Gonzalo Pablo Iraolagoitia
Observatorio de Conflictos,
Argentina
había costado arrancar el cardo-
Qué cara ha vendido su vida!
Cuánto ha luchado para defenderla!”
Lev Tolstoy –Hadji Murat-
El presente trabajo tiene como objetivo analizar el
actual conflicto en Chechenia desde una dimensión económico–estratégica,
centrándose en tres ideas–guías fundamentales: la primera queda resumida en el
título, es decir busca detectar cuáles son los elementos que imprimen a las dos
guerras de fines de siglo XX un carácter, por un lado novedoso y por otro
persistente con respecto a los conflictos en los siglos anteriores; la segunda
idea plantea ampliar la relación dual de actores inmersos en el drama (rusos y
chechenos) marcando el riesgo de tal concepción de caer primero en un
determinismo histórico y segundo, en un“olvido” de otro protagonista tan
importantes como los dos anteriores; finalmente, y muy relacionado con esta
segunda idea–guía surge el problema de la “escala” del conflicto y la
consecuente necesidad de ampliar el reducido marco regional hasta darle
dimensiones internacionales.
• * •
Constituye
un tópico recurrente, por parte de analistas y de especialistas, a la hora de
explicar el actual conflicto en Chechenia, el remontar el curso de la historia
unos 200, 300 y hasta en algunos casos extremos, 400 años.*
En efecto, Abdurrahmán Encinas y Moral,
comienza un interesante artículo suyo, afirmando lo siguiente:
“Los prolegómenos del actual conflicto
ruso–checheno habría que situarlos en el nombramiento del general A.P. Yermólov
como jefe militar supremo del ejército ruso del Cáucaso y embajador en Irán por
el zar Alejandro I a comienzos de mayo de 1816. Este nombramiento fue motivado
porque este militar ruso no simpatizaba con la política reaccionaria de
Arakchéyev, favorito del zar.”[1]
Siguiendo una misma lógica discursiva,
Vicken Cheterian, plantea que el segundo conflicto que estalla el 1º de octubre
de 1999
“...se inscribiría, como hemos oído en
más de una ocasión, en el marco de las hostilidades ruso–chechenas, que se
remontan a doscientos años o más”[2]
Sin embargo, el autor nos previene ante
semejante afirmación cuando postula que
“Se trata de un análisis erróneo y
peligroso al mismo tiempo, pues introduce una visión determinista de la
historia, que pretende situar a rusos y chechenos en estado de guerra
permanente”[3]
Esta advertencia no podría haber sido más
precisa, sobre todo porque de ella se pueden extraer dos conclusiones básicas.
La primera está contenida en la cita: durante los siglos XVIII y XIX, Rusia no
se enfrentó únicamente contra el grupo étnico de los chechenos, sino que luchó
contra un frente de resistencia de los pueblos caucásicos, liderados por
Shamil, un avaro originario de Daguestán, que con posterioridad pasó a
constituir la galería de héroes nacionales de la resistencia chechena. Este
frente estaba constituído, a su vez, por cherkeses, ossetios, lesguienos,
abkazios, lazo–mingrelienos, ávaros, georgianos, armenios, kabardinos, etc.
Pueblos que han conservado, hasta el día de hoy, sus tradiciones, cultura y
espíritu combativo, aunque no todos se hayan rebelado contra Moscú a partir de
los años 90.
La segunda conclusión, resulta capital a
los fines del presente trabajo. Una perspectiva del actual conflicto que
postule una relación antitética y binaria entre rusos y chechenos o, en su
defecto, entre rusos y caucasianos, resta importancia y/o excluye a otro actor
cuyos intereses lo lleva a operar en forma directa y muchas veces sin tapujos
en esta rica región delimitada por los mares Negro y Caspio.
Esta es efectivamente una vieja guerra de
larga data que a lo largo de los siglos se ha venido desarrollando
interrumpidamente; pero, a su vez, es una guerra nueva, en cuya dimensión
económico–estratégica aparece como factor determinante el problema del petróleo
y el control sobre este recurso y sobre las vías de transporte tanto del mismo
como del gas natural. Esta circunstancia conlleva la necesaria ampliación del
reducido marco binario ruso–checheno para incluir en el mismo a los Estados
Unidos. Un breve análisis de la historia del petróleo en Chechenia servirá para
esclarecer este punto.
