Por Soledad Lollo
Observatorio
de Conflictos, Argentina
La antigüedad del conflicto entre China y Taiwán
data de la época de la guerra civil que entre 1946 y 1949 enfrentó a comunistas
y nacionalistas. Hoy, a fin del año 2000 la problemática recobra trascendencia:
Taiwán eligió en el mes de abril a sus nuevos gobernantes, resultando
favorecido el partido opositor que bregaba por la independencia y el
reconocimiento internacional de la misma.
Un repaso por la historia dcl conflicto ilustrará
las diferencias que enfrentaron a China y Taiwán.
Nacionalistas liderados por Chiang Kai Chek y
comunistas liderados por Mao Zedong fueron las partes contendientes en la
guerra civil china entre 1946 y 1949. Ambos formaron parte alguna vez del
heterogéneo Kuomintang, siendo el grupo de los nacionalistas quien gobernaba la
China desde 1927 Las pujas fueron una constante durante las décadas siguientes,
pero la guerra chino-japonesa y la Segunda Guerra Mundial actuaron como
desencadenante para incrementar la diferencia. La lucha por la toma del poder
se resolvió con una guerra civil.
China intervino en la Segunda Guerra Mundial del
lado de los Aliados pero, paradójicamente, su desempeño en la misma, con el
consecuente desprestigio del régimen nacionalista, culminaría con la
instauración de un gobierno comunista: la República Popular China. Aquí es
cuando emerge la problemática de Taiwán, gestada en los años decisivos de la
ocupación japonesa y la ulterior guerra civil. Además, estos años decisivos
ejemplifican la continua cristalización de la situación internacional al
interior del conflicto. Basta recordar la comunidad de intereses entre China y
Estados Unidos (Aliados) a la hora de detener el avance del Eje desde Japón; alianza
por cierto posible ya que quien entonces gobernaba China era el nacionalista
Chiang Kai Chek. La situación cambió radicalmente luego de 1949. con el fin de
la guerra civil que llevó a Mao al poder.
Los nacionalistas eran los principales
protagonistas políticos en China desde hacía varias décadas, en cambio, el
prestigio de los comunistas se incrementó durante el período de ocupación
japonesa iniciado en 1937. Esta popularidad, capitalizada por Mao Zedong, líder
del sector, podemos explicarla si pensamos en el campesinado chino, cuya
trayectoria milenaria en revueltas otorga coherencia histórica a esta
revolución.
La importancia de rescatar las continuidades en el
rol de campesinado en la historia de China se justifica porque fue el
descontento de este sector uno de los principales móviles de la revolución.
Este descontento se tradujo
históricamente en revueltas aisladas, sin coordinación y
obedeciendo a contingencias locales, sin articulación entre ellas. En el
período que nos ocupa, las humillaciones y maltratos que sufrían los campesinos
reclutados por el ejército nacionalista operaban del mismo modo que antaño lo
hiciese una hambruna, una sequía u otra calamidad. La sagacidad de Mao consiste
en haber capitalizado esta situación contribuyendo a la formación de una
conciencia nacional campesina que en su momento presentó más complicaciones al
ejército nacional que al ejército japonés. La ocupación japonesa fue sucedida
por la disputa por el poder entre nacionalistas desprestigiados liderados por
Chiang Kai Chek y comunistas fortalecidos liderados por Mao. Las marchas y
contramarchas en las negociaciones entre estos grupos impiden datar el inicio
de la contienda civil.
Los comunistas, que alentaban y se beneficiaban
con esta novedosa conciencia nacional, llevaron adelante una guerra de
guerrillas que, luego de una serie de operaciones estratégicas, condujo al
repliegue de Chiang Kai Chek en Taiwán y la fundación el 1 de octubre de 1949
de la República Popular China.
La historia de Taiwán tuvo su propia bisagra en
estos años. Taiwán era una colonia japonesa que fue devuelta a China luego de
la Segunda Guerra Mundial. La mayoría taiwanesa, diferenciada identitariamente
respecto del continente, fue duramente reprimida por el ‘Terror blanco” del
Kuomintang.
La Organización de la Naciones Unidas reconoció
internacionalmente una sola China, representada primero por Taipei, para
contrarrestar la influencia soviética. Luego la representación pasó a Pekín,
excluyendo a Taiwán de la ONU. La situación se mantiene hasta la actualidad,
resurgiendo en la agenda de problemáticas actuales con los comicios celebrados
este año en Taiwán.
Decíamos que la situación, a grandes rasgos.
permaneció como un conflicto latente durante mas de cincuenta años. No
obstante, antes de sumergirnos en el presente. señalaremos tanto los picos de
tensión interna como los enroques habidos en la política internacional.
Las presiones sobre Taiwán provenientes del
gobierno de Pekín debemos enmarcarlas en la milenaria tradición china de
intolerancia hacia las minorías étnicas o hacia las disidencias El caso más
representativo es la ocupación del Tibet que costó la vida de miles de personas
así como la huida del Dalai Lama a la India. Respecto de Taiwán, en 1955 y 1957
la Republica Popular China atacó las costas de la isla en los sucesos conocidos
como las Crisis de Quemoy.
