d) Teoría del derrumbe y determinismo económico automático

Uno de los problemas políticos de primer orden "más aún en los tiempos que corren" es que entre la militancia de izquierdas nunca se ha sabido bien para qué sirve "El Capital". Pero lo más penoso y dramático del caso, es que a fuerza de no saber bien para qué sirve, se haya concluido inconfesadamente de que no sirve para nada y se lo excluye como guía para la acción. La prueba está en que no se lee y menos aun se estudia. Tal es el grado de estupidez ideológica alcanzado por el movimiento de las izquierdas, cuyos resulta­dos políticos están hoy a la vista.

Cabe preguntarse, pues, para qué fue escrito "El Capital". Marx da ya la pauta en 1843. En su introducción a la Crítica de la Filosofía Hegeliana del Derecho Estatal, dice expresamente que "el arma de la crítica no puede reemplazar a la crítica de las armas, pero se hace revolucionaria cuando se apodera de las masas". En el prólogo a la primera edición alemana de “El Capital”, precisará aun más este concepto:

<<Aunque una sociedad haya descubierto la ley natural que preside su propio movimiento --y el objetivo último de esta obra es, en definitiva, sacar a la luz la ley económica que rige el movimiento de la sociedad moderna"-, no puede saltarse fases naturales de desarrollo ni abolirlas por decreto. Pero puede abreviar y mitigar los dolores del parto.>> K.Marx: “El Capital” Prólogo a la primera edición.)

Plenamente consciente de haber previsto la caducidad histórica del capitalismo, Marx entiende su obra como nexo teórico entre la necesidad objetiva y la libertad subjetiva. ¿En qué se basa para hablar de modo tan categórico y terminante sobre el carácter históricamente transitorio de la sociedad burguesa? Para contestar a esta pregunta, se hace necesario deslindar en ella los elementos de juicio que han permitido llegar a tal conclusión. Ya se vio más arriba que "El Capital" es una obra cuyo objeto de conocimiento no es precisamente la lucha de clases y que este fenómeno es descartado expresamente por Marx del análisis, a efectos estrictamente científicos:

<<En sí y para sí, no se trata aquí del mayor o menor grado alcanzado en su desarrollo por los antagonismos sociales que resultan de la leyes naturales de la producción capitalista. Se trata de estas leyes mismas, de estas tendencias que operan y se imponen con férrea necesidad>> (Op. Cit.)

Pues bien, del despliegue de las leyes puras que rigen el movimiento del capital, Marx llegó a la conclusión de que el desarrollo del capitalismo llevado hasta los límites teóricos de su desarrollo, desemboca necesariamente en su derrumbe económico automático. El desarrollo sistemático de esta idea, aparece ya en sus "Grundrisse" (fundamentos), donde Marx da a entender que la Ley de la caída tendencial de la Tasa de Ganancia, es la conclusión más importante de toda su obra:

 <<...es, en todo respec­to -dice- la ley más importante de la moderna economía políti­ca..... que pese a su simplicidad, hasta ahora nunca ha sido comprendida y, menos aún, explicada "...Es, desde el punto de vista histórico la ley más importante...>> K.Marx: "Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política" (Grundrisse) l857/l858 Ed.Siglo XXI‑México /l977 Pp. 634. Subrayado nuestro).

Si para Marx, el motor de la historia es la lucha de clases, y, al ponderar esta Ley de la caída tendencial de la tasa de ganancia, lo hace expresamente "desde el punto de vista histórico", está claro que el principio mecánico activo de ese motor, está en la tenden­cia al derrumbe económico del sistema, del mismo modo que el principio activo del motor a explosión está en la segunda ley física de la termodinámica. Más adelante, en el mismo pasaje, anticipa las consecuencias históricas de esta ley:

<<A partir de cierto momento, el desenvolvimiento de las fuerzas productivas se vuelve un obstáculo para el capital; por tanto, la relación del capital se torna en una barrera para el desarrollo de las fuerzas productivas del traba­jo. El capital, es decir, el trabajo asalariado, llegado a este punto entra en la misma relación con el desarrollo de la  riqueza social y de las fuerzas productivas que el sistema corporativo la servidumbre de la gleba y la esclavitud, y, en su calidad de traba, se la elimina necesariamente ...Las condiciones materiales y espirituales para la negación del trabajo  asalariado  y del capital, las cuales son ya la negación de formas  precedentes de la producción social que no es libre, son a su vez resultados del proceso de producción característico del capital. En agudas contradicciones, crisis, convulsiones, se expresa la cre­ciente  inadecuación del desarrollo productivo de la sociedad a sus relaciones de producción hasta hoy vigentes. La violenta aniquilación de capital, no por circunstancias ajenas al mismo, sino como condición de su autoconservación, es la forma más con­tundente en que se le da el consejo de que se vaya y deje lugar a un estadio  superior  de  producción  social...>> (K.Marx:: Op. Cit. Pp. 635/36. Subrayado nuestro).

