Lógica antifascista: ¿sumar, restar, multiplicar o dividir? (*)

Gustavo Roig Domínguez
gustavo@nodo50.org

(Dialéctica antifascista (I): unidad, potencia, movimiento.)
(Dialéctica antifascista (II): vanguardia, mito, movimiento)

La escena anitfascista madrileña está en crisis. Por primera vez en los últimos veinte años el movimiento antifascista se ha roto y sus partes se separan. Hasta hace unos meses, la Coordinadora Antifascista de Madrid parecía constituirse como un territorio para la convergencia de diversas redes sociales implicadas desde ópticas diferentes en la lucha. Hoy se ha visto reducida al espacio de coordinación para un sector muy específico de la izquierda de esta ciudad. Libertarios y diversos sectores de la autonomía llevan tiempo fuera, lejos y cabreados. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

El viaje a ninguna parte

En las jornadas de debate de la Coordinadora, en febrero del 2006 , muchos aplaudíamos a rabiar cuando desde la mesa se hacían intervenciones de este tipo: "Construir una alternativa anticapitalista, un movimiento popular, exige algo más que la suma de colectivos y organizaciones (...). Es necesario también que todos estos grupos tengamos una conciencia global que nos permita vernos a nosotros mismos no como algo excepcional ni como los únicos verderamente revolucionarios, sino como parte del poder popular. Esta conciencia hace posible el diálogo y la cooperación con otros sectores sociales en lucha contra el enemigo común". Asentíamos colectivamente cuando se decía que "la confluencia de distintos grupos anticapitalistas no se va a producir de forma 'natural' ni espontánea, hace falta la voluntad de conseguirla por encima de todos los obstáculos, que muchas veces ponen los grupos más cercanos a nosotros". Celebrábamos la unidad y reclamábamos inteligencia para poder trabajar juntos por encima de la diferencia. Unos meses antes habíamos protagonizado colectivamente un magnífico 20N, en el que 5000 personas bajo el lema "Memoria, Dignidad y Lucha" ganamos la calle frente a las amenazas de la AVT que pretendía ilegalizarnos, rescatando del olvido el ejemplo militante de los cinco últimos fusilados por el franquismo.

A partir de estas jornadas, el eje político que elige la Coordinadora para poner en práctica su programa de unidad es fundamentalmente el de memoria histórica que, junto a las acciones de respuesta a las agresiones fascistas, facilita la convivencia entre "anarquistas, comunistas, autónomos y castellanistas". Son apenas unos meses de coexistencia, en los que se hacen múltiples acciones contra la simbología franquista en la ciudad o actos masivos como el del Ateneo de Madrid, en el que varios cientos de personas homenajeamos a nuestras víctimas. A partir del verano del 2006, el modelo se agota. Sin capacidad de anticipación política, la Coordi contempla cómo la socialdemocracia en el gobierno recupera como parte de su agenda institucional el reconocimiento a las víctimas del franquismo (que no garantiza el derecho a la verdad, a la justicia y la reparación). A partir de ese momento, en contraste con el discurso de febrero y con el paso cambiado, la Coordinadora inicia un viaje de purificación ideológica en el que se a va ir desprendiendo de todos los grupos y compañeros autónomos o libertarios.

A propósito de una escalada de agresiones nazis que comienza en septiembre, se profundiza el debate sobre el derecho a la autodefensa, que pasa de ser un elemento más en el repertorio de acción, a convertirse en piedra de toque a partir de la que acaban los míos y empiezan los otros. Sin ningún tipo de consideración táctica, se le exige al movimiento vecinal (entre otros movimientos) que asuma la autodefensa como práctica política, sin respetar los ritmos, las experiencias y los procesos de maduración que se dan en sectores que trabajan lejos de nuestras posiciones, pero con los que es posible y necesario establecer vasos comunicantes. En lugar de acudir a espacios tutelados por la socialdemocracia para disputarle la hegemonía, la Coordinadora retira su apoyo a aquellas iniciativas que no son capaces de interiorizar su discurso cada día más "depurado", cada día más "elevado" y alejado de lo real. Volando los puentes con la realidad, irá dejando en el camino a amigos, compañeros, redes de simpatizantes y potenciales aliados bajo la acusación velada o directa de "socialdemócratas".

La ruptura definitiva se da en noviembre del 2006 y es, sin duda, una decisión perfectamente calculada. Al asumir como lemas la República (que en las jornadas de febrero había sido rechazada por dificultar el acercamiento y la unidad), la Autodeterminación y el Socialismo, trazan una línea divisoria entre la constelación republicanocomunista que constituye el aparato de la Coordinadora, y las redes sociales del mundo libertario, autónomo, de los centros sociales okupados que se expresan en otro discurso (acción directa, desobediencia, okupación, autodefensa) y piensan con otro imaginario (autogestión, horizontalidad, comunismos). Era previsible y el resultado fue la ruptura definitiva de toda posibilidad de encuentro con el movimiento libertario y autónomo que se siente incómodo frente a lo que empieza a mimetizarse con el programa político de las ortodoxias marxistaleninistas del Estado. Así se llega al último 20N, con el movimiento escindido, enfrentado, desorientado y débil. Una manifestación, que desde 1988 había sido punto de encuentro para la mayoría de la familias de la resistencia madrileña, se convierte, de la noche a la mañana, en la prolongación del espacio político de algunas organizaciones que, sin el más mínimo pudor ni conocimiento de lo que es la realidad de las redes sociales, consiguen colocar sus consignas como marca. Dos bloques separados por 100 metros de distancia y la previsión de dos manifestaciones para el año que viene. El movimiento roto.

