A más de un mes del inicio
de los bombardeos de la OTAN, pero a más de diez años del
comienzo del conflicto en Yugoslavia (o ex-Yugoslavia), los colectivos
que pretenden ser el "área autónoma" no tienen presencia
pública ninguna. Podría ser un buen síntoma: participan
sin protagonismo de un
proceso social más amplio
y en él se identifican con posiciones de otros grupos que por su
conocimiento o grado de intervención en estas temáticas sí
tienen una presencia más sólida. Pero no es así: la
mayor parte de los grupos autónomos no sólo no tienen posición,
sino que no participan de las de otr@s. Su postura se resume fácilmente:
silencio, indecisión e indefinición. Un conflicto en el que
la OTAN aparece como parte, donde un gobierno autoritario desarrolla una
política de represión y exterminio, caracterizado desde
hace tiempo por la figura de desplazad@s y refugiad@s, de desertores y
de
movimientos de desobediencia
civil, por el enfrentamiento entre políticas de hegemonismo nacional
y propuestas multiculturales, por el intervencionismo de las potencias
militares y económicas occidentales...un conflicto así merece
una atención colateral por parte del "movimiento autónomo".
Ni siquiera en la urgencia de
enfrentamiento que reclaman los bombardeos y el genocidio se ha podido
oír a estos colectivos.
En medio de la polémica
entre l@s anti-OTAN que no conceden crédito y/o atención
al genocidio del pueblo kosovar y l@s antiOTAN que lo presentan en primer
plano -que dio lugar a dos movilizaciones separadas y enfrentadas durante
la semana posterior a la semana santa-, los colectivos autónomos
no han manifestado en su gran mayoría ninguna posición. Ni
siquiera cuando la mayor parte de esos dos
espacios primero enfrentados
han confluido (con contenidos contrarios a la OTAN y a Milosevic y favorables
al derecho a la autodeterminación del pueblo kosovar) los colectivos
autónomos han aparecido. En las movilizaciones, su presencia ha
sido casi nula. ¿Pudor por participar en unas
plataformas donde predomina el
politiqueo tradicional? No, porque en ese caso habría habido propuestas
de otro tipo. Simplemente, en un conflicto complejo, donde la existencia
de enemigos no implica la de
"amigos" -movimientos afines
o claramente defendibles- el movimiento autónomo no ha sabido estar.
Peor aún es la constatación
-en conversaciones accidentales o nocturnas o privadas o de bar- de que
buen número de la gente que constituye de alguna forma el área
de la autónomía guarda un poco del
rancio progresismo tradicional,
ese que condena a la OTAN porque es el enemigo imperialista, pero justifica
el izquierdismo (!?) de Yugoslavia -al fin y al cabo, el supuesto país
del socialismo autogestionario acosado por el diabólico capital-,
responsabiliza de todo a las potencias occidentales -que se cargaron el
proyecto federal de Tito y potenciaron el nacionalismo excluyente y belicista-,
critica el cinismo occidental -"¿y por qué no intervienen
en Turquía o en Israel en defensa de kurdos y palestinos, ein?"-,
la manipulación mediática propagandista y el humanismo estéril
de las ONG, etc. En algunas de sus conversaciones, el tufo progresista
recordaba a los más impresentables estalinistas del PCE (y no sólo
del PCE, hay lobos con piel de cordero en algunas ONG) ahora como en Checoslovaquia
en el 68: en defensa de las "conquistas populares" del socialismo real.
Una revisión a fondo de
ese silencio autónomo implicaría el reconsiderar absolutamente
cuáles son las posturas de los colectivos en materia de relaciones
internacionales, sobre todo en tanto que estas
suelen ser relaciones entre Estados
más que relaciones entre pueblos, relaciones entre grupos de poder
más que relaciones entre movimientos sociales.
Internacionalismo y antiimperialismo
son en la mayor parte de los casos conceptos ya vacíos, largamente
superados por la constitución de un nuevo orden internacional que
ha dejado obsoletas las grandes tradiciones culturales y políticas
de interpretación del mundo. Quien nunca ha defendido el autoritarismo
del bloque del Este no tiene por qué temer que tomar posiciones
contra uno de sus residuos vaya a favorecer la hegemonía estadounidense.
El antiamericanismo por principios no llega
a ningún lado sin una
crítica al neoeuropeísmo y la economía-mundo, a la
globalización protegida por el mando único militar. Pero
la represión, el intervencionismo militar, el Estado-mafia autoritario
que
tiene un protagonista llamado
Milosevic es igualmente un objetivo de denuncia y no puede no serlo.
Así, la falta de posicionamiento
y de iniciativas de movilización por parte de los colectivos autónomos
no sólo proviene de la ignorancia o del desinterés por lo
que viene ocurriendo desde hace diez años en los
Balcanes, sino también
por un residuo simplista y conservador que sólo conduce a lavarse
las manos ante la barbarie y que está inducido por el miedo a saberse
fuera de juego, minorizado y sin protagonismo en la nueva definición
de los conflictos bélicos e internacionales.
Ignorancia, simplificación,
apatía, perplejidad, inmovilismo, resignación, miedo, desconcierto,
conservadurismo... sobre esas bases se ha producido el silencio autónomo
sobre Kosov@. Y, encima,
con aires de superioridad y tópicos
emputrecidos: "la guerrilla kosovar financiada por la CIA" (según
fuentes bien informadas del "otro país"); "el problema surge porque
de repente l@s albanes@s han puesto en peligro la mayoría serbia
(¡?) en Kosovo con intenciones nacionalistas y reaccionarias"; "lo
de Yugoslavia lo provocó Occidente (sobre todo Alemania y USA)";
"todos son iguales"; "sin la OTAN no habría problema"; "estar contra
Milosevic es seguir la propaganda occidental y apoyar a la OTAN". Todas
estas cosas las he oído: en boca de gente del pecé y en boca
de gente autónoma.
Poco he oído a algun@s
de l@s que defienden ardorosamente el derecho de autodeterminación
en Euskadi o en Irlanda o en el Kurdistán hablar de la lucha de
l@s kosovares a lo largo de casi veinte años para ver reconocido
ese mismo derecho en su pequeño país. Cierto que es difícil
tener seguridad sobre los orígenes del conflicto y sus partes, tener
buena información sobre el tema, incluso adoptar una posición
que no sea sólo simbólica o ética... pero precisamente
las cuestiones éticas y los
fundamentos antimilitaristas
del movimiento autónomo es lo que se ha puesto en evidencia durante
este tiempo. Y es que no somos nada.
Carlos, del Laboratorio
mayo 1999