9.-El levantamiento
de Kronstadt
Como lo señaló
muy bien Pierre Broué, las tres cuartas partes sin idea moral revolucionaria
compuestas por campesinos pobres, combatieron en el Ejército Rojo porque
consideraron que los bolcheviques eran el mal menor frente a la amenaza expropiatoria
del Ejército Blanco. Pero una vez conjurado ese peligro, desaparecido
el temor a la restauración del zarismo que podría quitarles las
tierras, las requisas, que se habían instituido para mantener al ejército
en activo, dejaron para ellos de tener justificación alguna. Cansados
de luchar, los sobrevivientes campesinos desmovilizados regresaron a sus tierras
con su familia deseosos de salir de la penuria relativa. No pensaron, porque
no les importó, que los habitantes de las ciudades estubieran padeciendo
hambre. Con la impresión aun fresca de esta decepcionante experiencia
reciente, Trotsky declaró en sus "Escritos militares" que los
combatientes campesinos no eran "más que una masa compacta que vivía
y moría como vive y muere una manga de langostas" y que "el hombre de
la masa...intenta apoderarse de todo lo que puede, no piensa más que
en él y es propenso a olvidar que forma parte de la clase popular."16
. Estas restricciones acentuaron en la conciencia colectiva las desviaciones
burocráticas del aparato estatal-partidario y las masas de esa zona se
volvieron contra él: "No quieren guardias blancos, pero tampoco quieren
nuestro régimen", dijo Lenin citado por Schapiro. (Cfr. P. Broué:
Op.cit. Cap. VII)
Tal fue el trasfondo de
aquellos acontecimientos que giraron en torno a la demanda de acabar con las
requisas y liberar el comercio de alimentos. Pero, falta algo, y es que, como
sentenció con toda razón Lenin, aquél fue un movimiento
democrático pequeñoburgués de naturaleza objetivamente
contrarrevolucionaria en un momento muy crítico y en una zona "estratégica
vital". Kronstadt disponía de una importante artillería pesada
que no podía ser usada porque la isla estaba bloqueada por el hielo y
las tropas del Ejército Rojo sí podían llegar hasta la
fortaleza para aplastar a los amotinados. Pero si la insurrección se
prolongaba hasta el deshielo, los marinos rebeldes podían remontar el
río y llegar a las puertas de Petrogrado.
Lo que pedían los
amotinados en Kronstadt y sus aledaños, estaba previsto por los bolcheviques
implementarlo como una medida de gobierno desde el 30 de octubre 1918, en que
se promulgó la ley reemplazando la requisa de los excedentes agrícolas
por el libre comercio gravado con un impuesto en especie, pero que se llevaría
a efecto no antes de que se regularizara el aprovisionamiento racional en las
ciudades y la reconversión de la industria a los tiempos de paz. Al momento
en que las masas de la zona del Báltico exigían la inmediata libertad
de comercio, la superficie sembrada, el rendimiento de las cosechas y los implementos
agrícolas, todo se había reducido. En consecuencia, los excedentes
agrícolas también habían disminuído de forma alarmante.
La cosecha de 1920 había sido desastrosa, y todavía más
la de 1921:
<< Al período de hambre
de 1920, siguieron variaciones pronunciadas de los precios relativos entre productos
agrícolas e industriales (...) mientras que la disminución experimentada
también (en 1921) por la producción agraria, no sobrepasó
el 40% (fue un 60% menor que la de 1920)>> (R. Hutchings: "El
desarrollo económico soviético 1917-1970 Cap. 5. Lo entre
paréntesis es nuestro)
En semejantes circunstancias,
restaurar el comercio libre como exigían los sublevados de Kronstadt
y Tambov, provocaría una penuria de proporciones sociales catastróficas
imposible de controlar. Propendía a un extremo declasamiento y anarquía
entre los obreros, el sálvese quien pueda y la casi segura restauración
de la autocracia. Ante el agravamiento del déficit de oferta, sin control
ninguno por parte del Estado, en el corto plazo los precios se dispararían
y millones de obreros urbanos con poder de compra por debajo de esas exigencias
del mercado, quedarían por completo a merced del hambre y la desesperación
17
.
