¿Desarrollo bajo la ocupación?
Majed Nasar
Vicepresidente de la Unión de Comités
de Salud de Palestina y director general del Centro Médico de Beit
Sahour
(...) Ninguna otra parte del mundo ha sido testigo de tantas falsificaciones
históricas como Palestina. Ninguna otra tierra se ha mantenido en
los titulares de las noticias durante más de un siglo. Ninguna otra
tierra se ha visto tan poco recompensada como Palestina en su lucha por
la libertad y la independencia. Ninguna otra tierra ha sido violada, ni
arados sus campos, deportado su pueblo, negada su cultura y cambiada su
historia sin remordimiento o compensación por parte de quienes aman
este país. La mayoría de quienes aman este país desearían
que la gente de esta tierra no hubiera existido jamás.
Acuden a este país a millares, en grupos e individualmente. Vienen
como turistas y como amigos. Vienen en señal de solidaridad y como
expertos; como expertos en agua, alcantarillado, economía, agricultura,
salud y política. Expertos en la enseñanza de economía,
gestión, historia, idioma alemán, lengua inglesa y hasta literatura
árabe. Vienen como parte de comités políticos, de comités
agrícolas, de comités de salud y sobre todo, de comités
en misiones de información. Vienen a este país como iglesias
o como gente de religión que quiere levantar iglesias.
Vienen como ONG internacionales que forman parte de la comunidad de donantes.
Compiten unas con otras por hacer el mayor bien a este país. Luchan
y se pelean. Hablan de millones de dólares, del Banco Mundial, del
Fondo Monetario Internacional, de la UE, la DG VIII, la DG I y el ECHO.
Vienen a este país con el ánimo de influir en él. Hasta
las iglesias y los organismos de ámbito eclesiástico compiten
unos con otros tratando de ser los primeros en este país.
Las iglesias invadieron Palestina durante el siglo pasado. Hoy en día
es la comunidad internacional de donantes la que invade Palestina.
Resulta interesante hacer notar que estas organizaciones "ayudan
a los pobres" y consiguen de este modo empobrecerles. Los ricos y los
privilegiados (Israel en este caso y aquellos cuyos intereses guardan relación
con Israel) no tienen ningún problema con la comunidad internacional
de donantes. Se están haciendo más ricos, más fuertes
y más codiciosos.
A la gente de este país rara vez se le da la oportunidad de tomar
o incluso de participar en las decisiones que conciernen a sus propios intereses.
Se ha convertido en lugar común conceder la planificación
de proyectos y la toma de decisiones al Banco Mundial y la UE, independientemente
de las necesidades reales de la población palestina (a lo largo de
este año, por ejemplo, la UE decidió en su programa humanitario
que las cuestiones hídricas y los beduinos eran asuntos de interés).
El Banco Mundial decide cada tres meses qué sectores deben recibir
apoyo. Este país representa un mercado abierto para todo el mundo,
sobre todo para aquellos que dicen amarlo y que vienen de muy lejos. Con
gran frecuencia su amor se dirige a la tierra más que a sus habitantes.
Todo parece centrarse hoy en día en Palestina en la palabra desarrollo.
Sostenibilidad es otra palabra de moda. Durante un simposio celebrado
en Roma el pasado verano, un representante de la Organización Mundial
de la Salud recalcó que prefería no discutir oficialmente
la cuestión de la sostenibilidad de los proyectos de atención
primaria en el Tercer Mundo, pero que estaría dispuesto a hablar
de ello al término del simposio "en caso de que alguien quisiera
hacerlo".
En Palestina podemos ver de qué modo la realidad del desarrollo
se puede convertir fácilmente en farsa. En el informe del ministerio
de Desarrollo alemán (de 1994), que enumera todos los problemas de
Palestina, no se menciona el término ocupación como
obstáculo al desarrollo. En el informe del Canada Fund (de
1999) advertimos una omisión similar. No puedo hacer más que
presumir que todos los informes de los demás países hacen
otro tanto. Para estas organizaciones la ocupación es inexistente.