Las primeras perforaciones en busca de
petróleo en Chechenia comenzaron en 1887, produciéndose anualmente ya para esa
misma época alrededor de 1600 toneladas de crudo. En ese mismo año se instalan
refinerías de capitales franceses, ingleses y holandeses, entre los que se
incluye la Dutch Shell. Para el decenio que va de 1880 a 1890 se construyen en
Grozny los primeros oleoductos y gasoductos y se tienden las primeras líneas
férreas. Este desarrollo provoca un fuerte proceso migratorio y un gran auge
poblacional en la capital chechena que pasa de 12.000 trabajadores para 1906 a
22.000 en 1922. Para esta época de principios de siglo XX, el petróleo del
Cáucaso en general comenzaba a ser visto por las potencias mundiales entonces
dominantes como un botín internacional, ya que la fuerza económica y militar de
una nación se medía por su nivel de acceso a las fuentes petrolíferas. Los
intereses extranjeros en la producción rusa eran considerables, constituyendo
más de la mitad de las inversiones: se calcula que antes de la Primera Guerra
Mundial, el total invertido era alrededor de U$S 214 millones, de los cuales
U$S 130 millones correspondían a capitales extranjeros. De esa suma total Gran
Bretaña poseía un 60%, controlando el 90% de la producción en Emba y el 50% de
la de Grozny. No es un dato para pasar por alto el hecho de que Rusia producía
a comienzos de siglo la mitad de la producción petrolífera mundial, viéndose
superada por los Estados Unidos, únicamente a partir de los años ’30, período
en el que su producción disminuye hasta abarcar solamente un 20% del total
mundial. Debido a que el mar Caspio se encuentra encerrado, el petróleo y gas
se transportan principalmente a través de oleo y gasodúctos. Durante el período
soviético se construyó el sistema de oleodúctos más largo del mundo que se
extendía desde Tobolsk, capital de la Siberia occidental, conectando los
territorios de la cuenca del Caspio, el mar Negro, Ucrania, el Báltico y los
países de la Europa oriental
La producción chechena alcanzaba para 1915
la cifra de 33.400 barriles de crudo por día, representando el 18% de la
producción total de Rusia. En 1932 se elevó al formidable pico de 154.000
barriles de crudo diarios representando el 33% de la producción nacional. A
partir de entonces, comenzó un leve declive que se fue acentuando a lo largo de
las décadas siguientes a raíz de una combinación de desarrollo productivo en
otras zonas y de declive físico de la capital chechena. Según cálculos, antes
de la guerra de 1994, Grozny producía 6.500 barriles diarios de crudo. No
obstante, los especialistas no están totalmente de acuerdo en cuanto al nivel
de reservas en Chechenia: mientras que algunos plantean un agotamiento de sus
recursos, otros como Robert Ebel o Gilles Whittell estiman que el nivel de
reservas en Chechenia–Ingushetia llegan en el mejor de los casos a 60 millones
de toneladas. Estas reservas serían suficientes para abastecer de petróleo
crudo en un 50% a la producción del Cáucaso Norte, por un período de 15 años.
Sin embargo, y en esto coinciden la mayoría de los analistas, la importancia
actual que reviste Grozny está dada por el hecho de ser el centro neurálgico
por donde pasa un gran oleodúcto que conecta el puerto de Bakú, en Azerbaiján,
con Novorossjsk, el principal puerto ruso en el Mar Negro que comercializa
directamente con los mercados occidentales. A su vez, a lo largo de todo el
territorio checheno, pero sobre todo, en la zona oriental, es decir desde
Grozny hasta la frontera con Daguestán hay 493 pequeñas refinerías, ubicadas en
los distritos de Naury (150), Shelkowsky (62), Gudermes (54), Grozny (176),
Urus–Martan (16), Shali (35); en tanto que posee, a su vez, 632 grandes
refinerías de las cuales el distrito de Nadterechnaya posee 109.
De esta manera, la mayoría de los expertos
coinciden en la importancia estratégica de Chechenia, no sólo por poseer un
gran complejo petroquímico, sino por ser además un corredor regional para el
transporte del gas y petróleo proveniente de la cuenca del mar Caspio. De allí,
el interés y la pugna por parte de Rusia y de los Estados Unidos por el control
de los recursos energéticos y de las rutas de exportación y comercialización,
en el marco de lo que Ariel Cohen denominó “el gran juego”.
