02. La
soberbia genocida del “Dios” capital y sus modernos sacerdotes
¿Qué
le sugirió el yanky Barack Obama al despistado español Zapatero en esa
conversación ante tales circunstancias? Lo
resumió en seis palabras: “Hay
que calmar a los mercados”. Como
si los actuales gobernantes de los países fueran aquellos sacerdotes del
antiguo Egipto al servicio de los Faraones, quienes al desconocer las causas de fenómenos naturales como los movimientos
telúricos y climáticos, atribuían la sabiduría y el poder a esas fuerzas
destructivas que consideraban dioses, a los que rendían culto celebrando pomposos
ceremoniales, ofreciéndoles en sacrificio vidas humanas creyendo que así lograban
sosegar sus furiosas embestidas.
La función
de un sacerdote mitológico. Tal es el papel que se sintió representando Barack
Obama en el teatro de la crisis norteamericana, cuando le largó aquél mensaje telefónico
a Zapatero. Y para preservar las “bondades” del sistema, entendió que se
imponía sacrificar a cientos si no a miles de millones de personas en el Planeta, inconscientes de su propia situación, convirtiéndoles
así en víctimas propicias de esa liturgia genocida; ya sea por múltiples
hambrunas en los países más pobres; ya sea en el resto de naciones de
desarrollo medio y alto, a raíz de las más diversas consecuencias derivadas de
la crisis, lanzadas de tal modo al holocausto del paro, la miseria, la
inseguridad social y la muerte prematura, por enfermedades curables —somáticas
y psicosomáticas— a quienes se les negó la preceptiva atención medica; conflictos
familiares y laborales, infinidad de crímenes, suicidios y muertes masivas por accidentes
de diversa índole, perdida de riqueza material y vidas humanas por catástrofes
supuestamente “naturales” y guerras deliberadamente provocadas. Toda esta
destrucción material y desgracias sociales, típicas de cada recesión económica
mundial periódica, se han vuelto a repetir en el Mundo desde que la crisis
estallara en EE.UU. corriendo el mes de octubre de 2007.
¿En qué
consistió la política financiera que acordaron adoptar en aquella reunión de Toronto
los países del G.20 para salir de la recesión? En que como hiciera Roosevelt en
1933, se destinaron miles de millones para rescatar a los bancos, dejando a las
mayorías sociales en manos del Dios
de los mercados, para que a buena parte de ellos se los lleve al otro
barrio, tras ser sometidos a los preceptivos tormentos que anuncian para
millones de desgraciados, ese viaje a la nada sin retorno. Así es cómo los políticos profesionales
institucionalizados de hoy día, cumplen su función actuando engañosamente al
servicio de los capitalistas. Emulando el mismo ceremonial macabro que cumplieron
aquellos sumos sacerdotes egipcios
al oficiar sus rituales de culto, en cuyos altares sacrificaban a cierto número
de súbditos escogidos entre los sustratos más bajos de la sociedad, a modo de chivos
expiatorios para calmar la ira de sus dioses; sin advertir que, en realidad, actuaban
al servicio de sus respectivos monarcas parasitarios en el ejercicio del poder
real. Pero con la diferencia de que las víctimas
de aquellos sacrificios en Egipto no pasaban de ser unos pocos, mientras que
las de hoy se cuentan por cientos si no miles de millones en el Mundo. Así está
el “patio” bajo el capitalismo que, según se nos dice es “el mejor de los
mundos posibles”.
Pero hay
más, porque cuando ante Zapatero empleó aquél mismo lenguaje místico de nuestros
más primitivos antepasados, obviamente Barack Obama no creía que los mercados y
el capital social en manos de los empresarios privados que dan vida al sistema en
todas partes, fueran etéreos espíritus
superiores. Sabía y sabe que son realidades
muy tangibles y concretas. Y obrando de tal modo, también sabía
perfectamente a qué y a quienes él mismo servía y sigue sirviendo. A diferencia
de aquellos sacerdotes egipcios, este oportunista y pragmático afroamericano —como
todos sus colegas de otros países en función de gobierno— es plenamente
consciente de los intereses a los que verdaderamente
representa y defiende.