¿Por qué el Materialismo Histórico fue deportado por los partidos obreros hacia las universidades del sistema capitalista?

Acordamos con usted en que el materialismo histórico es una ciencia social "como cualquier otra", pero sólo porque comparte con el resto el mismo objeto de conocimiento. Fuera de eso, desde el punto de vista científico, es decir, de la verdad que encierra ese objeto común, lo que Gramsci llamaba "filosofía del proletariado" no comparte nada con las demás disciplinas del pensamiento aplicado a la sociedad. Empezando por el hecho de que las premisas de las que parte el marxismo, no son supuestos arbitrarios acordes con intereses disfrazados de ideales humanos a los que haya que ajustar la realidad, como sucede con las "ciencias sociales" de andar por casa.

En esta cuestión, por propia motivación de clase explotadora, los burgueses han debido seguir abrevando en las fuentes del pensamiento esclavista, de donde procede la línea típica de desarrollo científico-social de occidente, que arranca en la Roma imperial y culmina en el hegelianismo. Para Hegel, lo peculiar y distintivo de los seres humanos, es la negación del cuerpo esclavo, de lo sensible, sometido a la pura actividad de lo inteligible, de la conciencia señorial. La única diferencia es que desde las guerras del Peloponeso hasta la caida del Imperio Romano, la dicotomía entre el cuerpo esclavo y la conciencia libre, era de alcance social, donde a los esclavos no se les reconocía la condición humana por carecer de propiedad y, por tanto, de conciencia y libertad. Bajo el capitalismo, por mediación del cristianismo esa dicotomía ha sido recluida en cada individuo, entendido como ser humano por el hecho de que tiene un alma que prevalece sobre su relativo cuerpo esclavo. Esta premisa interesada de la conciencia individual como distintivo de los seres humanos iguales ante Dios, que presidió las relaciones entre señorío y servidumbre, fue finalmente a anidar -debidamente adecuada- en la sociedad burguesa laica. Tal es el fundamento de la "libertad" individual y de la igualdad de las almas propietarias ante la ley. Esta premisa de la "libertad" clasista burguesa, fundada en el concepto cristiano de alma, que pasó a llamarse "conciencia", fue la que legitimó la expansión del trabajo asalariado a los fines de la acumulación del capital, a instancias del contrato de trabajo, un acuerdo entre dos almas propietarias "libres e iguales", por el que, una de ellas, el vendedor, dispone "libremente" la entrega de su actividad corporal por tiempo de terminado, a otra alma propietaria, el comprador, que, a cambio, dispone tambien "libremente" entregar al vendedor parte de su capital bajo la forma de medios de vida.

Las premisas de las que parte el materialismo histórico no son abstracciones como ésta, sino realidades objetivas universales directamente perceptibles, de las que sólo es posible abstraerse en la imaginación o por inconfesables motivos de interés. Para comprobar la veracidad de estas premisas no hace falta ninguna mediación del intelecto, porque son en realidad lo que parecen y aparecen directamente a la conciencia desprejuiciada por la simple vía experimental u observación empírica, sólo ocultas por la evidencia permanente de lo que se hace todos los días, como es el hecho de que los seres humanos han venido al mundo produciendo y usando sus propios medios de vida con un inequívoco sentido de progreso históricamente determinado. De ahí que lo que les distingue sea que constituyen una fuerza social productiva como unidad dialéctica entre sí mismos y sus herramientas, sólo rota por las clases dominantes que lo han venido siendo, no para legitimar su diferencia con el restro del reino animal, sino para ejercer la supremacía sobre otros seres humanos.

En las premisas de que parte el pensamiento materialista histórico, está pues, implícito, el método dialectico de investigación científica que le distingue del método metafísico, propio de las llamadas "ciencias" sociales al uso en el mundo dominante de hoy. Por lo tanto, a nuestro modo de ver, el materialismo histórico no es una ciencia más, "como cualquier otra", es la única actividad del pensamiento aplicado a la sociedad que merece el calificativo de ciencia, lo demás es pura ideología, superchería de clase cuya producción intelectual pasa por el filtro del interés, tan alejado de la pura actividad de la conciencia libre, como el cercano, atento y vigilante amo a los gestos corporales de sus esclavos, para mantenerles sujetos a su dominio y usufructo.

En este sentido, y si como es cierto que usted bien dice, la parte teórica del materialismo histórico no puede separarse de la práctica revolucionaria sin desvirtuarlo, esto quiere decir, en primer lugar, que no es posible "estudiar y desarrollar" esta ciencia "tranquilamente en las universidades" del sistema capitalista, sin correr el riesgo de vaciarla de contenido teórico y político, porque en estos ámbitos, la norma es que al materialismo histórico no se lo "estudie" sino que se lo interprete y mutile para desvirtuarlo mezclado con otras corrientes burguesas del pensamiento social, para anularlo como guiía para la acción política revolucionaria. De hecho, esto ha sido así siempre, pero mucho más desde la década de los años veite del siglo pasado, cuando por necesidades del capital las universidades del sistema empezaron a abrirse a los hijos de los asalariados.