Una perspectiva que profundice en lo que
Nora Sainz Gsell denomina la dimensión
económico–estratégica del
actual conflicto en Chechenia, brinda la posibilidad de ajustar el foco de
análisis y de ubicar la escala de estudio en un macronivel de carácter
internacional, sobrepasando, de esta forma, los estrechos márgenes regionales
en los que se sitúan la mayoría de los expertos.
En efecto, las inmensas reservas
petrolíferas, estimadas en más de 25 billones de barriles, debajo del mar
Caspio y de las ex–repúblicas soviéticas de Kazakhstán, Azerbaiján,
Turkmenistán y Uzbekistán, que son similares a las de Kuwait y mayores que
aquéllas de Alaska y del Mar del Norte juntas, serán cruciales, según los
expertos, a la hora de abastecer a la economía mundial durante todo el siglo
XXI. Las pugnas por el control de las reservas, la producción y las rutas de
comercialización de los recursos energéticos constituyen actualmente una de las
cuestiones más importantes para las cancillerías de las grandes potencias
mundiales.
“Estados Unidos también está
interviniendo en la región del Caspio para establecer una ruta de oleodúctos
bajo control norteamericano que recorra Azerbaiján y Georgia,
desplazándo[...]cualquier influencia rusa en el Cáucaso y en Asia Central”[4]
como contrapartida
“Poderosos intereses en Moscú intentan
asegurarse que la única ruta para exportar los recursos energéticos
euroasiáticos pase por territorio ruso”[5]
EEUU
necesita asegurarse un acceso libre y sin trabas sobre los campos petrolíferos
que permita reducir la dependencia de Occidente del petróleo del Medio Oriente
y asegurarse también bajos precios en el suministro. El objetivo está centrado
en mantener bajo su control a los ricos estados del Cáucaso y del Asia Central;
de lo contrario, Moscú podría obtener un control monopolístico sobre estos
vitales recursos energéticos, incrementando de esa forma la dependencia de
Occidente.
Aquellas antiguas repúblicas soviéticas
que votaron once años atrás por la disolución de la U.R.S.S y por la
independencia de sus países, se encuentran actualmente frente a un constante e
ininterrumpido avance por parte de los EEUU y de otras potencias occidentales.
El objetivo principal de estos es el de establecer un control norteamericano en
la cuenca del Caspio que permita una inversión de multinacionales a gran
escala. Un consorcio de once poderosas compañías petroleras controla
actualmente más del 50% del total de inversiones de la región entre las que se
incluyen: British Petroleum–Amoco, Pennzoil, Chevron, Texaco, Atlantic
Richfield, Phillips Petroleum, Exxon–Mobil. A su vez, EEUU está buscando nuevas
rutas para el transporte del gas y petróleo a través de una línea que conecte
el puerto turco de Ceyhan con el azerbaijano de Bakú y en el que directamente
se excluya cualquier tipo de presencia rusa en Azerbaiján.
Este
país es junto con Georgia y Kazakhstán uno de los que más dependen económica y
militarmente de Washington. Sus enormes reservas lo hacen muy apetecible para
los intereses americanos. Por ejemplo, Azerbaiján podría generar, en concepto
de beneficios de sus campos petrolíferos, arriba de U$S 2 billones por año.
El 9 de octubre de 1995, la Azerbaijani
International Oil Consortium (AIOC) anunció que, en lugar de seguir el
tradicional camino al puerto ruso de Novorossjsk, una cantidad superior a los
80.000 barriles de crudo, se trasladaría bifurcándose a través de dos ramales.
La línea del norte iría al mencionado puerto de Novorossjsk a través de la
inestable Chechenia; en tanto que la línea del oeste se dirigiría al puerto
georgiano de Supsa. Esta decisión fue avalado por la administración Clinton en
un claro intento por apartar a Rusia. Actualmente hay en juego un acuerdo por
un total de U$S 6 billones entre el gobierno de Azerbaiján y un consorcio de
grandes multinacionales entre las que se encuentra la compañía rusa LUKoil. Los
ministerios rusos de asuntos exteriores y defensa simplemente se oponen al
tratado. Si bien la compañía LUKoil forma parte de este consorcio internacional
lo hace solamente en un 10%, contra el 25% reclamado originariamente, en tanto
que la mayor parte de los grandes intereses rusos quedan excluídos.
