Tendencia histórica decreciente de la Tasa General de Ganancia
Media y necesidad de la revolución
<<La pauperización [de los asalariados] es el
punto conclusivo necesario del desarrollo al cual tiende inevitablemente la
acumulación capitalista, de cuyo curso no puede ser apartada por ninguna
reacción sindical por poderosa que ésta sea. Aquí se encuentra fijado el límite objetivo de la acción sindical. A
partir de un cierto punto de la acumulación, el plusvalor disponible no resulta
suficiente para proseguir acumulando capital con salarios fijos. O el nivel de los salarios es deprimido por debajo del nivel
anteriormente existente, o la acumulación se estanca, es decir, sobreviene el
derrumbe del mecanismo capitalista. De esta manera, el desarrollo [del
proceso] conduce a desplegar y agudizar
las contradicciones internas entre el capital y el trabajo a un punto tal, que
la solución sólo puede ser encontrada a través de la lucha entre estos dos momentos>> (Henryk Grossmann: “La
ley de la acumulación y del derrumbe del sistema capitalista”. Consideraciones
finales. Ed. siglo XXI/1979. Pp. 386. No hay versión digitalizada).
En nuestro trabajo inmediatamente
anterior a éste titulado: “La propiedad
privada y los intercambios desiguales” entre patronos propietarios y asalariados, siguiendo el pensamiento
de Marx, Engels y Bray, nosotros demostramos de qué modo los capitalistas, mediante la creciente productividad del
trabajo consiguieron convertir el salario en ganancias crecientes para
sí mismos, despojando a los
asalariados de toda propiedad social a instancias de la llamada Tasa General de Ganancia Media
Dicha fórmula es la relación entre la masa
de ganancia global G’ obtenida por
los capitalistas que cotizan en la bolsa de valores de
cualquier país. En esencia es la misma relación aritmética entre ingresos y
gastos con que operan los miembros en cualquier casa de familia:
G’ = p/(c + v)
En el numerador de esta fórmula
“p” representa
el plusvalor o masa de ganancia obtenida por los capitalistas explotadores de
trabajo ajeno, durante un determinado lapso de tiempo. En el denominador la letra “c” alude al
llamado capital constante [invertido en medios materiales
utilizados, como el suelo cultivable o urbano consolidado, edificios, máquinas,
herramientas de mano, mobiliario, de oficina, materias primas y auxiliares
[combustibles, lubricantes, etc.]. Constante porque se limita a trasladar su
valor al producto. Finalmente “v” es el coste del llamado capital
variable o salarios. Variable
en razón de que según aumenta el grado de productividad contenido en los medios
técnicos sustitutos de trabajo humano, el valor del salario
invertido por la patronal, varía en sentido relativo cada vez más
decreciente. ¿Por qué decreciente? Pues, porque la ganancia obtenida a
expensas del salario, sólo puede surgir del trabajo humano explotado durante
cada jornada de labor, que no puede exceder las 24 hs de cada día.
Así las cosas, la ganancia de los patronos aumenta sucesivamente a
expensas del salario, según el progreso científico-técnico es
incorporado a los medios de trabajo. Pero ese incremento ganancial es cada vez
menor, porque dado que el salario acordado es un límite fijo, según se
transforma en plusvalor ganancial aumenta cada vez menos. He aquí el fundamento
de la tendencia capitalista históricamente decreciente de la Tasa
General de Ganancia Media ‘G’.
La principal función histórico-trascendental
asignada por la Ley del valor a la Tasa General de Ganancia Media G’
en cada país, consiste en determinar los límites que la propia lógica
interna del capital pone
periódicamente al principio activo que anima la producción de riqueza y
acumulación de plusvalor, según progresan las fuerzas sociales productivas al
interior del sistema, a instancias de la competencia intercapitalista
que induce a la utilización de instrumentos mecánicos cada vez más
eficaces sustitutos de trabajo vivo, y que por mediación del trabajo
humano explotado permiten convertir salario en plusvalor —dado que por
sí mismos estos medios materiales técnicos no generan ganancia ninguna, en
virtud de que se limitan a trasladar su valor al producto fabricado, según
lo que se conoce por amortización, es decir, devaluación natural
por desgaste.
Estos límites de la ganancia capitalista son los que han venido
desencadenando las crisis económicas periódicas de superproducción de capital;
cada vez más formidables y difíciles de superar por la burguesía, según
progresan las fuerzas productivas del trabajo al interior de las relaciones de
producción, y aumenta el acervo de
capital físico global en funciones sustituto del trabajo humano,
contradicción que explica la científicamente prevista tendencia al
derrumbe del modo de vida basado en tales relaciones capitalistas de producción.
El desarrollo sistemático de esta idea descubierta por Marx, aparece en sus "Fundamentos"
[en alemán: “Grundrisse”],
donde da a entender que la Ley de la caída tendencial de la Tasa General Media
de Ganancia, es la conclusión más importante de toda su obra:
<<…Esta
es, desde todos los puntos de vista, la ley más importante de la economía
política moderna y la más esencial para comprender las relaciones más
difícultosas. Desde el punto de vista histórico es la ley más importante. Es
una ley que, a pesar de su simplicidad, no ha sido comprendida nunca hasta la
fecha y aún menos conscientemente expresada>>. [Ed. Grijalbo/1978. Primera Parte Sección III
Pp. 136. Versión
digitalizada ver en Pp. 281. El subrayado nuestro].