Además, ese capitalismo salvaje en la agricultura, a mediano plazo conduciría
a la especulación y a un nuevo proceso de diferenciación campesina
a favor de los más pudientes, a la ruina del campesino pobre, lo cual
debilitaría la alianza de este sector sociológico pequeñoburgués
mayoritario, con el proletariado, base de la dictadura democrática sobre
el capital y los terratenientes recién instaurada. Por eso Lenin decía
que lo de Kronstadt era más peligroso que las asechanzas de Denikin y
Miliukov.
Tal fue el potencial objetivamente
contrarrevolucionario contenido en el espíritu de los marineros de Kronstadt,
todos obreros, muchos de ellos hijos de campesinos, creadores de los sóviets,
que estuvieron a la vanguardia de la revolución en 1905 y luego se fueron
a casa 18
,
para ponerse doce años después nuevamente al frente de la revolución
de octubre. ¿Y qué cabe decir de la "oposición obrera", los autoproclamados
"comunistas de izquierda" que indujeron en las masas semejante irresponsabilidad
social y política, alentándoles en ese momento a remover del poder
a los bolcheviques, para entregárselo a los "productores" (obreros y
campesinos) en el ámbito de sus organizaciones naturales? Esto es lo
que poco antes del estallido propuso Alejandra Kollontai durante las discusiones
en el partido acerca del papel de los sindicatos.
En nombre de la "oposición
obrera" dentro del P.C(b)R., esta compañera se presentó al frente
de su fracción ante el X Congreso, para leer un folleto que empieza diciendo:
"La oposición obrera se compone del sector avanzado de los proletarios
organizados como clase, que son comunistas". A esto Lenin contestó lo
siguiente:
<< Bueno, gracias a Dios,
ahora sabemos que la camarada Kollontai y el camarada Shliapnikov "tienen cohesión
de clase y conciencia de clase". (Lenin alude con implícita ironía,
al fomento del individualismo burgués en el campo y al debilitamiento
de la alianza obrero-campesina derivados de la implantación del libre
comercio de los productos agrarios.) ¡Pero, camaradas, cuando hablan y escriben
así, ustedes deben tener algún sentido de la medida! 19
En la página 25 la camarada Kollontai escribe,
y este es uno de los puntos fundamentales de las tesis de la "oposición
obrera":
"La organziación de la dirección de la economía
nacional corresponde a un Congreso de toda Rusia de Productores, organizados
en sindicatos industriales y comerciales, que elegirán un órgano
central para dirigir toda la economía nacional de la República"
(...) En el II Congreso de la Internacional Comunista, el verano último,
señalé la significación sobre el papel del partido comunista.
Es una resolución que une a los obreros comunistas y a los partidos comunistas
de todo el mundo. (Con esto significó que los comunistas son la continuidad
de la conciencia de clase dentro de la necesaria discontinuidad
de la lucha política de clases, y que sin la teoría
revolucionaria encarnada en el partido no hay revolución comunista posible).
(...) Las tesis de la "oposición obrera" están en contra de
la resolución del II Congreso de la Internacional Comunista sobre el
papel del partido comunista en la realización de la dictadura del proletariado.
Esto es sindicalismo, porque -considérenlo cuidadosamente- nuestro proletariado
se ha desclasado en su mayor parte; la terrible crisis y el cierre de las fábricas
ha obligado a la gente a escapar del hambre. Los obreros han abandonado simplemente
las fábricas, han tenido que radicarse en el campo y han dejado de ser
obreros 20 . ¿Es que no sabemos
que la crisis sin precedentes, la guerra civil, el quebrantamiento de las relaciones
regulares entre el campo y la ciudad y el cese del transporte de cereales, han
dado origen a un comercio en pequeños artículos hechos en las
grandes fábricas -como los encendedores- que se cambian por cereal porque
los obreros pasan hambre y el cereal no se envía? ¿Acaso no hemos visto
eso en Ucrania, no lo hemos visto en Rusia?. Esa es la causa económica
del desclasamiento del proletariado y del inevitable surgimiento de tendencias
anarquistas pequeñoburguesas.
La experiencia de todas nuestras calamidades nos dice qué endiabladamente
difícil es luchar contra ellas. Después de dos años y medio
de poder soviético dijimos ante todo el mundo, en la Internacional Comunista,
que la dictadura del proletariado no resultaría, a no ser a través
del partido comunista. Entonces los anarquistas y sindicalistas nos atacaron
rabiosamente y dijeron (a los obreros): "¿Ven?, eso es lo que piensan:
se necesita un partido comunista para que funcione la dictadura del proletariado"
21 . Pero nosotros lo dijimos
ante toda la Internacional Comunista. Y después de todo esto aparecen
personas "con conciencia de clase y con cohesión de clase" y nos dicen
que "la organización de la dirección de la economía nacional
corresponde a un Congreso de toda Rusia de Productores"...>> (V.I.