Decía Trotsky que "la manera de pensar oportunista, así como la sectaria, tienen un rasgo común: que extraen de la complejidad de las circunstancias y de las fuerzas en presencia, uno o dos factores que les parecen los más importantes - y que a veces lo son realmente- , los aislan de la realidad compleja y les atribuyen una fuerza sin límites ni restricciones". Partiendo de esta reducción maniquea de lo real, el conflicto político se ve empobrecido respecto a su potencia, se reduce y se formaliza en una propuesta que muchas veces poco tiene que ver con la realidad de las redes sociales, con el universo político y cultural amplio de sus militantes. En busca de los elementos "más rupturistas" de su discurso, la Coordi ha despojado a su agenda política de un conjunto de ejes que la acercaban a la base militante en la misma medida que la convertían en un nodo más de la red social anticapitalista. Jaleada por la galaxia de grupúsculos estalinistas que la mantienen viva en su sectarismo, la Coordi está hoy más aislada que nunca, muy lejos de un montón de militantes que la han tenido como referente y le han dado su apoyo en los últimos años. Paradójicamente, en su empeño por convertirse en lo "más avanzado", se situa en las posiciones más atrasadas por lo reducido de su propuesta, lo limitado que acaba siendo su discurso, y por la distancia que ha marcado respecto a los sectores más activos y combativos de esta ciudad.

Otros antifascismos

En la medida en que la Coordinadora se refuerza (y se consume) en este viaje a las esencias, van tomando cuerpo otros modelos de reacción ante el fascismo y sus agresiones callejeras. Desamparados ante una plataforma que evalúa políticamente a las víctimas de una agresión antes de darles su apoyo, algunos colectivos agredidos se han puesto en marcha para dar respuesta política a las bandas fascistas sin la ayuda y la aprobación del antifascismo oficial. En el caso del movimiento vecinal del Barrio del Pilar, que sufrió varias razzias neonazis, la respuesta fue masiva y ejemplar: encabezados por unas veinte asociaciones del barrio, hasta los partidos institucionales se vieron comprometidos en la denuncia de la violencia fascista. Sin utilizar las palabras mágicas al uso (nuestra jerga básica que nos excita y a la que acabamos vaciando de contenido), salieron a la calle a denunciar la violencia fascista y la pasividad policial: a su aire, con su ritmo, dando lo que su propia experiencia política (y la capacidad de reflexión sobre ella) les ha permitido dar. Sin llamar a la insurrección, consiguieron que los fascistas de Democracia Nacional se fueran del barrio.

Un par de meses después, en Zaragoza, la organización de este 20N ha aportado elementos de interés. Las asociaciones vecinales del barrio de la Paz, Venecia, Puente Santiago-Actur y la Asociación Vecinal de la Madalena "Calle y Libertad" encabezaban la movilización, apoyados por la Asamblea Antifascista compuesta por unas veinte organizaciones entre las que hay estudiantes, antimilitaristas, sharperos, sindicalistas, jóvenes comunistas, bibliotecas populares, colectivos culturales y okupas. En una dinámica de inclusión, este 20N ha servido para ampliar el campo de influencia del antifascimo y para extender el trabajo de las redes sociales.

En esta línea de trabajo, que va agregando redes al movimiento, han tenido que trabajar l@s compañer@s del Colectivo 1984 de Pozuelo-Aravaca en Madrid. A pesar de haber sido agredidos brutalmente por una banda de neonazis, no reunían los requisitos necesarios para ser considerados víctimas del fascismo por parte de la Coordinadora. A pesar de reclamar el derecho a la autodefensa, no superaban el listón cada vez más elevado que nos impone la Coordi para ofrecernos su apoyo. Por encima de ello l@s compas de 1984 pusieron en marcha todo un despliegue de recursos políticos y personales que les permitió movilizar a casi quinientas personas por la calle Princesa. Consiguieron el apoyo de sindicatos, portales contrainformativos, centros sociales, grupos ecologistas y universitarios. Más de 22 organizaciones que hicieron posible el éxito de la movilización.

Un modelo en crisis

El antifascismo en Madrid se ha convertido en estos momentos en una marca registrada. La mayoría de colectivos de base y movimientos lo consideran un tema "atrasado" o "parcial" , con una base de apoyo eminentemente "tribuurbanista" y fuertemente identitaria, y la única organización que trabaja el tema lo hace de manera profundamente sectaria. La Coordi, es innegable, entiende el avance táctico como una marcha en solitario ante la cual sólo se puede ser un amigo o enemigo, guerrillero o sociademócrata. Los matices intermedios son pura desviación ideológica.