El fundamento o fuerza de esta lógica,
está contenida en la relación matemática dialéctica [contradictoria], entre una magnitud de tiempo de
trabajo humano de límite fijo = 100% de cada jornada laboral —que
naturalmente no puede sobrepasar las 24 Hs. de cada día—, y otra en la que según se incrementa la
productividad del trabajo vivo contenida en los medios de producción cada vez
más eficaces, disminuye el tiempo en que el asalariado reproduce el valor de su
salario acordado en el contrato con su patrón:
<<Pero
el trabajo pretérito encerrado en la energía o fuerza de trabajo [potencial
del obrero], y el trabajo vivo que éste puede ejecutar —sus costos diarios
de mantenimiento y su rendimiento— son dos magnitudes completamente
diferentes. La primera determina su valor de cambio (el salario
acordado en el contrato de trabajo), la otra conforma su valor de uso
[como despliegue de fuerza viva del obrero en la jornada de labor]. El hecho
de que sea necesaria [por ejemplo]) media jornada laboral para
mantenerlo activo durante 24 horas, en modo alguno impide al obrero trabajar
durante una jornada completa [generando así ganancia para el
capitalista]>>. (K. Marx: “El Capital” Libro I. Tomo
I. Cap. V. Ed. Siglo XXI. SA/1978 Pp. 234. El subrayado y lo entre paréntesis
nuestro).
Por esto Marx le decía en 1875 a Engels, que los
socialdemócratas eran incapaces de comprender el carácter dialéctico de las
matemáticas y de la naturaleza. En la ya citada parte de sus “Grundrisse”, Marx hizo un ejercicio de
cálculo matemático elemental, partiendo de la siguiente proposición que le
sugirió la simple observación enpírico-geométrica de dividir una
línea en dos segmentos representativos de las dos partes temporales en cada
jornada de labor bajo el capitalismo, que luego expresó en términos
aritméticos, de modo que la magnitud
porcentual en que puede aumentar el tiempo de trabajo excedente creador de plusvalor a expensas del tiempo
de trabajo necesario equivalente al salario, está férreamente
condicionada o limitada por la duración de la jornada
laboral = 100%.
Supongamos una jornada de trabajo de
diez horas diarias y una tasa de plusvalía del 100%, es decir, que la
parte de trabajo necesario que crea el valor del salario equivale a 5 horas
y otras 5 al plusvalor o trabajo excedente capitalizado por el patrón.
Por tanto, bajo tales condiciones el obrero colectivo trabaja media jornada de
labor (50%) para él y la otra media (50%) para el capitalista:
1/2 + 1/2 = 2/2 = 100%
A partir de estas condiciones,
supongamos que la productividad del
trabajo se duplica. Ahora, para reproducir reponiendo su fuerza de
trabajo, es decir, para vivir un día completo, el asalariado deberá trabajar 1/4
de jornada, la mitad que antes; y eso es lo que le pagará el capitalista. Pero
le seguirá haciendo trabajar las mismas horas convenidas en el contrato de
trabajo:
<<Por ende, la economización de
trabajo mediante el desarrollo de la fuerza humana productiva [a instancias de medios de producción cada vez más
eficaces por unidad de tiempo empleado], en la economía capitalista de
ningún modo tiene por objeto reducir la jornada laboral. Se propone, tan sólo,
reducir el tiempo de trabajo necesario para la producción de determinada
cantidad de mercancías (las que el asalariado necesita para
reproducir su energía diaria). El hecho de que el obrero, habiéndose
acrecentado la fuerza productiva de su trabajo, produzca, por ejemplo, en una
hora, 10 veces más mercancías que antes, o sea, que para fabricar cada pieza de
mercancía necesite 10 veces menos tiempo de trabajo que antes, en modo alguno
impide que se le haga trabajar doce horas (la jornada completa), como siempre, y que en las doce horas deba
producir 1.200 piezas en vez de las 120 de antes>> (K. Marx: "El
Capital" Libro I Secc. IVª Cap. X).
La diferencia entre 1/2 y 1/4
= 1/4, que en el ejemplo de Marx corresponde a la transformación de
trabajo necesario [salario] en excedente [plusvalor ganancial del que se
apropia el capitalista], a raíz del incremento en la fuerza productiva del
trabajo por mediación de los medios técnicos más avanzados. En este punto del
proceso, el capitalista se habrá apropiado ¼ de jornada más, respecto
del plusvalor de origen que era de media jornada = 2/4, y que ahora pasa
a ser de [2/4 + 1/4] = 3/4. Ahora, para vivir un día, el
asalariado colectivo debe trabajar 3/4
de jornada para el patrón y sólo 1/4 para él.
Si observamos esto más detenidamente,
veremos que la fuerza productiva del trabajo se ha duplicado, pero el plusvalor
sólo se ha incrementado en 1/4 de la jornada laboral, o sea que sólo ha
reducido el remanente de trabajo necesario (salario) en esa fracción. Esto es
así, porque la proporción en que la fuerza productiva del trabajo incrementa el
valor del capital convertido en plusvalor, depende de la relación originaria
entre trabajo necesario y trabajo excedente:
<<El
trabajo objetivado que está contenido en el precio de la fuerza de trabajo [salario contratado], es siempre igual a
una fracción del día completo, está siempre expresado aritméticamente en la
forma de un quebrado, es siempre una proporción numérica, nunca un número
simple>>. [K. Marx: "Grundrisse"
III. Ed. cit.]
¿Por qué debe ser así? Porque como
sucede con toda proporción,
la magnitud en que puede variar —en nuestro caso el tiempo de trabajo excedente ganancial del
capitalista respecto del trabajo necesario que hace salario del obrero—, está condicionada o limitada
por la magnitud total de la jornada
laboral, o sea el 100%, que no puede sobrepasar el límite
natural de las 24 Hs, cada día, de modo que, según progresa la fuerza
productiva del trabajo a instancias de los medios materiales técnicos cada vez
más eficaces, el plusvalor aumenta a expensas o en perjuicio del
salario. O sea, que a instancias de la productividad del trabajo se opera un trasiego
de riqueza en términos de valor económico, creada por los
asalariados, que imperceptiblemente pasa al bolsillo de sus patronos.