Lenin: "Palabras finales para del informe del CC del PC(b)R" 09/03/1921.
Lo entre paréntesis es nuestro)
Con todos estos datos de
la realidad histórica en aquellos críticos momentos, quienes piensan
que la exigencia de devolver el poder a los soviets en Kronstadt estubo en consonancia
de espíritu con los sóviets de noviembre del 17, sólo se
explica por el prejuicio de que la conciencia de clase se adquiere de una vez
para siempre 22
.
Como resultado de todo este período, tenemos que, en 1918, la "oposición
obrera" repudió el tratado de Brest-Litovsk porque les pareció
que negociar con cualquier fracción del enemigo capitalista es indigno
de los comunistas y supone renunciar a los principios de la revolución
internacional; pero, tres años después, en nombre del principio
abstracto de la democracia soviética y de la creencia en que las masas
siempre tienen razón, procediendo como si el partido no sirviera para
nada, de hecho apoyaron la consigna burguesa del libre comercio campesino, haciendo
bloque con socialistas revolucionarios, mencheviques y Guardias Blancos. Tal
fue la coherencia política, la "cohesión de clase" y la "conciencia
comunista" demostrada por estos compañeros.
A nuestro modo de ver,
el déficit de su libro está en que se basa en la sistemática
exposición de hechos tácticos ciertos que contradicen determinados
principios políticos, para concluir sin mediación alguna que los
niegan estratégicamente. Así, desde la paz por separado con Alemania
hasta el tratado de Rapallo, que en apariencia contradicen el principio acordado
en Zimmerwald y Kienthal de promover la revolución internacional, usted
coincide con Rosa Luxemburgo y la "oposición obrera", en sacar la errada
conclusión de que, los bolcheviques sometieron el poder soviético
a la geoestrategia de los capitalistas alemanes. ¿Dónde está el
error de entendimiento a que conduce esta forma de proceder? En la desconsideración
absoluta de las condiciones que determinan la acción táctica en
función del resultado estratégico.
En economía la política,
los precios fijados por determinadas condiciones en que opera la competencia
dentro de la esfera de la circulación del capital, también niegan
en todo momento el principio determinante del valor de las mercancías
creadas en la esfera de la producción. Sin embargo, en realidad, todo
el movimiento del capital en su conjunto, la "estrategia" de la ganancia global,
no está determinada por los precios -esto es, por la "táctica"
de la ley general de la acumulación que fija el reparto de la ganancia
global entre las distintas fracciones de la burguesía- sino por la ganancia
global misma, por el principio activo del capital consistente en transformar
el trabajo necesario disponible determinado por la composición orgánica
del capital, en excedente para los fines de la acumulación. Esto quiere
decir que no es la competencia lo que explica la ganancia, como prefieren pensar
los economistas burgueses, sino al revés:
<< En pocas palabras: la competencia
debe encargarse de explicar todas las faltas de lógica en que incurren
los economistas, mientras que, por el contrario, son los economistas burgueses
quienes tendrían que explicar la competencia.>> (K. Marx: "El
Capital" Libro III Cap. L.)
En la primera parte de
su obra, para descubir la naturaleza del valor Marx procedió abstrayendo
de su análisis los fenómenos de la competencia intercapitalista
que ocurren a la vista del observador, esto es, la relación entre los
precios de las distintas mercancías. Para ello, introdujo el supuesto
de que los precios y los valores de las mercancías coinciden o, por mejor
decir, que la oferta y la demanda se igualan. Se inventó -por así
decirlo- una situación de equilibrio. Dada la anarquía económica
que rige la sociedad capitalista, este supuesto es, sin duda, una ficción
teórica, algo inexistente. Sin embargo, sólo bajo este supuesto
irreal es posible descubrir la ley del valor que determina el movimiento aparente
de los precios:
<<De hecho, la oferta y la demanda jamás coinciden, o si lo hacen en alguna ocasión esa coincidencia es casual, por lo cual hay que suponerla como científicamente = 0, considerarla como no ocurrida. Sin embargo, en economía política se supone que coinciden. ¿Por qué? Para considerar los fenómenos en la forma que corresponde a sus leyes, a su concepto, es decir, para considerarlos independientemente de la apariencia provocada por el movimiento de la oferta y la demanda.>> (K. Marx: Op. cit. Libro III Cap. X)
Del mismo modo, para explicar por qué el socialismo es inviable sin asumir el principio de la revolución mundial, no hace falta tener en cuenta las contradicciones intercapitalistas, sino el capitalismo en su conjunto.
