04. Lo que todo asalariado
debiera saber y difundir….
…en lugar de limitarse a envilecer su espíritu con los estúpidos jueguitos electrónicos de los móviles, las
drogas y la industria del espectáculo…
Salario real y salario relativo
El salario real es el sueldo en metálico que perciben
mensualmente los empleados, dividido por la suma de los precios que conforman
la canasta familiar. Y la participación de ese salario en el reparto de la
riqueza, es inversamente proporcional a la plusvalía que mes a mes acumulan los
capitalistas; de lo cual resulta el llamado salario relativo. El límite mínimo que el capitalista
debe invertir en salarios, está determinado por el mínimo histórico de los
medios de vida que cada obrero necesita diariamente, para reproducir la fuerza de trabajo
que gasta durante cada jornada de labor —en condiciones de uso productivo óptimo—
así como para el mantenimiento de su prole. Necesidades que varían en cada
momento y lugar. En cuanto al límite
máximo del salario, también está objetivamente
determinado, ya que cualquier aumento salarial sólo es posible, en
tanto y cuanto no disminuya la masa de ganancia hasta un punto, en que a los
capitalistas no les resulte redituable y se vean obligados a desinvertir en
salarios generando paro.
Dicho esto con más precisión la cosa
se explica así: el incremento de los salarios
reales encuentra su límite máximo, en el mínimo plusvalor que garantiza
la rentabilidad del capital invertido por los patronos capitalistas, mientras
que el mínimo salario relativo
está determinado por el costo laboral de obtener el mayor rendimiento del
trabajo. Entre estos dos límites queda fijado el campo de la lucha entre las dos clases sociales
universales por la participación en la productividad del trabajo y la riqueza
resultante dentro del sistema
capitalista. Teniendo en cuenta todos estos elementos, comprobaremos siguiendo
a Marx, que durante cada jornada de labor, el valor retribuido de la fuerza de
trabajo y la plusvalía, fluctúan dentro de unos márgenes estrictamente acotados que no dependen de la voluntad de
nadie. Si al analizar esta realidad nos salimos de tales márgenes, estaremos
violando ilusoriamente las leyes objetivas
del sistema capitalista, de modo que los resultados a que lleguemos serán
engañosos, totalmente faltos de veracidad científica.
Un procedimiento para aumentar la
plusvalía capitalista, consiste en extender la jornada de labor haciendo
trabajar al obrero en cada jornada durante más tiempo, a cambio del mismo
salario. A esta forma de aumentar la producción de plusvalía se la denomina plusvalía absoluta, porque crece
respecto de sí misma, independientemente del tiempo de trabajo que crea valor equivalente
al salario. Dicho de otra forma, consiste en trabajar más tiempo a cambio del
mismo salario. En la etapa infantil o
temprana del capitalismo, bajo condiciones en que el desarrollo técnico
y la productividad del trabajo aumentaban lentamente, los noveles patronos capitalistas
sólo podían aumentar sus ganancias haciendo trabajar a sus empleados durante
más horas, o bien aumentando el número de éstos, es decir, que el incremento de
la plusvalía total se conseguía como consecuencia de la extensión de la jornada total
colectiva de los asalariados.
Pero a partir de determinado
momento, según fue avanzando el
progreso científico técnico inducido por la competencia
intercapitalista incorporado a los medios de trabajo, se hizo posible, también,
la aplicación de métodos no ya extensivos sino intensivos para aumentar la producción de plusvalía,
consiguiendo que el trabajo del obrero produzca más valor en la misma unidad de tiempo utilizando
más eficaces y costosos medios de producción. A esto Marx le llamó plusvalía relativa.
El progreso de las fuerzas
productivas —su mayor eficacia— tiene, pues su fundamento, en utilizar más
eficaces medios técnicos para conseguir que la fuerza de trabajo colectiva produzca
más riqueza o valor por unidad de tiempo o, lo que es lo mismo, que cada
operario mueva más medios de trabajo simultáneamente. Pero tal proceso no tiene
su origen en el ámbito de la producción sino en el mercado, donde los
capitalistas compiten ofreciendo sus productos en términos de costes, calidad y
precios, cada uno procurando para sí acaparar una cuota parte mayor en el
reparto del plusvalor global producido. Un fenómeno que tiene su efecto en la
productividad del trabajo y se traduce en un descenso del valor incorporado a cada unidad de mercancía creada,
ya que ese valor está determinado por el tiempo de trabajo socialmente
necesario para producirla[1].
