Tasas de
interés negativas y recesiones terminales del capitalismo
El pasado día 16 de junio a las 21:17 Hs.,
Jorge escribió:
Buenas noches. Agradecería si dispusieran Uds. de algún
texto teórico acerca de las llamadas “tasas de interés negativo”. Saludos
Cordiales.
El día 27 de junio a las 11:07 Hs. El GPM escribió:
Estimado compañero Jorge:
Para
comprender la problemática de las tasas
de interés negativas, es necesario empezar por saber qué es un banco
central. Son instituciones financieras de carácter estatal, cuya función
principal es controlar la política monetaria de un
país, o de un grupo de países que forman parte de una misma unidad económica —como
es el caso de la CEE—, encargadas, además, de administrar y emitir la moneda de
cada país o comunidad de países.
Los bancos centrales también se
caracterizan, por el hecho de que no sólo están en una simple relación
clientelar con personas y empresas privadas. Representan a su Estado nacional
respectivo y se relacionan con los demás bancos privados comerciales, que depositan
dinero en sus cuentas y realizan transacciones financieras a través de ellos. Su
responsabilidad pasa por administrar los flujos de dinero para contribuir al normal
desenvolvimiento de la actividad económica, mantener el equilibrio financiero
del sistema capitalista y preservar el valor de la divisa a su cargo en
relación con las demás en el Mundo.
Ahora bien, según hemos reiterado en
explicar, siguiendo a Marx, la producción
de riqueza es un ámbito de la actividad económica y los negocios, donde
bajo condiciones normales todas
las empresas que intervienen ganan,
aunque unas más que otras según la masa
de capital con que cada una participa en la común tarea de explotar
trabajo ajeno. Y en lo que respecta a las crisis y consecuentes recesiones
económicas periódicas —típicas del capitalismo—, también hemos explicado que son
el resultado de la explotación de trabajo ajeno a instancias de la creciente productividad
científico-técnica contenida en o incorporada a los medios materiales de
producción utilizados para tal fin y que, al sustituir progresivamente trabajo
asalariado, las ganancias del capital aumentan sucesivamente cada vez menos, hasta que dejan
de compensar el gasto en producirlas, lo cual provoca la semi-parálisis del
aparato productivo, es decir, lo que se conoce por “recesión” económica.
Tal como la palabra
lo indica, “recesión” significa retroceder, expresión que en economía
política se traduce por una determinada disminución de la actividad industrial
y comercial, a raíz de una desinversión
de dinero adicional en medios de producción y salarios, porque las
menguantes ganancias no resultan rentables. Es ésta una previsión que, a su
vez, determina una retracción
de la demanda de dinero a crédito para fines productivos. Pero, ¿dónde va a
parar ese dinero adicional que huye de la producción y, sin embargo, no deja de
utilizarse para fines gananciales? A la especulación
pura y dura. Donde al contrario de lo sucedido en el ámbito de la
producción, lo que unos capitalistas ganan,
otros lo pierden. Es un negocio llamado “de riesgo”, que junto con el
de la explotación de trabajo ajeno hace a la distribución desigual de la riqueza en la sociedad. Al día
de hoy, casi la mitad de la riqueza mundial, el 46%, que asciende a 110
billones de dólares, está en manos de sólo el 1% de la población mundial. Una
cifra 65 veces
mayor que el total de la riqueza que posee la mitad más pobre de la población
mundial.
Y a raíz de la competencia intercapitalista rapiñosa de tal minoría social,
en pugna por acaparar esa riqueza, desde el año 2000 los
conflictos armados en el Mundo no han hecho más que multiplicarse, de norte a
sur y de Oriente a Occidente. Al mismo tiempo que la masa de dinero especulativo
circulante, independizado de la
producción, ha llegado a exceder 40 veces el valor de la riqueza material
en el Planeta.
¿Dónde acaba finalmente
la ganancia acumulada de ese dinero especulativo excedentario, que los agraciados especuladores obtienen
a expensas de otros, invirtiendo en los mercados de riesgo? En los bancos,
naturalmente. Así las cosas, los llamados intereses
negativos que hoy están cobrando los bancos centrales, no tienen nada que ver con el dinero
adicional que demandan las empresas industriales bajo condiciones normales,
para invertirlo en la producción con fines gananciales. Un dinero que ya no
está a disposición de los capitalistas productores porque desapareció la gallina de los huevos de oro. Las
tasas de interés negativas son un impuesto
al dinero que los especuladores con suerte ganan y depositan en sus
cuentas corrientes de los bancos comerciales y, estos últimos, en los bancos
centrales. ¿Cuál es, pues, la finalidad del interés negativo? Penalizar el acto
de sustraer dinero del ámbito de la producción, para invertirlo en la
especulación. O sea, que es una iniciativa de política financiera de carácter impositivo, para los
fines de desalentar los negocios de riesgo induciendo a la inversión productiva,
para recuperar la economía en tiempos de recesión:
<<Prácticamente todo escolar conoce
las reglas básicas del ahorro: poner el dinero en un banco para que rinda
intereses, que son pagados por el banco (al depositante) gracias al dinero que (a su vez el
banco en cuestión) gana por prestarlo a
otros (cobrando una tasa de interés más alta). Así de simple.
