La “democracia” bajo el capitalismo, es la
dictadura de la burguesía
Durante la etapa histórica del esclavismo, la tierra y el trabajo fueron las dos fuerzas productivas fundamentales, donde la producción de riqueza por mediación del trabajo humano explotado, estuvo determinada por la esclavitud, entendiendo al esclavo como una posesión animada bajo el poder omnímodo de todo propietario de tierra. Tal ha sido la definición aristotélica de la esclavitud. La idea por entonces de que haya seres humanos desposeídos de toda libertad, hoy nos parece una relación social aberrante e insostenible. ¿No hay acaso una fuerte contradicción ética en el fenómeno de la explotación de trabajo ajeno, cuando por el hecho de que un sujeto sea propietario de otro, se le haya permitido abusar de él hasta el extremo de causarle la muerte? Posteriormente bajo el sistema feudal en Europa entre los siglos IX y XV, el vasallaje que consistió en la relación de dependencia entre dos sujetos libres a través de la ceremonia del homenaje, el vasallo mantuvo una relación con su respectivo señor, mediante el pago de impuestos, fidelidad y otras relaciones de dependencia extraeconómicas, a cambio de que el señor le protegiera.
El
ascenso de la burguesía a finales de la época
feudal, fue asimilándose paulatinamente a la importancia fundamental de la
propiedad sobre cosas, que permitieron a la clase social dominante, un poder limitado sobre personas dependientes
que dieron origen al moderno proletariado. Al principio del capitalismo casi no
existía una regulación sobre la propiedad, transmisión y herencia de las
propiedades personales. Pero la creciente clase media
que acumulaba riqueza, pudo transmitirla
fácilmente mediante un testamento.
Con la Revolución Industrial
y el consiguiente abandono de la agricultura, el poder de los propietarios privados sobre sus
medios de producción se proyectó sobre las personas empleadas en la producción
con fines gananciales. Así las cosas,
la burguesía incipiente tras haber acabado con el absolutismo político de la
monarquía dinástica decadente durante la Revolución francesa en 1789,
propugnó el establecimiento de un gobierno republicano democrático, difundiendo
en 1791 por el mundo los ideales de libertad,
igualdad, fraternidad y soberanía popular. También divulgó
primordialmente el conocimiento de los derechos fundamentales de los
ciudadanos. Pero desde ese momento emprendió el proceso de auparse pugnando por
alcanzar su condición de la más moderna y poderosa
clase social dominante bajo el capitalismo y, dado el proceso
productivo con fines gananciales, convirtió aquel originario lema de la
Revolución Francesa en papel mojado
hasta todavía hoy.
Y
¿qué pensar
precisamente hoy bajo el capitalismo postrero, de quienes por ser propietarios de los medios de producción
y el dinero bancario, tras firmar
con sus empleados el contrato de trabajo, pasaron a ejercer sobre ellos
un dominio personal cuasi absoluto hasta todavía hoy, en virtud de esa
propiedad privada? Y es que desde los orígenes del capitalismo, la magnitud del salario percibido por
cualquier obrero a instancias del contrato
de trabajo con su respectivo patrón: 1) Está en relación con la medida económica inversamente proporcional a la plusvalía o ganancia obtenida por su empleador,
es decir, que al aumentar su ganancia disminuye relativamente el salario de su
empleado y viceversa y 2) Que el
límite mínimo del salario, está determinado por el mínimo histórico de los medios
de vida, que el obrero necesita para reproducir su energía y fuerza diaria de
trabajo, en condiciones de uso óptimo, necesidades que varían en cada momento y
lugar. Pero hay más, porque 3) Bajo
tales circunstancias, el límite máximo del salario también está objetivamente determinado por el poder
que los patronos ejercen sobre sus subordinados, a instancias de la
propiedad privada sobre sus medios de producción y el dinero bancario, de modo
que cualquier aumento del salario, sólo es posible, en tanto y cuanto no
disminuya la masa de plusvalor producido, que haga descender relativamente esa
ganancia y el capitalista entre en pérdidas e inicie el proceso de desinversión
productiva material, dejando a sus asalariados en el paro que les genera la
miseria relativa más absoluta. Tal como así ha venido sucediendo.
Dicho esto
con más precisión, la cosa se explica así: el incremento de los salarios reales
del trabajador empleado, encuentra su límite máximo en el mínimo plusvalor o
ganancia de su patrón, compatible con la rentabilidad del capital vigente en el
mercado, mientras que el mínimo salario relativo del empleado, está determinado
por el costo laboral compatible con el mayor rendimiento de su trabajo en
términos gananciales. Entre estos dos límites queda fijado el campo de la
relación entre las dos clases
sociales universales, en pugna por la participación en la productividad
del trabajo dentro del sistema capitalista. Teniendo en cuenta todos estos
elementos, siguiendo a Marx comprobaremos que durante cada jornada de trabajo,
el valor de la fuerza desplegada por el asalariado y la plusvalía obtenida por
el patrón, fluctúan dentro de unos márgenes estrictamente acotados. Si nos
salimos de ellos en cualquier supuesto con visos de realidad, estaremos
violando las leyes objetivas del propio capital y los resultados a que
lleguemos serán engañosos, totalmente faltos de toda veracidad científica para
explicar el cambio desigual
permanente que se ha venido verificando desde un principio entre las
dos partes, explotadoras y explotadas. Así, es cómo las consignas entre
patronos y obreros de “libertad,
igualdad y fraternidad” se han quedado efectivamente en papel mojado.
Pero es que,
además, un procedimiento de la patronal burguesa para aumentar la plusvalía
capitalista, ha consistido y todavía consiste, en extender la jornada de labor
haciendo trabajar al obrero durante más tiempo en cada jornada, a cambio del
mismo salario. A esta forma de aumentar la producción de riqueza que se
apropian los capitalistas en perjuicio de los trabajadores, se la denomina plusvalía absoluta porque crece
respecto de sí misma, produciendo más valor del equivalente al salario. Dicho
de otra forma, consiste en que el asalariado trabaje más tiempo que el
contenido en los medios de vida equivalentes a su salario percibido a cambio,
acordado en el contrato de trabajo. En la etapa infantil o temprana del capitalismo,
los patronos sólo podían aumentar la plusvalía haciendo trabajar durante más
horas a sus empleados, o bien aumentando el número de éstos, es decir que el
incremento de la plusvalía total apropiada por los patronos capitalistas, se
producía como consecuencia de la extensión
de la jornada total o colectiva de labor. Porque como acertara en decir
Marx:
<<El trabajo pretérito [potencial o anterior a su
ejercicio] contenido en la capacidad
energética de cada obrero que le permite trabajar para su patrón, y el trabajo
vivo que esa capacidad puede ejecutar, sus costos diarios de mantenimiento y su
rendimiento diario, son dos magnitudes completamente diferentes. La primera
determina su valor de cambio [acordado en el contrato de trabajo] la otra conforma su valor de uso. Así
las cosas, el hecho de que sea necesaria media jornada de labor para mantenerlo
vivo durante 24 horas, en modo alguno impide al obrero trabajar durante una jornada completa. El valor de la fuerza [contenida
en el salario o capacidad de trabajo] y
su valorización [rendimiento] en el
proceso laboral [diario del que de hecho se apropia el capitalista] son, pues, dos magnitudes diferentes [y
esto malversa el concepto de igualdad en los intercambios]. El capitalista tenía muy presente esa diferencia de valor cuando
adquirió la fuerza de trabajo [firmando el contrato]. Su propiedad útil, la de hacer hilado o botines, era sólo una conditio sine qua non, porque para
formar valor es necesario gastar trabajo de manera útil. Pero lo decisivo fue
el valor de uso de esa mercancía [llamada
trabajo], el de ser fuente de valor y de más valor que ella contiene [comparada
con el valor contenido en el salario contratado]. Es éste el servicio específico
que el capitalista esperaba de ella [la mercancía trabajo]. Y procede, al hacerlo, conforme a las leyes [que él supone] eternas del intercambio mercantil [desigual
haciendo trabajar a sus empleados durante más tiempo respecto del acordado en
el contrato]>>. (K. Marx: “El capital” Libro I Cap. V: “Proceso de
trabajo y proceso de valorización”. Ed. Siglo XXI/1978. Pp. 234. El subrayado y
lo entre corchetes nuestro).
Pero además, es que según progresa la productividad contenida en los
medios materiales técnicos de producción [llamado capital constante] —la
maquinaria— al sustituir trabajo humano contratado como capital variable, de aquí resultó que esa producción
creciente a instancias de ese medio material de producción cada vez más eficaz,
ha ido dejando sin trabajo a los asalariados, donde los supernumerarios sustituidos
sin trabajo, presionan a los ocupados para que trabajen más por menos
salario:
<<La
población obrera, pues, con la acumulación de capital [constante
producido] por ella misma, produce en volumen
creciente los mismos medios [técnicos
de producción] que permiten convertirla en relativamente supernumeraria [sustituida
por esos medios, sembrando así el paro y la consecuente penuria relativa]. Es
ésta una ley de la población que es peculiar al modo de producción capitalista, ya que de hecho todo modo de
producción histórico particular, tiene sus leyes de población particulares
históricamente válidas. Una ley abstracta de población sólo rige, mientras el
hombre no interfiere históricamente en esos dominios, como en el caso de las
plantas y los animales.
Pero
si una sobrepoblación obrera [sustituida por la
maquinaria], es el producto necesario de
la acumulación o del desarrollo de la riqueza sobre una base capitalista, esta sobrepoblación se convierte, a su
vez, en palanca de la acumulación capìtalista [presionando a los
trabajadores activos para que produzcan más ganancia en menos tiempo], e incluso en condición de existencia del modo capitalista de producción. Constituye
un ejército industrial de reserva a disposición del capital, que le pertenece a
este [y así permanece] tan
absolutamente como si lo hubiera criado a sus expensas>>. (K. Marx: “El
Capital” Libro primero Volúmen 3 Ed. “Siglo XXI España/Julio 1975. Cap. XXIII: “La ley general de la
acumulación capitalista”. Pp. 786).
Así es cómo la burguesía internacional
se ha enriquecido ejerciendo su poder social sobre sus empleados, sembrando en
el mundo entero la penuria de los supernumerarios que hoy día siguen padeciendo
las mayorías sociales de condición asalariada en paro, a raíz de la todavía
vigente propiedad privada sobre los
medios de producción y el dinero bancario, que alumbró así entre la
clase explotada y supernumeraria, la necesidad de organizarse para luchar a
escala nacional e internacional, hasta dar término de una vez para siempre, con
este maldito flajelo, que es la dictadura
del capital y su desigual reparto de la riqueza:
<<Por favorables que sean las
condiciones en que se haga el intercambio (entre
capitalistas) de una mercancía por otra,
mientras subsistan las relaciones [desiguales] entre el trabajo asalariado y el capital, siempre existirán la clase de
los explotadores y la clase de los explotados. Verdaderamente es difícil
comprender la pretensión de los librecambistas [burgueses], imaginándose que un empleo más ventajoso
del capital hará desaparecer el antagonismo entre los capitalistas industriales
y los trabajadores asalariados. Por el contrario, ello no puede acarrear sino
una manifestación aún más neta de la oposición entre estas dos clases sociales.
Señores:
No os dejéis engañar por la palabra abstracta de libertad. ¿Libertad de quién? No es la libertad de cada individuo
con relación a otro individuo. Es la [única] libertad, [la] del capital para machacar al
trabajador>>. (K. Marx: “Miseria
de la filosofía”. Respuesta a la ‘Filosofía de la miseria’ del Señor
Proudhon. Apéndices: ‘Discurso sobre el librecambio’. Discurso Pronunciado por K. Marx el 7 de enero de
1848 en una sesión pública de la “Asociación
Democrática de Bruselas”. Ed.
cit. Pp. 186. Lo entre paréntesis y
los entre corchetes nuestro. Versión
digitalizada bajo el mismo subtítulo en Pp. 11 a 13).
“La
historia no es historia a menos que sea la verdad”. Abraham Lincoln.
“Las
mentiras repetidas se convierten en historia, pero no necesariamente se
convierten en verdad”. Colum Mc. Cann.
“Los
pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla”. Nicolás Avellaneda.
<<Las
fuerzas activas de la sociedad mientras no las conocemos y contamos con
ellas [es decir las soportamos] obran exactamente lo mismo que las fuerzas de la naturaleza: de un modo
ciego, violento, destructor. Pero una vez conocidas, tan pronto como se ha
sabido comprender su acción, su tendencia y sus efectos, en nuestras manos está
el supeditarlas cada vez más de lleno a nuestra voluntad y alcanzar por medio
de ellas los fines propuestos. Tal es lo que ocurre muy señaladamente, con las
gigantescas fuerzas modernas de producción [bajo el capitalismo]. Mientras nos resistamos obstinadamente a comprender
su naturaleza y su carácter —y a esta comprensión se oponen el modo
capitalista de producción y sus defensores— estas fuerzas actuarán a pesar de
nosotros, contra nosotros, y nos dominarán…>>. (F. Engels: “Del socialismo utópico al socialismo
científico”. Obras Escogidas Ed. Progreso/1986. Cap. III Pp. 154-155. Versión
digitalizada ver Pp. 70. Lo entre corchetes nuestro).
<<No
es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el
ser social es lo que determina su conciencia. Es una tesis tan sencilla, que
por fuerza debería ser la evidencia misma para todo el que no se hallase
empantanado en las filfas idealistas (imperantes). Pero esto no sólo implica consecuencias
altamente revolucionarias para la teoría, sino también para la práctica: En
cierta fase de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad
entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o bien, lo
que no es más que la expresión jurídica de éstas, con las relaciones de
propiedad en el seno de las cuales se han desenvuelto hasta entonces. De formas
de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en
trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social. A1 cambiar
la base económica, se transforma más o menos rápidamente toda la
superestructura inmensa... Las relaciones de producción burguesas son la última
forma antagónica del proceso social de producción, antagónica no en el sentido
de un antagonismo individual, sino de un antagonismo que emana de las
condiciones sociales de vida de los individuos. Pero las fuerzas productivas
que se desarrollan en el seno de la sociedad burguesa brindan, al mismo tiempo,
las condiciones materiales para resolver dicho antagonismo". Por tanto, si
seguimos desarrollando nuestra tesis materialista y la aplicamos a los tiempos
actuales, se abre inmediatamente ante nosotros la perspectiva de una poderosa
revolución, la revolución más poderosa de todos los tiempos >>. (K. Marx: “Contribución
a la crítica de la economía política”. Versión digitalizada Pp. 162 de 175).
Pero
esta dinámica de la burguesía, que al obrero le ha venido forzando a trabajar más
tiempo empleado en la producción de riqueza, a cambio del mismo salario, no es
única porque a partir de determinado momento, mediante el progreso científico-técnico incorporado a los medios
materiales de producción, que permiten una
mayor productividad por unidad de tiempo empleado, el capitalismo hizo
posible, también, la aplicación de métodos de trabajo no ya extensivos en el tiempo sino intensivos en un mismo lapso de tiempo.