Una de las consecuencias de la mayor productividad del trabajo, es que las
mercancías que cada asalariado necesita para vivir se obtengan en cada vez menos
tiempo y se abaraten sin perjuicio de su calidad, de lo cual resulta que la
fuerza de su trabajo se desvalorice en igual medida que los medios de vida
necesarios para reproducirla y, por tanto, la ganancia de los patronos aumente.
Este método descrito hasta aquí llamado plusvalía
relativa, es uno de los dos procedimientos determinados por el sistema
capitalista para aumentar la ganancia y, por tanto el capital global en
funciones.
Bajo estas condiciones proyectadas a
todas las ramas de la industria, el poder adquisitivo de los salarios tiende a aumentar
porque las mercancías que componen la canasta familiar de los asalariados también
se abaratan. Y dado que estamos hablando del capital global y de precios
promedio, si los salarios nominales se mantuvieran constantes sin otra
contrapartida que les afecte, el progreso en la productividad del trabajo
beneficiaría exclusivamente a los asalariados. Pero como no estamos en el
socialismo sino en el capitalismo, los capitalistas presionan con el paro
derivado del progreso técnico que expulsa
mano de obra sustituida por medios de producción eficaces, lo cual determina
que un cada vez menor número
de operarios pongan en movimiento un mayor número de ellos. El resultado de
esta movida es que la sustitución de mano de obra por maquinaria crea un exceso de oferta en el mercado
de trabajo, presionando a la baja el precio de los salarios, hasta
alcanzar el mínimo posible, al
mismo tiempo que aumenta el ritmo del trabajo impuesto en las fábricas por la
más acelerada cadencia de la maquinaria entre una operación y la siguiente, y
así hasta lograr que el gasto en
trabajo físico y mental del obrero, alcance el límite máximo posible de rendimiento al menor coste, de lo
cual resulta que los capitalistas reditúan el máximo posible de plusvalor. En
estos términos entre el capital y el trabajo sigue planteada la lucha económica de clases en
nuestros días.
La lógica impulsora del desarrollo técnico bajo el
capitalismo, consiste, pues, en utilizar sucesivamente más eficaces medios de producción de modo tal que aumente la
productividad del trabajo y se abarate el valor del salario, es decir la parte pagada de la jornada total
del obrero. Así, una parte cada vez
mayor de la jornada de labor diaria se dedica a producir plusvalor que se apropian los
capitalistas, a cambio de un salario cada vez más reducido sin perjuicio de su
poder adquisitivo. Cuando Marx hablaba de la depauperación del
proletariado, implícitamente se estaba refiriendo a que el salario relativo, es decir, la relación existente entre lo
recibido por cada obrero en concepto de salarios y la totalidad del valor
incorporado a las mercancías creadas por él mismo en cada jornada de labor completa, disminuye a medida que
aumenta la eficacia productiva de su trabajo:
<<El
punto esencial en este proceso es la relación entre lo que produce el
trabajador y lo que le es pagado, ambos medidos en valor real. En cuanto que el
contrato de trabajo es "libre", lo que el trabajador recibe (en
concepto de salario) está determinado no
por el valor real de los bienes que produce, sino por sus necesidades
mínimas y por la demanda de los capitalistas de fuerza de trabajo en
relación con el número de trabajadores compitiendo por trabajar (con medios
más eficaces y a ritmos cada vez más rápidos). Es importante entender que incluso en teoría el salario del
trabajador no está determinado por el valor de su producto (sino por el
mínimo que él y su familia necesitan para vivir. Y a semejante situación tiende
objetivamente el capitalismo a instancias de la ley del valor)>>. (A. Einstein: “Por qué el socialismo”. El subrayado y
lo entre paréntesis nuestro).
Este pasaje de la obra de Einstein da pie para suponer que probablemente haya leído la parte de los “Grundrisse” (Fundamentos) que Marx escribió entre 1857 y 1858, donde demuestra matemáticamente la tendencia al derrumbe económico del capitalismo como consecuencia del incesante desarrollo tecnológico que deja sin sentido de oportunidad la conversión de salario en plusvalor Una simple tendencia que no se puede consumar sin la intervención política revolucionaria del proletariado. Cfr. con la versión castellana editada por Siglo XXI en Tomo I Cuaderno III Pp. 168 a 172.