Pero una vez descubierto el concepto económico, la ley interna, el principio activo que preside el movimiento del capital, es preciso demostrar hacia donde conduce, cual su necesidad histórica. Y esta tarea no se puede realizar sin pasar con el pensamiento por la condición de la competencia intercapitalista, por el análisis de los precios. Hay que pasar, incluso, por la condición de las vicisitudes personales de quienes protagonizan todo proceso de trabajo, como es el de escribir una obra fundamental o combatir en una guerra. Esto es lo que hizo Marx en el Libro III para derrotar a la burguesía en el campo de batalla ideológico, para demostrar la tendencia al derrumbe del sistema de vida basado en la explotación de trabajo ajeno:
<< ...Estuve enfermo durante
todo el año pasado (aquejado de antrax y de forúnculos). De no
haber sido por ello, mi libro El Capital, la economía política,
ya se habría publicado. Espero ahora terminarlo al fin dentro de unos
meses y asestar, en el plano teórico, un golpe a la burguesía
del cual no se recuperará jamás....>> (K. Marx: "Carta
a Klings" 4/10/1864)
Del mismo modo, en el campo
de batalla político la estrategia socialista exige tener en cuenta las
contradicciones entre las distintas fracciones del capital y, si es preciso,
saber aprovecharse de ellas. El arte político revolucionario consiste,
precisamente, en saber sacar todo el partido posible a las condiciones en que
es ineludible conducir las fuerzas disponibles en sentido que marca la ley general
de la acumulación capitalista, sin saltarse por decreto ninguna etapa
de su desarrollo, esto es, ninguna condición natural de ese desarrollo.
Esto es lo que han hecho los bolcheviques para preservar y proyectar el poder
soviético. Luchando al mismo tiempo contra los enemigos internos y externos
de la revolución., los bolcheviques han sabido conducir al proletariado
ruso convirtiendo una correlación de fuerzas militares en principio abrumadoramente
desfavorables, en un triunfo sobre las potencias capitalistas y los Guardias
Blancos. Todo ello sin dejar de contribuir en lo posible a la revolución
europea de 1918-19. Si ese movimiento fracasó, según lo expuesto
aquí entendemos que, de ello, en absoluto fueron responsables los revolucionarios
rusos. En realidad, el mayor contrapeso a las condiciones objetivas revolucionarias
en ese momento, fue el aburguesamiento y democratismo formal reminiscentes del
proletariado en Europa central, -sobre todo en Alemania- y sus consecuentes
direcciones contrarrevolucionarias reformistas. Y la única responsabilidad
histórica de lo que pudo haberse hecho y no se hizo, corresponde a los
revolucionarios europeos, especialmente a los alemanes, por causa de su profesión
de fe en el presunto espontaneísmo revolucionario de las masas identificadas
en ese momento con la socialdemocracia. Esta negación radical del materialismo
histórico es lo que les mantuvo predicando infructuosamente la revolución
en el cepo de esos partidos contrarrevolucionarios, impedidos así de
procurar disputarles mediante una organización y una práctica
política independiente, la dirección del proceso. Por lo visto,
para la "oposición obrera", para los espartaquistas y para usted mismo,
en toda revolución el carácter de clase del partido al que la
masa de las clases subalternas adhieran, es lo de menos, porque el espíritu
objetivo de la revolución está en ellos, en "los productores".
Pero con esta idea es imposible
explicar por qué los obreros de la Comuna de Paris pidieron ayuda al
ejército alemán y se detuvieron a las puertas del Banco Nacional.
Tampoco explica por qué en noviembre de 1918, después de conquistar
el poder desde los Consejos, los asalariados alemanes lo delegaron en la burguesía
a instancias de los reformistas del SPD, votándoles en la Constituyente.
