Entrevista a Carel de Rooy,
responsable de UNICEF en Iraq antes de que abandonara el país
Geert Van Moorter*
24 de marzo de 2003. Traducción
de Beatriz Morales
CSCAweb (www.nodo50.org/csca)
Las oficinas de NNUU bullen
de actividad, todo está preparado para la salida de los
últimos extranjeros. Encontramos a Carel de Rooy en su
despacho. Es una alegría volver a verse. Parece cansado,
pero de todos modos quiere dedicarnos un poco de tiempo. Le explicamos
primero el objeto de nuestra misión: dar testimonio de
cómo el embargo y la guerra violan el derecho a la salud
y a los cuidados médicos, y ponernos a disposición
de los servicios sanitarios iraquíes, ahí donde
ellos consideren que podemos ser más útiles. Carey
de Rooy aprecia el gesto. A continuación pasamos a la
entrevista propiamente dicha:
P.- ¿Ha podido prepararse UNICEF contra esta guerra?¿Ha
recibido medios suplementarios?
R.- Desde luego, hasta el último momento
hemos esperado que no hubiera guerra; pero de todos modos hace
ya seis meses que nos preparamos para la guerra y hace ya tres
meses que han empezado a entrar fondos. Del 80 al 90% de ese
dinero proviene de las reservas de la UNICEF. Recibimos muy poco
apoyo de otros donantes. Hemos elaborado un plan para los grupos
más vulnerables de la población: niños menores
de cinco años, mujeres embarazadas, refugiados. Para los
niños hemos tratado de prever diferentes riesgos: sarampión,
diarreas, infecciones respiratorias agudas y malnutrición.
Cuando dos o más de estos riesgos afectan a un niño
en peligro, tienen muy pocas posibilidades de sobrevivir. Tratamos
de hacer lo más posible antes del inicio de la guerra.
P.- ¿Qué hacen en concreto?
R.- Cuatro millones de niños han sido vacunados
contra la polio y 400.000 contra el sarampión. Ayudamos
al ministerio de Sanidad a realizar este programa. Para los niños
que estaban moderadamente malnutridos distribuimos galletas muy
proteínicas, para tres meses. Esta operación pasó
por 2.800 Centros Infantiles Comunales, creados por el ministerio
de Sanidad pública, que también formaron a 14.000
voluntarios iraquíes para esta misión.
La prevención de la diarrea también es muy importante.
Ya en estos momentos los niños tienen diarrea 15 veces
al año. Es una barbaridad. En 1990 un niño tenía
diarrea una media de cuatro veces al año. Si no se pueden
eliminar las aguas residuales porque los bombardeos impiden que
las bombas funcionen, este problema no hará sino aumentar,.
Por desgracia hemos tenido que concentrar nuestra lucha contra
la diarrea en Bagdad. Nos hubiera gustado hacerlo en todo el
país, pero no teníamos suficiente dinero. Si se
corta la electricidad, las bombas de agua, las estaciones de
depuración de agua y las alcantarillas tendrán
que funcionar con generadores. Esa es la razón por la
que ayudamos a los ingenieros iraquíes a recuperar los
generadores. Trabajan en ello día y noche.
Otro punto de atención son los camiones-cisterna de
agua. El gobierno se ha procurado unos 70 de esos camiones-cisterna
de agua. Hemos comprado bombas para rellenar esos camiones directamente
con agua del Tigris. A continuación el agua se trasvasa
a contenedores de entre cinco y diez metros cúbicos. Estas
cisternas está repartidas por toda la ciudad, la mayoría
en Sadam City, el barrio más pobre. Tratamos así
de garantizar un suministro mínimo de agua de 15 litros
por persona y día, lo que representa el 10% de lo que
se utiliza actualmente.
Las mujeres embarazadas también son un grupo de riesgo.
Y el 60% de las mujeres tiene anemia. La mortalidad de las madres
en el parto es enorme:300 por 100.000, es decir, más del
doble que en 1990, antes del embargo. La gente come insuficientes
proteínas a causa de su poco nivel adquisitivo. En 1990
un obrero ganaba 150 dinares al mes. Entonces, con dos o tres
dinares podía comprar seis kilos de carne. Hoy una maestra
gana 15.000, cien veces más, pero un pollo cuesta 3.000
dinares. La cadena "débil poder adquisitivo-insuficientes
proteínas-anemia" es una consecuencia directa del
embargo.
P.- ¿Qué tal funciona la colaboración
con las autoridades iraquíes?
R.-No hacemos nada sin ellas. Trabajamos como los diez
dedos de la mano: vacunaciones, aprovisionamiento de agua, planificación.
En el plano técnico la UNICEF está muy próxima
al gobierno. Durante todos estos años hemos ido construyendo
una relación de confianza y una excelente colaboración.
P.- Se marcha hoy de Iraq, ¿no hubiera preferido
quedarse?
R.- (suspiro) Sí, desde luego hubiera
preferido quedarme. Pero estoy obligado a partir. Esta mañana
he recibido la orden de Kofi Annan de abandonar el país.
(Está visiblemente emocionado) Estoy realmente
destrozado por tener que abandonar a mi equipo de iraquíes.
Pedimos a Carey de Rooy que nos presentara a los colabores
iraquíes de UNICEF. Nos presentó al funcionario
encargado, Hattim George, el iraquí que desde este momento
dirige a todo el personal local de NNUU. Cuando lo dejamos, su
asistente iraquí, Fadia Alwan, nos recomienda que si mañana
el infierno empieza, no salgamos, que tengamos mucho cuidado.
Se preocupan por nosotros.
Esto nos provoca un extraño sentimiento. Casi todos los
extranjeros abandonan el país, con sentimientos mezclados
y es como si nosotros quisiéramos rellenar ese hueco.
Como si quisiéramos controlar el estrés de los
iraquíes que se quedan, quedándonos con ellos.
Tengo el mayor respeto por Carey de Rooy. Es un funcionario de
NNUU que tiene bien colocado el corazón. Compadezco su
suerte, ya que tiene que irse del país en contra de su
voluntad. Nosotros tenemos suerte: podemos quedarnos. Es una
locura: la gente dirá que es más bien él
quien tiene suerte. Pero tanto él como nosotros pensamos
justo lo contrario. Sentimos que podemos servir de algo aquí
a estas personas y en contra de la guerra. Y, en todo caso, es
formidable. No tengo en absoluto el sentimiento de estar haciendo
de mártir; recibimos muchísimos agradecimientos
y reacciones calurosas.
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