De esto se desprende que, cuanto
mayor sea el plusvalor ya capitalizado a expensas del salario y, por tanto,
menor sea la fracción de la jornada de trabajo necesario restante (salario)
que queda por ser transformado en plusvalor (aumentando la productividad), tanto
menor será el incremento del plusvalor que el capital obtendrá de cada
progreso de la fuerza productiva del trabajo asalariado, y mayor todavía deberá
ser el valor del capital constante a invertir para obtener
sucesivos incrementos de plusvalor cada vez más irrisorios.
Conclusión: El plusvalor aumenta,
pero en proporción sucesiva menor, cuanto más se desarrolla la fuerza
productiva del trabajo, esto es, el incremento del capital constante
(suelo, máquinas, herramientas manuales, materias primas, etc.), respecto de la
fuerza humana de trabajo contratada cada vez más exigua sustituida por medios
materiales técnicos:
<<Es decir, que cuanto más
desarrollado está ya el capital, cuanto más plustrabajo ha creado ya, tanto más
formidablemente tiene que desarrollar la fuerza productiva, para
autovalorizarse en una pequeña proporción, o sea, para aumentar la plusvalía,
ya que su límite continúa siendo siempre la relación entre la fracción del día
de trabajo que expresa el trabajo necesario (equivalente al
salario) y el día de trabajo completo (donde necesariamente fracciones
residuales cada vez más pequeñas de salario, son convertidas en
plusvalor capitalizable>>. (K. Marx: Op. Cit. Lo entre paréntesis
nuestro).
Un
plusvalor cuyo incremento se reduce cada vez más, al mismo tiempo que los costos de producirlo aumentan de
forma exponencial. Hasta que el proceso llega a un punto nodal en el
cual, el incremento de la ganancia o plusvalor obtenido por una
determinada masa de capital invertido, es nulo o decreciente y
por tanto, no rentable. Y aquí entra en juego la Tasa General de
ganancia Media que se forma en el mercado de cada país a instancias de
la oferta y la demanda efectivas, como relación entre la ganancia global y los
costos de producirla. Por ejemplo, cuando la masa de capital acumulado en
funciones pasa de 1.000 a 1.150 unidades monetarias, y la tasa de ganancia del
15 al 9%, quiere decir que habiendo invertido 1.000€ al 15% obtuvo 150€,
mientras que con esos 1.150 a una tasa del 9% pasaría a obtener sólo 103€. En
semejantes condiciones, la nueva inversión del plusvalor de 150 no se
realiza, porque ahora, para volver a ganar poco más que esos 150€ de
plusvalor, el capitalista tendría que invertir un capital mayor a las 1.150
unidades monetarias disponibles. Exactamente 525 más (1.000+150+525 = 1.675 x
9% = 150,75) lo cual significa una pérdida neta de capital. No sólo porque no
le compensa sino porque no dispone de esa masa de valor adicional y, por tanto,
tiene forzosamente que pedir un crédito bancario, de modo que, entonces, su ganancia
ni siquiera sería ya del 9% sino menos, el equivalente a la diferencia con la
tasa de interés a pagar por el préstamo. A este fenómeno Marx le llamó "Sobreacumulación
absoluta de capital". Porque aumentó más de lo que se incrementó
la masa de ganancia obtenida con él.
En el
ejemplo, los 150€ que se detraen de la producción por falta de rentabilidad, se
invierten en la especulación. Un fenómeno que se generaliza en la
sociedad, y que, a diferencia de la esfera de la producción,
donde todos los capitalistas ganan —aunque unos más que otros
según la distinta masa de capital con que cada cual participa en el común
negocio de explotar trabajo ajeno—, en la especulación lo que unos capitalistas
ganan, otros lo pierden, de lo cual resulta ese otro fenómeno que
acentúa y acelera la centralización de la propiedad del capital
global, en cada vez menos manos.
Al mismo tiempo que la distribución de la riqueza en favor de los capitalistas,
respecto de los asalariados, se acrecienta exponencialmente.
Así las cosas, cuanto mayor sea el
capital adicional [ganancia]) que la patronal acumula antes de cada incremento
de la productividad del trabajo —contenida en los sucesivos adelantos científico-técnicos
incorporados a los medios de
producción de última generación—, tanto menor será la fracción de la jornada de trabajo, en que
los asalariados reproducen el equivalente a su salario —susceptible de
convertirse en ganancia y—,
por consiguiente, según esta dinámica tanto menor será el crecimiento
del plusvalor capitalizado por la patronal, merced al incremento de la
productividad del trabajo vivo empleado, en una menor dimensión respecto del
gasto de capital en maquinaria.
Según se desarrolla esta determinada
dinámica social, el plusvalor
aumenta, pero en una proporción cada vez menor respecto al desarrollo
de la fuerza productiva mecánica que se incorpora al proceso de producción sustituyendo al trabajo humano vivo.