 Y en "El Capital," vuelve sobre este pronóstico de  derrumbe que entiende como el resultado lógico de las leyes de la acumulación: 

<<La centralización  de los medios de producción y la socialización del trabajo alcanzan un punto en que son incompatibles con su corteza capitalista. Se la hace saltar. Suena la hora postrera de la propiedad privada capitalista. Los expropiadores son expropiados (...) la negación de la producción capitalista se produce por si misma, con la necesidad de un  proceso  natural>> (K. Marx: Op. Cit Libro I Cap. XXIV Punto 7).

Por supuesto que, al decir que la negación del proceso histórico-natural del capitalismo se cumple “con la necesidad de un proceso natural”, lo que estas palabras de Marx significan, es que, entre el momento de la expropiación de los expropiadores y el momento en que se consuma efectivamente la negación socialista de la negación capitalista del trabajo en condiciones de propiedad individual libre sobre los propios medios de producción, se interpone el proceso histórico de la transición entre la vieja sociedad y la nueva, donde todavía rige la ley del valor; de modo que, con la expropiación de los expropiadores, la negación del capitalismo es todavía, en parte, abstracta, posible, pero todavía no probable, porque no están dadas aun las condiciones para ello. La negación del capitalismo debe, pues, ejecutarse por medio de la dictadura del proletariado, pero no por decreto, sino respetando la ley del valor hasta donde todavía sea históricamente necesario que subsista.

Esta conclusión ha sido el resultado de un trabajo científico consistente en el uso de la abstracción para aislar y desarrollar el principio activo del modo de producción capitalista; la tendencia (vocablo  que significa acción con sentido definido). En semejantes términos pensaba Dietzgen, obrero curtidor, uno de los propagandistas más destacados del marxismo en sus años:

<<Lo que interesa  a la  ciencia -"decía"- no son tanto los hechos sino más bien su EXPLICACIÓN, no es tanto la materia sino más bien la fuerza...Aún cuando en la realidad, fuerza y materia son idénticas, no por eso es menos legítimo distinguirlas, separar  lo particular de lo general. “La fuerza es invisible”, sin duda, pero la vista en sí y lo que vemos no son sino mera fuerza; sin duda, no vemos las cosas “en sí” sino únicamente su efecto sobre nuestros ojos...>> (Joseph Dietzgen: Carta a Marx 07/10/868) [1]

¿Y en qué consiste esa fuerza que motoriza al capital? Para Marx, en sentido estricto, consiste en su doble y contradictoria tendencia a apoderarse de la mayor cantidad de trabajo necesario, para transformar su mayor parte posible en excedente para los fines de su valorización. Esta es la abstracción determinada cuyo despliegue lógico implícito llevó a Marx a prever el capitalismo como un sistema de vida  transitorio en la historia de la humanidad.

En su Prólogo a la primera edición de "El Capital", Marx compara este método de las “abstracciones determinadascon la función del microscopio o los reactivos químicos en las ciencias experimentales, y lo contrapone a la arbitrariedad teórica de las determinaciónes abstractas” o “abstracciones indeterminadas que desnaturalizan el objeto de estudio. Así, esta doble tendencia del capital con respecto al trabajo es una abstracción, la fuerza interna no directamente manifiesta o que no se ve, que permite separar para estudiar esta función sustantiva del capital respecto de la multiplicidad de funciones en que se muestra o aparece. Y es determinada, porque hace a su especificidad o naturaleza, porque en ella está su resultado lógico necesario antes de que se demuestre históricamente; se trata de la fuerza irresistible que le impele a actuar CONSTANTEMENTE en ese determinado sentido. La misma fuerza  contenida en la relación entre la luz solar y la clorofila que opera la fotosíntesis en los vegetales.

