Crítica del capitalismo desde Marx, Engels y
John Francis Bray hasta Henryk Grossmann
I) Breve historia de la Libertad, la
Igualdad y la Fraternidad desde 1699
@Montagut5 | Tradicionalmente se piensa que la
divisa “Libertad, Igualdad, Fraternidad”, propia de la Francmasonería,
tuvo su origen en la Revolución Francesa, pero la historia es más compleja de
lo que a simple vista parece. Intentemos aportar algunas ideas sobre la misma,
para terminar con algunas reflexiones a propósito de los tres principios que
animan a los masones ante los desafíos de la intolerancia y violencia que nos
asolan a los asalariados en España y en las demás partes del mundo con muchas
caras.
Al
parecer, las ideas de libertad,
igualdad y fraternidad, íntimamente asociadas, aparecen por
vez primera en el Libro VIII de Las Aventuras de Telémaco (1699) de Fénelon,
obra que se inscribe en el género de la literatura política crítica hacia el
absolutismo en la etapa final del reinado de Luis XIV.
Pues bien, en dicho Libro VIII, Telémaco
y Mentor son rescatados
del mar por un navío fenicio conducido por su capitán Adoam. Este personaje les
explica cómo es la Bética
feliz con la que comerciaron los fenicios. En la Bética habitaría un pueblo que
tendría las tierras en común, y que no dividía la propiedad de los frutos de la
tierra. Se trataba, pues, de un pueblo que vivía bajo la ley natural, y que no
recurría a la guerra. Sus moradores “se aman con un amor puro, fraternal,
inalterable; y esta paz, esta unión, esta libertad se deben a la privación de
las vanas riquezas y de los engañosos placeres: todos son libres, iguales
todos.” La libertad, la igualdad y la fraternidad van íntimamente unidas entre
sí, dando una evidente importancia a la fraternidad.
Así pues, casi un siglo antes vemos
prefigurados algunos principios de la Ilustración y las Revoluciones liberales,
aunque en el último tercio del siglo XVIII adquirieron un contenido más
concreto y político para combatir la tiranía del absolutismo y la injusticia de
la sociedad estamental. En las Declaraciones de Derechos norteamericanas fueron
comunes los derechos de libertad de cultos y de expresión, pero no fue unánime
la aparición de los derechos de reunión, posesión de armas y exención de
alojamientos. Más rara es la aparición del derecho de petición, aunque sí
aparece en algunas. Por su parte, en las primeras Declaraciones francesas se
enunciaron muchos más derechos que en las de América, en línea con un
planteamiento más claro de la Revolución Liberal, bajo la trilogía de Libertad,
Igualdad, y Propiedad. La libertad se relaciona con los movimientos, con la de
expresión y con el derecho de petición, es decir, derechos de tipo individual.
En relación con sujetos plurales sólo se concibe el derecho de reunión.
Después, aparecerían la libertad de cultos y la libertad empresarial. La
igualdad ante la ley se relaciona con la admisibilidad a los empleos y la
fiscalidad, aunque para el primer caso existiría el matiz de la capacidad, y
para el segundo el de la proporcionalidad, ya que la progresividad sería una
conquista posterior. La fraternidad no sería un derecho ni un principio
político ni económico, sino moral, que inspiraba a las Declaraciones de Derechos
y a las Constituciones, y que parecía tener un evidente componente religioso,
aunque no entraría en contradicción con el carácter no confesional de los
cambios que se estaban produciendo.
En
realidad, el lema “Libertad, Igualdad, Fraternidad” no fue el de la Revolución
Francesa. Cuando surgieron las primeras protestas se emplearon muchos lemas,
frases y proclamas que servían para dar nombre a las reivindicaciones
políticas, sociales y económicas, tanto populares como de la burguesía. En casi
todas de ellas era común encontrar “libertad” e “igualdad”, que solían
combinarse con otras como “unidad”, “virtud”, “justicia”, “razón” y
“fraternidad”. Pero no todos los sectores sociales tenían la misma concepción
de la libertad y, ni mucho menos de la igualdad. La burguesía defendía la
libertad política y, especialmente, la económica frente a las trabas a las
leyes del mercado fruto de la intervención del Estado absolutista y del sistema
gremial. Para la burguesía, la igualdad solamente lo era ante la ley, dinamitando
el privilegio legal estamental,
pero sin connotaciones sociales. Los sectores más radicales de la Revolución
insistían en la igualdad social, en la disminución de las enormes diferencias
económicas, no sólo derivadas de esos privilegios estamentales, sino también de
las que podía generar el incipiente y creciente capitalismo. La fraternidad,
¿era una apelación temporal para unir a la burguesía y las clases populares en
la lucha contra el Antiguo Régimen para luego olvidarla, o era un deseo sincero
de luchar todos unidos, realmente, para cambiar un mundo caduco y establecer
uno nuevo verdaderamente justo? No cabe duda, que se pueden dar varias
respuestas a este interrogante, según estudiemos a unos grupos y otros, o a los
protagonistas de la Revolución.
El lema
apareció en un discurso de Robespierre
sobre la organización de las milicias nacionales en 1790. El “incorruptible” proponía
inscribir la expresión “El Pueblo Francés” y “Libertad, Igualdad, Fraternidad”
en los uniformes y banderas. Pero su proyecto no fue aprobado. En 1793 se pinta
en las fachadas de las casas la siguiente leyenda: “unidad, indivisibilidad de
la República, libertad, igualdad o muerte”. Pero muy pronto se borraría por su
asociación con el Terror, y por la llegada de la época termidoriana,
mucho más conservadora.
El lema
de “Libertad, Igualdad, Fraternidad” caería en desuso con Napoleón,
más interesado en el orden como valor supremo del Estado. Volvió con fuerza en
los años cuarenta del siglo XIX, enriqueciéndose su contenido, ya que los
liberales insistían en la libertad y la igualdad ante la ley, mientras que los
primeros socialistas, muchos de ellos utópicos, potenciaron la idea de la
fraternidad. Al final, parece que ambos sectores liberales y socialistas
llegaron a una especie de acuerdo tácito a la hora de establecer ya, por vez
primera, el lema de un nuevo régimen político, que trajeron en 1848 durante la
Segunda República. Los segundos renunciaron a la bandera roja frente a la
tricolor de los primeros, pero éstos, los liberales, aceptaron que la divisa
fuera “Libertad, Igualdad, Fraternidad”.
La
caída en Francia de la Segunda República ante el bonapartismo del Segundo
Imperio, terminaría también durante un tiempo con el lema. La III República lo
recuperaría no sin intensos debates ideológicos, ya que la igualdad podría ser
interpretada como el camino hacia la nivelación social, algo que no deseaba la
burguesía enriquecida, siempre interesada más en la igualdad estrictamente
jurídica, frente a lo que había supuesto para ellos la Comuna de París,
y porque para los más anticlericales la fraternidad se asociaba a la religión.
Pero en las fiestas del 14 de julio de 1880, ya asentada firmemente la
República, después de la inestabilidad de los primeros años en los que no
estaba claro en qué derivaría el sistema político francés, el lema se inscribió
en las fachadas de los edificios públicos de toda Francia.
En el
nuevo siglo el régimen colaboracionista de Vichy
derogó este lema y lo sustituyó por otro propio de sus connotaciones
corporativistas y filofascistas, con tres nuevos componentes: “Trabajo,
Familia, Patria”. La llegada de la libertad asentaría definitivamente la
trilogía de “Libertad, Igualdad, Fraternidad” en las IV y V Repúblicas. Así
aparecería en las Constituciones de 1946 y 1958.
Los
masones son herederos directos de todo este devenir histórico por su doble
condición de ciudadanos y ciudadanas de Estados de Derecho, o aspirantes a
serlo, pero también como hermanos y hermanas en la Masonería. Lamentablemente,
estos tres principios ya no existen o no rigen en gran parte del mundo, no los
disfruta toda la Humanidad, pero, además, no es necesario viajar para comprobar
que son maltratados también en el mundo desarrollado y democrático, en el
entorno más cercano y cotidiano. Conocer estos orígenes en esa doble dimensión
es fundamental en la ardua tarea en la que los masones se comprometieron en el
momento que decidieron libremente ser iguales y fraternales con sus hermanos y
hermanas, pero, ¿sólo con ellos y ellas?, ¿se terminó el ejercicio de la
libertad, la defensa de la igualdad y del amor fraterno cuando se despojaron de
sus vestimentas masónicas y salieron al mundo? En realidad, el verdadero
trabajo comenzó, precisamente, en ese momento de la salida, en las vidas
familiares, con amigos y allegados, en los empleos, afanes y responsabilidades,
en los compromisos políticos, económicos, sociales o culturales, allá donde
estén, aunque no porten collares, vistan mandiles
y no lleven manos enguantadas, sin obedecer consignas de nadie ni de
organización, institución u orden algunos, alejados de las doctrinas e instrucciones,
con el espíritu crítico siempre presente, y luciendo en su ánimo otras
vestiduras mucho más importantes, como son la Libertad, la Igualdad y la
Fraternidad. Ese espíritu, tan poco conocido, tan atacado en la Historia
reciente de España por una dictadura que demonizó y persiguió con saña
redoblada a quiénes buscaban el progreso en todos los órdenes y el
entendimiento entre los ciudadanos, hoy es más necesario que nunca ante el
horror que supone el terrorismo, la desigualdad, el recorte de derechos, la
carencia de educación y sanidad, la pobreza, el hambre, la violencia de género,
la homofobia, el fanatismo y el ataque al diálogo, la falta de empatía, el
racismo y la intolerancia, en fin.
II) La deriva política totalitaria
de la burguesía sobre el movimiento obrero desde 1888
En los años del Siglo
XIX durante la revolución industrial
de la burguesía incipiente en Europa, el capitalismo además de que
tardó en arrancar se desarrolló con gran dificultad y lentitud, dado que por
entonces era un territorio demasiado rural, científica y culturalmente
subdesarrollado y con unas clases dominantes todavía poco dispuestas a la
innovación y al cambio. Por ello, hasta finales de ese siglo no empezaron a
consolidarse allí los primeros núcleos significativos de industrialización.
Pero fue antes durante la Ilustración y el enciclopedismo en el siglo XVIII, lo que dio expresión ideológica a los valores e intereses económicos y políticos identificados con la burguesía
(el individuo,
el trabajo, la innovación,
el progreso,
la felicidad,
y hasta la libertad
y la igualdad de condiciones
—resumidos en el lema revolucionario anterior a todo esto fundado por la Liberté, égalité y fraternité—),
lo que logró sustanciar en Europa fue un ambicioso programa político, social y
económico que se implantó a lo largo del siglo siguiente, sustituyendo el
Antiguo Régimen por uno nuevo, donde la
burguesía pasó a ser la clase social dominante y el
capitalismo su nuevo modo de producción social,
cuando en 1868 surgió la Asociación Internacional de los Trabajadores,
primera gran organización obrera internacional, con la finalidad de propagar
sus ideas y fundar los primeros núcleos socialistas obreros. ¿Por qué obreros?
Pues, porque tanto el capital
industrial y comercial como el capital bancario que rinde interés
monetario, son formas de relación social derivadas de los intercambios
comerciales entre burgueses, dado que de las ganancias bajo el capitalismo no
sólo derivaron relaciones sociales
desiguales entre patronos y obreros mediadas por la explotación de trabajo ajeno remunerado,
sino que además según asi lo descubrieron Marx y Engels en sus trabajos:
<<En todas partes,
el obrero [antes de haber cobrado su salario] adelanta al capitalista el
valor de uso de su fuerza de trabajo; es decir que le permite al comprador [su
patrón] que consuma [esa fuerza] antes de haber recibido el pago de su precio correspondiente. En todas partes es el
obrero el que abre crédito al
capitalista. Que este crédito no es imaginario lo revela no solo la pérdida ocasional del salario acreditado
cuando el capitalista se declara en quiebra, sino también una serie de efectos
de carácter duradero. Con todo, que el dinero [del capitalista] funcione como medio de compra o como medio
de pago [del trabajo del obrero], es
una circunstancia que en nada afecta a la naturaleza del intercambio mercantil.
El precio de la fuerza de trabajo se halla estipulado contractualmente, por más
que al igual que el alquiler de una casa, se lo realice con posterioridad [al
contrato]. La fuerza de trabajo está
vendida aunque sólo más tarde se pague por ella. Para concebir la relación en
su pureza, sin embargo, es útil suponer por el momento que el poseedor de la
fuerza de trabajo percibe de inmediato cada vez, al venderla, el precio
estipulado contractualmente>>. (K. Marx: “El capital” Libro I Sección IIª Cap. IV Aptdo. 2 Ed. Siglo
XXI Pp. 214. Lo entre corchetes
nuestro).
En 1872 se produjeron en
España dos acontecimientos importantes: Primero Sagasta declaró ilegal a la
asociación obrera y, por tanto, dio lugar a su clandestinidad. Segundo, como
consecuencia se produjo una doble
línea de desarrollo teórico y organizativo: la anarquista, liderada a nivel internacional por Mijaíl Bakunin y la socialista liderada por Carlos Marx. Así, mientras los anarquistas se
caracterizaron por una tendencia a organizarse de manera más asamblearia y
abierta llamada “acción directa”, rechazando al Estado y a la política
institucional entendidos ambos en el sentido convencional, los socialistas
españoles se caracterizaron desde el primer momento por el esfuerzo, es decir
por dotarse de una organización formal y por intentar basar su acción política
y sindical, en una estrategia apoyada en los desarrollos teóricos del
pensamiento socialista y, sobre todo, por su disposición a participar en
las instituciones democráticas del Estado. Así los socialistas
españoles presentaron candidatos a los Ayuntamientos y al Parlamento de la
Nación, y cuando lo exigieron las circunstancias no rechazaron la colaboración
con otras fuerzas políticas reformistas del capitalismo.
En
1873, Pablo Iglesias Pose ingresó en la Asociación General del Arte, una asociación de oficio que perseguía la mejora de las
condiciones laborales y sociales de los trabajadores en las imprentas,
que pronto se convirtió en un importante núcleo de difusión de las ideas
socialistas en el resto de las distintas empresas propiedad de la burguesía, lo
cual fue dando cuerpo a la idea de fundar un partido socialista revolucionario
en España de características similares a las que, por mediación de Marx y
Engels se estaban organizando en otros países europeos.
El
Partido Socialista Obrero Español se fundó clandestinamente en Madrid, el 2 de
mayo de 1879, en una comida de fraternidad organizada por la fonda Casa Labra situada en la calle Tetuán de Madrid, en torno a un núcleo de
veinticinco intelectuales y obreros: dieciséis tipógrafos encabezados por Pablo
Iglesias Pose, cuatro médicos, un doctor en ciencias, dos joyeros, un
marmolista y un zapatero.
El
primer programa del nuevo partido político fue aprobado en una asamblea de 40
personas, el 20 de julio de ese mismo año. Tuvo un arranque inicial lento y
trabajoso favorecido por la carencia de un régimen democrático estable, bajo la
orientación autoritaria e intolerante de las clases burguesas dominantes
y el escaso desarrollo industrial español. El mismo Pablo Iglesias afirmó
algunos años después, que el Partido prácticamente no pudo ser “conocido ni
dio verdaderas señales de vida hasta 1886”. Precisamente en ese mismo año
apareció el primer número del periódico “El Socialista”, portavoz oficial del PSOE,
que se ha venido publicando casi ininterrumpidamente hasta hoy, todavía
entonces difundido por los propios afiliados, pero que pronto se convirtió en
un importante elemento de propaganda y nexo de unión, entre las 28 Agrupaciones
socialistas que en aquellos tiempos ya existían en otras tantas ciudades
españolas.
El
PSOE contó desde ese primer momento, con un texto programático básico,
redactado por una comisión nombrada en la reunión fundacional el 2 de mayo de
1879. La versión definitiva sería aprobada en el primer Congreso del Partido
celebrado en Barcelona corriendo el año 1888. Fue un breve texto de 300
palabras en su primera versión, que según parece fue revisada previamente por
los mismos Marx y Engels, habiendo permanecido vigente hasta nuestros días con
leves modificaciones.
El
programa “máximo” constó de una breve introducción analítica sobre la realidad
de las clases sociales y su conflicto, donde planteó básicamente tres
aspiraciones políticas:
1º. La posesión del poder político por la clase
trabajadora.
2º. La transformación de la propiedad
individual o corporativa de los instrumentos de trabajo en propiedad
común de la nación.
3º. La constitución de la sociedad sobre la base
de la federación económica, de la organización científica del trabajo y de la
enseñanza integral para todos los individuos de ambos sexos.
Desde
su fundación en 1879, el Partido fue aumentando el número de sus militantes y
asentando su base teórica. La necesidad de defender adecuadamente los derechos
de los trabajadores, impulsó la creación de una organización sindical
socialista. Así nació la Unión General de Trabajadores (UGT),
cuyo Congreso fundacional se celebró en Barcelona, en 1888.
Los
acontecimientos de 1898 produjeron una gran conmoción en los círculos políticos
e intelectuales españoles. De ese contexto político y moral surgió una de las
generaciones intelectuales más fructíferas de la historia en España. La
generación del 98 planteó una reflexión sobre nuevos supuestos
regeneracionistas, que para superar la sensación de decadencia que invadió al
país por los desastres de
Cuba y Filipinas, acabaron con
los restos del imperio colonial español.
En
las elecciones de 1910, Pablo Iglesias Pose obtuvo un escaño y se convirtió en la primera voz del movimiento obrero
español, que se pudo oír en el Parlamento. Esta progresiva implantación del
socialismo español fue permitiendo plantear una importante crítica social y una
creciente contestación popular a las limitaciones políticas de la
Restauración, cuyo sistema permitía que los derechos
civiles fueran burlados y que se produjese el reparto del poder político
estatal entre los partidos políticos liberal y conservador,
permitiéndoles el turno en el desempeño de las tareas de Gobierno.
La
condición no beligerante de España durante la I Guerra Mundial de 1914, hizo
posible un cierto desarrollo económico que permitió amasar fortunas a
sectores de la burguesía, mientras que los trabajadores sufrían una
tremenda subida de precios, que disminuía por días la capacidad adquisitiva de
sus salarios. El malestar ante esta situación, junto a la creciente demanda de
libertades más efectivas, crearon un ambiente de movilización social a favor de
un cambio político, a cuyo frente se pusieron el PSOE y la UGT, encabezando un
movimiento huelguístico que conmocionó a la burguesía en agosto de 1917 y que
fue duramente reprimido:
Los
acontecimientos de la Revolución Rusa en octubre en 1917 y la fundación de la
III Internacional por Lenin, introdujeron elementos de división en el movimiento obrero
internacional. En España, el intento de "dirigismo" de la
Internacional Leninista suscitó un vivo debate en el PSOE, que dio lugar a que
los partidarios de Lenin en este Partido lo abandonaran para fundar el Partido
Comunista de España (PCE). La comparación de las fuerzas del socialismo español
con la de otros partidos socialistas europeos, revelaba el grado de debilidad
que aún caracterizaba la situación política del PSOE; las específicas
circunstancias económicas, políticas e ideológicas que se daban en España,
junto a la tendencia de “enclaustramiento”, explican este desfase en gran
medida.
A
partir de 1921 se ha venido perfilando un nuevo periodo en la historia de
España, hasta la escisión comunista de 1921 seguida contestatariamente
por la Dictadura del fascista Primo de Rivera en 1923. La muerte de Pablo Iglesias Pose en 1925 y el gobierno
socialista de Felipe Gonzáles en 1974 durante el XXVI congreso de esta
formación política en Suresnes, marcaron el carácter y dominio de la gran burguesía omnipotente
durante todo ese periodo en España, que se ha venido prolongando hasta
hoy día. Como que la deriva ideológico-política de este partido
capitalista, llegó hasta quedar hoy sometido al poder de la coalición
nacional autoritaria de los grandes empresarios agrupados en el Ibex 35,
dirigiendo la dictadura del capital. Así las cosas, según se adelantó
Marx a predecir en febrero de 1852, el gobierno democrático es esencialmente
inviable en una sociedad capitalista, y que sólo sería posible con una transformación
de las bases mismas de la sociedad. Esta idea partió de su
argumentación sobre el Estado, que para la tradición liberal es un
representante de la comunidad o lo público en su conjunto, frente a los
objetivos y preocupaciones de los individuos. Pero eso que para la
tradición liberal es un representante de la comunidad, es decir, lo público en
su conjunto, frente a los objetivos y preocupaciones de los individuos que
protegían la libertad individual y su derecho a la propiedad ya en vigor, de
acuerdo con Marx y Engels, esta idea era ilusoria. Porque al tratar formalmente
igual a todo el mundo, de acuerdo con principios que protegen la libertad
individual y su derecho a la propiedad privada, de modo que el Estado
puede que actúe “neutralmente”, generando efectos que son parciales. Es decir, defiende
inevitablemente los privilegios de los propietarios. Para Marx el movimiento en favor del sufragio universal y de la igualdad política era, en términos generales,
un paso adelante de suma importancia. Sin embargo, su potencial emancipador
estaba severamente limitado por las desigualdades de clase y las restricciones
que estas imponían en la elección política, económica y social de muchas
personas. Su premisa clave fue que el voto es un instrumento incapaz de marcar
el devenir del Estado (de donde nace el conocido eslogan, «Si votar sirviera de
algo, estaría prohibido»). Aunque es cierto que en los escritos de Marx existen
diferentes visiones sobre esta materia, la dominante es la que apunta al Estado
y la burocracia como instrumentos de la burguesía, que surgen para coordinar
una sociedad dividida en interés de esa clase dirigente. (Los
argumentos más elaborados sobre esta cuestión están presentes en “El 18 Brumario de Luis Bonaparte”
Cap. VII).
Este galimatías dialéctico basado en la igualdad formal que figura en la normativa jurídica y en los contratos de trabajo, desfigura la realidad cuando por ejemplo, en ese acto parece supuestamente que entre patronos y obreros, se intercambian equivalentes, pero a la postre resultó ser éste un intercambio desigual, porque la ganancia capitalista ha venido creciendo sin cesar a expensas del salario, paradoja que tiene su fundamento no precisamente en el ámbito de la relación jurídica contractual, sino en el trabajo efectivo y real. ¿Dónde ha venido radicando la desigualdad entre patronos y obreros en favor de los primeros? Para descubrir el secreto de este galimatías, hay que comenzar por decir que la fuerza o capacidad de trabajo en todo individuo vivo, está contenida en los movimientos de su cuerpo y para ejercerla en forma de trabajo, necesita esencialmente a cambio cierta cantidad periódica en medios de subsistencia:
<<En todas partes, pues, el
obrero adelanta al capitalista el valor de uso de su fuerza de
trabajo, antes de haber recibido el pago de
su precio (salario) correspondiente. En todas partes es el
obrero el que abre crédito al
capitalista>> (Ed. cit. Libro I. cap. IV Pp. 212).
Así las
cosas, el capitalista se vale del asalariado para los fines de producir un
valor de uso útil, cuyo valor de cambio sea rentable. Producir una cosa para venderla por un precio
equivalente o menor al costo de producirla, carece para él de sentido. Quiere
producir una mercancía destinada a la venta, cuyo valor de cambio supere al de
los salarios. Teniendo en cuenta que el valor de los medios técnicos de trabajo
utilizados por el asalariado para tal fin —como máquinas materias primas y
auxiliares (combustibles y lubricantes), necesarios para la producción— es
trasladado al producto fabricado. ¿De dónde sale, pues, la rentabilidad del
capitalista que justifique
comercialmente la fabricación de un producto para su venta en el
mercado? De la diferencia entre el valor
de cambio creado por el trabajo del obrero empleado, respecto del relativamente menor valor de uso de ese
trabajo pagado por el capitalista bajo la forma de salario. Por
ejemplo:
<<El hecho de que sea
necesaria media jornada laboral para [producir los medios de vida del
asalariado cuyo consumo permite] mantenerlo
vivo durante 24 horas, en modo alguno impide al obrero trabajar durante una jornada completa. El valor [de uso] de su fuerza [potencial] de
trabajo [contenido en el salario contratado] y su valorización en el proceso laboral [de producción] son, pues, dos magnitudes diferentes
[la segunda necesariamente mayor que la primera]. El capitalista tenía muy presente esa diferencia de valor cuando [al firmar el contrato] adquirió la fuerza de trabajo>>. (K.
Marx: “El Capital” Ed. Siglo
XXI/1978. Libro I. Cap. V. Pp. 234. Lo entre corchetes y el subrayado
nuestros) […….]
[……]<< “¿Qué es una jornada laboral?”. “¿Durante qué espacio de tiempo el capital
tiene derecho a consumir la fuerza de trabajo cuyo valor diario ha pagado?”.
“¿Hasta
qué punto se puede
prolongar la jornada laboral más allá del tiempo de
trabajo necesario para reproducir la fuerza de trabajo misma?” A estas
preguntas, como hemos visto, responde el capital: La jornada laboral comprende
diariamente 24 horas completas, deduciendo
las pocas horas de descanso sin las cuales la [propia] fuerza de trabajo [por cansancio] rechaza terminantemente la
prestación de nuevos servicios. Ni qué decir tiene, por de pronto, que el
obrero a lo largo de su vida no es otra cosa que fuerza de trabajo, y que en
consecuencia todo su tiempo disponible
es, según la naturaleza y el derecho, tiempo
de trabajo, y que en consecuencia todo su tiempo disponible, tiempo de trabajo, perteneciente por
tanto [a su patrón], a la autovalorización del capital. Tiempo
para la educación humana, para el desenvolvimiento intelectual, para el
desempeño de funciones sociales, para el trato social, para el libre juego de
las fuerzas vitales físicas y espirituales, e incluso para santificar el
domingo —y esto en el país de los celosos guardadores del descanso dominical—,
¡puras pamplinas! Pero en su
desmesurado y ciego impulso, en su hambruna canina de plustrabajo [para los
fines de su enriquecimiento], el
capital no solo transgrede los
límites morales, sino también las barreras máximas púramente físicas de la
jornada laboral. Usurpa el tiempo necesario para el crecimiento, el
desarrollo y el mantenimiento de la salud corporal [de sus asalariados]. Roba el tiempo que se requiere para el
consumo de aire fresco y luz del sol. Escamotea tiempo de las comidas y, cuando
puede, las incorpora al proceso de producción mismo, de tal manera que al
obrero se le echa comida como si él fuera un medio de producción más, como a la
caldera carbón y a la maquinaria grasa o aceite. Reduce el sueño saludable
—necesario para concentrar, renovar y reanimar la energía vital, a las horas de
sopor que sean indispensables para revivir un organismo absolutamente
agotado>> K. Marx: “El capital” Libro I Cap. VIII. Ed.
cit. Apartado 5. “La lucha por la jornada
normal de trabajo. Leyes coercitivas
para la prolongación de la jornada laboral
Pp. 318 [……]
[….,..]<<La producción capitalista, que en
esencia es producción de plusvalor, absorción de plustrabajo, produce por
tanto, con la prolongación de la jornada laboral, no sólo atrofia de la fuerza humana a la que
despoja —en lo moral y en lo físico de sus condiciones normales de
desarrollo y actividad. Produce el
agotamiento y muerte prematuros de la fuerza de trabajo misma. Prolonga
durante un lapso dado, el tiempo de
producción del obrero reduciéndole la duración
de su vida>> (K. Marx: “El Capital” Libro I Cap. VIII: La jornada laboral. Apartado 5:
“Leyes coercitivas para la prolongación
de la jornada laboral, desde mediados del Siglo XIV a fines del Siglo XVVII”. Pp.
318 a 320 [……]
En ese trabajo suyo que su amigo Weydemeyer
publicó en enero de 1852, Marx explicó de qué modo la burguesía francesa todavía incipiente a instancias de
Napoleón Bonaparte, logró convertir la monarquía legítima
y la monarquía de julio,
en monarquía absoluta.
Fue un avance de la burguesía europea para convertir su tendencia objetiva hacia el ejercicio de su dominio absoluto de la
sociedad en todo el mundo, es decir, hacia la dictadura del capital que se ha prolongado hasta el día de
hoy:
<<Cada
interés común (gemeinsame)
se desglosaba inmediatamente de la sociedad, se contraponía a esta como interés
superior, se contraponía a esta como interés superior general (allgemeines)
[en general
o generalmente], se sustraía a la propia
actuación de los individuos de la sociedad y se convertía en objeto de la
actividad del gobierno [a instancias de los políticos profesionales del
Estado ad hoc para fines gananciales] desde
el puente, la casa-escuela y los bienes comunales de un municipio rural
cualquiera, hasta los ferrocarriles, la riqueza nacional y las universidades
nacionales de Francia. Finalmente, la república parlamentaria, en su lucha
contra la revolución, vióse obligada a fortalecer, junto con las medidas represivas, los medios y la centralización de los
bienes usufructuados. Todas las
revoluciones perfeccionaban esta máquina en vez de destrozarla. Los partidos
que luchaban alternativamente por la dominación [tal como sigue siendo hoy día],
consideraban la toma de posesión de este inmenso edificio del Estado como el
botín principal del vencedor.
Pero bajo la monarquía absoluta,
durante la primera revolución bajo Napoleón, la burocracia no era más que el
medio para preparar la dominación de clase de la burguesía. Bajo la
restauración, bajo Luis Felipe,
bajo la república parlamentaria, era el instrumento de la clase social
burguesa, por mucho que ella aspirase también, a su propio poder político
absoluto.
Es bajo el segundo Bonaparte
cuando el Estado parece haber adquirido una completa autonomía. La máquina
del Estado se ha consolidado ya de tal modo frente a la sociedad burguesa, que
basta con que se halle a su frente el jefe de la Sociedad del 10 de diciembre,
un caballero de industria venido de fuera y elevado sobre el pavés por una soldadesca
embriagada, a la que compró con aguardiente y salchichón, y a la que tiene que
arrojar constantemente salchichón. De aquí la pusilánime desesperación, el
sentimiento de la inmensa humillación y degradación que oprime el pecho de
Francia y contiene su aliento. Francia se siente como deshonrada.
Y sin embargo el poder del Estado
no flota en el aire. Bonaparte representa a una clase, que es, además, la clase
más numerosa de la sociedad francesa: los
campesinos parcelarios.
Así como los Borbones
eran la dinastía de los grandes terratenientes y los Orleans la dinastía del
dinero, los Bonapartes son la dinastía de los campesinos, es decir, de la masa
del pueblo francés. El elegido de los campesinos no es el Bonaparte que se
somete al parlamento burgués, sino el Bonaparte que lo dispersa. Durante tres
años consiguieron las ciudades falsificar el sentido de la elección del 10 de
diciembre, y estafar a los campesinos la restauración del Imperio. La elección
del 10 de diciembre de 1848, no se consumó hasta el golpe de Estado del 2 de
diciembre de 1851.
Los campesinos parcelarios
formaban una masa inmensa, cuyos individuos vivían en idéntica situación, pero
sin que entre ellos existieran muchas relaciones. Su modo de producción los
aislaba a unos de otros, en vez de establecer uniones mutuas entre ellos. Este
aislamiento fue fomentado por los malos medios de comunicación de Francia, y
por la pobreza de los campesinos. Su campo de producción, la parcela, no
admitió división alguna del trabajo ni aplicación alguna de métodos
científicos; no admitió, por tanto, multiplicidad de desarrollo ni diversidad
de talentos, ni riqueza de relaciones sociales. Cada familia campesina se
bastaba sobre poco más o menos a sí misma, producía directamente ella misma la
mayor parte de lo que consumía, y así obtenía sus medios de subsistencia,
más bien en intercambio con la naturaleza
que en contacto con la sociedad. La parcela, el campesino y su familia; y al
lado otra parcela, otro campesino y otra familia. Unas cuantas unidades de
estas formaban una aldea y unas cuantas aldeas un departamento. Así se formó la
gran masa de la nación francesa, por la simple suma de unidades del mismo
nombre, al modo como, por ejemplo, las patatas de un saco forman un saco de
patatas. En la medida en que millones de familias viven en condiciones
económicas de existencia que las distinguen por su modo de vivir, sus intereses
y cultura de otras clases las oponen a estas de un modo hostil, aquella forman
una nueva clase. Por cuanto existe entre los campesinos parcelarios una
articulación puramente local y la identidad de sus intereses no engendra entre
ellos ninguna comunidad, ninguna unión nacional ni ninguna organización
política, no forman una clase social. Son, por tanto, incapaces de hacer valer
su interés de clase en su propio nombre, ya sea por medio de un parlamento o
por medio de una asamblea. No pueden representarse sino que tienen que ser
representados. Su representante tiene que aparecer como su señor, como una
autoridad por encima de ellos, como un poder ilimitado de gobierno que los
proteja de las demás clases sociales. Su representante tiene que aparecer al
mismo tiempo como su señor, como una autoridad por encima de ellos, como un
poder ilimitado de gobierno que los proteja de las demás clases y les envíe de
todo lo alto la lluvia y el sol. Por consiguiente, la influencia política de
los campesinos parcelarios encuentra su última expresión en el hecho de que el poder ejecutivo someta
bajo su mando a la sociedad.
La tradición histórica hizo nacer
en el campesino francés la fe milagrosa de que un hombre llamado Napoleón le
devolvería todo su esplendor, y se encontró con un individuo que se hizo pasar
por un tal hombre providencial. Por ostentar el nombre de Napoleón.
Pero entiéndase bien. La dinastía
de Bonaparte no representa al campesino revolucionario, sino al campesino
conservador; no representa al campesino que pugna por salir de su condición social de vida [paupérrima],
la parcela, sino al que, por el contrario, quiere consolidarla; no a la
población campesina que con su propia energía y unida a las ciudades, quiere
derribar el viejo orden, sino a la que, por el contrario, sombríamente retraída
en este viejo orden quiso verse salvada y promocionada en unión de su parcela,
por el fantasma del Imperio. No representa la ilustración sino la superstición del campesino,
no su juicio sino su prejuicio, no su porvenir sino su pasado, no sus Cévennes modernas sino su
moderna Vendée.
Los tres años de dura dominación
de la república parlamentaria habían curado a una parte de los campesinos
franceses de la ilusión napoleónica y los habían revolucionado, aun cuando solo fuese
superficialmente; de la conciencia moderna pugnó con la conciencia tradicional
de los campesinos franceses. El proceso se desarrolló bajo la forma de una
lucha incesante entre los maestros de escuela y los curas. La burguesía abatió
a los maestros. Por vez primera los campesinos hicieron esfuerzos para adoptar
una actitud independiente frente a la actividad del gobierno. Esto se manifestó
en el conflicto constante de los alcaldes con los prefectos. La burguesía
destituyó a los alcaldes. Finalmente los campesinos de diversas localidades se
levantaron durante el período de la república parlamentaria contra su propia
progenie, el ejército. La burguesía los castigó con el estado de sitio y
ejecuciones. Y esta misma burguesía clama ahora acerca de la estupidez de las
masas, de la vile multitude que la ha
traicionado frente a Bonaparte. Fue ella misma la que consolidó con sus
violencias las simpatías de la clase campesina por el imperio, la que ha
mantenido celosamente el estado de cosas que forman la cuna de la religión
campesina. Claro está que la burguesía tiene que temer la estupidez de las
masas, mientras siguen siendo conservadoras y su consecuencia en cuanto se
hacen revolucionarias.
En los levantamientos producidos
después del Coup d’état, una parte de los
campesinos franceses protestó con las armas en la mano contra su propio voto
del 10 de diciembre de 1848. La experiencia adquirida desde 1848 les había
abierto los ojos. Paro habían entregado su alma a las fuerzas infernales de la
historia, y ésta lo cogía por la palabra. La mayoría estaba aún tan llena de
prejuicios, que fue precisamente en los departamentos más rojos donde la
población campesina votó abiertamente por Bonaparte. Según ellos, la Asamblea
Nacional le había impedido caminar. Ahora no había hecho más que romper las ligaduras que las ciudades habían puesto
a la voluntad del campo. En algunos sitios abrigaban incluso la idea
grotesca de colocar, junto a un
Napoleón, una Convención…………>>.
……….A todo
esto sigue Marx:
<<El desarrollo económico de
la propiedad parcelaria ha invertido de raíz la relación de los campesinos con
las demás clases sociales de la sociedad. Bajo Napoleón la parcelación del
suelo en el campo complementaba la libre concurrencia y la gran industria
incipiente de las ciudades. La clase campesina era la protesta omnipresente
contra la aristocracia terrateniente que se acababa de derribar. Las raíces que
la propiedad parcelaria echó en el suelo francés quitaron al feudalismo toda
sustancia nutritiva. Sus mojones formaban el baluarte natural de la burguesía contra todo golpe de mano de
sus antiguos señores. Pero en el transcurso del siglo XIX pasó a ocupar el puesto
de los señores feudales el usurero de la ciudad, las servidumbres feudales del suelo fueron sustituidas por la hipoteca, y la aristocrática propiedad
territorial fue suplantada por el capital burgués. La parcela del
campesino sólo es ya el pretexto que permite al capitalista sacar como pueda su
salario. Las deudas hipotecarias que pesan sobre el suelo francés imponen a los
campesinos de Francia un interés tan elevado como los intereses anuales de toda
la deuda nacional británica. La propiedad parcelaria, es esta esclavitud bajo
el capital a que conduce inevitablemente su desarrollo, ha convertido a la masa
de la nación francesa en trogloditas. Dieciséis millones
de campesinos (incluyendo las mujeres y los niños) viven en cuevas, una gran
parte de las cuales sólo tienen una abertura, otra parte dos solamente, y las
privilegiadas tres. Las ventanas son para una casa, lo que los cinco sentidos
para la cabeza. . El orden burgués que a comienzos del siglo puso al Estado de
centinela de la parcela recién creada y la abonó con laureles, se ha convertido
en un vampiro que le chupa la sangre y la médula y la arroja a la caldera de
alquimista del capital. El Code Napoleón no
es ya más que el código de los embargos, de las subastas y de las adjudicaciones
forzosas. A los cuatro millones (incluyendo niños, etc) de pobres oficiales,
vagabundos, delincuentes y prostitutas que cuenta Francia, hay que añadir cinco
millones cuya existencia flota al borde del abismo y que o bien viven en el
mismo campo o desertan constantemente, con sus harapos y sus hijos, del campo a
las ciudades y de las ciudades al campo. Por tanto, el interés de los
campesinos no se halla ya, como bajo Napoleón, en consonancia, sino en
contraposición con los intereses de la burguesía, con el capital. Por eso los
campesinos encuentran su aliado y jefe natural en el proletariado urbano, que tiene por misión derrocar al orden
burgués. Pero el gobierno fuerte y
absoluto —que es la segunda idee napoléonienne
que viene a poner en práctica el segundo Napoleón— está llamado a defender
por la violencia este orden “material”. Y este ordre matériel es también el tópico en todas las proclamas de
Bonaparte contra los campesinos rebeldes.
Junto a la hipoteca que el capital
le impone, pesan sobre la parcela los
impuestos. Los impuestos son la fuente de vida de la burocracia, del
ejército, de los curas y de la corte; en una palabra de todo el aparato del
poder ejecutivo. Un gobierno fuerte e impuestos fuertes son cosas idénticas. La
propiedad parcelaria se presta por naturaleza para servir de base a una
burocracia omnipotente e innumerable. Crea un nivel igual de relaciones y de
personas en toda la faz del país. Permite también, por tanto, la posibilidad de
influir por igual sobre todos los puntos de esta masa igual desde un centro
supremo. Destruye los grados intermedios aristocráticos entre la masa del
pueblo y el poder del Estado. Provoca, por tanto, desde todos los lados, la
ingerencia directa de este poder estatal y la interposición de sus órganos
inmediatos. Y finalmente, crea una
sobrepoblación parada que no encuentra cabida ni en el campo ni en las ciudades
y que, por tanto, echa mano de los cargos públicos como una respetable limosna,
provocando la creación de nuevos cargos. Con los nuevos mercados que abríó a
punta de bayoneta, con el saqueo del continente, Napoleón devolvió los
impuestos forzosos con sus intereses. Estos impuestos eran entonces un acicate
para la industria del campesino, mientras que ahora privan a la industria de
sus últimos recursos y acaban de imponerle indefenso a la pauperización. Y de
todas las idées napoléoniennes, la de
una enorme burocracia, bien galoneada, bien cebada, es la que más agrada al
segundo Bonaparte. ¿Y cómo no habría de agradarle, si se ve obligado a crear,
junto a las clases reales de la sociedad, una casta artificial para que el
mantenimiento de su régimen sea un problema de cuchillo y tenedor? Por eso, una
de sus primeras operaciones financieras, consistió en elevar nuevamente los
sueldos de los funcionarias a su viejo nivel y en crear nuevas sinecuras……..>>.
