Iraq: una solución
política
Hans von Sponeck*
Middle East International. Traducción de Beatriz Morales para CSCAweb
(www.nodo50.org/csca), 29 de enero de 2002
Frente a la opción
de EEUU de cambio
de régimen interno en Iraq por medio de una nueva intervención militar,
Hans von Sponeck, ex coordinador general de Naciones Unidas para
Iraq, plantea la vía de la negociación política
entre Iraq y el Consejo de Seguridad (CS) como única alternativa
para evitar un empeoramiento aún mayor de la situación
general en Oriente Medio: "Iraq y Palestina ya no son problemas
que pueden ser tratados por separado. Tratar de solucionar uno
sin el otro será la garantía de que la paz no vuelve
a la región".
En octubre de 1998 el Congreso de EEUU definió la política
estadounidense respecto a Iraq y aprobó el Acta de Liberación
de Iraq. Esta ley contiene un pasaje que confirma que el objetivo
último de las autoridades estadounidenses es acabar con
Sadam Hussein y con su gobierno, lo cual sitúa en su perspectiva
real el tira y afloja que mantienen los Departamentos
de Estado y de Defensa [en relación a la resolución
de la cuestión iraquí]. Con el reciente abandono
por parte de la Administración estadounidense de la política
de contención de Iraq, la cuestión ya no
es si Iraq debe ser o no el siguiente país de la lista
[a ser atacado], sino cómo se puede justificar esto y
cómo hacer que lo acepten los gobiernos de Oriente Medio
y los denominados "socios de coalición", especialmente
los europeos. La opinión pública estadounidense
no supone un problema: la mayoría de la población
o bien desconoce el problema y por lo tanto no le interesa, o
bien está traumatizada por las humillantes atrocidades
del 11 de septiembre y está de acuerdo con el remedio
de una respuesta militar.
No puede haber discrepancia en que los autores de los ataques
del 11 de septiembre deben ser llevados ante la justicia. Pero
carece de pruebas la escalada retórica de los últimos
meses llevada a cabo por los políticos estadounidenses
y sus apologistas en los medios de comunicación que acusa
a Iraq de apoyar el terrorismo internacional: ni un solo incidente
puede ser relacionado con Iraq, desde los ataques a las embajadas
estadounidenses de Nairobi y Dar es-Salam a los ataques al Word
Trade Center de 1993 y 2001, y la epidemia de ántrax
ha resultado ser un asunto interno de EEUU. Es más, las
agencias de inteligencia estadounidenses saben que Iraq ya no
posee los sistemas armamentísticos que le permitiría
utilizar la capacidad de fabricar armas de destrucción
masiva que aún tiene gracias a los científicos
iraquíes. Pero reconocerlo obligaría a dar un paso
más para acabar con toda la interesada política
estadounidense respecto a Iraq.
No existen soluciones militares
Por lo tanto, los "argumentos" estadounidenses para
atacar a Iraq no son en absoluto convincentes, y la lista de
quienes previenen contra una acción militar aumenta de
día en día. El canciller Schroder advirtió
recientemente en el parlamento alemán que elegir nuevos
objetivos en Oriente Medio sería un fracaso y dirigentes
de Oriente Medio (entre los que se encuentran el rey Abdulá
de Jordania; los presidentes Mubarak y Asad; Amr Musa, el secretario
general de la Liga Árabe; el ex-jefe de la inteligencia
saudí, Turki Ibn Faisal; e incluso los dos líderes
kurdos del norte de Iraq, Masud Barzani [del PDK] y Jalal Talabani
[de la UPK]) se hacen eco de tal preocupación.
Las autoridades estadounidenses no pueden ignorar tales temores:
sin aliados no se puede ganar la larga batalla contra el terrorismo.
Un ataque a Iraq pondría en peligro frágiles coaliciones,
y no contribuiría en nada a eliminar las causas del conflicto
en Oriente Medio: soluciones rápidas con hardware militar
no producirán el software civil necesario para
la paz y la estabilidad.
Once años de una interesada política estadounidense
de sanciones económicas contra Iraq no han acabado con
Sadam Hussein, el aliado de los años ochenta, sino que
han destruido una sociedad y causado la muerte a miles de iraquíes.
Numerosos informes realizados por muy reputadas organizaciones
internacionales contienen pruebas del daño imputable a
las sanciones. Afirmar esto no significa pasar por alto las violaciones
de derechos humanos llevadas a cabo por las autoridades iraquíes.
Sin embargo, la falta nacional de respeto a ley no justifica
la falta internacional de respeto a la ley. En el caso
de Iraq, simplemente se ha ignorado la Carta [de NNUU] de los
Derechos Humanos y otras leyes del derecho internacional, creandose
así condiciones para un doble castigo a civiles inocentes.
Una solución negociada
La pregunta que exige una respuesta inmediata es ¿qué
tipo de mapa de carreteras internacional se requiere en
relación a Iraq para que la situación se enderezca?
Ante todo, hay que dar a Iraq la oportunidad de que pueda
comparecer en el lugar adecuado, es decir, ante el CS de NNUU.
Esto sólo será posible cuando EEUU de alguna muestra
de habilidad política y empiece a hablar con su adversario.
El viceprimer ministro iraquí Tareq Aziz se ha prestado
en numerosas ocasiones a un diálogo respecto a cualquier
asunto. No se debe rechazar por más tiempo. NNUU dispone
de suficiente cantidad de información de los servicios
de inteligencia respecto a cuestiones militares y políticas
iraquíes como para evaluar la sinceridad de la voluntad
de diálogo de Iraq.