Por el contrario, una determinación abstracta o, lo que es lo mismo, una abstracción indeterminada, sería escoger entre las múltiples funciones contingentes del capital, como hicieron los clásicos y más de un economista vulgar de un modo fetichista, entendiéndolo como una desagregación del concepto de "riqueza". Por ejemplo, para David Ricardo:

<<Capital es aquella parte de la riqueza de un país que se emplea en la producción>> ("Principios de economía política y tributación" Cap. 5),

o según  J.S.Mil, para quien:

<<La función que el capital desempeña en la producción, es proporcionar albergue, seguridad, herramientas y materiales que la obra requiere, y alimentar y sostener a los trabajadores durante el proceso de la producción...todo cuanto se destina para ese uso...es capital>> (Libro I cap..4).>>

Al decir que "Marx no agregó nada a este concepto", Schumpeter demostró no haber leído debidamente a Marx, además de sus propias limitaciones de clase que le impidieron entender la categoría de capital como una relación social y no como un conjunto de cosas afectadas al proceso productivo.[2] El concebir al capital simplemente desde su lado material, en cuanto instrumento de producción, prescindiendo por completo de la forma económica o relación social histórica específica, "enreda a los economistas en toda clase de dificultades", dice Marx en los “Grundrisse”. La mayor de esas dificultades está en que por esta vía de razonamiento, los instrumentos de la edad de piedra hacían de los salvajes paleolíticos unos perfectos burgueses.[3]

Un individuo tiene cierto grado de comprensión sobre un automóvil cuando prevé su funcionamiento al manejarlo, un grado más alto de comprensión cuando prevé que volverá a funcionar al repararlo y un grado de comprensión aún  más elevado cuando  puede prever que funcionará mejor que los hasta ese momento existentes al diseñar y fabricar uno nuevo. Si es correcto, pues, afirmar que toda comprensión supone predicción o previsión, más propio es suponerlo respecto del conocimiento científico. A esto se le llama determinismo.

Ahora bien, Marx comprendió el capitalismo, no como un automovilista ni como un mecánico. Tampoco tuvo la comprensión que inspira el afán perfeccionista de un innovador, ni siquiera se inventó el socialismo, como los socialistas utópicos. Simplemente se le impuso por vía de la práctica social teórica al descubrir la ley que rige el movimiento de la sociedad capitalista. Tal es el principio del socialismo científico que fundamenta la  necesidad histórica objetiva de la Dictadura del Proletariado. Y cuando en este contexto se habla de Dictadura del Proletariado, está claro que lo que se está diciendo, con Marx, es que el capitalismo no  se cae solo, como una pera madura. Ni  aun bastante después de la toma del poder por la clase obrera.

No es el caso, pues, de que para hacer la revolución, los asalariados tengan que esperar paciente y tranquilamente a que se cumplan las previsiones teóricas de "El Capital". El concepto de necesidad objetiva, no supone ningún automatismo economicista del cambio revoluciona­rio. Quienes acusan al marxismo de esta simplicidad doctrinaria, ignoran la naturaleza del capital descubierta por Marx, y omiten considerar el papel central que Marx confiere a la lucha  política de clases como condición suficiente para la superación histórica de las contradicciones del capitalismo, así como la nítida distinción entre teoría y práctica, entre necesidad y posibilidad. El determinismo histórico no es más que una previsión teórica científica como guía para la acción política. Tan decisiva es una como la otra. La sínteis entre teoría y práctica sólo es probable que se produzca cuando la acción política sigue al determinismo histórico de la moderna ciencia social.

Tanto en “Las luchas de clases en Francia” y en  "El l8 Brumario de Luis Bonaparte", como  en sus escritos sobre "Revolución y Contrarrevolución en Alemania" o "La Guerra Civil en Francia", Marx desmiente el presunto mecanicismo que se le atribuye, totalmente ajeno s su pensamiento. Para Marx –como para Engels, Lenin y Trotsky-- la acción política demuestra que los distintos reflejos ideológicos de la estructura en función de intereses de clase, vuelven sobre ella para  acelerar o retrasar la dinámica de su tendencia inmanente al derrumbe, cuyo horizonte la burguesía sólo puede alejar momentáneamente durante cada crisis periódica, pero que se vuelve a acercar cada vez más peligrosamente en la próxima, tanto más, cuanto más le cuesta necesariamente superar esos, los propios obstáculos que el capital se pone a sí mismo según aumenta su masa.

