Breves
Cerco a la libertad de expresión
en el mundo árabe
Publicado en Nación Árabe,
núm. 42, otoño de 2000
Durante los últimos meses, varios países árabes
han sido escenario de polémicas relacionadas con poetas, novelistas,
intelectuales y cantantes que han atentado, según los sectores islámicos
más tradicionalistas, contra los fundamentos éticos y religiosos
de la sociedad. Alguno de estos casos ha tenido repercusión internacional,
mientras que otros apenas si han transcendido. El debate suscitado en torno
al cantautor libanés Marcel Jalifa entra en el grupo de los primeros.
Jalifa, conocido por su compromiso con la causa palestina y su oposición
al sistema confesionalista libanés, había grabado en 1995
una canción a partir de un poema del palestino Mahmud Darwix que
incluía unos versos de la azora del profeta Yusuf (José).
Como quiera que poner música a los textos sagrados está prohibido
según el islam canónico, el muftí de Líbano,
máxima autoridad religiosa sunní, organizó una campaña
que, en aquel tiempo, no desembocó en los tribunales por poco. Sin
embargo, en 1999, el muftí Muhammad Rashid Qabbani volvió
a la carga y esta vez sí consiguió que se procesase al cantante
con la acusación de haber "menospreciado los ritos religiosos"
en virtud del artículo 474 del código civil. El tribunal falló
poco después que el cantante era inocente, pero el asunto dio mucho
que hablar dentro y fuera de Líbano. Meses antes, esta vez en Kuwait,
asistíamos a la resolución de un largo proceso judicial entablado
contra el profesor universitario Ahmad al-Bagdadi, acusado de injuriar al
Profeta. En una primera instancia, un tribunal le había condenado
a seis meses, pena rebajada por un tribunal de apelación a dos meses
y conmutada en parte por el emir de Kuwait. Sectores políticos e
informativos cercanos a los islamistas habían criticado a al-Bagdadi
por "poner en duda" las habilidades políticas de Mahoma:
en un libro sostenía que el Profeta tuvo que emigrar (la hégira)
a Medina porque sus prédicas fracasaron en La Meca. Con al-Bagdadi
llovía sobre mojado: en 1998, un ex ministro de educación
había sido sancionado con una multa simbólica de cincuenta
dinares (unas 27.000 ptas.) por haber expresado un punto de vista similar.
Sin salirnos de Kuwait, un tribunal correccional condenaba a principios
de año a las escritoras Leila al-Uzmán y Alia Shuayyib y a
su editor, Yahya al-Rabián, a dos meses de cárcel. Cuatro
activistas islámicos habían presentado una querella criminal
contra ambas en 1996 tras realizar un análisis profundo de sus obras.
En su informe, los islamistas acusaban a Shuayyib de "haber atentado
contra la Esencia Divina y promovido la degradación de las buenas
costumbres" en su libro Arañas entonando un canto fúnebre
por una herida (1993). A al-Uthmán la acusaban de promover la
"corrupción moral" y el uso de un lenguaje pornográfico
en su antología de cuentos La marcha (1979). La justicia kuwaití
no vio indicios de criminalidad en los escritos y consideró el asunto
una falta menor, si bien se decretó que fueran confiscados. Con posterioridad
al fallo, las escritoras y su editor presentaron un recurso de apelación
que terminó en la conmutación de la pena de cárcel
por una sanción económica.
Poco después, en Jordania, el poeta Musa Hawamde hubo de sufrir
la confiscación de su libro Mis árboles son más
altos, que incluía un poema titulado "José".
Hawamde trastoca en "José" la versión tradicional
sobre las relaciones de este profeta con la mujer de Putifar: ésta
jamás vio a José ni intentó seducirlo; al contrario,
fue éste quien pensó que la reina lo deseaba. Según
el poema, "ella era más pura que él". Los islamistas
afirmaron que el poeta ponía en duda la veracidad de la palabra divina,
ya que la azora coránica dice con toda claridad que la mujer de Putifar
trató de seducir al profeta. Además, exigieron la retractación
pública de Hawamde, so pena de ser acusado de apóstata y obligado
a divorciarse de su esposa, tal y como ocurriera con el pensador egipcio
Nasr Hamid Abu Zeid en 1995. Pero, sin duda, el escándalo estrella
de los últimos tiempos es el protagonizado por el escritor sirio
Haidar Haidar y su novela Banquete de algas. A finales de abril,
el periódico islamista egipcio al-Shaab publicaba un furibundo artículo
contra la novela. Haidar, a decir de al-Shaab, describe al profeta Mahoma
como un mujeriego, se mofa del contenido de algunas aleyas coránicas
y califica a Dios de "artista fracasado" que instauró su
"reino de ficción en el vacío de los cielos". Los
círculos más tradicionalistas alentaron multitudinarias manifestaciones
estudiantiles en la universidad islámica del Azhar, reprimidas contundentemente
por la policía. Poco después, el mismo rector del Azhar emitía
un comunicado repudiando el contenido blasfemo e la novela y pidiendo
responsabilidades por su publicación. El asunto, sin llegar por ahora
a los tribunales, sí ha deparado la confiscación de la novela.
Por otro lado, el "efecto Haidar" ha contribuido a que el departamento
de censura haya retirado del mercado otros textos de dudosa moralidad,
entre ellos una novela del saudí Abd Allah al-Qasimi y otra del argelino
Wasini al-A`rach, así como la revista Faradís, editada en
Europa. Los islamistas solicitaron la prohibición de más obras,
alguna tan destacada en la literatura árabe moderna como La época
de emigración al norte del sudanés at-Tayyib Salih, y
determinados títulos del egipcio Edward al-Jarrat o el sirio Muhammad
al-Magut.
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