Lo mismo puede decirse respecto de los obreros de Kronstad, que adhirieron a
la propuesta netamente contrarrevolucionaria de reimplantar el comercio libre
de alimentos en Rusia, tras la cual estubo la "oposición obrera" junto
con los eseristas, los mencheviques, los Guardias Blancos y la burguesía
internacional. En la historia del movimiento obrero, ejemplos como estos abundan
y se pueden mencionar "ad nauseaum".
Claro que los bolcheviques
pasaron más de una vez por encima de los principios democráticos.
Precisamente porque, antes que demócratas, fueron revolucionarios; y
porque no es cierto que las mayorías siempre tengan razón, como
parece inclinarse usted a pensar. Esto no quiere decir que la orientación
de su práctica política fuera estratégicamente contrarrevolucionaria.
Y en la medida de lo posible, tácticamente siempre trataron de consensuar
las medidas de gobierno propuestas, de manera regular sometidas a consideración
de los soviets e invariablemente precedidas por una exaustiva explicación.
Las Obras Completas de Lenin dan prueba fehaciente de ello. Exceptuando sus
pocos errores, hizo una sistemática labor de pedagogía política
insuperable al servicio de la democracia socialista como ejercicio del poder
colectivo consciente, que no somete la verdad histórica al veredicto
del mero juego formal burgués de la arítmética entre mayorías
y minorías. Sin embargo, ese trabajo no estubo presidido por una estratégia
sustitucionista y despótica, como usted juzga desde la inmediatez de
la evidencia empírica dada por los sucesos en Kronstadt.
No se puede acusar a los
bolcheviques de ser unos estrategas del poder por el poder sin demostrar que
fueron mistificadores y clientelistas, recursos típicos de quienes actúan
exclusivamente por intereses de partido. Lenin y Trotsky sabían que sin
democracia real no puede haber socialismo, precisamente porque el ejercicio
de la democracia es el único sustituto eficaz del mercado como asignador
de recursos productivos y riqueza. Pero también sabían que la
democracia como parte fundamental del quehacer colectivo ajustado a la racionalidad
histórica, no se sostiene sobre la ignorancia, el infundio y el prejuicio.
De modo que si les cabe ser acusados de "burócratas dictatoriales" y
"verdugos del proletariado", la verdad es que lo hicieron luchando legítimamente
contra esos tres impostores de la democracia proletaria. Incluso cuando se equivocaron,
lo hicieron tratando de ir con la verdad científica por delante. Esa
fue la norma de su discurso y de su acción. A nuestro entender, lo expuesto
aquí es una prueba de ello.
Respecto de que los bolcheviques
fueron los precursores del stalinismo también en lo económico-social,
usted lo entiende así porque le parece que el capitalismo de Estado soviético
se desarrolló a expensas de la capitulación de los bolcheviques
ante el imperialismo alemán, fundiéndose en un acuerdo estratégico
con él desde la firma del Tratado de Brest Litovsk, que se prolongó
en vida de Lenin hasta el tratado de Rapallo. Estamos aquí una vez más
ante otra pirueta suya para saltar con el pensamiento y el discurso sobre las
condiciones históricas que prescribieron la tactica de los bolcheviques,
en un caso, y la adoptada por el stalinismo en el otro caso.
En realidad, estos acuerdos
no hubieran podido ser firmados si los bolcheviques no hubiesen mantenido anteriormente
contactos y acuerdos más o menos secretos con el Reich a través
de sus agentes y emisarios. Las relaciones entre Lenin y el gobierno alemán
datan desde los inicios de la primera guerra mundial. Según reporta el
socialdemócrata Heleno Saña 23 ,
en 1915 se habían mantenido contactos con el Ministerio de Exteriores
alemán a través de Alejandro Helpand (Parvus), un turbio personaje
a quien algunos por ahí le atribuyen la paternidad de la "revolución
permanente". Durante la guerra de los Balcanes hizo fortuna con el contrabando
de armas y el espionaje, y en 1914 con "negocios turbios de toda clase".