Internacionalmente, la guerra fría entre los
bloques liderados por Estados Unidos y la Unión Soviética, obturó la antigua
alianza entre la China de Chiang Kai Chek y el grupo de países aliados. Una
república comunista jamás se alinearía, en esta situación, con los Estados
Unidos (y viceversa), sobre todo si recordamos que la revolución de Mao llevó a
un tercio la proporción de la población mundial que vivía bajo alguna variante
del comunismo. Por el contrarío, los Estados Unidos subvencionaban económica y
militarmente al gobierno taiwanés sostenido por Chiang Kai Chek, sistema que
transitó el camino en dirección del capitalismo y el desarrollo económico y
tecnológico, incluso luego de la muerte del líder en 1975.
China y Taiwán siguieron vías en algunos aspectos
concurrentes y en otros, paralelas. La integración (sobre todo con el
reformismo chino de fines de los setenta) económica entre ambos aleja la
posibilidad de una guerra, sin embargo el equipamiento militar y nuclear de
cada uno de ellos impiden apostar a un futuro desprovisto de enfrentamientos.
China y Taiwán hoy
El Kuomintang gobernó Taiwán desde 1949 hasta mayo
de este año. Como es observable, el gobierno en manos de este partido
trascendió a la persona de Chiang Kai Chek, muerto según lo señalamos, en 1975.
El pasado mes de mayo Taiwán inclino la balanza electoral hacia el partido
históricamente opositor, el Partido Demócrata Progresista, tributario de la
independencia. Los postulados de este partido llevaron a la presidencia a Chen
Shui Bian y a Annette Lu a la vicepresidencia. El primero planteó su plataforma
en torno a la negociación de la independencia moderando su postura una vez en
el poder, en cambio, la vicepresidenta parece ser más consecuente con las
premisas originales.
El clima preelectoral fue signado por la
amenazante presencia del gobierno de la República Popular China quien,
siguiendo de cerca el proceso, pretendía intimidar al electorado agitando el
fantasma de la posibilidad de una ataque nuclear. Esta actitud es comprensible
si recordamos los principales puntos de la plataforma electoral del Partido
Demócrata Progresista: independencia, relación con China ‘de Estado a Estado”,
reingreso a la ONU, libre comercio, combate a la corrupción de cuello blanco
anclada en la burocracia, sistema democrático, etc.
El flamante presidente taiwanés parece haber
adoptado una actitud más prudente una vez en el poder. Sus consignas se limitan
a no negociar con China bajo presión y afianzar una democracia soberana, pero
las proclamas independentistas han sido dejadas a un lado, al menos por el
momento.
En otro orden, es importante señalar el ambiguo
rol de los Estados Unidos en el conflicto. Históricamente el problema de Taiwán
ha sido el más sobresaliente en las relaciones entre China y Estados Unidos
(otros temas son los derechos humanos, los misiles y el comercio). Las
previsiones indican que para el año 2020 China se convertiría en primera
potencia mundial, de modo que la separación de Taiwán restaría fortaleza e
impediría la formación de un polo económico en esta región del planeta, capaz
de opacar la hegemonía norteamericana. No obstante, Estados Unidos no puede
mostrar abiertamente su simpatía hacia Taiwán, porque se traduciría en un
deterioro de sus lazos con China. Además Taiwán posee un capital simbólico
valorizado internacionalmente como es su sistema democrático, más aún si lo
contraponemos con los sucesos del Tibet o Tienanmen.
Actualmente, el conflicto parece insoluble Es tan
inviable un ataque chino que perjudicaría a ambos como el reconocimiento de los
reclamos soberanos de Taiwán por parte del continente. La tensión persistirá
dado que los argumentos esgrimidos en uno y otro caso van por líneas paralelas
que dificultan el dialogo y la negociación. China continental exhibe sus
razones en el Libro Blanco y allí sus derechos residen principalmente en la
jurisprudencia: puede admitir “un país, dos sistemas” pero no acepta una
relación de igual a igual con quien considera una provincia rebelde.
Taiwán moderó sus pretensiones independentistas
respecto de la víspera electoral pero no olvida que es su mayor
desafío. El comercio exterior alimenta su economía y no puede permitirse
actitudes que perjudiquen su situación internacional. China se acerca cada vez
más a un modelo capitalista, disfruta sus ventajas y no parece molestarle tanto
este aspecto de su rival, que insiste en haber forjado en este medio siglo una
nacionalidad distinta que debería ser reconocida.
Nos encontramos frente a una compleja situación
donde lo político, lo económico, lo ideológico, etc., se hallan imbricados y
son igualmente ponderables a la hora de efectuar un cuadro de situación. Las
diferencias parecen insalvables, pero en este momento parece imposible aproximarse
a un pronóstico de resultados.
Bibliografía
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