(K. Marx en: “El 18 brumario de Luis Bonaparte”. Cfr. Cap. VII.
Pinchar en el segundo de los títulos publicados que apareceran y, seguidamente,
confrontar este texto con el cap. VII).
La propiedad
privada es un atributo de poder
personal y/o social efectivo bajo el capitalismo, ejercido por los
empresarios en contubernio con los políticos profesionales institucionalizados
en cualquier Estado nacional, ya sea sobre cosas suyas propias y/o, por
añadidura, bajo el dominio ejercido sobre personas empleadas por ellos
jerárquicamente dependientes en su relación con ellas. Así las cosas, de hecho:
1) la magnitud del salario que
cualquier obrero acordó en el contrato
de trabajo con su empleador, de hecho estuvo y todavía está en relación
de medida económica inversamente
proporcional a la plusvalía o ganancia obtenida por su patrón, es
decir, que al aumentar el salario disminuye relativamente la ganancia del
capitalista y viceversa. 2) El
límite mínimo del salario, está determinado por el mínimo histórico de medios
de vida, que el obrero necesita para reproducir su capacidad energética y
fuerza diaria de trabajo en condiciones de uso óptimo. Necesidades que varían
en cada momento y lugar. Por lo tanto, 3)
El límite máximo del salario también está objetivamente
determinado, ya que cualquier aumento sólo es posible en tanto y cuanto
no disminuya la masa de plusvalor ganancial producido, que haga descender
relativamente esa ganancia de modo tal que el capitalista entre en pérdidas e
inicie el proceso de desinversión productiva material, dejando a sus
asalariados en el paro y la miseria relativa más absoluta. Tal como así ha
venido sucediendo.
Dicho esto
con más precisión la cosa se explica así: el incremento de los salarios reales
encuentra su límite máximo, en el mínimo plusvalor compatible con la máxima
rentabilidad del capital vigente en el mercado, mientras que el mínimo salario
relativo está determinado por el costo laboral compatible con el mayor
rendimiento del trabajo en términos gananciales. Entre estos dos límites queda
fijado el campo de la relación entre las dos clases sociales universales, en
pugna por la participación en la productividad del trabajo dentro del sistema
capitalista. Teniendo en cuenta todos estos elementos, siguiendo a Marx se
comprueba que durante cada jornada de trabajo, el valor de la fuerza desplegada
por el asalariado y la plusvalía obtenida por el patrón, fluctúan dentro de
unos márgenes estrictamente acotados. Si nos salimos de ellos en cualquier
supuesto con visos de realidad, estaremos violando las leyes objetivas del
propio capital y los resultados a que lleguemos serán engañosos, totalmente
faltos de toda veracidad científica para explicar el cambio desigual permanente que se ha venido verificando
desde un principio entre las dos partes competidoras: explotadoras y
explotadas.
De todos estos
antecedentes históricos descritos por Marx, se desprende que el modo de
producción capitalista no ha consistido ni consiste en una
sociedad de productores libres asociados en régimen de cooperación
fraternal colectiva, actuando
racionalmente en función de sus necesidades sociales, sino
al contrario. Se trata de millones de individuos
divididos y enfrentados entre países, y dentro de un mismo país entre empresas privadas, donde los
burgueses se dedican a disputarse la capitalización de su ganancia explotando
trabajo ajeno. Para ello, ordenan a sus empleados que procedan a producir con total independencia de las demás
empresas, pasando seguidamente a competir en el mercado,
cada cual con arreglo a la magnitud de lo producido y al valor de sus productos. Allí la competencia
inter-capitalista convierte esos valores
particulares en precios de
mercado —que Marx dio en llamar precios
de producción— a instancias de lo cual resulta que cada
empresa logra capitalizar una parte alícuota de la ganancia global producida,
según la magnitud del capital con el que cada una de ellas participa en ese
común negocio de explotar trabajo ajeno, dando forma a la Tasa General Promedio
de Ganancia capitalista.
Ahora
bien, si entendemos por libertad
individual bajo el capitalismo a la autodeterminación de cada sujeto, está claro que la libertad
de los asalariados acaba, cuando firma el contrato de trabajo y entrega su piel
de trabajador, para que su respectivo patrón se la curta durante cada jornada
de labor, mientras que la autodeterminación del burgués acaba recién cuando
lleva su producto al mercado. Porque es allí donde los patronos de cada empresa
ya no pueden decidir lo que cada uno de ellos ganará finalmente. Es el mercado
la especie de cofradía
práctica seglar
en la que los capitalistas declinan su libertad, delegando en la oferta y la
demanda el reparto de la ganancia
global entre sus distintas empresas en cada país. Pero no es solo eso,
sino que el resultado del
proceso de acumulación del capital
global en virtud de esa misma
anarquía de la producción
—presidida por la ley económica del valor—, desemboca sin poder evitarlo en las
crisis económicas periódicas.
Es allí, pues, en los mercados, donde
los capitalistas pierden su
autodeterminación como sujetos, aunque no dejan de ejercer su dominio
en sus empresas y, a través de ellas, incluso en los distintos Estados
nacionales. Pero entonces, mientras los explotados sigamos tolerando semejante situación, el poder de sus patronos
permanece cosificado en una
sociedad humana totalmente enajenada,
donde lo que pasa en ella y los que allí viven, no depende de los sujetos sino
de una cosa semoviente,
como es el caso de las empresas en los mercados, incluyendo los instrumentos de
producción y los medios de cambio (en dinero) al interior de cada país. :
<<¿Por qué la burguesía
se aquerenció al hecho de gobernar semejante estado de cosas? También fue Marx
quien respondió con total certeza científica a este interrogante, sentenciando
que tanto a los capitalistas propietarios de los medios de producción y de
cambio, como a sus eventuales y oportunos clientes —los distintos
“representantes” políticos que se alternan en la tarea de representar la
voluntad popular—, esa enajenación mientras la ley del valor lo permite, les
hace sentir muy bien>>. (K. Marx 7-10 de agosto
de 1844. Ver en: "Glosas críticas marginales
al artículo: ‘El Rey de Prusia y la reforma social. Por un prusiano").
Ergo, ¿es cierto que la democracia
moderna bajo el capitalismo, es una forma de organización social que atribuye
la titularidad del poder
al conjunto mayoritario de la sociedad?
¡No! Porque sin duda y en realidad, esa “democracia” ha sido y sigue
siendo la dictadura del capital en posesión y privacidad de una minoría
relativa bajo el capitalismo por mediación de los mercados. ¿Qué debemos hacer,
pues, las víctimas mayoritarias de semejante enajenación humana? Si como es
verdad —y así lo ha venido demostrando la historia desde sus orígenes—, la
humanidad avanzó venciendo tantas dificultades, ¿por qué no deberá sernos posible hoy a las mayorías
sociales que somos los asalariados en esta sociedad, el poder alcanzar
a subir un peldaño más en la escalera del progreso humano? Porque
emancipándonos y haciendo lo propio con los capitalistas, de la cada vez más
insoportable locura de la cosificación,
que sólo beneficia a cada vez menos individuos, That´s the question. Y porque
ha sido Aristóteles quien ha definido con absoluta certeza, el verdadero
significado de la “democracia” desde sus orígenes, reconociendo que el número
de los empresarios que explotan a sus trabajadores en contubernio con los
políticos profesionales que gobiernan los distintos Estados nacionales, no es
lo decisivo en la definición de los tipos de régimen según Alfredo Cruz Prados :
<<"No debe considerarse
—dejó dicho— que la democracia es de un modo absoluto como algunos suelen
hacerlo actualmente, es decir, como el régimen según el cual el elemento
soberano es la multitud, pues también en las oligarquías y en todas partes la
soberanía es ejercida por el elemento más numeroso”9. El número no es lo primordial, de
la misma forma que el criterio de mayoría —como ya vimos— no era verdaderamente
especificante, ya que se cumplía igualmente en los diversos regímenes10.
Lo que caracteriza de verdad a la
oligarquía y a la democracia, es que en la primera gobiernan los ricos y, en la
segunda los pobres11.
Efectivamente, "el que sean pocos o muchos los que ejercen la soberanía es
un accidente, en el primer caso las oligarquías, en el segundo las democracias.
Porque en todas partes los ricos son pocos y los pobres muchos. Lo que hace a
la diferencia entre la democracia y la oligarquía es la pobreza y la riqueza. Y
necesariamente, cuando el poder se ejerce en virtud de la riqueza, ya sean
pocos o muchos se trata de una oligarquía; cuando mandan los pobres, de una
democracia; pero acontece, como dijimos, que unos son pocos y otros muchos, pues
los pocos tienen prosperidad, aunque de la libertad participen todos; y éstas
son las causas por las que unos y otros reclaman el poder12. Lo que
caracteriza a un régimen es lo que caracteriza a la clase social de los que lo
gobiernan. El número es sólo un "accidente", una consecuencia fáctica
que se da "en todas partes", o —como dice en otro lugar— una
"coincidencia”13.
Por todo esto, Aristóteles ha
concluido que "el régimen es una democracia, cuando los libres y pobres,
siendo los más, ejercen la soberanía, y una oligarquía cuando la ejercen los
ricos y nobles, siendo pocos"14>>. (: “La política de Aristóteles y la
democracia” II. (Pp. 11).
Por
todo esto, Aristóteles concluyó que:
<<"El régimen es una democracia cuando el poder político se
atribuye a libres pobres simplemente por ser mayoría, y una oligarquía si el poder político está en manos de
unas pocas personas, generalmente de la misma clase
social burguesa, cuando es ejercida por la fuerza de unos
pocos ricos y nobles">>. (Op. cit. Pp.12).
Según este criterio de Aristóteles, que ha
sabido distinguir con total certidumbre y verdad, la diferencia entre
democracia y oligarquía, resulta que la mayoría social a los efectos del
ejercicio del poder no es lo primordial, ya que ambas realidades en su tiempo
se han venido ejerciendo según sus respectivos regímenes sociales
predominantes: la democracia
en virtud de conceder el poder a una
mayoría distinguida de pobres electos, a diferencia de la oligarquía cuyo gobierno
estuvo ejercido por un sector social
aristocrático de poder superior. O sea, que tanto la democracia como la
oligarquía no se han regido por el mayor número de sus representados, sino por
el poder atribuido o ejercido de hecho por sus poderosos representantes.
Dicho esto, ¿no estamos cumpliendo con
nuestro deber revolucionario y emancipador social humanamente igualitario, al
apuntar con el dedo acusador, para señalar hoy a ese minoritario ejército de intelectuales “ad
hoc”, quienes ejerciendo el poder omnímodo en sus empresas privadas y/o en los
distintos Estados nacionales de todo el Mundo, tras ser debidamente adoctrinados para esos menesteres por
los aparatos ideológicos de sus
respectivos Estados nacionales, aprenden a ejercer ese poder político
social sobre las minorías sociales relativas dependientes para los fines de
enriquecerse explotando trabajo ajeno con fines gananciales. Nos referimos a esa minoría de
catedráticos en “economía aplicada” y demás servidores institucionalizados,
quienes diciendo defender los “intereses
del pueblo”, lo cierto es que pugnan subrepticiamente por preservar
al todavía vigente sistema capitalista explotador y genocida en su conjunto,
por la cuenta que la ellos es trae.
Estos señores que de palabra consagran
por igual a empresarios y asalariados —a los primeros porque crean puestos de
trabajo y a los segundos porque son los creadores directos de la riqueza—así es
como rinden el falso culto a la relación
entre unos y otros, es decir, al sistema capitalista. ¡Para que
perdure! Esto es lo que procuran los burgueses liberales, sindicatos y partidos
políticos en general, oportunamente coincidiendo con la tan conocida muletilla
según la cual, el empresario capitalista es tan necesario como el obrero,
porque genera empleo asalariado. Como si el acto de organizarse para el trabajo
social —que nació con el comunismo primitivo—, no pudiera concebirse sin el
“servicio” al moderno propietario privado del capital y el dinero bancario.
Algo así como sostener el absurdo de que sin delincuentes no puede haber
justicia, confundiendo el sustantivo
justicia, que de por sí no induce a ningún delito, con el verbo “ajusticiar” que lo presupone, como es el caso de la
corrupción política consuetudinaria. Y que no se nos venga a decir, invocando
al stalinismo de raíz pequeñoburguesa socialdemócrata, que el socialismo
revolucionario también corrompe.
Suelen afirmar los políticos, que “no
todos son corruptos” y que “la mayoría de ellos no lo son”. Pero mienten
miserablemente al suponer que esa mayoría se resiste a la tentación porque son
honestos. El acto de corromper no está al alcance de todos los empresarios, de
igual forma que tampoco se corrompen todos los políticos. Como reza el muy
selecto precepto bíblico: “Muchos serán los llamados y pocos los elegidos para
entrar en el Reino de los cielos”. Todo depende de lo que le cuesta corromper
al corruptor respecto del rédito que obtiene corrompiendo. Esto por una parte.
Pero por otra parte, también el acto de corromper depende de la posibilidad
real del potencial corrupto para cumplir con la posibilidad de lograrlo, es
decir, del lugar que ocupa en la escala jerárquica y del poder político que se
lo permite. Y en este mercado de la corrupción, a los honestos como a los
diamantes que se los encuentra por debajo de los 4.000 metros de profundidad,
lo cierto es que en todas las sociedades divididas en clases sociales, siempre
se confirmó eso de que “la ocasión hace al ladrón”. Y en todas ellas la
corrupción política jamás empezó con el enriquecimiento ilícito, sino con la
tergiversación de la verdad sobre la realidad en la conciencia colectiva, que
así es doblegada por la conveniencia personal de las minorías empresariales en
contubernio con los políticos profesionales estatizados, lo cual dio pábulo al
relativismo postmodernista, como así lo dejó dicho Ramón de Campoamor:
<<En este mundo traidor, nada es verdad ni es mentira, todo es según
el color del cristal con que se mira>>.
Así, operando con la misma negación de
la lógica racional en materia económica y social, los modernos sofistas al
servicio del capitalismo que profesan, por las ganancias que atesoran, conciben
la demanda de productos para el consumo, como la fuerza que mueve a la
producción y no al revés. Como si fuera posible demandar efectivamente lo que
todavía no existe. Y como si bajo el capitalismo la producción no estuviera
presidida por el móvil de la ganancia merced a la explotación más despiadada.
Porque siguiendo a Keynes, piensan de tal modo por el revés de la trama real,
ninguneando a Marx para poder sostener que las crisis económicas periódicas no
suceden por superproducción de capital sobrante, que así se desvaloriza,
dejando sin sentido su inversión productiva, sino que ocurre por carencia de
productos para su consumo. O sea, que confunden la verdadera causa por su
consecuencia.
No. Por eso al fundamento marxista ni lo
mencionan. Aprovechan todos los medios de información y comunicación públicos y
privados afines, para difundir la especie de que las crisis se superan desde el
“Estado democrático” mediante
políticas económicas productivas
que generan riqueza y consumo general actuando a su vez como incentivo de la
producción. En síntesis, que para estos “catedráticos” de medio pelo, el
capitalismo es un sistema del bienestar general, que de no ser por los
empresarios y políticos liberales corruptos, puede ser tan perfectible y
humanitario como que según ellos, las crisis no sólo se pueden superar, sino
hasta suprimir; o sea, que al
sistema se lo puede reformar políticamente,
de modo que produzca “sine die” con arreglo al consumo humano en general,
convirtiendo a la sociedad en algo parecido a lo que el profeta cristiano
Isaías se imaginó del paraíso terrenal. Todo muy bucólico:
<<Habitará el lobo con el cordero y el leopardo se acostará con el
cabrito. Y comerán juntos el becerro y el león. Y un niño pequeño los
pastoreará>> (Cap. 11 versículo Ya lo hemos dicho y volvemos a
insistir en ello aquí, porque sigue siendo necesario: Toda corrupción política persigue una inconfesable finalidad económica. Pero su
condición de existencia es la previa corrupción
ideológica que la justifica, es decir la falsedad consagrada. Y esta
verdad señala tanto a la corrupta ideología de la derecha política liberal
conservadora, como a la que sostienen los líderes al “mando” del cotarro
reformista. Ambos igualmente poseídos por el espíritu del capitalismo,
demuestran en todo lo que dicen su desprecio por la verdad científica.
Pugnan porque no cambie el viento de la
historia ni que se dé vuelta la taba
de su suerte. Por eso no polemizan con Marx. Simplemente lo boicotean por la
cuenta que les trae. La expresión ganancia del capital está
prohibida en su vocabulario. Su holgada condición relativa en esta sociedad,
les induce a profesar el arte del escamoteo
en materia de ideas sobre la realidad, tales como que los explotados podamos
tener intereses políticos
estratégicos propios, naturalmente contrarios
a los de nuestros explotadores. Unos intereses que tienden e inducen, a la
tarea de acabar para siempre con la maldita distribución clasista cada vez más desigual de la riqueza, que los explotadores mientras tanto
se reparten y “a vivir que son dos días”.
En definitiva, unos intereses emancipadores del ser humano genérico, es decir, sin distinción de clases
sociales.
De este concepto esclarecedor,
conservadores liberales y reformistas también suelen huir por igual como de la
peste. Porque permite distinguir al género humano respecto de los demás animales irracionales, con los
que por propio interés ellos se asemejan cada vez más día que pasa. Se trata de
un concepto dignificante del ser humano que Marx atribuye precisamente al
sujeto trabajador, porque aun siendo parte de la naturaleza, tiene la capacidad
de transformarla. ¿Cómo? Así lo dice Marx:
<<Una araña
ejecuta operaciones que recuerdan las del tejedor. Y una
abeja avergonzaría, por la construcción de las celdillas de su panal, a más de
un maestro albañil. Pero lo que distingue ventajosamente al peor maestro
albañil de la mejor abeja, es que el primero ha modelado
la celdilla en su cabeza antes de
construirla en cera. Al consumarse el proceso de trabajo surge un
resultado que antes de su comienzo ya existía en la imaginación del obrero, o
sea, idealmente. El obrero no solo efectúa un cambio de forma
de lo natural; en lo natural al mismo tiempo efectiviza su propio objetivo. Objetivo
que él sabe que determina, como una ley, el modo y manera de su accionar y
al que tiene que subordinar su voluntad>>. (K. Marx: “El Capital” Libro I Cap. V Ed. Siglo
XXI/1978 Pp. 216. Ver
al principio de la versión digitalizada)
Donde la expresión “cambio de forma” y el verbo “determinar”, adoptan un significado preciso: una forma
—específica y distinta de su forma natural— que determina una conducta
laboriosa según la idea previamente dibujada en la conciencia del trabajador, a
la cual por necesidad de que es verdad, subordina su voluntad. Y para eso, antes de ejecutar cualquier
acción sobre cada parte
constitutiva del objeto a transformar, concibe lo que quiere hacer según la
idea que, siempre por necesidad, previamente se hace del producto terminado. En
síntesis, que si hay algo que distingue a la libertad propia del ser humano genérico, respecto del resto
del reino animal atado a las cosas que le brinda la naturaleza de su entorno,
es la conciencia como íntima
certeza de lo que hay que hacer necesariamente. Ergo, no puede haber libertad
humana posible, sin tomar previamente conciencia de la necesidad de actuar sobre cualquier parcela de la realidad,
con arreglo a un determinado fin, como conditio sine qua non
para transformarla.
Cierto. A menudo sucede que el primer modelo “ideal” de algo que cualquier
sujeto se propone realizar con su trabajo, no sea precisamente el que requiere su necesidad y difiera de ella. O sea, que no sea el
verdaderamente necesario. De lo contrario se caería en una concepción
religiosa, mágica, divina o mística de la creación. Para no caer en ese error,
se nos exige a los humanos pasar por la experiencia de la prueba y el error,
es decir, por la existencia
en la vida social. Por eso Marx y Engels en “La
Ideología alemana” han dejado dicho que:
<<No es la conciencia lo que determina la vida, sino la vida lo que determina
la conciencia>> (Versión
digitalizada Pp. 4)
Pero
en última instancia, sin la plena
certeza consciente debidamente confirmada por la verdad científica, que bajo determinadas circunstancias
exige a la conciencia social
determinarse en un preciso sentido
unívoco y no en cualquier otro, según lo que es necesario hacer, no puede haber perspectiva de
vida racional posible, ni libertad
propia del ser humano genérico. Y esta exigencia está implícita en la tarea
previa de conocer la verdad de cualquier realidad a transformar, un ejercicio
necesario de la conciencia, como condición
necesaria e imprescindible para poder transformarla materialmente de un modo preciso y no de
cualquier otro. Con la mentira no se transforma necesariamente nada sino que se
conserva lo que hay. Por eso es que los capitalistas en general, tanto como sus
lacayos, los teóricos y políticos que les hacen la cohorte, son unos mentirosos compulsivos
sin poder evitarlo, porque de eso y para eso viven. Pero no son libres, porque
sólo la verdad sobre la realidad hace a la libertad de actuar sobre ella. Ya
sea para conservarla hasta donde resulte racional, o para transformarla cuando
deviene irracional. Teniendo en cuenta que todo lo racional es verdadero.
Es en esta pulsión de la conciencia que
exige de cada individuo la permanente búsqueda de la verdad sobre la realidad,
donde radica esencialmente lo que distingue al ser humano genérico del resto de
los animales irracionales. Pues bien, si como resulta ser cierto que es la vida
social lo que determina la conciencia de los individuos, y la conciencia
individual socialmente asumida es el atributo que distingue a cada ser humano
genérico respecto de los animales irracionales, cabe preguntar: ¿qué ha hecho
la vida social desde la revolución Francesa a esta parte, si no ratificar el
carácter cada vez más explotador,
mentiroso y genocida del capitalismo?
¿Y qué han resultado ser a la luz de su
comportamiento en la historia, tanto los
empresarios en general como los partidos políticos institucionalizados
incluyendo naturalmente al PSOE como a los demás por el estilo en todo
el Mundo? Una sarta de animales
irracionales oportunistas y corruptos que, al respecto de la conciencia
social solo saben invocarla, pero de hecho la niegan sistemática y radicalmente
consagrando a este irracional y explotador sistema económico y político de vida
—podrido hasta los tuétanos— como si fuera el “non plus ultra” de la vida en
sociedad.
En síntesis:
que tal como ya lo hemos dejado negro sobre blanco el pasado enero de este año,
según el pensamiento de Marx, Engels, Henryk Grossmann y John Francis Bray,
el hecho de que hoy todavía subsista
en el Mundo la propiedad privada de los medios de producción y el dinero
bancario en poder de los empresarios industriales, comerciales y de servicios,
es una realidad histórica intolerable.
Porque tales condiciones no han hecho más que determinar históricamente, que los intercambios desiguales de la
relación entre patronos y obreros —que han propiciado el reparto también desigual de la
riqueza desde los orígenes del capitalismo—, no han hecho más que
agudizarse a expensas de la penuria
relativa de los asalariados, que no ha dejado de aumentar y en estas estamos
ahora mismo, donde se verifica que:
1) El 0,6 % de la población adulta en el Planeta, dispone del 39,3
% de la riqueza creada en el mundo.
2) Más de una tercera parte de esa
riqueza, está controlada por una super élite opulenta de apenas 29 millones de personas. Justo por
debajo de ellos, una segunda división minoritaria de 344 millones de personas (el 7,5
% de la población mundial) ostenta
otro 43,1 % de la riqueza total en el globo terráqueo.
3) Sumando ambos valores porcentuales medidos en
términos de población y tenencia de riqueza, resulta que el 8,1 % de la población mundial posee el 82,4 % de la riqueza en el
Planeta.
4) Y si analizamos la pirámide por la parte baja de sí misma, la
conclusión a que se llega es aún más desoladora: porque alrededor de 3.184 millones de personas, el 69,3 % de la
población mundial, con una riqueza inferior a los 10.000 dólares, acumula solo
el 3,3 %.
5) El dato es aún más preocupante al
descubrir que 4.219 millones de
personas, el 91,8 % de la población
adulta mundial, tan sólo acumula el 17,7 % de la riqueza total.
Cfr.: https://www.elblogsalmon.com/economia/una-super-elite-mueve-los-hilos-de-la-economia-mundial.
6) 2015 será recordado como el primer
año de la serie histórica, en que la
riqueza del 1% de la población mundial alcanzó la mitad del valor del total de
activos. En otras palabras: el 1% de la población mundial, aquellos que tienen
un patrimonio valorado en 760.000 dólares, poseen tanto dinero —líquido o
invertido— como el 99% restante de esa población mundial. Esta enorme brecha entre privilegiados y el resto de la
humanidad acorralada en la miseria, lejos de disminuir ha seguido ampliándose
desde el inicio de la Gran Recesión, en 2008. Cfr.: http://economia.elpais.com/economia/2015/10/13/actualidad/1444760736_267255.html?rel=mas.
Éste ha sido
el resultado histórico de la todavía
vigente propiedad privada ejercida por los empresarios en la sociedad
civil de todo el Mundo. ¿Y qué ha sucedido con la llamada democracia representativa en las instituciones estatales?
Que a la hora de gobernar, la inmensa
mayoría social de los llamados “ciudadanos de a pie” —arrastrados hacia
la miseria por la desigualdad de los
intercambios en su relación social con sus patronos capitalistas—,
tampoco pintan nada. Porque no pueden hacer más que votar en las elecciones
periódicas delegando eventualmente el
poder en políticos profesionales oportunistas y corruptos, que se disputan el gobierno de las
distintas naciones para que en su condición de candidatos presuntamente les
representen, cuando en realidad ellos se representan despóticamente a sí mismos
en contubernio con sus colegas
empresarios, enriqueciéndose mutuamente sin límites a expensas del
trabajo ajeno.
Así las
cosas, la todavía vigente propiedad privada sobre los medios materiales de producción y el dinero bancario,
que inevitablemente ostentan los patronos
burgueses y que, a instancias de los políticos profesionales en los distintos países ha, derivado
en poder político sobre la
inmensa mayoría en el mundo de terceras personas dependientes de su trabajo
asalariado —por tiempo determinado—, ha sido y sigue siendo el fundamento de la
dictadura que la clase social burguesa ha venido ejerciendo sobre el
proletariado bajo el capitalismo, tal como lo dejara por primera vez negro sobre blanco Federico Engels:
<<Pero hoy [en 1847], cuando merced al desarrollo de la gran industria, en primer lugar se han constituido
capitales y fuerzas productivas en proporciones sin precedentes, y existen
medios para aumentar en breve plazo hasta el infinito estas fuerzas
productivas; cuando, en segundo lugar, estas
fuerzas productivas se concentran hoy en manos de un reducido número de
burgueses, mientras la gran masa del pueblo se va proletarizando y
empobreciendo, con la particularidad de que su situación se hace más cada vez
más precaria e insoportable en la medida en que aumenta la riqueza de los
burgueses; cuando en tercer lugar, estas
poderosas fuerzas productivas, que se multiplican con tanta facilidad hasta
rebasar el marco de la propiedad privada y del burgués, provocando
continuamente las mayores conmociones del orden social, sólo ahora la supresión
de la propiedad privada se ha hecho posible e incluso absolutamente
necesaria>>. (Federico Engels a fines de octubre y principios de
noviembre de 1847 en su obra: “Principios
del Comunismo” publicada por Ed. l’eina/1989. Pp. 85). Versión
digitalizada ver en apartado XV último párrafo).
Por lo tanto, si como es cierto y verdad que todo
principio activo mueve a la
realización de un fin, teniendo en cuenta que la finalidad del capitalismo es
la acumulación de ganancia económica explotando trabajo ajeno cada vez más
productivo, más allá de lo señalado por F. Engels ocurrió contradictoriamente, que la creciente productividad del
trabajo asalariado sólo ha sido posible a instancias de medios materiales técnicos cada vez más eficaces sustitutos de trabajo humano
—única fuerza esta última creadora de
valor económico—, y dado que tales instrumentos materiales se limitan a trasladar su costo de
mercado al producto, en
forma de amortización por desgaste,
o sea que no generan ganancia ninguna
tal como así lo dejó negro sobre blanco K. Marx en sus “Líneas fundamentales de la crítica de la economía”, escrito entre
1857 y 1858:
Se nos ha
venido inculcando eso de que el capitalismo es la forma de vida basada en la
libre concurrencia mercantil, que se concreta en el libre cambio de una
mercancía por otra equivalente. O sea la igualdad en los intercambios
mercantiles, lo cual es totalmente falso:
<<Por favorables que sean las
condiciones en que se haga el intercambio (entre capitalistas) de una mercancía por otra, mientras subsistan las relaciones (desiguales)
entre el trabajo asalariado y el
capital, siempre existirán la clase de los explotadores y la clase de los
explotados. Verdaderamente es difícil comprender la pretensión de los
librecambistas (burgueses), imaginándose
que un empleo más ventajoso del capital hará desaparecer el antagonismo entre
los capitalistas industriales y los trabajadores asalariados. Por el contrario,
ello no puede acarrear sino una manifestación aún más neta de la oposición
entre estas dos clases sociales.
Señores: No os dejéis engañar por la
palabra abstracta de libertad. ¿Libertad
de quién? No es la libertad de cada individuo con relación a otro individuo. Es
la libertad del capital para machacar al trabajador>> (K. Marx: “Miseria de la filosofía.
Respuesta a la ‘Filosofía de la miseria’ del Señor Proudhon. Apéndices:
‘Discurso sobre el librecambio’. Pronunciado
por K. Marx el 7 de enero de 1848 en una sesión pública de la Asociación
Democrática de Bruselas”. Ed. cit. Pp. 186. Lo entre paréntesis nuestro. Versión
digitalizada bajo el
mismo subtítulo en Pp. 11 de 13).
Así las
cosas, desde que la moderna sociedad burguesa salió de entre las ruinas de la
sociedad feudal, para incursionar en el Mundo hasta llegar a ser la clase
internacional minoritaria más explotadora, enriquecida y dominante desde la época en que se ha distinguido por
haber simplificado las contradicciones de clase, entre capitalistas y
trabajadores asalariados hasta que……:
<<…….Tan pronto como el trabajo [humano ganancial explotado] en forma inmediata, [ha ido siendo
sustituido por maquinaria] dejando así
de ser la gran fuente de la riqueza [y consecuente ganancia capitalista], el tiempo de [ese] trabajo [físico e intelectual de los
asalariados cada vez menos empleado], deja
y tiene que dejar de ser su medida y, en consecuencia, el valor de cambio [de
la riqueza producida] tiene que dejar de
ser la medida del valor de uso del trabajo. El
plustrabajo de la masa [asalariada] ha dejado de ser condición para el
desarrollo de la riqueza general, así como también el no-trabajo de [los relativamente
pocos capitalistas todavía usufructuarios
dirigentes del tinglado explotador], ha dejado de ser condición de las
fuerzas generales del cerebro humano. Con ello se derrumba la producción de
riqueza basada sobre el valor de cambio, el proceso de producción inmediato
pierde la forma de [producir miseria relativa en los explotados, al mismo
tiempo que ganancia para los explotadores],
y el antagonismo [entre las dos clases sociales universales desaparece]. Aquí entra entonces [a manifestarse] el desarrollo de los individuos [libres
e iguales], y por lo tanto la reducción del tiempo de trabajo necesario, no
para crear plustrabajo sino para reducirlo en la sociedad a un mínimo, al que
corresponde entonces la función artística, etc., de los individuos gracias al tiempo
devenido libre y a los instrumentos [supletorios de trabajo vivo] creados para todos ellos. [De modo tal
que así, la burguesía deja como tal
clase explotadora de seguir existiendo]>>.
(K. Marx: “Líneas fundamentales de la
crítica de la economía Política”. En alemán “Grundrisse”. Ed. Grijalbo.
Segundo volumen: El proceso de circulación del capital. Tomo II Cap. III Pp.
91. El subrayado y los entre corchetes nuestros. Confrontar esta parte citada
del texto traducido por la mencionada Editorial, con la versión
digitalizada en las páginas 228 y 229).
Por su
parte, en su obra escrita entre 1927-1928 titulada: “La ley de la acumulación y del derrumbe del sistema capitalista”, Henryk Grossmann
ha demostrado que el capitalismo alcanza su límite histórico-objetivo absoluto,
cuando el incremento de los medios técnicos de producción empleados y la
productividad del trabajo a mayor velocidad que el de la población productiva
empleada, se expresa capitalísticamente en su contrario: o sea, en que la población obrera crece siempre
más rápidamente que la necesidad de valorización [ganancia] del capital
invertido en funciones. Donde también aumenta la sustitución de obreros por la
maquinaria empleada en su lugar. Y es que:
<<El incremento de los medios materiales de producción llamados capital
constante [maquinaria,
herramientas, materias primas y
auxiliares, talleres, fábricas, oficinas, medios de transporte, etc] y la
productividad del trabajo a mayor velocidad que la de la población, se expresa
capitalistamente en su contrario: en
que la población obrera crece siempre más rápidamente que la necesidad de
valorización del capital”106. Por tanto,
el desplazamiento de los obreros por la maquinaria y el surgimiento del
ejército de reserva descrito por Marx en el tomo I de El capital (capítulo XIII: “Maquinaria y gran industria”),
constituye un hecho de naturaleza técnica, provocado por el mayor crecimiento
de MP [medios de producción] en proporción con FT [fuerza de trabajo], la que en cuanto tal no representa ningún
fenómeno específico del capitalismo. Todo
progreso técnico descansa en un aumento de la productividad del
trabajo, o sea, que éste [el trabajo] es
ahorrado, liberado, con respecto a un cierto producto técnico
material [la maquinaria] supuesto
como dado [y necesariamente requerido por la cuenta que les ha traído a los capitalistas]. Que la máquina sustituye trabajo humano,
es un hecho irrefutable que no requiere de mayores “demostraciones”, pues se
desprende del propio concepto material y técnico de la máquina, en tanto que es
un medio destinado a economizar trabajo. Esta “liberación” de trabajo
asalariado se produce en todos los modos de producción, e incluso tendrá
lugar en una economía planificada socialista por cuanto ésta también recurrirá
a los progresos de la técnica. De aquí se desprende la imposibilidad de que
Marx dedujera de este hecho “natural”, el derrumbe del modo de producción
capitalista. Y por cierto, la sustitución de obreros como consecuencia del
perfeccionamiento técnico introducido en la maquinaria, ni se menciona en el
capítulo XXIII del Libro 1 tomo II de “El capìtal”, donde Marx dedujo la ley del derrumbe capitalista a
partir de la ley general de la acumulación de ganancia. Marx aquí no resalta
las variaciones de la composición técnica del capital, es decir, la
relación entre medios de producción MP y fuerza de trabajo FT, sino que hace
hincapié en la composición orgánica dineraria, o sea en la relación
entre c [capital constante] y [capital variable] v
[o fuerza de trabajo]. “El factor
más importante en este examen es la composición del capital y
los cambios que experimenta la misma en el transcurso del proceso de
acumulación”. A lo que se agrega con el fin de ampliar la explicación: “Cuando
se habla sin más ni más de la composición del capital, nos referimos siempre a
su composición orgánica”107.
Empero la composición técnica tan sólo conforma un aspecto de la
composición orgánica; ésta última constituye algo más. Se trata de una composición
de valor, que se halla determinada por la composición técnica [o sea,
la evolución de la relación físico-técnica
entre la maquinaria y los obreros encargados de ponerla en movimiento], cuyas modificaciones refleja [que
hasta cierto punto va en aumento]. Con ello Marx transforma la faz
técnica del proceso de trabajo, la relación entre MP: FT —independiente de todo
modo de producción específico—, en una relación de valor c
[capital constante para invertirlo en maquinaria] con v [capital variable,
es decir: salarios], o sea, que
considera esa relación técnica en su forma específicamente dineraria-capitalista.
Así. en el interior del modo de producción capitalista, los medios de
producción MP [maquinaria] y FT [fuerza
de trabajo], se presentan ambas como partes
integrantes del capital, como valores
que deben ser valorizados, es decir arrojar una ganancia. El aspecto
característico y el factor impulsor de la producción capitalista, no es el proceso
técnico de producción, sino el proceso de valorización [ganancia
capitalista]. Éste se interrumpe allí
donde los empresarios se encuentran con que la valorización se ha terminado [por
carencia de capital adicional suficiente],
aun cuando el ángulo de las necesidades materiales y su satisfacción —el
proceso técnico de la producción— continúa siendo necesario y deseable. Los
obreros son despedidos al ser sustituidos por maquinaria. Pero el
desplazamiento de los obreros, el surgimiento del ejército de reserva del que
Marx habla en el capítulo de la acumulación (y de esto se ha hecho caso omiso
en la literatura sobre el tema), sucede no por el hecho teórico de la introducción
de la maquinaria, sino por la insuficiente
valorización del capital invertido [precisamente por carencia de ganancia adicional suficiente para tal fin], que hace su presentación
en una cierta fase avanzada de la acumulación. De modo que la causa que
lo genera, encuentra su origen exclusivamente en el modo de producción
específicamente capitalista. Los obreros son desplazados no porque sean
expulsados por las máquinas, sino porque a una determinada altura de la
acumulación, la ganancia se torna demasiado pequeña y por consiguiente ya no
rinde, de modo que no alcanza
para poder adquirir las adicionales máquinas suficientes, etcétera108>>. (Henrik
Grossmann: “La ley de la acumulación
y del derrumbe del sistema capitalísta.” Biblioteca del pensamiento
socialista. Ed. Siglo XXI Cap. I México DF: “El hundimiento del capitalismo en las exposiciones científicas
surgidas hasta la fecha”. Pp. 85 a 88. Primera edición en alemán 1929.
Primera edición en español 1979. El subrayado y lo entre corchetes nuestro: GPM).
Y en efecto: La ganancia capitalista ha venido
surgiendo del valor adicional
producido por cada obrero empleado [no remunerado] para tal fin durante cada
jornada de labor. Es un excedente
ganancial respecto del salario a instancias de la creciente productividad laboral, que aumenta con cada
progreso científico-técnico incorporado a los instrumentos materiales técnicos de trabajo —movidos por el
proletariado en cada jornada laboral— haciendo así posible a la burguesía
usufructuarlo. Es un rédito global obtenido en cada país que —por mediación de
la oferta y la demanda en el mercado bajo condiciones
normales— la competencia
intercapitalista se encarga de repartirlo
entre los burgueses propietarios de los medios de producción, según la masa de capital con que cada
fracción empresarial participa en ese común
negocio, de medrar a expensas de otros seres humanos empleados para tal
fin. Se trata, pues, de un proceso
objetivo, que no depende de la voluntad de nadie en particular, sino de
todos los burgueses en general, como personificaciones del sistema. Es un
rédito global obtenido en cada país que —por mediación de la oferta y la
demanda en el mercado bajo condiciones
normales— la competencia
intercapitalista se encarga de repartirlo
entre los capitalistas, según la masa
de capital con que cada fracción empresarial participa en ese común negocio, de medrar a
expensas de otros seres humanos. Se trata, pues, de un proceso objetivo, que no depende de la voluntad de nadie en
particular, sino de todos los burgueses en general, como personificaciones del
sistema.
Pero bajo tales condiciones, de la misma forma
sucede que a instancias de la creciente productividad del trabajo, los
instrumentos materiales utilizados —cada vez más eficaces— sustituyan más y más
mano de obra, que así su empleo
no deja de aumentar, pero naturalmente cada
vez menos. Y dado que la ganancia del capital crece a expensas del
trabajo asalariado empleado, el decreciente incremento de su empleo respecto de los medios materiales que pone en
movimiento, determina que el proceso de explotación, ganancia y
acumulación de capital, se interrumpa
periódicamente por carencia de empleo asalariado y en consecuencia, por
falta de rentabilidad
suficiente respecto de lo que cuesta producirla y que la inevitable casusa de las crisis
económicas periódicas.