Que esta tendencia necesaria se concrete, es algo que depende de las fuerzas sociales en pugna. Para decirlo en términos de la definición magistral de Disraeli, "la política es el arte de hacer posible lo necesario". La diferencia del marxismo con Disraeli, está en que, para burgueses como él, la necesidad no es producto de la racionalidad científica sino de la mera subjetividad cautiva del inmediatismo de sus intereses de clase sin perspectiva histórica.

El caso es que la necesidad del socialismo cobra actualidad y pugna por realizarse, mucho antes de que el sistema se acerque a sus límites previstos teóricamente. En este sentido, el derrumbe automático es tan imposible, como concebir que la burguesía pueda transformar todo el trabajo disponible en plusvalía. Para Marx, el destino de la sociedad burguesa se resuelve, pues, en la lucha política de clases. Aun cuando la "razón" y la "causa" de esa  lucha, esté en  el principio activo del capital, esto es, en la lógica necesidad del derrumbe automático del sistema. Sólo en este marco brilla en su plenitud significante la noción marxista de libertad como conciencia de la necesidad.

Lo que se quiere dejar claro aquí, es que la teoría del de­rrumbe en modo alguno es una concepción económica determinista de la revolución, sino su justificación política y su necesidad histórica. Es precisamente el resultado de las investigaciones explicitadas en "El Capital" lo que ha permitido rescatar el concepto de lucha de clases del ámbito de la pura voluntad polí­tica y del reino nebuloso de la utopía social, para ponerlo en el terreno firme de la ciencia, dándole un sentido histórico preciso y una finalidad política específica definida como DICTADURA DEL PROLETARIADO. Y esto tiene una importancia decisiva como reserva ideológica y como arma para la lucha contra el oportunismo y el voluntarismo en el seno del movimiento revolucionario.

Que esta cuestión decisiva no este clara todavía para muchos, no puede sorprender cuando se ha hecho toda una ya añeja tradición de ella. Creyendo ver tanto en Rosa Luxemburgo como en Henrik Grossmann un menosprecio teórico de la lucha de clases,  Anton Pannekoek llegó a meter "el pensamiento, la voluntad y la acción humana" dentro del mismo concepto de "ley natural" junto a los hechos económicos objetivos. Así, “la acumulación del capital, las crisis, la pauperización relativa y absoluta, la revolución proletaria, la toma de posesión del poder por la clase obrera, forman juntas una unidad indivisible que actúa como ley natural: el derrumbe del capitalismo.”[4]

La lucha política de la vanguardia revolucionaria del proletariado, su pugna secular por hacer prevalecer en la conciencia de las masas la racionalidad revolucionaria específi­ca contenida en la lógica del capitalismo y explicitada en el marco científico de la teoría del derrumbe, es lo que distingue al marxismo tanto de las precedentes concepciones utópicas del  socialismo, como del revisionismo reformista. Y desde la aparición de "El Capital" hasta nuestros días, la histo­ria no ha hecho sino confirmar punto por  punto estas premisas fundamentales. Pero esa teoría, que permite anticipar QUÉ sociedad surgirá de las entrañas del capitalismo, no nos dice CÓMO y menos aún CUANDO. El cómo y el cuando es un problema político que depende de las condiciones históricas en que proletariado se hace cargo del poder político. Los dramáticos acontecimientos que  tuvieron  por escenario a los países del llamado "socialismo real", tornan aun más perentorio el ajuste de cuentas teórico con las maniobras de ocultación, mutilación y falsificación de que ha sido objeto el Materialismo Histórico en los últimos setenta años, y una vuelta a sus fuentes originarias.

La bancarrota de la gestión stalinista esta siendo utilizada por la burguesía internacional, para convencer a los explotados de que no hay opción política posible frente a su sistema de vida. Lo singular es que se valen del criterio de la praxis tal y como ha sido tradicionalmente entendido por nuestra intelectualidad orgánica de izquierdas. ¿Es que la burguesía se ha vuelto marxista? No. Es que la intelectualidad de izquierdas sufre de “transformismo” burgués desde hace más de setenta años, y no es la primera vez en la historia moderna.