Por consiguiente, cuanto más
desarrollado sea el capital constante [empleado en
términos de capacidad productiva mecánica sustituta de trabajo humano vivo], cuanto más plusvalor haya creado ya, tanto
más formidablemente deberá desarrollar [en lo sucesivo] la fuerza
productiva del trabajo vivo, para valorizarse a sí mismo acumulando
capital en una cada vez más] ínfima
proporción, vale decir, para
agregar plusvalía a la ya creada. Y esto es así, porque su barrera es siempre la proporción entre la fracción del día —que
expresa el trabajo vivo necesario equivalente al salario cada vez más
relativamente reducido— y la jornada
entera de trabajo. Únicamente puede moverse dentro de este límite. Cuanto menor
sea la fracción de la jornada de labor que corresponde al trabajo vivo necesario [equivalente al
salario], cuanto mayor sea el
plustrabajo convertido en plusvalor ya acumulado por los patronos
capitalistas, tanto menos puede el
incremento de la fuerza productiva contenido en los medios técnicos de
trabajo, reducir sensiblemente el
trabajo necesario equivalente al salario para convertirlo en plusvalor, ya que
el denominador como plus trabajo no pagado, ha crecido hasta el límite absoluto rentable. De este modo, la
autovalorización de trabajo ajeno como creación de plusvalor del capital, se vuelve cada vez más difícil en la medida en que ya
esté valorizado en poder de la burguesía bajo la forma de capital
acumulado. Al mismo tiempo que buena parte de la clase obrera sustituida por el
trabajo mecánico se pauperiza por salarios cada vez más irrisorios y carencia
de trabajo.
Dicho más concretamente, cuanto más se
haya desarrollado la fuerza productiva del trabajo
vivo y más riqueza se haya creado ya —en su inmensa mayor parte capitalizada por la burguesía en general—, más y más difícil se torna
seguir aumentando esa riqueza por no
resultar rentable, y el sistema capitalista tiende objetivamente
hacia su colapso definitivo. Situación terminal ante la cual,
la gran burguesía internacional liderada entonces por los EE.UU.,
sólo ha podido salir destruyendo bélicamente buena parte de la
riqueza creada. Tal como sucedió a instancias de la Segunda Guerra Mundial
entre 1939 y 1945, asesinando a 70 millones de personas, incluyendo entre ellas
a las 170.000 víctimas mortales de la energía nuclear, que la burguesía
norteamericana incorporó a las bombas lanzadas en 1948 sobre las ciudades
japonesas de Hiroshima y Nagasaki:
<<El
total del valor del capital comprometido en la producción se expresará en cada
parte del mismo, como proporción disminuida entre el capital
intercambiado por trabajo vivo y la parte del capital existente como capital
constante o fijo [maquinaria y materia prima). Tomemos por vía de ejemplo a
la industria manufacturera. En la misma proporción en que crece el capital
fijo, la maquinaria etc., ha de crecer aquí la parte de las materias primas
(transformables en producto terminado), mientras que mengua la parte
intercambiada por trabajo vivo (sustituido por el empleo de
maquinaria). En relación con la magnitud del valor alcanzada por el
presupuesto (capital invertido en la producción) —y de aquella parte del capital que en la producción actúa como
capital fijo— cae, pues, la tasa de beneficio>>. (K. Marx: Grundrisse Tomo II Cuaderno VII Pp.
279/280)
El curso del capitalismo postrero
<<A partir de cierto momento, el
desenvolvimiento de las fuerzas productivas [basado en la creciente
sustitución de trabajo humano por trabajo mecánico] se vuelve un obstáculo para el capital [porque la ganancia de los
capitalistas sólo puede surgir del trabajo humano explotado]; por tanto la relación del capital [con
el trabajo humano] se torna en una
barrera para el desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo. El capital,
es decir, el trabajo asalariado, llegado a este punto entra en la misma
relación con el desarrollo de la riqueza social y de las fuerzas productivas,
que el sistema corporativo [en los tiempos el comunismo
primitivo, seguido de] la esclavitud y
la servidumbre de la gleba bajo el feudalismo. Y en su calidad de traba [para
el desarrollo histórico-social de la humanidad], se la elimina necesariamente. Con ello se quita la última figura
servil de la actividad humana: la del trabajo asalariado por un lado y el
capital por el otro. Y este despojamiento mismo es el resultado del modo de
producción adecuado al capital; las condiciones materiales y espirituales para
la negación del trabajo asalariado y el capital, las cuales son la negación de
formas precedentes de solución social, son a su vez resultados del proceso de
producción característico del capital. En agudas contradicciones crisis y
convulsiones [que se suceden unas a otras cada vez más difíciles de
superar], se expresa la creciente
inadecuación del desarrollo productivo de la sociedad a sus relaciones
capitalistas de producción hasta hoy vigentes. La violenta aniquilación de
capital, no por circunstancias ajenas al mismo sistema, sino como condición de
su autoconservación, es la forma más contundente en que se le da advice to be gone and to give room to a
higher state of social production [Se le advierte que se vaya y deje
lugar a un estadio superior de producción social]>>. (K. Marx: “Grundrisse” (Fundamentos) Tomo II Tercera sección
Cuaderno VII. Versión
digitalizada ver en Pp. 282. El
subrayado y lo entre corchetes nuestro).
Esta es la situación por la que ahora
mismo atraviesa el capitalismo en su etapa postrera, donde a raíz de la histórica competencia intercapitalista
y su consecuencia inmediata: la
creciente sustitución de trabajo humano por trabajo mecánico, acabó por
dejar sin sentido y posibilidad real a la acumulación de capital explotando
trabajo humano en régimen de vínculo
jurídico con su respectivo patrón, a instancias del contrato laboral llamado trabajo por cuenta ajena.
Ante la inevitable caída tendencial de la Tasa de ganancia, incluso la relación
social jurídicamente vinculante, fue reemplazada por otra entre patronos
empresarios y trabajadores particulares meramente eventuales y precarios llamados autónomos o por cuenta propia.
