Los intelectuales y otros, obreros, oficinistas
o estudiantes, muchos somos
los que no tienen nigúna duda: estamos
en Europa. No tiene consistencia
política, no tiene capacidad de decisión,
pero existe en su madurez civil,
irrenunciable. Es común a todos los países
que la forman, trensciende las
diferencias de opinión y de militancia
política.
Cualquier y mínimo elemento constitutivo,
cada fibra viviente de la
cultura europea están en contra de la guerra
que acontece en el corazón de
Europa como un feroz anacronismo y una regresión
indecente en la escala de
la evolución civil. Hay un reguero general
de la conciencia europea y una
intolerable humillación del espíritu
europeo en cada ciudadano del
continente, sea o no consciente.
La caza y el éxodo para los perseguidos
por los dirigente yugoslavos se
agrava drmáticamente por la accción
bélica de la OTAN, llevando esta
tragedia a un marco apocalítico y es una
ofensa para la razón y la mente
muisma del hombre moderno.
La situación es al mismo tiempo irreal.
Como un púgil sonado, la OTAN
(mejor decir los EE.UU. con el apendice de algunos
países eurpeos)
continúan a golpear automáticamente
contra un adversario de hierro.
Debemos, antes incluso que a la justicia, volver
a la realidad, salir del
absurdo, de la alucinación, de la locura
sanguinaria, inmediatamente. El
resto vendrá después.