Sintetizando ese trabajo de Marx, decir que para
una mejor comprensión de lo expuesto hasta aquí, podríamos representar la
jornada de labor en un segmento, donde, por ejemplo, la mitad represente al
tiempo de trabajo de cada jornada equivalente al salario diario[2],
y la otra mitad al tiempo de trabajo
excedente o plusvalía. Si como consecuencia de una mayor productividad
del trabajo lo mínimo que el obrero necesita para vivir se obtiene en un menor
tiempo de trabajo necesario, la consecuencia inevitable será que crezca la
parte de cada jornada en la que el asalariado crea plusvalía que se apropian
los patronos. Así, la plusvalía aumenta respecto al trabajo equivalente al
salario. Por eso Marx la denominó plusvalía
relativa, porque según aumenta la productividad crece más respecto al
trabajo equivalente al salario, es decir, aumenta a expensas de él. Aun cuando
el poder adquisitivo del salario se mantenga constante, a raíz de que la
productividad del trabajo también abarata en la misma proporción las mercancías
que conforman la canasta familiar del obrero. Donde el aumento de la plusvalía relativa —basada en la mayor
intensidad del trabajo— no excluye a la plusvalía absoluta, basada en la
extensión de la jornada de labor; pudiendo hasta cierto punto aplicarse
las dos simultáneamente al mismo proceso productivo[3].
En fin, que al aumentar la plusvalía aumenta la tasa de explotación, aunque el salario
del obrero conserve el mismo poder adquisitivo.
Históricamente el salario real
o poder adquisitivo de la fuerza de trabajo, ha ido en aumento, es decir que la
canasta básica fue creciendo
paulatinamente. El capital ha cumplido una función progresiva en la medida que
ha posibilitado la tendencia al aumento del salario real, aunque paradójicamente el salario relativo haya disminuido. Esto ha sido factible
gracias a que el aumento en la plusvalía relativa posibilitó al capital
compartir con la clase obrera una porción del segmento abatido por el aumento
en la productividad del trabajo, siempre que ese reparto sea compatible con la
tasa de ganancia. Así, el incremento de los salarios reales encuentra su límite
máximo, en el mínimo plusvalor que deja de justificar la inversión de capital
para producirlo, mientras que el máximo plusvalor encuentra su límite, en el
deterioro físico del obrero que malogra la productividad potencial contenida en
los medios de trabajo. Entre estos dos límites queda fijado el campo de la lucha
por la participación en la productividad del trabajo entre las dos clases
sociales del sistema capitalista.
En una situación con tendencia
sostenida al alza en la tasa de ganancia, la inversión en capital fijo y
circulante aumenta, el paro remite ante la consecuente mayor oferta de empleo y
el capital está —aunque no predispuesto— sí en condiciones económicas de ceder
mejoras a los trabajadores, una participación en el progreso de la fuerza
productiva del trabajo. En tales circunstancias, esas mejoras se vuelven
realmente posibles dentro del sistema. Aun cuando no de modo automático o
mecánico, esta situación objetiva acaba por trasladarse al plano subjetivo, en
las empresas y en los sindicatos; los asalariados se ven estimulados a luchar
por mejorar su salario relativo y sus demandas se traducen así necesariamente
en conquistas: El salario relativo de los trabajadores aumenta históricamente
(por encima de los niveles anteriores, porque el desarrollo de la fuerza
productiva lo permite) aun cuando lógicamente menos que la ganancia del capital.