El reiteradamente pospuesto encuentro entre el gobierno de
Iraq y el secretario general de NNUU -que finalmente tuvo lugar
en Nueva York el 26 de febrero [de 2001]- fue un buen punto de
partida. En esa ocasión los iraquíes presentaron
a Kofi Annan un exhaustivo y detallado informe relativo a todas
las cuestiones pendientes, desde los desaparecidos kuwaitíes
y las propiedades robadas [durante la Guerra del Golfo], a las
compensaciones e indemnizaciones. Aun cuando esa propuesta fuera
limitada, no debería haber sido rechazado por EEUU y Gran
Bretaña considerándola "nada nuevo".
Podría haber sido un útil punto de partida para
las conversaciones. Lamentablemente, tras este primer encuentro,
el secretario general fue amordazado por la insistencia estadounidense
y británica de que sus estrategias bilaterales debían
ser aceptadas antes que pudieran reanudarse las conversaciones
multilaterales. Desde entonces, no ha habido más encuentros
y se continúa en un punto muerto, con el subsiguiente
coste exorbitante en vidas humanas.
Por los mismos motivos no ha salido mejor parado el papel
negociador del rey Abdulá de Jordania aprobado en la Cumbre
de la Liga Árabe de marzo en Amán. Hay que dar
una oportunidad a ambas iniciativas, la de NNUU y la árabe.
Medidas de este tipo, afianzadoras de confianza, prepararían
el terreno para "reflexiones profundas y lenguaje claro"
en la próxima Cumbre Árabe de Beirut de 2002 y
en el Consejo de Seguridad. De hecho, el rey Abdulá ha
visitado Kuwait y ya no debe posponer por más tiempo su
visita a Bagdad.
La necesidad de diálogo
Se debería recordar a quienes afirman que esto constituiría
una victoria propagandística para Sadam Hussein que la
solución de este importante conflicto internacional es
una condición previa para evitar una crisis global cada
vez más grave. También deberían entender
que la solución de este conflicto no tiene que ver con
salvar imágenes políticas, sino con salvar vidas
humanas. Lo urgente ahora para la comunidad internacional es
acabar con una de las principales injusticias de nuestro tiempo.
El programa "petróleo
por alimentos" -la ya caduca cuerda de salvamento para
la población civil iraquí- acaba de ser renovado
por otros seis meses por el Consejo de Seguridad, sin que se
haya llegado a un acuerdo para mejorar las condiciones en las
que se aplica. Sus graves limitaciones en términos de
financiación y de alcance determinan que la población
civil siga siendo una sociedad que vive de dádivas. La
gente seguirá muriendo prematuramente, y aquellos que
sobrevivan afrontarán más penalidades y privaciones.
Según UNICEF, a principios de 2001 la tasa de mortalidad
de niños iraquíes menores de cinco años
había aumentado un 160% respecto a 1990, el mayor incremento
de los 188 países inspeccionados por UNICEF. ¿Acaso
tan solo este dato no debería ser un fuerte factor de
motivación para que el CS intensificara sus esfuerzos
a fin de encontrar una solución política?
Dado que EEUU tiene el objetivo declarado de derrocar a Sadam
Hussein, no se puede esperar que Washington esté deseoso
de negociar bilateralmente con Bagdad. Pero los estadounidenses
también saben que la destitución de gobernantes
no puede formar parte de la agenda multilateral de NNUU. Ello
supone una dilema para EEUU, un dilema que sólo se podrá
resolver si acepta una discusión sobre el borrador de
resolución para la reanudación de las inspecciones
de armamento y el levantamiento de sanciones que fue presentado
por el gobierno ruso al CS el pasado junio [de 2001]. Esta propuesta
prevé la vuelta de los inspectores de armamento a Iraq
solicitada por la Administración Bush y el levantamiento
de las sanciones económicas al cabo de 60 días.
El gobierno iraquí ni ha aceptado ni rechazado la propuesta
[rusa].
Esta oportunidad constituye una alternativa política a
una nueva confrontación militar con Iraq. No debe ser
desperdiciada. Amigos y aliados de EEUU y Gran Bretaña
no deberían eludir la obligación de desempeñar
su papel y de hacerlo de forma responsable y perseverante. No
será fácil. Este es un llamamiento a la Unión
Europea, que hasta el momento tan solo ha participado en el debate
sobre Iraq con una limitada implicación, y ello tanto
como institución, como Estados miembros individuales.
También es un llamamiento a los amigos de Iraq -además
de Rusia- para que recalquen ante Iraq que su colaboración
con esta propuesta puede ser el principio de un proceso global
para normalizar las relaciones con los Estados vecinos e iniciar
su reconstrucción nacional a cambio de aceptar nuevamente
el control y la verificación armamentísticos, y
el mantenimiento del embargo militar, tanto sobre el propio Iraq
como comprador potencial de armas, como sobre sus posibles países
exportadores.
Semejante enfoque también sería una importante
contribución al más amplio proceso de paz en Oriente
Medio. Iraq y Palestina ya no son problemas que pueden ser tratados
por separado. Tratar de solucionar uno sin el otro será
la garantía de que la paz no vuelve a la región.
La única conclusión posible es que la comunidad
internacional -incluido EEUU- debe aceptar una intervención
desde varios frentes como un primer paso para resolver las crisis
en Oriente Medio. La base de este enfoque debería ser
el diálogo y las negociaciones, no la confrontación
militar.
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