La llamada “economía
colaborativa” sustituta del marco normativo laboral-empresarial capitalista
En anteriores publicaciones hemos
venido informando acerca del negocio que desde los orígenes del capitalismo, la
burguesía ha venido medrando a instancias del intercambio desigual entre
patronos y asalariados. Y en efecto, si como es cierto consideramos que la fuerza potencial de trabajo
contenida en cada asalariado es una mercancía, pues:
<<…Toda esta
transacción (de este género)
revela, por consiguiente, con toda claridad, que los capitalistas y
terratenientes se limitan a entregar al trabajador, por su trabajo de una
semana, una parte de la riqueza que han recibido de él, del trabajador, la
semana anterior, lo cual equivale exactamente a no entregarle nada a cambio de
algo…La riqueza que el capitalista parece entregar a cambio del trabajador no
ha sido creada ni por el trabajo ni por la riqueza del capitalista, sino que
debe su origen al esfuerzo del trabajador, apropiado por aquél, día tras día,
gracias a un sistema fraudulento de intercambio desigual. Toda
transacción entre productor (asalariado) y capitalista es un fraude
manifiesto, una pura farsa>>. (John Francis Bray: “Labour’s Wrongs and Labour’s
Remedy, etc”. Leeds, 1839 Pp 49. Citado por Marx en “Teorías sobre la plusvalía” Tomo III. Cap.
XXI – Aptdo. 4. Ed. FCE México D.F./1980 Pp. 284. Subrayado nuestro).
A este fraude Marx le
llamó Plusvalor o ganancia absoluta,
en razón de ser lo sustraído al obrero subrepticiamente por el capitalista, sin
contrapretación salarial ninguna, pagándole a cambio de dos semanas de su
trabajo sólo una. Pero según se prolongó este proceso de explotación, la
competencia intercapitalista por el reparto de las ganancias globales derivó en
una creciente productividad del trabajo, potencialmente contenida en medios
mecánicos de producción cada vez más eficaces, que permitió producir más por
unidad de tiempo empleado, abaratando así no sólo el valor del producto sino el
salario, es decir, los costes de producción y, por tanto, aumentando la
ganancia del capitalista que Marx llamó plusvalor
relativo:
<<…En general, el método de
producción del plusvalor relativo consiste en poner al obrero, mediante el
aumento de la fuerza productiva del trabajo, en condiciones de producir más, con
el mismo gasto de trabajo y en el mismo tiempo. El mismo tiempo de trabajo,
agrega al producto global el mismo valor que siempre, a pesar de que este
valor de cambio inalterado se representa ahora en más valores de uso, y por
tanto, se abate (disminuye)
el valor de cada mercancía singular (como resultado de un menor tiempo de
trabajo necesario para producirlo). Otra cosa acontece, sin embargo, no bien
la reducción coercitiva de la jornada laboral —con el impulso
enorme que imprime al desarrollo de la fuerza productiva y a la economización
de las condiciones de producción (máquinas y materias primas)—,
impone a la vez un mayor gasto de trabajo en el mismo tiempo (intensidad), una tensión
acrecentada de la fuerza de trabajo, un taponamiento más denso de los poros
(de tiempo muerto o improductivo) que se producen en el tiempo de
trabajo (más intenso), esto es, impone al obrero una condensación del
trabajo en un grado que es sólo alcanzable dentro de la jornada
laboral reducida.>> (K. Marx: “El Capital” Libro I Tomo II. Cap.
XIII Punto 3. Aptdo. C. Lo entre paréntesis nuestro)
Posteriormente y según el progreso
técnico se fue incorporado a los medios mecánicos de trabajo, aumentó la
cantidad de productos fabricados en el mismo tiempo pretérito de trabajo
empleado, y a este resultado Marx le llamó plusvalor
o ganancia relativa, es decir, un mayor lucro respecto del salario: Pero
tal como Marx previó demostrándolo matemáticamente entre 1857-58, al mismo
tiempo que la competencia interburguesa fue propiciando un aumento incesante de la productividad laboral —basada en
cada vez más sofisticados instrumentos de trabajo—, el empleo de mano de obra disminuyó
paulatinamente aumentando el ejército de parados, que presionaron a los que todavía
conservaban su empleo para que trabajen más intensamente por menos salario.