El término “transformismo” fue acuñado por Gramsci para describir durante la etapa del llamado “Risorgimento” en la Italia de 1815 en adelante, cómo la burguesía italiana influyó sobre los intelectuales orgánicos de la aristocracia que así se adscribieron al “partido burgués de los moderados” --dirigido por Cavour y Vittorio Emmanuele II— para decapitar políticamente a las clases subalternas practicando el “transformismo” ideológico sobre sus intelectuales inorgánicos, organizados en torno al “partido burgués de la acción”, dirigido por Mazzini y Garibaldi, para neutralizar las tendencias jacobinas actuantes en el movimiento, inducidas por las legítimas aspiraciones populares postergadas.[5]:

<<Si estudiamos la historia italiana a partir de 1815, veremos que un pequeño gupo (de intelectuales orgánicos) dirigente (de las clases fundamentales dominantes), logró encerrar metódicamente en su círculo (de poder) a todo elemento político puesto de manifiesto por los movimientos de masa de tendencia subversiva. (A. Gramsci: “Il Risorgimento”. Citado por  Hugues Portelli en: “Gramsci y el Bloque Histórico” Cap. IV)

<<El criterio histórico-político en que debe basarse la investigación es éste: que una clase es dominante de dos maneras, esto es, es dirigente de las clases aliadas, es dominante de las clases adversarias (que no puede integrar y hegemonizar consensualmente). Por ello, una clase ya antes de subir al poder puede ser “dirigente” [y debe serlo]; cuando está en el poder, se vuelve dominante pero sigue siendo también dirigente. Los moderados siguieron dirigiendo el Partido de la Acción incluso después del 70, y el “transformismo” es la expresión política de esta acción de dirección. Toda la política italiana, desde el 70 hasta hoy, se caracteriza por el “transformismo”, o sea, por la elaboración de una clase dirigente en los cuadros fijados por los moderados después del 48, con la absorción de los elementos activos surgidos de las clases aliadas, e incluso de las enemigas. La dirección política se convierte en un aspecto del dominio, en la medida en que la absorción de las élites de las clases enemigas, conduce a la decapitación de éstas y a su impotencia.>>  (A. Gramsci: “Cuadernos de la Cárcel” I § <44> 1929-1930)[6]

No deja de ser llamativo que, desde Kautsky, haya quienes en nombre del marxismo, sigan negando que Marx jamás sostuvo algo parecido a la idea del derrumbe económico del sistema. Pero lo más sorprendente, es el silencio o ‑lo que es más lamentable‑ la ambigüedad, de quienes se supone deben ser los garantes orgánicos del mantenimiento y  proyección de los principios políticos del proletariado. Me refiero a teóricos marxistas contemporáneos notorios, así como a las direcciones de organizaciones autoproclamadas revolucionarias. Y ni que hablar, na­turalmente, de la ignorancia o el desprecio de sus bases sobre el particular.

Lo más paradójicamente sorprende es que quienes niegan, silencian o confunden el verdadero sentido de la obra de Marx, al mismo tiempo pregonen su carácter científico. Las consecuencias de toda esta insensata manipulación, --consciente por parte de una relativa minoría, e inconsciente por la mayoría del movimiento— están a la vista. Si en Marx no hay una teoría del derrumbe automático y si la verdades científicas de la historia solo obtienen la prueba de su veracidad en la práctica social y política, entonces la burguesía lleva razón y a los revolucionarios no nos queda otra que enterrar el hacha de la lucha de clases y convertirnos en algo parecido a los "testigos de Jehová".

Afortunadamente, las cosas son del todo diversas. Los resultados científicos en el ámbito de la historia, sólo tienen valor en cuanto a su capacidad de prever. No los detalles ni las formas ni las secuencias precisas de la historia, porque éstas son circunstancias imposibles de anticipar, ya que quedan a cargo de las fuerzas en pugna:

 <<...En realidad se puede prever “científicamente” solo la lucha,  pero no los momentos concretos de ésta, que no pueden sino ser el resultado de fuerzas contrastantes en  continuo  movimiento, no reductibles nunca a cantidades fijas, como el “valor”, el “plusvalor”, la “composición orgánica del capital” o la “tasa de ganancia”, porque en esas luchas la cantidad se convierte continuamente en calidad. En política realmente se prevé en la medida en que se actúa, en que se aplica un esfuerzo voluntario y con ello contribuye concretamente a crear el resultado “previsto”. La previsión, en política, se revela, pues, no como un acto científico de conocimiento sino como la expresión  abstracta del esfuerzo que se hace, el modo práctico de crear una voluntad colectiva...>> (Antonio Gramsci: “Cuadernos de la Cárcel” XXI § <15> 1934-1935).