Precisamente para aumentar la producción de plusvalía respecto del salario,
utilizando para ello más eficaces
medios técnicos que lo permitan. O sea, que cada operario ponga en
movimiento más y mejores medios de producción al mismo tiempo. Pero tal proceso no se ve completamente
realizado en el ámbito de la producción, si no que se completa en el mercado, donde los capitalistas concurren
y compiten ofreciendo sus productos, en
términos de posibles menores costes y más calidad, todos ellos
procurando acaparar una cuota parte mayor en el reparto del plusvalor global
producido. Un fenómeno que tiene su causa en la productividad del trabajo, cuyo
efecto se traduce en un descenso relativo del valor incorporado a cada unidad
de mercancía creada, determinado por
el tiempo de trabajo socialmente necesario para producirla. Y una de
las consecuencias de la mayor productividad del trabajo es, pues, que las
mercancías que el asalariado necesita para vivir se obtienen en un menor
tiempo, de ahí que la fuerza de su trabajo se desvalorice en igual medida que
los medios de vida producidos, aumentando así el plusvalor que se embolsan los
capitalistas. Este método descrito hasta aquí llamado plusvalía relativa, es uno de los dos procedimientos
determinados por el sistema capitalista para aumentar la ganancia del patrón y,
por tanto, su masa de capital en funciones, es decir, su enriquecimiento a
expensas del trabajo más intenso
de sus empleados.
Son estas unas verdades
de a puño ante la cuales, esa clase social burguesa relativamente
ultra-minoritaria de ambiciosos y enriquecidos sujetos oportunistas, “atados y
bien atados” a las distintas instituciones políticas estatales corrompidas en
todo el Orbe, que al ser beneficiadas mutua y personalmente concernidas
por el sistema, han venido callando la verdad de esa realidad sistémicamente
por la cuenta que les trae. Ante semejante perspectiva cabe insistir diciendo
con Marx que:
<<Las
revoluciones burguesas, como las del siglo XVIII, avanzan
arrolladoramente de éxito en éxito, sus efectos dramáticos se atropellan, los
hombres y las cosas parecen iluminados por fuegos diamantinos, el éxtasis es el
estado permanente de la sociedad; pero estas revoluciones son de corta vida,
llegan en seguida a su apogeo y una larga depresión se apodera de la sociedad
antes de haber aprendido a asimilar serenamente los resultados de su período
impetuoso y turbulento. En cambio, las revoluciones proletarias, como
las del siglo XIX, se critican constantemente a sí mismas, se interrumpen
continuamente en su propia marcha, vuelven sobre lo que parecía terminado, para
comenzarlo de nuevo desde el principio, se burlan concienzuda y cruelmente de
las indecisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de sus primeros
intentos, parece que solo derriban a su adversario para que éste saque de la
tierra nuevas fuerzas y vuelva a levantarse más gigantesco frente a ellas,
retroceden constantemente aterradas ante la ilimitada inmensidad de sus
primeros intentos, hasta que se crea una situación que no permite volverse
atrás y las circunstancias mismas gritan: ¡Demuestra lo que eres capaz de
hacer!>>. (K. Marx: “El 18 Brumario de Luis
Bonaparte”. Ed. Ariel S.A. Barcelona/1982 Cap. I Pp.
16/17. Versión digitalizada ver Página
14).
En
síntesis, que la verdadera democracia
no es la representativa porque sus efectos políticos no van más allá de
cada elección periódica, cuando la mayoría de los electores de condición social
asalariada, estúpidamente votan
delegando el poder político en favor de terceras personas, potencialmente corrompidas por el sistema capitalista
decrépito hoy ya en fase de extinción. La verdadera y auténtica democracia, es
la decidida y ejercida directamente
por el pueblo y para el pueblo emancipado. Habida cuenta de que,
mientras tanto, la propiedad privada capitalista que determina la competencia interburguesa, no
hace más que acelerar el creciente
proceso científico-técnico incorporado a los medios materiales de
producción, sustitutos de trabajo
humano. Una realidad vigente a escala planetaria, que inevitablemente
tiende a retraer el empleo asalariado y, con ello, las ganancias de los
capitalistas, al mismo tiempo que siembra la miseria más absoluta entre
millones de desempleados, a merced de una irrisoria minoría de grandes y medianos empresarios privados,
en contubernio permanente con esa otra parte de la sociedad: los políticos profesionales corruptos a
cargo de las instituciones estatales en todo el Mundo. Un entramado que
se ha venido sustentando en la propiedad privada de los medios de producción y
el dinero bancario:
<<Os
horrorizáis de que queramos abolir la propiedad privada [capitalista]. Pero en vuestra sociedad actual, esa propiedad privada está abolida
para las nueve décimas partes de sus miembros; precisamente porque [esa
propiedad] no existe para esas nueve
décimas partes [de la población obrera mundial explotada]. Nos reprocháis, pues, el querer abolir
una forma de propiedad que no puede existir sino a condición de que la inmensa
mayoría de la sociedad sea privada de propiedad. En una palabra nos acusáis de
querer abolir vuestra propiedad [exclusiva, que convirtió la
democracia en dictadura de vuestro capital].
Efectivamente eso es lo que queremos. Según vosotros, desde el momento en que
el trabajo no puede ser convertido en capital, en dinero, en renta de la
tierra, en una palabra, en poder social susceptible de ser monopolizado; es
decir, desde el instante en que la propiedad personal no puede transformarse en
propiedad burguesa, desde ese instante la personalidad [de quienes han
venido viviendo enriquecidos] queda
suprimida.
Reconocéis,
pues, que por personalidad no entendéis sino al burgués. Y esta personalidad
ciertamente debe ser suprimida. El comunismo no arrebata a nadie la facultad de
apropiarse de los productos sociales; no quita a nadie la facultad de
apropiarse de los productos sociales; no quita más que el poder de sojuzgar
[a sus
semejantes] por medio de esta
apropiación del trabajo ajeno.
Se ha
objetado que con la abolición de la propiedad privada [capitalista] cesaría toda actividad y sobrevendría una indolencia general. Si así
fuese, hace ya mucho tiempo que la sociedad burguesa hubiese sucumbido a manos
de la holgazanería, puesto que en ella, los que trabajan no adquieren y los que
adquieren no trabajan. Toda la objeción se reduce a esta tautología: no hay
trabajo asalariado donde no hay capital.
Todas
las objeciones dirigidas contra el modo comunista de apropiación y de
producción de bienes materiales, se hacen extensivas igualmente respecto a la
apropiación y a la producción de los productos del trabajo intelectual. Lo
mismo que para el burgués la desaparición de la propiedad de clase equivale a
la desaparición de toda producción, la desaparición de la cultura de clase
significa para él la desaparición de toda cultura.
La
cultura cuya pérdida deplora, no es para la inmensa mayoría de los hombres, más
que el adiestramiento que los transforma en máquinas. Mas no discutáis con
nosotros mientras apliquéis a la abolición de la propiedad burguesa el criterio
de vuestras nociones burguesas de libertad, cultura, derecho, etc. Vuestras
ideas mismas son el producto de relaciones de producción y de propiedad
burguesas, como vuestro derecho no es más que la voluntad de vuestra clase
erigida en ley; voluntad cuyo contenido está determinado por las condiciones
materiales de existencia de vuestra clase.
La
concepción interesada que os ha hecho erigir en leyes eternas de la Naturaleza
y de la Razón, las relaciones sociales dimanadas de vuestro modo de producción
y de propiedad —relaciones históricas que surgen y desaparecen en el curso de
la producción— la compartís con todas las clases dominantes [que lo han sido] hoy ya desaparecidas. Lo que concebís para
la propiedad antigua esclavista, lo que concebís para la propiedad feudal [ambas
históricamente provisorias y caducas como se ha demostrado], no os atrevéis a concebirlo para la propiedad burguesa [que
consideráis eterna]>>. (K.
Marx y F. Engels: “Manifiesto del
Partido comunista” Ed. l’eina/1989. Cap. II Pp. 53. Año
1848). Versión
digitalizada ver Pp. 55. Lo entre corchetes nuestro).
Los
ciudadanos sin poderes fácticos
privilegiados como los que ha venido ostentando la burguesía, seguimos atados a
un vil entramado de poder económico y político que, aun a sabiendas de lo
demostrado por Marx y Engels en el sentido de que, la propiedad privada de los
medios de producción y el dinero bancario, a instancias de la competencia intercapitalista y
el consecuente desarrollo científico-técnico incorporado a esos medios de
producción, de no mediar otras deliberadas
circunstancias revolucionarias que suplanten este proceso explotador y
genocida, el sistema capitalista no podrá impedir la deriva natural inevitable
hacia su colapso económico definitivo. Porque la competencia intercapitalista
derivada de la propiedad privada, no
pudo ni podrá evitar el forzoso progreso científico técnico incorporado a los
medios de producción, que tiende inevitablemente a sustituir el trabajo humano,
la única fuerza social con capacidad de generar la ganancia capitalista que ha
venido sosteniendo al sistema y enriqueciendo a sus interesados gestores.
Pues
bien, precisamente para retardar ese proceso, la burguesía internacional se ha
venido empeñado en crear deliberadas circunstancias favorables —como es el caso
de conflictos políticos entre países que derivan en guerras destructivas de
riqueza y vidas humanas—, todo ello a sabiendas de que como consecuencia de esas
pérdidas, el sistema capitalista lejos de tender a disolverse se restablece, fortifica
y perdura, retrotrayéndose a épocas pasadas. O bien recurre a los más misteriosos
y recientes proyectos de intervención “científica”, como el fraguado en los
años 80 el siglo pasado a instancias de la fuerza aérea norteamericana y la
Universidad de Alaska, que a raíz del proyecto que modifica el clima con
resultados igualmente devastadores y mortales, como el que sigue causando el
llamado “Proyecto HAARP”, cuyos experimentos de consecuencias destructoras y
mortales —como las más recientes—, incluso las Naciones Unidas no han podido aún
evitar que se sigan produciendo. Lo cual demuestra que esa organización mundial
muy poco es lo que tiene que ver con la promulgada función consagrada por su
Consejo de Seguridad, frente a los intereses de la burguesía internacional
corrompida hasta los tuétanos, enriquecida a expensas del trabajo asalariado
cada vez más supernumerario y depauperado:
<<La pauperización [de los asalariados] es el
punto conclusivo necesario del desarrollo al cual tiende inevitablemente la
acumulación capitalista, de cuyo curso no puede ser apartada por ninguna
reacción sindical por poderosa que ésta sea. Aquí se encuentra fijado el límite objetivo de la acción sindical. A
partir de un cierto punto de la acumulación, el plusvalor disponible no resulta
suficiente para proseguir acumulando capital con salarios fijos. O el nivel de los salarios es deprimido por debajo del nivel
anteriormente existente, o la acumulación se estanca, es decir, sobreviene el
derrumbe del mecanismo capitalista. De esta manera, el desarrollo [del
proceso] conduce a desplegar y agudizar
las contradicciones internas entre el capital y el trabajo a un punto tal, que
la solución sólo puede ser encontrada a través de la lucha entre estos dos momentos>> (Henryk Grossmann: “La
ley de la acumulación y del derrumbe del sistema capitalista”. Consideraciones
finales. Ed. siglo XXI/1979. Pp. 386. No hay versión digitalizada).
<<En
la era de la globalización la eliminación gradual de la toma de
decisiones, en las cámaras democráticas por parte de las élites económicas
de la Unión Europea, sirve de plan de acción para la gobernanza
postdemocrática (totalitaria
del gran capital) en todo el mundo. Las
personas progresistas deben ser ambiciosas y empezar a proponer ideas para un Gobierno
mundial democrático como alternativa viable.
La realidad es que las estructuras
postdemocráticas que gobiernan la eurozona, existen también a lo ancho de la UE
y son anteriores a la introducción del Euro. La Comisión Europea no se elige.
Los miembros del Consejo de Ministros y su encarnación al máximo nivel, el
Consejo Europeo, solo se eligen indirectamente y las leyes son
elaboradas en secreto durante el transcurso de sesiones, a las que no
se permite la entrada ni a la prensa ni al público. Los legisladores
habituales del Consejo no son ni siquiera ministros nacionales, sino
diplomáticos trileros del Comité de Representantes Permanentes (COREPER), y las docenas de subcomités
y grupos de trabajo que deliberan, también en secreto, fuera del
escrutinio de los electores.
El presidente del Consejo Europeo
—llamado a menudo ‘presidente europeo’— tampoco se elige; se le escoge,
cual papa secular, tras puertas cerradas después de horas de tira y afloja
entre jefes de Estado y de Gobierno. La única institución elegida directamente
de la fábrica de salchichas legislativa, que es la UE —el Parlamento Europeo— no
tiene derecho de iniciativa legislativa; es decir, no puede proponer ni
aprobar leyes. Solo puede enmendar lo que la Comisión y el Consejo le envíen
para su conformidad. Estos poderes son importantes y los grupos de presión
de las (más
poderosas) empresas (privadas) y de las ONG (desde la sociedad
civil) sienten tanta atracción por los
escaños mellizos de Bruselas y Estrasburgo, como por los del Congreso
estadounidense en Washington, pero al estar restringido de esta manera, el
Parlamento Europeo no se parece a ningún otro Parlamento del mundo “democrático”.
Los
europarlamentarios no son representantes de un pueblo europeo soberano
sino los ‘recogepedos’ de los altos funcionarios de la tecnocracia en las
instituciones de la UE>>. (Leigh Phillips: “El orden global postdemocrático”. El subrayado y lo entre paréntesis
nuestros).
<<Los burgueses tienen razones muy
fundadas para atribuir al trabajo una fuerza creadora sobrenatural; se basan precisamente
en el hecho de que el trabajo está condicionado por la naturaleza, y se deduce
que el hombre que no dispone de más propiedad que su fuerza de trabajo, tiene
que ser, necesariamente, en todo estado social y de civilización, esclavo de
otros hombres, de aquellos que se han adueñado de las condiciones materiales
del trabajo y el dinero. Y no podrá trabajar, ni, por consiguiente, vivir, más
que con su permiso>> (Karl Marx: “Crítica
del Programa de Gotha”.
Ver en Pag. 8 último párrafo).
¿Está
claro que la propiedad privada de los
medios de producción y el dinero bancario, más que privilegios personales
y/o sociales son delitos de lesa humanidad, mientras la
justicia del sistema mira para otro lado?
¿No son estos verdaderos poderes
fácticos ilegítimos encubiertos por las corruptas instituciones jurídicas
y políticas estatales, aún todavía vigentes a escala planetaria? ¿Está claro?
¿Cuántos son hoy los que constituyen la minoria relativa de
los empresarios en la sociedad civil del mundo, quienes haciendo contubernio
con los políticos profesionales en las instituciones políticas de sus
respectivos Estados nacionales, todos ellos unos más que otros se han venido
enriqueciendo a expensas de la penuria creciente, que hacen pesar sobre sus correspondientes
súbditos empleados? Teniendo
en cuenta que “súbdito” es todo
aquél individuo en la sociedad civil, que permanece toda su vida útil sujeto al
poder omnímodo superior de la burguesía, que debe someterse a las autoridades superiores,
ya sean públicas o privadas. Teniendo en cuenta que el poder de esos sujetos al
jubilarse, siguen enriqueciéndose utilizando las llamadas puertas
giratorias, que les permiten recalar en aquellas grandes y
medianas empresas privadas para tales fines gananciales.
