Polémica entre intelectuales sobre la retirada israelí
de Gaza
Ignacio Ramonet,
¿pro-israelí?
Santiago Alba Rico
Rebelión.org,
7 de marzo de 2005
CSCAweb (www.nodo50.org/csca), 9 de marzo de 2005
Ignacio
Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, publicó
un artículo en el que calificaba de 'valiente' la 'desconexión'
israelí de Gaza. Santiago Alba, filósofo y escritor,
le responde haciendo hincapié tanto en lo que en ese artículo
decía, como lo que callaba.
La obligación de los
intelectuales y periodistas no puede ser la de mantener la equidistancia
entre dos fuerzas desiguales sino la de revelar y denunciar una
y otra vez su desigualdad. A eso precisamente se le llama objetividad.
Digo esto a propósito del recurso, magistralmente empleado
a menudo en el conflicto palestino-israelí, de mantener
la distancia respecto de ambos contendientes a fin de que la
propia ecuanimidad suscite la ilusión, mucho más
importante, de una igualdad de hecho entre las partes. Esto es
lo que hace Ignacio Ramonet en su artículo "Salir
de Gaza", publicado el 2 de marzo por La Voz de Galicia
y reproducido también en estas páginas [1],
en un ejemplo casi canónico de lo que es el uso sesgado
de las más acendradas vitudes periodísticas. Como
doy por descontado que la mayor parte de los lectores de Rebelión
conoce los datos básicos de la actualidad en Palestina,
me limitaré a volver a decir lo que Ramonet dice, a re-presentarlo
-por así decirlo- en otro orden y sin andamios, para que
pueda valorarse el peso y la funcionalidad de su posición.
1.- Ramonet califica el plan
de "desconexión" de Gaza (y, por lo tanto, a
su artífice, el general Sharon) de "valiente".
Esta, lo sabemos, es precisamente la forma en que esa decisión
unilateral, negociada con Egipto pero no con la ANP, ha sido
celebrada por el gobierno de los EEUU y por los medios de comunicación
más complacientes con Israel, hasta el punto de que el
término "valiente" se ha impuesto en la opinión
pública como eso que en literatura se llama un "epíteto"
("Aquiles el de los pies ligeros"), con la misma eficacia
propagandística que la famosa "generosa oferta de
Barak" rechazada por Arafat en Camp-David II, uno de los
mayores éxitos de la propaganda israelí en los
últimos cuarenta años. Sobre la "valentía"
del plan de "desconexión" de Gaza y su contribución
a la causa de la paz, se ha escrito mucho y no seré yo
quien se pronuncie. Recordaré tan sólo las palabras
de Dov Weisglass, principal consejero y hombre de confianza de
Sharon en octubre del 2003: "La desconexión representa
el formol. Proporciona la cantidad necesaria de esta solución
para evitar un proceso político con los palestinos. El
proceso de paz significaría la creación de un Estado
palestino, el desmantelamiento de las colonias en Cisjordania,
el retorno de los refugiados, la partición de Jerusalén.
Ahora está todo congelado". La parsimoniosa salida
de 8.000 colonos, convenientemente indemnizados por el gobierno,
de un territorio sobrepoblado y económicamente irrelevante,
es paralela al reforzamiento de los asentamientos en Cisjordania,
según noticia del diario israelí Yediot Ahronot
del viernes 5 de febrero, y a la continuación de las obras
del Muro, condenado por el tribunal Internacional de La Haya
y que, aparte el confinamiento en un verdadero gheto de los 200.000
palestinos de Jerusalén, supone el aislamiento de decenas
de aldeas palestinas y la anexión de hecho de al menos
otro 7% de ese 22% -en relación con la Palestina histórica-
sobre el que se asentaría el futuro Estado palestino.
De todo esto Ramonet no dice nada.
2.- El segundo párrafo
del artículo de Ramonet trata de explicar lo que ha hecho
posible este viraje en la política del gobierno israelí
y arranca con un: "los tiempos han cambiado desde aquella
provocación del general Sharon al presentarse el 28 de
septiembre de 2000 (...) en la Explanada de las Mezquitas".