Pero lo que si puede hacer la ciencia de la economía política, es prever, en  tanto descubre las leyes inmanentes del desarrollo social que actúan en su base material y empujan necesaria e irresistiblemente el proceso "históri­co‑natural" hacia la superación de sus contradicciones. Siguiendo a Gramsci y a Bunge, sólo se puede "prever" científicamente en el ámbito de las ciencias formales. [7] Esto no es contradictorio con el objeto de "El Capital", ya que la economía política –aunque no es propiamente una ciencia formal, sino que más bien se asimila a las ciencias de la naturaleza-- trata con categorías reales de cuyo contenido, en la sociedad moderna, sólo es posible abstraerse mediante la imaginación, como es el caso de las categorías de “necesidad humana”, “mercancía”, “valor de uso”, “valor de cambio”, “trabajo”, “tiempo de trabajo”, “salario”, “plusvalor” y “dinero”, cuyas rela­ciones están regidas por leyes objetivas independientes de la voluntad de los seres humanos comprometidos en ellas y que, por tanto, pueden ser estudiadas con el rigor propio de las ciencias de la naturaleza. Por eso Marx dice que el movimiento de la sociedad burguesa es un proceso “histórico-natural”: histórico, porque esas categorías económicas y su movimiento contradictorio comprometen involuntariamente a los seres humanos, los únicos seres que tienen historia; natural, porque esas categorías y contradicciones no han sido producto de la voluntad de nadie sino que “se imponen con férrea necesidad”, como la ley que rige la caída de los cuerpos en el sistema físico de referencia terráqueo. 

En este sentido, la ciencia de la economía política, como las ciencias formales, no necesita recurrir a la prueba empírica de los hechos para demostrar la veracidad de sus  resultados. Porque tal veracidad está ya demostrada por el despliegue de la lógica contenida en la significación científicamente determinada, de las categorías que constituyen su objeto de estudio. El adalid del reformismo socialdemócrata, Eduard Bernstein, cometió la misma torpeza teórica de aquellos “científicos” que, cien años después que Copérnico demostrara matemáticamente la teoría heliocéntrica, todavía cuestionaban el movimiento rotatorio de la tierra, con  el argumento de que debería percibirse la vibración  resultante  de tal movimiento.

Si las cosas se mostraran directamente como lo que en realidad son, y evidenciaran por si mismas su devenir histórico, ni la ciencia ni el arte tendrían sentido ni utilidad social alguna. Las  in­vestigaciones de Marx, sus leyes, son las leyes del capitalismo y tienen valor científico porque alcanzan a prever el futuro como una determinación histórica de última instancia. Si "El Capital" fuera sólo una teoría de la empresa ‑-como se lo estudia en las universidades de occidente-‑ o una teoría de la explotación -‑como se la entiende en muchos círculos políticos de la "izquierda"‑- el materialismo histórico "vería  desaparecer bajo sus pies el suelo granítico de la nece­sidad histórica objetiva", y el socialismo, reducido a un proble­ma de pura "conciencia" y voluntad política consecuente, no tendría más valor ni trascendencia histórica que cualquier ideario moral, dogma filosófico o creen­cia religiosa.

A nuestro juicio –y, afortunadamente no estamos solos en esto-- no se puede hablar del marxismo como ciencia si no se reconoce la objetividad de sus premisas y si no se acepta "a priori" la necesidad objetiva, científicamente demostrada del socialismo. Y es falsa -‑y no se sabe hasta que punto tendenciosa‑- la afirmación de aquellos que en nombre de la lucha de clases descartan la teoría del derrumbe porque opinan erróneamente que reduce el marxismo a un automatismo economicista. Quienes así razonan, confunden peligrosamente la tendencia con su realización, la lógica con la historia, la teoría con la praxis. Y de esta confusión al reduccionismo practicista y al  desprecio  por la  teo­ría hay un solo paso: el que alternativamente conduce al empirismo pragmático reformista o al voluntarismo utópico idealista.