He aquí por qué todos estos interesados
empresarios y políticos profesionales corruptos degenerados mentales, callan a
sabiendas de que la propiedad privada sobre los medios de producción y el
dinero bancario, haya sido la causa fundamental de que la burguesía como clase
dominante, llegara a campar por sus respetos en todo el Orbe y que Marx, con
toda razón científica, haya concluido en que: “La
más moderna democracia burguesa es la dictadura del capital”. GPM.
Pero según se
sucede la competencia intercapitalista y avanza el proceso científico técnico
incorporado a los medios técnicos materiales de producción:
<<Cuanto mayores sean la riqueza social, el
capital en funciones, el volumen y vigor
de su crecimiento y, por tanto también,
la magnitud absoluta de la población obrera y la fuerza productiva de su
trabajo, tanto mayor será pluspoblación relativa o ejército industrial de
reserva. La fuerza de trabajo disponible se
desarrolla [aumenta] por las mismas causas que la fuerza
expansiva del capital [acumulado]. La
magnitud proporcional del ejército industrial de reserva [sin empleo]. La fuerza
de trabajo disponible se desarrolla por
las mismas causas que la fuerza
expansiva del capital. La magnitud del ejército industrial de reserva,
pues, se acrecienta a la par de las potencias
de la riqueza [disponible].
Pero cuanto mayor sea este ejército de reserva [sin empleo], pues, se acrecienta a la par con la
potencia de la riqueza. Pero cuanto mayor sea este ejército de reserva en
proporción al ejército obrero activo, tanto mayor será la masa [poblacional]
de la pluspoblación consolidada o las capas obreras cuya miseria está a la en razón inversa a la tortura de su
trabajo. Cuanto mayores sean finalmente, las capas de la clase obrera formadas
por menesterosos enfermizos y el ejército industrial de reserva, tanto mayor
será el pauperismo oficial. . Esta es la
ley general absoluta de la acumulación capitalista. En su aplicación, al
igual que en todas las demás leyes, se ve modificada por múltiples
circunstancias, cuyo análisis no corresponde efectuar aquí>>. (K.
Marx: El Capital” Libro primero
Volúmen 3. El proceso de acumulación de capital. Ed. Siglo XXI. Argentina.
Julio 1975. Capítulo XXIII Pp. 803).
<<El actual derrumbe del
capitalismo está poniendo al descubierto esa realidad, que muchos prefirieron ignorar
y se acoplaron a ella. Unas decenas, o quizás unas centenares de familias en
todo el mundo, poseedoras de inmensas fortunas acumuladas a través de la
especulación y la explotación despiadada, imponen su voluntad a seis mil
millones de seres humanos. La necesidad de reproducción infinita de sus
capitales pone en peligro a la humanidad y el planeta entero. No importa que el
cambio climático o la extinción de las especies sea ya una realidad que todavía
nadie cuestiona. No importa que se hayan provocado crisis económicas sin
precedentes hundiendo en la pobreza a millones y millones de trabajadores en
todo el mundo. Nadie les va a pedir cuentas. Ninguna “honorable” institución
los va a señalar con el dedo, ningún gobierno capitalista va a enfrentarse a sus
designios. A través de sus imperios económicos ponen y deponen a los gobiernos
“democráticos” y definen qué políticas se deben de llevar a cabo. A través de
sus ejércitos mediáticos engañan y manipulan, creando corrientes de opinión
conforme a sus intereses. Financian a los partidos y a la burocracia de los
sindicatos para conseguir su complicidad, y de esta manera mantener la ficción
democrática. La democracia burguesa se desenmascara cada vez más, para dejar al
descubierto su verdadero rostro psicópata, destructivo y brutal.
El
derrumbe capitalista ha hecho que las florituras de la democracia formal salten
por los aires. La izquierda y la derecha del sistema tienen cada vez menos
espacio de maniobra para diferenciarse. La izquierda clama por la intervención
estatal, la derecha defiende el dejar hacer y la intervención del Estado tiene
que limitarse a las guerras, a la represión y a los momentos en que tenga que
acudir en auxilio de los poderosos. La izquierda del sistema oculta que la
intervención estatal y el aumento del gasto social, en un momento en el que
caen los ingresos fiscales, aumentará el déficit económico y hará impagable la
deuda. La derecha disimula que con el recorte de las ayudas y los subsidios,
crecerá la pobreza y el desempleo, agravando la caída de los ingresos del
Estado y volviendo también impagable la deuda pública. Todos los caminos
conducen a Roma. El gran capital necesita liquidar las conquistas y los
derechos de los trabajadores para aumentar su explotación y miseria sobrevenida.
No existe otra forma para aumentar sus plusvalías>>. (En
defensa del Marxismo. Principal).
La burguesía se ha enriquecido explotando al
proletariado. El socialismo revolucionario hará justicia con ella
El “Manifiesto del Partido Comunista” ha
sido escrito y publicado en común por Marx y Engels entre diciembre de 1847 y
enero de 1848. Como aporte a esa a obra, Federico Engels a fines de
octubre y principios de noviembre de 1847, incluyó en ella dejando negro sobre
blanco para la posteridad, sus “Principios del Comunismo” que
reproducimos aquí, donde respondió a los siguientes interrogantes en XXV
apartados, destacados en números romanos de menor a mayor, donde lo entre
corchetes y el subrayado son nuestros. GPM.
I: ¿Qué es el
comunismo?
El
comunismo es la doctrina de las condiciones de liberación del proletariado. [En el más pleno ejercicio
de su libertad y respeto hacia los demás como miembro de una sociedad, sin
explotadores ni explotados].
II: ¿Qué es el proletariado?
El
proletariado es la clase social que [bajo el capitalismo] consigue sus medios de subsistencia exclusivamente vendiendo su
trabajo, y no del rédito de algún capital; es la clase cuya dicha y pena, vida
y muerte y toda su existencia, dependen de la demanda de trabajo, es decir, de
los periodos de crisis y de prosperidad de los negocios, de las fluctuaciones
de una competencia [interburguesa] desenfrenada.
Dicho en pocas palabras, el proletariado, o la clase de los proletarios, es la
clase trabajadora del siglo XIX [llamado siglo de la
industrialización].
III: ¿Quiere decir que los proletarios no han existido
siempre?
No.
Las clases pobres y trabajadoras han existido siempre, siendo pobres en la
mayoría de los casos. Ahora bien. Los pobres, los obreros que viviesen en
las condiciones que acabamos de señalar,
o sea los proletarios, no han existido siempre, del mismo modo que la
competencia no ha sido siempre libre y desenfrenada.
IV: ¿Cómo apareció el proletariado?
El
proletariado nació a raíz de la revolución industrial, que tuvo lugar en
Inglaterra durante la segunda mitad del siglo pasado. Y se repitió luego en
todos los países civilizados del mundo. Dicha revolución se debió al invento de
la máquina de vapor, de las diversas máquinas de hilar, del telar mecánico y de
toda una serie de otros dispositivos mecánicos. Estas máquinas que costaban muy
caro y, por eso sólo estaban al alcance de los grandes capitalistas,
transformaron completamente el antiguo modo de producción y desplazaron a los
obreros anteriores, puesto que las máquinas producían mercancías más baratas
que las que se podían hacer manualmente con ayuda de las ruecas
y telares imperfectos. Las máquinas pusieron la industria enteramente en
manos de los grandes capitalistas y redujeron a la nada el valor de la pequeña
propiedad de los obreros (instrumentos, telares, etc.), de modo que los
capitalistas pronto se apoderaron de todo y los obreros se quedaron con nada.
Así se instauró en la producción de tejidos el sistema fabril. En cuanto se dio
el primer impulso, a la producción de máquinas y al sistema fabril, este último
se propagó rápidamente en las demás ramas de la industria, sobre todo en el
estampado de tejidos, la impresión de libros, la alfarería y la metalurgia. El
trabajo comenzó a dividirse más y más entre los obreros individuales de tal
manera, que el que antes efectuaba todo el trabajo pasó a realizar nada más que
una parte del mismo. Esta división del trabajo permitió fabricar los productos
más rápidamente y, por consecuencia, de modo más barato. Ello redujo la
actividad de cada obrero a un procedimiento mecánico muy sencillo,
constantemente repetido, que la máquina podía realizar con el mismo éxito o
incluso mucho mejor. Por tanto, todas estas ramas de la producción, cayeron una
tras una bajo la dominación del vapor, de las máquinas y del sistema fabril,
exactamente del mismo modo que la producción de hilados y de tejidos. En
consecuencia ellas se vieron enteramente en manos de los grandes capitalistas,
y los obreros quedaron privados de los últimos restos de su independencia. Poco
a poco el sistema fabril extendió su dominación no ya sólo a la manufactura, en
el sentido estricto de la palabra, sino que comenzó a apoderarse de más y más
de las actividades artesanas, ya que también en esta esfera los grandes
capitalistas desplazaban cada vez más a los pequeños maestros, montando grandes
talleres, en los que era posible ahorrar muchos gastos e implantar una
detallada división del trabajo. Así llegamos a que en los países civilizados, casi
en todas las ramas del trabajo se afianza la producción fabril y, casi en todas
estas ramas la gran industria desplaza a la artesanía y la manufactura. Como
resultado de ello se arruina más y más la antigua clase media, sobre todo los
pequeños artesanos, cambia completamente la antigua situación de los
trabajadores y surgen dos clases nuevas, que absorben a todas las demás a
saber:
1)
La clase de los grandes capitalistas, que son ya en todos los países
civilizados, casi los únicos poseedores de todos los medios de existencia, como
igualmente de las materias primas y de los instrumentos (máquinas, fábricas,
etc.), necesarios para para la
producción de los medios de existencia. Es la clase de los burgueses, o sea, la
burguesía.
2)
La clase de los completamente desposeídos, de los que en virtud de ello se ven
forzados a vender su trabajo a los burgueses, al fin de recibir en cambio los
medios de subsistencia para vivir. Esta clase se denomina la clase de los
proletarios, o sea el proletariado.
V. ¿En qué condiciones se realiza esta esta venta del
trabajo de los proletarios a los burgueses?
El
trabajo es una mercancía como otra cualquiera, y su precio depende, por
consiguiente, de las mismas leyes que las de cualquier otra mercancía. Pero, el
precio de una mercancía, bajo el dominio de la gran industria o de la libre
competencia, que es lo mismo, como lo veremos más adelante es, por término
medio, siempre igual a los gastos de producción de dicha mercancía. Por tanto,
el precio del trabajo es también igual al costo de producción del trabajo.
Ahora
bien, el costo de producción del trabajo consta precisamente de la cantidad de
medios de subsistencia indispensables, para que el obrero esté en condiciones
de mantener su capacidad de trabajo y para que la clase obrera no se extinga.
El obrero no percibirá más que lo indispensable para ese fin; el precio del
trabajo o el salario será, por consiguiente, el más bajo, constituirá el mínimo
de lo indispensable para mantener la vida [en condiciones de desplegar su
fuerza de trabajo necesaria durante cada jornada de labor]. Pero, por cuanto en los negocios existen
períodos mejores y peores, el obrero percibirá unas veces más y otras menos,
exactamente de la misma manera que el fabricante cobra unas veces más y otras
menos por sus mercancías. Y al igual que el fabricante que, por término medio,
contando los tiempos buenos y los tiempos malos, no percibe por sus mercancías
vendidas ni más ni menos que su costo de producción, el obrero percibirá por
término medio ni más ni menos que ese mínimo. Esta ley económica del salario se
aplicará más rigurosamente en la medida en que la gran industria vaya
penetrando en todas las ramas de la producción.
VI. ¿Qué clases trabajadoras existían antes de la
revolución industrial?
Las
clases trabajadoras han vivido en distintas condiciones, según las diferentes
fases de desarrollo de la sociedad, y han ocupado distintas posiciones respecto
de las clases poseedoras y dominantes. En la antigüedad, los trabajadores eran esclavos de sus amos, como lo son
todavía en un gran número de países atrasados e incluso en la parte meridional
de los EE.UU. En la Edad Media eran siervos de los nobles propietarios de
tierras, como lo son todavía en Hungría, Polonia y Rusia. Además, en la Edad Media,
hasta la revolución industrial existieron en las ciudades oficiales artesanos
que trabajaban al servicio de la pequeña burguesía y, poco a poco, en la medida
del progreso de la manufactura, comenzaron a aparecer obreros de manufactura
que iban a trabajar contratados por grandes capitalistas.
VII. ¿Qué diferencia hay entre el proletario y el
esclavo?
El
esclavo está vendido de una vez para siempre, en cambio, el proletario tiene
que venderse él mismo cada día y cada hora. Todo esclavo individual, propiedad
de un señor determinado, tiene ya
asegurada su existencia, por miserable que sea, por interés de este. En cambio
el proletario individual es, valga la expresión, propiedad de toda la clase de
la burguesía. Su trabajo no se compra más que cuando alguien lo necesita, por
cuya razón no tiene la existencia asegurada como empleado. Esta existencia está
asegurada únicamente a toda la clase de
los proletarios. El esclavo está fuera de la competencia. El proletario se
halla sometido a ella y siente todas sus fluctuaciones. El esclavo es
considerado como una cosa y no como un miembro de la sociedad civil. El
proletario es reconocido como persona, como miembro de la sociedad civil. Por
consiguiente, el esclavo puede tener una existencia mejor que el proletario,
pero este último pertenece a una etapa superior de desarrollo de la
sociedad y se encuentra en un nivel
social más alto que el esclavo. Este se libera cuando de todas las relaciones
de la propiedad privada no suprime más que una, la relación de esclavitud,
gracias a lo cual sólo entonces se convierte en proletario; en cambio, el
proletario sólo puede liberarse [social y políticamente], suprimiendo toda la propiedad privada
en general.
VIII. ¿Qué diferencia hay entre el proletario y el
siervo? El siervo posee en propiedad y usufructo un instrumento de producción y
una porción de tierra. A cambio de lo cual entrega una parte de su producto o
cumple ciertos trabajos. El proletario trabaja con instrumentos de producción
pertenecientes a otra persona, por cuenta de ella, a cambio de una parte del
producto [o
del equivalente a él en dinero llamado salario]. El siervo da, al proletario le dan.
El siervo tiene la existencia asegurada, el proletario no. El siervo
está fuera de la competencia. El proletariado se halla sujeto a ella. El siervo
se libera ya refugiándose en la ciudad y haciéndose artesano, ya dando a su amo
dinero en lugar de trabajo o productos a su señor, transformándose en libre arrendatario.
Ya expulsando a su señor feudal y haciéndose él mismo propietario. Dicho en
breves palabras, se libera entrando de
una manera u otra en la clase poseedora y en la esfera de la competencia. El
proletario se libera suprimiendo la competencia, la propiedad privada y todas
las diferencias de clase [que hacen al poder social y personal de unos
individuos sobre otros].
IX. ¿Qué diferencia hay entre el proletario y el
artesano? [Aquí Engels deja en blanco el manuscrito para redactar luego la
respuesta a la pregunta] Nota del editor.
X. ¿Qué diferencia hay entre el proletario y el obrero
de manufactura?
El
obrero de manufactura de los siglos XVI al XVIII, poseía casi en todas partes
instrumentos de producción: su telar su rueca para la familia y un pequeño
terreno que cultivaba en las horas libres. El proletario no tiene nada de eso.