En
nuestro trabajo publicado en setiembre de 2017 bajo el título de: La llamada
“economia colaborativa” sustituta del marco normativo laboral-empresarial
capitalista, hemos dejado dicho allí que bajo ese
régimen super-explotador jurídica y políticamente tolerado:
<<…solo
te pagan por el trabajo que efectivamente haces y, por lo tanto, para conseguir
una nómina o un sueldo lo suficientemente digno, tienes que estar mucho más
tiempo pendiente de que te llamen, que cuando uno está en una empresa con trabajo
estable, teniendo en cuenta que sus jornadas de trabajo son mucho más
largas, no tienen derecho al descanso como todos los demás y estar disponibles
las 24 Hs de cada día, su tiempo de vacaciones no está pagado, el tiempo que
está de baja tampoco. Por tanto es un trabajo mucho más precarizado donde además
tampoco sabes muy bien quien es tu empleador. Es la plataforma, es el cliente
que contrata los servicios, en muchos casos es una indefinición muy grave que
recae sobre una mayor precarización y una mayor fragilidad de los trabajadores.
El problema de este tipo de relaciones es que está fuera del marco jurídico
laboral. Las empresas ganan dinero sacando a estos trabajadores del marco [jurídico]
laboral, por lo tanto uno de los
elementos fundamentales está en que este trabajo queda fuera del marco laboral-legal,
donde para los empleadores son trabajadores, son entidades prestadoras de
servicios, con las cuales mantienen una relación mercantil pero en realidad esa
relación es un fraude de ley, porque tienen un control sobre ellos y de esta
manera se ahorran una serie de prestaciones sociales que cualquier empleador
está obligado a ofrecer a sus empleados, como vacaciones pagadas, pago de horas
extras, indemnización por despido, etc. Así las empresas se ahorran costos para
ganar más dinero…>>. (http://www.lasexta.com/programas/el-intermedio/gonzo/jose-moises-martin-sobre-la-economia-colaborativa-no-podemos-cerrar-los-ojos-a-una-realidad-que-precariza-a-miles-de-personas_201706275952c3e60cf26ceeda38a6fe.html).
La
super-explotación de los falsos asalariados autónomos
¿Qué es un
falso autónomo?
Es aquel trabajador que, pese a
mantener una relación de dependencia con la empresa en la que presta sus
servicios, por lo que tendría que tener un contrato laboral como un trabajador
por cuenta ajena, es obligado a darse de alta [informal] en el régimen de
autónomos.
¿Qué
criterios sirven para establecer que estamos ante un caso de falso autónomo?
El salario lo debe fijar la
organización tanto las cantidades como los posibles pluses, así como las tareas
y el horario a realizar. El empresario es el que decide cómo y cuándo se hace
el trabajo, y no el trabajador. Además, el material con el que realiza su
trabajo puede no ser suyo sino de la empresa. Sin embargo, para ser considerado
falso autónomo no hace falta que se cumplan todos y cada uno de estos
criterios.
¿Por qué se
acepta esta práctica?
Con la crisis, a muchos trabajadores
sólo les ofrecían este tipo de fórmulas. Desesperados, aceptaban por temor a
perder la oportunidad laboral. En otros casos, el trabajador piensa que al
darse de alta en el régimen de autónomos todo es legal.
Pero, ¿lo
es?
Rotundamente no. Lo único legal en
este caso es suscribir un contrato laboral.
¿Tiene un
falso autónomo los mismos derechos que un trabajador contratado legalmente?
Para nada. Sus derechos se reducen
al mínimo. Trabajará al igual que el resto de sus compañeros. Pero al no estar
contratado no tendrá la protección del convenio colectivo de la empresa o del
sector. Es decir, ni vacaciones, ni días de asuntos propios, ni Seguridad
Social. Y, además, el empresario podrá despedirlo de un día para otro sin tener
que presentar justificación alguna ni pagarle un finiquite. Y no tendrá derecho
a recibir una prestación por desempleo cuando se quede sin trabajo.
¿Qué es un
trabajador económicamente dependiente (Trade)?
Son aquellos que realizan una
actividad económica y profesional lucrativa de forma habitual, personal y
directa para un cliente del que reciben al menos el 75% de sus ingresos
totales. La diferencia con el falso autónomo radica fundamentalmente en la
independencia. Los autónomos Trade tienen que disponer de su propio material y
desarrollan su actividad con criterios organizativos propios.
¿Qué
opciones tiene si es un falso autónomo?
Si se encuentra en esta situación,
conviene que busque asesoramiento. Webs como la de Stop Falsos Autónomos pueden
ofrecérsela. Recopile todas las pruebas que pueda (conversaciones, correos,
testigos), ya que si acude a los tribunales las necesitará. También puede
recurrir a la Inspección de Trabajo.
Las grandes empresas y sus
proveedores autónomos
Las empresas que emplean a más de
1.000 asalariados son las que más tardan en pagar a los trabajadores autónomos
por cuenta propia, según el último informe de morosidad que elabora la Federación Nacional de Trabajadores Autónomos
(ATA). Según esta organización, las empresas más grandes se demoran cuatro
meses en hacer frente a los pagos de facturas que deben pagar a sus proveedores
en régimen de autónomos.
Por el contrario cuanto menor es el
tamaño de la empresa, menos tardan en pagar las facturas. Así, las empresas que
tienen entre 250 y 1.000 trabajadores pagan
a sus proveedores en 119 días de media. De hecho, si se desciende hasta
los negocios que cuentan con entre 50 y 250 empleados, los plazos medios de
pago descienden hasta los 73 días y hasta
los 58 en el caso de las que tienen entre 9 y 50 proveedores.