En sus "Manuscritos de 1861/63 citado por Ernst
Mandel en: "El Porvenir del Trabajo Humano"
Revista "Inprecor" Nº 50 octubre/1986 Pp.7), Marx llegó a la
conclusión de que habiendo llegado el sistema a un punto determinado de la
acumulación —que se alcanzó posteriormente con el "Fordismo"
y el Taylorismo"—,
se establece una relación inversa entre la intensidad y la extensión de la
jornada de labor, es decir, que la creciente mayor intensidad exige una jornada
de labor reducida:
<<Y
esto —dice Marx— no es un asunto especulativo. Cuando el hecho se manifiesta
hay un medio muy experimental de demostrar esta relación: es el momento en que aparece
como físicamente imposible para el obrero, proporcionar durante doce
horas la misma masa de trabajo que efectúa ahora durante diez o diez horas y
media. Aquí, la reducción necesaria de la jornada normal o total de trabajo,
resulta de una mayor condensación que incluye una mayor intensidad, una mayor
tensión nerviosa, pero al mismo tiempo un mayor esfuerzo físico [que inevitablemente se traduce en cada vez más frecuentes
fallos y accidentes laborales]. Con el aumento de los dos factores
—velocidad y amplitud (número o masa) de máquinas funcionando a cargo de un
operario— se llega inevitablemente a una encrucijada en que la intensidad y la
extensión del tiempo de trabajo, ya no pueden crecer simultáneamente, porque el
aumento de una excluye necesariamente el de la otra>>.
(MEGA II, Cap. 3. Pp. 6 Ed. l906. El subrayado y lo entre corchetes nuestro).
Comprobaciones empíricas
contemporáneas permiten confirmar este aserto. Mediante un estudio riguroso de
las estadísticas comparadas de mortalidad en los EE.UU., Joseph Eyers y Peter Sterling
han demostrado que:
<<...después
de la adolescencia, la mortalidad está más relacionada con la organización
capitalista de la producción que con la organización médica en los hospitales. Una
conclusión general, es que un gran componente de la patología física y
muerte del adulto, no deben ser considerados actos de Dios ni de nuestros
genes, sino una medida de la tragedia causada por nuestra organización
económica y social...>> “Mortality
and Social Organization". En
"Salud Panamericana" Vol.
8‑l. El subrayado nuestro).
Bajo tales circunstancias
derivadas de una mayor intensidad del trabajo, que exige a cada operario
atender a un cada vez más número de máquinas al mismo tiempo, el creciente
desgaste físico y mental del obrero también demanda, como contrapartida, no
solo un menor tiempo de trabajo en cada jornada, también una masa creciente de
medios de vida para la reproducción diaria de su fuerza de trabajo en
condiciones óptimas, o sea, un incremento del salario. Pero es que,
contradictoriamente, la creciente productividad del trabajo es el resultado de
una creciente sustitución de
mano de obra por máquinas, lo cual provoca llegar a un punto de inflexión o
cambio en la dinámica entre el salario y la ganancia del capitalista. A partir
de este punto, todo el mecanismo de la producción capitalista sólo se puede
conservar si se deprime el gasto en salario. A partir de este punto la masa
salarial invertida debe descender en forma sostenida y periódica. Un hecho que
se verifica a raíz de la creciente suplantación de asalariados por máquinas, a
raíz de lo cual los sin trabajo presionan a los empleados para que trabajen más
por menos remuneración:
<<Esta
es la ley general absoluta de la acumulación capitalista […]. La ley según la
cual el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo reduce progresivamente,
en proporción a la eficacia y la masa de los medios de producción [utilizados], la masa de fuerza de trabajo [empleada]
que es necesario gastar, se expresa en el
terreno capitalista —donde no es el trabajador el que emplea los medios de
trabajo sino estos al trabajador— de la siguiente manera: cuanto mayor sea la fuerza productiva [mecánica y humana] del trabajo,
tanto mayor será la presión de los obreros sobre su medios de ocupación, y
tanto más precaria, por tanto, la condición de existencia del asalariado: venta de su fuerza de trabajo para
aumentar la riqueza ajena [la de sus empleadores] o para la autovalorización del capital. El incremento de los medios de producción y de la productividad del
trabajo a mayor velocidad que el de la población productiva [empleada], se
expresa capitalistamente en su contrario: en que la población obrera [disponible] crece siempre más rápidamente
que la necesidad de valorización del
capital. […]. De esto se sigue que, a medida que se acumula el capital,
tiene que empeorar la situación del obrero [en general, tanto el parado
como el empleado sea cual fuere su remuneración]>>. (K. Marx: “El
Capital” Libro I. Cap. XXIII: “La ley general de la acumulación
capitalista” Ed. Siglo XXI/1979. Tomo 3 Pp. 804-805. Lo entre corchetes nuestro).
El actual gobierno de la
derecha liberal en España, se vanagloria pregonando engañosamente que la tasa
de paro haya caído por debajo del 20% respecto de 2007. Si esto ha sido
posible, es porque se vio forzado por la recesión económica terminal que se
prolonga, a sustituir el empleo a
tiempo completo e indefinido por el temporal y precario, inseguro,
escaso y que no recibe a cambio los medios suficientes de vida. Y uno de los
partidos políticos oportunistas que compite aspirando a gobernar en este país,
es la reciente formación llamada “Podemos”, que corriendo el mes de noviembre
pasado ha propuesto en el parlamento lo que se aprobó por 174 votos a favor y
137 en contra: un aumento del salario mínimo interprofesional hasta los 950
Euros mensuales previsto para 2020. Una proposición que sólo será posible, si
el sistema económico lograra superar la recesión actual terminal del
capitalismo, realidad que solo será posible si la ganancia del capital global
justifica el aumento de la producción y la ganancia, elevándose por encima de
ese supuesto y nada previsible incremento salarial.