El obrero de manufactura vive casi siempre en el campo y se halla en relaciones
más o menos patriarcales con su señor o patrono. El proletario suele vivir en
grandes ciudades y no lo unen a su patrono más que relaciones de dinero. La
gran industria arranca al obrero de manufactura de sus condiciones
patriarcales; éste pierde la propiedad que todavía poseía y sólo entonces se
convierte en proletario.
XI. ¿Cuáles fueron las consecuencias directas de la
revolución industrial y de la división en la sociedad en burgueses y
proletarios?
En
primer lugar, en virtud de que el trabajo de las máquinas reducía más y más
del precio de los artículos industriales, en casi todos los países del mundo el
viejo sistema de la manufactura o de la industria basada en el trabajo manual
fue destruido enteramente. Todos los países semibárbaros que todavía quedaban
más o menos al margen del desarrollo histórico y cuya industria se basaba todavía
en la manufactura, fueron arrancados violentamente de su aislamiento.
Comenzaron a comprar mercancías más baratas a los ingleses, dejando que se
muriesen de hambre sus propios obreros de manufactura. Así, países que durante
milenios no conocieron el menor progreso, como por ejemplo, la India, pasaron
por una completa revolución, e incluso la China marcha ahora de cara a la
revolución. Las cosas han llegado a tal punto que ahora una nueva máquina que
se invente ahora en Inglaterra podrá, en el espacio de un año, condenar al
hambre a millones de obreros en China. De este modo, la industria ha ligado los unos con los otros a
todos los pueblos de la tierra, ha unido en un solo mercado todos los pequeños
mercados locales, ha preparado por doquier el terreno para la civilización y el
progreso y ha hecho las cosas de tal manera, que todo lo que se realiza en los
países civilizados, debe necesariamente repercutir en todos los demás, por
tanto, si los obreros de Inglaterra o de Francia se liberan ahora, ello debe suscitar
revoluciones en todos los demás países, revoluciones que tarde o temprano
culminarán también allí en la liberación de los obreros.
En segundo lugar, en todas las partes en
que la gran industria ocupó el lugar de la manufactura, la burguesía aumentó
extraordinariamente su riqueza y poder y se erigió en primera clase del país.
En consecuencia, en todas las partes en las que se produjo ese proceso, la
burguesía tomó en sus manos el poder político y desalojó las clases que
dominaban antes: la aristocracia, los maestros de gremio y la monarquía
absoluta, que representaba a la una y a los otros. La burguesía acabó con el
poderío de la aristocracia y de la
nobleza, suprimiendo el mayorazgo o la inalienabilidad de la posesión de
tierras, como también todos los privilegios de la nobleza. Destruyó el poderío
de los maestros de gremio eliminando todos los gremios y los privilegios
gremiales. En el lugar de unos y otros puso la libre competencia, es decir, un
estado de la sociedad, en la que cada cual tenía el derecho a la rama de la
industria que le gustase, y nadie podía impedírselo a no ser la falta de
capital necesario para tal actividad. Por consiguiente, la implantación de la
libre competencia es la proclamación pública de que, de ahora en adelante, los miembros
de la sociedad no son iguales entre sí únicamente en la medida en que no lo son
sus capitales, que el capital se convierte en la fuerza decisiva y que los
capitalistas, o sea, los burgueses, se erigen
así en la primera clase de la sociedad. Ahora bien, la libre competencia
es indispensable en el período inicial
del desarrollo de la gran industria, porque es el único régimen social
con el que la gran industria puede progresar. Tras de aniquilar de este modo el
poderío social de la nobleza, y de los maestros de gremio, puso fin también al
poder político de la una y los otros. Llegada a ser la primera clase de la
sociedad, la burguesía la burguesía se proclamó también la primera clase en la
esfera política. Lo hizo implantando el sistema representativo, basado en la
igualdad burguesa ante la ley y en el reconocimiento legislativo de la libre
competencia. Este sistema fue implantado en los países europeos bajo la forma
de monarquía constitucional. En dichas monarquías sólo tienen derecho de voto
los poseedores de cierto capital, es decir, únicamente los burgueses. Estos
electores burgueses solo eligen a los diputados, y estos diputados burgueses,
valiéndose del derecho a negar los impuestos, eligen un gobierno burgués.
En
tercer lugar, la revolución industrial
en todas partes ha creado el proletariado en la misma medida que la burguesía
cuanto más ricos se hacían los burgueses, más numerosos eran los proletarios.
Visto que solo el capital puede dar ocupación a los proletarios y que el
capital sólo aumenta cuando emplea trabajo, el crecimiento del proletariado se
produce en exacta correspondencia con el del capital. Al propio tiempo, la
revolución industrial agrupa a los burgueses y los proletarios en grandes
ciudades, en las que es más ventajoso fomentar la industria, y con esa
concentración de grandes masas en un
mismo lugar, le inculca a los proletarios la conciencia de su fuerza.
Luego, en la medida del progreso de la revolución industrial,,
en la medida en que se inventan nuevas máquinas, que eliminan el trabajo
manual, la gran industria ejerce una presión creciente sobre los salarios y los
reduce, como hemos dicho, al mínimo, haciendo la situación del proletariado
cada vez más insoportable. Así, por una parte, como consecuencia del
descontento creciente del proletariado y, por la otra, del crecimiento del
poderío de éste, la revolución industrial prepara la revolución social que ha
de realizar el proletariado.
XII. ¿Cuáles han sido las consecuencias siguientes de
la revolución industrial?
En primer lugar La gran industria creó,
con la máquina de vapor y otras máquinas, los medios de aumentar la producción
industrial rápidamente, a bajo costo y hacia el infinito. Merced a esta
facilidad de ampliar la producción, la libre competencia, consecuencia
necesaria de esta gran industria, adquirió pronto un carácter
extraordinariamente violento, un gran número de capitalistas se lanzó a la
industria, y en breve plazo se produjo más de lo que se podía consumir. Como
consecuencia, no se podían vender las mercancías fabricadas y sobrevino la
llamada crisis comercial; las fábricas tuvieron que parar, los fabricantes
quebraron y los obreros se quedaron sin pan. Y en todas partes se extendió la
mayor miseria. Al cabo de cierto tiempo se vendieron los productos sobrantes,
las fábricas volvieron a funcionar, los salarios subieron y, poco a poco, los
negocios marcharon mejor que nunca. Pero no por mucho tiempo, ya que pronto
volvieron a producirse demasiadas mercancías y sobrevino una nueva crisis que
transcurrió exactamente de la misma manera que la anterior. Así, desde
comienzos del presente siglo [1848],
en la situación de la industria se han producido contínuamente oscilaciones
entre períodos de prosperidad y períodos de crisis, y casi regularmente, cada
cinco o siete años se ha producido tal
crisis, con la particularidad de que cada vez acarreaba las mayores calamidades
para los obreros, una agitación revolucionaria general y un peligro colosal
para el régimen existente.
XIII. ¿Cuáles son las consecuencias de estas crisis
comer4ciales que se repiten regularmente?
En primer lugar, la de que la gran
industria, que en el primer período de su desarrollo creó la libre competencia,
la ha rebasado ya; que la competencia y, hablando en términos generales, la producción
industrial en manos de unos u otros particulares se ha convertido para ella en
una traba a la que debe y ha de romper; que la gran industria, mientras siga
sobre la base actual, no puede existir sin conducir cada siete años a un caos
general que supone cada vez un peligro
para toda la civilización y no solo sume en la miseria a los proletarios, sino
que arruina a muchos burgueses que, por consiguiente, la gran industria debe
destruirse ella misma, lo que es absolutamente imposible, o reconocer que hace
imprescindible una organización completamente nueva de la sociedad, en la que
la producción no será dirigida por unos u otros fabricantes en competencia
entre sí, sino por toda la sociedad con arreglo a un plan determinado y de
conformidad con las necesidades de todos los miembros de la sociedad.
En segundo
lugar, que la gran industria y la posibilidad, condicionada por ésta, de
ampliar hasta el infinito la producción, permiten crear un régimen social en el
que se producirán tantos medios de subsistencia que cada miembro de la sociedad
estará en condiciones de desarrollar y emplear libremente todas su fuerzas y
facultades; de modo que todas sus fuerzas y facultades; de modo que,
precisamente la peculiaridad de la gran industria que en la sociedad moderna
engendra toda la miseria y todas las crisis comerciales, será en la otra
organización social justamente la que ha de acabar con esa miseria y esas
fluctuaciones preñadas de tantas desgracias.
Por
tanto está probado claramente:
1)
que en la actualidad todos estos males se deben únicamente al régimen social
existente, el cual ya no responde más a las condiciones existentes;
2)
que ya existen los medios de supresión definitiva de estas calamidades por vía
de la construcción de un nuevo orden social.
XIV. ¿Cómo debe ser este nuevo orden social?
Ante
todo, la administración de la industria y de todas las ramas de la producción
en general dejará de pertenecer a unos u otros individuos [propietarios
organizados en distintas empresas privadas] en competencia unas con otras. En lugar de esto, las ramas de la
producción pasarán a manos de toda la
sociedad, es decir, serán administradas en beneficio de toda la sociedad, con
arreglo a un plan general y con participación de todos los miembros de la
sociedad. Por tanto, el nuevo orden social suprimirá la competencia y la
sustituirá por la asociación. En vista
de que la dirección de la industria al hallarse en manos de particulares,
implica necesariamente la existencia de la propiedad privada y por cuanto la competencia
no es otra cosa que ese modo de dirigirse la industria, en el que la gobiernan
propietarios privados, la propiedad privada va inseparablemente unida a la
dirección individual de la industria y a la competencia. Así también la propiedad
privada debe también ser suprimida y ocuparán su lugar el usufructo colectivo de todos los
instrumentos de producción y el reparto de los productos de común acuerdo, lo
que se llama la comunidad de bienes. La supresión de la propiedad privada es
incluso la expresión más breve y más característica de esta transformación de
todo el régimen social, que se ha hecho posible merced al progreso de la
industria. Por eso los comunistas la plantean con razón como su principal
reivindicación.
XV. ¿Eso quiere decir que la supresión de la propiedad
privada no era posible antes?
No, no era posible. Toda transformación
del orden social, todo cambio de las relaciones de propiedad es consecuencia
necesaria de la aparición de nuevas fuerzas productivas que han dejado de
corresponder a las viejas relaciones de propiedad. Así ha surgido la misma
propiedad privada. La propiedad privada no ha existido siempre; cuando a fines
de la Edad Media surgió el nuevo modo de producción bajo la forma de
manufactura, que no encuadraba en el marco de la propiedad feudal y gremial,
esta manufactura que no correspondía ya a las viejas relaciones de propiedad,
dio vida a una nueva forma de propiedad: la propiedad privada. En efecto, para
la manufactura y para el primer período de desarrollo de la gran industria, no
era posible ninguna otra forma de propiedad además de la propiedad privada, no
era posible ningún orden social además del basado en esta propiedad. Mientras
no se pueda conseguir una cantidad de productos que no sólo baste para todos,
sino que se quede cierto excedente para aumentar el capital social y seguir
fomentando las fuerzas productivas, deben existir necesariamente una clase
dominante que disponga de las fuerzas productivas, deben existir necesariamente
una clase dominante que disponga de las fuerzas productivas de la sociedad y
una clase pobre y oprimida. La constitución y el carácter de estas clases,
dependen del grado de desarrollo de la producción. La sociedad de la Edad
Media, que tiene por base el cultivo de la tierra, nos ha dado al señor feudal
y al siervo; las ciudades de la postrimería de la Edad Media, nos dan el
maestro artesano, el oficial y el jornalero; en el Siglo XVII, el propietario
de manufactura y el obrero de ésta; en el siglo XIX el gran fabricante y el
proletario. Es claro que hasta el presente, las fuerzas productivas no se han
desarrollado aún al punto de proporcionar una cantidad de bienes suficiente
para todos y para que la propiedad privada sea ya una traba, un obstáculo para
el progreso. Pero hoy, cuando al desarrollo de la gran industria, en primer lugar se han constituido
capitales y fuerzas productivas en proporciones sin precedentes y existen
medios para aumentar en breve plazo hasta el infinito las fuerzas productivas;
cuando en segundo lugar, estas
fuerzas productivas se concentran en manos de un reducido número de burgueses;
cuando en tercer lugar estas
poderosas fuerzas productivas, que se multiplican con tanta facilidad hasta
rebasar el marco de la propiedad privada y del burgués, provocan contínuamente
las mayores conmociones del orden social, sólo ahora la supresión de la
propiedad privada se ha hecho posible e incluso absolutamente necesaria.
XVI. ¿Sera posible suprimir por vía pacífica la
propiedad privada?
Sería
de desear que fuese así, y los comunistas, como es lógico, serían los últimos
en oponerse a ello. Los comunistas saben muy bien que todas las conspiraciones,
además de inútiles, son incluso perjudiciales. Están perfectamente al corriente
de que no se pueden hacer las revoluciones premeditada y arbitrariamente, y que
estas han sido siempre y en todas partes una consecuencia necesaria de
circunstancias que no dependían en absoluto de la voluntad de unos u otros
partidos o clases enteras. Pero al propio tiempo, ven que se viene aplastando
por la violencia el desarrollo del proletariado en casi todos los países
civilizados y que, con ello, los enemigos mismos de los comunistas trabajan con
todas sus energías para la revolución. Si todo ello termina en fin de cuentas
empujando al proletariado a la revolución, nosotros los comunistas defenderemos
con hechos, no menos que como ahora lo hacemos de palabra, la causa del
proletariado.
XVII. ¿Será posible suprimir de golpe la propiedad
privada?
No,
no será posible, del mismo modo que no se pueden aumentar de golpe las fuerzas productivas existentes en la medida necesaria,
para crear una economía colectiva. Por eso, la revolución del proletariado que
se avecina según todos los indicios, sólo podrá transformar paulatinamente la
sociedad actual, y acabará con la propiedad privada únicamente cuando haya
creado la necesaria cantidad de medios [materiales técnicos] de producción [cada vez más
eficaces sustitutos de trabajo humano explotado, lo cual acabará dejando sin
sentido al capitalismo].
XVIII. ¿Qué
vía de desarrollo tomará esa revolución?
Establecerá
un régimen democrático y, por tanto,
directa o indirectamente, la dominación política del proletariado. Directamente
en Inglaterra, donde los proletarios constituyen ya la mayoría del pueblo.
Indirectamente en Francia y en Alemania, donde la mayoría del pueblo no consta
únicamente de proletarios, sino, además, de pequeños campesinos y pequeños
burgueses de la ciudad, que se encuentran sólo en la fase de transformación en
proletariado y que, en lo tocante a la satisfacción de sus intereses políticos,
dependen cada vez más del proletariado, por cuya razón han de adherirse pronto
a las reivindicaciones de éste. Para ello, quizá, se necesite una nueva lucha
que, sin embargo, no puede tener otro desenlace que la victoria del
proletariado].
La
democracia sería absolutamente inútil para el proletariado si no la utilizara
inmediatamente como medio para llevar a cabo amplias medidas que atentasen
directamente contra la propiedad privada y asegurasen la existencia del
proletariado. Las medidas más importantes que dimanan necesariamente de las
condiciones actuales, son:
1)
Restricción de la propiedad privada mediante el impuesto progresivo, el alto
impuesto sobre las herencias, la abolición del derecho de herencia en las
líneas laterales(hermanos, sobrinos etc.), préstamos forzosos, etc.