La meta principal del gobierno moscovita es
la de establecer un control total sobre las exportaciones de ese país. Para
ello promovió un golpe contra el presidente Abulfaz Elchibei, considerado
pro–turco, quien fue derrocado en junio de 1993 por el antiguo jefe de la KGB y
miembro del Politburo de Brezhnev, General Heydar Aliev, considerado pro–ruso.
Sin embargo bajo Aliev se dio el anuncio de la AIOC, lo que motivó el disgusto
de Rusia. Como consecuencia de ello, el Kremlin comenzó a apoyar al “señor de
la guerra” Suret Husseinov, quien aparentemente poseía muy buenas conexiones
con el ministro de Defensa ruso Pavel Grachev. Entre 1993 y 1995 Aliev sufrió
cuatro atentados sin éxito. Al mismo tiempo, Rusia jugó su carta de separatismo
étnico al alentar los movimientos nacionalistas de las minorías lesguienas en
el norte y talishas en el sur. Esta situación impulsó al ministro de Defensa
azerí, Safar Abijev, a solicitar a la OTAN la inmendiata presencia para
solucionar el conflicto, lo que de facto implicaría el establecimiento de bases
militares en Azerbaiján. El conflicto en Nagorno–Karabakh, ese pequeño enclave
armenio en Azerbaiján que se sitúa en una potencial ruta de petróleo del Caspio
hacia Turquía, responde a los mismos móviles. En 1992 una gran guerra estalló
con los armenios demandando la completa independencia del Karabakh o su
absorción por parte de Armenia. Rusia apoyó primero a los azeríes para luego
alentar a los armenios de acuerdo a cómo anduviesen sus relaciones con Bakú. El
conflicto dejó como saldo un millón de refugiados, principalmente azeríes.
La república de Georgia, constituye otra
pieza clave de este “gran juego”. Para los EEUU es una región estratégica en lo
que respecta al transporte de petróleo de mar Caspio hacia Turquía, en tanto
que Rusia pretende evitar cualquier acercamiento de Tbilisi con Occidente y
circunscribirlo a su propia esfera de dominio. Desde 1991 hasta fines de 1993
Georgia se vió inmersa en una sangrienta guerra civil entre los partidarios de
Eduard Shevardnadze y de Zviad Gamsakhurdia. Como consecuencia del apoyo
obtenido por parte del gobierno de Moscú, que le dio la victoria sobre su
rival, Shevardnadze se vió obligado, contra su voluntad, a ingresar en la
Comunidad de Estados Independientes (CEI), en octubre de 1993. En 1995 Moscú
presionó sobre el presidente para abortar la construcción de un oleodúcto para
el petróleo azerí que pasase por territorio georgiano con destino al puerto de
Supsa. La negativa del presidente derivó en un intento de asesinato el 29 de
agosto de 1995. Shevardnadze insistió en más de una ocasión que Rusia estuvo
detrás del atentado, siendo el principal sospechoso su jefe de seguridad
personal Igor Georgadze, quien escapara a Rusia. A pesar de las continuas
demandas de extradicción, el Ministerio ruso del Interior se ha negado
reiteradamente a ese pedido.
El
conflicto de Abkhazia, una región separatista al noroeste de Georgia, que
estalló en 1992 y costó la vida a 35.000 personas, tuvo un fuerte apoyo por
parte de Rusia hacia esa minoría étnica. El propósito manifiesto era el de
debilitar al gobierno de Tbilisi y de apartar los intereses turcos y
occidentales de la región, logrando el control del acceso a las vías de
transporte de gas y petróleo. Actuando de esta manera, Rusia logró dominar la
amplia franja costera de Abkhazia en el mar Negro. Así el gobierno de Moscú
protegía sus puertos de Novorossjsk y Tuapse y se acercaba a los importantes
puertos georgianos de exportación petrolíferas de Poti, Supsa y Batum.. Sin
embargo, el apoyo ruso a los rebeldes tuvo un giro inesperado al estallar el
primer conflicto checheno en 1994. Efectivamente, los abkazios son aliados
históricos de los chechenos y en su territorio comenzaron a operar campos de
entrenamiento para los comandos chechenos. Esto provocó un deterioro en las
relaciones entre Moscú y la capital de Abkhazia, Sukhumi, que se expresó en un
menor apoyo económico y militar por parte de la primera. Este hecho brindó a
Shevardnazde la esperanza de volver a tomar un control más efectivo sobre el
territorio rebelde. No obstante, presionado por Moscú, accedió en agosto de
1995 a establecer cuatro bases militares rusas en territorio georgiano, que
permitiesen una mayor vigilancia sobre las rutas de salido de los recursos
energéticos via el mar Negro. Sin embargo, en Estambul,y bajo los auspicios
norteamericanos, en el marco de la cumbre de la Organización para la Seguridad
y la Cooperación en Europa (OSCE), Rusia y Georgia firmaron un apartado en la
Conventional Armed Forces in Europe (CFE) por el que Moscú se comprometía a
retirar sus ejércitos de Moldavia y sus bases militares de Vaziani y Gudauta de
Georgia. Esto exacerbó a la opinió pública rusa que acusa tanto a Georgia como
a Azerbaiján de ayudar a los “terroristas” de Chechenia.