Dicho
esto último y tomando en consideración la evolución del dinero ganancial de la
burguesía, como consecuencia de la mayor intensidad y eficacia del trabajo
humano explotado, debe operarse una consecuentemente mayor capacidad o
poder adquisitivo de ese dinero en poder de la gran burguesía, a la vez
que una disminución creciente del precio de las mercancías, o
sea, un salario de mayor poder de compra y más medios de vida, es decir, un
salario incrementado. Finalmente ese aumento del salario real y su mayor poder
adquisitivo, sin que exista un ejército de reserva requiere que el trabajo se
venda por su valor. Pero si observamos este proceso más detenidamente,
comprobaremos que esta tendencia creciente del poder adquisitivo salarial no
se prolonga indefinidamente, sino que se agota en un período
transitorio, que corresponde a una determinada fase temporal de
desarrollo en el curso de la acumulación capitalista y que, según el esquema de
Henrik Grossman ha regido no más allá de los primeros 34 años. Y en efecto: Toda esta “lógica” da pábulo a las crisis económicas de superproducción de capital, es
decir, exceso de producción de mercancías por carencia dineraria de demanda
durante la cual, la penuria relativa
de ganancia agudiza las disputas
entre lobbies económicos que, sin solución de continuidad, se trasladan a los partidos
políticos de cada país, saltando desde allí a la escena internacional, donde
unos países lidian con otros por la misma causa. Trastornos económicos y
consecuentes conflictos políticos, que con cada
vez más frecuentes y que la
burguesía mundial no ha conseguido superar, si no es mediante guerras entre bloques de países, cada
vez más destructivas y genocidas según el progreso del conocimiento
científico que se va incorporando a los instrumentos bélicos, a instancias de
la llamada “economía de guerra”:
<<Superado este nivel de desarrollo de la acumulación, y a partir de
un determinado momento del mismo proceso, necesariamente nos encontramos con un
punto de
inflexión en la dinámica de los salarios. A partir de este punto los salarios tienen
que descender y por ende todo el mecanismo de los salarios también remite de
forma sostenida y periódica, a pesar de su ascenso inicial (véase supra, pp. 112-113). De esto se sigue que a medida que se
acumula el capital, tiene que empeorar la situación del obrero, sea cual fuera
—alta o baja— su remuneración. Esta es la ley general, absoluta, de la
acumulación capitalista.
Como consecuencia, a partir de un determinado punto, el crecimiento del
salario real finaliza; y luego de un estancamiento transitorio se produce un
rápido descenso del mismo. Pero dado que como a consecuencia de la creciente
intensidad del trabajo que se opera con el desarrollo del modo de
producción capitalista, se torna necesaria una masa siempre creciente de medios de vida para la reproducción de
la fuerza de trabajo, de lo cual resulta que la propia paralización del
crecimiento de los salarios (y más aún su retroceso), representa un descenso por debajo del valor de la fuerza de
trabajo necesaria. Y a partir de esto se vuelve imposible la reproducción plena
de esa fuerza de trabajo. Pero esto equivale al empeoramiento de la situación
de la clase obrera, un aumento no sólo de su miseria social, sino también de su
miseria física. Así, su pauperización no es por tanto en
ningún caso, un fenómeno que corresponda exclusivamente al pasado del movimiento obrero,
según la interpretación que Kautsky y Rosa Luxemburgo ofrecen de la teoría
marxiana del salario. La pauperización
no se manifiesta sólo en el período del capitalismo en el que no existía
todavía una organización obrera (sindicatos). En realidad, puede ser y es el
resultado de la fase madura de la acumulación de capital.
La pauperización es el punto conclusivo necesario del desarrollo al cual tiende
inevitablemente la acumulación capitalista, de cuyo curso no puede ser apartada
por ninguna reacción sindical por poderosa que esta sea. Aquí se encuentra fijado el
límite objetivo de la acción sindical. A partir de un cierto punto de la
acumulación, el plusvalor requerido no resulta suficiente para proseguir la
acumulación con salarios fijos. O el nivel de los salarios es deprimido por debajo del
nivel anteriormente existente, o la acumulación se estanca, es decir,
sobreviene el derrumbe del mecanismo capitalista. De esta manera el desarrollo
conduce a desplegar y agudizar las contradicciones internas entre el capital y
el trabajo a un punto tal que la solución solo puede ser encontrada a través de
la lucha entre estos dos momentos…………
………..
El desarrollo de las fuerzas productivas no sólo se manifiesta a través de
la puesta en movimiento de una masa cada vez mayor de medios de producción (MP)
en relación con la fuerza de trabajo vivo empleado (FT), que así forzosamente
remite. O sea, por el constante incremento que se opera en la masa de medios de
producción [maquinaria] debido no sólo a las innovaciones
tecnológicas, sino que también lo hace por la participación íntegra de la
fuerza de trabajo en este desarrollo. Aquí, pues, se trata de “no quedar
excluido de los frutos de la civilización, de las fuerzas productivas ya
adquiridas” (véase supra Pag. 8). Resulta decisivo, por tanto, que junto
con el crecimiento de MP también sea reproducida en su totalidad (FT), es
decir, que el salario real crezca en la misma medida en que crece la intensidad
del trabajo. Sin embargo, en el mismo momento en que dentro de la relación c:v fracasa la valorización, el
capital comienza a reducir el valor de los salarios, o sea de v, por debajo de la fuerza de trabajo.
Pero al hacer esto impide la reproducción de FT en su totalidad. Si en virtud
de ello la fuerza más poderosa e importante, la fuerza de trabajo humano se ve
excluida de los frutos de la civilización en constante desarrollo, entonces
simultáneamente se demuestra que nos acercamos cada vez más a aquella
situación, que se viera vislumbrada por Marx y Engels en el Manifiesto Comunista diciendo: “La burguesía no es capaz de
dominar, porque no es capaz de asegurar a su esclavo la existencia, ni si
siquiera en el marco de su propia esclavitud”109*>>. (Henrik Grossmann: “La ley de la acumulación y del derrumbe del
sistema capitalista” Ed. Siglo XXI. Capítulo
“Consideraciones finales” Pp. 379).
En síntesis, que a partir de un determinado
punto del proceso capitalista, el crecimiento del salario real se detiene; y
luego de un estancamiento transitorio se produce un rápido descenso del mismo.
Y dado que como consecuencia de la creciente intensidad del trabajo que se
requiere para el necesario desarrollo de la producción, se torna necesaria una masa siempre creciente de medios de vida
para la reproducción de la fuerza de trabajo, resulta que la propia
paralización del crecimiento de los salarios (y más aún su retroceso),
representa un descenso del salario por debajo del valor de la fuerza de trabajo
empleado, resultando así que la propia paralización del crecimiento de los
salarios, supone un retroceso por debajo del valor de la fuerza del trabajo, de
modo que se vuelve imposible la reproducción plena de ese trabajo y su
consecuente ganancia. Así las cosas:
<<La pauperización es el punto
conclusivo necesario del desarrollo, al cual tiende inevitablemente la
acumulación capitalista de cuyo curso no puede ser apartada, por ninguna
reacción sindical por poderosa que ésta sea. Aquí se encuentra fijado el límite objetivo de la acción sindical. A
partir de un cierto punto de la acumulación, el plusvalor disponible no resulta
suficiente para proseguir acumulando capital con salarios fijos. O el nivel de los salarios es deprimido por debajo del nivel
anteriormente existente, o la acumulación se estanca, es decir, sobreviene el
derrumbe del mecanismo capitalista. De esta manera el desarrollo conduce a
desplegar y agudizar las contradicciones internas entre el capital y el
trabajo, a un punto tal que la solución sólo puede ser encontrada, a través de
la lucha entre estos dos momentos.
Ya vimos que Kautsky comprobó la paralización del proceso ascendente de los
salarios —en parte incluso hasta un retroceso del salario real— en el
transcurso del último decenio anterior a la primera guerra mundial para todos
los países capitalistas tradicionales. Por su parte, resulta evidente que la
clase obrera no pudo mejorar su situación en la post guerra ni en Alemania, ni en Inglaterra ni en
Francia, como tampoco en los restantes países. Y esto no requiere que sea
probado aquí. Sí en cambio tuvo que combatir con el máximo despliegue de sus
fuerzas simplemente para conservar el nivel de vida imperante hasta ese
entonces, y para defenderse de los constante ataques emprendidos en su contra
el capital. Es precisamente la constante ofensiva del capital, renovada con
mayor intensidad aún, la que anuncia el hecho y constituye un síntoma de la
mera supervivencia del capitalismo; revela que subsiste únicamente gracias al
deterioro de las condiciones de vida de la clase obrera, poniendo de manifiesto
con ello que luego de haber cumplido con su misión histórica de desarrollar las fuerzas productivas, de
estímulo para dicho desarrollo se ha convertido en una traba suya. El
desarrollo de las fuerzas productivas no sólo se manifiesta a través de la puesta en función
de una masa cada vez mayor de medios de producción (MP en relación con la
fuerza de trabajo (FT), o sea, por el constante incremento que se opera en la
masa de medios de producción debido a las innovaciones tecnológicas, sino que
también lo hace por la participación íntegra de la fuerza de trabajo en este
desarrollo. Aquí, pues, se trata de “no quedar excluido de los frutos de la
civilización, de las fuerzas productivas ya adquiridas” (véase supra p. 8).
Resulta decisivo, por tanto, que junto con el crecimiento de MP, también sea
reproducida en su totalidad FT, es decir que el salario real crezca en la misma
medida en que crece la intensidad del trabajo. Sin embargo, en el mismo momento
en que dentro de la relación c : v fracasa
la valorización, el capital comienza a reducir el nivel de los salarios, o sea
de v, por debajo del valor de la
fuerza de trabajo. Pero al hacer esto impide la reproducción de FT en su
totalidad. Si en virtud de ello la fuerza productiva más poderosa e importante,
la fuerza de trabajo humana, se ve excluida de los frutos de la civilización en
constante desarrollo, entonces simultáneamente se demuestra que nos acercamos
cada vez más a aquella situación que fuera vislumbrada por Marx y Engels en el “Manifiesto Comunista”: La burguesía no
es capaz de dominar porque no es capaz de asegurar a su esclavo la existencia,
ni siquiera en el marco de su propia esclavitud. También esto es, a su vez, el motivo por el cual los
esclavos asalariados se tienen que rebelar necesariamente contra el sistema de la esclavitud
asalariada. (Henrik Grossmann: “La ley de la acumulación y del derrumbe del sistema capitalista Pp.
386. Capítulo:“La tendencia al derrumbe y la lucha de clases”).
<<Todas las
sociedades anteriores, como hemos visto, han descansado en el antagonismo entre
clases opresoras y oprimidas. Pero para oprimir a una clase, es preciso
asegurarle unas condiciones que le permitan, por lo menos, arrastrar su
existencia de esclavitud. El siervo en pleno régimen de servidumbre, llegó a
miembro de la comuna, lo mismo que el pequeñoburgués llegó a elevarse a la
categoría de burgués bajo el yugo del absolutismo feudal. El obrero moderno,
por el contrario, lejos de elevarse con el progreso de la industria, desciende
siempre más y más por debajo de las condiciones de vida de su propia clase. El
trabajador cae en la miseria, y el pauperismo
crece más rápidamente todavía que la población y la riqueza. Es, pues, evidente
que la burguesía ya no es capaz de seguir desempeñando el papel de clase
dominante de la sociedad, ni de imponer a ésta, como ley reguladora, las
condiciones de existencia de su clase. No es capaz de dominar, porque no es
capaz de asegurar a su esclavo la existencia, ni siquiera en el marco de
la esclavitud, porque se ve obligada a
dejarle decaer hasta el punto de tener que mantenerle en lugar de ser mantenida
por él. La sociedad ya no puede vivir bajo su dominación; lo que equivale a
decir que la existencia de la burguesía es, en lo sucesivo, incompatible con la
de la sociedad”>>.
(Karl Marx-Federico Engels: Op. cit. Cap. I: “Burgueses y Proletarios” Ed. Progreso: l’eina Pp. 48).
El
vocablo pauperismo que ha venido afectando exclusivamente a la clase
obrera, se define y designa, por la situación de pobreza en que sin duda se encuentra la totalidad o una fracción considerable de
ella, en cualquier determinado país o región del Mundo. A pesar de la
imprecisión de las estadísticas a escala internacional que se han realizado en
este campo, se ha calculado que el pauperismo afecta los dos tercios de la
población mundial que hoy alcanza los 6.000 millones de personas. O sea que
la indigencia de las mayorías sociales en estos momentos suma 4.000 millones, y
las estimaciones más recientes de las Naciones Unidas indican, que para el año
2025 será de 8.500 millones, teniendo en cuenta que el medio más común para
medir el pauperismo, es el ingreso promedio anual de medios de vida por
habitante de condición obrera, calculado entre el valor neto de
los productos fabricados y los servicios prestados por habitante y año, en un
determinado país.
A
todo esto, según ha reportado eldiario.es el día 03/09/2019 a las 16:07hs., el número de superricos se ha
triplicado en España en una década. Los declarantes de bases
imponibles de más de 30 millones de euros alcanzan los 611 según los datos de
2017 publicados este martes por la Agencia Tributaria. Los ricos madrileños, que
no pagan impuesto de patrimonio, se ahorraron casi mil millones en un
año, el 99% del total de las bonificaciones autonómicas. Una quinta parte del
patrimonio en España está invertido en “ladrillo”. El número de "superricos"
en España, aquellos que declaran poseer bienes susceptibles de pagar el
impuesto de patrimonio por valor de más de treinta millones de euros, alcanzó
los 611 en 2017 según los recientes datos
publicados por la Agencia Tributaria.
Éste es
uno de los tributos cedidos a las comunidades autónomas, que pueden llegar a
evitar por completo su cobro. Es el caso de la Comunidad de Madrid, acusada
habitualmente de aprovechar las ventajas de la capitalidad para atraer a
millonarios y empresas (lo que se conoce como "dumping fiscal").
Si se
compara la cifra de superricos de este año con la que se recogió en 2007, los
grandes patrimonios se han casi triplicado, al crecer más de un 162%. Un año
antes, en 2006, sólo hubo 200 contribuyentes en ese tramo, con lo que la subida
ha sido de más del triple. Durante ese mismo periodo se ha producido una crisis
económica que, entre otras cosas, ha supuesto un aumento de la brecha de
desigualdad de la riqueza en España.
De esos
611 multimillonarios, un total de 413 se ahorraron 406 millones de euros en
concepto de bonificaciones autonómicas, la mayoría en la Comunidad de Madrid,
donde nadie paga impuesto de patrimonio, no importa cuál sea su riqueza.
Si se
tiene en cuenta al total de potenciales declarantes, no solo los que tienen más
de 30 millones, las bonificaciones autonómicas ese ejercicio ascendieron a
1.008 millones. Casi el 99% de las mismas se produjo en la Comunidad de Madrid
(cuyo nuevo gobierno ha prometido otra bajada
"histórica" de impuestos). Es prácticamente
la misma cantidad que se recaudó en toda España en 2017, que ascendió a 1.112
millones de euros.
Así, en
la región que ahora preside Isabel Díaz Ayuso, 16.856 potenciales declarantes
del impuesto de patrimonio (con carácter general aquellos con un
patrimonio de más de 700.000 euros exceptuando hasta 300.000 euros de la
vivienda habitual) dejaron de pagar a Hacienda en 2017 995,5 millones.
Las otras comunidades que
bonificaron este impuesto en 2017, aunque en mucha menor medida, son La Rioja
(donde dejaron de ingresarse 7,6 millones) y Catalunya (donde se bonificaron
casi 200.000 euros).
Precisamente,
Catalunya y Madrid absorben más del doble de toda la riqueza nacional declarada
en Patrimonio (669.062 millones), un 29% del total en el primer caso y un 26%
en el segundo.
Es
posible eludir el pago de este impuesto a través de mecanismos como tener la
fortuna invertida en una sicav, uno de los instrumentos preferidos por los
ricos para pagar menos a Hacienda. Pero además, no se paga impuesto de
patrimonio por el total de la riqueza. Así, para calcular la base imponible, o
riqueza neta, que es por lo que se tributa, se suma el conjunto de los bienes y
derechos con contenido económico de los que sea titular el sujeto pasivo
(casas, tierras, joyas, depósitos, obras de arte...), y se le resta el valor de
las cargas y gravámenes que recaigan sobre los bienes, como deudas e hipotecas.
En el caso de la vivienda habitual, quedan exentos los primeros 300.000 euros,
que también se restan.
Adicionalmente,
cada comunidad puede establecer un patrimonio mínimo exento, pero en caso de no
hacerlo, la norma común es que sea de 700.000 euros (500.000 en Extremadura y
Catalunya; 600.000 en la Comunidad Valenciana, 400.000 en Aragón).
Por lo demás, en España hay 60.337
millonarios, personas que declaran tener un una base imponible en el impuesto
sobre patrimonio superior a 1,5 millones de euros.
Una quinta parte concentrada en ladrillo para la construcción de viviendas
patrimoniales
En
cuanto a la naturaleza de estos patrimonios, aproximadamente una quinta parte
de los casi 700.000 millones declarados por los españoles más ricos en 2017, se
concentraba en bienes inmuebles según ha informado la agencia EFE. Dado
que el impuesto lo declararon 202.437 contribuyentes, el patrimonio medio se
situó en 3,3 millones de euros.
La
mayor parte de este patrimonio —497.281 millones, un 74,3 % del total— se
encuentra en capital mobiliario, es decir, en acciones, deuda pública o
depósitos en cuentas bancarias. La siguiente partida son los bienes inmuebles
—130.771 millones, un 19,5 % del total—, la mayoría de naturaleza urbana.
Estos
contribuyentes declararon asimismo 12.424 millones de euros en seguros y
rentas; 11.318 millones en patrimonio afecto a actividades económicas y 1.370
millones en bienes suntuarios, que se distribuyen en objetos de arte y
antigüedades (571 millones) y otros como vehículos o joyas (800 millones).
Aumenta la brecha de la desigualdad
En
paralelo a esta radiografía de la riqueza en España, según un informe
de Intermón Oxfam, desde el año 2008, la participación en la riqueza neta del
50% de personas más pobres ha disminuido en España en más de 4 puntos
porcentuales, mientras que la del 1% de personas más ricas "se ha ampliado
en casi 7 puntos".
En los años de recuperación económica, desde 2014 a
2018, "esta distribución de la riqueza apenas ha variado", denuncia
Oxfam. El estudio arroja una cifra de la desigualdad actual: el 10% de las
personas más pudientes en España concentra más riqueza neta (un 55%) que todo
el resto de la población junta. En 2009 concentrada un 47%.
Casi la
mitad de toda esa riqueza del 10% más rico está en manos del 1% con más
ingresos. Acumulaban el 24% de la riqueza neta nacional en 2018, apunta Oxfam,
un porcentaje que ha engordado desde la crisis. En 2009 era del 17%.
La otra
cara de la moneda es la participación del 50% con menos ingresos en la riqueza
nacional. En su caso, su acumulación de riqueza se contrae: del 11,5% en 2009
al 7% el año pasado.
El de
patrimonio es otro de los impuestos de la discordia en España. Denostado (como
el impuesto de sucesiones) por quienes creen que supone una doble tributación
–primero cuando se obtiene el bien, después por mantenerse– y considerado como
un mecanismo redistributivo por otros.
Entre
los años 2008 y 2010 este impuesto quedó suprimido, pero luego, y a raíz
precisamente de la crisis, se restableció. Este tributo a la riqueza nació en
España en 1977, junto al Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas
(IRPF), y se regula por una ley de 1991.
Frente al
ruido partidista, no olvidamos que nuestra función principal es vigilar al
poder venga de donde venga. Hacemos preguntas incómodas, examinamos las cuentas
públicas y controlamos las promesas que hacen los políticos. Ayúdanos a cumplir
con nuestra labor de servicio público:
<<El único medio de alcanzar
la verdad y ejercerla políticamente, es abordar de cara los principios
fundamentales [de la
realidad explotadora y opresiva todavía existente]. Remontémonos de golpe a la fuente de donde proceden los gobiernos
mismos. Llegando así al origen de la cosa, encontraremos que toda forma de
gobierno, que toda injusticia social y gubernamental provienen del sistema
social actualmente en vigor: de la
institución de la propiedad tal como hoy existe (the institution of property as
it at present exist), y que, por tanto
a fin de acabar para siempre con las injusticias y las miserias existentes,
es preciso subvertir totalmente el estado
actual de la sociedad…Cada persona tiene el derecho indudable a todo lo que
puede procurarse con su honrado trabajo. Apropiándose así de los frutos de su
trabajo, no comete ninguna injusticia contra otras personas, porque no usurpa a
nadie el derecho a proceder de ese modo…Todos los conceptos de superioridad
y de inferioridad entre patronos propietarios y asalariados desposeídos de toda
propiedad, son debidos al desprecio de los principios fundamentales y a la consiguiente desigualdad en la posesión (and to the consequent rise of inequality of possessions). Mientras se mantenga
la desigualdad será imposible desarraigar tales ideas o derribar las
instituciones basadas en ellas. Hasta ahora muchos abrigan la vana
esperanza de remediar el antinatural estado de cosas hoy dominante, destruyendo
la desigualdad existente sin tocar la
causa de la desigualdad [entre propietarios y desposeídos]; pero nosotros demostraremos al punto que el gobierno no es una
causa, sino un efecto, que él no crea, sino que debe ser creado; que, en una
palabra, es el resultado de la
desigualdad de posesión (the
offspring of inequality of possessions), y que la desigualdad de posesión está inseparablemente ligada al sistema
social [hoy todavía vigente].
La ganancia del empresario será
siempre una pérdida para el obrero, hasta que los cambios [acordados en el contrato de
trabajo] entre las partes, sean iguales;
y los cambios no pueden ser iguales mientras la sociedad esté dividida entre
capitalistas [propietarios] y
productores [desposeídos], dado que
los últimos viven de su trabajo, en tanto que los primeros engordan a cuenta de
beneficiarse del trabajo ajeno. Es claro pues que, cualquiera sea la forma de
gobierno que establezcáis…, por mucho que prediquéis en nombre de la moral y
del amor fraterno…, la reciprocidad es incompatible con la desigualdad en los
cambios. La desigualdad de los cambios, fuente de la desigualdad en la
posesión, es el enemigo secreto que nos devora (No reciprocity can exist
where dere are unequal exchanges. Inequality of exchanges, as
being the cause of inequality of possessions, is the secret enemy devours us)>>. (John Francis Bray: “Miseria
de la Filosofía. Respuesta a la ‘Filosofía
de la Miseria del señor Proudhon”. Ed. Progreso-Moscú.
Pp. 61. El subrayado y lo entre corchetes nuestro).
Esto
es tan indubitable y categóricamente cierto, como lo que hizo aquél anónimo
autor del “Génesis” en la primera
parte de las Sagradas Escrituras, cuando atribuyó al todopoderoso, profético y
vengativo Dios de los cristianos, haber creado el corrupto y corruptor
Paraíso Terrenal junto a Eva y Adán —a quienes presuntamente también dio vida—,
prohibiéndoles comer de un tentador fruto prohibido, puesto allí precisamente ¡a sabiendas de que iban a pecar!
para poder condenarles en lo sucesivo no menos presuntamente tras ser
expulsados fuera del Eden, a “ganarse el pan con el sudor de su frente”.
La
moraleja o enseñanza que cabe sacar de tal pasaje bíblico aplicado a la
corrupta y decadente sociedad actual, es que las víctimas de la explotación,
el engaño, la corrupción y la violencia
—con ese regusto cinematográfico escatológico tan burgués, proclive a lo más
irracional y monstruoso—, es que la humanidad jamás podrá emanciparse de
semejantes lacras inhumanas y genocidas que recrudecen durante las crisis
económicas periódicas —cada vez más trágicas y a la postre imposibles de
superar—, mientras las mayorías sociales sigamos tolerando este sistema de vida
corrompido y corruptor. Y no podremos hacerlo si en la lucha por liberarnos humanamente de toda
esta porquería histórica para siempre, no liberamos también a los
explotadores, a los sofistas, a los corruptos
y a los violentos que, en última instancia, todos ellos se
dedican a preservar el mismo sistema de vida esencialmente basado en la
explotación, el engaño, la corrupción y la violencia genocida. Porque todo eso
es lo que les hace sentir bien mientras puedan eludir ser víctimas de los
mismos males que propician, dedicándose a descargarlos sobre los demás. Y
contribuir a que tal propósito humanitario superior se cumpla,
será imposible sin que las víctimas de tales barbaridades decidamos acabar
con el actual sistema económico, jurídico y político de vida ya caduco,
que lleva en sí mismo todos esos desechos humanos socialmente
contaminantes, allí donde sigan disimuladamente amparados por la
oculta realidad del capitalismo, que las leyes y la moral pública vigente
consagran.
Y para
tal propósito humanitario el remedio está, insistimos, en dejar fuera de
la ley a la propiedad privada sobre los medios de producción y el dinero
bancario en las grandes y medianas empresas capitalistas. De este modo,
la sociedad podrá empezar a sacudirse la condición sistémica fundamental
corrupta y corruptora de la sociedad. Pero, al mismo tiempo, es
imprescindible legitimar el obligado control
democrático y permanente de los productores libres
asociados a escala estatal, nacional e internacional, sobre la producción
y la contabilidad en
todas las empresas. Tanto como para garantizar que el reparto
de lo producido por la sociedad en esta etapa del proceso histórico —cada vez
más avanzado de la productividad del trabajo social—, se haga según el criterio
jurídico-político de que, a cada individuo en edad y
disposición de trabajar, se le recompense según su capacidad, de
modo que la sociedad pueda recibir de cada cual según su trabajo.
Pero además
y en lo que respecta a la actual forma de gobierno vigente a escala planetaria,
es necesario acabar con la corrupta y corruptora “democracia” representativa
que, apelando a la máxima de Maquiavelo: “divide
et impera”, efectivamente impide la unión política de las mayorías sociales explotadas, dispersas
entre distintos partidos políticos que, aparentemente confrontados unos contra
otros para ganarse con promesas la voluntad política de los electores durante
cada comicio, en realidad estratégicamente todos ellos sin excepción no dejan
de ser proclives a sostener el actual
sistema de vida. Así las cosas, frente al engaño de los explotadores
los explotados debemos unirnos en torno a la verdad, para luchar por imponer
la democracia directa como
en los tiempos de Clístenes. Donde los más importantes asuntos de Estado y las distintas
leyes que hacen a la convivencia en la sociedad sin clases,
se aprueben por mayoría en Asambleas convocadas por distrito, imponiendo democráticamente
esta norma en todos los países a escala planetaria, y donde
desde la mayor hasta la menor atribución de responsabilidad de los cargos
políticos electos en los tres poderes de los respectivos Estados nacionales,
sea proporcional a los votos obtenidos por cada candidato, todos ellos revocables
en cualquier momento según el mismo procedimiento democrático
directo, en caso de que cualquiera de esos cargos públicos —ya sean
individuales o de grupo— decidan ejecutar actos de gobierno en contra de lo
más mínimo convertido en ley democráticamente acordada por el pueblo llano.
Vayan
estas palabras dirigidas a los cientos —si no miles de millones— de ciudadanos
de condición social subalterna en el Mundo, quienes todavía sometidos a la
mentira sistemática temen a la verdad universal y se niegan a luchar por ella,
sometidos al chantaje permanente
de sus actuales inmediatos superiores jerárquicos, defensores a ultranza del
llamado Pensamiento Único
Burgués en todo el Orbe:
<<Hasta que se crea una
situación (insufrible)
que no permite volverse atrás y las
circunstancias mismas gritan: ¡Demuestra lo que eres capaz de hacer!>>. (K. Marx: “El
18 Brumario de Luis Bonaparte”. Obra publicada en mayo de 1852. Cap. I. Ed. Ariel-Barcelona/1982 Pp.
16-17. Lo entre paréntesis nuestro) Versión
digitalizada
En ese
trecho entre lo tolerado y lo intolerable, ahora mismo están los explotados y
oprimidos en su inmensa mayoría, cada vez más cerca de rebelarse ante lo
insufrible. Como ha podido comprobar con total certidumbre la propiedad privada de los medios de producción y el dinero
bancario, la grande y mediana
burguesía ha venido siendo desde sus orígenes el poder cuasi omnímodo en todas partes, para los fines de
enriquecerse a expensas del cada vez
más empobrecimiento relativo y absoluto de las mayorías sociales de condición asalariada. El mismo
empobrecimiento que por entonces todavía no tanto, como el que a Engels en
noviembre de 1847 le indujo a publicar sus “Principios
del comunismo”, anticipándose con total certidumbre a prevenir lo que hoy
es ya una realidad:
<<Pero hoy [en aquellos días de 1847], cuando merced al desarrollo de la gran
industria, en primer lugar se han
constituido capitales y fuerzas productivas en proporciones sin precedentes y
existen medios para aumentar en breve plazo hasta el infinito estas fuerzas
productivas; cuando, en segundo lugar,
estas fuerzas productivas se concentran en manos de un reducido número de
burgueses, mientras la gran masa del pueblo se va convirtiendo cada vez más en
proletarios, con la particularidad de que su situación se hace más precaria e
insoportable en la medida en que aumenta la riqueza de los burgueses; cuando en tercer lugar, estas poderosas fuerzas
productivas se multiplican con tanta facilidad, hasta rebasar el marco de la
propiedad privada y del burgués, provocando contínuamente las mayores
conmociones del orden social, sólo ahora la supresión de la propiedad privada
se ha hecho posible e incluso absolutamente necesaria…
…La democracia [directa] sería absolutamente inútil para el
proletariado, si no la utilizara inmediatamente como medio para llevar a cabo
amplias medidas, que atentasen directamente contra la propiedad privada y
asegurasen la existencia del proletariado…>>. (Op. cit. Ed. L’eina
Pp. 85).
Y
efectivamente, la democracia
representativa imperante ha facilitado desde hace un largo tiempo, que
la competencia intercapitalista
basada precisamente en la propiedad
privada de los medios de producción y el dinero bancario, haya podido
ser el medio más eficiente para los fines de proyectar en el mundo, subrepticiamente, los intereses de las más
poderosas empresas privadas, a expensas del trabajo asalariado, y que
también intervino en los distintos partidos políticos de sus respectivos
Estados nacionales, con fines mutuamente gananciales que dieron pábulo a lo que
popularmente se conoce por “contubernio”. Por su parte,
recientemente el periódico británico Financial Times, denunció la
agresiva evasión fiscal que desarrollan las grandes empresas multinacionales
pagando actualmente menos impuestos que en 2008. Y en un reciente informe del G-20, un foro integrado por los 20
países más ricos del mundo que representan el 85% de la economía mundial,
denunció que las grandes empresas dejan
de pagar entre el 4% y el 10% correspondientes al impuesto de sociedades. La economía sumergida y los falsos autónomos, ante la cual los Estados nacionales hacen
la vista gorda, es esta una estafa que practican las grandes empresas, para
conseguir mayores beneficios disminuyendo los costes de su plantilla en forma
significativa sin cotizar a la Seguridad Social.
Todo esto se considera algo ilegal
aunque en muchas ocasiones se cierran los ojos, de la misma forma que se hace
con la economía sumergida. Los llamados falsos
autónomos son trabajadores inscritos en el Régimen Especial de
Trabajadores Autónomos, pero que realizan sus servicios para una empresa como
si fueran trabajadores por cuenta
ajena. Se denominan así porque aunque se les considera autónomos es
falso, dado que no poseen autonomía
en su trabajo, sino que dependen de las directrices que les imponen sus
respectivos empleadores como empleados
dependientes. He aquí el
secreto mejor guardado del corrupto
libertinaje propiciado por los empresarios privados subrepticiamente
asociados con altos funcionarios estatales como sistema de vida social óptimo
adicional vigente, para beneficio exclusivo de esas irrisorias minorías
sociales opulentas a escala planetaria. ¿Dónde ha quedado la libertad en el
sentido estricto de los llamados “seres humanos”?
La doctrina política que históricamente
ha encabezado la defensa e implantación de este sistema económico y político
explotador, ha sido el liberalismo económico clásico cuyos fundadores llegaron
a ser John Locke, Adam Smith
y Benjamin Franklin. El pensamiento
económico liberal clásico, sostiene que la intervención de cada gobierno
debe reducirse a su mínima expresión. Sólo debe encargarse del ordenamiento
jurídico que garantice el respeto
a la propiedad privada, la defensa de las llamadas libertades negativas: los
derechos civiles y políticos, el control de la seguridad interna y externa
(justicia y protección), y eventualmente la implantación de políticas para
garantizar el libre funcionamiento de los mercados, ya que se considera que
la presencia del Estado en la economía perturbaría su funcionamiento.
He aquí por qué Marx ha definido el actual sistema de vida y su “democracia”,
como la dictadura del capital. Sus representantes contemporáneos en materia
económica más prominentes han sido Ludwig von Mises
y Friedrich Hayek en la Escuela de Viena y por
su parte George Stigler y Milton Friedman en
la Escuela de Chicago,
existiendo en esa materia profundas diferencias entre ambas.
Existen
otras tendencias dentro del
pensamiento económico que asignan al Estado funciones diferentes. Por
ejemplo, los que adscriben a lo sostenido por John Maynard Keynes,
quien según su pensamiento el Estado puede intervenir para incrementar la
demanda efectiva en época de crisis. También se puede mencionar a los
politólogos que atribuyen al Estado y a otras instituciones un rol importante
en controlar las deficiencias del mercado (una línea de pensamiento en este
sentido es el neo-institucionalismo).
En síntesis, que la grande y mediana
burguesía ha venido acumulando riqueza en la selva del capitalismo, basada en
el poder político empresarial sobre la sociedad capitalista, que le ha
propiciado la vigencia de la
propiedad privada de los medios de producción y el dinero bancario:
<<La
producción capitalista no es solo reproducción de la relación [entre patronos y obreros]; para
su reproducción en una escala siempre creciente y en la misma medida en
que, con el modo de producción capitalista se desarrolla la fuerza productiva
social del trabajo, crece también frente al obrero la riqueza acumulada,
como riqueza que lo domina, como capital, se extiende frente a él el
mundo de la riqueza como un mundo ajeno y que lo domina, y en la misma
proporción se desenvuelve por oposición su pobreza, indigencia y sujeción
subjetivas. Su vaciamiento y esa plétora se corresponden, van a la par.
Al mismo tiempo se acrecienta la masa de esos medios de producción vivos del
capital: el proletariado laborioso.
Por
ende, el crecimiento del capital y
el aumento del proletariado se
presentan como productos concomitantes,
aunque polarmente opuestos, del mismo proceso.
La relación [entre patronos y obreros] no solo se reproduce, no sólo produce en
una escala cada vez más masiva, no sólo se procura más obreros y se apodera
continuamente también de ramos productivos que antes no dominaba, sino que,
como se ha expuesto en el análisis del modo de producción específicamente
capitalista, esa relación [social de capitalistas y obreros] se reproduce bajo condiciones cada vez más
propicias para una de las partes, para los capitalistas, y más desfavorables
para la otra, los asalariados>>. (K. Marx: “El Capital” Libro I Cap.
VI (inédito): “Resultados del proceso inmediato de producción” 13ª. Edición. Ed. Siglo XXI/1990 Pp. 103 a
104. Versión digitalizada
Ver Pp. 103 a 104).
Ya
hemos incidido en informar acerca del grande y mediano empresariado burgués, de
su apelación a los paraísos fiscales para eludir al fisco en todo el Mundo, a
raíz del lucro cesante que:
<<Tan
pronto como el trabajo [humano ganancial explotado] en
forma inmediata [ha ido siendo sustituido por maquinaria] dejando de ser la gran fuente de la
riqueza, el tiempo de [ese] trabajo [físico
e intelectual de los asalariados] deja y
tiene que dejar de ser su medida y, en consecuencia, el valor de cambio [entre
el salario menguante y la riqueza producida] tiene que dejar de ser la medida del valor de uso [del trabajo
explotado]. El plustrabajo de la masa
[asalariada] ha dejado de ser
condición para el desarrollo de la riqueza general, así como también el no-trabajo de los [relativamente] pocos
[capitalistas usufructuarios dirigentes del tinglado explotador], ha dejado de ser condición de las fuerzas
generales del cerebro humano. Con ello se derrumba la producción basada sobre
el valor de cambio [entre trabajo asalariado y capital], y el proceso de producción material inmediato pierde la forma de la
miseria [producir ganancia capitalista y penuria relativa de los
explotados], y el antagonismo [entre
las dos clases sociales universales desaparece]. Aquí entra entonces [a manifestarse] el desarrollo de los individuos [libres
e iguales], y por lo tanto la reducción del tiempo de trabajo [vivo] necesario, no para crear plustrabajo sino para reducirlo en la sociedad a un mínimo, [aumentando
el resto] al que corresponde entonces la
formación artística, científica, etc., de los individuos gracias al tiempo
devenido libre y a los instrumentos [supletorios de trabajo vivo] creados
para [sustituir a] todos
ellos>>. (K. Marx: “Líneas
fundamentales de la crítica de la economía Política”. En alemán “Grundrisse”. Ed.
Grijalbo. Segunda mitad. El proceso de circulación del capital. Tomo II Cap.
III Pp. 91. El subrayado y los entre corchetes nuestros. Confrontar esta parte
citada del texto traducido por la mencionada Editorial, con la versión
digitalizada en las páginas 228 y 229).
Mientras
tanto, la llamada economía sumergida es otro recurso que practica
la grande y mediana burguesía dominante, para la evasión del pago de impuestos,
apelando a la llamada economía informal y/o a la economía ilegal. La economía
informal, también llamada irregular, es una actividad económica legal aunque
oculta o no declarada a los efectos registrales, también para fines de la elusión
fiscal o escapando al control administrativo del Estado. La
economía ilegal en cambio lo es por su propia naturaleza, como es el caso del tráfico de drogas y la prostitución.
Ambas actividades —la primera como economía informal y la segunda ilegal—, que
acumulan dinero
negro para ocultar su carácter delincuencial y tiene que ser
forzosamente “lavado”.
Ergo, en estos momentos del proceso decadente por el que discurre fatalmente
la deriva del capitalismo postrero —según causas objetivas que no dependen
de la voluntad de nadie—, se verifica en el sistema tributario que, según
Oxfam
por ejemplo, el Estado español recauda poco y mal, cuyos ingresos
fiscales en este país están 6,3 puntos por debajo de la media europea. Consecuentemente,
es en las familias asalariadas sobre quienes recae el 84% de la contribución al erario público,
frente al 13% que aporta el sector empresarial. Lo cual explica el
enorme y desigual reparto de la riqueza, cuyo Estado nacional cuenta con una
“recaudación impositiva insuficiente, y un sistema tributario regresivo en
su diseño e injusto a la hora de frenar las fugas de dinero hacia paraísos
fiscales”. Un proceso que más o menos se verifica a escala
planetaria. Así las cosas, en el segundo trimestre de 2018 la deuda pública en España
ha crecido en 2.333 millones de euros y se sitúa literalmente en un billón ciento sesenta y dos mil novecientos
cuarenta y seis millones de Euros: 1.162.946.000.000€. Esta cifra
supone que la deuda pública en España alcanzó el 98,8% del PIB [producto interior bruto], mientras
que en el trimestre anterior fue de 98,3. Pero no es éste el único Estado
nacional endeudado, porque puede consultarse el listado completo de los países
cuya deuda se incrementa (confrontar en: Deuda
Pública). Y para conocer toda la información económica
de España ver en Economía
de España. También en
¿Fin
de ciclo? La economía española empieza a mostrar signos de agotamiento. Lo mismo sucede con la elegante clientela que frecuenta el casino
de Montecarlo, multimillonarios de Saint
James en Paris o Connecticut
en los EE.UU. El botín que custodian para ellos los paraísos fiscales
se ha cifrado en 11,54 billones de dólares, el
80% del PIB norteamericano.
