Kosovo: ¿Objetivo Europa?
Augusto Zamora R (profesor de Derecho Internacional y Relaciones Internacionales en la Universidad Autónoma de Madrid.)
La agresión contra Yugoslavia, invocando la barbarie que la misma
agresión ha multiplicado en Kosovo, nos ha convertido en indeseados
espectadores del fin de un sueño: el de la Unión Europea.
No es que la UE vaya a desaparecer como tal, ni que el euro tenga los días
contados. No. El fin del sueño de una
Europa unida, poseedora de una
entidad propia en lo político, lo económico y lo militar,
con capacidad para actuar como factor moderador en el mundo. De una Europa
respetuosa de la ley internacional, comprensiva de los problemas y la complejidad
del mundo y con voluntad de ofrecer al resto de la
Humanidad un modelo de relación
menos injusto y desigual y, por supuesto, que descartara la amenaza y el
uso de la fuerza.
Esa Europa ha sido sepultada en los bombardeos contra los restos de la Federación yugoslava. La poderosa e irresistible maquinaria propagandística ha logrado, casi, borrar del debate las consecuencias y el precio que la guerra hace pagar a la Unión Europea como proyecto. Porque en Kosovo se entierra no sólo el orden jurídico y político surgido en torno a las Naciones Unidas -y a la propia ONU-, sino también el sueño de una Europa independiente. La guerra muestra algo más que el poder militar de Occidente. Presenta a la Unión Europea como apéndice de la
OTAN y confirma lo sabido: que la OTAN es una organización que responde a los intereses de EEUU, no a los de Europa.
La guerra en Yugoslavia ha trastocado el orden mundial. También
el equilibrio que se construía en Europa, basado en la confianza
y la cooperación. Rusia no olvidará la humillación.
Tampoco podrá confiar en una Unión Europea
tan obediente y solícita de la política de EEUU. Sustituido
el derecho por la
fuerza, se impondrá una
nueva carrera armamentista, con el elemento atómico como pivote
central, dada la desventaja tecnológica de Rusia y su colapso económico.
Aumentará asimismo su oposición a
nuevas ampliaciones de la OTAN,
que pretende poderes generales en el territorio de la antigua Unión
Soviética, incluyendo la propia Rusia. El cruzamiento de la línea
roja trazada se entenderá, más que
nunca, como casus belli. La OTAN construye un nuevo y arriesgado cinturón
de hierro en torno a Rusia,
reactualizando la teoría
de Mackinder de 1904.
El efecto no concluye en el escenario europeo. La visión europea
y norteamericana es compartida por pocos países. Las imágenes
de riadas de aviones desbaratando puentes, refinerías,
edificios y caravanas de refugiados
es la peor manera de presentarse como adalides de los derechos humanos.
El mundo ya sabe cuál será la paz que se querrá imponer
desde los países occidentales. Para los estados que tengan
posibilidad de hacerlo, obtener armas terribles se convertirá en
elemento disuasorio principal para preservar su independencia. La India
ha considerado pertinente probar que posee misiles con capacidad atómica.
Pakistán -en respuesta- ha hecho lo mismo. La inseguridad
aumentará sin que haya
autoridad moral para oponerse.
Hasta Yugoslavia, la UE transmitía al mundo la imagen de una región en proceso serio y sostenido de integración. La UE era modelo a seguir, fuente de confianza, esperanza de equilibrio ante la prepotencia norteamericana. La imagen de una Europa independiente se ha derrumbado. La idea de una UE alejada de veleidades belicistas también. Europa ha vuelto a sus orígenes imperiales, aunque como subordinada y vicaria del imperio mayor.
El desorden creado obligará a la UE a aumentar su dependencia de EEUU, por los círculos viciosos que provocan las aventuras militares. Estas generan situaciones que obligan a profundizar la dependencia para hacer frente a las inseguridades provocadas por la aventura militar.
La guerra contra Irak tenía a Kuwait como razón y a la ONU
como fuente legitimadora. En Yugoslavia ocurre todo lo contrario. Pocos
creen en la sinceridad humanitaria de países que colaboran
con el genocidio kurdo, permanecen
indiferentes ante las masacres en Timor y Africa y eternizan el drama saharaui
o palestino. En cambio, toman nota del entierro de la legalidad internacional
y de la ONU y de que, desde la OTAN, se defiende a ultranza el uso unilateral
de la fuerza. Una política que tiene
como trasfondo el sentimiento
de impunidad que da saberse sin adversarios. Este retorno al siglo XIX
restablece la amenaza y el uso de fuerza en la política mundial.
Los fabricantes de armas están de
enhorabuena.
¿Qué ha ganado Europa? Tras la ONU, es la gran perdedora.
La OTAN puede derrotar a Yugoslavia, dada la asimetría de fuerzas.
Europa ha perdido la paz. EEUU es neto triunfador. Ha logrado
liquidar el sueño de autonomía europea, derrumbar su imagen
internacional y hacer ver que el euro no es alternativa al dólar,
pues Europa sigue siendo un continente inestable. También ha erosionado
las relaciones intraeuropeas y fortalecido a la OTAN, su mejor instrumento
de hegemonía. De guinda, ha podido, al fin, con la complicidad europea,
dejar fuera de juego a la ONU. El objetivo final de la guerra contra Yugoslavia
no es Kosovo. Es la Unión Europea. Proceso de suicidio asistido.
Fin de siglo. Fin del sueño. Triste forma de acabar
el milenio cristiano.