Inmediatamente, y aprovechando la ocasión, el
Congreso estadounidense pidió un incremento de la ayuda financiera a Georgia
por el término de tres años para
“[asegurar]...la integración
político–militar de Georgia en la OTAN y en las estructuras occidentales lo más
pronto posible”[6]
De
hecho analistas norteamericanos estiman que Georgia podría generar arriba de
U$S 500 millones anuales en concepto de derechos de tránsito. No es
sorprendente que el gobierno de Tbilisi firmara, en la mencionada cumbre de
Estambul la Declaración de Ankara, por la que se comprometía a apoyar la
construcción de un oleodúcto que conecte Bakú con Ceyhan, como así también
otros oleodúctos transcaspianos de menor envergadura, con el firme propósito de
Washington de desplazar a Rusia de la competencia por el control de estas
importantes vías de transporte y de garantizar, asímismo, que la lealtad de
Georgia siga inclinándose hacia el Occidente.
Otro problema de separatismo étnico surgió
en la región de Karachay–Cherkessia el 27 de agosto de 1999. Según el
historiador Rachid Khatuev, no hay ninguna coincidencia que un movimiento
separatista haya estallado en esa zona, justo en el mismo momento en que el
gobierno de Moscú haya estado pensando en una vía alternativa a la chechena por
esa misma zona. Los cherkeses tienen una larga diáspora mayoritariamente
instalada en Turquía, donde poseen una considerable influencia.
Armenia, es también un punto estratégico
para el transporte de gas y petróleo del Cáucaso y constituye un aliado
tradicional de Rusia, especialmente a raíz del apoyo brindado por Moscú a los
secesionistas en Nagorno–Karabakh. Sin embargo, el acuerdo al que llegó el
presidente, Robert Kocharian, que compromete a Armenia, Azerbaiján, Georgia,
Turquía, Rusia y EEUU en la cumbre de la OSCE por el que se establece un pacto
de seguridad en la Transcaucasia, requiere el retiro de las tropas rusas
estacionadas en Armenia, por lo que no sólo debilitaría la tradicional alianza
armenio–rusa, sino que además posicionaría a Armenia dentro del campo de sus
enemigos tradicionales, entre los que se incluyen Azerbaiján y Turquía.
Dagestán constituía otra alternativa
viable al transporte del petróleo desde que la ruta por Chechenia se encuentra
interrumpida. Pero a partir del hecho de que grupos armados chechenos dirigidos
por Basayev con el apoyo del jordano de tendencia wahhabbita Khabib Abd
Ar–Rahman Khattab invadieran la república en el mes de agosto de 1999 bajo la
causa de liberar a sus correligionarios del poder de Moscú y establecer un
“Estado islámico”, se generó toda una serie de acusaciones cruzadas en las que
Moscú denunció a los EEUU de apoyar el fundamentalismo islámico para debilitar su
poder, en tanto que Washington negó tales acusaciones inculpando únicamente al
radicalismo wahhabbita. De todas formas, esta invasión añade “el elemento
religioso” al nutrido y complejo panorama de análisis, que si bien estuvo
históricamente presente en la difícil situación no solo en Chechenia sino
también en toda la zona del Cáucaso, adopta a partir de este momento un
criterio mucho más definido.*
Uno de los elementos que tiene EEUU para
presionar a Rusia es el de congelar los créditos internacionales. En diciembre
de 1999, el Fondo Monetario Internacional anunció que continuaría demorando un
préstamo de U$S 640 millones en razón de la violenta segunda campaña contra
Chechenia a raíz de la invasión mencionada y de unos violentos atentados con bombas en Moscú. El vocero del Ministerio
de Asuntos Exteriores ruso defendió la postura adoptada por su país aduciendo
que las sanciones económicas son inaceptables desde el mismo momento en que lo
que está en juego es la “integridad territorial” de Rusia. Precisamente, este
es el principal argumento esgrimido por las autoridades moscovitas para
justificar su accionar en toda la región del Cáucaso (no sólo en Chechenia), y
es a su vez, el argumento que EEUU quiere desarticular con el firme propósito
de eliminar las barreras que le impiden crear economías de mercado libre, con
estabilidad jurídica al estilo occidental y mecanismos de pluralismo
democrático de representación.