Fue durante ese período
en que los bolcheviques le utilizaron a Parvus para mantener contactos con el
gobierno alemán. Lenin sabía que la burguesía alemana estaba
interesada en el desmoronamiento del imperio zarista y veía en "los ilusos"
del partido bolchevique un instrumento de agitación que podía
eventualmente facilitar sus planes de dominio territorial sobre Rusia. He aquí
el antecedente histórico de los tratados de Brest y Rapallo. Los estrategas
alemanes confiaban en que una revolución rusa condujera a un derrocamiento
de la dinastía de los Romanov y a una desintegración de la capacidad
defensiva de los ejércitos rusos, lo que, a su vez, aliviaría
el frente alemán del Este. Esto explica que, al estallar la revolución
de febrero de 1917, el gobierno de Berlín pusiera a disposición
de Lenin el famoso tren blindado para que sin contratiempos y prontamente pudiera
regresar a Rusia desde Suiza con 33 correligionarios suyos.
Después, entre febrero
y diciembre, los alemanes apoyaron con grandes sumas de dinero a los bolcheviques.
De este apoyo financiero dio testimonio fehaciente, entre otros, Richard von
Kühlmann, por entonces secretario de Estado en la Wilhemstrasse de Berlín.
En un informe privado dirigido a Guillermo II, von Kühlmann escribio lo
que usted cita en su libro, reconociendo que "Sólo los medios recibidos
por los bolcheviques de nosotros a través de canales diplomáticos
y bajo etiquetas distintas, les ha permitido transformar su órgano central
Pradva, realizar una activa agitación y ampliar la base de su
partido, que inicialmente era muy débil" 24
.
En efecto, hasta agosto de 1917, a los bolcheviques sólo les seguía
una pequeña minoría del pueblo ruso. Constituían el grupo
más pequeño entre los tres grandes partidos socialistas en los
consejos de obreros, soldados y campesinos. El número de miembros del
partido, que en abril de 1917 era de unos 80.000 individuos, en agosto pasó
a 240.000 25
.
Este incremento en el acervo de su militancia, le permitió bien pronto
pasar a hegemonizar la voluntad política de la mayoría obrera
en las ciudades, aunque no en el campo, donde ganaban terreno muy despacio.
Sin duda que sin la inteligencia política bolchevique en la aplicación
del materialismo histórico a la lucha de clases en Rusia, todo esto hubiera
sido imposible. Pero no es menos cierto que el dinero alemán fue un poderoro
auxiliar en esta espectacular proyección de las ideas revolucionarias
sobre la clase obrera y el campesinado pobre ruso.
¿Por qué no decir
que la burguesía alemana "traicionó" los intereses de la burguesía
internacional en aquellos momentos? Porque en 1917 pronosticó que la
revolución rusa no iría demasiado más allá de la
caída del zarismo, tan convencida como estaba de que cualquier sistema
de vida a la izquierda del capitalismo era antinatural y efímera:
<< Hoy , los bolcheviques
están en el poder; nadie puede prever cuanto tiempo lo conservarán.
Ellos necesitan la paz para consolidar su posición; por otro lado, nosotros
tenemos un interés evidente en que exploten el período durante
el cual se encuentren en el poder, el cual será, quizá, muy breve,
con el fin, muy en primer lugar, de concluir un armisticio y, enseguida, si
es posible, la paz... (para que podamos fortalecer nuestras posiciones en
el frente occidental).>> (Richard von Kühlmann: Op. Cit. Lo
entre paréntesis es nuestro).