2)
Expropiación gradual de los propietarios agrarios, fabricantes, propietarios de
ferrocarriles y buques, parcialmente con ayuda de la competencia por parte de
la industria estatal y, parcialmente de modo directo, con indemnización en
asignados.
3)
Confiscación de los bienes de todos los emigrados y de los rebeldes contra la
mayoría del pueblo.
4)
Organización del trabajo y ocupación de los proletarios en fincas, fábricas y
tallares nacionales, con lo cual se eliminará la competencia entre los obreros,
y los fabricantes que queden, tendrán que pagar salarios tan altos como el
Estado.
5)
Igual deber obligatorio de trabajo para todos los miembros de la sociedad hasta
la supresión completa de la propiedad privada. Formación de ejércitos
industriales, sobre todo para la agricultura.
6)
Centralización de los créditos y la banca en manos del Estado a través del
Banco Nacional, con capital del Estado. Cierre de todos los bancos privados.
7)
Aumento del número de fábricas, talleres, ferrocarriles y buques nacionales,
cultivo de todas las tierras que están sin labrar y mejoramiento del cultivo de
las demás tierras en consonancia con el aumento de los capitales y del número
de obreros de que dispone la nación
8)
Educación de todos los niños en
establecimientos estatales y a cargo del
Estado, desde el momento en que puedan prescindir del cuidado de la madre.
Conjugar la educación con el trabajo fabril.
9)
Construcción de grandes palacios en las fincas del Estado, para que sirvan de
vivienda a las comunas de ciudadanos que trabajen en la industria, en la agricultura
y además logren unir las ventajas de la vida en la ciudad y en el campo,
evitando así el carácter unilateral y los defectos de la una y la otra.
10)
destrucción de todas las casas y barrios insalubres mal construidos.
11)
Igualdad del derecho de herencia para los hijos legítimos y naturales.
12)
Concentración de todos los medios de transporte en manos de la nación.
Por
supuesto, todas estas medidas no podrán ser llevadas a la práctica de golpe.
Pero cada una entraña necesariamente la siguiente. Una vez emprendido el
primer ataque radical contra la propiedad privada, el proletariado se verá
obligado a seguir siempre adelante y a concentrar más y más en las manos del
Estado, todo el capital, toda la agricultura, toda la industria, todo el
transporte y todo el cambio. Este es el objetivo a que conducen las medidas
mencionadas. Ellas serán aplicables y surtirán su efecto centralizador
exactamente en el mismo grado en que el trabajo del proletariado multiplique
las fuerzas productivas del país. Finalmente, cuando todo el capital, toda la
producción y todo el cambio estén concentrados en manos de la nación, la
propiedad privada dejará de existir, de por sí el dinero se hará superfluo, la
producción aumentará y los hombres cambiarán tanto que se podrán suprimir
también las últimas formas de relaciones de la vieja sociedad.
XIX. ¿Es posible esta revolución en un solo país?
No.
La gran industria, al crear el mercado mundial, ha unido ya tan estrechamente
todos los pueblos del globo terrestre, sobre todo los pueblos civilizados, que
cada uno depende de lo que ocurre en la tierra de otro. Además, ha nivelado en todos
los países civilizados, que cada uno depende de lo que ocurre en la tierra del
otro. Además, ha nivelado en todos los países civilizados el desarrollo social
a tal punto que en todos estos países la burguesía y el proletariado se han
erigido en las dos clases decisivas de la sociedad, y la lucha entre ellas se
ha convertido en la principal lucha de nuestros días. Por consecuencia, la
revolución comunista no será una revolución puramente nacional, sino que se
producirá simultáneamente en todos los
países civilizados, es decir, al menos en Inglaterra, en América, en Francia y
en Alemania. Ella se desarrollará en cada uno de estos países más rápidamente o
más lentamente, dependiendo en el grado en que esté cada uno de ellos más
desarrollada la industria, en el que más se hayan acumulado más riquezas y se
disponga de mayores Por eso será más lenta y difícil en Alemania y más rápida y
fácil en Inglaterra. Ejercerá igualmente una influencia considerable en los
demás países del mundo, modificará de raíz y acelerará extraordinariamente su
anterior marcha del desarrollo. Es una revolución universal y tendrá, por eso,
un ámbito universal…
XX. ¿Cuáles serán las consecuencias de la supresión
definitiva de la propiedad privada?
Al quitar a los
capitalistas privados el usufructo de todas las fuerzas productivas y medios de
comunicación, así como el cambio [en los bancos] y el reparto de los productos, al administrar
todo eso con arreglo a un plan basado en los recursos disponibles y las
necesidades de toda la sociedad, ésta suprimirá, primeramente, todas las
consecuencias nefastas legadas al actual sistema de dirección de la gran
industria. Las crisis [que lo fueron como consecuencia inevitable de la
propiedad privada y la competencia intercapitalista], desaparecerán; la producción ampliada que es, en la sociedad actual,
una superproducción y una causa tan poderosa de la miseria, será entonces muy
insuficiente y deberá adquirir proporciones mucho mayores. En lugar de
engendrar la miseria, la producción superior a las necesidades perentorias de
la sociedad permitirá satisfacer las demandadas de todos los miembros de ésta,
engendrará nuevas demandas y creará, a la vez, los medios de satisfacerlas.
Será la condición y la causa de un mayor progreso y los llevará a cabo, sin
suscitar, como antes, el trastorno periódico de todo el orden social. La gran
industria liberada de las trabas de la propiedad privada, se desarrollará en
tales proporciones que, con su estado actual parecerá tan mezquino como la manufactura el lado de la gran industria moderna. Este avance de la
industria brindará a la sociedad suficiente cantidad de productos para poder
satisfacer las necesidades de todos. Del mismo modo, la agricultura, en la que,
debido al yugo de la propiedad privada y al fraccionamiento de las parcelas,
resulta difícil el empleo de los perfeccionamientos ya existentes y de los
adelantos de la ciencia, experimentará un nuevo auge y ofrecerá a disposición
de la sociedad una cantidad suficiente de productos. Así, la sociedad producirá
lo bastante para organizar la distribución con vistas a cubrir las necesidades
de todos sus miembros. Con ello quedará superflua la división de la sociedad en
clases distintas y antagónicas. Dicha división, además de superflua será
incluso incompatible con el nuevo régimen social [sin explotadores ni explotados].
La existencia de clases se debe a la división del trabajo, y esta última, bajo
su forma actual, desaparecerá enteramente, ya que, para elevar la producción
industrial y agrícola al mencionado nivel, no bastan sólo los medios auxiliares
mecánicos y químicos. Es preciso desarrollar correlativamente las aptitudes de
los hombres que emplean estos medios. Al igual que en el siglo [XVII] pasado,
cuando los campesinos y los obreros de las manufacturas, tras de ser
incorporados a la gran industria, modificaron todo su régimen de vida y se
volvieron completamente otros, la dirección colectiva de la producción por toda
la sociedad y el nuevo progreso de dicha producción que resultará de ello,
necesitarán hombre nuevos y los formarán. La gestión colectiva de la producción
no puede seguir a cargo de los hombres tales como lo son hoy [siglo XVIII], hombres que dependen cada cual de una rama determinada de la
producción, están aferrados a ella, están explotados por ellas, desarrollan
nada más que un aspecto de sus aptitudes a cuenta de todos los otros y
solo conocen una rama o parte de alguna rama de toda la producción de
toda la sociedad. La industria de nuestros días está ya cada vez menos en
condiciones de emplear tales hombres. La industria que funciona de modo
planificado merced al esfuerzo común de toda la sociedad, presupone con más
motivo hombres con aptitudes desarrolladas universalmente, hombres capaces de
orientarse en todo el sistema de la producción. Por consiguiente, desaparecerá
del todo la división del trabajo, minada ya en la actualidad por la máquina, la
división que hace que uno sea campesino, otro zapatero, un tercero obrero
fabril, y un cuarto especulador dela bolsa. La educación dará a los jóvenes la
posibilidad de asimilar rápidamente en la práctica todo el sistema de
producción y les permitirá pasar sucesivamente de una rama de la producción a
otra, según sean las necesidades de la sociedad o sus propias inclinaciones.
Por consiguiente la educación los liberará de ese carácter unilateral que la
división actual del trabajo impone a cada individuo. Así, la sociedad
organizada sobre bases comunistas dará a sus miembros la posibilidad de emplear en todos los aspectos sus
facultades desarrolladas universalmente, Pero, con ello desaparecerán
inevitablemente la diversas clases. Por tanto, de una parte la sociedad organizada
sobre bases comunistas es incompatible con la existencia de clases sociales y,
de la otra, la propia construcción de esa sociedad brinda los medios para
suprimir las diferencias de clase.
De ahí se desprende
que ha de desaparecer igualmente la oposición entre la ciudad y el campo. Unos
mismos hombres se dedicarán al trabajo agrícola y al industrial, en lugar de
dejar que lo hagan dos clases diferentes. Esta es una condición necesaria de la
asociación comunista ya por razones muy materiales. La dispersión de la
población rural dedicada a la agricultura, a la par de la concentración de la
población industrial en las grandes ciudades,
corresponde solo a una etapa todavía inferior del desarrollo de la
agricultura, a la par con la concentración
de la población industrial en las grandes ciudades, a la par con la
concentración de la población industrial en las grandes ciudades
corresponde sólo a una etapa todavía
inferior del desarrollo de la agricultura y la industria y es un obstáculo para
el progreso, cosa que se hace ya sentir con mucha fuerza.
La asociación general
de todos los miembros de la sociedad al objeto de utilizar colectiva y
racionalmente las fuerzas productivas; el fomento de la producción en
proporciones suficientes para cubrir las necesidades de todos; la liquidación
del estado de cosas en el que las necesidades de unos se satisfacen a costa de
otros; la supresión completa de las clases y del antagonismo entre ellas; el
desarrollo universal de las facultades de todos los miembros de la sociedad
merced a la eliminación de la anterior división del trabajo, mediante la
educación industrial, merced al cambio de actividad, a la participación de
todos en el usufructo de los bienes
creados por todos y, finalmente, mediante la fusión de la ciudad con el campo
serán los principales resultados de la supresión de la propiedad privada.
XXI. ¿Qué influencia ejercerá el régimen social
comunista en la familia?
Las
relaciones entre los sexos tendrán un carácter puramente privado, perteneciente
sólo a las personas que toman parte en ellas, sin el menos motivo para la
injerencia de la sociedad. Eso es posible merced a la supresión de la propiedad
privada y del matrimonio actual ligadas a la educación de los niños por la
sociedad, con lo cual se destruyen las dos bases del matrimonio actual ligadas
a la propiedad privada: la dependencia de la mujer respecto del hombre y la
dependencia de los hijos respecto de los padres. En ello reside precisamente la
respuesta a los alaridos altamente moralistas de los burguesotes, con motivo de
la comunidad de las mujeres que, según
estos, quieren implantar los comunistas. La comunidad de las mujeres es un
fenómeno que pertenece enteramente a la sociedad burguesa y existe hoy plenamente
bajo la forma de prostitución. Pero la prostitución descansa en la propiedad
privada y desaparecerá junto con ella. Por consiguiente, la organización
comunista, en lugar de implantar la comunidad de las mujeres, la suprimirá.
XXII. ¿Cuál será su actitud de la organización
comunista hacia las nacionalidades existentes?
—Queda (ver: cita 42 al final del texto).
XXIII. ¿Cuál
será la actitud hacia las religiones
existentes?
—Queda
XXIV. ¿Cuál es la diferencia entre los comunistas y
los socialistas?
Los
llamados socialistas se dividen en tres categorías. La primera consta de
partidarios de la nueva sociedad feudal y patriarcal, que ha sido destruida y
sigue siéndolo por la gran industria, el comercio mundial y la sociedad
burguesa creada por ambos. Esta categoría saca de los males de la sociedad
moderna la conclusión de que hay que restablecer la sociedad feudal y
patriarcal, ya que estaba libre de estos males. Todas sus propuestas persiguen,
directa o indirectamente, este objetivo. Los comunistas lucharán siempre
enérgicamente contra esta categoría de socialistas reaccionarios, peses a su fingida compasión de la miseria del
proletariado y las amargas lágrimas que vierten con tal motivo, puesto que
estos socialistas:
1)
se proponen un objetivo absolutamente imposible;
2)
se esfuerzan por restablecer la dominación de la aristocracia, los maestros de
gremio y los propietarios de manufacturas, con su séquito de monarcas absolutos
o feudales, funcionarios, soldados y curas, una sociedad que, cierto, estaría
libre de los vicios de la sociedad actual, pero, en cambio, acarrearía, cuando
menos, otros tantos males y, además, no ofrecería la menor perspectiva de
liberación, con ayuda de la organización comunista, de los obreros oprimidos.
3)
Muestran sus verdaderos sentimientos
cada vez que el proletariado se hace revolucionario y comunista: se alían
inmediatamente con la burguesía contra los proletarios.
La
segunda categoría consta de partidarios de la sociedad actual a los que los
males necesariamente provocados por ésta inspiran temores en cuanto a la
existencia la misma. Ellos quieren, por consiguiente, conservar la sociedad
actual, pero suprimir los males ligados a ella. A tal objeto, unos proponen
medidas de simple beneficencia; otros, grandiosos planes de reformas que, so
pretexto de reorganización de la sociedad, se plantean el mantenimiento de las
bases de la sociedad actual y, con ello, la propia sociedad actual. Los
comunistas deberán igualmente combatir con energía contra estos socialistas burgueses, puesto que estos
trabajan contra trabajan para los
enemigos de los comunistas y defienden la sociedad que los comunistas quieren
destruir [estos socialistas burgueses son los que hoy todavía
cogobiernan los distintos Estados naciones capitalistas en proceso terminal de
extinción].
Finalmente,
la tercera categoría consta de socialistas democráticos. Al seguir el mismo
camino que los comunistas, se proponen llevar a cabo una parte de las medidas
señaladas en la pregunta…*, pero no como medidas de transición al comunismo,
sino como un medio suficiente para acabar con la miseria y los males de la
sociedad actual. Estos socialistas
democráticos son los proletarios que no ven todavía con bastante claridad
las condiciones de su liberación, o representantes de la pequeña burguesía, es
decir, de la clase que hasta la conquista de la democracia y la aplicación de
las medidas socialistas dimanantes de ésta, tiene en muchos aspectos los mismos
intereses que los proletarios. Por eso, los comunistas se entenderán con esos
socialistas democráticos en los momentos de acción y deben, en general,
atenerse en esas ocasiones y en lo posible a una política común con ellos,
siempre que estos socialistas no se pongan al servicio de la burguesía
dominante y no ataquen a los comunistas. Por supuesto, estas acciones comunes
no excluyen la discusión de las
divergencias que existen entre ellos y los comunistas.
XXV. ¿Cuál es la actitud de los comunistas hacia los
demás partidos políticos de nuestra época?