En el contexto de la obra de Marx, esto quiere decir, inequívocamente, que solo en la tendencia al derrumbe tiene el socialismo su justificación histórica; y que la lucha política del proletariado -‑producto de esa tendencia‑- es la que debe encargarse de hacer históricamente posible lo teóricamente necesario. Es en virtud de esa certidumbre que los comunistas confiamos el futuro de la humanidad a la clase obrera, no en si lucha o deja de luchar; en esa razón científica fundamos nuestra moral revo­lucionaria, nuestro compromiso con la revolución socialista. No en cualquier otra consideración. La clase obrera, en un principio, es devorada una y otra vez por la revolución sin conocer el pensamiento de Marx, Engels o Lenin. Pero lo importante no es eso, sino la certidumbre de que cualquier lucha de la clase obrera contra sus patrones, cualquiera sea su resultado, se inscribe dentro de las previsiones científicas del materialismo histórico, es decir, del socialismo. Y toda vez que deja de luchar, significa que el capitalismo prepara las condiciones cuyas contradicciones se tornan cada vez más accesibles a la conciencia colectiva, como que, por ejemplo, la internacionalización del capital tiende a homogeneizar las tasas de explotación a escala planetaria, facilitando la tarea de concretar el internacionalismo proletario. Pero en esta, como en las demás tareas políticas revolucionarias que la base material del capitalismo hace objetivamente necesarias, nadie hará por los asalariados lo que los asalariados no sepan hacer por sí mismos. Y ellos, lo quieran o no, deberán alguna vez tomar conciencia de su propia situación en esta sociedad. La tarea fundamental de los revolucionarios consiste en que eso se produzca cuanto antes. 

Determinismo económico no equivale, pues, a determinismo histórico. El primero es simplemente teórico, el segundo, político. Ya hemos visto que en su afán por reivindicar el papel de la lucha de clases en la sociedad, Pannekoek asimiló la historia a un organismo natural. Este jacobinismo teórico extremo de Pannekoek, se explica por una especie de reacción voluntarista frente al retraso en la conciencia del proletariado expresado en la prevalencia de las corrientes reformistas de la Europa de principios de siglo.[8]

Pero esta manera errónea de conceptualizar la lucha de clases no es la que ha prevalecido finalmente. Al divorciarse de la teoría del derrumbe, pero no de la teoría de la explotación, la corriente reformista presidida por Bernstein tuvo que poner el futuro socialista en la conciencia y voluntad de los hombres. Tal es la raíz histórica de la operación política que permitió elevar la lucha de clases o práctica política al rango de criterio ABSOLUTO de verdad. 

De acuerdo con semejante concepción, la verdad del socialismo sería algo a demostrar por los hechos históricos mismos, lo cual comportaría transformar automáticamente su nece­sidad en pura contingencia. Quienes así piensan, creen verse autorizados por las "Tesis Sobre Feüerbach". Entre el vaciamiento científico de "El Capital" operado en el movimiento desde fuera de él, y este reduccionismo practicista de las "Tesis" de Marx sobre Feüerbach, hay un estrecho vínculo ideológico contrarrevolucionario. Pero la consistencia del concepto marxista de "praxis" nada tiene que ver con este modo de ver las cosas, como ya hemos explicado más arriba.

EL socialismo Científico fue el resultado de un doloroso proceso social, acompañado de un formidable esfuerzo humano y científico corona­do por Marx y su revolución copernicana en la moderna ciencia social. Ya en 1852 Marx delimitaba precisamente sus méritos intelectuales. En carta a J. Weydemeyer decía:

<<Ahora, en lo que a mi concierne, no me corresponde el mérito de haber descubierto la existencia de clases en la sociedad moderna, ni la lucha que en la misma se libra. Mucho antes que yo, los historiadores burgueses habían expuesto la evolución histórica de esta lucha de clases y los economistas burgueses habían descrito su anatomía económica. Lo nuevo que he aportado al respecto es: 1. demostrar que la EXISTENCIA DE CLASES va aparejada a FASES HISTÓRICAS DETERMINADAS DEL DESARROLLO DE LA PRODUCCIÓN; 2. que la lucha de clases conduce necesariamente a la DICTADURA DEL PROLETARIADO; 3. que dicha dictadura no representa sino una transición hacia LA ABOLICIÓN DE TODAS LAS CLASES y hacia UNA SOCIEDAD SIN CLASES. (Op. Cit. 05/03/852. Mayúsculas del autor, subrayado nuestro) 