Pero la más monstruosa deformación del materialismo histórico desde sus orígenes, no ocurrió en los aparatos ideológicos del sistema capitalista, sino que antes fue operada por el stalinismo en la URSS y, por extensión de dominio, en todos los partidos comunistas del mundo. Esa conversión del pensamiento científico vivo en fariseismo, fue el resultado de la adaptación del materialismo histórico a los intereses de la alianza en el poder entre la burocraca soviética y la pequeñoburguesía rusa subsistente. (Sobre este asunto, consultar: http://www.nodo50.org/gpm/prdcaliforniano/13.htm y: http://www.nodo50.org/gpm/burocracia/00.htm). Para estos fines, el materialismo histórico era un estorbo. Esto explica que la burocracia stalinista pansoviética rompiera con la tradición ideológica del marxismo y liquidara la IIIª Internacional, convirtiendo las que fueran sus diversas secciones nacionales en correas de trasmisión de la política exterior de la URSS. Tal fue la línea política seguida por el stalinismo dominante en la URSS y en casi todos los partidos comunistas del Planeta desde los años treinta, convertidos así en instrumentos de la política exterior soviética al servicio del statu quo con el imperialismo. Para ello debió impedir toda disidencia partidaria interna, de modo que las diferencias políticas en los Partidos Comunistas de todo el mundo se empezaron a resolver sin discusión, esto es, imponiendo por vía directamente organizativa -que iba desde la más simple reprimenda administrativa al crimén político- el pensamiento único de las distintas direcciones nacionales disciplinadas a las directivas de Moscú.

También se hizo desaparecer de los partidos comunistas el recurso al materialismo histórico, no sólo como guía para la acción política de esos partidos, sino también para la formación teórica de sus cuadros militantes. Desde entonces, carente de una escuela digna de sus creadores, el materialismo histórico debió pasar por las mismas vicisitudes de la impostura ideologica que la irrisoria minoría de autodidactas del marxismo a la fuerza, teóricamente despreciados y políticamente arrinconados durante décadas.

En medio de este proceso de desideologización revolucionaria, y en el marco de la onda larga expansiva del capitalismo, desde la segunda post guerra mundial estas medidas del stalinismo al interior del movimiento obrero políticamente organizado, se tradujeron en que las tareas de formación teórica y debate de los problemas políticos del movimiento obrero, fueran asumidas sin resistencia alguna y con la mayor naturalidad, por los aparatos ideológicos de la burguesía internacional. Esto tuvo especial incidencia en los países altamente desarrrolados y de desarrollo medio, donde, por exigencia del desarrollo de la fuerza productiva del trabajo en el nuevo marco de la acumulación capitalista expansiva de post guerra, la enseñanza técnica superior -incluídas las técnicas de control social- dejaron de ser algo sólo accesible a una relativa minoría social y las universidades privadas de élites perdieron sentido frente a las univeridades públicas de masas. No por menos ponderado, el hecho de eliminar toda disidencia política y discusión teórica al interior de los PC reconvertidos, ha dejado de ser uno de los más valiosos servicios ideológicos y políticos que la burocracia stalinista ofreció en bandeja a la burguesía internacional.

Así fue cómo en las universidades del sistema, el materialismo histórico empezó a ser materia prima para la fabricación de subproductos burgueses eclécticos de aleación variable con el keynesianismo, el neohegelianismo, el freudismo, el neokantismo, el heideggerismo, etc., verdadero meollo de la llamada sociedad "postmoderna". Así, mediante este trabajo de pinza entre el stalinismo y la burguesía internacional, el materialismo histórico acabó por ser debidamente neutralizado como guía para la acción política revolucionaria, gracias a teóricos "neomarxistas" prestigiados por la prensa y la industria editorial del sistema, como Joan Robinson y Erik Hotsbawn, Galvano Della Volpe y Lucio Coletti; Louis Althusser, Etienne Balibar y Nicos Poulantzas; Walter Benjamin, Friedrich Pollock, Max Horkheimer, Theodor Adorno, Herbert Marcuse, Jürgen Habermas y Erich Fromm y Leo Lowenthal; Paul Baran y Paul Sweezy, entre los más destacados. (últimamente, con mayor asiduidad periodística, otros como Noam Chomsky, James Petras, Sami Nair o Eduard Said). Todos ellos intelectuales "independientes" de "formación universitaria", quien más quien menos copartícipe en la creación de varias escuelas de "pensamiento crítico", como la alemana de Frankfurt, la estructuralista francesa, la de la regulación y la americana de Harvard. Financiadas todas ellas por la burguesía, estas escuelas han venido influyendo decisivamente en casi todos los diversos partidos políticos autoproclamados antisistema en el mundo entero, desde la década de los cuarenta. Sin perjuicio de sus meritorios aportes a la teoría de la dominación burguesa en los terrenos sociológico, psicológico y de la organización del trabajo, la resultante política contrarrevolucionaria de estos esfuerzos del intelecto está hoy a la vista.

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