Como nota paradigmática del informe,
llama la atención que las transacciones entre los propios autónomos y con
empresas de menos de 10 trabajadores sean las únicas que cumplen con lo que
establece la Ley: las transacciones entre los autónomos se sitúan en 45 días y en 48 en el caso de las microempresas,
aquellas que cuentan con entre uno y nueve trabajadores a su cargo.
No obstante, desde ATA hace hincapié
en que, independientemente de su tamaño, la empresa privada ha reducido sus
periodos medios de pago, siendo las empresas de entre 9 y 50 trabajadores las
que han reducido más este tiempo de espera en pagar: ocho días menos que hace seis meses. Por su parte, los
autónomos han bajado el tiempo de espera en seis días.
Finalmente,
en líneas generales de pago dentro del sector privado, el periodo medio se
sitúa en 79 días, incumpliendo los 60 que establece la Ley, y seis días por
debajo de la cifra registrada en diciembre de 2015. (Cfr.: Periódico
“Cinco Días”. Empresas grandes: las que
peor pagan a los autónomos).
Epílogo
Así las cosas, gracias a oportunistas políticos de la talla
de Ferdinand Lassalle, la
historia del capitalismo ha demostrado que la burguesía pudo forjar su libertad
económica —es decir, el dominio de sus relaciones de propiedad— coqueteando con
la nobleza en las estructuras políticas de la sociedad conservadora feudal que
le precedió. El proletariado, en cambio, no logra hacer prevalecer las
relaciones sociales suyas propias, sin eliminar en ellas a la propiedad privada burguesa y a sus respectivos Estados
nacionales. Precisamente porque la forma
específicamente obrera de libertad política, le niega de hecho el
ejercicio de toda propiedad económica
privada. O sea, que a diferencia de la burguesía, que conquistó el
poder político después de minar durante años el poder económico de la nobleza
terrateniente, el proletariado no puede comenzar a revolucionar la base económica de la sociedad
capitalista, si antes no logra destruir
sus instituciones políticas. Las revoluciones del proletariado son,
pues, intentos políticos siempre económicamente prematuros, donde cada derrota
es, ni más ni menos que la expresión política de un todavía insuficiente
desarrollo de las fuerzas productivas. Así, en cada fracaso de la clase obrera
está la conciencia de sus propios límites; pero en el necesario esfuerzo de
autocrítica política teórica, se prepara su capacidad futura de hacer cada vez
menos prematuro su proyecto de conquistar la emancipación humana universal, sin privilegios políticos
para nadie:
<<Las revoluciones proletarias, como
las del Siglo XIX, se critican constantemente a sí mismas, se interrumpen
continuamente en su propia marcha, vuelven sobre lo que parecía terminado, para
comenzarlo de nuevo desde el principio, se burlan concienzuda y cruelmente de
las indecisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de sus primeros
intentos, parece que sólo derriban a su adversario para que éste saque de la tierra nuevas
fuerzas y vuelva a levantarse más gigantesco frente a ellas; retroceden
constantemente aterradas ante la ilimitada inmensidad de sus propios límites,
hasta que se crea una situación que no permite volverse atrás y las
circunstancias mismas gritan: ¡Demuestra lo que eres capaz de hacer!>>. (K.
Marx: “El 18 Brumario de Napoleón
Bonaparte” Cap. I).
¿Puede la estupidez política del proletariado actual
juzgarse, al margen de las condiciones embrutecedoras de vida y de trabajo a
las que ha venido siendo sometido por aquél capitalismo temprano hasta hoy,
incluyendo naturalmente las limitaciones de su vida política? Para contestar a
esta pregunta, otra vez aparece el problema de la división social entre teoría y práctica. Por ejemplo, al
describir los efectos del proceso laboral de transformación técnica y social a
que los simples artesanos medievales fueron sometidos por la burguesía
incipiente, comenzando por la cooperación en el trabajo, que se divide en distintas y sucesivas operaciones
a cargo de otros tantos obreros, hasta la aplicación del maquinismo industrial
que les limita y sustituye cada vez más, Marx dice que…:
<<Es un producto
de la división manufacturera del trabajo, el que las potencias intelectuales
del proceso material de la producción [contenidas en la maquinaria], se les contrapongan [a cada obrero] como propiedad ajena y poder que los domina.
Este proceso de escisión [entre teoría y práctica) comienza en la cooperación simple [entendida como una división del
trabajo productivo asalariado en distintas y sucesivas tareas individuales cada
vez más simples y rápidas], donde los
propietarios de los medios de producción frente a los obreros individuales,
representan la unidad y la voluntad [ajenas] que hacen al cuerpo social [colectivo] del trabajo [explotado]. Se
desarrolla en la manufactura, la cual mutila al trabajador haciendo de él un obrero
parcial [ejecutor reiterativo de un mismo y constante movimiento
corporal]. Esta división del trabajo
entre los obreros se consuma en la gran industria que separa del trabajo físico
a la ciencia [incorporada a los medios de trabajo], como potencia productiva autónoma que le
compele a servir al capital [representado en la maquinaria] (…) La reflexión y la imaginación están sujetas
a error, pero el hábito de mover la mano o el pie [repetida y
constantemente de la misma forma], no
dependen de la una ni del otro movimiento. Se podría decir así, que en lo
tocante a las manufacturas su poder consiste en desembarazarse de su espíritu,
de tal manera que se puede […] considerar al taller como una máquina cuyas
partes constitutivas son seres humanos [realizando las tareas más simples
dictadas por la maquinaria]. Es un hecho
que a mediados del Siglo XVIII, algunas manufacturas para ejecutar ciertas
operaciones —que pese a su sencillez constituían secretos industriales—,
preferían emplear obreros medio idiotas>>. (K. Marx: “El Capital” Libro I Cap. XII aptdo. 5:
“El carácter capitalista de la manufactura”. El subrayado y lo entre corchetes
nuestros).
