Iraq, tres años
de ocupación y de guerra
¿El petróleo
e Israel justifican la guerra?
Santiago González
Vallejo
Comité
de Solidaridad con la Causa Árabe
Mundo
Obrero,
marzo de 2006 / CSCAweb, 8 de marzo, 2006
"La
persistencia o el derrumbe posterior depende del grado y consistencia
de la resistencia interna y de las propias poblaciones de los
países occidentales a las ocupaciones y el mantenimiento
de sus ejércitos, la no permisividad de las actuaciones
sionistas en los Territorios Ocupados y, unido a lo anterior,
la existencia de liderazgos democráticos en las resistencias
árabes".
El hecho de si la intervención
estadounidense en Iraq formaba parte de una estrategia de modificación
de las alianzas y de control de recursos energéticos de
la zona, mucho antes de la destrucción de las Torres Gemelas,
ya está suficientemente admitido. La prueba es que ahora,
a posteriori, frente a la añagaza de la acusación
de poseer armas de destrucción masiva, se intentan establecer
nuevas argumentaciones, como la vileza del régimen presidencial
iraquí y la benemérita política de un gran
oriente medio democrático, intentando enmascarar y reescribir
la historia, olvidando los trece años de sanciones, bombardeos
y sabotajes y las presiones para lograr la 'normalización'
de Israel con su política del día a día
de hechos consumados.
En lo que respecta al cambio
del mapa político, EEUU y sus aliados tienen una batalla
a medio construir: Han logrado anular Iraq como país de
contrapeso a ese proyecto de normalización de un Estado
sionista en Palestina. La 'democratización' de
Iraq descansa en la jibarización de su poder autónomo
y el anidar un confesionalismo tribal que fracture durante generaciones
una cohesión política. Avanza la subsidiariedad
de Jordania a los designios imperiales. Se mantiene a la defensiva
Siria, tanto en el plano internacional como en el interno, dada
la escasa empatía de su población con el régimen.
Por el contrario, la 'calle' árabe está
revuelta y hay una consciencia de cambio.
Un cambio liderado por corrientes
imbricadas en lo islámico basado en sus muestras de austeridad
y autoridad moral y que, admitiendo el envite, también
reivindican democracia porque se consideran mayoría,
creen que van a ganar y aspiran a ganar-. Este movimiento democrático
liderado por organizaciones de inspiración islámica,
desde Egipto, Palestina, etc.- puede coger una fuerza centrípeta
que descabalgue a ciertos regímenes autoritarios y paladines
del estatus quo.
La reconstrucción para
Iraq descansaba en el modelo imperialista a lo americano, sin
pretensión formal de permanecer en un territorio, sólo
con la aquiescencia de sus élites y la exportación
del way of live y el librecomercio beneficioso para sus
transnacionales y de paso unas bases militares que garantizasen
la estabilidad. Frente a ese dominio hay unos opositores. Por
un lado, el Islámico Irán, al que refuerzan su
liderazgo nacionalista e ideológico al llevar a cabo frente
a él un todo o nada que empezó al focalizarle como
país del eje del mal, pese a haber sido un enemigo de
los talibanes y por otra, paradójicamente, por una toma
de la calle y resistencia democráticas. Una 'calle'
donde las corrientes islámicas son relevantes, pero donde
hay una confluencia democrática y opositora a los regímenes
árabes, en general, y al mantenimiento del estatus quo
y subsidiariedad occidentalista en particular. No es baladí
que la democracia árabe tenga como ejemplo a la palestina
que está legitimada por la pluralidad de organizaciones
opositoras y porque no se consolidó un Gobierno Al
Fatah unipersonal y, aparentemente, podría tener en
el futuro en un Iraq que se está construyendo sobre la
base de unas resistencias iraquíes que conviven operacionalmente,
rotas, eso sí, por otra que pretende tener una misión
trascendental al propio Iraq y a toda la comunidad islámica.
Por lo tanto, observamos fisuras
en la implantación estratégica estadounidense.
Si bien, imperialistas blandos como Niall Ferguson evalúa,
con pesar, que se están cumpliendo las fases características
de la intervención fallida estadounidense, un impresionante
éxito militar inicial; una evaluación errónea
del sentimiento de la población local; una estrategia
de guerra limitada y aumento gradual de tropas; desengaño
nacional [en los EEUU] ante el prolongado y duro conflicto; democratización
prematura; predominio de las consideraciones económicas
internas de los EEUU déficit, etc.-; y retirada final;
creemos que las apuestas son muy elevadas y que los intereses
a largo plazo invertidos no permiten abandonar la partida.
El fenómeno de las viñetas
tiene relevancia en cuanto logre variar la visión del
conflicto, trastocando la realidad de la ocupación sea
en Palestina o Iraq- por una confusa guerra de identidades que
resten apoyos a la lucha antiimperialista, aquí en Occidente
como en la calle árabe, priorizando discusiones interesadas
en convertirlas en bizantinas mientras que se consolida el Muro
o la extracción de petróleo. En esta guerra de
las viñetas los vencedores son las fuerzas que apoyan
el imperialismo y las élites conservadoras islámicas
al afectar al imaginario de los progresistas o la generosidad
necesaria de los nórdicos.
Porque, a pesar de los más
de 100.000 muertos iraquíes y los poco más de 2.000
de fuerzas occidentales, el gran juego del control y del dominio
del petróleo y la inserción sionista tienen mucha
fuerza. La lucha va a ser larga, toda la presidencia de Bush
estará comprometida. La persistencia o el derrumbe posterior
depende del grado y consistencia de la resistencia interna y
de las propias poblaciones de los países occidentales
a las ocupaciones y el mantenimiento de sus ejércitos,
la no permisividad de las actuaciones sionistas en los Territorios
Ocupados y, unido a lo anterior, la existencia de liderazgos
democráticos en las resistencias árabes.
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