Mentiras y trampas contra
la democracia
Rosa Regàs*
3 de abril de 2003. CSCAweb (www.nodo50.org/csca)
"Es posible, como
dicen esos políticos y periodistas de corbata rosa, que
llevados por su volubilidad y estupidez los manifestantes que
hoy piden la dimisión de Aznar lo voten mañana
en las próximas elecciones. Tal vez sí o tal vez
no, esto ya se verá. Pero lo cierto es que hoy, hoy mismo,
la inmensa mayoría de España está contra
Aznar, contra su gobierno y contra su violenta, provocadora y
desalmada policía".
¿Quién pudo creer alguna vez que Aznar se había
vuelto de centro? Durante su primer mandato sin mayoría
absoluta, la gente comenzó a tranquilizarse al comprobar
que su voluntad era situar al PP, básicamente de derechas,
en el puro centro de la actividad política. El auge de
la economía mundial aumentó esta confianza y el
obligado diálogo con las fuerzas de la oposición
parecía una garantía. Aun así, éramos
muchos los que nos preguntábamos cómo era posible
que se hubiera operado tal cambio en un ser tan contrario a la
Constitución española, que había sido tan
convencido falangista, autor de unos artículos escalofriantes
sobre la democracia de nuestro país. No tardamos en darnos
cuenta de que una vez conseguida la mayoría absoluta,
el modo democrático y conciliador se esfumó y Aznar
poco a poco, comenzó a ningunear al Parlamento, descapitalizar
la escuela pública en favor de la religiosa y prescindir
de lo que según la Constitución es España,
una sociedad laica, para acabar mostrándonos su verdadero
rostro, que hoy, al alinearse con el ultraderechista presidente
de los Estados Unidos, partidario del garrote vil y la fuerza
bruta para solucionar los problemas, ha quedado definitivamente
estampado en nuestras mentes y en la historia de nuestro país.
La descalificación de los que no piensan como él,
las trampas dialécticas para explicar lo inexplicable,
han sido desde entonces su tónica y la de todo su gobierno.
Y sobre todo el desprecio a la inteligencia de los ciudadanos
al asegurarles, por ejemplo, que se prescinde de la legalidad
internacional para restaurar la legalidad internacional, o que
se lanzan 3000 bombas sobre Bagdad en beneficio de sus ciudadanos
en esta masacre cruel y vergonzosa, que se perpetra con el más
sofisticado y destructor armamento contra un miserable país
cuyas anticuadas armas no provocan más que risas en los
soldados norteamericanos.
Sin embargo, tal prepotencia no ha traído al presidente
Aznar la suerte ambicionada y las cosas han comenzado a funcionarle
mal. Se diría que el punto de inflexión se produjo
con la desgraciada y esperpéntica boda de su hija en
El Escorial que escandalizó a la opinión pública,
en la que por primera vez, aunque haya sido en las vitolas de
los puros, Aznar dejó claro que no se consideraba el Presidente
del Gobierno sino el "Presidente de España",
(¿por la gracia de Dios?). Vino después el desastre
diplomático de las relaciones con Marruecos, la frontal
oposición de los científicos y del pueblo afectado
al Plan Hidrológico Nacional, la ridícula guerra
del Perejil, las manifestaciones masivas contra la nefasta actuación
del gobierno en el asunto del Prestige, los escándalos
técnicos del AVE y las protestas diarias por la macabra
y grotesca alineación con Bush y Blair, en contra de Europa,
del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas e incluso de
la OTAN.
Los tres líderes que en las Azores se erigieron en
"comunidad internacional" al margen de las Naciones
Unidas y que, conscientes de que a pesar de haber presentado
documentos falsos y haber presionado a todos los países
del Consejo de Seguridad, no tenían posibilidad ninguna
de ver aprobada en su favor una nueva resolución de las
Naciones Unidas que les autorizara la tan deseada guerra, pretendieron
convencernos de que su ultimátum, no a Sadam Hussein,
sino al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, estaba dentro
de la legalidad. Pero no contaban con que gran parte de la sociedad
se les pondría en contra. Ya sé que no les importa,
pero la tuvieron y la siguen teniendo en contra.
Y es fácil saber por qué. En primer lugar porque
la opinión pública sabe que la guerra sólo
sirve al que la declara, y ésta es una guerra para obtener
un petróleo que a los Estados Unidos les hace falta para
su consumo y para fortalecer una economía que lleva dos
años haciendo aguas. Y porque además el sufrimiento,
el dolor, la destrucción y la muerte que trae consigo
una guerra contra un país que no supone ninguna amenaza,
es una iniquidad. No vale esgrimir que Iraq no ha cumplido la
Resolución 1441 de las Naciones Unidas: Israel no ha cumplido
sesenta y nueve sin contar con las decenas que han vetado los
Estados Unidos y no sólo no ha sido invadido y salvajemente
bombardeado sino que se le permite ocupar y destrozar los territorios
palestinos y tener todas las armas atómicas y de destrucción
masiva que le venga en gana. Pero además está
por ver que Iraq no haya cumplido la resolución 1441,
los que no la han cumplido son precisamente estos tres prepotentes
líderes de las Azores.
