En relación con la decisión
anunciada por los Estados Unidos de acoger refugiados kosovares en el territorio
de la Base Naval de Guantánamo, se han divulgado algunas opiniones
que erróneamente se atribuyen al Gobierno cubano. Es necesario
aclarar que esas opiniones son estrictamente personales.
El Gobierno de Cuba no ha hecho
pronunciamiento público alguno sobre el tema. El Gobierno de Cuba
ha tenido desde el primer instante una posición al respecto que
no se ajusta en lo absoluto a lo que se ha
publicado. Tomando en cuenta
que el delicado tema debe ser manejado con la necesaria discreción,
se ha abstenido de hacerla pública. A fin de evitar innecesarias
confusiones sobre las posiciones de nuestro
país, nos limitaremos,
por el momento, a exponer lo siguiente:
Cuba, desde el mismo instante
en que estalló la actual crisis en Yugoslavia y la OTAN desató
los brutales ataques aéreos sobre la República Federal de
Yugoslavia, ha seguido estrictamente una política
de principios y condenó
con energía la agresión. En la medida de sus muy modestas
posibilidades y sin afán alguno de publicidad ni protagonismo, ha
sostenido la convicción de que los serbios resistirían el
devastador ataque de la OTAN; que ningún sistema de armas
era capaz de aplastar la resistencia de quienes, atacados por aire o por
tierra, apoyados por la población, estuviesen dispuestos a luchar
hasta el final aplicando las tácticas adecuadas frente a la tecnología
militar moderna; que ya habían demostrado su combatividad
y capacidad de lucha frente a las hordas nazis durante la Segunda Guerra
Mundial; que por la vía
adoptada, la OTAN se encaminaba hacia una interminable lucha y un genocidio
injustificable e inútil en pleno corazón de Europa que la
propia opinión pública de ese continente y del
mundo no tolerarían. Hemos
hecho llegar también nuestro criterio en cada caso, a quien nos
pareciera conveniente, de que la batalla iniciada solo podía tener
una solución política y no militar; que bservando
la geografía y las realidades, cualquier apoyo militar desde el
exterior a Serbia solo era posible con armas no convencionales, es decir
nucleares, lo cual no era concebible. Cada día que transcurre ha
ido dando la razón a los puntos de vista sostenidos por Cuba. La
primera gran tragedia que siguió al ataque aéreo desatado
contra Yugoslavia la madrugada del 25 de febrero y la inmediata agudización
del
conflicto de Kosovo fue un éxodo
impresionante de la población civil, que los medios masivos han
divulgado al mundo. Cientos de miles de personas, incluyendo niños
y ancianos, mujeres y hombres, están sufriendo ya en forma visiblemente
dramática las consecuencias de la contienda desatada, sin contar
los millones de civiles de las mismas características que en Kosovo,
Serbia y Montenegro, desde hace ya 15 días, están viviendo
bajo el terror del ruido ensordecedor de las explosiones, la destrucción,
los incendios y las pérdidas inevitables de vidas humanas, civiles
y militares, ocasionadas por las bombas y cohetes que desde todas direcciones
llueven sobre lo que resta de la que fuera hasta hace pocos años
la próspera y unida República Socialista de Yugoslavia. Destruir
en pleno invierno una termoeléctrica que suministra electricidad
y calefacción a un millón de personas, y los ataques a
otras instalaciones similares
que prestan servicios vitales a toda la población, está muy
lejos de ser un objetivo militar y comienza a convertirse ya en genocidio.
Discutir quiénes cargan con la responsabilidad de lo que está
ocurriendo y de los hechos que lo precedieron no es en absoluto el objetivo
de esta
Declaración. Las víctimas
inocentes, de cualquier nacionalidad, etnia o religión, deben recibir
el máximo auxilio tanto dentro como fuera de Yugoslavia. Cuba apoya
sin vacilación alguna esa ayuda humanitaria, venga de donde venga.
No pondrá obstáculo alguno, e incluso está dispuesta
a cooperar con ella, en la medida de sus posibilidades, donde sea necesario.
Cuba apoya con igual determinación la búsqueda urgente de
una solución razonable y justa del conflicto. La guerra debe cesar
antes de que se produzcan desastres aún mayores de carácter
humano, económico, político y militar que a nadie en el mundo
benefician.
7 de abril de 1999