EUROPA
              Sábado, 1 de mayo de 1999
 
              PHILIPPE MORILLON. GENERAL RETIRADO

              «Kosovo pertenece legítimamente a
              Serbia por razones históricas y
              religiosas»
 

              STEFANO CINGOLANI

              Corriere della Sera/EL MUNDO

              PARIS.- En la primavera de 1993, cuando rompió el asedio a
              Srebrenica, en Bosnia, reducida al hambre por las tropas serbias
              del general Mladic, se ganó el sobrenombre de general Coraje.
              Philippe Morillon se siente orgulloso de ello todavía hoy, cuando
              ya está jubilado y se dedica a las obras de caridad (preside la
              asociación L'Envol, para niños gravemente enfermos).
              Religiosísimo, no reniega para nada de su carrera, pero, una vez
              pagado el tributo a la patria, quiere dedicarse por completo al otro
              faro que ilumina su vida: Cristo. De la guerra en Kosovo ve no
              tanto los aspectos militares y tecnológicos, sino las
              consecuencias humanas y políticas. Confiesa que reza todos los
              días para que no se llegue a la catástrofe final: la invasión de
              Serbia, aunque su experiencia militar le dice que podría
              convertirse en algo inevitable.

              - General Morillon, a un mes del comienzo del conflicto, se habla
              con insistencia de los errores estratégicos cometidos por la
              OTAN.

              - No comparto esta opinión. Me complace la posición común de
              Europa. Cuando sucedió la guerra de Bosnia era muy frustrante
              ver que Europa era incapaz de hablar con una sola voz para
              afirmar el derecho a la dignidad y negarse a permitir que alguien
              cruzase los límites de lo intolerable. En el plano político, el
              objetivo de la Alianza está claro y justifica el uso de la fuerza.

              - ¿Está de acuerdo en la forma en que está siendo utilizada dicha
              fuerza? ¿No se están produciendo demasiadas víctimas civiles?

              - El uso de la fuerza se está llevando a cabo de una forma
              determinada, limitando al máximo las consecuencias.
              Evidentemente, no es una guerra limpia, porque no las hay. La
              guerra es siempre sucia, pero, a veces, es el mal menor.

              - ¿Hay que seguir con los bombardeos o enviar tropas de tierra?

              - Los ataques aéreos masivos son una solución utilizada al
              principio, cuando se perseguía una estrategia de disuasión. Ahora
              se ha comprendido que es necesaria una estrategia de
              persuasión. Incluso esto es ya un progreso. Eso no impide que se
              tenga que restablecer el Derecho en Kosovo y que tengan que
              utilizarse tropas de tierra para ello. Espero que dichas tropas
              intervengan sólo después de un acuerdo, porque la solución
              extrema consiste en entrar en Kosovo por la fuerza. Y eso sería
              hacerle la guerra al pueblo serbio y no creo que lo merezca. Creo
              que el pueblo serbio es también una víctima de este Gobierno, al
              igual que el pueblo kosovar.

              - Eso significaría utilizar unos 200.000 hombres, con unas
              pérdidas en torno al 10 o el 15%. Es decir, morirían unos 30.000
              soldados de la OTAN.

              - No puedo darle cifras exactas, porque hace tiempo que ya no
              tengo responsabilidades militares. Se dijo, al principio, que no
              había planes de invasión, pero es evidente que los hay. Pero eso
              sería lo peor de esta guerra. Estoy profundamente convencido de
              que no debemos hacerle la guerra al pueblo serbio. Conozco ese
              pueblo, me siento muy vinculado a él y creo que no debemos
              demonizarlo, sino ayudarlo a darse cuenta de que la política de su
              Gobierno le ha conducido a la catástrofe.

              Espero que no sea demasiado tarde para volver a la mesa de
              negociación, como también espero que Rusia participe
              directamente en las discusiones por dos motivos fundamentales:
              ante todo, porque no se puede humillar a Rusia y, en segundo
              lugar, porque los rusos son los únicos capaces de calmar el
              miedo de los serbios. No hay que infravalorar este aspecto
              psicológico. Hay que proteger a los kosovares y, al mismo
              tiempo, disipar los temores históricos y atávicos de los serbios.

              - ¿La negociación de Rambouillet se impuso sobre una base
              equivocada?

              - Sí, en la medida en que alimentó el temor de los serbios de que
              nosotros éramos partidarios no de la autonomía, sino de la
              independencia de Kosovo. Esta provincia pertenece legítimamente
              a Serbia por razones históricas y religiosas. Y le pertenece de
              una forma visceral. Algo así como Jerusalén para los israelíes.

              - ¿Hemos infravalorado la resistencia de Slobodan Milosevic?

              - Déjeme decirle que Milosevic cometió el fatal error de no creer
              en la determinación de la OTAN a utilizar la fuerza. Pero es verdad
              que, al comienzo, muchos vieron la ofensiva aérea como un golpe
              de varita mágica, como si, gracias al progreso tecnológico,
              bastase tocar un botón para poner fuera de juego a Milosevic.
              Pero lo cierto es que se necesita tiempo para todo. Y mientras
              tanto, la población kosovar y la serbia sufren.

              - La guerra se presentó como un videojuego.

              - Teníamos el recuerdo de Irak, donde la guerra parecía una guerra
              de las estrellas. Pero eso era pura ilusión y los militares lo sabían
              muy bien.

              - En Rambouillet todos tenían muy claro que Milosevic iba a
              reaccionar a los ataques aéreos con la represión, vaciando
              Kosovo.

              - Es evidente que nosotros hemos llegado a esta solución
              extrema de mala gana, pero si renunciásemos hoy al objetivo de
              proteger el Derecho, entonces provocaríamos un mal mayor.

              - ¿La ONU puede jugar algún papel en Kosovo?

              - Ciertamente, en el proceso final. La ONU aprendió la lección de
              Bosnia, diciendo, por ejemplo, que la solución de la crisis debe
              ser regional. La ONU apuesta por una fuerza de paz africana, para
              que los africanos resuelvan sus propios conflictos. Y lo mismo
              vale en el caso de Asia. Por lo tanto, es lógico que sean los
              europeos los que arreglen sus propios problemas. Recuerdo, por
              ejemplo, a los contingentes kenianos y ghaneses que vinieron a
              Bosnia, donde estaban completamente perdidos. En la Europa de
              hoy, tenemos una alianza militar y le corresponde a ella intervenir.

              - La OTAN definió en Washington su «nueva concepción
              estratégica». ¿Es la OTAN, a todos los efectos, el «brazo
              armado» de Europa?

              - La Alianza Atlántica sólo tiene sentido, tras la desaparición de la
              Unión Soviética, si es capaz de actuar en crisis como la de
              Kosovo de hoy o la de Bosnia de ayer. El concepto de defensa
              europea está evolucionando. Creo que deberíamos dejar de ser
              tributarios de Washington en este campo. Y hoy tenemos los
              medios económicos suficientes para hacerlo, aunque no los
              militares. He dirigido, al final de mi carrera, la fuerza de
              intervención rápida, junto a italianos y españoles, cuyo puesto de
              mando está en Florencia. Es una primera pieza para la puesta en
              marcha de una auténtica defensa europea. Pero para tener un
              Ejército europeo es necesario un Gobierno que le dé órdenes y
              que fije sus misiones.