¿Sólo nosotros, los palestinos, afirmamos todavía que
existe una ocupación? ¿Estamos en un error? Les decimos a
nuestros amigos y donantes que sin poner fin a la ocupación israelí
no puede haber expectativas de desarrollo. Les decimos que de acuerdo con
el Banco Mundial, la situación económica se ha deteriorado
y la línea de pobreza (650 dólares anuales per capita)
ha alcanzado a un 30% de la población. Les decimos que, de acuerdo
con sus estadísticas, las pérdidas de la economía palestina
debido al estrangulamiento israelí de Palestina sobrepasan las subvenciones
otorgadas a la Autoridad Palestina en el año 1998. Rifat, mi querido
amigo, permíteme discrepar: desarrollo no es palabra que esté
de moda. Y no compete a Europa ni a EEUU decidir si estamos o no desarrollados.
Pueden dividir el mundo como les plazca. La cuestión importante para
nosotros es si nos estamos desarrollando. Es el proceso, no el resultado.
El problema de nuestros amigos es que quieren producir resultados estáticos,
pero no comprometerse en un proceso dinámico. Norte, Sur, ricos,
pobres, hombres, mujeres, raza, género, democracia, etc., son palabras
inventadas por los países ricos. Ahora quieren que los países
pobres las apliquen, aún cuando no haya cimientos sobre los que construir.
Dado que hoy existen tantísimos programas en curso en Palestina destinados
a instruirnos en cuestiones de género y democracia, debo suponer
que en pocos años el pueblo palestino figurará el primero
entre los más respetuosos con los derechos humanos, la igualdad salarial
entre hombres y mujeres, la igualdad de oportunidades para ambos géneros...
Tendremos un parlamento que funcione con eficiencia y se celebrarán
elecciones cada cuatro años. Pero no sabemos si para entonces nos
quedará tierra.
Nuestros amigos de la comunidad de donantes vinieron a enseñarnos
democracia. Desde 1996, el pueblo palestino ha estado esperando la celebración
de elecciones municipales y, aunque se han impartido clases de democracia
a todos los estratos sociales, desde el Consejo Legislativo a los trabajadores
y campesinos, no han tenido lugar las elecciones. Y por lo que hemos oído,
no se van a celebrar hasta que Palestina sea. Hemos hablado con nuestros
amigos para pedirles que condicionen su apoyo al pueblo palestino a la celebración
de elecciones. Pero, como puedes ver, todavía seguimos necesitando
clases de democracia.
Es cierto que el personal de cualquiera de las organizaciones que trabajan
sobre el terreno tiene que enfrentarse a complejas cuestiones políticas,
sociales y económicas. En nuestro país tenemos buena experiencia
de esto. Por desgracia, cuando el personal in situ afronta estas cuestiones
y revela las inconsistencias e injusticias sociales, tiene bastantes probabilidades
de que se le etiquete como activistas contrarios a la paz.
En nuestro país el lema es la paz. En nombre de la paz
se puede confiscar nuestra tierra. En nombre de la paz se pueden construir
asentamientos y ampliarlos a velocidad de vértigo (durante los primeros
tres meses de gobierno de Barak el número de asentamientos aprobados
ha sido tan alto como durante los primeros tres años de gobierno
de Netanyahu)(1).
En nombre de la paz deberíamos aceptar compartir el dormitorio y
la cocina con el ocupante. En nombre de la paz el ocupante puede asentarse
en nuestros hogares y nosotros podemos irnos a vivir bajo los olivos, es
decir, si el ocupante no ha arrancado todos los árboles para hacer
sitio a sus carreteras de circunvalación. En nombre de la paz son
demolidas a diario las casas palestinas. En nombre de la paz se dividió
la ciudad de Hebrón. En nombre de la paz nos abstenemos de llamar
ocupante al ocupante. Y en nombre de la paz negociamos con él
la partición de nuestro país en bantustanes. En nombre de
la paz la víctima se equipara al verdugo. En nombre de la paz es
imposible llevar a cabo ninguna clase de reconciliación a la sudafricana.