Esta apreciación
de von Kühlmann sobre la corta duración del proceso revolucionario
soviético, era compartida por el conjunto de los estrategas burgueses
internacionales, algo que los bolcheviques no ignoraban. Sólo once meses
después, cuando la burguesía europea, dividida y enfrentada, empezó
a notar que sus ejércitos daban claros síntomas de descomposición
en medio de huelgas y levantamientos en sus principales ciudades, mientras informes
recibidos de Rusia confirmaban que los obreros y campesinos rusos seguián
cohesionados aportando "decenas de millones de brazos" a la revolución,
ahí se dio cuenta de que que aquella previsión sobre la caducidad
del poder soviético había estado completamente equivocada:
<< También esto lo
comprende la burguesía de Europa occidental. Hasta ahora no había
tomado en serio a los bolcheviques, ahora comienza a comprender que aquí
se ha creado el único poder firme que trabaja de acuerdo con el pueblo
trabajador y que es capaz de despertar en él, verdadero heroismo y abnegación.>>
(V.I. Lenin: "Informe en la sesión conjunta del Comité
Ejecutivo Central de toda Rusia, el soviet de Moscú, los comités
de fábricas y talleres y los sindicatos" 23/10/1918)
Más perplejos debieron
quedarse los von Kühlmann pocos días después de estas declaraciones
de Lenin, cuando advirtieron que la propaganda bolchevique financiada con su
dinero, estaba sirviendo para que los consejos de obreros y soldados alemanes
echaran del poder político a la camarilla de Guillermo II, poniendo en
evidencia el embeleco de la presunta colusión estratégica germano-soviética
supuestamente fraguada desde los tratados de Brest Litovsk:
<< En el otoño de 1918,
el hundimiento alemán (en la guerra) hizo ver las perspectivas
de la revolución internacional a una luz totalmente distinta. La propaganda
soviética se convirtió de pronto en el instrumento, no ya de la
desesperada acción defensiva contra la intervención aliada, sino
de una ofensiva victoriosa que prometía barrer toda Europa central. La
rendición búlgara y la petición alemana de armisticio,
a finales de 1918, mostraron que las potencias centrales estaban al límite
de su resistencia>> (E.H. Carr: Op. Cit T.3 Cap. 22. Lo entre paréntesis
es nuestro)
Previendo el inminente
estallido de la revolución alemana, el 1 de Octubre de 1918 Lenin envió
desde Gorki una nota a Trotsky y Sverdlov pidiéndoles que llamen a una
sesión conjunta del Comité ejecutivo central y de todos los organos
del poder soviético a nivel nacional, a fin de aprobar una resolución
que, en su opinión debía contener las siguientes directivas:
<<Ninguna clase de alianzas, ni con el gobierno de Guillermo,
ni con el gobierno de guillermo II más Ebert y demás canallas.
Pero, para las masas obreras alemanas, Para los millones e trabajadores de Alemania,
una vez que éstos han comenzado a manifestar su espíritu de indignación
(por el momento sólo su espíritu), nosotros, hemos
comenzado a preparar una alianza fraternal, pan y ayuda militar.
Estamos
todos dispuestos a morir para ayudar a los obreros alemanes a llevar
adelante la revolución que se ha iniciado en Alemania
Conclusión:
Decuplicar los esfuerzos para asegurar cereales (concentrar todas las
reservas, tanto para nosotros como para los obreros alemanes).
Decuplicar el enrolamiento
en el ejército. Debemos tener un ejército de 3 millones
para la primavera, para ayudar a la revolución obrera
internacional....>> (V. I. Lenin: Op. Cit.)
Si todo esto no se pudo
implementar, en modo alguno cabe achacárselo al supuesto nacionalismo
soviético, sino a la irresponsabilidad histórica de los obreros
alemanes, que votaron por seguir siendo una clase subalterna. Y en diciembre
de 1918, cuando el torrente revolucionario seguía barriendo Europa, y
los obreros alemanes todavía no habían abdicado en la Constituyente
dominada por los socialdemócratas, el poder que habían conquistado
desde los consejos, Lenin volvía a señalar el error de la burguesía
internacional al haber subestimado el potencial subversivo del poder soviético,
a la vez que fustigaba a sus detractores presentando un testimonio de la parte
enemiga que reforzaba en ese momento la prueba de la práctica, evidenciando
para qué había servido la paz por separado con Alemania:
<<Antes, las naciones de Occidente nos
consideraban a nosotros y a todo nuestro movimiento revolucionario como una
rareza. Decían: dejemos que el pueblo ruso se entretenga haciendo travesuras;
nosotros esperaremos y veremos qué resulta de todo ello...¡Gente rara
estos rusos!
Dijo esto porque todo el mundo lo decía.
Todos vieron que éste era el comienzo de la gran revolución mundial;
y esta gran revolución fue iniciada por el atrasado y "raro" pueblo ruso.
La historia ciertamente recorre caminos extraños: que un país
atrasado haya tenido el honor de dirigir un gran movimiento mundial que la burguesía
de todo el mundo ve y comprende. Este incendio se ha propagado a Alemania, Bélgica,
Suiza y Holanda.>> (V.I. Lernin: "Discurso ante el III congreso
cooperativo obrero 09/12/1918)
A la luz de los hechos, no se puede negar
que de esa paz por separado firmada en marzo de 1918, los bolcheviques sacaron
el mayor partido posible para la revolución. De no haberse firmado esta
paz, es dudoso que Lenin pudiera estar en diciembre ufanándose ante los
imperialistas alemanes de las "travesuras" protagonizadas por el pueblo revolucionario
ruso, y desde luego es seguro que el poder soviético no hubiera llegado
a formar el ejército centralizado de un millon de efectivos, y otros
dos millones en pocos meses más, dispuesto -ahora y no antes- a "morir"
combatiendo por ayudar a los obreros europeos en la tarea de hacer la revolución
mundial.