En el punto más alto de la fase
expansiva, e inmediatamente después de la crisis, cuando la economía
capitalista entra en la onda de crecimiento lento y buena parte del capital
adicional comienza a ser expulsado de la producción porque la ganancia prevista
no compensa su inversión. Es entonces
cuando el paro aumenta en la misma proporción en que el crecimiento de la
inversión se retrae. Es el momento en que la patronal inicia su ofensiva sobre
las condiciones de vida y de trabajo de los asalariados, que así inevitablemente
pierden las conquistas logradas con sus luchas durante la fase anterior de
crecimiento acelerado. El descenso de la tasa de ganancia y la consecuente desinversión
productiva en medios técnicos y fuerza de trabajo—, provocan un exceso de
oferta neta de todos los componentes del capital, incluida la fuerza de
trabajo, que así se desvalorizan, al tiempo que el crecimiento del paro favorece la super-explotación del trabajo y el consecuente incremento
del plusvalor por la vía no ya del
aumento en la productividad sino del descenso de los salarios reales y el correspondiente deterioro de su poder adquisitivo,
es decir, la pauperización absoluta
de los asalariados. Así las cosas y como resultado de todos estos movimientos, la
tasa de ganancia comienza a aumentar y el proceso
de acumulación de capital inicia un nuevo ciclo periódico en su fase de recuperación, con una mayor capacidad técnica incorporada
a los medios de producción que al
inicio del ciclo periódico anterior. O sea, con una composición orgánica más alta como relación económica entre la inversión dineraria
en medios técnicos y la masa de operarios contratada; relación de valor que no deja de aumentar como
condición del incremento en la productividad del trabajo. Lo cual determina que
el plusvalor aumente cada vez menos respecto de los costes de producirlo en
todas las ramas de la industria. O sea que la Tasa General de Ganancia como
relación entre los ingresos en ganancias y los costes de producirla disminuye, reproduciendo
así las mismas condiciones que conducen a nuevas crisis.
Así, según esta deriva del sistema
evoluciona entre sucesivos ciclos (de crisis, depresión, recuperación y
expansión), llega un momento en este proceso, donde la acumulación del capital
global alcanza su máximo grado, es decir, el fenómeno que Henryk
Grossmann dio en
llamar “sobresaturación de capital”; una situación a la que se llega cuando la productividad
técnica contenida en los medios de producción movidos por el trabajo humano
contratado, agota la magnitud del salario colectivo
para los fines de su conversión en plusvalor.
En este trance las dificultades de la burguesía para continuar el proceso de
acumulación de capital apelando al progreso técnico se acrecientan, dado que el
límite físico de la jornada
laboral media —que naturalmente no puede sobrepasar las 24 horas de cada día— a
medida que el progreso de las fuerzas
productivas determina el aumento en la composición técnica y orgánica
del capital[4].
Esto supone que el número de
asalariados empleados desciende
cada vez más respecto de los
medios técnicos que pone en movimiento, de modo tal que así, el aumento del
plusvalor relativo tiende a ser
también cada vez menor, porque crece a expensas de una magnitud fija que es la jornada
de labor.
Dicho de otra forma: según el progreso técnico se va
incorporando al mayor volumen
de medios de producción movilizados por un cada
vez menor número de asalariados, el margen de ganancia posible bajo tales condiciones se ve inevitablemente reducido y
cada vez más, con tendencia objetiva a provocar el colapso del sistema:
<<Una vez que se ha visto
claro en estas interconexiones internas, cualquier creencia teórica en la
necesidad peramente de las condiciones existentes se derrumba ante el colapso
práctico. Las clases dominantes, pues, tiene así en este caso un interés absoluto
en perpetuar esta confusión y esta vacuidad de ideas. De otro modo ¿por qué se
les pagaría a estos sicofantes charlatanes, que no tienen más
argumento científico que el afirmar que en Economía Políticas está
terminantemente prohibido pensar?>>
Los actuales “catedráticos” en economía
aplicada que medran viviendo de lo que viven, deben saber a qué sicofantes
charlatanes se refirió Marx en este pasaje de su carta a Ludwig Kugelmann
el 11 de julio de 1868. Y recordar que en este contexto del pensamiento de
Marx, estamos hablando no de capitales particulares sino del capital social global. Así, de
lo anterior se deduce que para recuperar la tasa de ganancia según se pasa
de la fase depresiva de un ciclo de los negocios a la recuperación en el siguiente,
el precio de la fuerza de trabajo debe descender cada vez más por debajo de
los niveles históricos de su valor, con tendencia a alcanzar el mínimo de
subsistencia. Dicho de otro modo, entre el nivel salarial alcanzado en el
punto más alto de cada fase expansiva y el nivel más bajo que corresponde
a la fase depresiva inmediatamente antes de iniciada la recuperación del ciclo
siguiente, esa diferencia en pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores
debe ser sucesivamente creciente.
Todo esto significa, como acabamos
de ver, que teniendo en cuenta estos
dos límites mencionados del salario relativo máximo y mínimo,
el progresivo aumento de la relación entre lo que se invierte en materias
primas, materias auxiliares, maquinaria etc., es decir, medios de producción (MP), respecto de lo invertido en salarios o
fuerza de trabajo (FT), queda objetivamente determinado por
el correlativo incremento cada vez
más menguante del plusvalor con tendencia objetiva al cero absoluto. Situación
que acontece cuando toda la
producción se automatiza[5].
