Breves
Jordania, a la sombra del 'nuevo orden'
Publicado en Nación Árabe,
núm. 42, otoño de 2000
El decidido proceso de liberalización económica impulsado
por el rey Abdulah de Jordania desde su ascenso al trono sigue marcando
el devenir de la política interior y exterior jordanas. Tras más
de un año en el cargo de primer ministro, 'Abdel Rauf al-Rawabda,
miembro prominente del influyente sector tribal autóctono jordano,
fue destituido el pasado mes de junio por Ali Abu al-Rageb, ex -ministro
de Industria y Comercio, parlamentario independiente y afamado hombre de
negocios. La destitución de Rawabda ha sido el punto culminante
de una escalada de críticas vertidas desde los sectores económicos
del país contra su gestión, especialmente por la falta de
determinación en impulsar las reformas exigidas desde la Casa Real
para asentar el proceso de liberalización económica en que
se haya inmerso el país, de acuerdo con los requisitos que demandan
las instancias monetarias internacionales. Su pertenencia a una clase social
de tradición altamente influyente en el ámbito político
pero de escaso peso económico explica su falta de operatividad para
seguir los dictados de Palacio: las reformas económicas y, particularmente,
el proceso de privatizaciones de las industrias jordanas, cuentan con muy
pocos respaldos entre el sector tribal jordano que ve cómo dicho
proceso pone en peligro su capacidad de intervenir políticamente
en la administración del Estado mientras una nueva elite económica,
hasta ahora sin atributos políticos destacados, comienza a influir
a medida que avanza el ritmo de las privatizaciones. La suspensión
en sus funciones ha sido directamente puesta en relación con el rechazo
del primer ministro a ejecutar el proyecto de conversión de Aqaba
(único puerto de mar del país) en una denominada "Zona
Económica Especial" orientada a atraer, por medio de la concesión
de beneficios fiscales y la gestión privada, las inversiones extranjeras
y muy probablemente destinada a la inversión de capital israelí.
No obstante, este tipo de iniciativas respaldadas inequívocamente
por Abdulah, no sólo despiertan los temores entre la clase política
dominante jordana, sino que encuentran el rechazo frontal del movimiento
antinormalización (agrupado por asociaciones profesionales
y oposición) en tanto están asociadas al criticado proceso
de relaciones con Israel y son valoradas muy negativamente por las previsibles
implicaciones que puedan tener para el futuro de la soberanía jordana.
El reto de Abdulah de sanear la economía del país insertando
de lleno a Jordania en el sistema neoliberal internacional lleva implícito
un doble peaje: ajustar su política regional al diseño de
EEUU e Israel para Oriente Medio -acomodo a las reglas establecidas en el
proceso de paz palestino-israelí y apoyo en el control hegemónico
de Iraq- y, desde el punto de vista interno, modificar las estructuras del
poder tradicional jordano y su anquilosada burocracia administrativa a recaudo
durante muchos años de la clase funcionaria autóctona y seguir
haciendo frente a la oposición política que reclama una modificación
radical de la política regional del régimen. Ambos elementos
implican serios riesgos susceptibles de alterar el orden del país.