He aquí resumida la teoría marxista de la historia. A los efectos de su cabal comprensión, se hace necesario meditar sobre éste importante párrafo: A lo largo de su historia, los hombres han ido adoptando formas específicas de organización del trabajo social, o modos de producción. Ahora bien, para la ortodoxia marxista, es EL DESA­RROLLO DE LAS FUERZAS MATERIALES PRODUCTIVAS lo que DETERMINA la adopción de esas diversas formas de organización de la sociedad en la historia. En otras palabras: a cada "fase" de desarrollo de las fuerzas productivas, le corresponde unas determinadas rela­ciones de producción. Esto quiere decir, por ejemplo, que el trabajo asalariado  como relación social dominante hubiera sido tan imposible en la época del arado de madera, como lo será con la generalización de la robótica. Tal es el sentido de lo que Marx dice al hablar de "FASES HISTÓRICAS DETERMINADAS DEL DESARROLLO DE LA PRODUCCIÓN"., que marcan los límites de validez de su propia teoría. Hay, por tanto, en Marx, un DETERMINISMO HISTÓRICO materialista relativo o válido para las condiciones del capitalismo que ha sido su objeto de estudio. Toda su obra, desde su exilio en Bruselas (l845) hasta su muerte, estuvo presidida por este principio científico fundamental del Materialismo Dialéctico.

Según lo dicho hasta aquí, siguiendo a Marx, Engels y Lenin, creemos haber demostrado que el objeto social, esto es, las relaciones entre las clases, en modo alguno está reñido con el pensamiento científico. A los fines de observar los alcances de semejante desviación del pensamiento dominante entre la militancia de “izquierda” respecto de la verdad científica en torno al concepto de determinismo económico, remitimos nuevamente al debate del GPM con los “Comunistes de Catalunya” en su carta del 5 de junio de 1999, y nuestra respuesta del 3 de julio del mismo año, en:  http://www.nodo50.org/gpm/camaradas-anonimos\15.htm

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[1] Dietzgen, obrero y filósofo marxista alemán, curtidor de pieles, fue uno de los propagandistas más extraordinarios del Materialismo Histórico. Participó en la revolución alemana de 1848-1849. Desde 1852 fue miembro de la Liga de los Comunistas. Llegó por un camino independiente a las leyes fundamentales del materialismo histórico. Mantuvo correspondencia con Marx desde mediados de los años 60 del siglo XIX. Fue fundador de la sección de Siegburg de la AIT. Emigró a los EE.UU., donde fue redactor jefe de la prensa revolucionaria obrera en Nueva York y en Chicago. Lo citamos aquí a modo de modesto pero emocionado homenaje a su memoria. 

[2] K.Marx: “Grundrisse”(Líneas Fundamentales..." Parte III. “La difinición de capital de Wade...”.

[3] Op. Cit.

[4] Anton Pannekoek: "La Teoría del Derrumbe del Capitalismo" en "Derrumbe del Capitalismo o Sujeto Revolucionario”? Ed.Cuadernos de Pasado y Presente Nº 78 Méjico/78 Pp. 78/79. Según el concepto marxista de "ley natural", semejante afirmación supone trasladar el determinismo a la historia.

[5] Según Gramsci, “intelectual orgánico”, por contraposición al  “intelectual inorgánico” de una clase, es el agente ideológico y político de esa clase, que, a su vez, pertenece fundamentalmente a ella. Es, a la vez, representante y representado de esa clase. Los intelectuales de las clases subalternas eran casi todos, si no todos, inorgánicos, porque socialmente procedían de las clases dominantes.  

[6] Ya hemos visto cómo la burguesía operó el “transformismo” desde la década de los años treinta del siglo pasado.

[7] Mario Bunge distingue entre ciencias formales y ciencias fácticas. "La ciencia formal -dice- es autosuficiente por lo que hace al contenido y al método de prueba, mientras que la ciencia fáctica depende del hecho por lo que hace al contenido o significación y del hecho experimental para la convalidación. Esto explica por qué puede conseguirse verdad formal completa, mientras que la verdad fáctica resulta tan huidiza". (M.B."La Investigación Científica Ed.ARIEL-METHODOS/89 Pp.39).

[8] Ver: Giacomo Marramao: "Teoría del Derrumbe y Capitalismo Organizado" en "¿Derrumbe del Capitalismo o Sujeto Revolucionario?" Ed.cit.Pp.20/21