Así, la acumulación de capital que se procesa convirtiendo salario en
plusvalor, tiene que llegar necesariamente
a un punto, en el que no puede proseguir sin anular la participación del
trabajo en la productividad, es decir, que el salario real tiene que reducirse necesariamente hasta el
mínimo histórico del salario relativo, entendido como la participación de los
trabajadores en el producto de su trabajo que exceda al mínimo físico de
subsistencia. Llegado a este punto, el capital deja de cumplir la función
progresiva que justifica a la burguesía como condición de clase dominante. Porque
el salario deja de ser la fuente del plusvalor que es la razón de ser de los
capitalistas.
En síntesis, según avanza el proceso
histórico de la acumulación capitalista, para salir de cada depresión los
ataques del capital sobre las condiciones de existencia de los asalariados
deben ser cada vez más formidables, y el salario relativo cada vez menor, al
tiempo que mayor la intensidad y, eventualmente, la extensión del tiempo al que
son sometidos en el trabajo. La prueba está en que durante los últimos treinta
años, las condiciones de vida y de trabajo del proletariado mundial respecto de
las condiciones de vida de la burguesía, no han hecho más que deteriorarse, lo cual
ha venido determinado por la cada vez más desigual participación relativa del
proletariado en el reparto de la riqueza.
Ahora bien, los ataques de la
burguesía en la fase depresiva de cada ciclo periódico, no se producen de forma
brusca y brutal, sino paulatina; las vueltas de tuerca que la patronal ejecuta
sobre la tasa de explotación se extienden en el tiempo según se reconstruye el
ejército industrial de reserva (paro) que regula el nivel de los salarios, en
este caso siempre a la baja, así hasta que el salario relativo desciende —según
aumenta el paro— hasta alcanzar la medida que provoca un descenso en los salarios reales, o cambio
cualitativo cada vez más a la baja en las condiciones de vida de los trabajadores.
Esa medida llega a su límite bajo
condiciones pacíficas, cuando los trabajadores se niegan a seguir aceptando recortes en las condiciones de
vida y de trabajo, y la patronal no
puede evitar imponerlas, porque el insuficiente nivel de la tasa de ganancia
le obliga a ello. En tales circunstancias, esas luchas económicas defensivas se
trasladan inmediatamente del terreno económico al terreno político, en tanto
esa disputa por el salario relativo —como bien decía Rosa
Luxemburgo— constituye
objetivamente un "asalto subversivo
al carácter mercantil de la fuerza de trabajo" (Marx). En tales
circunstancias, estas luchas configuran una perspectiva con vistas a una
inevitable situación revolucionaria. Esta perspectiva es la que estuvo a la
orden del día en numerosos países imperialistas y dependientes durante la
década de los setenta y ochenta, tras el comienzo, en 1968, de la onda larga
depresiva que siguió a la expansión de posguerra, y que la burguesía no acaba
de superar todavía.
Desde principios del siglo pasado y como consecuencia de una
acumulación de contradicciones de tal magnitud, en donde la cantidad muta en
cualidad, el proceso de centralización del capital global ha dado paso a la
fusión del capital industrial con el bancario, apareciendo el capital
financiero, que se
caracteriza por la exportación de capital sobrante en los países más desarrollados, y
su consiguiente internacionalización[6].
Si a esto unimos que las crisis cíclicas del sistema cada vez son más
recurrentes y comprometen a un capital cada vez mayor, las dificultades para
superar las crisis son crecientes, de ahí que el salario real sufra un ataque
sin precedentes en la historia, englobando en este concepto al salario
indirecto (servicios sociales, estado del bienestar, etc. y al salario diferido
(pensiones, invalidez, subsidio de desempleo etc.).