Esta
actitud es distinta en los diferentes países. En Inglaterra, Francia y Bélgica,
en las que domina la burguesía, los comunistas todavía tienen intereses comunes
con diversos partidos democráticos, con la particularidad de que esta comunidad
de intereses es tanto mayor cuanto más los demócratas se acercan a los
objetivos de los comunistas en las medidas socialistas que los demócratas
defienden ahora en todas partes, es decir, cuanto más clara y explícitamente
defienden los intereses del proletariado y cuanto más se apoyan en el
proletariado. En Inglaterra, por
ejemplo, los cartistas, que constan de obreros, se aproximan
inconmensurablemente más a los comunistas que los pequeñoburgueses democráticos
o los llamados radicales.
En
Norteamérica donde ha sido proclamada
la Constitución democrática, los comunistas deberán apoyar al partido que
quiere encaminar esta Constitución contra la burguesía y utilizarla en
beneficio del proletariado, es decir, al partido de la reforma agraria
nacional.
En
Suiza los radicales, aunque
constituyen todavía un partido de composición muy heterogénea, son, no
obstante, los únicos con los que los comunistas pueden concertar acuerdos y
entre estos radicales los más progresistas los de Vand y los de Ginebra.
Finalmente,
en Alemania está todavía por delante la lucha decisiva entre la burguesía y la
monarquía absoluta. Pero como los comunistas no pueden contar con una lucha
decisiva con la burguesía antes de que ésta llegue al poder, les conviene a los comunistas ayudarle a que
conquiste lo más pronto posible la dominación, a fin de derrocarla, a su vez,
lo más pronto posible. Por tanto, en la lucha de la burguesía liberal contra
los gobiernos [de la
monarquía], los comunistas deben
estar siempre del lado de la primera, precaviéndose, no obstante, contra el
autoengaño en que incurre la burguesía y sin fiarse en las aseveraciones
seductoras de ésta acerca de las benéficas consecuencias que, según ella,
traerá al proletariado la victoria de la burguesía. Las únicas ventajas que la
victoria de la burguesía brindará a los comunistas serán:
1) Diversas concesiones que aliviarán
a los comunistas la defensa, la defensa, la discusión y propagación de sus
principios y, por tanto, aliviarán la cohesión del proletariado en una clase
organizada, estrechamente unida y dispuesta a la lucha, y…
2) La seguridad de que el día en que
caigan los gobiernos absolutistas, llegará la lucha entre los burgueses y los
proletarios. A partir de ese día, la política del partido de los comunistas,
será aquí la misma que en los países en que domina ya la burguesía. [En
todo el texto lo entre corchetes y el subrayado nuestros]. (Cfr: F. Engels: “Principios del comunismo”. Ed.
L’eina/1989. Pp. 75. Versión
digitalizada).
La industria moderna en
su proceso de desarrollo inducido por la competencia
interburguesa, impulsó el cada vez más perfeccionado pensamiento científico-técnico
incorporado a los medios de producción, que al sustituir el trabajo humano por
maquinaria, la patronal burguesa como ya hemos visto más arriba, para
capitalizar su ganancia creciente ha debido aumentar el ritmo del proceso
productivo de la maquinaria, tanto como para que la ganancia surja del más
intenso ejercicio de atención por el empleado a su cargo, dado que tales medios
técnicos materiales productivos no hacen más que trasladar su valor al producto
fabricado, al mismo tiempo que los empleados remanentes ven cómo a instancias del poder fáctico
de sus patronos, se les hace trabajar más intensamente por cada unidad de tiempo
empleado, a cambio de iguales salarios, lo cual crea coaliciones entre
los obreros que a menudo desembocan en sublevaciones.
“Proletarios
y Comunistas”
<<El siguiente trabajo, que
también forma parte de aquél “Manifiesto
del Partido Comunista”, fue redactado en inglés por Karl Marx en 1848,
respondiendo a preguntas de sus eventuales interlocutores>>.
<< ¿Cuál es la posición de los
comunistas con respecto a los proletarios en general?
Los
comunistas no forman un partido aparte, opuesto a los otros partidos obreros.
No
tienen intereses que los separen del conjunto del proletariado.
No
proclaman principios especiales* a los que quisieran amoldar el movimiento
proletario.
Los
comunistas sólo se distinguen de los demás partidos proletarios en que, por una
parte, en las diferentes luchas nacionales de los demás partidos proletarios,
destacan y hacen valer los intereses comunes a todo el proletariado,
independientemente de la nacionalidad; y por otra parte,,
en que en las diferentes fases de desarrollo por que pasa la lucha entre el
proletariado y la burguesía, representan siempre los intereses del movimiento
en su conjunto…
Prácticamente
los comunistas son, pues, el sector más resuelto de los partidos obreros de
todos los países, el sector que siempre impulsa adelante** a los demás;
teóricamente tienen sobre el resto del proletariado la ventaja de su clara
visión de las condiciones, de la marcha
y de los resultados del movimiento proletario
El
objetivo inmediato de los comunistas es el mismo que el de todos los demás
partidos proletarios: constitución de los proletarios en clase, derrocamiento
de la dominación burguesa, conquista del poder político por el proletariado.
Las
tesis teóricas de los comunistas no se basan en modo alguno en ideas y
principios inventados o descubiertos por tal o cual reformador del mundo.
No
son sino la expresión de conjunto de las condiciones reales de una lucha de
clases existente, de un movimiento histórico que se está desarrollando ante
nuestros ojos.
La
abolición de las relaciones de propiedad existentes desde antes, no es una
característica propia del comunismo
Todas
las relaciones de propiedad han sufrido constantes cambios históricos, continuas
trasformaciones históricas.
La
revolución francesa, por ejemplo, abolió la propiedad feudal en provecho de la
propiedad burguesa.
El
rasgo distintivo del comunismo no es la abolición de la propiedad en general,
sino la abolición de la propiedad burguesa
Pero
la propiedad burguesa moderna es la última y más acabada expresión del modo de
producción y de apropiación de los
producido basado en los antagonismos de clase, en la explotación de unos por
los otros*
En
este sentido los comunistas pueden
resumir su teoría en esta fórmula única: abolición de la propiedad
privada
Se
nos ha reprochado a los comunistas el querer abolir la propiedad personalmente
adquirida fruto del trabajo propio, esa propiedad que forma la base de toda
libertad, actividad e independencia individual. ¡La propiedad adquirida, fruto
del trabajo, del esfuerzo personal! ¿Os referís acaso a la propiedad del
pequeñoburgués, del pequeño labrador, esa forma de propiedad [de
los tiempos pasados anteriores al capitalismo] que ha precedido a la propiedad burguesa? No tenemos que abolirla: el
progreso de la industria la ha abolido y está aboliéndola a diario. ¿O tal vez
os referís a la propiedad burguesa moderna?
¿Es
que el trabajo asalariado, el trabajo del proletario, crea propiedad para el
proletario?
De
ninguna manera. Lo que crea es capital, es decir la propiedad que explota al trabajo asalariado. Y que no puede
acrecentarse si no a condición de producir nuevo trabajo asalariado, para
volver a explotarlo. En su forma actual, la propiedad se mueve en el
antagonismo entre el capital y el trabajo asalariado. Examinemos los dos
términos de este antagonismo. Ser capitalista significa ocupar, no sólo una
posición puramente personal en la producción, sino también una posición social.
El capital es un producto colectivo; no puede ser puesto en movimiento sino por
la actividad conjunta de muchos miembros de la sociedad y, en última instancia
por la actividad conjunta de todos los miembros de la sociedad. El capital no es,
pues, una fuerza personal; es una fuerza social. En consecuencia, si el capital
es transformado en propiedad colectiva, perteneciente a todos los miembros de
la sociedad, no es la propiedad personal la que se trasforma en propiedad
social. Sólo cambia el carácter social de la propiedad. Esta pierde su carácter
de clase. Examinemos el trabajo asalariado. El precio medio del trabajo
asalariado es el mínimo del salario. Es decir, la suma de los medios de
subsistencia indispensable al obrero para conservar su vida como tal obrero.
Por consiguiente, lo que el obrero asalariado se apropia por su actividad es
estrictamente lo que necesita para la mera reproducción de su vida como tal
obrero. No queremos de ninguna manera abolir esta apropiación personal de los
productos del trabajo, indispensables para la mera reproducción de la vida
humana, esa apropiación que no deja ningún beneficio líquido que pueda dar un
poder sobre el trabajo de otro. Lo que queremos suprimir es el carácter
miserable de esa apropiación, que hace que el obrero no viva sino para acrecentar
el capital y tan sólo en la medida en que el interés de la clase dominante
exige que viva. En la sociedad burguesa, el trabajo vivo no es más que un medio
de incrementar el trabajo acumulado [producto del trabajo dependiente
vivo y explotado]. En la sociedad
comunista, el trabajo acumulado no es más que un medio de ampliar, enriquecer y
hacer más fácil la vida de los trabajadores.
De
este modo, en la sociedad burguesa el trabajo domina sobre el presente; en la
sociedad comunista es el presente el que domina sobre el pasado. En la sociedad
burguesa el capital es independiente y tiene personalidad [la
del burgués que está en condiciones sociales de apropiarse de él], mientras que el individuo que trabaja [para
su patrón], carece de independencia y
está personalizado. ¡Y la burguesía dice que la abolición de semejante estado
de cosas es la abolición de la personalidad y de la libertad! Y con razón. Pues
se trata precisamente de abolir la personalidad burguesa, la independencia
burguesa y la libertad burguesa.
Desaparecida
la compraventa, desaparecerá también la libertad de compraventa, lo mismo que
las demás bravatas liberales de nuestra burguesía, sólo tienen sentido
aplicadas a la compraventa encadenada y al burgués sojuzgado de la Edad Media;
pero no ante la abolición comunista de la compraventa de las relaciones de
producción burguesas [basadas en la explotación de trabajo
ajeno] y de la propia burguesía.
Os
horrorizáis porque queramos abolir la propiedad privada. Pero en vuestra
sociedad actual, la propiedad privada está abolida para las nueve décimas
partes de sus miembros; Nos reprocháis, pues, el querer abolir una forma de
propiedad que no puede existir sino a condición de que la inmensa mayoría de la
sociedad sea privada de propiedad
En
una palabra, nos acusáis de querer abolir vuestra propiedad.
Efectivamente eso es lo que queremos.
Según
vosotros, desde el momento en que el trabajo no puede ser convertido en
capital, en dinero, en renta de la tierra, en una palabra en poder social
susceptible de ser monopolizado; es decir, desde el instante en que la
propiedad personal no puede transformarse en propiedad burguesa, desde ese
instante la personalidad queda suprimida.
Reconocéis,
pues, que por personalidad no entendéis sino al burgués, al propietario burgués.
Y esta personalidad ciertamente debe ser suprimida.
El
comunismo no arrebata a nadie la facultad de apropiarse de los productos
sociales; no quita más que el poder de sojuzgar por medio de esta apropiación
el trabajo ajeno.
Se
ha objetado que con la abolición de la propiedad privada [burguesa]
cesaría toda actividad y sobrevendría
una indolencia general.
Si
así fuese, hace ya mucho tiempo que la sociedad burguesa habría sucumbido a
manos de la holgazanería, puesto que en ella los que trabajan no adquieren y
los que adquieren no trabajan. Toda la objeción se reduce a esta tautología:
No hay trabajo asalariado donde no hay capital.
Todas
las objeciones dirigidas contra el modo comunista de apropiación y de
producción de bienes materiales se hacen extensivas igualmente respecto a la
apropiación y a la producción de los productos del trabajo intelectual. Lo
mismo que para el burgués la desaparición de la propiedad de clase equivale a
la desaparición de toda producción, la desaparición de la cultura de la cultura
de clase significa para él, la depauperación de toda cultura.
La
cultura cuya pérdida deplora, no es para la inmensa mayoría de los seres
humanos, más que adiestramiento que los transforma en máquinas.
Mas
no discutáis con nosotros mientras apliquéis a la abolición de la propiedad
burguesa, el criterio de vuestras nociones burguesas de libertad, cultura,
derecho, etc. Vuestras ideas mismas son producto de las relaciones de
producción y de propiedad burguesas, como vuestro derecho no es más que la
voluntad de vuestra clase erigida en ley; voluntad cuyo contenido está
determinado por las condiciones materiales de existencia de vuestra clase.
La
concepción en leyes eternas de la
Naturaleza y de la Razón las relaciones
sociales dimanadas de vuestro modo de producción y de propiedad —relaciones
históricas que surgen y desaparecen en el curso de la producción—, la compartís
con todas las clases dominantes hoy desaparecidas. Lo que concebís para la
propiedad antigua, no os atrevéis admitirlo para la propiedad burguesa.
¡Querer abolir la familia! Hasta los
más radicales se indignan ante este infame designio de los comunistas
¿En
qué bases descansa la familia actual, la familia burguesa?
En
el capital, en el lucro privado. La familia plenamente desarrollada, no existe
más que para la burguesía; pero encuentra su complemento en la supresión
forzosa de toda familia para el proletariado y en la prostitución pública.
La
familia burguesa desaparece naturalmente al dejar de existir ese complemento suyo, y ambos desaparecen con la
desaparición del capital.
¿Nos
reprocháis al querer abolir la explotación de los hijos por sus padres?
Confesamos este crimen.
Pero
decís que destruimos los vínculos más íntimos, sustituyendo la educación
doméstica por la educación social.
Y
vuestra educación, ¿no estará también determinada por la sociedad, por las
condiciones sociales en que educáis a vuestros hijos, por la intervención
directa o indirecta de la sociedad a través de la escuela, etc? Los comunistas
no han inventado la ingerencia de la sociedad en la educación, no hacen más que
cambiar su carácter y arrancar la educación a la influencia de la clase
dominante
Las
declamaciones burguesas sobre la familia y la educación, sobre los dulces lazos
que unen a los padres con sus hijos, resultan más repugnantes a medida que la gran industria destruye todo vínculo de
familia para el proletario y transforma a los niños en simples artículos de
comercio, en simples instrumentos de trabajo.
¡Pero
es que vosotros, los comunistas queréis establecer la comunidad de las mujeres!
—nos grita a coro toda la burguesía.
Para
el burgués, su mujer no es otra cosa que instrumento de producción. Oye decir
que los instrumentos de producción deben
ser de utilización común, y, naturalmente, no puede por menos de pensar que
las mujeres correrán la misma suerte de
la socialización.
No
sospecha que se trata precisamente de acabar con esa situación de la mujer como
simple instrumento de producción.
Nada
más grotesco, por otra parte, que el horror ultramoral que inspira a nuestros
burgueses la pretendida comunidad oficial de las mujeres que atribuyen a los
comunistas. Los comunistas no tienen necesidad de introducir la comunidad de
las mujeres: casi siempre ha existido.
Nuestros
burgueses no satisfechos con tener a su disposición las mujeres y las hijas de
sus obreros, sin hablar de la prostitución oficial, encuentran un placer
singular en seducirse mutuamente las esposas.
El
matrimonio burgués es, en realidad, la comunidad de las esposas. A lo sumo se
podría acusar a los comunistas de querer sustituir una comunidad de las mujeres
hipócritamente disimulada, por una comunidad franca y oficial. Es evidente, por
otra parte, que la abolición de las relaciones de producción actuales
desaparecerá la comunidad de las mujeres que de ellas se deriva, es decir, la
prostitución oficial y no oficial. Se acusa también a los comunistas de querer
abolir la patria, la nacionalidad. Los obreros no tienen patria, no se les
puede arrebatar lo que no poseen. Mas, cuanto que el proletariado debe en
primer lugar conquistar el poder político, elevarse a la condición de clase
nacional*, constituirse en nación, todavía es nacional aunque de ninguna manera
en el sentido burgués. El aislamiento nacional y los antagonismos entre los
pueblos, desaparecen de día en día con el desarrollo de la burguesía, la
libertad de comercio y el mercado mundial, con la uniformidad de la producción
industrial y las condiciones de existencia que le corresponden. El dominio del
proletariado los hará desaparecer más de prisa todavía, La acción común, al
menos de los países civilizados, es una de las primeras condiciones de su
emancipación.