Si
comparamos en España, por ejemplo, la deuda pública en el segundo trimestre de
2018 con la del mismo trimestre de 2017, vemos que anualmente se ha
incrementado en 27.808.000.000€. La
deuda per cápita en el primer trimestre de 2018, fue de 24.874€ por habitante.
En el cuarto trimestre de 2017 fue de 24.525€. Como puede verse en el ranking
mundial de Deuda Pública, España, está entre los países con
más deuda pública del mundo. La más abultada en EE.UU. con 18.036.300.000.000
en 2016. Seguida por el Reino Unido en 2017 con 2.013.316.000.000, Alemania en
2017 con 2.071.401.000.000, Italia en 2017 con 2.263.056.000.000 y Francia con
2.216.436.000.000 o sea: dos billones doscientos dieciséis mil cuatrocientos
treinta y seis millones.
Según
ha reportado la ONG “Oxfam Intermón”,
América Latina es la región más desigual en términos económicos y sociales del
mundo:
<<La
desigualdad es endémica y aparece en prácticamente todas las dimensiones, hecho
que el informe de Oxfam documenta ampliamente. Es una región de contrastes
donde coexisten el cinco por ciento de los milmillonarios del mundo con un gran
número de personas que viven en la pobreza extrema. La mortalidad infantil y
desnutrición en las zonas marginadas son parecidas a las encontradas en países
mucho más pobres. La pobreza es dos, tres o más veces mayor entre los
afrodescendientes y la población indígena. Como bien lo indica el informe, la
región ha experimentado una disminución de la concentración del ingreso en la
década pasada, gracias a la expansión del acceso a la educación, políticas
laborales que favorecieron a los trabajadores de salarios más bajos y la
expansión del gasto público dirigido a la población pobre. Sin embargo, como
también concluye el comprensivo informe de Oxfam, queda muchísimo por hacer ya
que la región continúa teniendo los niveles de desigualdad más altos del
mundo>>. (Nora Lustig: “Desigualdad extrema y secuestro
de la democracia en América Latina y El Caribe”
La póstuma desigualdad social del
capitalismo: El reto que África no puede ignorar
Por Nancy Kacungira
Una de
las imágenes más llamativas que vi en 2016 fue una fotografía aérea en la que,
a un lado, se ve un conjunto de viviendas en un barrio residencial de clase
alta en Nairobi, Kenya. Una imagen aparentemente normal, salvo que la otra
mitad de la fotografía mostraba otro conjunto de viviendas, esta vez a base de
chozas o casuchas hechas con trozos de hojalata, ramas y barro. Los pulcros y
bien pintados tejados de las casas en esa urbanización elegante, solo estaban
separados de los herrumbrosos tejados de hojalata de la otra mitad por una
autopista.
El
contraste visible en aquella fotografía es en gran parte simbólico de la
desigualdad global, un problema que se da de forma más pronunciada en el
continente africano. Según el Índice de Desarrollo Humano (IDH) de las Naciones
Unidas, cada país de África es hoy menos igualitario de lo que lo era en el año
2010. Los beneficios del crecimiento económico, llegados en cuentagotas, han
sido muy escasos para la mayoría de las poblaciones africanas; la brecha entre
ricos y pobres solo es mayor en América Latina.
El número de multimillonarios africanos se
ha doblado desde 2010, mientras que los pobres han aumentado en 50
millones desde 1990
En
África, el número de multimillonarios africanos se ha doblado desde el 2010,
mientras que el de personas que viven en la pobreza ha aumentado en unos 50
millones desde 1990. Existe una percepción cada vez mayor de que el crecimiento
económico no se traduce automáticamente en una reducción de la pobreza. Tómese,
por ejemplo, Etiopía, que ha registrado un crecimiento medio anual de más del
10% durante la última década. Millones de etíopes son víctimas de la hambruna o
tienen problemas de desnutrición, mientras el país se centra en las prácticas
agrícolas industriales de alto rendimiento y canaliza sus recursos hacia la
industria manufacturera. En 2016 se produjo un vuelco cuando el índice de
crecimiento cayó por debajo del 5%, hubo muy malas cosechas y la subida de
precios tuvo un efecto desproporcionado y angustiante en los salarios de los
trabajadores agrícolas. Esto a su vez alimentó las protestas en Etiopía, con
cierre de fábricas y paralización de la inversión extranjera.
Se
supone que el crecimiento económico genera oportunidades y estimula el empoderamiento,
reduciendo en consecuencia las tensiones sociales. Pero el modelo de
crecimiento africano, en gran parte impulsado por un auge de las materias
primas, proporciona muy pocas oportunidades de empleo y de progreso económico
de gran alcance. Enriquece a las naciones pero cambia muy poco la vida de los
ciudadanos. Y allí donde crece la desigualdad, se cuece el conflicto. Los ha
habido en 2016 en la República Centroafricana, en Sudán del Sur, en la
República Democrática del Congo y en Burundi. Aunque estos conflictos tienen
diversas causas, una de ellas es el problema creciente de la desposesión y la
marginación.
El año
2017 es de cita electoral en muchos países africanos, entre otros Angola,
Argelia, Kenya, Rwanda y Sierra Leona. Cada país se enfrenta a múltiples
problemas y la caída del precio de las materias primas no es la menor de ellas.
La presión para garantizar que las corrientes económicas favorables impulsen a
todas las embarcaciones es intensa: los acontecimientos en Etiopía, Estados
Unidos y Europa han mostrado a muchos gobiernos africanos que el precio de las
divisiones internas puede ser muy elevado, cuando la gente se siente excluida y
lucha por hacer oír su voz.
Y no es
solo por la desigualdad económica; porque un informe de las Naciones Unidas del
2016 constata que el África Subsahariana pierde unos 95.000 millones de dólares
al año debido a la desigualdad de género, haciendo peligrar todavía más los
esfuerzos del continente en pro del crecimiento económico. Pero hubo también un
ejemplo esperanzador: Rwanda ha visto aumentar su esperanza de vida, su
educación y sus ingresos per cápita, tendiendo puentes para salvar la línea
divisoria entre géneros. Es el país más igualitario de África en este aspecto,
y el sexto de 145, un pionero para el continente.
La
paradoja de un elevado crecimiento económico y un alto índice de pobreza —que
hace crecer la desigualdad en todo el mundo —se ha puesto de manifiesto en
países africanos muy diferentes. Una de las principales lecciones a sacar del
2016 es la recomendación de que no hay que luchar solo contra la pobreza;
también contra la desigualdad.
En el
artículo 33 de la Constitución española, aprobado por las cortes en sesiones
plenarias del Congreso de los diputados y del senado, celebradas el 31 de octubre
de 1978 y ratificadas por el pueblo español el 6 de diciembre de ese mismo año,
en su artículo 1 se ha reconocido el derecho a la propiedad privada y a la
herencia. En su artículo 2 se declara que la función social de estos derechos
delimitará su contenido, de acuerdo con las leyes, y en su artículo 3 se
determina que nadie podrá ser privado de sus bienes y derechos, sino por causa
justificada de utilidad pública o interés social, mediante la correspondiente
indemnización y de conformidad de lo dispuesto por las leyes.
1.
Cabe el recurso
de inconstitucionalidad contra las Leyes y disposiciones normativas con
fuerza de ley, que vulneren el derecho a la propiedad privada y a la herencia
recogido en el artículo 33 de la Constitución Española (artículo 53.1 y artículo 161.1.a)
de la Constitución Española).
2.
El Defensor del Pueblo
se encuentra designado, en virtud de lo establecido en el artículo 54 de la Constitución
Española, como alto comisionado de las Cortes Generales
para la defensa de los derechos recogidos en el Título I de la Constitución,
encuadrándose el artículo 33 de la Constitución dentro del mencionado Título I.
3.
Sólo por ley, que en todo caso deberá respetar el contenido
esencial del derecho a la
propiedad privada y a la herencia recogido
en el artículo 33 de la Constitución Española, podrá regularse el ejercicio de
este derecho fundamental (art. 53.1 de la Constitución
Española).
4.
Se prohíbe
la adopción de Decretos-Leyes que afecten al derecho a la propiedad privada y a la
herencia recogido en el artículo 33 de la Constitución Española (al igual que a
cualquier otro derecho, deber o libertad recogida en el Título I de la Constitución),
aun en los supuestos de extraordinaria y urgente necesidad en los que, para la
regulación de otras materias, sí resulta procedente recurrir a los
Decretos-leyes (art. 86.1 de la Constitución
Española).
5.
El artículo
33 de la Constitución Española (al igual que ocurre con los demás preceptos del
Capítulo II del Título I de la
Constitución) vincula directamente a las
Administraciones Públicas (sin necesidad de mediación del legislador ordinario
ni de desarrollo normativo alguno), tal y como se desprende de la STC 80/1982.
Durante la etapa histórica del esclavismo, la
tierra y el trabajo fueron las dos fuerzas productivas fundamentales, donde la
producción de riqueza por mediación del trabajo humano explotado, estuvo
determinada por la esclavitud, entendiendo al esclavo como una posesión animada
bajo el poder omnímodo de todo
propietario de tierra. Tal ha sido la definición aristotélica de la
esclavitud. La idea por entonces de que haya seres humanos desposeídos de toda
libertad, hoy nos parece una relación social aberrante e insostenible. ¿No hay
acaso una fuerte contradicción ética en el fenómeno de la explotación de
trabajo ajeno, cuando por el hecho de que un sujeto sea propietario de otro, se
le haya permitido abusar de él hasta el extremo de causarle la muerte?
Posteriormente bajo el sistema feudal en Europa entre los siglos IX y XV, el vasallaje que consistió en la relación de dependencia entre dos sujetos
libres a través de la ceremonia
del homenaje, el
vasallo mantuvo una relación con su respectivo señor, mediante el pago de
impuestos, fidelidad y otras relaciones de dependencia extraeconómicas, a
cambio de que el señor le protegiera.
El ascenso
de la burguesía
a finales de la época feudal, fue asimilándose paulatinamente a la importancia
fundamental de la propiedad sobre cosas, que permitieron a la clase social
dominante, un poder limitado sobre
personas dependientes que dieron origen al moderno proletariado. Al principio
del capitalismo casi no existía una regulación sobre la propiedad, transmisión
y herencia de las propiedades personales. Pero la creciente clase
media que acumulaba riqueza, pudo transmitirla fácilmente mediante
un testamento.
Con la Revolución Industrial y el
consiguiente abandono de la agricultura,
el poder de los propietarios privados sobre sus medios de producción se
proyectó sobre las personas empleadas en la producción con fines gananciales. Así las cosas, la burguesía incipiente
tras haber acabado con el absolutismo político de la monarquía dinástica
decadente durante la Revolución francesa en 1789, propugnó el
establecimiento de un gobierno republicano democrático, difundiendo en 1791 por
el mundo los ideales de libertad,
igualdad, fraternidad y soberanía popular. También divulgó
primordialmente el conocimiento de los derechos fundamentales de los ciudadanos.
Pero desde ese momento emprendió el proceso de auparse pugnando por alcanzar su
condición de la más moderna y poderosa
clase social dominante bajo el capitalismo y, dado el proceso
productivo con fines gananciales, convirtió aquel originario lema de la
Revolución Francesa en papel mojado
hasta todavía hoy.
Y ¿qué
pensar precisamente hoy bajo el capitalismo postrero, de quienes por ser propietarios de los medios de producción
y el dinero bancario, tras firmar
con sus empleados el contrato de trabajo, pasaron a ejercer sobre ellos
un dominio personal cuasi absoluto hasta todavía hoy, en virtud de esa
propiedad privada? Y es que desde los orígenes del capitalismo, la magnitud del salario percibido por
cualquier obrero a instancias del contrato
de trabajo con su respectivo patrón: 1) Está en relación con la medida económica inversamente proporcional a la plusvalía o ganancia obtenida por su
empleador, es decir, que al aumentar su ganancia disminuye
relativamente el salario de su empleado y viceversa y 2) Que el límite mínimo del salario, está determinado por el mínimo
histórico de los medios de vida, que el obrero necesita para reproducir su
energía y fuerza diaria de trabajo, en condiciones de uso óptimo, necesidades
que varían en cada momento y lugar. Pero hay más, porque 3) Bajo tales circunstancias, el límite máximo del salario también
está objetivamente determinado por el
poder que los patronos ejercen sobre sus subordinados, a instancias de
la propiedad privada sobre sus medios de producción y el dinero bancario, de
modo que cualquier aumento del salario, sólo es posible, en tanto y cuanto no
disminuya la masa de plusvalor producido, que haga descender relativamente esa
ganancia y el capitalista entre en pérdidas e inicie el proceso de desinversión
productiva material, dejando a sus asalariados en el paro que les genera la
miseria relativa más absoluta. Tal como así ha venido sucediendo.
Dicho esto
con más precisión, la cosa se explica así: el incremento de los salarios reales
del trabajador empleado, encuentra su límite máximo en el mínimo plusvalor o
ganancia de su patrón, compatible con la rentabilidad del capital vigente en el
mercado, mientras que el mínimo salario relativo del empleado, está determinado
por el costo laboral compatible con el mayor rendimiento de su trabajo en
términos gananciales. Entre estos dos límites queda fijado el campo de la
relación entre las dos clases
sociales universales, en pugna por la participación en la productividad
del trabajo dentro del sistema capitalista. Teniendo en cuenta todos estos
elementos, siguiendo a Marx comprobaremos que durante cada jornada de trabajo,
el valor de la fuerza desplegada por el asalariado y la plusvalía obtenida por
el patrón, fluctúan dentro de unos márgenes estrictamente acotados. Si nos
salimos de ellos en cualquier supuesto con visos de realidad, estaremos
violando las leyes objetivas del propio capital y los resultados a que
lleguemos serán engañosos, totalmente faltos de toda veracidad científica para
explicar el cambio desigual
permanente que se ha venido verificando desde un principio entre las
dos partes, explotadoras y explotadas. Así, es cómo las consignas entre
patronos y obreros de “libertad,
igualdad y fraternidad” se han quedado efectivamente en papel mojado.
Pero es que,
además, un procedimiento de la patronal burguesa para aumentar la plusvalía
capitalista, ha consistido y todavía consiste, en extender la jornada de labor
haciendo trabajar al obrero durante más tiempo en cada jornada, a cambio del
mismo salario. A esta forma de aumentar la producción de riqueza que se
apropian los capitalistas en perjuicio de los trabajadores, se la denomina plusvalía absoluta porque crece
respecto de sí misma, produciendo más valor del equivalente al salario. Dicho
de otra forma, consiste en que el asalariado trabaje más tiempo que el
contenido en los medios de vida equivalentes a su salario percibido a cambio,
acordado en el contrato de trabajo. En la etapa infantil o temprana del
capitalismo, los patronos sólo podían aumentar la plusvalía haciendo trabajar
durante más horas a sus empleados, o bien aumentando el número de éstos, es
decir que el incremento de la plusvalía total apropiada por los patronos
capitalistas, se producía como consecuencia de la extensión de la jornada total o colectiva de labor. Porque
como acertara en decir Marx:
<<El trabajo pretérito
[potencial o
anterior a su ejercicio] contenido en la
capacidad energética de cada obrero que le permite trabajar para su patrón, y
el trabajo vivo que esa capacidad puede ejecutar, sus costos diarios de
mantenimiento y su rendimiento diario, son dos magnitudes completamente
diferentes. La primera determina su valor de cambio [acordado en
el contrato de trabajo] la otra conforma
su valor de uso. Así las cosas, el hecho de que sea necesaria media
jornada de labor para mantenerlo vivo durante 24 horas, en modo alguno impide
al obrero trabajar durante una jornada
completa. El valor de la fuerza [contenida en el salario o
capacidad de trabajo] y su valorización [rendimiento]
en el proceso laboral [diario del
que de hecho se apropia el capitalista] son,
pues, dos magnitudes diferentes [y esto malversa el concepto de igualdad en
los intercambios]. El capitalista tenía
muy presente esa diferencia de valor cuando adquirió la fuerza de trabajo [firmando
el contrato]. Su propiedad útil, la de
hacer hilado o botines, era sólo una conditio
sine qua non, porque para formar valor es necesario gastar trabajo de
manera útil. Pero lo decisivo fue el valor
de uso de esa mercancía [llamada trabajo], el de ser fuente de valor y
de más valor que ella contiene [comparada con el valor contenido en el
salario contratado]. Es éste el servicio específico que el capitalista esperaba de ella [la mercancía trabajo]. Y procede, al hacerlo, conforme a las
leyes [que él supone] eternas del
intercambio mercantil [desigual haciendo trabajar a sus empleados durante
más tiempo respecto del acordado en el contrato]>>. (K. Marx: “El
capital” Libro I Cap. V: “Proceso de trabajo y proceso de valorización”.
Ed. Siglo XXI/1978. Pp. 234. El subrayado y lo entre corchetes nuestro).
Pero además,
es que según progresa la productividad
contenida en los medios materiales técnicos de producción [llamado capital
constante] —la maquinaria— al sustituir trabajo humano contratado como capital variable, de aquí resultó
que esa producción creciente a instancias de ese medio material de producción
cada vez más eficaz, ha ido dejando sin trabajo a los asalariados, donde los
supernumerarios sustituidos sin trabajo, presionan a los ocupados para que
trabajen más por menos salario:
<<La
población obrera, pues, con la acumulación de capital [constante producido] por ella misma, produce en volumen
creciente los mismos medios [técnicos
de producción] que permiten convertirla en relativamente supernumeraria [sustituida
por esos medios, sembrando así el paro y la consecuente penuria relativa]. Es
ésta una ley de la población que es peculiar
al modo de producción capitalista, ya
que de hecho todo modo de producción histórico particular, tiene sus leyes de
población particulares históricamente válidas. Una ley abstracta de población
sólo rige, mientras el hombre no interfiere históricamente en esos dominios,
como en el caso de las plantas y los animales.
Pero si una sobrepoblación obrera [sustituida por la maquinaria], es el producto necesario de la acumulación
o del desarrollo de la riqueza sobre una base capitalista, esta sobrepoblación se convierte, a su
vez, en palanca de la acumulación capìtalista [presionando a los
trabajadores activos para que produzcan más ganancia en menos tiempo], e incluso en condición de existencia del modo capitalista de producción. Constituye
un ejército industrial de reserva a disposición del capital, que le pertenece a
este [y así permanece] tan
absolutamente como si lo hubiera criado a sus expensas>>. (K. Marx: “El
Capital” Libro primero Volúmen 3 Ed. “Siglo XXI España/Julio 1975. Cap. XXIII: “La ley general de la
acumulación capitalista”. Pp. 786).
Así
es cómo la burguesía internacional se ha enriquecido ejerciendo su poder social
sobre sus empleados, sembrando en el mundo entero la penuria de los
supernumerarios que hoy día siguen padeciendo las mayorías sociales de
condición asalariada en paro, a raíz de la todavía vigente propiedad privada sobre los medios de producción y el dinero
bancario, que alumbró así entre la clase explotada y supernumeraria, la
necesidad de organizarse para luchar a escala nacional e internacional, hasta
dar término de una vez para siempre, con este maldito flajelo, que es la dictadura del capital y su desigual
reparto de la riqueza:
<<Por favorables que sean las condiciones en que se haga el
intercambio (entre
capitalistas) de una mercancía por otra,
mientras subsistan las relaciones [desiguales] entre el trabajo asalariado y el capital, siempre existirán la clase de
los explotadores y la clase de los explotados. Verdaderamente es difícil
comprender la pretensión de los librecambistas [burgueses], imaginándose que un empleo más ventajoso
del capital hará desaparecer el antagonismo entre los capitalistas industriales
y los trabajadores asalariados. Por el contrario, ello no puede acarrear sino
una manifestación aún más neta de la oposición entre estas dos clases sociales.
Señores:
No os dejéis engañar por la palabra abstracta de libertad. ¿Libertad de quién? No es la libertad de cada individuo
con relación a otro individuo. Es la [única] libertad,
[la] del capital para machacar al trabajador>>.
(K. Marx: “Miseria de la filosofía”.
Respuesta a la ‘Filosofía de la miseria’ del Señor Proudhon. Apéndices:
‘Discurso sobre el librecambio’. Discurso Pronunciado
por K. Marx el 7 de enero de 1848 en una sesión pública de la “Asociación Democrática de Bruselas”. Ed. cit. Pp. 186. Lo entre paréntesis y los entre corchetes nuestro. Versión
digitalizada bajo el mismo subtítulo en Pp. 11 a 13).
“La historia no es historia a menos
que sea la verdad”. Abraham Lincoln.
“Las
mentiras repetidas se convierten en historia, pero no necesariamente se
convierten en verdad”. Colum Mc. Cann.
“Los
pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla”. Nicolás Avellaneda.
<<Las
fuerzas activas de la sociedad mientras no las conocemos y contamos con
ellas [es decir las
soportamos] obran exactamente lo mismo
que las fuerzas de la naturaleza: de un modo ciego, violento, destructor. Pero
una vez conocidas, tan pronto como se ha sabido comprender su acción, su
tendencia y sus efectos, en nuestras manos está el supeditarlas cada vez más de
lleno a nuestra voluntad y alcanzar por medio de ellas los fines propuestos.
Tal es lo que ocurre muy señaladamente, con las gigantescas fuerzas modernas de
producción [bajo el capitalismo].
Mientras nos resistamos obstinadamente a comprender su naturaleza y su
carácter —y a esta comprensión se oponen el modo capitalista de producción
y sus defensores— estas fuerzas actuarán a pesar de nosotros, contra nosotros,
y nos dominarán…>>. (F. Engels: “Del
socialismo utópico al socialismo científico”. Obras Escogidas Ed.
Progreso/1986. Cap. III Pp. 154-155. Versión
digitalizada ver Pp. 70. Lo entre corchetes nuestro).
<<No
es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el
ser social es lo que determina su conciencia. Es una tesis tan sencilla, que
por fuerza debería ser la evidencia misma para todo el que no se hallase
empantanado en las filfas idealistas
(imperantes). Pero esto no sólo implica consecuencias
altamente revolucionarias para la teoría, sino también para la práctica: En
cierta fase de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad
entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o bien, lo
que no es más que la expresión jurídica de éstas, con las relaciones de
propiedad en el seno de las cuales se han desenvuelto hasta entonces. De formas
de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en
trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social. A1 cambiar
la base económica, se transforma más o menos rápidamente toda la
superestructura inmensa... Las relaciones de producción burguesas son la última
forma antagónica del proceso social de producción, antagónica no en el sentido
de un antagonismo individual, sino de un antagonismo que emana de las
condiciones sociales de vida de los individuos. Pero las fuerzas productivas
que se desarrollan en el seno de la sociedad burguesa brindan, al mismo tiempo,
las condiciones materiales para resolver dicho antagonismo". Por tanto, si
seguimos desarrollando nuestra tesis materialista y la aplicamos a los tiempos
actuales, se abre inmediatamente ante nosotros la perspectiva de una poderosa
revolución, la revolución más poderosa de todos los tiempos >>. (K. Marx: “Contribución
a la crítica de la economía política”. Versión digitalizada Pp. 162 de 175).
Pero
esta dinámica de la burguesía, que al obrero le ha venido forzando a trabajar
más tiempo empleado en la producción de riqueza, a cambio del mismo salario, no
es única porque a partir de determinado momento, mediante el progreso científico-técnico incorporado a los medios
materiales de producción, que permiten una
mayor productividad por unidad de tiempo empleado, el capitalismo hizo
posible, también, la aplicación de métodos de trabajo no ya extensivos en el tiempo sino intensivos en un mismo lapso de tiempo.
Precisamente para aumentar la producción de plusvalía respecto del salario,
utilizando para ello más eficaces
medios técnicos que lo permitan. O sea, que cada operario ponga en
movimiento más y mejores medios de producción al mismo tiempo. Pero tal proceso no se ve completamente
realizado en el ámbito de la producción, si no que se completa en el mercado, donde los capitalistas concurren
y compiten ofreciendo sus productos, en
términos de posibles menores costes y más calidad, todos ellos
procurando acaparar una cuota parte mayor en el reparto del plusvalor global
producido. Un fenómeno que tiene su causa en la productividad del trabajo, cuyo
efecto se traduce en un descenso relativo del valor incorporado a cada unidad
de mercancía creada, determinado por
el tiempo de trabajo socialmente necesario para producirla. Y una de
las consecuencias de la mayor productividad del trabajo es, pues, que las
mercancías que el asalariado necesita para vivir se obtienen en un menor
tiempo, de ahí que la fuerza de su trabajo se desvalorice en igual medida que
los medios de vida producidos, aumentando así el plusvalor que se embolsan los
capitalistas. Este método descrito hasta aquí llamado plusvalía relativa, es uno de los dos procedimientos
determinados por el sistema capitalista para aumentar la ganancia del patrón y,
por tanto, su masa de capital en funciones, es decir, su enriquecimiento a
expensas del trabajo más intenso
de sus empleados.
Son
estas unas verdades de a puño ante la cuales, esa clase social burguesa
relativamente ultra-minoritaria de ambiciosos y enriquecidos sujetos
oportunistas, “atados y bien atados” a las distintas instituciones políticas
estatales corrompidas en todo el Orbe, que al ser beneficiadas mutua y
personalmente concernidas
por el sistema, han venido callando la verdad de esa realidad sistémicamente
por la cuenta que les trae. Ante semejante perspectiva cabe insistir diciendo
con Marx que:
<<Las revoluciones
burguesas, como las del siglo XVIII, avanzan arrolladoramente de éxito en
éxito, sus efectos dramáticos se atropellan, los hombres y las cosas parecen
iluminados por fuegos diamantinos, el éxtasis es el estado permanente de la
sociedad; pero estas revoluciones son de corta vida, llegan en seguida a su
apogeo y una larga depresión se apodera de la sociedad antes de haber aprendido
a asimilar serenamente los resultados de su período impetuoso y turbulento. En
cambio, las revoluciones proletarias, como las del siglo XIX, se critican
constantemente a sí mismas, se interrumpen continuamente en su propia marcha,
vuelven sobre lo que parecía terminado, para comenzarlo de nuevo desde el
principio, se burlan concienzuda y cruelmente de las indecisiones, de los lados
flojos y de la mezquindad de sus primeros intentos, parece que solo derriban a
su adversario para que éste saque de la tierra nuevas fuerzas y vuelva a
levantarse más gigantesco frente a ellas, retroceden constantemente aterradas
ante la ilimitada inmensidad de sus primeros intentos, hasta que se crea una
situación que no permite volverse atrás y las circunstancias mismas gritan:
¡Demuestra lo que eres capaz de hacer!>>. (K. Marx:
“El 18 Brumario de Luis Bonaparte”. Ed. Ariel S.A.
Barcelona/1982 Cap. I Pp. 16/17. Versión
digitalizada ver Página 14).
En
síntesis, que la verdadera democracia
no es la representativa porque sus efectos políticos no van más allá de
cada elección periódica, cuando la mayoría de los electores de condición social
asalariada, estúpidamente votan
delegando el poder político en favor de terceras personas, potencialmente corrompidas por el sistema capitalista
decrépito hoy ya en fase de extinción. La verdadera y auténtica democracia, es
la decidida y ejercida directamente
por el pueblo y para el pueblo emancipado. Habida cuenta de que,
mientras tanto, la propiedad privada capitalista que determina la competencia interburguesa, no
hace más que acelerar el creciente
proceso científico-técnico incorporado a los medios materiales de
producción, sustitutos de trabajo
humano. Una realidad vigente a escala planetaria, que inevitablemente
tiende a retraer el empleo asalariado y, con ello, las ganancias de los
capitalistas, al mismo tiempo que siembra la miseria más absoluta entre
millones de desempleados, a merced de una irrisoria minoría de grandes y medianos empresarios privados,
en contubernio permanente con esa otra parte de la sociedad: los políticos profesionales corruptos a
cargo de las instituciones estatales en todo el Mundo. Un entramado que
se ha venido sustentando en la propiedad privada de los medios de producción y
el dinero bancario:
<<Os
horrorizáis de que queramos abolir la propiedad privada [capitalista]. Pero en vuestra sociedad actual, esa propiedad privada está abolida
para las nueve décimas partes de sus miembros; precisamente porque [esa
propiedad] no existe para esas nueve
décimas partes [de la población obrera mundial explotada]. Nos reprocháis, pues, el querer abolir
una forma de propiedad que no puede existir sino a condición de que la inmensa
mayoría de la sociedad sea privada de propiedad. En una palabra nos acusáis de
querer abolir vuestra propiedad [exclusiva, que convirtió la
democracia en dictadura de vuestro capital].
Efectivamente eso es lo que queremos. Según vosotros, desde el momento en que
el trabajo no puede ser convertido en capital, en dinero, en renta de la
tierra, en una palabra, en poder social susceptible de ser monopolizado; es
decir, desde el instante en que la propiedad personal no puede transformarse en
propiedad burguesa, desde ese instante la personalidad [de quienes han
venido viviendo enriquecidos] queda
suprimida.
Reconocéis,
pues, que por personalidad no entendéis sino al burgués. Y esta personalidad
ciertamente debe ser suprimida. El comunismo no arrebata a nadie la facultad de
apropiarse de los productos sociales; no quita a nadie la facultad de
apropiarse de los productos sociales; no quita más que el poder de sojuzgar
[a sus
semejantes] por medio de esta
apropiación del trabajo ajeno.
Se ha objetado
que con la abolición de la propiedad privada [capitalista] cesaría
toda actividad y sobrevendría una indolencia general. Si así fuese, hace ya
mucho tiempo que la sociedad burguesa hubiese sucumbido a manos de la
holgazanería, puesto que en ella, los que trabajan no adquieren y los que
adquieren no trabajan. Toda la objeción se reduce a esta tautología: no hay
trabajo asalariado donde no hay capital.
Todas las
objeciones dirigidas contra el modo comunista de apropiación y de producción de
bienes materiales, se hacen extensivas igualmente respecto a la apropiación y a
la producción de los productos del trabajo intelectual. Lo mismo que para el
burgués la desaparición de la propiedad de clase equivale a la desaparición de
toda producción, la desaparición de la cultura de clase significa para él la
desaparición de toda cultura.
La cultura cuya
pérdida deplora, no es para la inmensa mayoría de los hombres, más que el
adiestramiento que los transforma en máquinas. Mas no discutáis con nosotros
mientras apliquéis a la abolición de la propiedad burguesa el criterio de
vuestras nociones burguesas de libertad, cultura, derecho, etc. Vuestras ideas
mismas son el producto de relaciones de producción y de propiedad burguesas,
como vuestro derecho no es más que la voluntad de vuestra clase erigida en ley;
voluntad cuyo contenido está determinado por las condiciones materiales de
existencia de vuestra clase.
La concepción
interesada que os ha hecho erigir en leyes eternas de la Naturaleza y de la
Razón, las relaciones sociales dimanadas de vuestro modo de producción y de
propiedad —relaciones históricas que surgen y desaparecen en el curso de la
producción— la compartís con todas las clases dominantes [que lo han sido] hoy ya desaparecidas. Lo que concebís para
la propiedad antigua esclavista, lo que concebís para la propiedad feudal [ambas
históricamente provisorias y caducas como se ha demostrado], no os atrevéis a concebirlo para la propiedad burguesa [que
consideráis eterna]>>. (K.
Marx y F. Engels: “Manifiesto del
Partido comunista” Ed. l’eina/1989. Cap. II Pp. 53. Año
1848). Versión
digitalizada ver Pp. 55. Lo entre corchetes nuestro).
Los
ciudadanos sin poderes
fácticos privilegiados, como los que ha venido ostentando la
burguesía, seguimos atados a un vil entramado de poder económico y político
que, aun a sabiendas de lo demostrado por Marx y Engels en el sentido de que, la
propiedad privada de los medios de producción y el dinero bancario, a
instancias de la competencia
intercapitalista y el consecuente desarrollo científico-técnico
incorporado a esos medios de producción, de no mediar otras deliberadas circunstancias revolucionarias
que suplanten este proceso explotador y genocida, el sistema capitalista no
podrá impedir la deriva natural inevitable hacia su colapso económico
definitivo. Porque la competencia intercapitalista derivada de la propiedad privada, no pudo ni podrá evitar el
forzoso progreso científico técnico incorporado a los medios de producción, que
tiende inevitablemente a sustituir el trabajo humano, la única fuerza social
con capacidad de generar la ganancia capitalista que ha venido sosteniendo al sistema
y enriqueciendo a sus interesados gestores.
Pues
bien, precisamente para retardar ese proceso, la burguesía internacional se ha
venido empeñado en crear deliberadas circunstancias favorables —como es el caso
de conflictos políticos entre países que derivan en guerras destructivas de
riqueza y vidas humanas—, todo ello a sabiendas de que como consecuencia de
esas pérdidas, el sistema capitalista lejos de tender a disolverse se
restablece, fortifica y perdura, retrotrayéndose a épocas pasadas. O bien
recurre a los más misteriosos y recientes proyectos de intervención
“científica”, como el fraguado en los años 80 el siglo pasado a instancias de
la fuerza aérea norteamericana y la Universidad de Alaska, que a raíz del
proyecto que modifica el clima con resultados igualmente devastadores y
mortales, como el que sigue causando el llamado “Proyecto HAARP”, cuyos
experimentos de consecuencias destructoras y mortales —como las más recientes—,
incluso las Naciones Unidas no han podido aún evitar que se sigan produciendo.
Lo cual demuestra que esa organización mundial muy poco es lo que tiene que ver
con la promulgada función consagrada por su Consejo de Seguridad, frente a los
intereses de la burguesía internacional corrompida hasta los tuétanos,
enriquecida a expensas del trabajo asalariado cada vez más supernumerario y
depauperado:
<<La pauperización
[de los
asalariados] es el punto conclusivo necesario del desarrollo al cual tiende
inevitablemente la acumulación capitalista, de cuyo curso no puede ser apartada
por ninguna reacción sindical por poderosa que ésta sea. Aquí se encuentra fijado el límite objetivo de la acción sindical. A
partir de un cierto punto de la acumulación, el plusvalor disponible no resulta
suficiente para proseguir acumulando capital con salarios fijos. O el nivel de los salarios es deprimido por debajo del nivel
anteriormente existente, o la acumulación se estanca, es decir, sobreviene el
derrumbe del mecanismo capitalista. De esta manera, el desarrollo [del
proceso] conduce a desplegar y agudizar
las contradicciones internas entre el capital y el trabajo a un punto tal, que
la solución sólo puede ser encontrada a través de la lucha entre estos dos momentos>> (Henryk Grossmann:
“La ley de la acumulación y del derrumbe
del sistema capitalista”. Consideraciones finales. Ed. siglo XXI/1979.
Pp. 386. No hay versión digitalizada).
<<En
la era de la globalización la eliminación gradual de la toma de
decisiones, en las cámaras democráticas por parte de las élites económicas
de la Unión Europea, sirve de plan de acción para la gobernanza
postdemocrática (totalitaria
del gran capital) en todo el mundo. Las
personas progresistas deben ser ambiciosas y empezar a proponer ideas para un Gobierno
mundial democrático como alternativa viable.
La
realidad es que las estructuras postdemocráticas que gobiernan la eurozona,
existen también a lo ancho de la UE y son anteriores a la introducción del
Euro. La Comisión Europea no se elige. Los miembros del Consejo de
Ministros y su encarnación al máximo nivel, el Consejo Europeo, solo se eligen indirectamente
y las leyes son elaboradas en secreto durante el transcurso de sesiones,
a las que no se permite la entrada ni a la prensa ni al público. Los
legisladores habituales del Consejo no son ni siquiera ministros nacionales,
sino diplomáticos trileros del Comité de Representantes Permanentes (COREPER),
y las docenas de subcomités y grupos de trabajo que deliberan, también en
secreto, fuera del escrutinio de los electores.
El
presidente del Consejo Europeo —llamado a menudo ‘presidente europeo’— tampoco
se elige; se le escoge, cual papa secular, tras puertas cerradas después de
horas de tira y afloja entre jefes de Estado y de Gobierno. La única
institución elegida directamente de la fábrica de salchichas
legislativa, que es la UE —el Parlamento Europeo— no tiene derecho de
iniciativa legislativa; es decir, no puede proponer ni aprobar leyes. Solo
puede enmendar lo que la Comisión y el Consejo le envíen para su conformidad.
Estos poderes son importantes y los grupos de presión de las (más poderosas) empresas (privadas) y
de las ONG (desde la sociedad civil) sienten tanta atracción por los escaños mellizos de Bruselas y
Estrasburgo, como por los del Congreso estadounidense en Washington, pero al
estar restringido de esta manera, el Parlamento Europeo no se parece a ningún otro
Parlamento del mundo “democrático”.
Los
europarlamentarios no son representantes de un pueblo europeo soberano
sino los ‘recogepedos’ de los altos funcionarios de la tecnocracia en las
instituciones de la UE>>. (Leigh
Phillips: “El
orden global postdemocrático”. El subrayado y lo entre paréntesis nuestros).
<<Los burgueses tienen razones muy
fundadas para atribuir al trabajo una fuerza creadora sobrenatural; se basan
precisamente en el hecho de que el trabajo está condicionado por la naturaleza,
y se deduce que el hombre que no dispone de más propiedad que su fuerza de
trabajo, tiene que ser, necesariamente, en todo estado social y de
civilización, esclavo de otros hombres, de aquellos que se han adueñado de las
condiciones materiales del trabajo y el dinero. Y no podrá trabajar, ni, por
consiguiente, vivir, más que con su permiso>> (Karl
Marx: “Crítica
del Programa de Gotha”. Ver en Pag. 8 último párrafo).
¿Está
claro que la propiedad privada de los
medios de producción y el dinero bancario, más que privilegios
personales y/o sociales son delitos de lesa humanidad, mientras
la justicia del sistema mira para otro lado? ¿No son estos verdaderos poderes
fácticos ilegítimos encubiertos por las corruptas instituciones jurídicas y políticas
estatales, aún todavía vigentes a escala planetaria? ¿Está claro?
¿Cuántos
son hoy los que constituyen la minoria relativa de los empresarios en la sociedad
civil del mundo, quienes haciendo contubernio con los políticos profesionales
en las instituciones políticas de sus respectivos Estados nacionales, todos
ellos unos más que otros se han venido enriqueciendo a expensas de la penuria
creciente, que hacen pesar sobre sus correspondientes súbditos empleados? Teniendo en
cuenta que “súbdito” es
todo aquél individuo en la sociedad civil, que permanece toda su vida útil
sujeto al poder omnímodo superior de la burguesía, que debe someterse a las
autoridades superiores, ya sean públicas o privadas. Teniendo en cuenta que
el poder de esos sujetos al jubilarse, siguen enriqueciéndose utilizando las
llamadas puertas
giratorias, que les permiten recalar en aquellas grandes
y medianas empresas privadas para tales fines gananciales.
He
aquí por qué todos estos interesados empresarios y políticos profesionales
corruptos degenerados mentales, callan a sabiendas de que la propiedad privada
sobre los medios de producción y el dinero bancario, haya sido la causa
fundamental de que la burguesía como clase dominante, llegara a campar por sus
respetos en todo el Orbe y que Marx, con toda razón científica, haya concluido
en que: “La más moderna democracia
burguesa es la dictadura del capital”.
GPM.
Pero según se sucede la competencia
intercapitalista y avanza el proceso científico-técnico
incorporado a los medios materiales de producción…:
<<Cuanto mayores sean la riqueza social, el capital en funciones, el
volumen y vigor de su crecimiento y, por
tanto también, la magnitud absoluta de la población obrera y la fuerza
productiva de su trabajo, tanto mayor será la pluspoblación relativa o
ejército industrial de reserva [desocupado sustituido por maquinaria]. La fuerza
de trabajo disponible se desarrolla [aumenta] por las mismas causas que la
fuerza expansiva del capital [acumulado].