Pues bien, esa inducida idiotez de la clase obrera en Alemania, empleada por
la burguesía empresarial en los procesos de producción material
semi-mecanizada, se ha trasladado a la vida política en el resto del mundo
facilitada por la más moderna “democracia”, donde el pueblo no delibera ni gobierna sino que es gobernado por representantes
políticos preparados ad hoc para ello en los aparatos ideológicos del Estado burgués, electos en
sucesivos comicios periódicos, en contubernio corrupto con los empresarios.
Teniendo en cuenta esta experiencia política —similar a la de Alemania en 1860
y coetánea a la del Risorgimento
italiano, cuando Antonio Gramsci
concluyó en que toda revolución proletaria en aquellos momentos, pasaba por
resolver el problema de la separación
entre teoría y práctica al interior del movimiento de la clase obrera,
pero que la dificultad para superar este divorcio entre los “hombres de acción” y los “hombres de la pluma”, no era
tanto un hecho atribuible a la presunta incapacidad de los intelectuales
revolucionarios para hacerse entender por el pueblo, sino al insuficiente desarrollo cultural de la
clase subalterna, fuertemente condicionada por la insuficiente fuerza productiva del trabajo en ese momento de
la historia de la acumulación capitalista y, al mismo tiempo, consecuentemente
por reflejos ideológicos contradictorios entre una estructura económica laboral
corporativa y feudal en franco trance de disolución, y otra sustituta puramente
capitalista que aún no acababa de imponerse por completo:
<169> Unidad de la teoría y de la práctica. El
trabajador medio opera prácticamente, pero no tiene una clara conciencia
teórica de este operar-conocer
el mundo; incluso su conciencia teórica puede estar “históricamente” en
contraste con su operar. O sea, él tendrá dos conciencias teóricas, una
implícita en su operar y que realmente lo une a todos sus colaboradores en la
transformación práctica del mundo [durante la producción], y otra “explícita” y superficial que ha heredado
del pasado. La posición práctico-teórica, en tal caso, no puede dejar de
volverse “política”, o sea, cuestión de “hegemonía” [que determina optar
por una de las dos conciencias]. La
conciencia de formar parte de la fuerza hegemónica (o sea la conciencia
política) de teoría y práctica, es la primera fase de una ulterior y progresiva
“autoconciencia”, o sea, de unificación de la práctica y la teoría. Tampoco la
unidad de teoría y práctica es un dato de hecho mecánico, sino un devenir
histórico, que tiene su fase elemental y primitiva en el sentido de
“distinción”, de “alejamiento”, de “independencia” [en el proceso
hegemónico de optar entre esas dos conciencias]. He ahí por qué en otra parte señalé que el desarrollo del concepto-hecho
de hegemonía, representó un gran progreso “filosófico” además de
político-práctico.
Sin embargo, en los
nuevos desarrollos del materialismo histórico, la profundización del concepto
de unidad entre la teoría y la
práctica no está más que aún en su fase inicial: todavía existen residuos de
mecanicismo. Se habla aun de la teoría como “complemento” de la práctica, casi
como accesorio, etc. Pienso que también en este caso la cuestión debe ser
planteada históricamente, o sea, como un aspecto de la cuestión de los
intelectuales. La autoconciencia [del proletariado como resultado de su
opción política hegemónica
entre las dos conciencias], significa
históricamente creación de una vanguardia de intelectuales; “una masa” no se
distingue y no se hace “independientemente” sin organizarse y no hay
organización sin intelectuales, o sea sin organizadores y dirigentes. Pero este
proceso de creación de los intelectuales, es largo y difícil como se ha visto
en otras partes. Y durante mucho tiempo, o sea, hasta que la “masa” de los
intelectuales no alcance una cierta amplitud [y proyección], esto es, hasta que las grandes masas no
alcancen un cierto nivel de cultura, [la teoría] aparece siempre como una separación entre los intelectuales [algunos
de ellos, o un grupo de ellos] y las
grandes masas: de ahí la impresión de “accesorio y complementario”. El insistir
en la “práctica”, o sea, después de haber, en la “unidad” afirmada, no
distinguido sino separado la práctica de la teoría (operación puramente
mecánica), significa históricamente, que la fase histórica es aun relativamente
elemental, es todavía la fase económico-corporativa [prerrevolucionaria], en la que se transforma el cuadro general
de la “estructura” [todavía vigente]>>. (Antonio
Gramsci: “Cuadernos de la Cárcel”. Vol. 3 Cuaderno
8. 1931-1932. Miscelánea y apuntes de filosofía III. Ed. Era/1985. Parágrafo
169 Pp. 300. El subrayado y lo entre corchetes nuestro. Versión
digitalizada Ver Pp. 300. Copia fiel)
Y el caso ahora mismo es, que la humanidad vuelve a estar en
las mismas circunstancias económicas y sociales críticas terminales del
sistema, Pero esta vez y dado que durante todo el tiempo transcurrido —la propiedad privada y su
consecuente competencia intercapitalista, han venido determinando la creciente
sustitución de trabajo vivo explotado por automatismos mecánicos—, lo cual
derivó en la paulatina disminución de las ganancias crecientes a la vez que
dejaba buena parte de los asalariados del Mundo en la miseria más absoluta,
hasta dejar al sistema capitalista una vez más sin sentido de seguir
existiendo. Pero lo peor es que bajo tales condiciones terminales del sistema,
la competencia interburguesa entre
países tampoco ha dejado de existir sino que arrecia el consecuente desarrollo científico-técnico
incorporado a los instrumentos bélicos, de modo tal que todos los habitantes del Planeta
pasamos a estar amenazados, por la guerra nuclear y su llamada doctrina
de la destrucción mutua asegurada, capaz de lograr que
desaparezca todo rastro de vida humana sobre la faz de la Tierra. Al mismo
tiempo que muy alegremente triunfa en la juventud del mundo entero, la última y
más embrutecedora tecnología precursora del entretenimiento, a
instancias de los llamados “pokémons” y demás estupideces inducidas por los medios privados y públicos de
comunicación, incorporadas
a los teléfonos móviles.