En
la misma medida en que sea abolida la explotación de una nación por otra.
Al
mismo tiempo que el antagonismo de las clases en el interior de las naciones,
desaparecerá la hostilidad de las naciones entre sí.
En
cuanto a las acusaciones lanzadas contra el comunismo, partiendo del punto de
vista de la religión, de la filosofía y de la ideología en general, no merecen
un examen detallado.
¿Acaso
no se necesita una gran perspicacia para comprender que con toda modificación
en las condiciones de vida, en las relaciones sociales, en la existencia
social, cambian también las ideas, las nociones y las concepciones, en una
palabra, la conciencia del ser humano?
¿Qué
demuestra la historia de las ideas sino que la producción intelectual se
transforma con la producción material? Las ideas dominantes en cualquier época
no han sido nunca más que las ideas de la clase dominante.
Cuando
se habla de ideas que revolucionan toda una sociedad, se expresa solamente el
hecho de que en el seno de la vieja sociedad se han formado los elementos de
una nueva, y la disolución de las viejas ideas marcha a la par con la
disolución de las antiguas condiciones de vida.
En
el ocaso del mundo antiguo, las viejas religiones fueron vencidas por la
religión cristiana. Cuando en el siglo XVIII las ideas cristianas fueron
vencidas por las ideas de la ilustración, la sociedad feudal libraba una lucha
a muerte contrala burguesía, por entonces revolucionaria. Las ideas de libertad
religiosa y de libertad de conciencia no hicieron más que reflejar el reinado
de la libre concurrencia en el dominio del saber.
“Sin duda —se nos dirá—, que las ideas religiosas, morales,
filosóficas, jurídicas, etc., se han ido modificando en el curso del desarrollo
histórico. Pero la religión, la moral, la filosofía, la política, el derecho se
han mantenido siempre a través de estas transformaciones.
Existen, además, verdades eternas, tales como la
libertad, la justicia, etc., que son comunes a todo estado de la sociedad. Pero
el comunismo quiere abolir estas verdades eternas, quiere abolir la religión y la moral, en lugar de darles
una forma nueva, y por eso contradice todo el desarrollo histórico anterior”.
¿A
qué se reduce esta acusación? La historia de todas las sociedades que han
existido hasta hoy se desenvuelve en medio de contradicciones de clase, de
contradicciones que revisten formas diversas en las diferentes épocas.
Pero
cualquiera que haya sido la forma de estas contradicciones, la explotación de
una parte de la sociedad por la otra, es un hecho común a todos los siglos
anteriores. Por consiguiente no tiene nada de asombroso que la conciencia
social de todos los siglos, a despecho de toda variedad y de toda diversidad,
se haya movido siempre dentro de ciertas formas comunes, dentro de unas formas
—formas de conciencia—, que no desaparecerán completamente más que con la
desaparición de los antagonismos de clase.
La
revolución comunista es la ruptura más radical con las relaciones de propiedad
tradicionales.
Pero
dejemos aquí las objeciones hechas por la burguesía al comunismo.
Como ya hemos visto más
arriba, el primer paso de la revolución obrera es la elevación del proletariado
a clase dominante, la conquista de la democracia.
El
proletariado se valdrá de su dominación política para ir arrancando
gradualmente a la burguesía todo el capital, para centralizar todos los instrumentos de producción en manos del
Estado, es decir, del proletariado como clase dominante, y para aumentar con la
mayor rapidez, posible la forma de las fuerzas productivas.
Esto
naturalmente, no podrá cumplirse al principio más que por una violación
despótica del derecho de propiedad y de las relaciones burguesas de producción,
es decir, por la adopción de medidas que desde el punto de vista económico
parecerán insuficientes e insostenibles, pero que en el curso del movimiento se
sobrepasarán a sí mismas* y serán indispensables como medios para transformar
radicalmente todo el modo de producción.
Estas
medidas, naturalmente serán diferentes en los diversos países.
Sin
embargo, en los países más avanzados podrán ser puestas en práctica casi en
todas partes las siguientes medidas:
1. Expropiación de la propiedad territorial y empleo de la
renta de la tierra para los gastos del Estado.
2. Fuerte impuesto progresivo.
3. Abolición del derecho de herencia.
4. Confiscación de la propiedad de todos los emigrados y
sediciosos.
5. Centralización del crédito en manos del Estado por
medio de un Banco nacional con capital
del Estado y monopolio exclusivo.
6. Centralización en manos del Estado de todos los medios
de transporte.
7. Multiplicación de las empresas fabriles pertenecientes
al Estado y de los instrumentos de producción, roturación de los terrenos
incultos y mejoramiento de las tierras, según un plan general.
8. Obligación de trabajar para todos; organización de
ejércitos industriales, particularmente para la agricultura.
9. Combinación de la agricultura y la industria; medidas
encaminadas a hacer desaparecer gradualmente la diferencia entre la ciudad y el
campo*
10. Educación pública y gratuita de todos los niños;
abolición del trabajo de estos en las fábricas tal como se practica hoy;
régimen de educación combinado con la producción material, etc., etc.
Una vez que
en el curso del desarrollo hayan desaparecido las diferencias de clase y se
haya concentrado toda la producción en manos de los individuos asociados, el
poder público perderá su carácter político. El poder político, hablando
propiamente, es la violencia organizada de una clase para la opresión de otra.
Si en la lucha contra la burguesía el proletariado se convierte indefectiblemente
en clase dominante y, en cuanto que clase dominante, suprime por la fuerza las
viejas relaciones de producción y de poder, suprime al mismo tiempo que estas
relaciones, las condiciones para la existencia de los antagonismos de clase.
Así,
en sustitución de la antigua sociedad burguesa, con sus clases y sus
antagonismos de clase, surgirá una asociación en que el libre desenvolvimiento
de cada uno, será la condición del libre desenvolvimiento de todos>>. (K.
Marx: Op. cit. Ed. “L’eina/1989. Pp. 50 a 60. Texto
traducido del inglés por Jacobo Muñoz Veiga).
Cfr. con Versión
digitalizada.
V. I. Lenin
TESIS E INFORME SOBRE LA DEMOCRACIA
BURGUESA
Y LA DICTADURA DEL PROLETARIADO
Presentado
al Congreso de la III Internacional
Primera
publicación: En 1921, en
el libro "Primer Congreso de la Internacional Comunista. Actas",
Petrogrado.
Fuente: V. I. Lenin, Discursos pronunciados en los congresos de la
Internacional Comunista. Editorial Progreso, Moscú, s.f.
Digitalización: Juan R. Fajardo, para el Marxists Internet Archive,
enero de 2001.
1. El desarrollo del movimiento revolucionario del
proletariado en todos los países, ha hecho que la burguesía y sus agentes en
las organizaciones obreras, forcejeen convulsivamente con el fin de hallar
argumentos ideológico-políticos para defender la dominación de los
explotadores. Entre esos argumentos se esgrime particularmente la condenación
de la dictadura y la defensa de la democracia. La falsedad y la hipocresía de
este argumento, repetido en mil variantes por la prensa capitalista y en la
Conferencia de la Internacional amarilla de Berna [ 1],
celebrada en febrero de 1919, son evidentes para todos los que no quieren hacer
traición a los principios elementales del socialismo.
2. Ante todo, ese argumento se basa en los conceptos de
"democracia en general" y "dictadura en general", sin
plantear la cuestión de qué clase se tiene presente. Ese planteamiento de la
cuestión al margen de las clases o por encima de ellas, ese planteamiento de la
cuestión desde el punto de vista —como dicen falsamente—- de todo el pueblo, es
una descarada mofa de la teoría principal del socialismo, a saber, de la teoría
de la lucha de clases, que los
socialistas que se han pasado al lado de la burguesía reconocen de palabra y
olvidan en la práctica. Porque en ningún país capitalista civilizado
existe la "democracia en general", pues lo que existe en ellos, los
capitalistas, es únicamente la democracia burguesa, y de lo que se trata no es
de la "democracia en general", sino de la dictadura de la clase
emancipada, o sea, del proletariado sobre los opresores y los explotadores, es
decir, sobre la burguesía, con el fin de vencer la resistencia que los
explotadores oponen en la lucha por su dominación.
3. La historia enseña que ninguna clase oprimida ha llegado
ni podría llegar a dominar sin un período de dictadura sobre ella, es decir,
sin conquistar el poder político y aplastar por la fuerza la resistencia más
desesperada de la burguesía, más rabiosa esa resistencia que no se detiene ante
ningún crimen, que siempre han opuesto los explotadores. La burguesía, cuya
dominación defienden hoy los socialistas, que hablan contra la "dictadura
en general" y se desgañitan defendiendo la "democracia en
general", conquistó el poder en los paises adelantados mediante una serie
de insurrecciones y guerras civiles, aplastando por la violencia a los reyes, a
los señores feudales, a los esclavistas y sus tentativas de restauración. En
sus libros y folletos, en las resoluciones de sus congresos y en sus discursos
de agitación, los socialistas de todos los países han explicado miles y
millones de veces al pueblo el carácter de clase explotadora de esas
revoluciones burguesas, de esa dictadura burguesa. Por eso, la defensa que hoy
hacen de la democracia burguesa, encubriéndose con sus discursos sobre la
"democracia en general", y los alaridos y voces que hoy lanzan contra
la dictadura del proletariado, encubriéndose con sus gritos sobre la
"dictadura en general", son una traición descarada al socialismo
revolucionario, el paso efectivo al lado de la burguesía, la negación del
derecho del proletariado a su revolución, a la revolución proletaria, la
defensa del reformismo burgués
en un período histórico en el que dicho reformismo ha fracasado en todo el
mundo y en que la guerra ha creado una situación revolucionaria.
4. Todos los socialistas, al explicar el carácter de
clase explotadora de la “civilización burguesa”, de la democracia burguesa, del
parlamentarismo burgués, han expresado el pensamiento que con la máxima
precisión científica formularon Marx y Engels al decir que la república
burguesa, aun la más democrática, no es más que una máquina para la opresión de
la clase obrera por la burguesía, de la masa de los trabajadores por un puñado
de capitalistas. No hay ni un solo revolucionario, ni un solo marxista de los
que hoy vociferan contra la dictadura y en favor de la democracia, que no haya
jurado ante los obreros por todo lo humano y lo divino, que reconoce ese axioma
fundamental del socialismo; pero ahora, cuando el proletariado revolucionario
empieza a agitarse y a ponerse en movimiento para destruir esa máquina de
opresión y para conquistar la dictadura proletaria, esos traidores al
socialismo presentan las cosas como si la burguesía hubiera hecho a los
trabajadores el don de la "democracia pura", como si la burguesía
hubiera renunciado a la resistencia y estuviese dispuesta a someterse a la
mayoría de los trabajadores, como si en la república democrática no hubiera
habido y no hubiese máquina estatal alguna para la opresión del trabajo por el
capital.
5. La Comuna de París, a la que de palabra honran todos
los que desean hacerse pasar por socialistas, porque saben que las masas
obreras simpatizan con ella ardiente y sinceramente, mostró con particular
evidencia el carácter históricamente condicionado y el limitado valor del
parlamentarismo burgués y la democracia burguesa, instituciones progresivas en
alto grado en comparación co el medievo, pero que exigen inevitablemente un
cambio radical en la época de la revolución proletaria. Precisamente Marx que
aquilató mejor que nadie la importancia histórica de la Comuna, mostró, al
analizarla, el carácter explotador de la democracia burguesa y del
parlamentarismo burgués, bajo los cuales las clases oprimidas tienen el derecho
de decidir una vez cada determinado número de años, qué miembros de las clases
poseedoras han de "representar y aplastar" (ver- und zertreten
al pueblo en el Parlamento. Precisamente ahora, cuando el movimiento soviético,
extendiéndose a todo el mundo, continúa a la vista de todos la causa de la
Comuna, los traidores al socialismo olvidan la experiencia concreta y las
enseñanzas concretas de la Comuna de París, repitiendo la vieja cantinela
burguesa de la "democracia en general". La Comuna no fue una
institución parlamentaria.
6. La importancia de la Comuna consiste, además, en que
hizo un intento de aniquilar, destruir hasta los cimientos el aparato del
Estado burgués, burocrático, judicial, militar y policíaco, sustituyéndolo con
una organización autónoma de las masas obreras que no conocía la división entre
el poder legislativo y el ejecutivo. Todas las repúblicas democráticas
burguesas contemporáneas, comprendida la alemana, a la que los traidores al
socialismo, mofándose de la verdad, llaman república proletaria, conservan ese
aparato estatal. Por tanto, se confirma una y otra vez con toda evidencia, que
los gritos en defensa de la "democracia en general" son de hecho
defensa de la burguesía y de sus privilegios de explotación.
7. La "libertad de reunión puede ser tomada como
modelo de las reivindicaciones de la "democracia pura." Cada obrero
consciente que no haya roto con su clase comprenderá en seguida que sería una
estupidez prometer la libertad de reunión a los explotadores en un período y en
una situación en que los explotadores se resisten a su derrocamiento y
defienden sus privilegios. La burguesía, cuando era revolucionaria, ni en la
Inglaterra de 1649 ni en la Francia de 1793 dió "libertad de reunión"
a los monárquicos y los nobles, que llamaban en su ayuda a tropas extranjeras y
"se reunían" para organizar intentonas de restauración. Si la
burguesía actual, que hace ya mucho que es reaccionaria, exige del proletariado
que éste le garantice de antemano la "libertad de reunión para los
explotadores, sea cual fuere la resistencia que presten los capitalistas a su
expropiación, los obreros no podrán sino reírse del fariseísmo de la burguesía.
Por
otra parte, los obreros saben perfectamente que la "libertad de
reunión" es, incluso en la república burguesa más democrática, una frase
vacía, ya que los ricos poseen todos los mejores locales sociales y privados,
así como bastante tiempo libre para sus reuniones, que son protegidas por el
aparato burgués de poder. Los proletarios de la ciudad y el campo, así como los
pequeños campesinos, es decir, la mayoría gigantesca de la población, no
cuentan con nada de eso. Mientras las cosas sigan así, la "igualdad",
es decir, la "democracia pura", sería un engaño. Para conquistar la
verdadera igualdad, para dar vida a la democracia para los trabajadores, hay
que quitar primero a los explotadores todos los locales sociales y sus lujosas
casas privadas, hay que dar primero tiempo libre a los trabajadores, es
necesario que la libertad de sus reuniones la defiendan los obreros armados, y
no señoritos de la nobleza ni oficiales hijos de capitalistas mandando a
soldados que son instrumentos ciegos.
Sólo
después de tal cambio se podrá hablar de libertad de reunión e igualdad sin
mofarse de los obreros, de los trabajadores, de los pobres. Pero ese cambio
sólo puede realizarlo la vanguardia de los trabajadores, el proletariado, que
derroca a los explotadores, a la burguesía.
