Como cada 20 de noviembre miles de personas han
salido en Madrid a la calle para celebrar la muerte del dictador Franco. Lo que
en un principio era una conmemoración fascista se ha convertido en un símbolo
antifascista muy importante. Están lejos los tiempos en los que la ultraderecha
española se concentraba en Madrid el 20N para hacer una exhibición de fuerza en
el día de la muerte de Franco y Jose Antonio Primo de Ribera, fundador de la
Falange Española.
Los orígenes de la manifestación antifascista de Madrid están en la necesidad de unión que sintieron los colectivos de izquierda para defender los puestos de venta de material político en Tirso de Molina frente a las hordas fascistas que habían convertido en costumbre los asaltos a dichos puestos, que apaleaban a cualquier persona que considerasen de izquierda. En torno a esa fecha los ultraespañolistas cometían asesinatos como el de Lucrecia, una joven inmigrante; y el Estado asesinó a Santi Bruard, un dirigente del movimiento popular vasco, asesinado por el Ministerio del Interior durante la etapa de gobierno del PSOE. Ahora la ultraderecha anda más comedida en sus actuaciones y su convocatoria del 20 N apenas si concentra a unos cientos de personas. Es cierto que las bandas nazis están entre nosotros y que de vez en cuando nos sobresaltan con alguna salvajada como el asesinato de Aitor, el hincha de la Real Sociedad que fue asesinado en las proximidades del Vicente Calderón. Sin embargo el fascismo más peligroso es el neofranquismo que está en el Gobierno. Aznar, que en sus años mozos fue falangista, quiere aprovechar la situación internacional para darle un importante tajo a las libertades. Desde Estados Unidos, cabeza y corazón del imperialismo, se está promoviendo una especie de neofascismo en el cual los accionistas más importantes de las multinacionales, a través del Fondo Monetario Internacional y de la Organización Mundial de Comercio, están tomando decisiones que imponen a los gobiernos de todo el mundo. En el caso del Estado español el nuevo fascismo se une con el viejo en la persona de Aznar, un individuo que en su día se escaqueó del servicio militar obligatorio y que ahora ruega todos los días a los Estados Unidos que le dejen enviar soldados a combatir contra pueblos musulmanes, olvidando las importantes conexiones históricas y de todo tipo que nos unen con el mundo árabe. Es de destacar que este año la manifestación del 20 N siguió siendo una manifestación antifascista, pero dada la situación bélica desencadenada por el imperialismo, cobró aires netamente anticapitalistas y antiimperialistas. Como todos los años, la manifestación salió de la glorieta de Atocha. Los organizadores quisieron que se dirigiera por el Paseo del Prado y por la calle Alcalá hasta la Puerta del Sol, pero el Delegado del Gobierno impuso un recorrido por calles menos importantes. Subió por Atocha hasta Tirso de Molina. La manifestación estuvo controlada de cerca por fuerzas especiales de la Policía Nacional, aunque a diferencia del año pasado los policías no establecieron un cordón represivo alrededor de las personas manifestantes. Cuando la manifestación llegó a la Plaza de Jacinto Benavente, lugar en el que produjo la brutal carga del año pasado, la organización interpuso un servicio de seguridad entre policías y manifestantes. En la Plaza de Tirso de Molina se leyó un comunicado elaborado por la Coordinadora Antifascista que criticaba el imperialismo como expresión del capitalismo de nuestros días, en el que mostraba la solidaridad de los asistentes con los pueblos bombardeados y en el que se hacían votos por continuar la lucha antiimperialista. Una de las consignas más seguidas durante la manifestación fue “”el yanqui necesita jarabe vietnamita””, en alusión a una de las derrotas más sonadas que recibió el imperialismo en el siglo pasado. Tras la lectura del comunicado fueron quemadas varias banderas rojigualdas, símbolo creado por Carlos III para representar el Estado absoluto que él encarnaba y que fue reimpuesta por Franco en 1936 para representar el Estado fascista que aniquiló por las armas la Segunda República. La quema de banderas españolas fue aplaudida por las personas presentes. Una vez finalizada la manifestación se produjeron cargas policiales por el barrio de Lavapiés que se saldaron con la detención de tres jóvenes y varias personas apaleadas por las unidades móviles de la Policía Nacional. Al igual que ocurrió el año pasado, los detenidos afirman haber sido objeto de malos tratos y vejaciones durante el tiempo de la detención. Por otra parte varias sucursales bancarias y algunas multinacionales españolas sufrieron ataques en sus bienes, siendo estropeados varios cajeros automáticos y escaparates de establecimientos de la oligarquía financiera. Ansuátegui, el delegado del Gobierno ha manifestado ya su intención de sancionar fuertemente a los organizadores. Es sabido que a este hombre le gusta dar duro a las organizaciones de izquierda. Así que seguramente cumplirá su promesa represiva. En el mismo orden de cosas debemos hacer constar que Izquierda Castellana ha sido sancionada con 200.000 ptas. de multa por incidentes leves ocurridos en el transcurso de la manifestación antifascista celebrada en Salamanca. |
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