Pan en vez de paz
Jordi Raich*
CSCAweb,
6 de septiembre de 2006
"Y
ahora, mientras el democrático Israel destruye el Líbano
y Palestina, las otras dos democracias de la región alabadas
por EEUU y la UE, el presidente Chirac inaugura la demagogia
del corredor humanitario y lidera a la comunidad occidental hacia
el capítulo dos de todo conflicto periférico que
se precie: La política de la ambulancia".
Con más estupefacción
que indignación, hace ya varias semanas que asistimos
a la calculada destrucción del Líbano y a una obscena
exhibición de fuerza y violencia.
Sin demasiada sorpresa, comprobamos
que los líderes del G8 no lideran nada y hacen gala de
su incapacidad de análisis y amnesia histórica
reduciendo la crisis a una provocación de Hezbolá.
Por lo visto, nada tienen que ver los casi 40 años de
ocupación israelí de Cisjordania, Gaza, Jerusalén
Este, las granjas de Cheeba y los altos del Golan. Al parecer,
han olvidado que Israel ya mató a 8000 civiles en 1982
cuando invadió el Líbano por las mismas razones
que ahora, aunque entonces el enemigo se llamaba OLP.
El estado de Israel emplea
hoy en el Líbano la misma táctica que hace años
utiliza en Palestina: destruye las infraestructuras y la capacidad
de actuación del gobierno al que le exige que actúe.
Cuando Bush aplaude semejante procedimiento, no parece darse
cuenta de que es lo mismo que si él ordenara bombardear
los cuarteles de la policía iraquí porque no es
capaz de desarmar las milicias que siembran el caos entre civiles
y fuerzas internacionales.
Y ahora, mientras el democrático
Israel destruye el Líbano y Palestina, las otras dos democracias
de la región alabadas por EEUU y la UE, el presidente
Chirac inaugura la demagogia del corredor humanitario y lidera
a la comunidad occidental hacia el capítulo dos de todo
conflicto periférico que se precie: La política
de la ambulancia.
Al dictado de un guión
bien ensayado en Somalia, Ruanda y Darfur, ha llegado el momento
de camuflar bajo un manto caritativo la incompetencia diplomática
y de desviar la atención pública transformando
el asesinato de civiles y la violación del derecho más
elemental en una crisis humana. Son los prolegómenos del
clásico circo humanitario: secuestrado por los políticos,
generosamente financiado por sus gobiernos y ejecutado por las
ONG y agencias de ayuda. Pronto veremos en televisión
un sinfín de aviones y barcos llenos de arroz y tiendas,
producto de nuestro altruismo; convoyes de ayuda alcanzando con
gran dificultad la ciudad sitiada; arriesgados cooperantes hablándonos
de la dramática situación en el hospital central...
Es una fórmula que favorece
a casi todos. Los políticos se muestran preocupados por
los libaneses y dan la impresión de que hacen algo; Israel
mejora su imagen al permitir la llegada de la ayuda; el UNICEF
y el Programa Alimentario Mundial hacen que la ONU parezca útil;
las ONG ingresan fortunas para nuevos proyectos y ganan socios
gracias a la publicidad del conflicto; y todos dormimos un poco
más tranquilos porque nuestras medicinas han aterrizado
en Beirut. Lástima que los menos beneficiados sean los
propios libaneses, a los que nuestra ayuda mantendrá con
vida para que sigan muriendo, con la barriga llena, bajo las
bombas israelíes.
La comunidad internacional
'busca' la paz con una fórmula que perpetúa el
conflicto y aumenta la popularidad de grupos radicales como Hezbolá
y Hamás. Pero que nadie se lleve a engaño, no se
trata de un error de cálculo, sino de una política
deliberada a la que todos contribuimos al permitir a nuestros
gobernantes humanitarizar el conflicto y enviar pan en
vez de paz.
|