CPS OPINA...
Algo más que terrorismo
13
de septiembre de 2.001





Al contemplar la caída de las dos torres
emblemáticas de la economía capitalista en Nueva York, y el destrozo del Pentágono
en Washington, nos hacemos una serie de reflexiones. La primera, condenar la
bestialidad de ese ataque imprevisible de un enemigo anónimo, indefinible, que
descarga toda su indignación de forma asesina y violenta contra los causantes
de tanta muerte que diariamente se registra en todo el mundo. En segundo lugar,
no es la población civil norteamericana la causante de la dominación que
ejerce el gobierno de la nación más poderosa del mundo; y sin embargo, es la
que más ha padecido con miles de muertos este ataque terrible. En tercer lugar,
no tenemos datos para apuntar a un enemigo claro. Desde luego, no puede ser
generalizado, no son los árabes, ni los musulmanes, ni los judíos, ni los
japoneses, ni los negros, ni los inmigrantes. Tampoco se puede acusar genéricamente
al fundamentalismo islámico. No es cuestión de religiones ni de creencias. No
nos parece que sea una lucha, una guerra, del terrorismo internacional contra
todo el Occidente incluida China, India, Japón, y muchos países de Extremo
Oriente. Nos parece que hay algo más, mucho más, detrás de ese ataque
terrorista.
Pensamos que desde la caída del muro de Berlín,
ya no hay dos superpotencias, sino una sola. Esta, sin ningún enemigo
colateral, intenta dominar el mundo entero. Han sido los sucesivos gobiernos de
los EEUU, los que ejercen un poderío económico, militar, político y cultural
en todo el planeta. No hace falta recordar Vietnam, Corea y otras muchas guerras
en muchos países, para darse cuenta que esos gobiernos han financiado grupos
armados para derribar gobiernos, asesinado a líderes populares, organizando
golpes de estado, invadiendo países, bombardeando ciudades y regiones (¿recordamos
los bombardeos diarios contra Irak?), arrojando napalm, etc.
Y todo esto lo hacen, según ellos, para defender la libertad y la
democracia. Esos gobiernos junto a los europeos y demás dirigentes cómplices,
oprimen a los pueblos, mantienen por la fuerza unas relaciones capitalistas, el
mercado, el robo sistemático a los pueblos mediante la deuda externa, la
explotación, marginación y exclusión de millones de seres humanos en todo el
planeta.
Los símbolos de poder económico y militar de
EEUU han sido atacados durísimamente. Se ha visto la debilidad, los pies de
barro, de este coloso mundial. Es el aviso de ese submundo ignorado, machacado y
excluido que dice en su desesperación: ¡Basta ya! Si no queréis caer en la
cuenta por las buenas de las políticas de muerte y destrucción, de personas y
de la naturaleza que estáis llevando a cabo, os vais a enterar por las malas.
Hay aquí algo más que terrorismo, aunque sea en sus aspectos más duros e
imprevisibles. Repetimos, este no es el modo de dialogar. Lo repudiamos.
Lamentamos profundamente la muerte de tantas personas, ni más ni menos de lo
que hemos lamentado la muerte de miles vietnamitas, de negros, de miles de
inmigrantes que "caen" en el Estrecho, y los millones de parias que
mueren cada día. Y esperamos que aprendan la lección.
La respuesta a este ataque ya vemos por donde
va. Las declaraciones no son de un bárbaro terrorismo, sino un "acto de
guerra". Y ante esto se responde como si ya estuviéramos en guerra. Y
todavía no sabemos el nombre y apellido del enemigo. No se puede tolerar que se
le ataque al coloso. No se puede tolerar que el "sistema" haya sufrido
semejante derrota. Esto requiere un castigo. ¿A quien hay que castigar? ¿Respuesta
militar al ataque que todos denominan terrorismo internacional? ¿Solidarizarse
la OTAN con su art. 5º del Tratado de Washington con este poderoso aliado?
Quieren dar la sensación de miedo, de caos. Y esto es muy peligroso. El miedo
produce reacciones conservadoras, fomenta la defensa, el re-arme, el aumento del
gasto público en armas, policía, en investigaciones y medios de defensa más
sofisticados, en instrumentos de ataque no conocidos hasta ahora.
El Occidente quiere seguridad y es lógico,
todos, todos, todos los 6.000 millones de personas que habitamos el planeta
tierra queremos seguridad. Sobre todo los próximos 70.000 muertos de hambre que
acabarán hoy y mañana y pasado mañana, cada día, su existencia, sin contar
los que morirán de sida. También pedimos seguridad de que puedan seguir
existiendo. (¿Cuántos muertos habrá esta vez entre los escombros de las dos
torres y de los edificios del Pentágono?). Seguridad global, de acuerdo, pero
para todos. La respuesta no puede ir por esos derroteros, sino por repudiar
efectivamente a los verdaderos causantes de esta catástrofe. No se trata sólo
de medidas de seguridad, de control. Lo que se requiere es una eficaz respeto
por los derechos humanos, una auténtica re-distribución de la riqueza, de la
democratización real de tantas y tantas sociedades.
Esperamos contra toda esperanza que todos
caigamos en la cuenta que solamente con métodos democráticos, pacíficos,
dialogantes, se puede dar respuesta adecuada a esta violencia desmesurada. Si se
unen los países democráticos contra este llamado terrorismo, esperamos que
utilicen modos y formas democráticas. Porque es posible caer en la tentación
de "ojo por ojo y diente por diente", y dar una lección de fuerza y
prepotencia al mundo de que a los EEUU no se les puede humillar impunemente,
siendo el país más poderoso de la tierra. Solamente cabe la solidaridad de los
países aliados, no en la fuerza militar destructiva, sino en el diálogo
constructivo que evite la cada vez más violenta relación de unos y otros.
Madrid,
13 de Septiembre de 2001