De la dictadura del proletariado sobre la burguesía,
a la dictadura de la pequeñoburguesía sobre el proletariado
Expliquemos esta última categoría
social del Koljós. Para definirla, empecemos por la tierra sobre la que
se asienta. Es propiedad del Estado que la cede en posesión y usufructo
a cambio de un canon o renta bajo la forma de impuesto por su uso productivo,
bajo la forma de contraprestación en especie. Esta posesión se
divide, a su vez, en dos partes: Una, la más vasta y común, corresponde
a la empresa organizada en régimen cooperativo. La otra se distribuye
entre los koljosianos -también en posesión a perpetuidad- en pequeños
lotes anejos a cada casa para usufructo de sus respectivas familias, que así
destinan alternativamente a la pequeña producción mercantil simple
o al consumo autosuficiente.
En cuanto a los medios de producción, la
parte fija (maquinarias, edificios) y circulante (materias primas y auxiliares)
corresponde al capital en ejercicio de la empresa que, de ese modo, adquiere
un carácter privado, si bien al principio no constituido todavía
por el aporte de los cooperativistas, sino como producto de las expropiaciones
a los terratenientes y campesinos ricos, y/o por las aportaciones del Estado
a fondo perdido. Por lo tanto, se trata de una propiedad particular o privada
sobre el capital social del koljos, esto es, sobre los medios de producción
propios de la empresa. Por lo tanto, el koljos es un capitalista colectivo que
explota a sus propios asociados cuyo capital les pertenece. Cuando hay una ganancia,
una parte se invierte en mejorar los cultivos y otra se reparte entre los cooperantes.
Se trata, pues, de una empresa colectiva regida
por la ganancia capitalista, a la que pertenece el capital invertido, constante
y variable, que explota mano de obra asalariada y tiene a su total y exclusiva
disposición las mercancías producidas, que vende libremente en
el mercado y realiza un beneficio monetario cuando su balance resulte superavitario.
En este sentido, el koljos entra en la categoría de empresa capitalista
privada en su variedad cooperativa, donde el cooperativista koljosiano resulta
ser a la vez que trabajador, burgués industrial, comerciante y eventualmente
especulador.
Normalmente, antes de proceder al balance anual
final, el koljos debe saldar las amortizaciones y deudas a terceros. Al Estado
se le deben entregar importantes porcentajes de los distintos productos, del
trigo en primer lugar, pagados a precios oficiales más bajos que los
del mercado. Hasta la segunda preguerra, estos porcentajes se estipulaban entre
el 12 y el 15% del valor de las cosechas en años de buena producción.
A esto había que añadir la entrega al Estado de los anticipos
para simientes, los fletes y el alquiler de los parques de maquinaria, estimados
también en cuotas del producto bruto, así como para fondos de
asistencia y previsión social.
Como contrapartida, el koljos incorporaba del
Estado innumerables economías externas que tendían a contribuir
con creces a aumentar su superávit, bajo la forma de fondos para obras
y servicios públicos de uso específico del sector (transportes,
energía, canalizaciones, prensa, escuelas, hospitales, bibliotecas, y
demás asistencias estatales que constituían verdaderos privilegios.
El más importante para esta forma social intermedia de producción
agraria, es que le preservaba de padecer el riesgo de quiebra típico
del capitalismo puro. Si el balance de cada gestión anual resultaba pasivo,
ese quebranto era conjugado en parte por el Estado, es decir, por el plustrabajo
creado en la industria, con el consiguiente perjuicio, bien sea para la reproducción
ampliada o para los propios asalariados del sector urbano; en parte por una
de las dos almas propietarias del koljosiano: la asalariada, supeditada a los
avatares de la ganancia capitalista en su empresa colectiva.
Pero para este perjuicio eventual, el koljosiano
contaba con una reserva de la que los asalariados industriales estaban completamente
desprovistos: ponerse a trabajar con los suyos en la pequeña empresa
agraria familiar aneja a su casa, cuyo producto era libre de consumir o vender
para proveer a sus necesidades. Así, la estabilidad económica
y social de este modo de producción intermedio entre la agricultura parcelaria
y la gran empresa socialista del Sovjos, estaba garantizada. Y el Estado soviético,
que en teoría era la fuerza política de los asalariados puros,
en realidad se limitaba a administrar un permanente traspaso de plustrabajo
y riqueza desde la gran industria a la mediana producción agraria relativamente
ineficiente de tal modo enquistada por el stalinismo en el aparato productivo
de la URSS.
