo gabinete Sharon la situación se ha vuelto más
apurada, como han denunciado organizaciones educativas o sanitarias, que
lanzan llamamientos dramáticos a aliviar la situación de sitio
casi total. El bloqueo en que viven conduce a la paralización general
de las actividades productivas. De este modo, el empleo palestino en Israel
ha caído del 22% a mediados de 2000 al 9% en enero de este año,
y el paro ha subido hasta el 40%, según datos del Palestinian
Central Bureau of Statistics.
Recientemente, una breve nota publicada en la página electrónica
del Banco Mundial arrojaba estimaciones más sombrías sobre
la destrucción económica y el crecimiento de la pobreza en
los primeros meses del levantamiento. Para el BM el número de trabajadores
palestinos con acceso al mercado israelí se habría reducido
a 25.000 (de 125.000 antes), la reducción total de PIB por durante
los últimos meses de 2000 habrá sido del 11% y el aumento
del porcentaje de palestinos viviendo bajo el umbral de la pobreza habría
ascendido del 21% (la cifra hasta la que se habría reducido en septiembre
de 2000) al 28,3%. En unas estimaciones a más largo plazo y persistiendo
las condiciones de conflicto y asedio que se daban a fines de 2000, el BM
calcula una proporción de pobres del 43,7% de la población
de Palestina para finales de 2001.
Este sombrío panorama se puede oscurecer aun más si juzgamos
muy difícil -como hace el informe del BM- que sea posible en condiciones
normales la reducción de la pobreza en el futuro si el marco
demográfico (alto crecimiento, superior al 3,5%) y políticoeconómico
actuales continúan. Es decir, en el caso de la perpetuación
del marco de Oslo o de otro similar, es poco probable que la economía
palestina alcance los niveles de crecimiento necesarios para que se reduzca
el número de pobres: "Si se quiere reducir el número
de pobres en el periodo 1998-2003, se requiere una tasa de crecimiento del
PIB de 6,7% o superior. Si la economía crece un 2,5% al año
y no se produce una redistribución de la renta, el número
de pobres puede aumentar en un 63%. Si la economía crece anualmente
un 4,6% el número de pobres aumentará en un 26%, pero su proporción
con el resto de los grupos de renta se mantendrá en los niveles actuales".
Aunque sea posible para una economía emergente crecer a ritmos tan
elevados como el 4,5% o superiores, resulta improbable en el caso de Palestina,
amordazada por el ocupante israelí.
|