La diferencia entre esta actitud y la de
los "comunistas de izquierda" con Alejandra Kollontai a la cabeza, está
clara: los bolcheviques esperaron a que los obreros alemanes parecieran al menos
estar dispuestos a hacer por sí mismos lo que nadie hizo ni pudo haber
hecho por ellos; mientras tanto, sin dejar en lo posible de propagandizar la
revolución mundial en Europa como parte de su política exterior,
los revolucionarios rusos priorizaron la defensa del poder soviético
cambiando espacio por tiempo, no para confirmarse como estrategas del socialismo
en un solo país, señor Guy Sabatier, sino para estar en las condiciones
más eficientes cuando el previsto estallido de la revolución europea
diera la señal de que era el momento de sumarse a ella con todas las
fuerzas disponibles. Para ayudar eficazmente, no para poner simplemente el pecho.
La "oposición obrera", en cambio, que no vio más alla de las narices
y no estuvo dispuesta a soportar la humillación nacional de ceder tácticamente
en función de una estrategia victoriosa, prefirió inmolar la revolución
rusa debilitada en el altar de unos principios internacionalistas abstractos,
apostando todo el poder soviético en condiciones totalmente desfavorables,
a una impaciente política sustitucionista -prematura y suicida- de las
masas europeas, ante su tardanza en decidirse a protagonizar su propia revolución:
<< Y si nuestra república
soviética debe perecer, otros llevarán el estandarte adelante>>
(Alejandra Kollontai: "discurso pronunciado ante el VII congreso del
PC(b)R". Citado por Guy Sabatier Op. Cit. Cap. II B. "La tesis de las izquierdas")
Tal fue el único argumento que los
"comunistas de izquierda" esgrimieron a caballo del supuesto de que los burgueses
alemanes no atacarían, temerosos de que sus propias tropas se volvieran
contra ellos ante el ejemplo de los obreros rusos armados con el ideal revolucionario.
Con esta retórica inconsistente y aventurera habían venido insistiendo
desde enero, y fue Lenin quien procedió a desmontarla poniendoles ante
la evidencia de que tanto la burguesía rusa como los aliados, querían
que los bolcheviques le hicieran la guerra a Alemania, en la certidumbre de
que con ese choque militar "extemporáneo" matarían dos pájaros
de un tiro, previendo que acabarían con el poder soviético a manos
del ejército alemán, facilitarían la invasión de
Alemania por su frente occidental y ganarían la guerra permitiendo que
la burguesía rusa retome el poder a instancias de los Guardias Blancos.
Tal era la trampa en que permanerieron metidos los "comunistas de izquierda"
y todavía usted hoy día:
<< Cuando la burguesía
rusa vocifera contra esa paz "indecente" (la paz por separado con Alemania)
expresa correctamente sus intereses de clase.
Pero es muy lamentable cuando algunos bolcheviques (que padecen la enfermedad
de la fraseología) repiten ese argumento.
Observen los hechos que
se refieren a la conducta de la burguesía anglofrancesa. Por todos
los medios trata de arrastrarnos ahora a una guerra contra Alemania, nos hace
todas las promesas imaginables, nos promete botas, papas, proyectiles, locomotoras
(a crédito.... ¡esto no es "esclavizarse", no teman! ¡Es "tan sólo"
créditos!) Ella quiere que luchemos contra Alemania ahora.
Resulta fácilmente comprensible
por qué quieren forzarnos a ello. Primero, porque distraeremos
parte de las fuerzas alemanas. Segundo, porque el poder soviético podría
derrumbarse con facilidad en un choque militar extemporáneo con el imperialismo
alemán.
Sí, sí, una de las manifestaciones
de las huellas dejadas a cada paso por el espíritu político de
la pequeñoburguesía radicalizada, es rendirse ante las frases
más revolucionarias. Esta es una vieja verdad, una vieja historia que
se renueva con demasiada frecuencia.>> (V. I. Lenin "La fraseología
revolucionaria" Punto 7. 20/02/1918)
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