Según reporta Trotsky en "La revolución
traidionada" (Cap. VI), en 1937 el 90% de la actividad agropecuaria de la
URSS estaba colectivizada; de ella, la forma de los koljos proporcionaba el
94% de la producción. Según datos oficiales citados por el Partido
Comunista Internacional en: "Estructura económica y social de la URSS
1913-1957", de 185,5 millones de Ha. sembradas en 1955, los sovjos tenían
el 15,8% y los koljos el 83,3%. La agricultura soviética era, pues, de
gestión del Estado en una sexta parte y de gestión cooperativa
privada en cinco sextos. O sea, que se mantuvo casi exactamente la misma proporción
que en 1937. Cierto que en progresión, los sovjos van teniendo cada vez
más importancia. En 1940 los koljos tenían nueve veces más
tierra que los sovjos. En 1955 sólo cinco veces. Y los 200.000 koljos
de tamaño mediano en 1937, se habían reducido a sólo a
20,5 mil grandes cooperativas mecanizadas en 1980. Esto se explica por el proceso
típicamente capitalista de absorción de los koljos más
pequeños y pobres por los más ricos y dotados, y porque los burgueses-trabajadores
koljosianos se dedicaron a las hortalizas y los animales de granja (carne y
leche) en detrimento del cultivo de cereales.
<< En la producción
nacional de hortalizas, carne y leche, es significativa todavía la parte
proporcionada por las haciendas de los particulares koljosianos (...) La mayor
parte de estos productos los consumen los productores mismos. El resto lo venden
en el mercado a los precios del día, o a través de la cooperativa
de consumo "Tsentrosoyuz".
Semejante opción de estos verdaderos poderes
fácticos al interior de la URSS, guiados exclusivamente por la fuerza
del mercado interior y por sus intereses burgueses particulares, completamente
al margen de la más elemental planificación socialista y ante
la vista gorda del Kremlin, condujo en los primeros años de la década
de los 50 a la crisis de aprovisionamiento de granos, que la burocracia stalinista
debió superar destinando enormes esfuerzos en investigación, recursos
humanos y materiales, para habilitar tierras vírgenes en Kazajastán,
Siberia Occidental, Altai y el Extremo Oriente, muy fértiles, pero con
clima completamente adverso para el cultivo del cereal. Así fue como
en el pleno de febrero de 1954, el Comité Central del PCURS resolvió
trasladar hacia esa zona más de 500.000 asalariados de todas las nacionalidades,
donde se rotularon 42 millones de Ha., 25 de ellas en Kazajastán, mediante
un nuevo sistema de laboreo y cultivo que protege la tierra de la erosión
climática desfavorable. Para ello se crearon más de 2.000 sovjos,
que en 1978 llegaron a aportar el 18% de las reservas estatales de grano de
la más alta calidad (en 1953 el 5%). Esto explica que, entre 1954 y 1955,
en lo que respecta a la tierra dedicada al cultivo de cereales, la de los koljos
sólo aumentara el 5,5% y la de los sovjos un 77,4%. Este aumento relativo,
hizo que, en vez del 10,9% respecto de los koljos, los sovjos pasaran a ser
en el mismo período del 18,4%. Tal es el espíritu "socialista"
en el que se inspiran oportunistas como Ben Garza en partidos de composición
social y dirigencia pequeñoburguesa como el PRD.
Dado que la tierra es el único medio de
producción que no se puede reproducir a voluntad, la frontera agropecuaria
de ningún país puede extenderse más allá de sus
límites territoriales, y así hasta completar toda la superficie
del planeta. Por lo tanto, uno de los índices más fiables y representativos
del desarrollo de la fuerza productiva del trabajo social en cualquier país,
viene dado por la rapidez con que disminuye la población activa rural
en la misma medida en que aumenta la urbana. Pues bien, sobre el mismo territorio
agrícola, el 17% de la población ocupada en la Rusia zarista estaba
compuesta en 1913 por obreros y empleados, el 66,7% por campesinos, el 16,3
por propietarios burgueses (hacendados y comerciantes). En 1928, los burgueses
se habían reducido a un 4,6%, los campesinos individuales habían
ascendido al 74,9%, los cooperativistas agrarios al 2,9, y los obreros y empleados
al 17,6. Finalmente, en la década de los ochenta existían en la
URSS sólo dos únicas clases: los asalariados que subieron en la
escala social del 17,6 al 58%, y los campesinos que bajaron del del 74,9 al
42%.