Es
así como uno de los mayores objetivos de los EEUU es el de forjar un mercado común en el Cáucaso. En realidad el proyecto no es
nuevo, ya que había sido mentado por los británicos a comienzos de los años
’20. Lo que sí es nuevo es el rol que ocupa Chechenia en el tablero de este
“gran juego” regional. Según Alexander Ruzsky las relaciones de este país, que
jamás ha sido ni política, ni económica ni culturalmente el centro de la
región, con Georgia
“...se transformaron en un componente
clave en el proceso de la realización de la idea de crear un mercado común”[7]
El autor enumera tres principales factores
que conducen este interés. El primero es que Georgia brinda las más
convenientes rutas de transporte no sólo para el petróleo azerí, sino también
para los inmensamente ricos yacimientos petrolíferos de Tengiz en Kazakhstán,
rutas que pasan indefectiblemente por territorio checheno. El segundo es que
Georgia es uno de los países económica y culturalmente más desarrollados del
Cáucaso y tiene una muy fuerte influencia sobre Occidente debido a la presencia
de una rica diáspora en muchos de sus países y tercero porque su presidente
Shevardnadze conduce una manifiesta política “antirusa” que según el autor no
pueden dejar de impresionar a los chechenos
“...que han declarado un genuina guerra
sagrada –jihad– contra ‘lo ruso’”[8]
La construcción de una ruta entre Shatili
e Itum Kale que comunica Chechenia con Georgia, constituye el intento más
significativo de establecer sólidas relaciones estratégicas entre Grozny y
Tbilisi. Para 1998 la sección chechena de la ruta estaba prácticamente
completa, en tanto que la georgiana no había comenzado todavía, principalmente
por razones financieras*. A lo
largo de esta ruta, que conectará Grozny con los principales puertos georgianos
del mar Negro y Turquía, se construirá posteriormente un oleoducto que formará
un nuevo corredor de gran importancia regional sobre todo para los campos
petrolíferos de Tengiz en Kazakhstán, de allí el interés de la diplomacia
norteamericana por acercar al gobierno de Alma Ata al bloque occidental. A su
vez, durante la cumbre de la OSCE en Estambul, Turquía, Georgia, Azerbaiján y
EEUU firmaron un tratado por U$S 2.4
billones para la construcción del oleducto que comunica Bakú con el puerto
turco de Ceyhan. Esta doble tentativa ha sido ampliamente visualizada como una
política norteamericana de apartar a Rusia del Cáucaso.
Rusia necesita una Chechenia pacificada y
prorusa para mantener su dominio sobre las rutas de salida de los ricos
yacimientos del mar Caspio. El oleoducto que comunica Bakú con Novorossjsk
cruza a lo largo de 153 km de territorio checheno, lo que lo transforma en un
paso inseguro y poco confiable en la medida en que Chechenia permanezca
ingobernable. Al principio el gobierno moscovita trató de negociar con los
rebeldes líderes chechenos y luego de duras tratativas se arribó en el 9 de
septiembre de 1997 a un acuerdo que permitiese transportar el petróleo azerí a
través de la república separatista. El tratado incluía el pago de una
determinada suma de dólares en concepto de “derechos de tránsito”. Rusia
también debía hacerse cargo del mantenimiento y seguridad del oleoducto; sin
embargo los problemas surgieron nuevamente a raíz del accionar de bandas
armadas que atacaban, perforaban el oleoducto y robaban grandes cantidades de
petróleo. Es como consecuencia de esta situación que surge el proyecto
descripto más arriba de construir otro oleoducto en Daguestán, y cuyo fracaso
desencadena la ofensiva rusa que da lugar a la segunda guerra chechena.