La resolución 1441 aprobada por unanimidad de los 15
miembros del Consejo de Seguridad el pasado 8 de noviembre, establece
un régimen de inspección más amplio que
el que existía hasta entonces para descubrir si Iraq tiene
armas de destrucción masiva y desarmarlo, y da a los inspectores
una serie de privilegios y facilidades añadidos para que
puedan cumplir su misión. Es cierto que también
dice que de no cumplirse la resolución Iraq deberá
atenerse a graves consecuencias, pero no da fecha de caducidad
para el cumplimiento de la resolución ni para el trabajo
de los inspectores y acaba diciendo literalmente: "Decide
seguir ocupándose de la cuestión". Nada que
autorice un ultimátum a Sadam, nada que autorice la guerra,
nada que hable del derrocamiento y asesinato de Sadam y de su
gobierno por muy macabros que sean que de esto no se habla en
la resolución, y mucho menos nada que autorice a un miembro
del Consejo de Seguridad aunque sea el más poderoso, a
poner un ultimátum al propio Consejo. Por lo tanto, quienes
no han cumplido la resolución 1441 han sido Bush, Blair
y Aznar que por el contrario la han interpretado a su antojo
saltándose la legalidad internacional.
Pero hay más, tampoco Aznar ha cumplido la legalidad
nacional porque según nuestra Constitución que
Aznar no votó, por cierto, es el Rey quien debe firmar
la declaración de guerra previa autorización del
Parlamento. Y no vale decir que esta guerra o invasión
o masacre es una lucha contra el terrorismo porque no hay pruebas
que relacionen Al-Qaeda con Sadam Hussein, ni vale tampoco que
venga la despistada Ministra de Exteriores a decirnos que España
no está en guerra. Estas trampas para saltarse el control
parlamentario y con él la misma democracia, las conocemos
bien y, aunque el señor Aznar parezca no enterarse, no
hay nadie que les dé crédito ya, ni siquiera la
mayoría de su partido.
Menosprecio de la opinión
pública
También es chocante la ola de críticas, insultos
y descalificaciones de que somos objeto los que nos manifestamos
en contra de la guerra, por parte de ciertos políticos
y periodistas. Según ellos los cientos de miles de manifestantes
que casi todos los días muestran su rechazo a la participación
española en esta guerra ilegítima, son poco menos
que memos y su actuación responde sólo a su absoluta
frivolidad, al deseo de manifestarse por lo que sea, a la incapacidad
de tener un criterio propio y a la manipulación de que
son objeto. Mañana, dicen, habrán cambiado de opinión,
porque ya se sabe cómo van y vienen las opiniones de las
masas. Así es como ven la opinión pública.
Se diría que sólo ellos tienen el juicio suficiente
para opinar y que todos los demás mejor nos callamos porque
damos pena, cuando no asco, por la tremenda facilidad con que
nos dejamos mangonear. En resumen, la voz de los manifestantes
es una voz de falsete a la que no hay que tener en cuenta, una
descalificación que por ende alcanza a los políticos
de la oposición que la esgrimen en el Parlamento y que
por lo tanto hay que silenciar, incluso con pelotas de goma si
hace falta.
Tal vez a estos selectos pensadores que tanto desprecian la
voz de los ciudadanos les pareciera mejor que todos los españoles
nos inclináramos dando cabezazos ante el presidente Bush,
según nos enseñó el entonces ministro de
Exteriores, señor Piqué. O que votáramos
al unísono con Aznar en favor de la invasión y
la masacre como lo hicieron llenos de alegría los diputados
del PP, o igual que lo han hecho también los diputados
del Parlamento iraquí en torno a Sadam. Sí, ya
sé que, aunque tanto los unos como los otros han sido
nombrados por sus respectivos líderes, a los diputados
del PP los ratificó el voto popular y democrático.
Pero ¿no habíamos quedado que esta opinión
mayoritaria expresada en libertad por el pueblo era una burda
manipulación que no contaba para nada y que sólo
servía para demostrar lo mentecatos e irresponsables que
éramos todos incluidos los líderes de la oposición?
Si así es la voz de los cientos de miles de ciudadanos
del mundo que un día tras otro nos manifestamos, en muchos
casos sin apenas convocatoria, para mostrar nuestra repugnancia
por la participación de España en la guerra de
sangre y petróleo instigada por Bush, si esta protesta
masiva no cuenta ¿qué valor tiene la democracia?
¿No es la democracia la voz del pueblo? ¿O es que
sólo es democracia la que pasa por las urnas, una vez
cada cuatro años?
Es posible, como dicen esos políticos y periodistas
de corbata rosa, que llevados por su volubilidad y estupidez
los manifestantes que hoy piden la dimisión de Aznar lo
voten mañana en las próximas elecciones. Tal vez
sí o tal vez no, esto ya se verá. Pero lo cierto
es que hoy, hoy mismo, la inmensa mayoría de España
está contra Aznar, contra su gobierno y contra su violenta,
provocadora y desalmada policía. Y no sólo nosotros
los que siempre lo hemos visto tal como se muestra ahora, también
muchos de sus votantes que no sabían que el programa electoral
del PP contuviera esta masacre, y más aún los católicos
que contemplan horrorizados como Aznar y su gobierno pisotean
la palabra del Papa con la misma indiferencia con que han pisoteado
la palabra de la Comunidad Internacional.
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