Lenin decía que sólo se puede hablar
de socialismo cuando, a través de su dictadura social de clase, el proletariado
sea capaz de sobrepasar el desarrollo de los países capitalistas más
adelantados. Corroborando esta idea que, a diferencia de Stalin, jamás
abandonó en el terreno de la política, durante el debate sobre
la ley del valor que tuvo lugar en 1921, hablando ante el IV Congreso de Comintern,
Trotsky dijo lo siguiente:
<< La ascensión histórica
de la humanidad puede resumirse del modo siguiente: Un régimen
que asegura un lugar mayor en la productividad del trabajo reemplaza
a aquellos que únicamente permiten una productividad más
baja. El capitalismo ha ocupado el lugar de la sociedad feudal únicamente
debido a que el trabajo de los seres humanos en esta sociedad era mucho
menos productivo que bajo el imperio del capital. Igualmente, la única
razón por la que el socialismo podrá suplantar completamente
al capitalismo, de un modo total y definitivo, es que asegurará
una mayor cantidad de productos para cada grupo de trabajo humano.>>
(L.D. Trotsky: "Informe sobre la nueva política económica
soviética y las perspectivas de la revolución" 14/11/922)
Diez años después, tras haber puesto
en vigor el primer plan quinquenal, desde su posición centrista en representación
política de la tendencia pequeñoburguesa campesina encarnada en
los koljos, y una vez que consiguió expulsar del partido a Trotsky y
a los demás integrantes de la oposición de izquierdas (que sostenían
la necesidad de combinar la máxima velocidad de la industrialización
con la máxima presión política sobre el campesinado), Stalin
utilizó el arma ideológica de quienes acababa de expulsar, para
combatir el punto de vista de los representantes de la derecha en el PCURS y
en la Comintern, liderados por Bujarin, quienes habían venido insistiendo
en que la industrialización debía realizarse a un paso más
lento para evitar tensiones políticas extremas en el país, en
clara referencia a los Kulaks o grandes hacendados que habían proliferado
a la sombra de la NEP. En un violento discurso pronunciado el 4 de febrero de
1931 Stalin dijo lo siguiente:
<< Nos hallamos a una distancia
de cincuenta o cien años por detrás de los países
más adelantados. Debemos cubrir esta distancia en diez años.
O lo hacemos o acabarán con nosotros>> (V.I. Stalin:
"Voprosy Leninizna" Citado por R. Hutchings en "El desarrollo
económico soviético 1917 1970" Cap. 6)
Pues bien, según datos de 1946 proporcionados
por el Partido Comunista Internacionalista citando a S. Kuzness, de la Oficina
Nacional de Investigaciones Económicas de New York, la variación
porcentual de la población activa rural en EE.UU., computada por decenios
desde 1870 hasta 1940, fue la siguiente: 51,6; 48,8; 42,5; 37,7; 30,7; 26,7;
21,3; 16,9. Esto significa que, en 1940, el "socialismo" en la URSS había
alcanzado el desarrollo que el capitalismo americano sobrepasó en 1880.
Pero los pequeñoburgueses organizados en los koljos gozaban de una excelente
salud a expensas del trabajo asalariado en el conjunto del país. Esto
demuestra que aquél encendido discurso de 1931 no fue más que
un recurso retórico de Stalin para fines contrarios a la significación
de sus palabras, en las que no había el menor hálito de voluntad
política para ser consecuente con ellas. Así, habiendo renegado
del materialismo histórico para diseñar una política que
propició un Estado nacional tendente a conciliar al proletariado con
los intereses hegemónicos del campesinado medio, el Partido Comunista
soviético no podía sino proyectar esa misma política hacia
el exterior de la URSS. El señor Ben Garza y millones como él
son un subproducto de todo eso.
GPM, diciembre de 2001