La magnitud proporcional del ejército
industrial de reserva [sin empleo]. La
fuerza de trabajo disponible se
desarrolla por las mismas causas que
la fuerza expansiva del capital. La
magnitud del ejército industrial de reserva, pues, se acrecienta a la par de
las potencias de la riqueza [disponible]. Pero cuanto mayor sea este ejército de
reserva [sin empleo], pues, se
acrecienta a la par con la potencia de la riqueza. Pero cuanto mayor sea este
ejército de reserva en proporción al ejército obrero activo, tanto mayor será
la masa [poblacional] la
pluspoblación consolidada o las capas
obreras [empleadas] cuya miseria
está en razón inversa a la tortura de su trabajo. Cuanto mayores sean
finalmente, las capas de la clase obrera formadas por menesterosos enfermizos y
el ejército industrial de reserva, tanto mayor será el pauperismo oficial. Esta
es la ley general absoluta de la acumulación capitalista. En su aplicación,
al igual que en todas las demás leyes, se ve modificada por múltiples
circunstancias, cuyo análisis no corresponde efectuar aquí>>. (K.
Marx: El Capital” Libro primero
Volúmen 3. El proceso de acumulación de capital. Ed. Siglo XXI. Argentina.
Julio 1975. Capítulo XXIII Pp. 803).
<<El
actual derrumbe del capitalismo está poniendo al descubierto esa realidad, que
muchos prefirieron ignorar y se acoplaron a ella. Unas decenas, o quizás unas
centenares de familias en todo el mundo, poseedoras de inmensas fortunas
acumuladas a través de la especulación y la explotación despiadada, imponen
su voluntad a seis mil millones de seres humanos [pobres desposeídos]. La necesidad de reproducción infinita de
sus capitales por la burguesía pone en peligro a la humanidad y el planeta
entero. No importa que el cambio climático o la extinción de las especies sea
ya una realidad que todavía nadie cuestiona. No importa que se hayan provocado
crisis económicas sin precedentes hundiendo en la pobreza a millones y millones
de trabajadores en todo el mundo. Nadie les va a pedir cuentas [a esos
burgueses]. Ninguna “honorable”
institución los va a señalar con el dedo, ningún gobierno capitalista va a
enfrentarse a sus designios. A través de sus imperios económicos ponen y
deponen a los gobiernos “democráticos” y definen qué políticas se deben de
llevar a cabo. A través de sus ejércitos mediáticos engañan y manipulan,
creando corrientes de opinión conforme a sus intereses. Financian a los
partidos y a la burocracia de los sindicatos para conseguir su complicidad, y
de esta manera mantener la ficción democrática. La democracia burguesa se
desenmascara cada vez más, para dejar al descubierto su verdadero rostro
psicópata, destructivo y brutal.
El derrumbe
capitalista ha hecho que las florituras de la democracia formal salten por los
aires. La izquierda y la derecha del sistema tienen cada vez menos espacio de
maniobra para diferenciarse. La izquierda clama por la intervención estatal, la
derecha defiende el dejar hacer y la intervención del Estado tiene que
limitarse a las guerras, a la represión y a los momentos en que tenga que
acudir en auxilio de los poderosos. La izquierda del sistema oculta que la
intervención estatal y el aumento del gasto social, en un momento en el que
caen los ingresos fiscales, aumentará el déficit económico y hará impagable la
deuda. La derecha disimula que con el recorte de las ayudas y los subsidios,
crecerá la pobreza y el desempleo, agravando la caída de los ingresos del
Estado y volviendo también impagable la deuda pública. Todos los caminos
conducen a Roma. El gran capital necesita liquidar las conquistas y los
derechos de los trabajadores para aumentar su explotación y miseria
sobrevenida. No existe otra forma para aumentar sus plusvalías>>. (En
defensa del Marxismo. Principal).
Del esclavismo al feudalismo
En
su obra titulada “Orígenes y fundamentos del
cristianismo”, Karl Kautsky describió el posterior proceso degenerativo del esclavismo, más
allá de aquella etapa histórica postrera de aquel régimen, desde que la
democracia griega clásica también degeneró hasta desaparecer disuelta en el Sacro Imperio Romano,
que signó el fin del sistema esclavista y el nacimiento del feudalismo. Como es sabido, tanto los esclavistas griegos como los romanos, habían
venido profesando el politeísmo.
Por el contrario, los cristianos bajo el naciente modo de producción feudal, nunca toleraron que su Dios único
compartiera el supuesto poder divino con otra deidad, y menos aún con la figura
humana de ningún emperador. Por eso, y porque tres cuartas partes de su prédica
religiosa estuvieron inspiradas en las sagradas escrituras —hipócritamente
basadas en la glorificación de los
pobres— los primitivos cristianos fueron objeto de persecución por los
esclavistas, de los cuales se refugiaban en las llamadas catacumbas,
únicos reductos subterráneos donde clandestinamente podían oficiar a salvo sus
ceremoniales del culto al espíritu de la “Santísima Trinidad”.
Sin embargo y a pesar de sus
diferencias doctrinales con la religión politeísta, políticamente hablando el
cristianismo no ha incidido para nada en el proceso de extinción del sistema esclavista. De hecho,
durante siglos este movimiento religioso subsistió en los intersticios del
imperio romano esclavista, aceptando de muy buen grado ese régimen. E incluso
cuando este modo de producción se deslizó por la pendiente hacia su
desaparición, los cristianos jamás han hecho nada por impedir el subsistente comercio de
esclavos, al que se dedicaron sus propios fieles acaudalados en todas partes,
ya sea entre los bárbaros germanos del norte, entre los venecianos en el
Mediterráneo y, a partir del siglo X en el —a la postre triunfante Sacro
Imperio romano germánico—
que presidió políticamente el tránsito del feudalismo al capitalismo. Desde el
siglo IX los clérigos de la jerarquía cristiana se acomodaron a la nueva realidad
efectiva de la Edad Media, convirtiendo a su Santa Iglesia Católica en
propietaria feudal, tanto para agrandar el "reino de Dios" en la conciencia
de sus fieles, como al mismo tiempo sus propios bienes terrenales que
compartieron con los nobles aristócratas feudales en cada reino. Así las cosas,
la explotación del trabajo servil reemplazó al esclavo cuando el desarrollo de
las fuerzas productivas dejó sin
sentido económico la justificación aristotélica de la esclavitud, cuya
lógica social había culminado en el derecho romano, con el ya mencionado “ius utendi et ius abutendi” (uso y
abuso) de los esclavos, a los que el propio Aristóteles definió como instrumentum vocale
(instrumentos que hablan). Así, el
feudalismo cristiano —tal como antes el esclavismo—, necesitó una justificación
ideológico-religiosa suya propia distintiva. Y así como para tal fin el
esclavismo apeló al politeísmo, el feudalismo encontró esa justificación suya
en el monoteísmo.
Lo hizo abrazado a la misma línea
ideológica tradicional del dualismo
entre alma y cuerpo en la criatura humana. La misma división
ideológico-religiosa macro-cósmica dominante durante la esclavitud, entre el
Cielo como hábitat de los dioses eternos y la Tierra de los mortales.
Pero el alma humana, que
bajo el esclavismo había sido concebida como sustancia pura (creadora) en el sentido aristotélico,
atribuida en exclusividad a
los propietarios esclavistas.
En cambio, para el espíritu cristiano que acabó por prevalecer bajo el dominio
político de los señores feudales, ese atributo pasó a ser algo común a todos los seres humanos,
concebidos como criaturas del Dios único supuestamente creados por él a su
imagen y semejanza, sin distinción de clases, nacionalidad, sexo o raza. Tal es
el concepto de almas todas
ellas universalmente iguales entre sí, que distinguió a la filosofía del
feudalismo respecto del esclavismo. Un nuevo concepto piadoso del poder interpersonal limitado,
que los señores feudales pudieron seguir ejerciendo sobre sus súbditos, pero
bajo la forma catequética
del sentido común reflejada
en el "no matarás" del quinto mandamiento cristiano, que acabó con el
esclavista ius utendi et ius abutendi.
De esta idea se apropió
posteriormente la burguesía por mediación de sus intelectuales orgánicos,
quienes se encargaron de rescatar
el concepto religioso de igualdad de las almas ante Dios en su reino celestial,
trayéndolo del Cielo a la Tierra para abonar el terreno en el que germinó el
concepto de que todos los sujetos son iguales ante la ley, entendiendo a las almas ya no como sustancias
inmateriales puras y etéreas, sino como concretas almas propietarias no de personas sino de cosas, disponiendo
además de prestaciones personales de servicios —como es el caso del trabajo
ajeno— para disponer de él por tiempo
determinado, que así de servil pasó a ser asalariado a instancias del contrato
laboral, base social que lo fue del capitalismo.
En síntesis, la ideología cristiana —que
prevaleció bajo el feudalismo so pretexto de que todas las almas son iguales
ante Dios en el Reino de los cielos—, bajo el capitalismo pasó a ser una
igualdad ante la ley en la Tierra que, al consagrar la propiedad privada sobre
los medios de producción y de cambio,
dejó intangible la desigualdad
económica entre los individuos y, a través de ella, la desigualdad
social y el distinto grado de libertad entre unos y otros. Y donde como siempre
los menesterosos y subalternos siguieron siendo mayoría frente a los opulentos
económica y políticamente poderosos, cada vez más minoritarios. Pero al
concebir el alma propietaria como sustancia
común a todo ser humano por
obra de la divinidad, la Iglesia católica renegó
del derecho romano esclavista al ius
utendi et abutendi (uso y abuso) de unos seres humanos sobre otros,
trasladando aquel poder humano omnímodo exclusivamente al Dios cristiano en su
reino celestial. Dicho de otro modo, remitió el poder absoluto de los seres humanos esclavistas, de la
Tierra al Cielo.
Así las
cosas, todas las clases minoritarias dominantes que lo fueron y lo siguen
siendo sin solución de continuidad en la historia de la humanidad —posterior al
comunismo primitivo—, han necesitado justificar ideológicamente el dominio que
han ejercido sobre sus respectivas clases subalternas. En la moderna filosofía
política capitalista de los DD.HH., la
justificación ideológica de la burguesía como clase explotadora dominante se
instrumentó a instancias del término idiomático alemán “Aufheben”, utilizado
por Hegel para definir todo aquello que se supera y al mismo tiempo se
conserva, como por ejemplo ha venido sucediendo con la explotación del hombre por el hombre, que cesa con la
sucesiva superación histórica del esclavismo y el feudalismo, pero que bajo
otra forma asocial de dominación y servidumbre, se sigue todavía hoy
conservando esencialmente
bajo el capitalismo. Etapas donde antes y después de Clístenes, en los hechos
la “democracia” entendida como “el gobierno del pueblo”, en realidad no ha sido
más que una vil falsificación de lo que esa palabra significa en términos de
humanidad.
En la sociedad esclavista, el derecho de
propiedad, esto es, la libertad,
se reservaba exclusivamente a una parte de la sociedad: los amos propietarios
territoriales, cuyo poder económico y político sobre la otra parte: los
esclavos, era ejercido de modo absoluto, o sea, que disponían discrecionalmente
sobre ellos, hasta el extremo de poder decidir sobre su propia existencia.
¿Cuál fue la justificación ideológica de esta realidad efectiva? Para los amos
griegos y romanos de aquellos tiempos, dejaba de ser libre quien siendo persona
humana no se perteneciera a sí mismo sino a otro, según el concepto de
propiedad. Tanto si hubiera nacido del útero de madre esclava como comprado o
sometido por la fuerza a tal condición subalterna. Así, del ejercicio de la
propiedad de unos seres humanos sobre otros —derivada de las guerras de
conquista o el comercio—, parecía emanar el señorío y capacidad de mando
jerárquico sobre el cuerpo sin alma
del esclavo. Tal como —siguiendo a Platón— ha entendido Aristóteles este
asunto:
<<El
ser vivo está constituido, en primer lugar, de alma y cuerpo, de los cuales uno
(el alma) manda por naturaleza y el otro es mandado. (...) Es posible
entonces, como decimos, observar en el ser vivo el dominio señorial y el
político, pues el alma ejerce sobre el cuerpo un dominio señorial, y la
inteligencia sobre el apetito un dominio político y regio. En ellos resulta
evidente que es conforme a la naturaleza y conveniente para el cuerpo ser
regido por el alma, y para la parte afectiva ser gobernada por la inteligencia
y la parte dotada de razón, mientras que su igualdad o la inversión de su relación
es perjudicial para todos.
También
ocurre igualmente entre el hombre y los demás animales, pues los animales
domésticos tienen una naturaleza mejor que los salvajes, y para todos ellos es
mejor estar sometidos al hombre, porque así consiguen su seguridad. Y también
en la relación entre el macho y la hembra, por naturaleza, uno es superior y
otro inferior, uno manda y otro obedece. Y del mismo modo ocurre necesariamente
entre todos los hombres.
Así, pues,
todos los seres que se diferencian de los demás tanto como el alma del cuerpo y
como el hombre del animal (se encuentran en esta relación todos cuantos su
trabajo es el uso del cuerpo, y esto es lo mejor de ellos), estos son esclavos
por naturaleza, para los cuales es mejor estar sometidos a esta clase de mando,
como en los casos mencionados. Pues es esclavo por naturaleza el que puede ser
de otro (por eso precisamente es de otro) y el que participa de la razón tanto
como para percibirla, pero no para poseerla; pues los demás animales no se dan
cuenta de la razón, sino que obedecen a sus instintos>>. (Aristóteles: "Política"
Libro I 1254a-1254b. Ed. Gredos España/1988 Pp. 57-58).
En virtud
de esta justificación ideológica del hecho real de apropiación de mano de
obra esclava por parte de la aristocracia esclavista, los amos podían disponer
omnímodamente de sus esclavos,
no solamente sobre su fuerza de trabajo sino sobre sus propias vidas, al extremo
permisivo de hacerles trabajar hasta la extenuación mortal, pudiendo decidir
en todo momento y por cualquier motivo su desaparición física, sin responder
por eso ante nadie. Todo esto está recogido en el concepto de “ius utendi et ius abutendi”,
que traducido del latín significa derecho al uso y abuso discrecional
del esclavo por parte de su amo propietario. Semejante trato brutal estuvo
en la causa de lo que Kautsky llamó “inferioridad técnica del sistema esclavista”,
debido a que como respuesta el esclavo descargaba su ira sobre el ganado y
demás “herramientas inanimadas”, que de tal modo encarecían el trabajo a pesar
de que sus dueños las mandaban fabricar toscas, resistentes y pesadas:
<<Poco inteligente, descontento, malicioso,
deseando una ocasión para dañar al odiado (amo) atormentador
dondequiera que la oportunidad se presentase, el trabajo del esclavo del
latifundio producía mucho menos que el del campesino libre. Plinio, en el
primer siglo de nuestra era, ya señalaba lo fructíferos que eran los campos de
Italia cuando el agricultor mismo los trabajaba, y qué intratable se había
vuelto la Madre Naturaleza al ser maltratada por esclavos aherrojados y
marcados>>. (K. Kautsky: Op. Cit. Pp. 41.
Lo entre paréntesis nuestro).
Habiendo
florecido mediante la conquista de territorios y el sometimiento de sus habitantes
a la condición de esclavos, el modo
esclavista de producción decayó hasta desaparecer, al ir dejando de
producir más de lo que costaba mantenerlo. Esto sucedió en la misma medida
en que el Estado romano —que basó el derecho a la existencia de su imperio
en el mantenimiento del orden interior y la protección, contra el asedio y
ataques de los llamados "bárbaros"—, se vio en la necesidad de acrecentar
su ejército, cuya base social de reclutamiento y fidelidad eran los campesinos
libres, tanto más cuanto más amplias y extensas se iban haciendo las fronteras
bajo dominio romano.
Así, las continuas luchas de expansión
y defensa del Imperio esclavista fueron diezmando a su población campesina
libre, lo cual lógicamente mermó la producción agraria, única base económica
imponible para sufragar los gastos del Estado, al tiempo que las bajas en
su ejército de conquista obligó a contratar soldados mercenarios poco fiables.
El incremento exponencial de los gastos del Estado para fines bélicos, y la
drástica disminución consecuente de los campesinos libres —caídos en combate—
que formaban las filas de sus ejércitos, convirtieron al Imperio romano en
una gigantesca y complicada maquinaria de expoliación fiscal de sus cada vez
más diezmados súbditos, sometidos a una presión impositiva insoportable. Tanto
más ruinosa para la economía campesina de los contribuyentes romanos, cuanto
más extensos, onerosos y difíciles de defender, se fueron haciendo los dominios
geográficos y poblacionales del imperio.
Para ponerse a salvo de la forzada y
violenta exacción
por parte de los funcionarios, de los magistrados y de los usureros del imperio
esclavista decadente, fueron cada vez más los pequeños propietarios romanos
libres que desertaron del ejército, buscando protección en los cada vez más
poderosos señores feudales entre los bárbaros germanos del norte —convertidos
en grandes terratenientes—, a quienes les transfirieron el derecho de propiedad
sobre sus tierras limitándose a trabajar en ellas por lo mínimo necesario para
vivir. Así fue como las haciendas de los desertores romanos libres convertidos
en siervos de sus respectivos señores feudales, fueron divididas en pequeñas
parcelas para hacerles trabajar en ellas por una remuneración anual fija o por
el régimen de aparcería, pasando a
tributar al señor propietario la mayor parte del valor contenido en los
productos resultantes.
Con la declinación del imperio
esclavista según se expandían las fronteras de su dominio geográfico
conquistado —cada vez más difícil de proteger y gobernar—, los desertores
convertidos en siervos que permanecían sujetos a la tierra en que trabajaban y
podían ser vendidos con ellas, pasaron a constituir la más amplia base social
explotable del emergente modo de producción
feudal que suplantó al esclavista. A diferencia del esclavismo, sus
trabajadores no eran sometidos al poder
absolutista de sus superiores jerárquicos, pero tampoco llegaron a ser
formalmente libres. En tal sentido, puede decirse que el feudalismo fue un modo
de producción superior, alternativo y
transitorio, a medio camino del proceso histórico entre la esclavitud y
el trabajo asalariado capitalista.
La explotación del trabajo servil
reemplazó al esclavo, cuando este último dejó de producir más de lo que costaba
mantenerlo. Por su parte, el feudalismo necesitado de una ideología propia, la
encontró en el cristianismo. El monoteísmo cristiano siguió en la línea del
dualismo entre alma y cuerpo, como una réplica —a nivel de la criatura humana—
del dualismo religioso macro-cósmico entre el Cielo y la Tierra. Pero allí
donde —según Aristóteles— el alma era la sustancia propia y exclusiva de los
amos propietarios, ese atributo bajo el cristianismo pasó a ser lo común a todos los seres humanos
en tanto criaturas del Dios único. Los esclavistas griegos y romanos
distinguían entre seres humanos propietarios poseedores por lo tanto de alma,
respecto de sus esclavos carentes de ella, que así devenían naturalmente en
simples instrumentos dependientes de la voluntad absoluta de sus propietarios.
La sociedad esclavista consagraba así, filosófica y jurídicamente, las
prerrogativas terrenales absolutas de los amos sobre sus esclavos. El
cristianismo, en cambio, al concebir el alma como sustancia puesta en cada ser
humano por obra de la divinidad, como propietaria vitalicia de su relativo
cuerpo que sólo cesaba con la muerte, negó el derecho romano al ius utendi
et abutendi de unos seres humanos sobre otros, trasladando todo ese poder
omnímodo sobre el destino de las almas al Dios único, o sea, de la Tierra al
Cielo. Y para ello hizo valer la doctrina del "no matarás" consagrada
por el quinto mandamiento.
Del feudalismo al capitalismo
Siguiendo esta tradición introducida
por el cristianismo en la sociedad feudal, la burguesía bajo el moderno
capitalismo justificó la explotación del hombre por el hombre, basada en el
trabajo de libre disposición por cada sujeto de condición asalariada, haciendo
suyo el fundamento divino acerca de la igualdad de los seres humanos como almas
propietarias de su relativo cuerpo. Pero no ya en el cielo y ante Dios, sino en
la Tierra y ante la ley civil
que puso en vigencia el contrato de
trabajo. De este modo, el ius abutendi de la sociedad esclavista pasó a
ser no sólo una conducta religiosamente pecaminosa, sino también jurídicamente
delictiva y criminalizada por el derecho positivo moderno. Para eso, la
burguesía hubo de acabar previamente con las relaciones sociales de señorío y
servidumbre, basadas en la dependencia subjetiva o personal directa de unos
seres humanos sobre otros, procediendo a transformarlas en relaciones sociales
mediadas por cosas u objetos de propiedad enajenables, que se compran, prestan
y/o venden. Bajo estas condiciones impuestas por la nueva realidad efectiva del
capitalismo, la burguesía pudo utilizar
la doctrina religiosa y filosófica tradicional del dualismo entre alma y
cuerpo, para introducir un elemento de progreso humano indiscutible, que
consistió en rescatar y hacer vigente en la sociedad humana terrenal, el concepto
cristiano de igualdad de los seres humanos en tanto almas propietarias, que la
doctrina religiosa bajo el feudalismo había relegado al reino de los cielos.
Por otra parte, el capitalismo no
sólo adoptó sino que universalizó el vigente dualismo filosófico tradicional,
según el cual el alma de cada sujeto predomina sobre su relativo cuerpo —la
voluntad individual— dejando de tal modo sin
sentido y eficacia la supeditación personal entre unos y otros seres
humanos vigente bajo el esclavismo y el feudalismo, pasando a consagrar la
relación de dominio del alma sobre el cuerpo en cada individuo sin distinción.
De este modo, todos los seres humanos vienen a ser iguales en tanto almas que
disponen libremente de lo que es suyo propio, incluyendo naturalmente a su
cuerpo. Ahora bien, si en la sociedad capitalista deja de haber amos y esclavos
porque todos los sujetos son personas formalmente
libres e iguales ante la ley, en la medida en que las relaciones sociales pasan
a ser relaciones interpersonales mediadas
por cosas, las respectivas almas libres e iguales se caracterizan por
el concepto de propiedad privada,
ya sea sobre cosas o sobre sus respectivos cuerpos como fuerza de trabajo. De este modo, todos los seres humanos son
almas propietarias. Tal
es el más moderno concepto de persona.
Finalmente, dado que la propiedad
ejercida por las almas propietarias “libres” recaen por una parte sobre la
fuerza de trabajo del obrero y, por otra, sobre el salario que dispone la
patronal, quedó así legitimado el régimen capitalista, donde el obrero deja de
ser forzado a trabajar para su amo (esclavista) o señor (feudal) por tiempo indeterminado, para pasar
a comportarse por voluntad propia como asalariado, acordando enajenar su fuerza
de trabajo —durante cada jornada de labor—, poniéndose diariamente sólo durante
ese tiempo al mando de su patrón capitalista a cambio de una remuneración
también “libremente” pactada. Así fue como el ejercicio despótico de la
propiedad privada de unos individuos sobre otros —vigente bajo el esclavismo y
el feudalismo—, pasó a ser una relación contractual libremente pactada entre
propietarios privados de cosas bajo el capitalismo.
Al convertir las relaciones sociales
forzosas de dominio y servidumbre de unos seres humanos sobre otros, en
relaciones voluntarias contractuales entre personas libres jurídicamente
“iguales”, donde cada cual dispone libremente de lo que es suyo, la burguesía
en su carácter de nueva clase dominante delimitó la nueva sociedad en que los
seres humanos se comportan como almas propietarias formalmente libres e
iguales. Libres en tanto y cuanto pueden disponer discrecionalmente de lo que
es suyo. E iguales porque todos someten su conducta al cumplimiento de unas
normas de derecho común, aun cuando según veremos enseguida, de esa relación
ambas partes resultan como por arte de birlibirloque, ser realmente desiguales. Pero de momento digamos que todos se
igualan como almas puras o simples ciudadanos, en tanto que someten su conducta
al cumplimiento de unas normas de derecho común, de modo que todo lo que el
teísmo cristiano atribuyó a Dios, bajo el capitalismo pasó a ser ejercido por
el Estado como depositario de las leyes y administrador presuntamente
equitativo de justicia. De este modo, así como el capitalismo adoptó el
concepto cristiano de la división de los individuos en cuerpo y alma, también
dividió a la sociedad en dos partes: el ámbito del derecho privado o sociedad civil, donde todos los individuos
se comportan como propietarios privados, y el ámbito del derecho público o comunidad política (Estado), donde
determinados individuos organizados en partidos políticos, son elegidos por el
pueblo para que les gobiernen.
Acerca de cómo la igualdad formal
social que lo fue alguna vez, bajo el capitalismo se ha trocado en desigualdad
real
Para demostrarlo remitámonos ahora a
la más radical de las constituciones burguesas, la de 1793, que más tarde
inspiró la Declaración Universal de los DD.HH. en 1948. Allí se dice que los
llamados derechos humanos atañen a las personas en tanto
individuos: los droits de l’homme. Tal como aparecen literalmente
consagrados en el artículo 2 de la mencionada Constitución francesa de 1793, "Ces
droits, etc. (les droits naturels et imprescriptibles) sont: l’égalité, la
liberté, la sûreté, la proprieté" [Estos derechos, etc. (los derechos naturales e imprescriptibles) son:
igualdad, libertad, seguridad y propiedad)].
¿Qué es la igualdad para la doctrina de los DD. HH
bajo el capitalismo? Según el artículo 3 de la constitución francesa en 1795:
"La igualdad consiste en que la ley es la misma para todos, así en cuanto
protege como en cuanto castiga". Tal es el espíritu y la letra omnipresentes
en todas las constituciones burguesas desde entonces hasta hoy. ¿Qué es lo que
norman, rigen, regulan y consagran las leyes vigentes bajo el capitalismo? El
comportamiento de los seres humanos como almas propietarias. O
sea, su relación social contractual por mediación de la cual intercambian cosas
de su propiedad. Una relación cuyo fundamento consiste en que los capitalistas
ofrecen un salario y los obreros su fuerza de trabajo:
<<Para que perdure esta relación es necesario que el poseedor de la
fuerza de trabajo la venda siempre por un tiempo
determinado (durante
jornadas diarias de la misma duración) y
nada más, ya que si la vende toda junta de una vez para siempre, se vende a sí
mismo, se transforma de hombre libre en esclavo, de poseedor de mercancía (su
fuerza de trabajo) en simple mercancía (su
trabajo hasta la muerte). Como persona (el asalariado) tiene que comportarse constantemente con
respecto a su fuerza de trabajo, como con respecto a su propiedad (sobre
ella) y, por tanto, a su propia
mercancía, y únicamente está en condiciones de hacer eso en la medida en que la
pone a disposición del comprador —se la cede para su consumo— sólo
transitoriamente por un lapso determinado (según lo acordado en el contrato
de trabajo), no renunciando, por tanto,
a su enajenación, a su propiedad sobre ella>>. (K. Marx: “El Capital” Libro I Cap. IV Aptdo. 3 Compra y venta de la fuerza
de trabajo. Ed. Siglo XXI/1978 Pp. 204. Lo entre paréntesis nuestro).
Este galimatías dialéctico basado en
la igualdad formal donde
supuestamente se intercambian equivalentes, a la postre resulta ser éste un
intercambio desigual, donde la ganancia capitalista crece a expensas del
salario, paradoja que tiene su fundamento no precisamente en el ámbito de la relación contractual. ¿Dónde
radica la desigualdad? Para descubrir el secreto de este galimatías, hay que
comenzar por decir que la fuerza o
capacidad de trabajo en todo individuo vivo está contenida en su
cuerpo, y para ejercerla en forma de trabajo
necesita esencialmente cierta cantidad de medios de subsistencia:
<<Por tanto, el tiempo de
trabajo necesario para la producción de la fuerza de trabajo (del obrero), se resuelve en el tiempo de trabajo necesario para la producción de
sus medios de subsistencia o, dicho de otra manera, el valor de la fuerza de trabajo es
el valor de los medios
de subsistencia necesarios para
la conservación del poseedor de aquella>>. (Ed. Cit. Pp. 209).
Pero no
basta con esto, porque la reproducción de la fuerza de trabajo en un individuo,
también exige determinada formación técnica previa que justifique el monto del
salario percibido según su mayor o menor cualificación
para los fines de su empleo rentable,
incluyendo el necesario gasto en medios de subsistencia para consumo de sus
descendientes en su familia: medios de vida, vestimenta, mobiliario del hogar,
etc., que se consumen en distintos lapsos de tiempo, unos más prolongados que
otros, de modo que entre todos ellos, unos deben pagarse diariamente, otros
semanalmente o cada trimestre, etc., etc. Dicho esto, hay que tener en cuenta,
además, que la fuerza de trabajo del obrero no se paga por adelantado sino
mensualmente, después que esa fuerza ha sido utilizada diariamente como trabajo
por el patrón durante cada jornada de labor acordada en el contrato. Esto
significa que el asalariado adelanta
al capitalista el valor de uso de su fuerza de trabajo. La gasta trabajando
para su patrón antes de recibir a cambio
el salario acordado con él:
<<En todas partes, pues, el
obrero adelanta al capitalista el valor de uso de la fuerza de
trabajo, antes de haber recibido el pago de
su precio (salario) correspondiente. En todas partes es el
obrero el que abre crédito al
capitalista>> (Ibíd Pp. 212).
Así las
cosas, el capitalista se vale del asalariado para los fines de producir un
valor de uso útil cuyo valor de cambio sea rentable.
Producir una cosa para venderla por un precio equivalente o menor al costo de
producirla, carece para él de sentido. Quiere producir una mercancía destinada
a la venta, cuyo valor de cambio supere al de los salarios, medios técnicos de
trabajo, materias primas y auxiliares (combustibles y lubricantes), necesarios
para su producción. ¿De dónde sale, pues, la rentabilidad del capitalista que justifique comercialmente la
fabricación de un producto para su venta en el mercado? De la diferencia entre
el valor de cambio creado por
el trabajo del obrero empleado para tal fin, respecto del valor de uso de ese trabajo pagado por el capitalista bajo
la forma de salario. Por ejemplo:
<<El hecho de que sea
necesaria media jornada laboral para (producir los medios de vida del
asalariado cuyo consumo se lo permite) mantenerlo
vivo durante 24 horas, en modo alguno impide al obrero trabajar durante una jornada completa. El valor (de uso) de su fuerza (potencial) de
trabajo (contenido en el salario contratado) y su valorización en el proceso laboral (de producción) son, pues, dos magnitudes diferentes
(la segunda necesariamente mayor que la primera). El capitalista tenía muy presente esa diferencia de valor cuando adquirió la fuerza de trabajo>>. (K.
Marx: Ibíd Pp. 234. Lo entre paréntesis y el subrayado nuestros).
“Libertad,
igualdad, fraternidad”. Tal fue el lema de la República francesa en 1793, que
en el siglo
XIX, se convirtió en el grito de republicanos
y liberales
a favor de la democracia
y el derrocamiento
de gobiernos feudales opresores y tiránicos de todo tipo. Los “próceres” de
aquella revolución retomaron ese lema sin que la Monarquía
de Julio lo adoptara. Fue establecido por primera vez
como lema oficial del Estado en 1848 por el gobierno de la Segunda República francesa. Prohibido
durante el Segundo
Imperio, la Tercera República francesa lo adoptó como
lema oficial del país en 1880, ratificado
posteriormente por las constituciones francesas de
1946
y 1958).
Durante la ocupación alemana de Francia en la Segunda
Guerra Mundial, el Gobierno de Vichy
sustituyó ese lema por la frase Travail,
famille, patrie (“Trabajo, familia, patria”), para ilustrar el nuevo rumbo
del gobierno. Desde los tiempos de la Primera república francesa hasta el día
de hoy, bajo este falso lema la burguesía internacional ha venido escamoteando
el verdadero fundamento de su sistema de vida. Absolutamente nada que ver con
ninguna de las tres virtudes humanas a las que todavía tan hipócrita, cínica y
criminalmente se sigue abrazando.
¿Qué es la libertad? Segun el artículo
6 de la Constitución en 1793, es "el poder del hombre de hacer todo lo
que no atente contra la libertad de los demás". Pero según hemos visto,
la libertad del capitalista que se apropia del valor de cambio contenido en
el producto fabricado por el obrero, no
es la misma que al obrero le permite el salario que, a cambio de su
trabajo recibe de su patrón. O sea, que la relación social entre patronos
y obreros supone dos distintos grados de libertad, como resultado del embeleco que contiene oculto
la palabra “igualdad” (formal) montado expresamente, para beneficio del timador burgués contenido en los
términos del contrato de trabajo. Y si como es cierto que los patronos son
más libres que los asalariados, también es mentira que sus respectivos derechos
civiles, económicos y políticos puedan ser iguales, de lo cual se infiere
que entre estas dos clases sociales puedan germinar las virtudes humanas de
la igualdad y la fraternidad. O sea, que como le
dijera Marx a Engels en abril de 1868:
<<...En
fin, dando por sentado que estos tres elementos: salario del trabajo, renta del
suelo y ganancia son las fuentes de ingreso de las tres clases, a saber: la de
los terratenientes, la de los capitalistas (ya sean industriales,
comerciales o financieros) y la de los obreros asalariados: como conclusión
LA LUCHA DE CLASES, en la cual el movimiento (de la sociedad burguesa) se
descompone y es el desenlace de toda esta mierda...>>. (Carta de Marx a Engels del
30/04/1868. Editora Política/La Habana
1983 Pp. 218. Lo entre paréntesis nuestro).
Ahora bien, ya hemos dicho que: de
todos los objetos exteriores al espíritu y la voluntad de los individuos "libres",
el más elemental y originario
sobre el que cada uno tiene el derecho natural a ejercer libremente su
propiedad, es su relativo
cuerpo. Así, por ejemplo, el capitalista dispone libremente de su
capital privado para emplearlo bajo la forma de salario, y el obrero de su
cuerpo bajo la forma de capacidad o fuerza (potencial) de trabajo, convertido
durante cada jornada de labor en trabajo efectivo. En este sentido,
ambos contratantes son dos personas "libres" e "iguales";
libres porque en su condición
de almas propietarias, disponen discrecionalmente de lo que es suyo; e iguales
porque ambas partes equiparan las dos cosas exteriores de que disponen como
propietarios, mediante sus respectivas voluntades expresadas en un contrato
y de acuerdo con la ley vigente al respecto.
Según
lo razonado hasta aquí, tanto la libertad como la igualdad formal de las
personas, se supeditan y reducen esencialmente al derecho de propiedad. El
artículo 16 de la Constitución francesa en 1793 dice que: "El derecho de ‘propiedad’ es el derecho de todo ciudadano a gozar
y disponer ‘a su antojo’, de sus bienes, de sus rentas, de los frutos de su
trabajo y de sus actividades”. En buen romance, pues, el derecho de
propiedad es el derecho de cada individuo a procurarse y si es posible
incrementar su patrimonio personal, sin preocuparse por los demás, es decir,
independientemente de la sociedad. ¿Y qué es la sociedad? Marx respondió a esta
pregunta diciendo que:
<<Aquella libertad individual
y esta [sobrevenida]
aplicación suya [de ejercer la
propiedad privada sobre los medios de producción y el dinero bancario], constituyen el fundamento de la [más
moderna] sociedad burguesa. Sociedad que
ha hecho que determinados individuos encuentren en otros no la realización de
la mutua igualdad y libertad, sino por el contrario su limitación. Y proclama
por encima de todo, ese derecho [a la propiedad privada], es decir, "a disponer de lo suyo:
sus ingresos fruto de su trabajo y de su industria”>>. (K. Marx: “La cuestión judía”
Ver Pp. 24. Lo entre
paréntesis nuestro).
¿Qué es la seguridad? Al respecto la
Constitución francesa de 1793 estipula que,
"La seguridad consiste en la protección que la sociedad otorga a cada uno
de sus miembros para la conservación de su persona, de sus derechos y de su
propiedad". Segun Marx, la seguridad es el supremo concepto social de
la sociedad burguesa, el concepto de
la policía según el cual, la sociedad, entendida como un conjunto de
relaciones entre propietarios privados, existe sólo si la policía garantiza a
todos y cada uno de sus miembros, la conservación de su persona y de sus derechos
en tanto que propietarios privados.
El concepto de seguridad bajo el
capitalismo significa, pues, que la sociedad no está por encima del egoísmo,
sino que lo preserva. Y en tanto que la sociedad está fundada sobre las desigualdades reales de las almas
propietarias, por lógica debe privar —y de hecho prevalece— el egoísmo
de los más iguales (la burguesía) sobre los menos (el proletariado). Por tanto,
la Declaración de los DD.HH. aprobada por la ONU el 10/12/1948, establece que
la única libertad y seguridad prevista por esa filosofía, es la de los
propietarios. Y que la igualdad de las almas en tanto que se someten al
cumplimiento de unas leyes de común aplicación, cuya esencia es la propiedad
con fines gananciales crecientes
a expensas de trabajo ajeno, resulta que perpetúa las desigualdades reales en
perjuicio de los que sólo pueden disponer poco más que de su cuerpo propio. O
sea, que favorecen a los propietarios de los medios de producción y de cambio.
Por lo tanto, la burguesía en cualquier parte del mundo sólo está dispuesta a
respetar la seguridad y el derecho a la vida de sus semejantes asalariados, en
la medida en que renuncien a su verdadera libertad y se sometan a las
condiciones de explotación que exige la ley de la propiedad que garantiza el beneficio
capitalista, de tal modo que sus reclamos, por justos que sean no hagan
peligrar la continuidad del sistema, garantizando así la distribución cada vez
más escandalosamente desigual de la riqueza:
<<El 1% de la población
mundial dispone hoy del 80% de ella. Según la consultoría Wealth-X
and UBS, la riqueza de los multimillonarios en el Mundo
desde 2009 se duplicó, alcanzando los 6,5 trillones de dólares en 2013: U$S
6.500.000.000.000.000.000. ¿De dónde pudo salir esa riqueza si no de la
ganancia a expensas del trabajo no remunerado sustraído a los
asalariados? ¿Y qué decir de la corrupción generalizada entre las minorías
sociales que siguen ejerciendo el poder económico y político? ¿Y del
contubernio entre políticos y empresarios? ¿Y de la creciente miseria
absoluta de una mayoría de asalariados y autónomos en general? ¿Y del
engaño mutuo y la mentira sistemática como medio de medrar a expensas de los
demás? ¿Y del fraude de las “acciones preferentes” de Bankia? ¿Y de los
desahucios: 362.776 lanzamientos en España entre
2008 y 2012? ¿Y del despido masivo, el trabajo precario y
a tiempo parcial? ¿Y de las guerras genocidas de rapiña? ¿Y de la corrupción
generalizada por la “democracia representativa”, que hace a ese contubernio de
intereses privados entre políticos profesionales a cargo del Estado y
empresarios? ¿Y de las muertes prematuras por cada vez más accidentes, crímenes
y delincuencia, enfermedades curables y suicidios, a raíz de la situación
crítica insostenible de cientos de millones de personas en más de 150 países?
¿Y de la desgracia de 65,3 millones de refugiados en
165 países? De esto se desprende que la justicia del
sistema jamás actúa en contra de estos intereses materiales. Más aun cuando se
trata de cuantiosos beneficios económicos y políticos geoestratégicos, como los
que ahora mismo están en juego>>.