El tipo de paz que puede darse es aquella en la que los hijos de israelíes
y palestinos se encuentran en algún lugar de las montañas
en Suecia o en el sur de Alemania y aprenden a quererse los unos a los otros.
Estos proyectos de amar al enemigo se han vuelto enormemente populares
y han gozado de gran apoyo en los últimos años. Estos niños
viajan también a EEUU y llegan incluso a entrevistarse con Madeleine
Albright.
Lo más difícil de todo parece ser el desarrollo de la sociedad
civil en Palestina. Sólo el Banco Mundial y compañía
son capaces de imaginarse la posibilidad de desarrollar una sociedad civil
bajo la ocupación. De modo que si nosotros, los palestinos, decimos
que no puede establecerse una sociedad civil en las actuales circunstancias,
eso es que estamos en contra del concepto de sociedad civil. Y si
nos mostramos conformes y decimos: "Venga, desarrollemos la sociedad
civil", entonces es cuando se nos dice que no es posible por el momento.
De modo que necesitamos más conferencias y mayor formación.
(...) Me dices que en Asia Central uno de los problemas principales estriba
en la falta de coordinación y de interés por la cooperación.
En Palestina sí que hay cooperación y coordinación
en abundancia. Casi a diario se pueden ver reuniones de tal grupo con tal
otro en algún hotel de Jerusalén o de Ramalah. Cooperan y
coordinan, pero hasta la fecha no han resuelto la cuestión de la
sostenibilidad del proceso de paz o del desarrollo de los Territorios
Ocupados en las actuales condiciones. El problema de los refugiados,
por ejemplo, pone al descubierto el absurdo de los acuerdos. Al tiempo que
se despilfarra una exorbitante cantidad de energía y esfuerzos determinando
cuántos de los refugiados van a poder retornar, o qué hacer
con los refugiados de Siria y Líbano (¿tal vez deportarlos
de nuevo a Iraq?), nadie se atreve a decir que, en principio, todos
los palestinos tienen derecho a regresar a su patria.
El problema no reside en la falta de coordinación y cooperación.
El problema consiste en decidir con quién cooperar y coordinarse
y con qué finalidad. La cruda realidad es que nuestros amigos no
han aceptado todavía que nosotros, el pueblo palestino, vivimos bajo
la ocupación.
Desde luego que los palestinos deben ser un pueblo especial puesto que
son tantos los amigos que quieren pasar su tiempo enseñándonos
desarrollo, democracia, reconciliación, amor,
igualdad entre los sexos, capacitación, etc. Pero por
desgracia no estamos aprendiendo lo bastante rápido. De manera que
las clases van a seguir hasta que decidan que no somos capaces de aprender
estas lecciones del Primer Mundo. Entonces se darán cuenta
de que nuestra relación ha sido superficial, a corto plazo y quebradiza,
sin echar una mirada atrás. Estoy de acuerdo en que Palestina no
es un lugar normal. Y para gente como tú y como yo y muchos otros
miles de palestinos, es un llamamiento y una misión. Somos un país
pobre y no vamos a hacernos ricos en un próximo futuro. A
corto plazo, deberíamos aprender a vivir mejor pese a nuestra pobreza.
Deberíamos sentar los cimientos de un futuro mejor. Algún
día podremos comernos nuestras naranjas felices.
Hay que admitir que esta visión podría entrar en contradicción
con los intereses de los donantes y de los organismos gobernantes. Pero
lo que es más importante es que esta visión contradiga también
los intereses del ocupante.
Nota:
- BBC, 28 de septiembre, 1999
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