Por lo menos lo era. Ahora las cosas están cambiando, debido a que un mayor número de bancos centrales empiezan a cobrar, en lugar de pagar, a los que hacen depósitos en estas instituciones. En teoría, se trata sólo de un paso más entre los muchos intentos, para sostener el crecimiento económico abaratando la contratación de préstamos (para fines estrictamente productivos) o alentando a aquellos que tienen dinero en efectivo, a gastarlo (comprando productos o servicios) en lugar de guardarlo. Sin embargo, nadie sabe precisar cuál es el volumen de estas tasas “negativas”, y hay quienes se preguntan si una política de este tipo produciría el efecto contrario al deseado>>. (El subrayado y lo entre paréntesis nuestros)
¿Podemos
esperar que las tasas de interés negativo logren reactivar el aparato
productivo hasta el extremo de superar la actual recesión? Según dejara dicho
el célebre teórico liberal-burgués Milton
Friedman, premio nobel de
economía en1976 y nada sospechoso de ser un marxista:
<<La "responsabilidad” [de los ejecutivos de las
empresas]... por lo general será producir tanta ganancia como sea posible
observando las reglas básicas de la sociedad, tanto las que están contenidas en
las leyes como aquellas en las costumbres éticas (leyes y costumbres
basadas en la consagración del egoísmo personal de la propiedad privada)>> (“The New York Times Magazine” 13/09/1970).
Friedman
también expresó allí que:
<<….las únicas entidades que pueden
tener responsabilidades son los individuos... Una empresa no puede tener
responsabilidades. Por lo tanto la pregunta es: ¿Es que los ejecutivos
empresariales, siempre y cuando cumplan con las leyes, tienen otras
responsabilidades por las actividades empresariales además de maximizar la
ganancia para sus accionistas? Y mi respuesta es que, no, ellos no la
tienen." Un relevamiento realizado el año 2011 en diversos países, reveló
que los niveles de aceptación para dicho punto de vista fue del 30% al 80%
entre el "público informado">> («The Social
Responsibility of Business is to Increase Its Profits». El subrayado nuestro).
Y si tal como por “gallina de los
huevos de oro”, entendemos aquí al trabajo
asalariado, que durante cada jornada de labor convierte partes
alícuotas sucesivas de salario en plusvalor, es decir, ganancia que se embolsan los capitalistas industriales a
cambio de nada, pues estamos hablando de un proceso de transformación medido en términos de valor económico, es decir, maximización de ganancias que se
prolonga hasta que, por efecto del sucesivo desarrollo científico-técnico
incorporado a los medios materiales de producción, agota sus posibilidades gananciales dejando prácticamente
sin sentido al sistema de explotación capitalista. Así las cosas, ninguna tasa de interés negativo
aplicada por cualquiera sea el banco central que así lo decida en el mundo, puede
revertir la tendencia
histórica objetiva del sistema a su agotamiento
y práctica desaparición. ¿Por qué? Pues precisamente porque siendo la maximización de las ganancias el
único estímulo y la fuerza económica que mueve a la producción de riqueza material explotando
trabajo ajeno, resulta que según progresa el desarrollo científico incorporado a los medios técnicos, que
remplazan trabajo asalariado, esa fuerza del capital productivo se debilita hasta la extenuación.
Pues bien, a este límite absoluto llegó el sistema capitalista tras el
estallido en 1929 de la gran crisis
aquél “jueves negro” el 24 de
octubre, que fue sucedida por una profunda recesión
económica terminal de la sociedad burguesa. Pero que ante la falta de conocimiento, conciencia y
organización de los explotados, la gran burguesía de entonces pudo
superar ese límite a la producción —que el propio sistema capitalista se puso a
sí mismo—, provocando la mayor destrucción de riqueza y vidas humanas hasta
entonces conocida, durante la Segunda Guerra Mundial entre 1939 y 1945. Circunstancia
ésta, LA ÚNICA POSIBLE para
la burguesía, que permitió al sistema
retroceder hacia condiciones
económicas anteriores, prolongando así su existencia y la de los
capitalistas como clase dominante.
Finalmente y a la vista de estos
aleccionadores antecedentes, cabe preguntar a los miles de millones de
asalariados que habitan el Planeta Tierra, cuántos son los millones de ellos que
todavía ignoran las verdaderas causas
de aquellos terribles acontecimientos. Más aun teniendo en cuenta, que tales
causas son las mismas que hoy vuelven peligrosamente a orientar el curso de la
humanidad por el mismo derrotero. Si ya es un crimen de lesa humanidad el
régimen de miseria y explotación al que los asalariados son sometidos en épocas
de recesión, qué decir de lo que se hace con su tiempo libre, adecuándolo a los
fines del puro entretenimiento embrutecedor. Hasta el punto, por ejemplo, de inducirles
a que sepan manejar al dedillo —y nunca mejor dicho— teléfonos móviles cada vez
más complicados, logrando así que permanezcan embobados y por completo ajenos e
indiferentes a su propia realidad social, incluyendo las apocalípticas acechanzas
de la devastadora capacidad nuclear en una posible tercera guerra mundial. Ignorando
incluso lo previsto por la doctrina de
la destrucción mutua asegurada. ¿Quién dijo que la “democracia representativa” es la
dictadura de la burguesía? ¿Será cierto eso de que esta clase social cualquiera
sea su rango, es la más inescrupulosa, taimada, beligerante, corrupta y
genocida que ha existido en toda la historia? ¿Y qué decir de los políticos profesionales institucionalizados, todos
ellos hechos por el mismo sistema a imagen y semejanza suya?
Al mismo tiempo que a la nuestra, con este trabajo esperamos agradecidos
haber aportado a su legítima y valiosa inquietud por el conocimiento de la
verdad, único y exclusivo requisito para que la humanidad pueda vivir por fin en
paz y libertad.
Un abrazo: GPM.