Por ello, además de seguir preservando el papel represor de las fuerzas
de seguridad y del ejército, la Casa Real ha determinado favorecer
la apertura al pluralismo instruyendo a su nuevo primer ministro para que
modifique la Ley Electoral. El criterio de elección geográfico
y no demográfico de dicha ley ha impuesto tradicionalmente que los
miembros del parlamento fuesen mayoritariamente tribales -de acuerdo a los
entonces intereses del régimen jordano- impidiendo que buena parte
de la población, especialmente la mayoría palestina, pudiese
tener representación en las instituciones políticas. La modificación
de la Ley Electoral es sin duda un requisito insoslayable para cualquier
avance democrático en el país, como vienen exigiendo desde
hace años las reclamaciones de la oposición, pero al mismo
tiempo se percibe como una medida decidida desde la más alta instancia
del país, la monarquía, para favorecer la aceptación
de la mayoría palestina al proceso de absorción y naturalización
que Israel y EEUU están ya fomentando entre los Estados árabes
e internacionales respecto a los refugiados palestinos. Ello permitiría
solventar uno de los escollos del estatuto final: las obligaciones que la
resolución 194 de Naciones Unidas impone a Israel sobre el derecho
al retorno de todos los refugiados palestinos. El interés económico
asociado a este proceso no deja lugar a dudas: la Administración
Clinton ha prometido a Abdulah la condonación de su deuda exterior
(cifrada ya en más de 7 mil millones de dólares) así
como la concesión de nuevos créditos en asistencia económica
(para este año ya se han entregado 200 millones de dólares
a través de la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional,
USAID) además de asistencia militar, a cambio de permitir que más
de un millón y medio de refugiados palestinos (a los que no se les
ha consultado) sean absorbidos y naturalizados como jordanos. Asimismo,
el compromiso económico norteamericano con Jordania tiene otra faceta
asociada: que Jordania favorezca la inserción de la economía
israelí en sus propios mercados, lo que sin duda perjudica a la propia
economía palestina de Cisjordania y Gaza. Las "Zonas Industriales
Cualificadas" (ZIC), proyectos industriales conjuntos instalados en
el país desde 1998, en los que el capital israelí se ve favorecido
por la abundante mano de obra barata jordana y cuyos productos están
destinados al mercado de EEUU libres de aranceles, son la base creada para
dicha inserción. Asimismo, con el fin de que la industria turística
israelí pueda nutrir el comercio artesanal prescindiendo de la artesanía
local palestina, Jordania e Israel han puesto recientemente en marcha un
proyecto piloto por el cual más de 200 artesanos jordanos del sur
del país se desplazarán cada día a trabajar a Israel
en los oficios de mampostería, orfebrería, fabricación
de alfombras y otras artes de la zona.
La otra dimensión regional que compromete a Jordania ante EEUU
es la relativa a Iraq. La exigencia norteamericana de que el régimen
jordano apoye su política de agresión permanente a este país
ha sido causa del deterioro de las relaciones jordano-iraquíes que
se cifra en un descenso progresivo de los intercambios comerciales y se
ejemplifica en la determinación iraquí de favorecer la utilización
de los puntos fronterizos con Siria para los viajes diplomáticos
de sus responsables oficiales al exterior. La amenaza que suponen para Iraq
los acuerdos militares jordano-estadounidenses, entre los que, se especula,
destaca la creación de una base militar conjunta cercana a la frontera
con Iraq, así como el incremento del control y el acoso de los viajeros
iraquíes en las fronteras jordanas por parte de las fuerzas policiales
jordanas, podrían estar impulsando a Iraq a acelerar el proceso de
apertura de relaciones con Siria iniciado tras la muerte de Hafed al-Asad.
La respuesta inmediata de Abu Rageb, no se ha hecho esperar. En una declaración
política al parlamento, que contó con la aprobación
conjunta de la oposición, la clase económica y la opinión
pública, expresó la disposición inequívoca de
su gobierno a mejorar las relaciones con Iraq: el 15 de julio el rey Abdulah
recibía en su Palacio al vicepresidente iraquí Taha Yasin
Ramadán en lo que fue descrito oficialmente como un encuentro fructífero
orientado a mejorar las condiciones que el impacto del embargo está
creando en los dos países. El factor iraquí en Jordania es
un elemento fundamental de su política regional que está mediatizado
no sólo por el rechazo popular que recibe el embargo y el apoyo a
la población iraquí en el interior del país, sino por
la dependencia de las importaciones petrolíferas que suponen obtener
de Iraq todo el suministro de crudo que consume Jordania a inmejorables
condiciones. Sin embargo, una reactivación efectiva de las relaciones
parece poco probable si la presión estadounidense -y sus dólares-
siguen condicionando el futuro político-económico jordano.
Y es que si se considera globalmente el devenir del país desde
que Husein decidiera lavar su nombre y recuperar su posición frente
a EEUU tras la Guerra del Golfo y el apoyo dado por Jordania a Iraq, la
normalización política con Israel (tras la firma del Tratado
de Paz en 1994) y el proceso de reformas económicas iniciado por
Husein y profundizado por Abdulah, siguiendo el diseño del Fondo
Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial, no pueden desligarse.
Se trata de las dos caras de la moneda con la que EEUU le está cobrando
a Jordania haber osado discrepar y haberse situado en la crisis de 1990
de acuerdo con sus propios intereses y con la voluntad unánime de
su población en lugar de aceptar el mandato norteamericano contra
Iraq. Abdulah, paradigma de una nueva generación de la elite gobernante
árabe afectada por el pragmatismo y el discurso de la globalización
y el neoliberalismo, está siendo, a cambio de recibir una pátina
de reconocimiento internacional, un gustoso pagador. A las críticas
internas: mano dura y represión.
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