No obstante, en su deseo de ser el
principal agente de suministro de los recursos energéticos del Cáucaso, y como
respuesta al proyecto de construcción del oleducto Bakú–Ceyhan propuesto por
EEUU, Rusia acordó junto con los gobiernos de Kazakhstán y Omán la construcción
de un gigantesco oleoducto de 1600 km de longitud que comunique los campos
petrolíferos de Tengiz con el mar Negro, a través del circuito
Tengiz–Atyrau–Komsomolsk–Tikhoretsk–Novorossjsk, conocido como la Caspian
Pipeline Consortium (CPC), en el que grandes multinacionales (entre las que se
incluyen LUKoil y Chevron con un 60% entre ambas) han invertido fuertes sumas
de dinero, transformando el consorcio en el mayor proyecto petrolífero en las
antiguas repúblicas soviéticas financiado con capitales privados. Se calcula
que esta enorme inversión arrojará la increíble suma deU$S 28.2 millones de
toneladas de crudo por año con un máximo de U$S 67 millones. No obstante, las
autoridades rusas temen atentados que boicoteen su construcción por parte de
grupos separatistas, especialmente de rebeldes chechenos, por lo que la “pacificación”
y el dominio ruso sobre la república rebelde del Cáucaso norte constituye
actualmente lo que Sainz Gsell denominó el “nudo gordiano” de la diplomacia
rusa.
Resulta,
como consecuencia de lo expuesto a lo largo del trabajo, que Chechenia constituye
un pieza más de las tantas que forman parte de ese “gran juego”en el que tanto
R usia como EEUU se disputan el
control de las reservas, la producción y las rutas de salida de los recursos
energéticos. Esto queda claramente demostrado en la declaración que en 1997
hiciese Madelaine Albright en una reunión de la CIA para tratar el problema del
petróleo del Caspio cuando afirmó:
“...tomar el control de esta región será
una de nuestras tareas más emocionantes”[9]
De esta manera la pulseada entre Rusia y
EEUU está llevando a una conflictividad cada vez mayor que pone seriamente en
peligro la paz en la región del Cáucaso.
A todo esto, cabe preguntarse ¿qué rol
juegan los chechenos en este “gran juego” en el que está en disputa su futuro,
su seguridad y su integridad como nación?. Vale la pena reproducir, aunque sea
un tanto extenso, un pasaje de Hayy Saleh Brandt
“¿Cuál fue el acuerdo al que llegaron
Clinton y Yeltsin en Estambul?. Los chechenos fueron específicamente excluídos
de toda la conferencia. Madelaine Albright le dijo al autor de este informe que
estaba demasiado ocupada para ver al Ministro de Asuntos Exteriores checheno,
Ilyas Akhmadov; y más tarde, el mismo día, en una cadena de televisión
internacional, dijo que le encantaría conocer a los chechenos, pero que no
sabía quiénes eran. Robin Cook [...] presume de haber hablado repetidamente con
el Ministro de Asuntos Exteriores ruso, pero se ha negado a hablar con los
chechenos[…]”[10]
No es que, a lo largo de este trabajo se
haya pretendido negarle al pueblo checheno el carácter de actor social de su
propio drama. Su accionar ha puesto en jaque en muchas oportunidades a Moscú,
quien se ha visto obligada en más de una ocasión, como se puede apreciar a lo
largo de este ensayo, a sentarse a negociar con los líderes chechenos hasta
encontrar un momento más propicio para iniciar nuevamente una ofensiva.