¿Qué es lo que ha cambiado? La evidencia de la
intimidad casi orgánica entre EEUU e Israel, en virtud
de la cual el gobierno israelí irá siempre tan
lejos como la administración estadounidense se lo permita,
podría hacer pensar que aquí se está aludiendo
a las presiones de Bush, empantanado en Iraq y obligado a algún
gesto formal en Medio Oriente. Pero el epíteto "valiente"
descarta esta consideración. ¿Qué es entonces
lo que ha cambiado? Mediante una redacción capciosísima,
aparentemente plana, Ramonet describe la espiral de horrores
que se han sucedido en Palestina desde el comienzo de la segunda
Intifada (enumeración en la que mi carácter hipocondríaco
no puede dejar de reconocer una cierta prudencia muy selectiva,
pues alude por dos veces a los "odiosos" atentados
suicidas y nombra asépticamente "la reocupación
militar de las ciudades palestinas", sin mencionar Jenin,
la destrucción de casas y de olivos o los bárbaros
e ilegales "asesinatos selectivos"). Todo esto, en
fin, habría seguido así -bola de nieve de violencias
contrapuestas- de no haberse producido milagrosamente un cambio:
"La muerte de Arafat y la elección democrática
de Mahmud Abbas parecen haber despejado el horizonte". Aparte
el supuesto implícito de que Arafat no fue elegido por
su pueblo y de que las elecciones del pasado enero en Palestina
fueron "democráticas", las palabras de Ramonet
conducen a otro de los "tópicos" preferidos
de la propaganda israelí y estadounidense: "Arafat,
obstáculo para la paz". De esta manera se carga sobre
la parte más débil -el pueblo palestino representado
por un Arafat prisionero en la Muqata- la responsabilidad de
esta sucesión de violencias e incluso la propia monstruosidad
de la Ocupación, que Ramonet no menciona ni una sola vez,
eximiendo retrospectivamente al ahora "valiente" Sharon
de todas sus tropelías. A este respecto, recordaré
tan sólo que mi muy admirado y moderadísimo Edward
Said, partisano de la nada radical Iniciativa Nacional Palestina
y extraordinariamente intolerante con los atentados contra civiles
israelíes, siempre reprochó a Arafat la firma de
los acuerdos de Oslo ("un verdadero tratado de Versalles",
decía), mediante la cual el difunto rais habría
hecho concesiones incompatibles con la consecución de
un Estado independiente y sostenible. Ramonet le reprocha, al
contrario, no haber hecho suficientes y espera que Mahmud Abbas,
el hombre de los EEUU en la ANP, haga todas las que se le pidan,
incluida -o sobre todo- aquélla que Arafat hizo sólo
a medias frenado por la resistencia de su gente: preocuparse
más -es decir- de la seguridad de los israelíes
que de la supervivencia de su propio pueblo.
3.- Ramonet dice que "la
mayoría de la población israelí aprueba"
el plan de desconexión de Gaza y atribuye a una "minoría
de extrema derecha" la resistencia al mismo y el rechazo
de negociaciones con los palestinos. Una vez más, el director
de Le Monde Diplomatique moviliza, volens nolens, el mito
de un pueblo "pacífico" forzado por las circunstancias
a un conflicto que le repugna. Según una encuesta palestino-israelí
publicada el pasado mes de enero por los diarios Al-Quds y Haaretz,
el 55% de los israelíes, en efecto, apoyaría el
plan de retirada de Gaza, lo que representa una exigua mayoría
y poco significativa además, habida cuenta de que el famoso
plan -según las declaraciones del citado Weisglass- tiene
muy poca o ninguna relación -o una relación sólo
a contrario- con las negociaciones de paz. Por lo demás,
que por primera vez el apoyo a un acuerdo duradero de paz entre
los israelíes haya superado ligerísimamente el
50% tras la muerte de Arafat sólo indica que, como el
propio Ramonet, muchos israelies confían en que Mahmud
Abbas haga concesiones decisivas. La realidad es que estos porcentajes
bajan vertiginosamente cuando a los ciudadanos israelíes
se les pregunta por su disposición a desmantelar los asentamientos
de Cisjordania o a ceder una parte de Jerusalén como capital
del futuro Estado palestino o a aceptar el retorno de los refugiados.
Estoy seguro de que Ramonet se engaña de buena fe, pero
lo cierto es que, si los israelíes están a favor
de la paz (¿y quién no lo está?), siguen
estando mayoritariamente en contra de hacer concesiones para
alcanzarla. Los bravos luchadores de Gosh Shalom, como recuerda
el siempre optimista e incombustible Uri Avneri, siguen siendo
en Israel una insignificante minoría.
4.- Esta voluntad inconscientemente
dolosa de igualar en fuerzas, en intenciones y hasta en
representación a palestinos e israelíes, lleva
a Ramonet a cifrar las causas del conflicto en "la llamada,
entre los fanáticos de ambos campos, a la 'limpieza étnica'
o a la 'segregación de las poblaciones'". Una vez
más asistimos aquí a la tentativa de eximir de
responsabilidad a los gobiernos israelíes y a sus votantes.