Salvo en los últimos años de la era Ansuátegui, Madrid ha sido un referente para el resto del Estado por su 20N combativo, unitario y masivo. A día de hoy, no hay movimiento, si por ello entendemos un conjunto de redes coordinadas bajo un consenso político de mínimos. A día de hoy, la Coordinadora representa todo aquello que no debe hacer un movimiento. Su modelo declina y se debilita como algo superado por la propia dinámica política, frente a un montoncito de pequeñas iniciativas que se postulan como relevos posibles. Al menos lo son en potencia, en la medida en que representan modelos que combinan a la perfección con las dinámicas de organización, cooperación y apoyo mutuo que caracteriza a las redes sociales anticapitalistas. El modelo 1984 quizá represente las formas de hacer que necesita el movimiento (solidaridad incondicional ante las agresiones, unidad, horizontalidad, relaciones de confianza) frente a las políticas de aparato, el sectarismo y exclusión en que ha acabado el modelo Coordi. Hoy Madrid vive la emergencia de experiencias de movilización política, como son las luchas juveniles por la vivienda digna, la semana de lucha social o los centros sociales okupados. Ahí están los mimbres de una nueva cultura de la resistencia que, desde la confianza, el respeto y la cooperación, pueda superar la crisis que nos debilita y paraliza desde hace meses.

La Coordinadora debe abrirse a nuevas redes y hacer balance autocrítico sobre su errático trabajo a lo largo del 2006, debe cambiar si quiere sobrevivir y llegar a noviembre del 2007. Debe abrirse a otro tipo de debates, incorporarse en otras redes e incorporarlas a su trabajo y a su reflexión. Debe aferrarse menos a ciertas palabras mágicas y reparar más en la potencia política y la transparencia de otros sectores de la lucha en Madrid. Debe ser, junto a otros, máximo común múltiplo y dejar de jugar al mínimo común divisor. Si no lo hace ¿para qué queremos una coordinadora antifascista?

¿Qué es el fascismo hoy?

Como se empieza a reconocer en una reflexión que se va dando en ciertos espacios políticos de esta ciudad, el fascismo nace de la derrota, de la atomización y la dispersión social, de la frustración colectiva y el miedo a un futuro profundamente incierto. El neoliberalismo ha rasgado todos los tejidos sociales y roto los espacios y las memorias de solidaridad, de encuentros no mercantiles, de identidad colectiva y popular. En ese erial crece el fascismo, como elemento disciplinador de los excluídos, pero no sólo como terrorismo marginal, sino recogiendo gran parte de componentes del ideario neoliberal, siendo así su "alter ego armado": competitividad, desprecio por el débil, cinismo histórico, disciplina "flexible" a falta de un lugar de trabajo central desde el que ejercer el mando capitalista. El fascismo barre las calles que la especulación, la precariedad, la exclusión, el recorte de derechos civiles o el urbanismo salvaje y antisocial y antiecológico ya han dejado libres a los coches y las mercancías.

El fascismo ya no es un recambio político para un capitalismo terminal, tal como lo defendían oficialmente Dimitrov y los partidos comunistas de la III Internacional. El fascismo se ha disuelto en tanto que proyecto político, para integrarse en la estructura molecular del capitalismo postindustrial (que se ha hecho fuerte en su crisis permanente) y se manifiesta mucho más en la sociología que en la ciencia política. Sin este presupuesto (que en los textos de la Coordinadora no aparece por ninguna parte), se acaba defendiendo la posibilidad de un "capitalismo con rostro humano" frente a su potencial "degeneración antidemocrática". Ya no vale hacer frente al "talón de hierro" neoliberal solamente desde la táctica del choque paramilitar ("eliminar a los fascistas, restituir la democracia"), sino desde la estrategia del cuestionamiento total del capital y desde la movilización política general de nuestros espacios de resistencia. No es suficiente agitar denunciando la naturaleza capitalista del fascismo: es imprescindible pensar y actuar en relación a la naturaleza fascista del capitalismo posmoderno. Pensemos en Iraq, Palestina, Guatemala, Ruanda o Bosnia y en todos esos pequeños holocaustos que se dan bajo el amparo de la ONU, en nombre del libre mercado y la democracia. Lo que parece un juego de palabras tiene en el fondo una carga política de primer orden, ya que en el primero de los casos se tiende a aceptar la posibilidad de un capitalismo democrático, mientras que en la segunda queda definida la naturaleza criminal y la barbarie del mundo en que vivimos. Ese es el tipo de razonamiento que necesitamos y que echamos en falta en el antifascismo madrileño oficial. Comenzaremos a trabajar desde la herejía y la heterodoxia.

Gustavo Roig, militante antifascista en los 90.

* (Este texto ha sido escrito a raíz de la demanda de la sección de debate del Periódico Diagonal. La versión impresa es más reducida por las limitaciones de espacio habituales de la prensa. En la redacción del mismo he contado con la colaboración de un@s cuant@s compas de diversas familias y corrientes políticas madrileñas a los que desde aquí doy las gracias)

Madrid, marzo 2007.

Lógica antifascista: ¿sumar, restar, multiplicar o dividir?
Gustavo Roig Domínguez
marzo 2007

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