Ahora bien:
¿De dónde sale el beneficio capitalista que hace a la creciente distribución desigual de la riqueza? Como hemos
dicho siguiendo a Marx, resulta de la diferencia entre el valor de cambio
contenido en los productos fabricados por el trabajo a cargo de personal asalariado, y el valor de uso de
su fuerza de trabajo equivalente al salario pagado por el capitalista. Según
este razonamiento, hay dos formas
de aumentar el beneficio de la patronal en perjuicio del asalariado: el plusvalor absoluto y el plusvalor relativo son esas
dos formas. El plusvalor absoluto
consiste en aumentar la masa de plusvalor mediante el alargamiento de la jornada de labor, más allá del tiempo en que cada obrero produce el equivalente
al valor de los medios de vida que necesita para reproducir su fuerza de
trabajo. De ahí el calificativo de “absoluto” referido a un tiempo de trabajo adicional creador de un
plus de valor que se apropia el capitalista. Suponiendo, por ejemplo, que la
jornada de labor es de ocho horas y la tasa de explotación de la fuerza de
trabajo es equivalente al 100% del salario, el plusvalor será creado durante
las últimas cuatro horas de la jornada de ocho
horas, porque durante las primeras cuatro el asalariado producirá el
equivalente a su salario. ¿Qué pasa si la jornada de labor aumenta de 8 a 10
horas? Pasa que el tiempo en que el asalariado produce los medios de vida
equivalentes al salario que percibe para el mantenimiento de su fuerza de
trabajo, sigue siendo de cuatro horas, pero el tiempo de plustrabajo aumenta de
4 a 6 horas. Por tanto, el plusvalor aumenta del 100% al 150% y la ganancia del
capitalista se incrementa en el equivalente al valor creado en esas dos horas
adicionales de trabajo ejecutado inadvertida
y gratuitamente por el asalariado.
Y en cuanto
al plusvalor relativo
(respecto del salario), consiste en crear más plusvalor manteniendo el mismo
salario y la misma duración de la jornada de labor, pero aumentando la eficacia productiva del trabajo. ¿Cómo?
Acelerando el ritmo de los medios
técnicos entre una operación
y otra, de modo tal que cada operario sea forzado a producir más por
unidad de tiempo empleado en ello, o bien que produzca lo mismo que antes pero
en la mitad de tiempo. O sea aumentando la intensidad
del trabajo:
<<Resulta pues sumamente
ventajoso hacer que los mecanismos de
los medios técnicos funcionen infatigablemente, reduciendo al mínimo posible
los intervalos de reposo: la perfección en la materia sería trabajar siempre
(se ha introducido en el mismo taller a los dos sexos y a las tres edades,
explotados en rivalidades, de frente y, si podemos hablar en estos términos,
arrastrados sin distinción por el motor mecánico hacia el trabajo prolongado,
hacia el trabajo de día y de noche, para acercarse cada vez más al movimiento
perpetuo>>. (Barón
Dupont: “Informe a la cámara de París,
1847. Cita de Benjamín Coriat en su obra: “El Taller y el cronómetro” Ed. Siglo XXI/1982 Cap. III Pp. 38).
Por ejemplo,
si la capacidad productiva o eficacia técnica de la maquinaria se duplica, el
valor de la fuerza de trabajo equivalente al salario se producirá en 2 horas en
vez de 4. Así, el tiempo de producción del plusvalor capitalizado por la
patronal, aumentará de 4 a 6 horas. Lo cual suponiendo que la jornada laboral sigue siendo de 8 horas y la
eficacia del trabajo aplicado a la maquinaria se duplica, resulta que la producción del valor contenido en
el salario medido en términos de
tiempo de trabajo se reduce de 4 a 2 horas, aumentando así el tiempo
(seis horas) en que el obrero pasa de tal modo inadvertido y gratuito a trabajar gratis para el capitalista.
O sea, que durante las 8 horas de la jornada de labor, el obrero trabaja 2
horas para sí mismo y las restantes seis horas gratuitamente para el
capitalista:
<<La producción capitalista no
solo es producción de mercancías: es,
en esencia, producción de plusvalor (ganancia). El
obrero no produce para sí sino para el capital. Por tanto ya no basta con que
produzca en general. Tiene que producir plusvalor. Sólo es productivo el trabajador que produce plusvalor para el
capitalista o que sirve para la autovalorización del capital. Si se nos
permite ofrecer un ejemplo al margen de la esfera de la producción material,
digamos que un maestro de escuela es un trabajador productivo cuando, además de
cultivar las cabezas infantiles, se mata trabajando para enriquecer al
empresario. Que este último haya invertido su capital en una fábrica de
enseñanza en vez de hacerlo en una fábrica de embutidos, no altera en nada la
relación. El concepto de trabajador productivo, por ende, en modo alguno
implica meramente una relación entre actividad y efecto útil, entre el
trabajador y el producto del trabajo, sino además una relación específicamente
social, que pone en el trabajador la impronta de (ser convertido en) medio directo de valorización del capital (incremento
de ganancia). De ahí que ser trabajador
productivo no constituya ninguna dicha (para él), sino una maldición>>. (K. Marx: “El Capital” Ed. cit. Libro I Sección V Cap. XIV Pp. 616. Lo entre
paréntesis y el subrayado nuestros).
La sociedad y el individuo: ¿Dónde
radica la corrupción que corrompe?
Que el
capitalismo se basa esencialmente en la producción de ganancia no es así sólo
porque lo haya dicho Marx. El 13 de setiembre de 1970 el conocido neoliberal Milton
Friedman (1912-2006), publicó un artículo en el periódico “The New York Times Magazine”, donde declaró que la producción de
ganancias crecientes es una responsabilidad
de las empresas:
<<La "responsabilidad”
[de los ejecutivos de las empresas]... por lo general será producir tanta
ganancia como sea posible observando las reglas básicas de la sociedad, tanto
las que están contenidas en las leyes como aquellas en las costumbres éticas (leyes y costumbres basadas en la
consagración del egoísmo personal de la propiedad privada)>>.
Friedman
también expresó allí que:
<<….las únicas
entidades que pueden tener responsabilidades (ante las leyes vigentes) son los individuos... Una empresa no puede tener responsabilidades. Por
lo tanto la pregunta es: ¿Es que los ejecutivos empresariales, siempre y cuando
cumplan con las leyes, tienen otras responsabilidades por las actividades
empresariales además de maximizar la ganancia para sus accionistas? Y mi
respuesta es que, no, ellos no la tienen." Un relevamiento realizado el año
2011 en diversos países, reveló que los niveles de aceptación para dicho punto
de vista fue del 30% al 80% entre el "público informado">> («The Social Responsibility of
Business is to Increase Its Profits». Lo entre paréntesis nuestro).
Evidentemente
Milton Friedman confundió interés con responsabilidad, palabras que no
significan lo mismo. Las leyes bajo el capitalismo consagran la propiedad
privada y el intercambio —ya sea en los mercados de cada país o entre países—,
donde la función fundamental de las distintas empresas consiste en obtener cada una para sí, la parte
alícuota mayor posible de la ganancia global que circula en ellos. Cada una
naturalmente interesada en capitalizar dichos réditos vendiendo en el mercado
respectivo sus propios productos según el valor contenido en ellos. Y el caso
es que no resulta ser lo mismo vender periódicos que, por ejemplo, tomates
enlatados. Porque la calidad, tanto como el prestigio y los réditos
empresariales de un periódico, se miden no sólo por la veracidad de sus noticias, sino también y sobre todo, por el
comportamiento en sociedad de sus propietarios. Y esta es una de las
contradicciones del capitalismo que la burguesía no puede resolver, mal que les
pese a los dueños del New York Times, cuyos directivos para fines gananciales
propios, han seguido al pie de la letra eso de que —según Milton Friedman—
ninguna empresa puede responsabilizarse del modo en que se maximicen sus
ganancias, sino que los responsables de ello son los propietarios quienes, con
tal finalidad, violen las leyes. Y el caso es que:
<<El New
York Times ha ido publicando una serie de artículos sobre Emilio
Botín, presentado por tal rotativo como el banquero más
influyente de España y Presidente del Banco de Santander,
que tiene inversiones financieras de gran peso en Brasil, Gran Bretaña y Estados
Unidos, además de en España. En EE.UU. el Banco de Santander es propietario de Sovereign Bank.
Lo
que le interesa al rotativo estadounidense (que es de donde salen sus
ganancias) no es, sin embargo, el
comportamiento bancario del Santander, sino el de su Presidente y el de su
familia, así como su enorme influencia política y mediática en España. Un
indicador de esto último es que ninguno de los cinco rotativos más importantes
del país ha citado o hecho comentarios sobre esta serie de artículos publicados
en el diario más influyente de EE.UU. y uno de los más influyentes del mundo (que
lo es precisamente por encargarse de difundir el morbo y las consecuentes
ganancias que suponen para engrosas el patrimonio de los dueños de tal
periódico este tipo de noticias).
Una discusión importante de tales
artículos, es el ocultamiento por parte de Emilio Botín y de su familia de unas
cuentas secretas establecidas desde la Guerra Civil española en la banca
suiza HSBC. Por lo visto, en las cuentas de tal banco había
2.000 millones de euros que nunca se habían declarado a las autoridades
tributarias del Estado español.
Pero, un empleado de tal banco
suizo, despechado ante el maltrato recibido por tal banco, decidió publicar los
nombres de las personas que depositaban su dinero en dicha banca suiza, sin
nunca declararlo en sus propios países. Entre ellos había nada menos que 569
españoles, incluyendo a Emilio Botín y su familia, con grandes nombres de la
vida política y empresarial (entre ellos, por cierto, el padre del President de
la Generalitat, el Sr. Artur Mas; José María Aznar; Dolores de Cospedal;
Rodrigo Rato; Narcís Serra; Eduardo Zaplana; Miguel Boyer; José Folgado; Carlos
Solchaga; Josep Piqué; Rafael Arias-Salgado; Pío Cabanillas; Isabel Tocino;
Jordi Sevilla; Josu Jon Imaz; José María Michavila; Juan Miguel Villar Mir;
Anna Birulés; Abel Matutes; Julián García Vargas; Ángel Acebes; Eduardo Serra;
Marcelino Oreja...). Según el New York Times, esta práctica es muy común entre
las grandes familias, las grandes empresas y la gran banca. El fraude fiscal de
toda esta gente corrupta en estos sectores es enorme. Según la propia
Agencia Tributaria española, el 74% del fraude fiscal se centra en estos
grupos, con un total de 44.000 millones de euros que el Estado español
(incluido el central y los autonómicos) no ingresa. Esta cantidad, por cierto,
casi alcanza la cifra del déficit de gasto público social de España respecto de
la media de la UE-15 (66.000 millones de euros), es decir, el gasto que España
debería gastarse en su Estado del Bienestar (sanidad, educación, escuelas de
infancia, servicios a personas con dependencia, y otros) por el nivel de
desarrollo económico que tiene y que no se gasta porque el Estado no recoge
tales fondos. Y una de las causas de que no se recojan es, precisamente, el
fraude fiscal realizado por estos colectivos citados en el New York Times.
El resultado de su influencia personal (la de los directivos de tales empresas) es que el Estado no se atreve a recogerlos.
En realidad, la gran mayoría de investigaciones de fraude fiscal de la
Agencia Tributaria se centra en los autónomos y profesionales liberales,
cuyo fraude fiscal representa —según los técnicos de la Agencia Tributaria del
Estado español— sólo el 8% del fraude fiscal total. Es también conocida la
intervención de autoridades públicas para proteger al Sr. Emilio Botín de las
pesquisas de la propia Agencia Tributaria.
El caso más conocido es la gestión
realizada por la exvicepresidenta del Gobierno español, la Sra. De la Vega,
para interrumpir una de tales investigaciones. Pero el Sr. Botín no es el
único. Como señala el New York Times, hace dos años, César Alierta, presidente
de Telefónica, que estaba siendo investigado, dejó de estarlo. Como escribe el
New York Times con cierta ironía, "el Tribunal desistió de continuar
estudiando el caso porque, según el juez, ya había pasado demasiado tiempo
entre el momento de los hechos y su presentación al tribunal". Una medida
que juega a favor de los fraudulentos es la ineficacia del Estado así como su
temor a realizar la investigación. Fue nada menos que el Presidente del
Gobierno español, el Sr. José Mª Aznar, que en un momento de franqueza admitió
que "los ricos no pagan impuestos en España". Tal tolerancia por
parte del Estado con el fraude fiscal de los superricos, se justifica con el
argumento de que, aun cuando no pagan impuestos, las consecuencias de ello son
limitadas porque son pocos. El Presidente de la Generalitat de Catalunya, el
Sr. Artur Mas, ha indicado que la subida de impuestos de los ricos y súper
ricos tiene más un valor testimonial que práctico, pues su número es escaso. La
solidez de tal argumento, sin embargo, es nula. En realidad, alcanza niveles de
frivolidad.
Ignora la enorme concentración de
las rentas y de la propiedad existente en España (y en Catalunya), uno de los
países donde las desigualdades sociales son mayores y el impacto redistributivo
del Estado es menor. Los 44.000 millones de euros al año que no se recaudan de
los super ricos por parte del Estado, hubieran evitado los enormes recortes de
gasto público social que el Estado español está hoy realizando.
Pero otra observación que hace el
New York Times sobre el fraude fiscal y la banca, es el silencio que existe en
los medios de información sobre tal fraude fiscal. El rotativo cita a Salvador
Arancibia, un periodista de temas financieros en Madrid, que trabajó para el
Banco Santander, quien señala como causas de este silencio el hecho de que el
Banco Santander gasta mucho dinero en anuncios comerciales, siendo la banca uno
de los sectores más importantes en la financiación de los medios, no sólo
comprando espacio de anuncios comerciales, sino también proveyendo créditos
—aclara el Sr. Salvador Arancibia— "...medidas de enorme importancia en un
momento como el actual, donde los medios están en una situación financiera muy
delicada". De ahí que tenga que agradecer al diario que se atreva a
publicarlo, porque hoy, artículos como los que publica el New York Times y el
mío propio, no tienen fácil publicación en nuestro país. Es lo que llaman
"libertad de prensa">>. (Palabras todas estas aquí citadas, atribuidas por un
anónimo publicista a Vicenç Navarro López, catedrático de Políticas Públicas de
la Universidad Pompeu Fabra y Profesor de Public Policy en The Johns Hopkins
University. Lo entre paréntesis nuestro). Confrontar
En todos
estos delitos de los que se inculpa a los sujetos mencionados en este párrafo,
empezando por el extinto Emilio Botín, el derecho burgués imperante ha soslayado la verdad de que no
hayan sido ni son los individuos,
quienes hacen al sistema económico capitalista corrupto y delictivo, sino precisamente al revés. Como que
la comisión de todo delito siempre ha estado necesariamente predeterminada, por la
naturaleza pro-delictiva de la organización económica, social y política
corrupta vigente. Así abordó Marx esta cuestión en el prólogo al primer libro
de su obra central titulada: “El Capital”:
<<Dos
palabras para evitar posibles equívocos. No pinto de color de rosa, por cierto,
las figuras del capitalista y el terrateniente. Pero aquí sólo se trata de personas en la medida en que son la personificación de categorías económicas,
portadores de determinadas relaciones e intereses de clase (en el contexto de una determinada
sociedad). Mi punto de vista con
arreglo al cual concibo como proceso de
historia natural el desarrollo de la formación económico-social (capitalista), menos
que ningún otro podría responsabilizar al individuo por relaciones de las
cuales él sigue siendo una creatura por más que subjetivamente pueda elevarse
sobre las mismas>>. (Ed. cit. Pp. 8. Lo entre paréntesis y el
subrayado nuestros).
Esto
es tan indubitable y categóricamente cierto, como lo que hizo aquél anónimo
autor del “Génesis” en la primera
parte de las Sagradas Escrituras, cuando atribuyó al todopoderoso, profético y
vengativo Dios de los cristianos, haber creado el corrupto y corruptor
Paraíso Terrenal junto a Eva y Adán —a quienes también previamente dio vida—,
prohibiéndoles comer de un tentador fruto prohibido, puesto allí precisamente ¡a sabiendas de que iban a pecar!
para poder condenarles en lo sucesivo fuera del Eden, a “ganarse el pan con el
sudor de su frente”.
La
moraleja o enseñanza que cabe sacar de tal pasaje bíblico aplicado a la
corrupta y decadente sociedad actual, es que las víctimas de la explotación,
el engaño, la corrupción y la violencia
—con ese regusto cinematográfico escatológico tan burgués, proclive a lo más
irracional y monstruoso—, es que la humanidad jamás podrá emanciparse de
semejantes lacras inhumanas y genocidas que recrudecen durante las crisis
económicas periódicas —cada vez más trágicas y a la postre imposibles de
superar—, mientras las mayorías sociales sigamos tolerando este sistema de vida
corrompido y corruptor. Y no podremos hacerlo si en la lucha por liberarnos humanamente de toda
esta porquería histórica para siempre, no liberamos también a los
explotadores, a los sofistas, a los corruptos
y a los violentos que, en última instancia, todos ellos se
dedican a preservar el mismo sistema de vida esencialmente basado en la
explotación, el engaño, la corrupción y la violencia genocida. Porque todo eso
es lo que les hace sentir bien mientras puedan eludir ser víctimas de los
mismos males que propician, dedicándose a descargarlos sobre los demás. Y
contribuir a que tal propósito humanitario superior se cumpla,
será imposible sin que las víctimas de tales barbaridades decidamos acabar
con el actual sistema económico, jurídico y político de vida ya caduco,
que lleva en sí mismo todos esos desechos humanos socialmente
contaminantes, allí donde sigan disimuladamente amparados por la
oculta realidad del capitalismo, que las leyes y la moral pública vigente
consagran.
Y para
tal propósito humanitario el remedio está, insistimos, en dejar fuera de
la ley a la propiedad privada sobre los medios de producción y de cambio
en las grandes y medianas empresas capitalistas. De este modo, la
sociedad podrá empezar a sacudirse la condición sistémica fundamental
corrupta y corruptora de la sociedad. Pero, al mismo tiempo, es
imprescindible legitimar el obligado control
democrático y permanente de los productores libres
asociados a escala estatal, nacional e internacional, sobre la producción
y la contabilidad en
todas las empresas. Tanto como para garantizar que el reparto
de lo producido por la sociedad en esta etapa del proceso histórico —cada vez
más avanzado de la productividad del trabajo social—, se haga según el criterio
jurídico-político de que, a cada individuo en edad y
disposición de trabajar, se le recompense según su capacidad, de
modo que la sociedad pueda recibir de cada cual según su trabajo.
Pero
además y en lo que respecta a la actual forma de gobierno vigente a escala
planetaria, es necesario acabar con la corrupta y corruptora “democracia”
representativa que, apelando a la máxima de Maquiavelo: “divide et impera”,
efectivamente impide la unión
política de las mayorías sociales explotadas, dispersas entre distintos
partidos políticos que, aparentemente confrontados unos contra otros para
ganarse con promesas la voluntad política de los electores durante cada
comicio, en realidad estratégicamente todos ellos sin excepción no dejan de ser
proclives a sostener el actual sistema
de vida. Así las cosas, frente al engaño de los explotadores los
explotados debemos unirnos en torno a la verdad, para luchar por imponer la democracia directa como en los tiempos de Clístenes. Donde los más
importantes asuntos de Estado y las distintas leyes que hacen a la convivencia en la
sociedad sin clases, se aprueben por mayoría en Asambleas convocadas
por distrito, imponiendo democráticamente esta norma en todos los países
a escala planetaria, y donde desde la mayor hasta la menor atribución
de responsabilidad de los cargos políticos electos en los tres poderes de los
respectivos Estados nacionales, sea proporcional a los votos obtenidos por cada
candidato, todos ellos revocables en cualquier momento según el
mismo procedimiento democrático directo, en caso de que
cualquiera de esos cargos públicos —ya sean individuales o de grupo— decidan
ejecutar actos de gobierno en contra de lo más mínimo convertido en ley
democráticamente acordada por el pueblo llano.
Vayan
estas palabras dirigidas a los cientos —si no miles de millones— de ciudadanos
de condición social subalterna en el Mundo, que todavía sometidos a la mentira
temen a la verdad universal y se niegan a luchar por ella, sometidos al chantaje permanente de sus
actuales inmediatos superiores jerárquicos, defensores a ultranza del llamado Pensamiento Único Burgués
en todo el Orbe:
<<Hasta que se crea una situación (insufrible) que no permite volverse atrás y las circunstancias mismas gritan:
¡Demuestra lo que eres capaz de hacer!>>. (K. Marx: “El
18 Brumario de Luis Bonaparte”. Obra publicada en mayo de 1852. Cap. I. Ed. Ariel-Barcelona/1982 Pp.
16-17. Lo entre paréntesis nuestro) Versión digitalizada.
Finalmente
y en ese trecho entre lo tolerado y lo intolerable del capitalismo postrero,
ahora mismo seguimos estando la mayoría de los individuos explotados y
oprimidos, cada vez más cerca de volver a rebelarnos ante lo inevitable ya
insufrible. “En su “Manifiesto del
partido comunista” escrito por Marx y Engels en 1848, bajo el título de “Principios del comunismo” Engels desde
el apartado XV se encargó de responder a las siguientes preguntas de sus
interlocutores, en un momento crítico del sistema cuando en la industria se
venían produciendo las oscilaciones entre períodos de prosperidad y de crisis,
tal como ahora mismo cada cinco o siete años, el sistema capitalista sigue
acarreando cada vez más las mayores calamidades para los obreros en todas
partes, preparando una agitación revolucionaria general:
XV ¿Esto quiere decir que la supresión de la propiedad
privada no era posible antes? A lo cual seguidamente Engels respondió:
<<No. no
era posible. Toda transformación del orden social, todo cambio de las relaciones de propiedad es consecuencia necesaria de la aparición de nuevas
fuerzas productivas que han dejado de corresponder a las viejas relaciones de
propiedad sobre las tierra. Así ha surgido la misma propiedad privada bajo el
capitalismo; cuando a fines de la edad media surgió el nuevo modo de producción
capitalista, bajo la forma de la manufactura, que no encuadraba en el marco de
la producción feudal y gremial, esta manufactura, que no correspondía ya a las
viejas relaciones de propiedad, dio vida a una nueva forma de propiedad: la
propiedad privada [de los
medios de producción y el dinero bancario].
En efecto, para la manufactura y para el primer período de desarrollo de la
gran industria no era posible cualquier otra forma de propiedad además de la propiedad privada [familiar], no era posible ningún orden social además
del basado en esta propiedad. [durante aquellos pasados años] Mientras no se pudo conseguir una cantidad de
productos que no sólo bastasen para todos, sino que se quedase cierto excedente
para aumentar el capital social y seguir fomentando las fuerzas productivas,
deben existir una clase dominante que disponga de las fuerzas productivas de la
sociedad y una clase pobre y oprimida…
<<Pero
hoy [el 1848] merced al desarrollo de la gran industria,
en primer lugar se han constituido
capitales y fuerzas productivas en proporciones sin precedentes, y existen
medios para aumentar en breve plazo hasta el infinito estas fuerzas
productivas; cuando en segundo lugar, estas
fuerzas productivas se concentran ya en manos de un reducido número de
burgueses, y mientras la gran masa del pueblo se va convirtiendo cada vez más
en proletarios, con la particularidad de que su precariedad se hace más
precaria e insoportable en la medida en que aumenta la riqueza de los burgueses;
cuando en tercer lugar, estas fuerzas
productivas, que se multiplican con tanta facilidad hasta rebasar el marco de
la propiedad privada y del burgués, y provocan continuamente las mayores
conmociones del orden social, sólo ahora la supresión de la propiedad privada
se ha hecho posible e incluso absolutamente necesaria.
XVI ¿Será
posible suprimir por vía pacífica la propiedad privada?
<<Sería
de desear que fuese así, y los comunistas, como es lógico serían los últimos en
oponerse a ello. Los comunistas saben muy bien que todas las conspiraciones,
además de inútiles, son incluso perjudiciales. Están perfectamente al corriente
de que no se pueden hacer las revoluciones premeditada y arbitrariamente y que
estas han sido siempre y en todas partes una consecuencia necesaria de
circunstancias que no dependían en absoluto de la voluntad y la dirección de
unos u otros partidos o clases enteras. Pero al propio tiempo, ven que se viene
aplastando por la violencia el desarrollo del proletariado en casi todos los
países civilizados y que, con ello, los enemigos mismos de los comunistas
trabajan con todas energías para la revolución. Si todo ello termina, en fin de
cuentas, empujando al proletariado subyugado a la revolución, nosotros, los
comunistas, defenderemos con hechos, no menos que como ahora hacemos de
palabra, la causa del proletariado>>.
XVII ¿Será
posible suprimir de golpe la propiedad privada?
<<No, no
será posible, del mismo modo que no se puede aumentar de golpe las fuerzas productivas existentes en la medida necesaria
para crear une economía colectiva. Por eso, la revolución del proletariado, que
se avecina según todos los indicios, sólo podrá transformar paulatinamente la
sociedad actual, y acabará con la propìedad privada únicamente cuando haya creado la necesaria
creacíón de medios de producción.>>
XVIII ¿Qué vía
de desarrollo tomará esa revolución?
<<Establecerá
ante todo un régimen democrático y,
por tanto, directa o indirectamente, la dominación política del proletariado.
Directamente en Inglaterra, donde los proletarios constituyen ya la mayoría del
pueblo. Indirectamente en Francia y en Alemania, donde la mayoría del pueblo no
consta únicamente de proletarios, sino, además, de pequeños campesinos y
pequeños burgueses de la ciudad, que se encuentran sólo en la fase de
transformación en proletariado y que, en
lo tocante a las satisfacción de sus intereses políticos, dependen cada vez más
del proletariado, por cuya razón han de adherirse pronto a las reivindicaciones de éste. Para ello,
quizá, se necesite una nueva lucha que, sin embargo, no puede tener otro
desenlace que la victoria del proletariado.
La democracia
sería absolutamente inútil para el proletariado si no la utilizara
inmediatamente contra la propiedad privada y asegurasen la existencia del
proletariado. Las medidas más importantes, que dimanan necesariamente de las
condiciones actuales, son:
1)
Restricción de la propiedad privada mediante el impuesto progresivo, el alto
impuesto sobre la herencias, la abolición del derecho de herencia en la líneas
laterales (hermanos, sobrinos etc.), préstamos forzosos etc.
2)
Expropiación gradual de los propietarios agrarios, fabricantes, propietarios de
ferrocarriles y buques, parcialmente con ayuda de la competencia por parte de
la industria estatal y, parcialmente de modo directo, con indemnización en
asignados.
3)
Consfiscación de bienes de todos los emigrados y de los rebeldes contra la
mayoría del pueblo.
4)
Organización del trabajo y ocupación de los proletarios en fincas, fábricas y
talleres nacionales, con lo cual se eliminará la competencia entre los obreros,
y los fabricantes que queden, tendrán que pagar salarios tan altos como el
Estado.
5) Igual
deber obligatorio de trabajo para todos los miembros de la sociedad hasta la
supresión completa de la propiedad privada. Formación de ejércitos industriales,
sobre todo para la agricultura.
6) Centralización de los créditos y la banca en
manos del Estado a través del Ban Nacional, con capital del Estado. Cierre de
todos los bancos privados
7) Aumentos
den número de fábricas, talleres, ferrocarriles y buques nacionales, cultivo de
todas las tierras que estén sin labrar y mejoramiento del cultivo de las demás
tierras en consonancia con el aumento de los capitales nacionales y del número
de obreros de que dispone la nación
8) Educación
de todos los niños en establecimientos estatales y a cargo del Estado, desde el
momento en que puedan prescindir del cuidado de la madre. Conjugar la educación con el trabajo fabril
9)
Construcción de grandes palacios en las fincas del Estado para que sirvan de
vivienda a las comunas de ciudadanos que trabajen en la industria y la
agricultura y unan las ventajas de la vida en la ciudad y en el el campo,
evitando así el carácter unilateral y
los defectos de la una y la otra.
10) Destrucción
de todas las casas y barrios insalubres mal construidos.
11) Igualdad
del derecho de herencia para los hijos legítimos y los naturales.
12)
Concentración de todos los medios de transporte en manos de la nación
Por supuesto
todas estas medidas no podrán ser llevadas a la práctica de golpe. Pero cada
una entraña necesariamente la siguiente. Una vez emprendido el primer ataque
radical contra la propìedad privada, el proletariado se verá obligado a seguir siempre adelante y a concentrar más
y más en la manos del Estado todo el capital, toda la agricultura, toda la
industria, todo el transporte y todo el cambio antes propio de los bancos. Este
es el objetivo al que conducen las medidas mencionadas. Ellas serán aplicables
y surtirán su efecto centralizador, exactamente en el mismo grado en que el
trabajo del proletariado multiplique las fuerzas productivas del país.
Finalmente, cuando todo el capital, toda la producción y todo el cambio de
dinero estén concentrado en las manos de la nación, la propiedad privada dejará
de existir, de por sí el dinero se hará supérfluo, la producción aumentará y
los hombres cambiarán tanto, que se podrán suprimir también las últimas formas de relaciones
sociales propias de la vieja sociedad capitalista.
XIX ¿Es posible esta revolución en un solo país?
No. la gran
industria, al crear el mercado mundial, ha unido tan estrechamente todos los
pueblos del globo terrestre, sobre todos los pueblos civilizados, que cada uno
dependerá de lo que ocurre en la tierra del otro. Además, ha nivelado en todos
los países civilizados el desarrollo social a tal punto, que en todos estos
países la burguesía y el proletariado se han erigido en las dos clases
decisivas de la sociedad y la lucha entre ellas se ha convertido en la principal
lucha de nuestros días. Por consecuencia, la revolución comunista no será una
revolución puramente nacional, sino que se producirá simultáneamente en todos
los países civilizados, es decir, al menos en Inglaterra, en América, en
Francia y en Alemania. Ella se desarrollará en cada uno de estos países más
rápidamente o más lentamente, dependiendo del grado en que esté en cada uno de
ellos más desarrollada la industria, en que se hayan acumulado más riquezas y
se disponga de mayores fuerzas productivas.
XX ¿Cuáles serán las consecuencias de la supresión
definitiva de la propiedad privada?
Al quitar a los
capitalistas privados el usufructo de todas las fuerzas productivas y medios de
comunicación, así como el cambio y el reparto de los productos, al administrar
todo eso con arreglo a un plan basado en los recursos disponibles y las
necesidades de toda la sociedad [acabando con la
dictadura de la burguesía], ésta
suprimirá primeramente todas las consecuencias nefastas ligadas al actual sistema de dirección de la
gran industria. Las crisis desaparecerán; la producción ampliada, que es en la sociedad una superproducción y una causa tan
poderosa de la miseria, será entonces muy insuficiente y deberá adquirir
proporciones mucho mayores. En lugar de engendrar la miseria la producción
superior a las necesidades perentorias de la sociedad permitirá satisfacer las
demandas de todos los miembros de ésta, engendrerá nuevas demandas y creará, a
la vez, los medios de satisfacerlas. Será la condición y la causa de un mayor progreso
y lo llevará a cabo sin suscitar, como antes, el trastorno periódico de todo el
orden social. La gran industria, liberada de las trabas de la propiedad,
privada, se desarrollará en tales proporciones que, comparado con ellas, su
estado actual parecerá tan mezquino como la manufactura al lado de la gran
industria moderna. Este avance de la industria brindará a la sociedad
suficiente cantidad de productos para satisfacer las necesidades de todos. Del
mismo modo la agricultura, en la que debido al yugo de la propiedad privada y
al fraccionamiento de las parcelas, resulta difícil el empleo de los
perfeccionamientos ya existentes y de los adelantos de la ciencia,
experimentará un nuevo auge y ofrecerá a disposición de la sociedad una
cantidad suficiente de productos. Así la sociedad producirá lo bastante para
organizar la distribución con vistas a cubrir las necesidades de todos sus
miembros. Con ello que dará supérflua la división de la sociedad en clases
distintas y antagónicas. Dicha división, además de supérflua, será incluso
incompatible con el nuevo régimen
social. La existencia de clases de debe a la división del trabajo, y esta
última bajo su forma actual, desaparecerá enteramente ya que, para elevar la
producción industrial y agrícola al mencionado nivel, no bastan tan solo los
medios auxiliares mecánicos y químicos. Es preciso desarrollar correlativamente
las aptitudes de las personas que emplean estos medios. Al igual que en el
siglo pasado, cuando los campesinos y los obreros de las manufacturas, tras ser
incorporados a la gran industria, modificaron todos su régimen de vida y se
volvieron completamente otros, la dirección colectiva de la producción por toda la sociedad y el nuevo progreso de
dicha producción que resultará de ello, necesitarán hombres nuevos y los
formarán. La gestión colectiva de la producción no puede correr a cargo de los
hombres tales como lo son hoy. Hombres que dependen cada cual de una rama
determinada de la producción, están aferrados a ella, son explotados por ella,
desarrollan nada más que un aspecto de sus aptitudes a cuentas de todos los
otros y solo conocen una rama o parte
de alguna rama de toda la producción. La industria de nuestros días está cada
vez menos en condiciones de emplear tales hombres. La industria que funciona de
modo planificado merced al esfuerzo común de toda la sociedad, presupone con
más motivo hombres con aptitudes desarrolladas universalmente, hombres capaces
de orientarse en todo el sistema de la producción. Por consiguiente
desaparecerá del todos la división del trabajo, minada ya en la actualidad por
la máquina, la división que hace que uno sea campesino, otro zapatero, un
tercero obrero fabril y un cuarto
especulador de la bolsa, La educación dará a los jóvenes la posibilidad de
asimilar rápidamente en la práctica todo el sistema de producción y les
permitirán pasar sucesivamente de una rama de la producción a otra, según sean
las necesidades de la sociedad o sus propias inclinaciones. Por consiguiente la
educación les liberará de ese carácter unilateral que la división actual del
trabajo impone a cada individuo. Así la sociedad organizada sobre bases
comunistas dará a sus miembros la posibilidad de emplear en todos los aspectos sus facultades
desarrolladas universalmente. Pero con ello desaparecerán inevitablemente las
diversas clases. Por tanto, de una parte la sociedad organizada sobre bases
comunistas es incompatible con la existencia de clases y, de la otra, la propia
construcción de esa sociedad brindará los medios para suprimir las diferencias
de clase social.
De ahí se
desprende que ha de desaparecer igualmente la oposición entre la ciudad y el
campo. Unos mismos hombres se dedicarán al trabajo agrícola y al industrial, en
lugar que lo hagan dos clases diferentes. Esto es una condición necesaria de la
asociación comunista ya por razones muy materiales. La dispersión de la
población rural dedicada a la agricultura a la par de la concentración
industrial en las grandes ciudades, corresponde a una etapa todavía inferior de
desarrollo de la agricultura y la industria y es un obstáculo para el progreso,
cosa que se hace ya sentir con mucha fuerza.
La asociación
general de todos los miembros de la sociedad al objeto de utilizar colectiva y
racionalmente las fuerzas productivas; el fenómeno de la producción en
proporciones suficientes para cubrir las necesidades de todos; la liquidación
del estado de cosas en el que las necesidades de unos se satisfacen a costa de
otros; la supresión concreta de las clases sociales y el antagonismo entre ellas;
el desarrollo universal de todos los miembros de la sociedad merced a la
eliminación de la anterior división del trabajo, mediante la educación
industrial, merced al cambio de actividad, a la participación de todos en el
usufructo creado por todos y, finalmente, mediante la fusión de la ciudad con
el campo, serán los principales resultados de la supresión de la propiedad
privada>>. (K. Marx y
F. Engels: “Manifiesto del partido
comunista” Ed. L’eina 1989. F. Engels: “Principios del comunismo”. Versión
digitalizada ver Pp.
114 a 123).
Sí: éste es el comunismo que se
acerca día que pasa cada vez más en dirección al futuro de la humanidad en el
mundo, sin distinción de clases sociales imponiendo por fin la libertad, la
igualdad y la fraternidad entre los seres humanos para siempre.
En Palestina y demás guerras como la de
Vietnam en los años 60 o la de Irak en tiempos más actuales, han sido causas
que llevaron a tomar partido al científico ya desaparecido Stephen Hawking, quien no dudó en advertir sobre la amenaza
que el sistema capitalista entraña para la aspiración de la paz en una sociedad
de iguales.
Aunque sobre la vida de Stephen Hawking
destacan, en primer lugar, el trabajo científico y, en segundo su estatus de
celebrity —no cualquiera aparece en ‘Star Trek’, ‘The Simpson’, ‘The Big Bang Theory’ o en una canción de Pink Floyd—, hay otra vertiente
que está pasando algo desapercibida en esta jornada de obituarios y homenajes a
su firme compromiso con valores humanistas
y de izquierdas.
De ello dio cuenta hace medio siglo, con su oposición pública a la
guerra de Vietnam, que retomó con fuerza en contra del Gobierno de Tony Blair en su apoyo a la guerra de Irak. En esas guerras «Cerca
de 100.000 personas han muerto, la mitad de ellas mujeres y menores. Si no
ha sido este un crimen de guerra, ¿qué fue?», se preguntó en noviembre de
2004 en una manifestación contra ese guerra celebrada en Londres.
Asimismo, Hawking que se declaró ateo
convencido –«No hay ningún dios, soy ateo», dijo no hace tanto a ‘El
Mundo’–, rechazó públicamente el título de caballero ofrecido por la reina Isabel
II, alegando que no le gusta «el concepto global» de estos títulos honoríficos
y criticando de manera elocuente la política británica de financiación de
las investigaciones científicas.
También tomó partido abiertamente contra
la ocupación de territorios palestinos por parte de Israel, cuya política
sionista criticó abiertamente. De hecho, aunque viajó en más de una ocasión
a Israel, tras el bombardeo
de Gaza en 2009, el físico inglés participó activamente en la campaña
de boicot académico a Israel y en 2013, por ejemplo, se negó a participar
en una conferencia en una universidad de Tel Aviv. «La política del Gobierno
israelí conduce al desastre», declaró en aquella ocasión.
El peligro del
capitalismo
En
una fecha más reciente, concretamente en octubre de 2015, Hawking se explayó
acerca de los peligros del capitalismo en la lucha contra la desigualdad. En un
coloquio virtual organizado por la revista científica ‘The
New Reddit’, Hawking fue preguntado sobre el
peligro que puede suponer la robotización de la economía para el trabajo y, por
consiguiente, para la distribución de la renta. El científico fue claro
a la hora de exculpar a los robots y señalar a las condiciones sociales y
económicas en las que se está desarrollando esta nueva revolución industrial.
«Si
las máquinas producen todo lo que necesitamos, el resultado dependerá de cómo
se distribuyen las cosas. Todo el mundo podrá disfrutar de una vida
de lujo si la riqueza producida por las máquinas es compartida, o la mayoría
de la gente puede acabar siendo miserablemente pobre si los propietarios de las máquinas cabildean con éxito contra la redistribución
de la riqueza», explicó el recien fallecido científico.
No se llevó a engaño sobre cuál de las opciones
está triunfando: «Hasta ahora, la tendencia
parece ser hacia la segunda opción, con la tecnología provocando cada vez
mayor desigualdad».
Y como gran aficionado a las profecías, añadió: «Los dueños de las máquinas se posicionarán como la burguesía de una nueva
era, en la cual sus corporaciones no proveerán de puestos de trabajo a las
personas».
La voz electrónica del astrofísico ya
fallecido, se escuchó en dos canciónes de la banda de rock británico. ‘Keep Talking’, que hizo parte del
disco ‘The Division Bell’ (1994); y en ‘Talkin' Hawkin’ del disco ‘The
Endless River’ (2014). (Pulso.com).
--oo0oo--
Este obituario que
nosotros hemos vuelto a reproducir fielmente aquí acerca de Stephen Hawking,
fue publicado por la revista “Naiz”
el pasado 14 de marzo en 2018, día de su muerte a sus 76 años. A propósito de lo que este comprometido
intelectual ha dejado para la posteridad, como también dijera el argentino
poeta José Rafael Hernández y
Pueyrredón con esclarecida y absoluta razón, más que
necesario siempre ha sido imperioso conocer lo que con plena certidumbre cada
cual ha vivido y/o le queda por vivir.
Pero ya que muy sabia y oportunamente se nos plantea el saber de nuestra vida, cabe preguntarse
qué ha venido siendo para la humanidad la propiedad privada de los medios de producción y el dinero bancario
en la sociedad capitalista, sino la descarada y sistemática explotación de
trabajo ajeno causante de la distribución cada vez más desigual de la riqueza, por parte
de una irrisoria minoría de grandes
y medianos empresarios, en contubernio
sistémico permanente con esa otra minoría de políticos profesionales corruptos, institucionalizados en los distintos
Estados nacionales de todo el Mundo.