Simplemente se ha querido demostrar que los poderosos intereses
internacionales, operan en una macroescala en la que se excluye a aquellos
actores directamente implicados y que sufren la tragedia en carne propia,
viéndose éstos, así, obligados a intervenir únicamente a través de una escala
menor que no le brinda el espacio y el poder suficientes para transformarse en
los únicos y verdaderos artífices de su propio destino, cuyo objetivo inmediato
sería el de ponerle un fin al infierno que están viviendo. Las cifras de actual
conflicto resultan escalofriantes, en los primeros nueve meses de 1999, se
calcula que las víctimas oscliarían entre las 50.000 y las 80.000 personas, en
tanto que los refugiados se aproximarían a las 400.000 personas.*
Más allá de los móviles que originan el
actual conflicto en Chechenia, que le imprimen un carácter novedoso y que lo
diferencian de las anteriores conflagraciones de los siglos, XVII, XVIII y
primera mitad del XIX; a lo largo de su historia el pueblo checheno ha sufrido
invasiones, vejaciones, violaciones, matanzas, saqueos, deportaciones,
destrucciones y sin embargo, continúa en pie, sin dejarse vencer por el hombre que
ha aniquilado a sus hermanos en torno a él.. Este es elemento de continuidad en la historia
chechena, una historia de lucha de más de 400 años por la permanencia de un
pueblo que, contrariamente al personaje de la historia de Tolstoy, continúa
resistiéndose a morir.
Bibliografía consultada
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Sainz Gsell, Nora “El
conflicto de Chechenia y las organizaciones internacionales”, en Papeles de
cuestiones internacionales, CIP, Madrid,Nº 71, verano de 2001
·
Saleh Brandt “Análisis
de la situación Chechena: ¿Realmente quiere Occidente parar esta guerra?”,en
www.webislam.com/00_1/Articulos%2000_1/Analisis_Chechenia.htm
· Talbot,
Karen “Chechnya: More Blood for Oil”, summer, 2000, en www.amina.com/article/bloodoil.html
· Whittell,
Giles “Chechnya oil riches fuel war”, en
www.amina.com/article/cheoil_fuel.html
· Whittell,
Giles “Russia grasps its big prize of Chechen oil!”, en www.amina.com/article/grasp_oil.html
* Los inicios históricos del conflicto ruso–checheno divide a los analistas:
Nora Sainz Gsell tiende a ubicarlos a partir de los años 30 del siglo XIX, la
Chechen Republic Online tiende a situarlos para el siglo XVI, al igual que Hayy
Saleh Brandt, en tanto que Abdurahmán Encinas y Moral lo ubica a fines del
siglo XVIII.
[1] Encinas y Moral, Abdurrahmán, Antecedentes históricos
del conflicto ruso–checheno, en http://www.webislam.com/
[2] Cheterian, Vicken, Guerra de desgaste en
Chechenia, en Le Monde Diplomatique, Ed. Española, marzo de 2002.-
[3] Cheterian, Vicken, Ibídem.
[4] Pfaff, William, “Nothing Very Romantic About Putin’s Russian
Nationalism”, en International Herald Tribune, Feb. 28, 2000, citado en Talbot,
Karen, “Chechnya: More Blood for Oil”,
en http://www.amina.com/
[5] Cohen, Ariel, “The Nex
‘Great Game’: Oil Politics in The Caucasus And Central Asia”, en http://www.amina.com/
[6] Nichols, Jim, “Georgia: Current Developments and U.S. Interests”, Congressional Research Service, Updated Jan.27, 2000, citado en Talbot, Karen, Ibídem.
* No corresponde a los límites autoimpuestos por el presente trabajo el estudio de la dimensión religiosa del conflicto; de todas formas los interesados en el tema pueden comenzar el tratamiento de la problemática partir de dos artículos contrapuestos: Hayy Saleh Brandt, “Análisis de la situación Chechena: ¿Realmente quiere Occidente parar esta guerra?”, en http://www.webislam.com/; desde una óptica distinta ver Malashenko, Alexei, “Du Daghestan à la Tchétchénie, escalade militaire et «péril islamique»”, en http://www.mondediplomatique.fr/ David Damrel hace también un excelente análisis histórico–religioso que amplía el espectro de análisis, ver Damrel, David, “The Religious Roots of Conflict. Russia and Chechnya”, en www.iol.ie
[7] Ruzsky, Alexander, “Why Should Chechnya Need a New Oil Pipeline?”, en http://www.amina.com/
[8] Ibídem
* Se carecen de datos con relación al estado actual
de la ‘sección georgiana’ de la ruta.
[9] Citado en Saleh Brandt, Hayy, “Análisis de la
situación Chechena: ¿Realmente quiere Occidente parar esta guerra?”, en http://www.webislam.com/ -
[10] Ibídem.-
* No hay datos
certeros del número de víctimas en los últimos tres años.