Así las cosas y dado el incesante
progreso científico-técnico incorporado a medios mecánicos de producción cada
vez más eficaces, que sustituyen progresivamente asalariados por máquinas
automatizadas, el sistema capitalista ya está dejando atrás al tradicional plusvalor relativo
ganancial creciente de los patronos. Al contrario, la creciente automatización
que sustituye trabajo humano por maquinaria, determina que las ganancias obtenidas
como consecuencia de una mayor productividad sean cada vez más menguantes según
mengua también la masa del trabajo explotada.
Esto explica la irrupción de las
empresas capitalistas en la llamada “economía
colaborativa”, que así no sólo pueden seguir acumulando ganancias no ya
en la producción sino en la intermediación comercial, no sólo explotando
trabajo ajeno sino también ahorrarse los costos en prestaciones sociales a los
“colaboradores”, que de tal modo siguen siendo superexplotados. A todo esto y
precisamente cuando a mediados de 2007 estalló la última gran crisis mundial
trasmutada en recesión económica profunda —que parece haber llegado para
quedarse—, en abril un tal Ray Algar
acuñó por primera vez el término “consumo
colaborativo”, propio no de productores sino
específicamente de intermediarios
comerciales, que se relacionan a través de las llamadas plataformas informáticas pero que operan
empleando trabajo humano mal remunerado y desregulado. Una modalidad que ha
sido pensada para superexplotar a trabajadores excedentarios en paro travestidos en autónomos.
El problema es que la demanda en este nuevo
género de explotar trabajo ajeno es un modo de vida precarizado, porque su
empleo es temporal o esporádico y, al no estar oficialmente regulado, los
salarios son muy bajos y el tiempo de trabajo empleado suele superar la jornada
de labor normal establecida oficialmente. Incluso muchos de esos empleados son
forzados por tales circunstancias, a no darse de alta como autónomos para eludir
su aporte al fisco. Las jornadas de trabajo son mucho más largas, exentas del derecho
al descanso como todos los demás y estar disponibles las 24 Hs de cada día. Sus
vacaciones no están remuneradas y el tiempo en que permanecen de baja por
enfermedad, tampoco. Es un trabajo mucho más precarizado, donde además no sabes
quién es tu empleador discretamente confundido en las llamadas plataformas digitales, a través
de las cuales se procesa por internet cada negocio entre demandantes y
ofertantes de servicios. El problema de este tipo de relaciones económicas y
laborales, es que permiten a estos noveles capitalistas negociar y operar fuera
del marco legal laboral tradicional. Son empresas como “Telepizza”, “Domino’os”.
“Uber”, “Deliberoo”, “Ámazon”,
“Just
Eat”, “Glovo”, Blablacar, Airbnb, Wallapop, Google o “Apple”.
Por lo tanto, uno de los elementos fundamentales de esta nueva forma de
relación entre patronos y trabajadores autónomos, está en que su trabajo no es oficialmente
regulado, donde los trabajadores son simples entidades “libres”, prestadoras de
servicios, con las cuales sus empleadores mantienen con ellos una relación mercantil
o de intercambio, cuando en realidad son un fraude de ley, porque esos capitalistas tienen sobre su contraparte
laboral un control cuasi absoluto y, de esta manera, se ahorran una serie de
prestaciones sociales a sus empleados exigidas por los derechos laborales
vigentes, que cualquier empleador tradicional sujeto a las leyes estatales está
obligado a cumplir, como vacaciones pagadas, remuneración por horas extras, bajas
por enfermedad, indemnización por despido, etc., etc.
Después de 10 años desde que en abril
de 2007 alumbrara este medio de intermediación comercial para generar ganancias
alternativas respecto a las de la industria —que no logra superar su recesión
económica—, por primera vez en todo este tiempo se abrió en España, una “Guerra
abierta entre el gobierno y la Comisión
Nacional del Mercado de la Competencia” en torno a la
regulación o no regulación de esta nueva forma de super-explotación capitalista
postrera del trabajo humano.
A todo esto y muy a pesar de los pronósticos económicos auspiciosos
que se afanan en difundir los máximos dirigentes políticos en el Mundo, las perspectivas próximas inmediatas no
son nada promisoras
sino bien al contrario. Y a propósito de pronósticos,
volvemos a insistir aquí en que el
conocimiento de la verdad
sobre la realidad económica y social, es algo tan necesariamente
obligatorio como que si se decide ignorarla, ya sea por intereses creados o inveterada
pereza intelectual, a la postre se la conoce inevitable y forzosamente a través
de su consecuente sufrimiento.
GPM.