Además de las referencias que aparecen en este
trabajo, nosotros hemos tratado de todas estas cuestiones en los documentos
publicados cuyas direcciones electrónicas son:
http://www.nodo50.org/gpm/plusvalia/00.htm
http://www.nodo50.org/gpm/plusvalia/04.htm
http://www.nodo50.org/gpm/ff_pp_tasa_ganancia/00.htm
http://www.nodo50.org/gpm/decadencia/12.htm
http://www.nodo50.org/gpm/arglc/02.htm
http://www.nodo50.org/gpm
e-mail: gpm@nodo50.org
[1] "El tiempo de trabajo socialmente
necesario es el requerido para producir un valor de uso cualquiera, en las
condiciones normales de producción vigentes en una sociedad y con el grado
social medio de destreza e intensidad del trabajo". (K. Marx: "El Capital" Libro I cap. I)
En el capitalismo, el tiempo de trabajo necesario viene dado por el grado de
destreza e intensidad a que producen los capitales que realizan la ganancia
media, que es el promedio de la masa de plusvalor creada por cada capitalista
en relación con el capital invertido. Los capitales que producen y venden una
determinada mercancía a un tiempo por encima de ese promedio, esto es, con un
capital relativamente menor y un bajo grado de destreza e intensidad, pero a
mayores costes, crearán, por tanto, más plusvalor por unidad de capital
empleado y obtendrán una ganancia relativamente mayor. Esto generará un
movimiento de los capitales hacia esa rama de la industria, hasta que la oferta
colme la demanda, lo cual presionará los precios a la baja, haciendo descender
el nivel de la ganancia en esas empresas de baja productividad relativa, que a
través del nivel de precios promedio determinado por el mercado, si quieren
vender sus productos esas empresas deben ceder parte del plusvalor creado por
ellas, en favor de las que producen a costes y precios de producción más bajos.
El tiempo de trabajo al que producen las empresas cuyos precios de producción
(costes más plusvalor) están al nivel promedio, será el tiempo de trabajo
socialmente necesario. Y la relación entre el plusvalor y el capital invertido
en esas empresas, será la tasa de ganancia media.
[2] "Necesario", porque es el tiempo
de trabajo cuya expresión de valor comprende lo que el asalariado necesita para
reproducir su fuerza de trabajo en condiciones óptimas de uso.
[3] Aunque la relación entre extensión de la
jornada e intensidad del trabajo, tiene un límite físico infranqueable fijado
por la naturaleza humana, es decir por
la contradicción entre ambas formas de explotación, que se manifiesta en
un menor rendimiento y/o en los accidentes de trabajo, lo cual se ve negativamente
reflejado en los mayores costos que redundan en detrimento de las ganancias.
[4] El progreso en la composición técnica
del capital se mide por el mayor volumen de medios materiales movidos por un
cada vez menor número de operarios. La composición orgánica queda
definida por el correspondiente valor económico de ambos factores de la
producción.
[5]
Por ejemplo: http://blogthinkbig.com/los-robots-invaden-la-cocina/.
[6] No pocos teóricos marxistas han sentado
doctrina afirmando que el principio activo de la exportación de capitales está
en la búsqueda de mayores beneficios según la diferencia entre la tasa de
ganancia del país de origen y las mayores tasas de ganancia en el extranjero.
Bujarin, que impugnó la teoría del derrumbe, fue uno de ellos. Siendo que la
exportación de capital es el fundamento del imperialismo, si se sostiene que no
existe una presión objetiva para ello y que, por tanto, no es un corolario de
la "Ley general de la acumulación capitalista", entonces, como bien
dice Grossmann, "no se puede hablar de una base económica del
imperialismo", de una teoría científica de ese fenómeno. Lo que no pueden
explicar estos teóricos, es por qué el fenómeno de la exportación de capitales
en busca de aplicación productiva estable -esto es, no bajo la modalidad
transitoria del "enclave" para la extracción de materias primas con
destino al país de origen, o para la construcción de infraestructuras con el
mismo fin, sino para la producción de plusvalor- no se produjo con carácter
regular y generalizado hasta las primeras décadas del siglo pasado. Lo que han omitido
estos teóricos, es el concepto marxiano de la "sobreacumulación
absoluta" de capital, que surge de los ciclos periódicos de renovación del
capital fijo, y que está en la lógica de la sobresaturación de capital. Cfr: http://www.nodo50.org/gpm/crisis/00.htm, donde, siguiendo a Grossmann, se muestra que la acumulación en los
países más adelantados llega a un punto en que la masa de capital global crece
más que el exigido por la composición orgánica media vigente que ese país puede
admitir. Tal es la base económica de la exportación de capitales en la etapa
tardía del capitalismo, donde el movimiento de los capitales, como el ejército
de reserva y demás categorías de la economía política, están férreamente
determinados por la "Ley general de la acumulación capitalista" Cfr.:
http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/capital1/23.htm.