Recordemos que también en este punto -como en lo relativo
al grado de justicia y de sufrimiento por uno y otro lado- la
situación es completamente desigual. Mientras que Hamas,
en el extremo islamista del arco de la resistencia palestina,
ha reconocido ya públicamente la existencia del Estado
de Israel y ha aceptado las fronteras de 1967, los sucesivos
gobiernos de Israel, halcones o palomas, en nombre del Estado
y del pueblo israelí que los ha venido votando, han compartido
básicamente, desde 1948, la misma política de expansión
colonial, anexión formal y/o material de territorios,
"transfer" de poblaciones, asfixia económica,
apropiación de recursos acuíferos, derribo de casas
y aplanamiento de olivos, destrucción del patrimonio cultural,
etc. Considerar que el conflicto palestino-israelí se
ciñe al fanatismo de dos grupúsculos enfrentados
significa velar la existencia de un proyecto colonial y una fuerza
ocupante y cuestionar la ilegalidad misma de la Ocupación.
5.- Ramonet acaba su artículo
evocando ahora uno de los "mitos fundacionales" de
Israel: la "singularidad" de este Estado y su indisociabilidad
genética de un "proyecto moral". No nos equivoquemos:
la justicia -toda la justicia- está del lado de los palestinos,
víctimas históricas de las maniobras del imperialismo
europeo y del antisemitismo occidental, y la existencia de Israel,
como bien lo demuestran sus consecuencias hoy para la paz mundial,
es inseparable del proyecto ilegítimo e inmoral de ese
nacionalismo sionista, mesiánico y racista, que ha cristalizado
en un Estado sin constitución, sin fronteras declaradas
y regido por una Ley del Retorno que excluye de hecho la posibilidad
de convivencia con los palestinos. Pero la historia no imparte
jamás justicia y tiene que conformarse con introducir
de cuando en cuando, muy raramente, un poco de derecho.
Por decirlo sin ambages: los israelíes se han ganado injustamente
el derecho a compartir las tierras de Palestina con sus legítimos
propietarios. Ese derecho ya no puede cuestionarse, pero es necesario
no olvidar sobre qué injusticia se levanta para que los
palestinos puedan aspirar también, ya que no al restablecimiento
de la justicia, al reconocimiento al menos de un derecho igual
al del agresor.
6.- Como soy muy sensible al
espesor de las palabras, no puedo dejar de señalar, para
terminar y con cierto malestar, el modo en que Ramonet -que en
un maestro como él no puedo juzgar inocente- explota la
potencia movilizadora de algunos términos. Me refiero
concretamente al hecho de que, mientras habla de la "desesperación"
de los palestinos, describe a los israelíes como una sociedad
"angustiada" y -fíjense- "martirizada".
La vocación religiosa de este vocablo, que invierte y
refleja el uso que se hace de él del otro lado (el culto
a los "shuhada", a los "mártires"),
no me gusta nada. En este caso, Ramonet no se limita a igualar
sino que voltea la proporción de justicia y de sufrimiento
entre ambos bandos: mediante este adjetivo ("martirizada")
consuma la magia de convertir a Israel en la víctima pasiva,
inerme y sin culpa de una feroz persecución criminal.
Es decir, evoca -perdónenme- la sombra del Holocausto
con toda su fuerza legitimadora, de la que tanto y tan obsceno
provecho ha sabido extraer el sionismo.
Creo que estos seis puntos
demuestran sumariamente que el artículo de Ramonet es,
se haya dado cuenta o no su autor, pro-israelí y, por
lo tanto, injusto. Creo que, si en lugar de Ramonet -hombre al
que respeto y admiro y que se ha ganado una merecida autoridad
moral e intelectual en otras batallas-, si en lugar de este hombre
valiente y lúcido este artículo lo hubiera escrito
Solana o Vargas Llosa, todo el mundo comprendería muy
bien su contenido. Pero precisamente porque lo ha escrito un
hombre cuya merecida autoridad moral e intelectual nadie pone
en duda, conviene que alguien se atreva a decir lo que verdaderamente
está diciendo, para que él tome conciencia de su
error (fruto quizás de las presiones que caracterizan
en este tema a los medios intelectuales franceses) y para que
sus lectores, entre los que me cuento, sólo le sigamos
hasta donde tenga razón y mientras la tenga.
Nota de
CSCAweb:
[1] Véase
el texto "Salir de Gaza" en www.rebelion.org
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