Un sistema en el que la irrisoria
minoría de los medianos y grandes
empresarios en corrupto contubernio con sus colegas políticos
institucionalizados en cada país, ambas partes predominantes
constitutivas en sus respectivos Estados nacionales hasta el día de hoy, han
venido falsariamente llenándose los bolsillos al tiempo que abren la boca para exaltar al humanismo,
la paz y la no violencia, plenamente conscientes de que
la propiedad privada sobre los medios
de producción y el dinero bancario, han sido y son las dos condiciones económicas existenciales
del capitalismo —tan explotador como beligerante desde sus mismos orígenes—,
y que como tales farsantes que son ellos mismos han sido
quienes férreamente unidos en torno a sus mutuos intereses personales y de
partido, que así nos siguen gobernando abrazados a la defensa incondicional del sistema ocultando deliberadamente la
verdad de esta realidad, a la vez que usurpan en los hechos aquellas tres virtudes humanas
teologales por la cuenta que les trae. ¿Queremos seguir tan ciega como irresponsablemente tolerando la existencia
del capitalismo? Pues, ¡¡TOMA CAPITALISMO!! Que a fuerza de sufrir sus inevitables consecuencias los explotados
lleguemos a saber lo que es necesario hacer, y así será inevitable que ocurra.
Tal como así lo dejaran negro sobre blanco Marx y Engels dirigiéndose muy
especialmente a la clase burguesa dominante y, por
necesaria extensión, a la clase subalterna obrera en noviembre de 1847:
<<…Os aterráis de que queramos abolir
la propiedad privada [burguesa]. Pero, en vuestra sociedad
actual, la propiedad privada está abolida para las nueve décimas partes de sus
miembros [de condición social asalariada]; precisamente porque [la
propiedad capitalista sobre los medios de producción y el dinero bancario] no
existe para esas nueve décimas partes. Nos reprocháis, pues, el querer abolir
una forma de propiedad que no puede existir, sino a condición de que la inmensa
mayoría de la sociedad sea privada de propiedad [la que vosotros
usufructuáis].
En una
palabra, nos acusáis de querer abolir vuestra propiedad. Efectivamente
eso es lo que queremos.
Según vosotros, desde el momento en que el
trabajo no puede ser convertido en capital, en dinero, en renta de la tierra,
en una palabra, en poder social susceptible de ser monopolizado; es
decir, desde el instante en que la propiedad personal no puede transformarse en
propiedad burguesa, desde ese instante la propiedad queda suprimida.
Reconocéis, pues, que por personalidad no
entendéis sino al burgués. Y esta personalidad ciertamente debe ser suprimida.
El comunismo no arrebata a nadie la
propiedad de apropiarse de los productos sociales; no quita más que el
poder de sojuzgar por medio de esta apropiación el trabajo ajeno.
Se ha objetado que con la abolición de la
propiedad privada [capitalista] cesaría toda actividad
y sobrevendría una indolencia general.
Si así fuese, hace ya mucho tiempo que la
sociedad burguesa habría sucumbido a manos de la holgazanería, puesto que en
ella los que trabajan no adquieren y los que adquieren no trabajan. Toda
la objeción se reduce a esta tautología: no hay trabajo asalariado [explotado] donde no hay capital.
Todas las objeciones dirigidas [por la burguesía] contra el modo
comunista de apropiación y de producción de bienes materiales, se hacen
extensivas igualmente respecto a la apropiación y a la producción de los
productos del trabajo intelectual. Lo mismo que para el burgués la desaparición
de la producción [capitalista] de clase [burguesa dominante] equivale
a la desaparición de toda producción, la desaparición de la cultura de [esa]
clase significa para él la desaparición de toda cultura.
La cultura [burguesa] cuya pérdida deplora, no es para la
inmensa mayoría de los seres humanos [explotados] más que el
adiestramiento que los transforma en máquinas.
Mas no discutáis con nosotros mientras
apliquéis a la abolición de la propiedad burguesa el criterio de vuestras
nociones burguesas de libertad, cultura, derecho, etc. Vuestras ideas son productos de las relaciones de producción y
de propiedad burguesas, [tanto] como vuestro
derecho no es más que la voluntad [dictatorial] de vuestra clase
erigida en ley; voluntad cuyo contenido está determinado por las
condiciones materiales de existencia de vuestra clase [dominante].
La concepción interesada que os ha hecho
erigir en leyes eternas de la Naturaleza y de la Razón, las relaciones sociales
dimanadas de vuestro modo de producción y de propiedad —relaciones históricas
que surgen y desaparecen en el curso [histórico]
de la producción—, la compartís con todas las clases dominantes hoy
desaparecidas. Lo que concebís para la propiedad antigua [esclavista y
feudal, su existencia transitoria], no os atrevéis a concebirlo para la
propiedad burguesa [a la que consideráis eterna]…>>. (K.
Marx-F. Engels: “Manifiesto del Partido
Comunista”. Noviembre de 1847. Ed.
L’eina. Cap. II: Proletarios y Comunistas. Pp. 50. El subrayado y lo
entre corchetes nuestro. Confrontar con Versión
digitalizada. Parágrafo 25 a
35].
GPM.