Y finalmente ¿qué es la “democracia”
representativa o indirecta ejercida por esas minorías”? Se nos inculca
diciendo que los pueblos <<no
deliberan ni gobiernan sino a través de sus representantes ‘democráticamente’
mayoritarios en cada elección periódica>>. Como si el verdadero poder “democrático” de los pueblos
consistiera sólo estúpidamente en el acto de votar, delegando el verdadero
poder en sus candidatos a representarles, es decir, al contubernio ya formado entre determinados
políticos profesionales corruptos y otros tantos empresarios privados, todos
ellos igualmente corrompidos aspirantes a ejercer efectivamente ese verdadero poder, para mutuos fines gananciales.
GPM.
Un
centenar de altos cargos del Gobierno español, cobró más de 100.000 euros
brutos de sueldo público en 2017 |
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La
presidenta de la SEPI, Pilar Platero,
fue la mejor pagada con 219.614 euros |
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Un total de 101 altos cargos del
Gobierno de Mariano
Rajoy y de la Administración General
del Estado español,
percibió un sueldo público superior a los 100.000 euros brutos en 2017.
La lista, con información del Portal de Transparencia, está todavía
incompleta, porque desconocemos el motivo y siguen sin publicarse los
datos de algunos ministerios, como el de Agricultura o Interior. PUBLICIDAD
Además, otros cargos, como los embajadores
tienen una retribución muy superior al que
se refleja en el Portal de Transparencia
y en otros casos, como la presidenta
de Loterías, simplemente no aparecen
en el portal. Pero, incluso con estas limitaciones, podemos decir que
más de cien altos cargos del Gobierno son cienmileuristas. La mejor pagada de 2017 fue Pilar
Platero, nombrada presidenta de la Sociedad Estatal de
Participaciones Industriales (SEPI) a finales de
2016. Según Transparencia, su salario fue de 219.641 euros brutos, es decir,
14 pagas de casi 15.700 euros brutos al mes, incluyendo su salario y los diez
trienios que le corresponden como empleada pública. Con ello, casi duplicó su
retribución de 2016, cuando obtuvo 110.393 euros por sus 11 meses como
subsecretaria de Hacienda. Enaire, Adif y Renfe, más de 160.000 euros Le sigue Ángel Luis Arias,
director general de Enaire,
la empresa pública que controla la mayor parte del accionariado de Aena.
Según el portal, su salario ascendió a 177.145 euros en 2017, que incluyeron
9.240 euros en atrasos de ejercicios anteriores, así como once trienios. El tercero de la lista es Juan Bravo, presidente de
Adif,
a quien sus nueve trienios le permiten tener una retribución de 167.128 euros
brutos al año. El cuarto es Juan Alfaro,
el presidente de Renfe-Operadora, que tiene un salario asignado de
161.998 euros brutos y ningún trienio como funcionario. El top 5
lo cierra Jordi Cornet i Serra,
delegado especial del Estado en el Consorcio de la Zona Franca de Barcelona,
dependiente del Ministerio de Hacienda, con un salario de 156.550 euros
percibidos el año pasado. Por encima de los 150.000 euros se sitúa también Ana María Martínez-Pina,
la vicepresidenta de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, que
cobró 155.206 euros, y también el presidente del organismo, con una
retribución de 153.480 euros brutos. El director de la Fábrica
Nacional de Moneda y Timbre-Real Casa de la Moneda, gracias a sus 16
trienios, estuvo entre los diez mejor pagados del Gobierno con un total de
144.380 euros. En cifras parecidas también está el presidente de la Autoridad
Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF), José Luis Escrivá,
que percibió un total de 137.713 euros brutos. Por encima de los 130.000
euros también están otra consejera de la CNMV
y la delegada especial del Estado en el Consorcio de la Zona Franca de
Vigo, con 136.818 euros y 135.266 euros, respectivamente. Además, también cobran más de
100.000 euros al año una treintena de secretarios de Estado, secretarios generales
y subsecretarios y buena parte de los asesores directos del presidente
del Gobierno. LISTADO (PROVISIONAL DEL PORTAL DE TRANSPARENCIA DEL
GOBIERNO ESPAÑOL (2017) RETRIBUCIÓN EN EUROS
(*) Cobran
trienios de antigüedad por ser funcionarios del Estado. Noticias
relacionadas Listado
de sueldos de las autoridades portuarias del Estado Imagen: La
Vanguardia. (Daniel Duch). Reunión de la Comisión General de secretarios de
Estado. Preside, la vicepresidenta del Gobierno, Soraya S. de Santamaría. |
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NOTAS
09. Cfr. Pol. 1290 a
10. Cfr. Pol. 1294 a
11. Cfr. Pol. 1279 b
12. Cfr. Pol 1279 b-1280 a
13. Cfr. Pol 1290 b
14. Cfr. Pol. 1290 b
106: Das Kapital, I, p. 663 (T. I/3 pp. 804).
107: Ibid, p.628 (t. 1/3, pp.759/760).
108: “La acumulación capitalista —dice Marx— produce de manera constante, antes bien y precisamente en
proporción a su energía y a su volúmen, una
población obrera relativamente excedentaria, esto es, excesiva para las
necesidades medias de valorización del capital y por tanto supérfluas”.
(Das Kapital, I, p. 646 (t. I/3, p. 784). Del
ejército industrial de reserva se
dice que “crea”, para las variables necesidades medias de valorizaciones del capital y por tanto supérflua” (Das
Kapital, I, p. 646 [t.1/3. P. 784]). Del ejército industrial de reserva se dice
que “crea, para las variables
necesidades de valorización del capital, el material humano explotable y
siempre disponible” (ibid. P. 649 [t.1/3 p. 786]). Véase también ibid., pp. 650, 654 [t. 1/6, pp. 787, 791,
etc. No es la explulsión a causa de la máquina,
sino la exclusión a causa de la insuficiente valorización lo que
constituye el núcleo de la teoría marciana de la acumulación. Marx no deja nunca
de resaltar la oposición entre el hecho técnico, natural de la relación MP y FT y su forma específica
capìtalista. “La ley según la cual el desarrollo de la fuerza productiva social
del trabajo reduce progresivamente, en proporción a la eficacia, la masa de sus
medios de producción que es necesario gastar, se expresa en el terreno capitalista”. (ibid., p. 663 [t.1/(3, p. 804]).
En el terreno capitalista es decisiva “la necesidad de valorización del
capital”. “La ley de la producción capitalista […] se reduce sencillamente a lo siguiente: La relación
entre capital, acumulación y tasa del salario no es otra cosa sino la relación
entre el trabajo impago [ganancial] transformado en capital y el trabajo suplementario requerido para poner en movimiento el
capital adicional. En modo alguno se trata, pues, de una relación entre dos magnitudes
recíprocamente independientes —por una parte la magnitud del capital, por otra
el número de la población obrera; en última instancia nos encontramos por el
contrario, ante la relación entre el
trabajo impago y trabajo pago de la misma población obrera” (ibid., p. 637
[t. 1/3, p.770n]. ¡La relación pv:v, o
sea la tasa de plusvalor, es así, pues, un problema de valorización! Que según
el pensamiento marciano la crisis, la perturbación y, en fin, el derrumbe del
capitalismo sea provocado por la insuficiente valorización [ganancia], no puede
negarlo tampoco Rosa luxemburgo. “En todo el capítulo se trata de la población
obrera y su crecimiento —escribe—, Marx habla constantemente de las
‘necesidades de colocación’ [valorización (E.)], del capital. A estas se acomoda, según Marx el
crecimiento de la población obrera; de ellas depende el grado de demanda de
obreros, el nivel de los salarios, el que la coyuntura sea brillante o apagada,
el que haya prosperidad o crisis. ¿Pero qué son estas necesidades de colocación
de las que Marx habla constantemente y a las que Bauer no alude siquiera en su
mecanismo?” Antikritik, p. 117 [AC., p.440. e IAC p 82]. Rosa Luxemburgo
responde a estas preguntas en unas páginas más adelante (ibid., p. 122 [AC., p.
442 e IAC p.85]) donde dice que la acumulación se acomoda a “sus necesidades de
valorización variables, esto es, a las posibilidades del mercado”. ¡Aquí
tenemos por fin el gran descubrimiento! Solo que es en todo caso notable que
Marx hable “continuamente” de valorización, cuando se refiere a las
posibilidades de mercado! Como si Marx hubiese tenido un miedo morboso a llamar
las cosas por su nombre y hubiese preferido cubrirlas con velo y decir siempre b cuando quería decir a. Dificilmente se pueda superar la
insípida escolástica de Rosa Luxemburgo. Que en el sistema marxiano la
valorización insuficiente, desempeñe un papel decisivo en el fracaso del mecanismo capitalista, lo debe admitir
también Bujarin. Así él dice que “el movimiento de la ganancia” es la “máxima
propulsora de la economía capitalista” (Der
imperialismus…cit., p, 122 [pp. 204]. Pero Bujarin no advierte que la
insuficiente valorización se presenta espontáneamente como consecuencia
necesaria de las leyes internas del modo capitalista de producción y, con ello,
al igual que en el caso de Rosa luxemburgo el fracaso es remitido a circunstancias puramente casuales. Y exteriores, a saber: que la guerra
acarrea la ruina económica (Ibid p. 123 pp. 204-205]).
Es cierto que la guerra puede provocar
la ruina, es cierto que la valorización puede fracasar si no existe consumo alguno, pero con tal
formulación se oculta la verdadera problemática, la cual consiste en mostrar cómo puede desaparecer la ganancia, la
valorización, aunque se proponga el caso más favorable para el
capitalismo, o sea, un estado de equilibrio en el que siempre aparece asegurado
un consumo incesante de las mercancías, donde ninguna guerra puede actuar
destructivamente desde el exterior sobre el mecanismo, donde, en fin el
derrumbe de la valorización se presenta pues necesariamente a partir del curso interno del mecanismo”.
109* Karl Marx, “Manifiesto del partido comunista”, en Obras Escogidas cit., t. 1 p. 121. [E.]50. También
Alexander Parvus se expressa en forma parecida: “No existe ni puede existir un
desarrollo objetivo que, por sí mismo [¡], y con exclusión de la lucha política
revolucionaria del proletariado, convierta la producción capitalista en ruinas,
de modo tal que a la clase burguesa sólo le quede resignarse a que los obreros
tomen el poder […] La ley histórica […] es el producto de las luchas políticas
[…] La teoría del derrumbe automático es tan errónea como la hipótesis de la
transformación gradual del capitalismo.” (Parvus, Der Sozialismus und die soziale Revolution. [El
socialismo y la revolución social] Berlín, 1910, p. 11].
--oo0oo—
En un capitalismo global así, la apuesta por la innovación tecnológica
en los medios técnicos de producción, produce inevitablemente desempleo
humano y ese desempleo abre las puertas a la estrategia de aumentar la
explotación del trabajo empleado en términos absolutos. Es decir, lo que define
al capitalismo actual es su tendencia a la pauperización del trabajo humano
empleado. Por eso el capital no puede avanzar sin atacar de forma cada vez
más brutal y directa a los trabajadores en todo el mundo, desde Rusia a Argentina, desde España a Chile. Con la guerra
comercial y las tensiones crecientes hacia la guerra bélica generalizada, la pauperización del
proletariado no puede sino hacerse aún más patente. Solo negando la realidad
social de nuestra clase se puede relativizar lo que nuestros barrios viven desde hace años. La pauperización, como
las olas en la orilla, vuelve constantemente sobre sí misma para recordarnos
que el capitalismo es hoy la principal amenaza que sufre la Humanidad.
Este párrafo es parte del valioso
trabajo publicado por la organización “Nuevo Curso” bajo el título: “Qué es la pauperización”, en la que nosotros previamente
también hemos contribuido a poner en conocimiento. razón suficiente por la cual recomendamos también la lectura
del texto escrito y publicado por nuestros compañeros en: https://nuevocurso.org/que-es-la-pauperizacion/.
¡Proletarios de todos los países, uníos, suprimid ejércitos, policías,
producción de guerra, fronteras, trabajo asalariado!
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Curso” utiliza cookies, puede ver aquí la Política de Cookies.
“La ley de la acumulación y del derrumbe
del sistema capitalista”
I. La tendencia al derrumbe y la lucha
de clases
El siguiente texto forma parte de la obra
magistral así titulada por Henryk Grossmann, en cuyas “Consideraciones
finales” llegó a la conclusión de que la innovación tecnológica cada vez
más desarrollada que la burguesía fue incorporando a los medios
materiales de producción para fines gananciales, tuvo por consecuencia
necesaria la intensificación del trabajo humano explotado por unidad de
tiempo empleado, es decir, un cada vez mayor esfuerzo de trabajo
humano explotado en la producción de riqueza por la burguesía. De este
modo y para los fines de la reproducción de esa fuerza de trabajo, se requirió una
masa cada vez mayor de medios de vida, es decir, un salario real
incrementado. Pero contradictoriamente desde el punto de vista de
los intereses del capital que es la ganancia creciente y, por ende, de
todo el mecanismo de la producción capitalista, esa producción ganancial creciente
sólo ha podido ser aumentada deprimiendo el salario para incrementar una
parte cada vez más posible de esa ganancia. Así lo definió Marx
y fue recogido por Henrik Grossmann en su mencionado trabajo, tal como a
continuación y seguidamente así lo ha definido:
<<Por lo tanto y para tal fin [de obtener esa ganancia], a partir de un determinado punto de cada
proceso laboral, el crecimiento del salario real debe finalizar y luego
de un estancamiento transitorio, producir un rápido descenso del mismo. Pero
dado que la creciente intensidad del trabajo humano exige una masa siempre creciente de medios
de vida para poder reproducir esa fuerza de trabajo incrementada, la
burguesía decidió sin embargo retrotraer el salario por debajo del valor necesario de la
fuerza de trabajo empleada. Así las cosas y a partir de esta carencia
relativa del salario disponible respecto del trabajo empleado, se
volvió imposible la reproducción plena de la fuerza de trabajo. Y esta
carencia de salario equivalió al empeoramiento de la situación de la clase obrera, es decir, al aumento no
sólo de su miseria social sino también de su miseria física. La pauperización de la clase obrera no
fue ni es por tanto, en ningún caso un fenómeno que haya correspondido
exclusivamente al pasado del movimiento obrero, según la interpretación que Kautsky y Rosa Luxeburg ofrecieron de la teoría
marxista del salario. La pauperización no se ha manifestado en el período del
capitalismo en el que no existía todavía una clase obrera organizada en
sindicatos. En realidad, esa pauperización pudo ser y fue el resultado de
la fase madura del proceso de acumulación de capital.
Según Marx, la pauperización de la
clase obrera (por precarización laboral) fue el punto conclusivo
necesario, del desarrollo al cual ha tendido inevitablemente la acumulación
capitalista, de cuyo curso no pudo ser apartada por ninguna
reacción sindical por más poderosa que ésta haya sido. Aquí se encuentra fijado el límite objetivo
de la acción sindical. A partir de un cierto punto de la acumulación, el
plusvalor disponible no resulta suficiente para proseguir la acumulación con
salarios fijos. O el nivel de los salarios es
deprimido por debajo del anteriormente existente para incrementar el plusvalor,
o la acumulación de capital se estanca, es decir sobreviene el derrumbe del
sistema capitalista [y en estas estamos ahora mismo]. De semejante
manera el desarrollo conduce a desplegar y agudizar las contradicciones
internas entre el capital y el trabajo, llegando a un punto tal que la solución
sólo puede ser encontrada a través de la lucha de clases entre estos dos momentos.
Ya vimos que Kautsky comprobó la
paralización del proceso ascendente de los salarios —en parte incluso hasta un
retroceso del salario real— en el transcurso del último decenio anterior a la
segunda guerra mundial para todos los países capitalistas tradicionales.
Por su parte, resulta evidente que la clase obrera no pudo mejorar su situación
durante la postguerra ni en Alemania, ni en Inglaterra ni en Francia, como
tampoco en los restantes países europeos y americanos. Y esto no requiere que
sea probado aquí. Sí en cambio el proletariado, tuvo que combatir con el máximo
despliegue de sus fuerzas, simplemente para conservar su nivel de vida
imperante hasta ese entonces, y para defenderse de los constantes ataques en su
contra por el capital. Es precisamente la constante ofensiva del capital,
renovada con mayor intensidad, la que anunció el hecho y constituyó un
síntoma de la mera supervivencia del capitalismo; revelando que subsiste
únicamente a través del deterioro de las condiciones de vida de la clase obrera,
poniendo de manifiesto así con ello el haber cumplido con su misión histórica
de desarrollar las fuerzas
productivas, que dé estímulo para dicho desarrollo convertido en una traba
suya. El desarrollo de las fuerzas productivas no sólo se manifiesta pues,
a través de una masa cada vez mayor de medios de producción (MP) en relación
con la fuerza humana de trabajo (FT), o sea por el constante incremento que esa
fuerza humana opera sobre la masa de medios de producción debido a las
innovaciones tecnológicas, sino que también lo hace por la participación
íntegra de la fuerza de trabajo en este desarrollo. Aquí pues se trata de “no
quedar excluido de los frutos de la civilización, de las fuerzas productivas ya
adquiridas (véase supra, Pp. 8). Resulta decisivo por tanto, que junto con el
crecimiento de MP (Medios de Producción más eficaces) también
sea reproducida en su totalidad la FT (Fuerza de trabajo que requieren esos
medios), es decir, que el salario real crezca en la misma medida en que
crece la intensidad del trabajo humano necesario. Si en virtud de ello la fuerza productiva más
poderosa e importante, la fuerza de trabajo humana se ve excluida de los
frutos de la civilización en constante desarrollo (por carencia de medios
de vida a su alcance), entonces simultáneamente se demuestra que nos
acercamos cada vez más, a aquella situación que fuera vislumbrada por Marx y
Engels en el Manifiesto Comunista: “La
burguesía no es capaz de dominar, porque no es capaz de asegurar a su
esclavo la existencia, ni siquiera dentro del marco de su esclavitud”.
También este es, a su vez, el motivo por el cual los esclavos asalariados se
tienen que revelar necesariamente contra el sistema de la esclavitud asalariada.
Anteriormente vimos que Hilferding (véase supra Pp. 42),
Charasoff (véase supra Pp. 38) y Braunthal (véase supra Pp. 33)
rechazan la teoría del derrumbe debido a que pensaban que una teoría semejante
conduce a imaginar el fin del capitalismo como el resultado de un proceso
mecánico que se impone “por sí mismo”, y frente al cual no cabe otra cosa que
aguardar de un modo fatalista. Se trata, por tanto, de un proceso que aparece
como incompatible con la teoría marxiana de la lucha de clases. Puesto que si
el desarrollo científico técnico incorporado a los medios de trabajo, no
encuentran en los trabajadores la capacidad física necesaria para atender
efectivamente a ese su trabajo, se revelan en última instancia como inútiles.
Según nuestra interpretación, en
cambio, puede observarse que si bien bajo determinadas circunstancias, el
derrumbe del capitalismo resulta ser objetivamente necesario pudiéndose
calcular el momento exacto en que habrá de tener lugar, ello no significa que
habrá de arribarse a dicho momento “por sí mismo”, automáticamente, y que por
tanto no queda sino esperar pasivamente. Su irrupción en realidad, y dentro de
ciertos límites, está sujeta a enfrentamientos conscientes de las dos clases
consideradas. Puesto que si varían los presupuestos mismos bajo los cuales su irrupción era
de esperar, entonces resulta también modificado como es natural, el curso de su
acumulación y su final. Si a consecuencia de la acumulación del capital y a un
determinado nivel de la misma, surgen las dificultades conocidas para proseguir
con la valorización del trabajo explotado, la presión que ejerce el capital
sobre la clase obrera será intensificada en grado sumo. Y si a través de ésa
valorización el capital logra deprimir los salarios y consecuentemente incrementar la tasa de
plusvalor, (aunque una presión de esta índole sólo es posible dentro de ciertos
límites bastante estrechos), entonces la existencia del capitalismo podría ser
prolongada a expensas de la clase obrera. En tal caso la tendencia al derrumbe
podría ser atenuada y por lo tanto el fin del sistema podría ser desplazado hacia un futuro
lejano. Por eso el recrudecimiento de la explotación de la fuerza de trabajo
constituye una de las válvulas de seguridad transitorias que posee el sistema
capitalista y su valorización. Por el contrario si la oposición de la clase
obrera a la presión de la clase capitalista puede ejercer un efecto
compensatorio e incluso conseguir que la clase obrera logre conquistar salarios
más elevados, con esto se produciría una reducción de la tasa de plusvalor, lo
cual a su vez tendría como consecuencia producir una aceleración del derrumbe del
sistema. Con una tasa de plusvalor del 100%
—que es la que está en la base del esquema de Bruno Bauer— el derrumbe
sobrevendría al cabo de 35 años. Pero si la tasa de plusvalor ascendiera por
encima del 100%, el derrumbe tal vez sobrevenga sólo después de los 40 años y,
en caso de que tengamos una tasa inferior al 100%, a lo mejor suceda dentro de
20 años. De aquí se desprende que el pensamiento (de Henryk Grossman siguiendo a Marx), concibió el derrumbe
capitalista bajo ciertas condiciones objetivas en contradicción con la lucha de
clases, poniendo de manifiesto en cambio que el derrumbe a pesar de su
inevitable necesidad objetiva, está sujeto en gran medida a la influencia
ejercida por las fuerzas vivas de las clases en pugna, otorgando de este modo
un cierto margen a la participación activa de las clases explotadas.
Precisamente por eso es que toda la
investigación del proceso de reproducción desemboca según Marx en la lucha de clases. En una carta enviada a
Engels el 30 de abril de 1868, en la que sintetiza el curso seguido en los
tomos II y III de “El capital”, Marx
afirmó que: “Finalmente, como aquellos tres [réditos] (salario, renta del suelo
y ganancia) constituyen las fuentes de ingresos de las tres clases, o sean los
terratenientes, los capitalistas y los obreros asalariados, tenemos como final la lucha
de clases, resolviéndose allí el movimiento y la disolución de toda esta basura”.
Sólo a partir de nuestra
interpretación de la acumulación capitalista, es posible comprender por qué en
los niveles superiores de la misma la lucha en torno a la distribución del
ingreso salarial, no es una mera lucha por conquistar mejores condiciones de
vida para para las clases explotadas que intervienen, sino que se trata de una
lucha por la propia existencia del mecanismo capitalista. Solo entonces podemos entender
la razón por la cual, en los peldaños más elevados de la acumulación
capitalista, toda elevación a iniciativa de los salarios choca con las
dificultades cada vez mayores y por qué toda lucha económica relevante se
transforma en una cuestión que hace a la propia existencia del
capitalismo, es decir, podemos comprender por qué se convierte en una cuestión política que atañe al poder. (Véase
al respecto la lucha de los mineros ingleses de 1926).
La lucha de la clase obrera por sus
reivindicaciones cotidianas se vincula así con su lucha por el objetivo final.
Pero ese objetivo por el que la clase obrera combate, no se trata de un ideal
introducido “desde el exterior” en el movimiento obrero, cuya concreción es
independiente de las luchas del presente, puesto que permanece para un futuro,
sino que consiste tal como lo indica la ley del derrumbe puesta aquí de
manifiesto, en el resultado producido por la lucha de clases inmediata de todos
los días, y cuya materialización se ve acelerada por estas luchas.
II. El derrumbe del capitalismo y el carácter general
En esta parte II de su trabajo
publicado, Henrik Grossmann puso de manifiesto la que llamó “grandiosa
concepción del equilibrio conceptual de Marx”, que durante todas las formaciones
precapitalistas que no producían mercancías, es decir, trabajo simple de uso y
consumo directo, respecto del proceso económico mercantil con fines gananciales
de trabajo posterior, basado en la propiedad individual de productores de
mercancías independientes, dieron pábulo a la moderna burguesía de productores
que, a consecuencia de esta estructura dualista de sus fundamentos, el proceso de producción capitalista se
caracterizó por los conflictos insolubles, por las insanables convulsiones del
sistema que derivaron necesariamente
de su carácter dualista, de la contradicción inmanente que existe entre
valor reditual o ganancial y el simple valor de uso, o sea, entre rentabilidad
y simple productividad material para consumo directo; la primera de ellas una
contradicción inmanente que conduce necesariamente a la sobreacumulación y o a la valorización
insuficiente que inevitablemente desembocó en las crisis
periódicas y por tanto, discurre hacia la catástrofe de todo el sistema.
Bajo la presión de la sobreacumulación y de la competencia que trae aparejada,
sucede que, por un lado la escala técnica de la producción (las fuerzas productivas), es desarrollada constantemente y, con esa
finalidad, se acumula una cantidad
siempre mayor de capital; pero por otro lado se pone en evidencia que el
plusvalor —entendido como ganancia a expensas del trabajo asalariado cada
vez menos remunerado— no basta para valorizar este capital incrementado,
con lo cual sobreviene la falta de rentabilidad y por tanto, el derrumbe del
sistema de valorización se impone como un fenómeno generalizado. Esta
contradicción, sin embargo constituye la “diferencia específica”, “el límite de la distribución burguesa
con resultados gananciales”. El hecho de que la producción capitalista “se vea
forzada a ejercitar sus propias leyes inmanentes, es decir, a desarrollar por un lado las fueras productivas como si se
tratara de una producción fundada en la valorización de capital ganancial, y
por el otro que sólo pueda hacerlo
dentro de ciertos límites estrechos [de valorización limitada; H.G.], que constituye la causa más íntima y secreta
de las crisis, o sea de las
contradicciones que se manifiestan con ella, dentro de las cuales se mueve y
que permiten conocer a esta forma capitalista de producción como una simple forma histórica transitoria. En
cierta medida, esta situación […] ha sido percibida por Sismondi como una contradicción inherente a la
producción capitalista por la producción misma y una distribución que excluye eo ipso “un desarrollo absoluto de la productividad”. La atención prestada a la
distribución, es decir a la valorización, excluye por consiguiente el
desarrollo absoluto de las fuerzas productivas y, por tanto, una producción
verdaderamente “regulada”.
El derrumbe que de aquí se deriva
es, ante todo, el proceso de valorización sobre la base del proceso de
formación del valor y de la ley del valor. Lo que se derrumba no es por cierto el proceso del trabajo técnico,
sino únicamente una base de distribución puramente transitoria en el
movimiento de intercambios. Por lo contrario, “separado del capital el proceso
de producción es el proceso de trabajo en general¨. El proceso de trabajo es un
proceso técnico de la producción de valores de uso en el que los medios de
producción MP y la fuerza de trabajo FT
actúan juntos y en cuanto tal, “el proceso de trabajo es independiente de toda
forma social determinada”, es un proceso permanente “entre el hombre y la
naturaleza, eterna condición natural de la vida humana y por tanto
independiente de toda forma de esa vida, y común por el contrario a todas sus formas de
propiedad. Empero simultáneamente el proceso de producción capitalista es un proceso de formación de
valor y de distribución de valor, es un proceso de valorización en el cual
los elementos de la producción son utilizados en una cierta magnitud de valor c
+ v, con el exclusivo fin de obtener un excedente de valor o ganancia por encima de su propia
magnitud de obtener el plusvalor pv. El proceso de valorización tan solo es un proceso histórico específico,
propio del modo de producción basado en la propiedad individual de productores
de mercancía independientes.
A consecuencia de esta estructura dualista de sus
fundamentos, el proceso de producción capitalista se caracteriza por los conflictos
insolubles, por las insanables convulsiones externas del sistema, que derivan necesariamente de su
carácter dualista, de la contradicción inmanente que existe entre el
valor y el valor y el valor de uso. , entre rentabilidad y productividad, entre
las limitadas posibilidades de valorización y, el desarrollo limitado de las
fuerzas productivas; inmanente que conduce necesariamente a la sobreacumulación
y a la valorización insuficiente y por
tanto, al derrumbe de la catástrofe de
todo el sistema.
Bajo la presión de la sobreacumulación y de la competencia
que trae aparejada sucede que, por un lado, la escala técnica de la
producción (las fuerzas productivas) es
desarrollada y con esa finalidad se acumula una cantidad siempre mayor de
capital; por otro lado se pone en evidencia que el plusvalor no basta para
valorizar este capital incrementado, con lo cual sobreviene la falta de
rentabilidad y por tanto el derrumbe del sistema de valorización se impone como
un fenómeno generalizado. Esta
contradicción sin embargo constituye la “differencia specifica”, el “límite de la
distribución burguesa”. El hecho de que la producción capitalista “se vea
forzada debido a sus propias leyes inmanentes a desarrollar, por un lado las fuerzas productivas como si no se tratara de
una producción fundada en bases sociales de [valorización limitada; H.G.] constituye la causa más
íntima y secreta de las crisis, de las contradicciones que se manifiestan
con ella, dentro de las cuales se mueve y que permiten reconocer a esta forma
de producción como una simple forma histórica transitoria. En cierta medida esta situación […] es
percibida correctamente por Sismondi como una contradicción inherente a la producción
por la producción misma y una distribución que excluye eo ipso un desarrollo absoluto
de la productividad. La atención prestada a la distribución, es decir a la
valorización, excluye por consiguiente el desarrollo absoluto de las fuerzas
productivas y, por lo tanto, una producción verdaderamente “regulada”.
El derrumbe que de aquí se deriva,
el derrumbe del proceso de valorización sobre la base del proceso de formación
del valor y de la ley del valor. Lo que se derrumba no es por cierto el proceso de trabajo
técnico, sino únicamente una forma de distribución puramente transitoria en el
movimiento de intercambios. Por el contrario, “separado del capital, el proceso
de producción es el proceso de trabajo en general”. El proceso de trabajo MP:
FT. Este perpetuo proceso de trabajo en cuanto forma independiente de la
producción de todas las formas sociales específicas, subsiste en su condición
de proceso técnico
de producción de valores de uso, aun después del derrrumbe del proceso de
valorización del capital, y podrá ser organizado socialmente
(cooperativamente). De este modo el proceso de producción, finalmente liberado
del principio de construcción dualista, viene al mismo tiempo liberado de las
convulsiones y conmociones internas engendradas por este dualismo de la
antítesis entre el principio de la productividad y el principio de la
rentabilidad. El proceso de trabajo reanudado sobre bases sociales, será
simplemente un proceso de trabajo técnico, que no producirá plusvalor sino únicamente
valores de uso. Él tiene sus propios parámetros técnicos y sus cálculos no se
efectúan en términos de valor sino de valores de uso, en términos del tiempo de
trabajo inmediato que interviene en una actividad productiva especial, orientada a un fin, la
cual asimila las necesidades particulares del hombre materiales particulares.
De proceso de trabajo y de valorización, él se convierte exclusivamente en
proceso de trabajo que determina las necesidades de diversos productos según
las cantidades requeridas y que adecua la escala del aparato existente no
ya por
medio de un rodeo refiriéndose al valor, sino directamente. En el
interior de un proceso de producción de esta naturaleza, ya no quedan
representaciones en términos de valor o de precio (el hecho de que se les
atribuya una existencia “real” o puramente “nominal” resulta indiferente), pues
aquí ya no subsiste ningún intercambio entre productores. Junto con el contenido del proceso de la
producción necesariamente se modifica también la forma en que se manifiesta. Así como el cálculo de
valor constituye la forma adecuada en que se revela un modo de producción,
basado en la producción privada y en el intercambio entre propietarios
independientes de mercancías, lo cual equivale a decir que estamos ante un modo
de producción “regulado por el valor”, en el que la conexión real entre los
productores se establece por medio del valor, así también el cálculo basado en
los valores de uso y en el tiempo de trabajo inmediato necesario para su
producción, constituirá la forma de manifestación necesaria de toda economía
regulada, planificada. Allí donde la conexión real entre los diferentes
procesos de producción se halla establecido de
un modo inmediato y planificado, no hay funcionamiento para la ley del valor, cuya misión fundamental
consiste en la realización de esta conexión sociales (entre comprador y
vendedor). El equilibrio social calculado anticipadamente no tiene necesidad para su establecimiento
ulterior de la mediación del
místico velo del valor. “La figura del proceso social de vida, esto es, del proceso material de producción, sólo
perderá su místico velo neblinoso cuando, como producto de hombres libremente
asociados, estos la hayan libremente
sometido a su control planificado y consciente. Una sociedad “regulada” sobre la base del cálculo del valor y del
precio como nos es presentada en el cartel general de Hilferding, no sólo es
incompatible con el mencionado pensamiento de Marx, sino también con todas las ideas fundamentales de
su sistema; en realidad es absolutamente impensable.
El hecho de haber sido el primero en
revelar exactamente las contradicciones inherentes basadas en el orden económico actual,
determinando los elementos que provocarán el inevitable hundimiento del mismo,
y de haber demostrado por tanto la imposibilidad de “regular” esta producción,
constituye un mérito científico imperecedero de Marx. Con esto logró objetivar
en el ámbito de la teoría económica, lo que desde tiempos inmemoriales apareció
ante los filósofos como la finalidad de todo conocimiento y que fuera afirmado
hace más de dos siglos por Leibnitz de la siguiente manera en carta a Coste en
1707 sobre la necesidad y la casualidad: “Siempre sostuve que el presente está
grávito de futuro, y que entre las cosas, por dimanantes las de futuro. (Carta a Coste en 1707. Sobre la necesidad y
la casualidad).
III. Henryk Grossmann y la actualidad de la teoría de Marx
Escuela de
Economía,
UMSNH
Adolfo
Lizárraga Gómez
Véase el muy completo estudio que al respecto hace Bo Gustafsson en su libro Marxismo yRevisionismo, Ed. Grijalbo, Barcelona, España, 1975.2 Véase al respecto, entre otros, la compilación de textos de algunos de los más relevantes teóricos de aquella época que Lucio Colletti hace en el libro El marxismo y el "derrumbe" del capitalismo, Siglo XXI Editores, México, 1985. También véase Bo Gustafsson, op. cit., por ejemplo. En el libro Karl Korsch, Pau/ Mattick, Anton Pannekoek, ¿Derrumbe del Capitalismo o Sujeto Revolucionario?, Cuadernos de Pasado y Presente, No. 78, se presenta opiniones más recientes (década de los años 30), con los teóricos más representativos. Jorge Tula, en su prefacio al libro de H. Grossmann, La Ley de la Acumulación y del Derrumbe del Sistema Capitalista, Ed. Siglo XXI Editores, México 1984, toma para este problema como referencia, principalmente, el artículo de Giacomo Marramao, Teoría del derrumbe y capitalismo organizado en las discusiones del extremismo histórico, incluido en esa misma compilación de textos de Korsch, Mattick y Pannekoek. También véase P. Mattick, Crisis y Teoría de las Crisis, Ed. Península, Barcelona 1977, sobre todo el Cap. 3, Los Epígonos, pp. 113-179.
.
La obra de Marx encuentra en Henryk Grossmann a uno de
sus más seguros preservadores. El trabajo principal de Grossmann La ley de la
acumulación y del derrumbe del sistema capitalista, aparece en la víspera
de la denominada «crisis del '29", y aunque no sea éste su tema
específico, una lectura seria de su libro tendría que situarse ante fenómenos
de esta magnitud.
Otro gran acontecimiento, más reciente, la
caída de los regímenes de corte socialista en Europa, ponen en discusión de
manera destacada la actualidad de la teoría de Marx. La propuesta de Grossmann
es discutir no sólo a Marx, sino incluso a sus seguidores y a quienes aún
le son contrarios, bajo dos ejes principales: el desarrollo de las fuerzas
productivas y la teoría de la ley del valor, para darle sentido al planteamiento
de una teoría sobre el desarrollo social en general y el capitalista en particular.
178 Economía y Sociedad. Año IV, No.
5. Enero-Junio
de 1999
Al morir Marx (1883) y luego Engels (1895)
el movimiento revolucionario en contra del capitalismo, parece quedar acéfalo.
Su obra queda como monumento extraño o aparición metafísica que engaña a quienes
se les aparece, y es movida de extremo a extremo entre la "maldad"
y la "bondad" ; para algunos, está convertida en el oráculo al cual
se le va a pedir verdades definitivas y para otros se ha convertido en un
paradigma al que había que superar.
La escuela que dejaron Marx y Engels, pero
principalmente el primero, ha contado y cuenta con muchos discípulos hasta
la fecha. Algunos, como Eduard Bernstein, llamaron a la revisión de los postulados
de Marx1 • Otros, creyendo defenderlos, erraban por otros caminos, etc.
En fin, el debate era particularmente
rico a fines del siglo pasado y principios de éste, sobre todo en Europa,
ligado a los movimientos revolucionarios de la época (Polonia, Rusia, etc.),
por lo que los teóricos socialistas de entonces se enfrentaron en forma viva
a la alternativa del llamado" derrumbe" del capitalismo 2
En este panorama intelectual surge Henryk
Grossmann, un personaje, digamos, muy solitario, poco tratado y, por si fuera
poco, mal interpretado en la mayoría de los casos. Sin embargo, Grossmann
realizó, desde nuestro punto de vista, uno de los trabajos más serios, además
de eruditos, sobre el desarrollo del modo de producción capitalista, desde
la perspectiva de Marx, y en esa perspectiva habría que tratarlo.
Sobre todo, tomando en cuenta que en la actualidad, con la
caída del llamado "socialismo real" como sistema de relaciones sociales
en los países del Este europeo, está en proceso de desintegración una especie
de marxismo "institucionalizado" que contribuyó a la llamada "guerra
fría", dejando "desamparado" a lo que queda de ese socialismo,
que principalmente se desarrolla en América (Cuba) y en algunos países de
Asia (Corea del Norte y Vietnam del Norte).
No intentamos hacer renacer algo que no
tiene sentido sino, en todo caso, aprovechar la oportunidad para replantearnos
la teoría de Marx, sobre la base de la idea de que la caída del "bloque
socialista" constituye el fracaso del marxismo en el mundo y con ello
la supuesta demostración de que esta teoría (además de "falsa" y
"malintencionada", como siempre se le ha querido ver) no es la adecuada
para el mejor desarrollo humano, por lo que sería absurdo "volver a Marx".
Creemos que un debate serio sobre esta cuestión debe iniciar poniendo de manifiesto
nuevamente aquellos postulados fundamentales de la teoría de Marx, que pretendían
no sólo explicar, sino oponerse al discurso moderno, propiamente capitalista,
y, por consiguiente, comprobar si consiguió este objetivo, su actualidad y,
en su caso, su radicalidad.
Si bien es cierto que Grossmann "pertenece"
también al pasado, su teoría constituye un caso ejemplar (tal vez el más completo)
de replanteamiento del discurso de Marx; Grossmann constituyó durante las
décadas de los años 20 y 30 de este siglo que termina, una gran "vuelta
a Marx", que se había perdido desde la muerte de Lenin, evento que significó
en Europa la decadencia del marxismo militante y el surgimiento del "marxismo"
tiránico al estilo stalinista. ¿Cuál sería ese planteamiento grossmaniano
que contribuye a este rescate del marxismo y, con él, de la discusión sobre
su actualidad?
180 Economía y Sociedad. Año IV, No. 5. Enero-Junio de 1999
El discurso
revolucionario
Tendríamos que comenzar por la forma inmediata
de la teoría de Marx, es decir, por la caracterización de su discurso. Es
de todos sabido que la principal obra de Marx, El Capital, es una teoría
crítica, lo cual consiguió mediante una actitud crítica, hacia la realidad,
principalmente, la social. Pero el conjunto de la actividad teórica de Marx,
no sólo quiso ser una actividad negativa o destructiva,
En su obra principal, La ley de la
acumulación y del derrumbe del sistema capitalista, Grossmann intentó
seguir esta perspectiva de Marx, por ello en la introducción de ese libro
comienza por plantear el método que seguirá para llevar a cabo estos dos pasos
característicos de quien pretende aportar algo a la sociedad. Posteriormente,
en el primer capítulo de su obra, lleva a cabo una crítica al discurso tanto
socialista como no socialista (burgués), adoptando con ello esa actitud crítica,
inicial, y, a partir del segundo capítulo de su obra, inicia su parte positiva,
prepositiva, creativa.
IV. HENRYK GROSSMANN Y LA ACTUALIDAD DE LA TEOR(A DE MARX 181
¿Pero qué es lo que Grossmann, en general,
critica y qué es lo que en general aporta? Grossmann intenta en todo momento
rescatar la teoría de Marx, sobre todo de su obra central: El Capital.
El libro de Grossmann decíamos
aparece en la víspera de uno de los grandes acontecimientos de este siglo
para el mundo moderno: la gran crisis económica que inicia en 1929 y se extiende
hasta más de la mitad de la década de los años 30. Y mientras algunos, como
John Maynard Keynes, se debatieron por contener esa crisis y evitar las posteriores,
en Grossmann encontramos ya una propuesta de explicación del porqué acontecimientos
como ése tienen lugar en el sistema capitalista; para él, tales
acontecimientos críticos son parte constitutiva, esencial, del capitalismo.
Al intentar
esta
explicación, Grossmann ve necesario realizar una teoría sobre el desarrollo del
capitalismo, algo que aún hoy en día está olvidado cuando se trata de hablar de
este sistema de relaciones sociales.
Esta es la
primera aportación de Grossmann al rescate de la teoría de Marx, la del concepto
de desarrollo como parte central y general de la teoría social. Pero, como
vemos, no se trata de levantar plegarias a un santo o a un Dios, Grossmann,
por el contrario, lleva a cabo su trabajo tratando de apegarse a la realidad,
por lo que el concepto de desarrollo no sólo se aprecia en la realidad, digamos,
cósica, sino también en la teoría, buscando, en primer término, su coherencia,
su fidelidad a sí misma, y su coherencia en tanto apego a los acontecimientos
y fenómenos sobre los que habla.
Esta forma de entender la teoría, permite
a Grossmann distinguirse de la teoría socialista que le antecede, ejemplarmente
la de Kautsky, 3 Con la excepción de Rosa Luxemburgo, en quien el concepto
de desarrollo estaría presente: "El gran mérito histórico de Rosa Luxemburgo
—escribe Grossmann—- fue que permaneciera fiel al pensamiento fundamental
de El Capital ... e intentara apuntalarlo a través de la demostración
de la existencia de un /Imite económico absoluto para la continuación
indefinida del desarrollo del modo de producción capitalista". H. Grossmann
La ley de la acu., cit., p. 18. Grossmann criticará a Luxemburgo, por
lo tanto, en otros puntos, referidos a la situación del proceso de producción
y la del intercambio en el desarrollo del capitalismo. (182 Economía
y Sociedad. Año IV, No. 5. Enero-Junio de 1999 a quien le va
a dedicar en La Ley de la Acumulación un apartado especial).
El concepto de dialéctica se había venido identificando
con el concepto de "evolución", lo que lleva a pensadores como Kautsky
a la idea de "superación", con lo cual el movimiento revolucionario
corre un grave riesgo. El concepto de "evolución" como "superación"
puede no diferenciarse de las intenciones contrarias a las revolucionarias,
digamos, pro-capitalistas, quienes lo entienden como" mejoramiento",
tratando de evitar un cambio radical en el sistema de relaciones sociales.
Mientras que para la teoría revolucionaria al estilo de Marx y de Grossmann,
la dialéctica es un proceso de cambio permanente, del cual no está exento
el capitalismo, de ahí que para ellos es posible concebir que necesariamente
va a ocurrir una decadencia de lo existente para dar paso a algo radicalmente
nuevo en la forma de llevarse a cabo las relaciones sociales. Sin este "matiz",
los revolucionarios, que se encontraban en la disputa contra los "reformistas",
con conceptos como el de "evolución" no podían evitar caer en esa
misma posición que criticaban.
Es también cierto que la de Grossmann
constituiría una posición más "cómoda" respecto al marxismo que
le antecedió, un marxismo propiamente militante, mientras que el de él, fue
un marxismo, digamos, académico, estudiado y elaborado en su mayor parte en
un escritorio, sin embargo, esto no demerita su trabajo y el conjunto de sus
propuestas. En primer lugar, porque el trabajo científico no implica una posterior
lucha" práctica", militante, o de aplicación inmediata; esto
no es posible (la realidad no salta de los libros, sino a la inversa, decía
Marx en la Introducción de 1857), sino que el hecho del conocimiento
y manifestación del objeto que se conoce, es ya el principio —por lo menos
en términos sociales—, de una posición revolucionaria, si es llevada a cabo
en la plenitud de la crítica y la creatividad, como hemos venido señalando;
la teoría económica que Marx llamó vulgar, por ejemplo, —y que fue
la que más criticó Grossmann por su parte—, hace las veces de un señor de
un taller, intentando arreglar el objeto descompuesto, con la intención de"
renovarlo", y al elaborar sus discursos aparentan arreglarlo todo,
pero funcionan por coincidencia, es decir, su teoría no tiene nada que ver
con la realidad, no capta el objeto, no lo conoce y ni lo describe como es
y, a partir de ello, lo que será, sino como le gustaría que fuera —pero sin
tomar en consideración la legalidad del objeto, para decirlo con Hegel—, creyendo
e intentando hacer creer que sus propuestas son las extraordinarias medicinas
para curar y las herramientas indispensables con las que se hará marchar bien
aquello que se encuentra en problemas, en decadencia, y esperan que la casualidad
les de la "razón", que todo vuelva a ser como antes, se atienen
al azar.
V. HENRYK GROSSMANN Y LA ACTUALIDAD DE LA TEOR(A DE MARX 183
No quieren ver que no se trata de “reparar’’,
porque ni siquiera puede repararse, es decir, no se puede hacer eterno aquello
que no puede serlo, en otras palabras, no tienen noción del desarrollo. No
tocan para nada el objeto que pretenden hacer creer que tocan, por lo tanto,
ni lo conocen, ni saben con precisión que herramientas se requieren para trabajar
con él ni, mucho menos, logran su transformación. La ciencia debe ser creativa,
tocar el objeto, describirlo, idear-si es que no existen las herramientas
con que se transformará y luego transformarlo.
La economía política, por su parte, se
habría quedado en el proceso del conocimiento (a donde ni siquiera ha llegado
la economía vulgar)5, Marx avanzaría respecto de ella en el Descubrimiento
y la elaboración de las herramientas de transformación, y sólo pudo lograr
la transformación en proyecto, es decir, en teoría, en idea, en el discurso,
y de una manera inacabada, sin pulir, lo que se desprende de que los dos últimos
libros de su obra magna hayan quedado incompletos: Véase Adolfo
Sánchez Vázquez: “Filosofía de la praxis” Grijalbo, Barcelona, 1980, sobre todo el capítulo 1 de la Primera Parte,
que está dedicado a la praxis en Hegel. Es esta edición, pp. 55-83.)
<<Para dejarlo en claro de una vez
por todas, digamos que entiendo por economía política clásica toda la economía
que, desde William Petty, ha investigado la conexión interna de las relaciones
de producción burguesas, por oposición a la economía vulgar, que no hace más
que deambular estérilmente en torno de la conexión aparente, pero ocupándose
sólo de ofrecer una explicación obvia de los fenómenos que podríamos llamar más
vastos y rumiando una y otra vez, para el uso doméstico de la burguesía, el material
suministrado hace ya tiempo por la economía científica. Pero, por lo demás, en
esa tarea la economía vulgar se limita a sistematizar de manera Pedante las
ideas más triviales y fatuas que se forman los miembros de la burguesía acerca
de su propio mundo, el mejor de los posibles, y a proclamarlas como verdades
eternas>>. (K. Marx: “El
Capital”, Tomo 1, Siglo XXI Editores, p. 99c. 184 Economía y Sociedad. Año IV, No. 5. Enero-Junio
de 1999).
El científico vive, practica diariamente, y mientras
más abierta sea su posición, más campo abarcará y mayor será la posibilidad
de descubrir el objeto sobre el que elaborará su teoría; es muy importante,
en este sentido, el afán crítico y creativo, para no quedar preso en ninguna
posición totalmente de “izquierda” o de “derecha” (Sánchez Vázquez),
“definidos”, para poder llegar a conclusiones nuevas, a creaciones. Tal vez
sea ésta una de las principales razones por las cuales Grossmann pudo elaborar
por completo la hoja que le habría faltado al libro segundo de El Capital
y que habría confundido a Rosa Luxemburgo, y poder tratar además otros
temas específicos de la obra de Marx, presuntamente dejados de lado, como
el de la conversión de valores en precios, etc. 7
Así, Grossmann es un ejemplo de creatividad
movido por la crítica, aun cuando su posición y perspectiva pudieran ser consideradas
como cerradas o limitadas, como sería el caso de “encasillarse” en un pensamiento
particular, en su caso, el de Marx. Debemos entender, en todo caso, que Grossmann
llevó a cabo su trabajo sobre la base de la obra de Marx, y sobre esa base
pudo ser propositivo y creativo y demostró que se puede serlo. Pero aquí nos
topamos con otro problema.
¿Cómo hacer manifiesto el carácter propositivo
de la teoría de Marx? Y, aún más: ¿mo comprobar que ésta es actual, si el
ser críticos y creativos no lo fuera? Y ¿cómo demostrar que no se trata de
un conjunto de dogmas? “Vaya esto sólo como evidencia de la estatura de nuestro
autor”. B. Echeverría, op. cit. P. 186. Esta construcción la había
hecho Grossmann en su artículo La producción del oro en el esquema de reproducción
de Marx y Rosa Luxemburg, incluido en Ensayos sobre la Teoría de las
Crisis, cit. Pp. 102-132, y donde habla sobre esta confusión y mala interpretación
de Luxemburgo de los esquemas de reproducción de Marx; más adelante hablaremos
específicamente de este escrito de Grossmann.
Véase el libro Ensayos sobre la Teoría
de las Crisis, que hemos venido citando, por ejemplo. 8 Compartimos el
señalamiento de Bolívar Echeverría –véase La discusión de los años veinte
en Torno a la crisis: Grossmann y la teoría del derrumbe. En Pedro
López Díaz (coordinador), La crisis del capitalismo, teoría y práctica.
Siglo XXI Editores, segunda edición, México, 1987. Grossmann no fue el
único que logró esta meta, y muy probablemente tampoco es él el más brillante,
pero este constituye un tema aparte, que tampoco demerita la obra de Grossmann
y lo que henos venido hablando en su favor hasta aquí.
La principal obra de Grossmann, La
ley de la acumulación y del derrumbe del sistema capitalista, que ya
citáramos, constituye un esfuerzo, decíamos, de creatividad basada en la
crítica, y surge en un momento muy oportuno para que por lo menos se le echara
un vistazo, dado que el segundo gran fracaso (el primero fue la primera guerra
mundial) de la modernidad hacía su aparición: la gran crisis económica de 1929.
Lo malo es que se trataba de una obra presentada por un académico, judío,
polaco y crítico al sistema.
La teoría del desarrollo de Grossmann,
por otra parte, pretende ser crítica, negativa, a la teoría “evolucionista”
marxista y a la “supurativa” al estilo de la economía vulgar, que le antecedió
y a la que le era contemporánea. Pero para poder llevarla a cabo tuvo que
volver a Marx, demostrando que éste iba más allá de sus propios seguidores
y de la economía política, y que dejaba como herencia los elementos fundamentales
para la construcción de esta teoría del desarrollo, particularmente del sistema
de relaciones sociales capitalistas.
Y es que a un teórico del desarrollo le
tocaba tomar al objeto sobre el que teoriza y describirlo esencialmente, es
decir, ponerlo de manifiesto tal y como es, tocando todos los puntos
que le son esenciales, de tal suerte que todos esos puntos que aparecen fenoménicamente
ante los ojos de todos (la intervención del Estado en la economía, el mercado
mundial, el desarrollo de las fuerzas productivas —o desarrollo tecnológico
y mano de obra capacitada—, el desempleo, las crisis, la inflación, la lucha
obrera por reivindicaciones sociales, etc.), ya no son casuales, accidentales,
sino que forman parte y son necesarios a ese cuerpo total. Así, el gran esfuerzo
que realiza Grossmann en su libro principal es un intento por explicar de
manera total los elementos fundamentales y esenciales al sistema capitalista
desde la teoría de Marx, y, por otra parte, intenta avanzar sobre aquellos
aspectos críticos que 186 Economía y Sociedad. Año IV, No. 5. Enero-Junio
de 1999 aparentemente Marx habría dejado de lado, trabajo que puso
de manifiesto en escritos posteriores y aun paralelos a la Ley de la acumulación,
tales como los ya citados relativos a la conversión de los valores en
precios, la reconstrucción de la hoja faltante al libro segundo de “El Capital”, la crítica a las teorías de las fases del desarrollo
del capitalismo o las teorías evolucionistas, o aquellas que tratan sobre
el socialismo y el fetichismo.
Detengámonos aquí un momento a revisar,
aunque sea de manera muy rápida y sintética, estos escritos, principalmente
aquellos que aparecen en el multicitado libro titulado Ensayos sobre la
Teoría de las Crisis, con el fin de hacer un reconocimiento a nuestro
autor y dejar a la consideración del lector la actualidad del pensamiento
de Grossmann y, en el fondo, el de Marx. En el primero de estos artículos
(según aparecen en los Ensayos), publicado por primera vez en Archive
für die Geschichte des Sozialismus und der Arbeitrbewegung, bajo la dirección
de karl Grümberg, en 1929, y que se titula “ Modificación del plan originario
de la estructura de “El Capital” de Marx y sus causas” , Grossmann expone lo que
él considera las partes esenciales que debe contener el método de investigación
y exposición de cualquier objeto real por estudiarse, para darle a esos estudios
precisión científica, y en particular, expone el método que Marx habría utilizado
en sus investigaciones. Para Grossmann, el cambio de plan originario de la
obra cumbre de Marx, no significa que éste haya desechado los temas que antes
le ocuparían un libro cada uno, sino 9 Véanse los escritos que aparecen en
Ensayos sobre la teoría de las crisis, cit.” El discurso crítico de
Marx encuentra en Grossmann un culminador, un completador, en el entorno
y de acuerdo a las condiciones del capitalismo que le tocó vivir’’. Bolívar
Echeverría, op. cit, p.174. En este texto, Bolívar Echeverría da un
sumario de los artículos de Grossmann que aparecen en Ensayos sobre las
teorías de las crisis y que constituye
un texto introductorio a un seminario que impartiría en la Facultad de Economía
de la UNAM –del cual, desgraciadamente, no poseemos testimonio alguno-, y
advierte que en esta ocasión dejará para después la exposición de la obra
principal de Grossmann La ley de la acumulación y el derrumbe del sistema
capitalista. Comparto en general la posición de Echeverría, por lo que
se verá en el desarrollo de este artículo.
VI. HENRYK GROSSMANN Y LA ACTUALIDAD DE LA TEORIA DE MARX 187
Que Marx decidió exponerlos de otra manera, obteniendo
como resultado los tres tomos de El capital y las Teorías sobre
la plusvalía. Este cambio en el plan de la obra de Marx es, para Grossmann,
un giro metodológico “íntimamente ligado con el descubrimiento del esquema
marxiano de la reproducción.”1º El esquema de la reproducción constituye,
para Grossmann, el nexo metodológico necesario de todos los problemas que
trata Marx en El Capital y le permite a Marx formularse el problema
que consiste en cómo medir el valor de cambio y la valorización, que constituye
el fin inmediato de la producción capitalista. De esta forma, en este artículo,
Grossmann supone el doble carácter del trabajo dentro del capitalismo, según
el cual la producción capitalista no es sólo producción de valores de uso,
sino también y sobre todo, producción de valor y plusvalor.
El segundo artículo de estos ensayos
fue publicado por vez primera en la Zeitschrift für Sozia/forschung, en
1929, que fue la publicación del Institut für Sozia/forschung (Instituto
de investigación Social) en Francfort (llamado también, Escuela de
Francfort), cuando éste se encontraba ya bajo la dirección de Max
Horkheimer, y es titulado “La transformación de los valores en precios en Marx
y el problema de las crisis”. En este ensayo, Grossmann plantea que el esquema
de la reproducción, es sólo el punto de partida de la historia capitalista y
por lo tanto lo debe ser del análisis de este sistema. Sin embargo, en la
realidad capitalista el regulador de la producción y circulación actual son los
precios de producción, razón por la cual el análisis del capitalismo, en un
segundo momento, debe partir de los precios de producción y no de los valores,
momento este que constituye el complemento esencial necesario para comprender
en su totalidad el fundamento del desarrollo capitalista.
El tercer
artículo de los Ensayos, fue publicado por primera vez en Festchrift
für Carf Grümberg zum 70 Geburtstag, en 1932, y se titula 10 “Modificación
del plan originario de la estructura de “El Capital” de Marx y sus causas”.
En Ensayos sobre la teoría de las crisis, cit., p. 48. 188 Economía
y Sociedad. Año IV, No. 5. Enero-Junio de 1999. 11 La producción
del oro en el esquema de reproducción de Marx y Rosa Luxemburg”. Aquí Grossmann
hace una crítica a Luxemburgo quien consideró que, debido al extravío de una
hoja del segundo tomo de “El Capital”, referida al esquema
de la reproducción, Marx no habría contemplado el dinero en dicho esquema,
lo cual lo dejaba incompleto. Ella trata de arreglar el esquema y le incluye
un tercer sector en donde estaría contemplado el dinero. Grossmann, por su
parte, hace un intento de reconstrucción de esa hoja perdida siguiendo la
lógica del texto de Marx11, y llega a la conclusión de que no contempló al
dinero en el esquema, por no tratarse de un producto productivo ni de consumo,
sino que sólo es un medio de circulación. En todo caso, si al dinero se le
identifica con el oro, cuando el oro se produce con fines productivos, entonces
deberá incluirse en el sector I del esquema, si se produce con fines consuntivos,
se incluirá en el sector 11. Pero si la producción del oro no contempla ninguno
de estos fines, sino que se produce con el fin de que aparezca como dinero
entonces II la producción del oro significa una reducción de la escala
de producción de las mercancías” 12• El cuarto artículo se publicó en
Archiv für die Geschichte des Sozíalismus und der Arbeíterbewegung, en
1928, y se titula II Una nueva teoría sobre el imperialismo y la revolución
social”, se trata de un artículo escrito directamente contra Fritz
Sternberg, y sirve a Grossmann para plantear una crítica
a los teóricos que encontraron supuestas deficiencias en la obra de Marx,
y pretendieron superarlas sin éxito, deformándola.
Sternberg además, habría deformado la
teoría de Rosa Luxemburgo, a pesar de querer seguirla. Tanto en Marx como
en Luxemburgo, el capitalismo produce las condiciones para la existencia del
socialismo, y estas condiciones tienen su base en la economía que 11 De hecho,
Grossmann habría conseguido esa reconstrucción según Bolívar Echeverría,
como apuntamos más arriba, lo cual nos da mayores argumentos para esa ‘vuelta
a Grossmann” que Echeverría propone. Véase B. Echeverría, op. cit. P.
186.12 ‘La producción del oro en el esquema de reproducción de Marx y Rosa
Luxemburg”, en Ensayos sobre la teoría de las crisis, cit., p. 120.
VII. HENRYK GROSSMANN Y LA ACTUALIDAD DE LA TEORÍA DE MARX 189
Determina
la historia del capitalismo. Estas condiciones basadas en la economía, imposibilitan
que la clase capitalista se mantenga en el poder, y entonces el proceso revolucionario
se fortalece. Sternberg alude a cuestiones de partido, intelectuales, el socialismo
“depende de la ‘elección’ del momento en que ha de estallar, de la actitud
tomada por los intelectuales y ‘de la justa conciencia’ independiente de la
lucha de clases.”13 Para Grossmann, el considerar a la economía en la base
del desarrollo capitalista, es identificar a este sistema históricamente;
ahí se encuentra la especificidad histórica del capitalismo, y por lo tanto
es comprender la concepción materialista de la historia de Marx; con esa base
también se puede comprender con precisión científica el derrumbe del sistema
capitalista.
Por último, el quinto artículo de esta
serie, se publicó en Nueva York en The Journal of Politica/ Economy, en
1943 (el original está en inglés), y se titula “La reacción evolucionista
contra la economía clásica”. Aquí, Grossmann hace un poco de historia sobre
la formación del concepto revolucionario de desarrollo del capitalismo en
Marx, concepto que provendría de tres teóricos franceses socialistas:
Condorcet, Saint-Simon
y Sismondi, “de ciertos elementos de
la filosofía de la historia de Hegel”. 14 Sir James Steuart
es el primero que intenta “enfocar de una forma evolucionista los problemas
económicos”; en su opinión el investigador debe utilizar la deducción y la
inducción, basado en la observación, sin concretarse a la mera descripción,
“debe ‘convertirse en un ciudadano del mundo”’, universal 15. Richard Jones,
atacó de los economistas “duramente sus intentos por deducir leyes económicas
válidas para todas las épocas y para todos los países”16.
Los teóricos franceses que aquí considera
Grossmann, se “oponían al 13 “Una nueva teoría sobre el imperialismo y la
revolución social», en Ensayos sobre la teoría de las crisis, cit.,
p. 156.
14 “La
reacción evolucionista contra la economía clásica”, en Ensayos sobre la
teoría de las crisis, cit., p. 232. 15 /bid., p. 221. 16 /bid, p.
223. 190 Economía y Socíedad. Año IV, No. 5. Enero-Junio de 1999 opresivo
sistema social existente ya que no identificaban el progreso con la
consolidación del dominio de la clase media. Más bien todo lo contrario.” Marx
estaría” más vinculado al pensamiento francés que a Hegel”. Esto es debido a
que Hegel, “rechaza implícitamente el concepto que sirve de base a cualquier
teoría genética del desarrollo.” 17 Según Grossmann: “Para Hegel la historia
del mundo consiste en el desarrollo de la idea de libertad dentro de la conciencia
del hombre, y es precisamente este desarrollo de la conciencia lo que
determina los cuatro niveles principales alcanzados por los diferentes pueblos:
el mundo oriental, el griego, el romano y el mundo germánico” 18 • En cambio: “
Para Marx, el desarrollo es un proceso objetivo de la historia en el que cada
periodo histórico o estructura social está marcada por tendencias objetivas
específicas, puestas de manifiesto por la naturaleza de los instrumentos
tecnológicos y por la organización social del trabajo en el uso de dichos
instrumentos” 19. Estos tratados temáticos, fueron concebidos por Grossmann en
el curso de las investigaciones que lo llevaron a su obra principal, pero que
no sólo no desviaron sustancialmente su contenido lógico, ni aun publicándose
después de la aparición de esta obra. Cabe mencionar que Grossmann no
consideraba acabadas sus investigaciones con la publicación de La ley de la
acumulación. Podemos leer en la introducción de ese libro, que La ley de
la acumulación forma parte de una obra más extensa, dirigida a plantear la
tendencia del desarrollo del capitalismo, según Grossmann entendió “la teoría
marxiana” 20. Sin embargo, problemas de carácter político no le permitieron
concluir su proyecto21, por lo cual nos tenemos que conformar 17 /bid., p.
199.
18 /bid.,
p. 234. 19 /bid., p. 235. 20 La ley de la acumulación., cit.,
p. 3. 21 En ninguno de los textos de Grossmann conocidos en español, como
son los compilados en Ensayos sobre la teoría de las crisis, ni tampoco
en el texto Marx, la economía política clásica y el problema de la dinámica
– el cual tuve la oportunidad de leer en italiano, y también la traducción
de HENRYK GROSSMANN Y LA ACTUALIDAD DE LA TEOR/A DE MARX 191con
La ley de la acumulación, que es su obra más completa y nos permite
conocer su concepción de una manera amplia De La Ley de la acumulación
y del derrumbe del sistema capitalista.
Principales
postulados
Grossmann
elabora esta obra durante los años en que guardaba magníficas relaciones con la
Escuela de Francfort: fungía como colaborador de su director, Carl Grümberg,
y ocupaba un puesto de Profeción (inédita) que de esta versión hizo mi amigo
Antonio Sánchez-, se menciona nuevamente esta obra. Por la correspondencia que
Grossmann mantuvo con P. Mattick entre 1931 y 1937, publicada en español en los
Ensayos sobre la teoría de las crisis, sabemos que Grossmann aún tenía
pensado la publicación de la referida obra. En junio de 1931, desde Francfort,
le escribe Grossmann a Mattick: “El compañero Kristen Suanum desarrolla también
la cuestión de las contratendencias. ¿Son capaces de superar las crisis
siempre que aparecen? Yo no he dejado de plantearme esta pregunta. En parte ya
la he respondido en mi libro, en parte la incluiré en el segundo libro.” Cartas
de Henryk Grossmann a Pau/ Mattick sobre la acumulación, en Ensayos
sobre la teoría de las crisis, cit., p. 251. Sin embargo, también en esta
colección epistolar, Grossmann le refiere a Mattick problemas que le acarrearon
el fascismo y su economía personal, además de trabajos urgentes, todo lo cual
pudo ser la causa de que ese “segundo libro” no se publicara. Por ejemplo, el
17 de junio de 1933, escribe Grossmann a Mattick: “Usted sabe que en Frankfurt,
me confiscó la policía dos cajas llenas de manuscritos muy valiosos, fruto de
10 años de trabajo. Sólo ahora he logrado, gracias a unas intervenciones
diplomáticas, que me las devolvieran. Espero que me lleguen en unas dos
semanas.” /bid., p. 261. No se sabe a ciencia cierta si esta devolución
se concretó. Un año y medio después, el 2 de octubre de 1934, le escribió Grossmann
a Mattick: “Hace poco escribí para nuestra revista (Grossmann se refiere a la Zeitschrift
für Sozialforschung, de la Escuela de Francfort, a la cual hiciéramos
referencia más arriba; ALG) un ensayo titulado El capitalismo del
renacimiento y los comienzos de la mecánica moderna. En Belgrado ya estaba
en prensa La modificación del plan de Marx de El Capital, que debía
publicarse al mismo tiempo que la traducción del segundo libro de El
capital. También el manuscrito de 50 alfos de lucha estaba listo y debía
aparecer en septiembre. Pero esta semana se hizo una requisa en la casa de la
señorita Mare Fran; no la arrestaron, pero confiscaron mi correspondencia con
ella, las pruebas de imprenta y los manuscritos.” /bid., p. 269. En otra
carta, poco más de cuatro meses después, el 19 de febrero de 1935 desde París,
se refiere también a un segundo libro, al cual tenía abandonado: “ … a esta
altura quisiera volver a dedicarme a mi 11 volumen sobre la reproducción simple.
Al realizarlo no centraré tanto mi atención sobre la sistemática, y
En el
apéndice quisiera 1) abordar el problema de la crisis mundial; 2) tratar
también algunas críticas importantes que han hecho a mi libro.” /bid., p.
272. En fin, la obra principal que Grossmann promete, es un misterio.
192 Economía y Sociedad. Año IV, No. 5. Enero-Junio de 1999
En su libro Grossmann “recoge y desarrolla las clases” que impartió durante 1927 y 1928” Al igual que los socialistas que le precedieron y los de su tiempo, Grossmann pensaba que el capitalismo se derrumbaría, esto es lo se propone demostrar en La ley de la acumulación, enfrentándose a toda aquella teoría y también a la no socialista, desde la perspectiva de la teoría de la ley valor de Karl Marx, a la que consideraba “teoría del derrumbe”. La discusión sobre el derrumbe del capitalismo comenzó 30 años antes de que se publicara el libro de Grossmann, Heinrich Cunow y Eduard Bernstein comenzaron esta discusión en 1898; algunos autores como Paul Mattick o Karl Korsch , consideraban que esta discusión fue iniciada por Federico Engels; la Segunda Iternacional se debatió al respecto al igual que los llamados “conseja listas” , etc. De los pensadores más reconocidos de aquel tiempo, algunos como Rosa Luxemburgo, creían junto a Cunow en el derrumbe básicamente económico del sistema, como producto de su propia naturaleza. Por otro lado, estaba la gran mayoría del pensamiento revolucionario de la época, quienes, junto a Bernstein, pensaban que económicamente no se derrumbaría el sistema, sino —en todo caso— mediante el movimiento revolucionario consciente de la clase obrera. Las distintas concepciones, se debatían entre estos dos aparentes extremos, teniendo como de los pensadores más reconocidos de aquel tiempo, algunos como Rosa Luxemburgo, creían junto a Cunow en el derrumbe básicamente económico del sistema, como producto de su propia naturaleza. Por otro lado, estaba la gran mayoría del pensamiento revolucionario de la época, quienes, junto a Bernstein, pensaban que económicamente no se derrumbaría el sistema, sino —en todo caso—- mediante el movimiento revolucionario consciente de la clase obrera. Las distintas concepciones, se debatían entre estos dos aparentes extremos, teniendo como punto de referencia el derrumbe del capitalismo; de uno y de otro lado, la discusión no lograba unir ambos factores.
Por un lado, Cunow y Luxemburgo, principalmente, sostenían
que el sistema se derrumbaría por problemas de realización del plusvalor,
tomado como problema, pues, la circulación del plusvalor: basta con que el
capitalismo ya no encuentre espacios de realización del plusvalor para que
se derrumbe, este sería un problema propiamente económico al fin. Del otro
lado Bernstein, Kautsky, Tugan-Baranovski, Otto Bauer, etc., no consideraban
esta posibilidad como la causa irremediable de dicho derrumbe, por el contrario
en lo económico siempre veían “progreso” y aumento del bienestar, por lo que,
en todo caso, el derrumbe sería consecuencia de una decisión obrera que, a
pesar del progreso, llevaría a cabo un proceso revolucionario para derrumbar
al sistema. En resumen, los que pensaban que el derrumbe del capitalismo tendría
causas económicas, daban razones “objetivas”, mientras que la otra posición,
la del movimiento obrero, le otorgaba al fenómeno del derrumbe, causas “subjetivas”
28. Estas posiciones dieron a pensar que la existencia y desarrollo contradictorio
del propio sistema, apareciera como mera intuición de los pensadores de la
época, o peor, como un puro dogmatismo, por no llamar necedad al pensamiento
sobre el derrumbe.
Grossmann pretende situar su teoría más
allá de estas concepciones. En él el sujeto y el objeto están unidos, pero
su relación social está mediada por la ley valor y la de la acumulación, y
le interesa demostrar que es ésta la posición de Marx en su obra y permite
comprender mejor el desarrollo del sistema capitalista, a diferencia de la
gran mayoría (si no es que en todos los casos) de los pensadores militantes
de su época: “Mientras que en el campo marxista —escribió Grossmann— hay una
literatura abundante sobre la revolución política, el aspecto económico de
la cuestión fue descuidado en el plano teórico y el verdadero contenido de
la teoría marxiana del derrumbe no fue comprendido”.
El que la ley del derrumbe se encuentre
en el centro del desarrollo capitalista, se debe, según Grossmann, a que el
capitalismo constituye una parte transitoria del desarrollo de las fuerzas
productivas. Las fuerzas productivas están constituidas por una parte histórica
(en donde se encuentra el capitalismo) y una transhistórica. Cuando se ha
llegado al punto del derrumbe, se entabla una lucha entre la forma social
histórica y aquel desarrollo que sobrevive a toda formación histórico-social.
Ahora bien, el desarrollo de las fuerzas productivas lo constituyen tanto el
progreso técnico como la “participación de la fuerza de trabajo en ese
desarrollo”.
La unidad de estos dos factores, constituye
la única posibilidad de que se realice la existencia humana, es decir, que
se lleve a cabo el proceso de trabajo, en tanto que en la parte técnica se
encuentran los medios de los que se sirve el hombre para producir aquellos
objetos que sirven para la satisfacción de sus necesidades. El capital rompe
con esta unidad de los hombres con los medios de producción y de satisfacción
de sus necesidades, convirtiéndolos en propietarios privados, teniendo, así,
por un lado a los dueños de esos objetos, mientras que, por el otro, a los
que no cuentan sino con su fuerza de trabajo, su constitución física y mental,
quedando estos últimos obligados a ofrecer sus capacidades en el mercado,
convirtiéndose así en mercancías, como condición para poder unirse con aquellos
medios que requieren para el consumo tanto productivo como subjetivo.
Esta separación radical entre el trabajador
y sus medios de producción constituiría el concepto de capital. Y es ahí donde
consigue el valor imponer su ley. ¿Cómo? Una vez que la fuerza de trabajo
se convierte en mercancía, en primer término, el trabajo es el medio de obtención
de valor y, mediante su explotación, produce cada vez más valor, es decir,
plusvalor. Pero el valor y el capital sólo llegan a imponer 30 La ley de
la acumulación, cit., p. 6.31 /bid., p. 387.
VIII. HENRYK GROSSMANN Y LA ACTUALIDAD DE LA TEORIA DE MARX 195
Su ley y a dominar el desarrollo de las
fuerzas productivas, cuando se lleva a cabo el siguiente proceso productivo
sobre esa base, es decir, cuando el valor se valoriza. La incorporación de
fuerza de trabajo en el proceso de la producción, posibilita al capital la
obtención de plusvalor. Pero el desarrollo tecnológico hace que en determinado
momento se lleve a cabo un proceso de expulsión de fuerza de trabajo del proceso
productivo, provocando con ello, por una parte, que se reduzca relativamente
la producción de plusvalor y, por otra, que la separación de los medios de
consumo de la fuerza de trabajo o de los sujetos, se haga cada vez más intensa:
los lanza a la miseria. En este límite se manifiesta que el capitalismo ha
dejado de cumplir con su misión histórica de desarrollo de las fuerzas productivas
y se convierte en un obstáculo para ese desarrollo pues, principalmente, está
excluyendo de los "frutos de la civilización" a "la fuerza
productiva más poderosa e importante, la fuerza de trabajo humana".
La expulsión de fuerza de trabajo del
proceso de producción, cabe mencionar, no sólo se da por el mejoramiento de
la parte objetiva de ese proceso, sino porque el tenerlos ahí significaría
la producción de tanto valor que no podría realizarse ni de valorizarse más
tarde, y con ello se lleva a cabo un proceso de sobreacumulación de capital,
que constituye el proceso de crisis. Para Grossmann, la consciente lucha de
clases es el punto conclusivo del desarrollo capitalista, aunque ésta siempre
acompaña a ese desarrollo en todo momento, pero se exacerban las contradicciones
de clase con el incremento de la miseria.
Así, para Grossmann —tratando siempre de seguir a Marx—, el límite del capitalismo es el propio capital, que el valor domine, es que se valorice, en cuanto no pueda ya valorizarse, dejará de dominar y el capitalismo se derrumbará, y es este un proceso en que se encuentran incluidos tanto medios de producción como la fuerza de trabajo, es decir, el conjunto de las fuerzas productivas. Es este concepto de fuerzas productivas, el que le permite a Grossmann no perder de vista la importancia, tanto de uno como de otro elemento del proceso de desarrollo y no caer en subjetivismos ni en objetivismos, como lo hacían los demás teóricos socialistas del capitalismo, ni a defender a ultranza lo indefendible, como sería el caso de los teóricos, digamos, no socialistas.
Muchos problemas quedan aún pendientes para el pensamiento sobre el capitalismo, y es que el capitalismo continúa aún hoy en día siendo el sistema dominante en el conjunto de las relaciones sociales. Uno de los mayores problemas es el de su caracterización, sobre todo tomando en cuenta que la multiplicidad de los fenómenos que lo constituyen, hacen que o se dé por sentada la propuesta marxista de que es la ley del valor y del desarrollo la que explica el conjunto del sistema capitalista, o hay que buscar otra ley y otra forma de explicarlo o, en el extremo, no es capitalismo el nombre que debe tener el sistema de relaciones sociales actuales y cada fenómeno que se presenta, (mercado internacional, guerras regionales o nacionales e internacionales, derechos humanos, derechos indígenas, maltrato a las mujeres y a los niños, falta de desarrollo en el campo mexicano, problemas ecológicos, etc.), constituye el problema fundamental por resolver para la mejor convivencia humana, y encuentran su explicación por sí mismos. Grossmann pensó, tratando de rescatar la obra de Marx, que todos estos fenómenos encuentran su explicación y su razón de ser fundamentalmente en la ley del valor, que garantiza la existencia del capitalismo como forma general de desarrollo social de la humanidad, en tanto conjunto de relaciones sociales entre individuos singulares y particulares:
Mientras haya capitalismo, existirá la ley del valor determinando su existencia. En esta discusión se enmarca, además, la posibilidad de un planteamiento alternativo al sistema. No es la posición de Grossmann, ni lo fue la de Marx la de imponer teoría alguna, es decir, convertirse en doctrina. Quienes estén de acuerdo con ellos o quienes no lo estén, tendrán que demostrar por qué sí o por qué no lo están. Si no se demuestra, mediante un esfuerzo tan gigantesco como el que ellos desarrollaron, tendremos teóricos "vulgares", repetidores, que no "piensan por cuenta propia", como dijo Marx.
Grossmann hizo un gran esfuerzo por demostrar
la vigencia de la teoría de Marx, de la teoría del valor. Bolívar Echeverría
ya habló de la importancia de "volver" a Grossmann, y no se trata,
como decíamos, de otorgar a una teoría mayor valor del que posee, haciéndose
miembro de una asociación política, por ejemplo, y poniéndole su nombre, sino
de conservar o, si no se tiene, adoptar una actitud crítica y creativa. Por
supuesto que para comprobar el planteamiento de Marx, tendremos que volver
la vista hacia nuestra vida diaria, la laboral, y buscar en ella sus postulados:
¿fuimos contratados capitalistamente? Si somos burócratas o profesores, ¿se
nos extrae plustrabajo, o esto sólo acontece en la industria? Y si sólo ocurre
en la industria, ¿es la industria determinante para la existencia de un conjunto
social y para individuos como nosotros? Y por lo tanto ¿tiene validez la teoría
del valor y el conjunto de los planteamientos de Marx? ¿Qué ocasiona el desempleo,
la migración, la pobreza en las comunidades indígenas, por ejemplo? ¿La ley
del valor?
¿Qué ocasiona la contaminación de los
lagos, la corrupción de los gobernantes o de las policías, el narcotráfico?
¿El valor, que ha impuesto su ley? ¿Continúa el dinero funcionando como medio general de obtención de la riqueza,
es decir, continúa mediando el valor?, etc. 35 Véase B. Echeverría,
Este no es un problema nuevo. Desde que Bernstein proclamó la revisión de
la obra de Marx, hubo que hacer múltiples aclaraciones sobre el método que
Marx habría utilizado para desarrollar su obra, y sobre lo que Engels tuvo
que discutir, una vez que no quedó sino él para defender a Marx con propiedad:
"La ley del valor", escribió, "tiene para la producción capitalista
una significación mucho mayor y determinada que la de una mera hipótesis,
para no hablar de una ficción, aunque fuese necesaria ( ... ) Ni Sombart ni
Schmidt... toman suficientemente en cuenta que no sólo se trata aquí de un
proceso puramente lógico, sino de un proceso histórico y su reflejo explicativo
en el pensamiento, de la consecución lógica de sus conexiones internas"
36. Esto seguramente se opondrá, por lo menos formalmente, a la concepción
de Grossmann del método de Marx, pero tampoco demerita los resultados generales
de las investigaciones de Grossmann. En resumen, Grossmann, constituye un
buen punto de partida para estudiar al capitalismo en su conjunto, como una
totalidad que se mueve de acuerdo con leyes generales, aunque éste aparezca
de manera desordenada, dada la multiplicidad de fenómenos que constituyen
y esconden su verdadera esencia, para que, para decirlo con Hegel, se vea
lo esencial de la apariencia, y todos esos fenómenos ya no aparezcan oscuros,
nebulosos, sino con una claridad que sólo el proceso creativo puede dar, en
el que Grossmann tiene un lugar privilegiado.
36 F. Engels, Apéndice y notas
complementarias al tomo 111 de El Capital. Incluido en el vol. 8 de El
Capital, Siglo XXI Editores, México, 1984. p. 1131. Es por supuesto muy
recomendable la lectura de este texto de Engels para tener una visión más clara
de la teoría marxiana del valor