8. La "libertad de imprenta" es asimismo una
de las principales consignas de la "democracia pura". Los obreros
saben también, y los socialistas de todos los paises lo han reconocido millones
de veces, que esa libertad será un engaño mientras las mejores imprentas y
grandísimas reservas de papel se hallen en manos de los capitalistas y mientras
exista el poder del capital sobre la prensa, poder que se manifiesta en todo el
mundo con tanta mayor claridad, nitidez y cinismo cuanto más desarrollados se
hallan la democracia y el régimen republicano, como ocurre, por ejemplo, en
Norteamérica. A fin de conquistar la igualdad efectiva y la verdadera
democracia para los trabajadores, para los obreros y los campesinos, hay que
quitar primero al capital la posibilidad de contratar a escritores, comprar las
editoriales y sobornar a la prensa, y para ello es necesario derrocar el yugo
del capital, derrocar a los explotadores y aplastar su resistencia. Los
capitalistas siempre han llamado "libertad" a la libertad de lucro
para los ricos, a la libertad de morirse de hambre para los obreros. Los
capitalistas llaman libertad de imprenta a la libertad de soborno de la prensa
por los ricos, a la libertad de utilizar la riqueza para fabricar y falsear la
llamada opinión pública. Los defensores de la "democracia pura"
también se manifiestan de hecho en este caso como defensores del más inmundo y
venal sistema de dominio de los ricos sobre los medios de ilustración de las
masas, resultan ser embusteros que engañan al pueblo y que con frases bonitas,
bellas y falsas hasta la médula distraen de la tarea histórica concreta de
liberar a la prensa de su sojuzgamiento por el capital. Libertad e igualdad
verdaderas será el orden de cosas que están instaurando los comunistas, y en él
será imposible enriquecerse a costa de otros, no habrá posibilidad objetiva de
someter directa o indirectamente la prensa al poder del dinero, no habrá
obstáculo para que cada trabajador (o grupo de trabajadores, sea cual fuere su
número) posea y ejerza el derecho igual de utilizar las imprentas y el papel
que pertenecerán a la sociedad.
9. La historia de los siglos XIX y XX nos ha mostrado ya
antes de la guerra qué es de hecho la cacareada "democracia pura"
bajo el capitalismo. Los marxistas siempre han dicho que cuanto más
desarrollada y más "pura" es la democracia, tanto más franca, aguda e
implacable se hace la lucha de clases, tanto más "puras" se
manifiestan la opresión por el capital y la dictadura de la burguesía. E1 asunto
Dreyfus en la Francia republicana, las sangrientas represalias de los
destacamentos mercenarios, armados por los capitalistas, contra los huelguistas
en la libre y democrática República de Norteamérica, estos hechos y miles de
otros análogos demuestran la verdad que la burguesía trata en vano de ocultar,
o sea, que en las repúblicas más democráticas imperan de hecho el terror y la
dictadura de la burguesía, ue se manifiestan abiertamente n cuanto a los
explotadores les parece que el poder del capital se tambalea.
10. La guerra imperialista de 1914-1918
ha revelado definitivamente hasta a los obreros atrasados el verdadero carácter
de la democracia burguesa, que es, incluso en las repúblicas más libres, una
dictadura de la burguesía. En aras del enriquecimiento del grupo alemán o
inglés de millonarios y multimillonarios perecieron decenas de millones de
hombres, y en las repúblicas más libres se instauró la dictadura militar de la
burguesía. Esta dictadura militar sigue en pie en los países de la Entente
incluso después de la derrota de Alemania. Precisamente la guerra es lo que más
ha abierto los ojos a los trabajadores; ha arrancado sus falsas flores a la
democracia burguesa y ha mostrado al pueblo cuán monstruosos han sido la
especulación y el lucro durante la guerra y con motivo de la guerra. En nombre
de "la libertad y la igualdad" llevó esa guerra la burguesía, en
nombre de "la libertad y la igualdad" se han enriquecido
inauditamente los mercaderes de la guerra. Ningún esfuerzo de la Internacional
amarilla de Berna podrá ocultar a las masas el carácter explotador, hoy
definitivamente desenmascarado, de la libertad burguesa, de la igualdad
burguesa, de la democracia burguesa.
11. En el país capitalista más
desarrollado del continente europeo, en Alemania, los primeros meses de plena
libertad republicana, traída por la derrota de la Alemania imperialista, han
mostrado a los obreros alemanes y a todo el mundo cuál es la verdadera esencia
de clase de la república democrática burguesa. El asesinato de Carlos
Liebknecht y Rosa Luxemburgo no sólo es un acontecimiento de importancia
histórica mundial porque hayan perecido trágicamente los jefes y bríllantísimas
personalidades de la Internacional Comunista, Internacional verdaderamente
proletaria, sino también porque se ha puesto de manifiesto con toda plenitud la
esencia de clase de un Estado adelantado de Europa, de un Estado —puede
afirmarse sin incurrir en exageración— adelantado entre todos los Estados del
mundo. El hecho de que los detenidos, es decir, gente que el poder del Estado
ha tomado bajo su custodia, hayan podido ser asesinados impunemente por
oficiales y capitalistas, gobernando el país los socialpatriotas, evidencia que
la república democrática en que ha sido posible tal cosa es una dictadura de la
burguesía. La gente que expresa su indignación ante el asesinato de Carlos
Liebknecht y Rosa Luxemburgo, pero no comprende esta verdad, pone de manifiesto
o bien pocas luces o bien su hipocresía. La libertad en una de las repúblicas
más libres y adelantadas del mundo en la república alemana, es la libertad de
asesinar impunemente a los jefes del proletariado detenidos. Y no puede ser de
otro modo mientras se mantenga el capitalismo pues el desarrollo de la
democracia no embota, sino que agudiza la lucha de clases, que en virtud de
todos los resultados e influjos de la guerra y de sus consecuencias ha
alcanzado el punto de ebullición.
En todo
el mundo civilizado se deporta hoy a los bolcheviques, se les persigue, se les
encarcela, como ha ocurrido en Suiza, una de las repúblicas burguesas más
libres; en Norteamérica se organizan contra ellos pogromos, etc. Desde el punto
de vista de la "democracia en general" o de la "democracia
pura" es verdaderamente ridículo que países adelantados, civilizados,
democráticos, armados hasta los dientes, teman la presencia en ellos de un
puñado de personas de la atrasada, hambrienta y arruinada Rusia, a la que en
decenas de millones de ejemplares los periódicos burgueses tildan de salvaje,
criminal, etc. Está claro que la situación social que ha podido engendrar tan
flagrante contradicción es, de hecho, la dictadura de la burguesía.
12. Con tal estado de cosas, la
dictadura del proletariado no sólo es por completo legítima, como medio para
derrocar a los explotadores y aplastar su resistencia, sino también
absolutamente necesaria para toda la masa trabajadora como única defensa contra
la dictadura de la burguesía, que ha llevado a la guerra y está gestando nuevas
matanzas.
Lo
principal entre lo que no comprenden los socialistas --y de aquí su miopía
teórica, su cautiverio en poder de los prejuicios burgueses y su traición
política al proletariado-- es que en la sociedad capitalista, cuando la lucha
de clases inherente a ella experimenta una agudización más o menos seria, no
puede haber nada intermedio, nada que no sea la dictadura de la burguesía o la
dictadura del proletariado. Todo sueño en una tercera solución es un
reaccionario gimoteo de pequeño burgués. Así lo evidencian tanto la experiencia
de más de cien años de desarrollo de la democracia burguesa y del movimiento
obrero en todos los países adelantados como, particularmente, la experiencia
del último lustro. Así lo dice también toda ciencia de la economía política,
todo el contenido del marxismo, que esclarece la inevitabilidad económica de la
dictadura de la burguesía en toda economía mercantil, burguesía que nadie puede
sustituir de no ser la clase que está siendo desarrollada, multiplicada, unida
y fortalecida por el propio desarrollo del capitalismo, es decir, la clase de
los proletarios.
13. Otro error teórico y político de
los socialistas consiste en que no comprenden que las formas de la democracia
han ido cambiando inevitablemente en el transcurso de los milenios, empezando
por sus embriones en la antigüedad, a medida que una clase dominante iba siendo
sustituida por otra. En las antiguas repúblicas de Grecia, en las ciudades del
medievo, en los países capitalistas adelantados, la democracia tiene distintas
formas y se aplica en grado distinto. Sería una solemne necedad creer que la
revolución más profunda en la historia de la humanidad, el paso del poder de
manos de la minoría explotadora a manos de la mayoría explotada —paso que se
observa por primera vez en el mundo— puede producirse en el viejo marco de la
vieja democracia burguesa, parlamentaria, sin los cambios más radicales, sin
crear nuevas formas de democracia, nuevas instituciones que encarnen las nuevas
condiciones de su aplicación, etc.
14. Lo que tiene de común la dictadura del proletariado
con la dictadura de las otras clases es que está motivada, como toda otra
dictadura, por la necesidad de aplastar por la fuerza la resistencia de la
clase que pierde la dominación política. La diferencia radical entre la
dictadura del proletariado y la dictadura de las otras clases —la dictadura de
los terratenientes en la Edad Medía, la dictadura de la burguesía en todos los
países capitalistas civilizados— consiste en que la dictadura de los
terratenientes y la burguesía ha sido el aplastamiento por la violencia de la
resistencia ofrecida por la inmensa mayoría de la población, concretamente por
los trabajadores. La dictadura del proletariado, por el contrario, es el
aplastamiento por la violencia de la resistencia que ofrecen los explotadores,
es decir, la minoría ínfima de la población, los terratenientes y los
capitalistas.
De aquí
dimana, a su vez, que la dictadura del proletariado no sólo debía traer consigo
inevitablemente el cambio de las formas y las instituciones de la democracia,
hablando en general, sino precisamente un cambio que diese una extensión sin
precedente en el mundo al goce efectivo de la democracia por los hombres que el
capitalismo oprimiera, por las clases trabajadoras.
En
efecto, esa forma de la dictadura del proletariado que ha sido ya forjada de
hecho —el Poder soviético en Rusia, el Räte~System en Alemania, los Shop
Stewards Committees y otras instituciones soviéticas análogas en otros
países— todas ellas significan y son precisamente para las clases trabajadoras,
o sea para la inmensa mayoría de la población, una posibilidad efectiva, real,
de gozar de las libertades y los derechos democráticos, posibilidad que nunca
ha existido, ni siquiera aproximadamente, en las repúblicas burguesas mejores y
más democráticas.
La
esencia del Poder soviético consiste en que la base permanente y única de todo
el poder estatal, de todo el aparato del Estado, es la organización de masas
precisamente de las clases que eran oprimidas por el capitalismo, es decir, de
los obreros y los semiproletarios (los campesinos que no explotan trabajo ajeno
y que recurren constantemente a la venta, aunque sólo sea en parte, de su
fuerza de trabajo). Precisamente las masas que hasta en las repúblicas
burguesas más democráticas, aunque con arreglo a la ley sean iguales en
derechos, de hecho, por medio de procedimientos y artimañas, se han visto
apartadas de la participación en la vida política y del goce de los derechos y
libertades democráticos, tienen hoy necesariamente una participación constante
y, además, decisiva en la dirección democrática del Estado.
15. La igualdad de los ciudadanos
independientemente de su sexo, religión, raza y nacionalidad, que la democracia
burguesa ha prometido siempre y en todas partes, pero que no ha dado en ningún
sitio ni ha podido dar debido a la dominación del capitalismo, la realiza
inmediatamente y con toda plenitud el Poder soviético, o sea, la dictadura del
proletariado, pues eso únicamente puede hacerlo el poder de los obreros, que no
están interesados en la propiedad privada sobre los medios de producción ni en
la lucha por repartirlos una y otra vez.
16. La vieja democracia, es decir, la
democracia burguesa y el parlamentarismo fueron organizados de tal modo, que
precisamente las masas trabajadoras se vieran más apartadas que nadie del
aparato de gobernación. El Poder soviético, es decir la dictadura del
proletariado está organizado por el contrario de modo que acerca a las masas
trabajadoras al aparato de gobernación. El mismo fin persigue la unión del
poder legislativo y el poder ejecutivo en la organización soviética del Estado
y la sustitución de las circunscripciones electorales territoriales por
entidades de producción, como son las fábricas.
17. El ejército ha sido un aparato de
opresión no sólo en las monarquías. Sigue siéndolo también en todas las
repúblicas burguesas, incluso en las más democráticas. Sólo el Poder soviético,
organización estatal permanente precisamente de las clases oprimidas antes por
el capitalismo, está en condiciones de acabar con la subordinación del ejército
al mando burgués y de fundir efectivamente al proletariado con el ejército, de
llevar efectivamente a cabo el armamento del proletariado y el desarme de la
burguesía, sin lo que es imposible la victoria del socialismo.
18. La organización soviética del
Estado está adaptada al papel dirigente del proletariado, la clase más
concentrada e ilustrada por el capitalismo. La experiencia de todas las
revoluciones y de todos los movimientos de las clases oprimidas y la
experiencia del movimiento socialista mundial nos enseñan que sólo el
proletariado es capaz de reunir y llevar tras de sí a las capas dispersas y
atrasadas de la población trabajadora y explotada.
19. Sólo la organización soviética del
Estado puede en realidad demoler de golpe y destruir definitivamente el viejo
aparato> es decir, el aparato burocrático y judicial burgués, que se ha
mantenido y debía inevitablemente mantenerse bajo el capitalismo, incluso en
las repúblicas más democráticas, siendo, de hecho, la mayor traba para la
realización de la democracia para los obreros y los trabajadores. La Comuna de
Paris dio el primer paso de importancia histórica mundial por ese camino, y el
Poder soviético, el segundo.
20. La destrucción del poder del Estado
es un fin que se han planteado todos los socialistas, entre ellos, y a la
cabeza de ellos, Marx. La verdadera democracia, es decir, la igualdad y la
libertad, es irrealizable si no se alcanza ese fin. Pero a él sólo lleva
prácticamente la democracia soviética, o proletaria, pues, al incorporar las
organizaciones de masas de los trabajadores a la gobernación permanente e
ineludible del Estado, empieza a preparar inmediatamente la extinción completa
de todo Estado.
21. La bancarrota absoluta de los socialistas que se han
reunido en Berna, su absoluta incomprensión de la nueva democracia, es decir,
de la democracia proletaria, se ve particularmente en lo que sigue. El 10 de
febrero de 1919, Branting cerró en Berna la Conferencia de la Internacional
amarilla. El 11 de febrero del mismo año, Die Freiheit, periódico que
editan en Berlín los adeptos de dicha Internacional, publicó un llamamiento del
partido de los "independientes al proletariado. En este llamamiento se
reconoce el carácter burgués del Gobierno Scheidemann, se reprocha a éste el
deseo de abolir los Soviets, a los que se llama Täger und Schützer der
Revolution —portadores y defensores de la revolución— y se propone
legalizar los Soviets, concederles derechos estatales, concederles el derecho
de suspender las decisiones de la Asamblea Nacional, sometiéndolas a votación
de todo el pueblo.
Esa
propuesta es la plena bancarrota ideológica de los teóricos que defendían la
democracia y no comprendían su carácter burgués. La ridícula tentativa de unir
el sistema de los Soviets, es decir, la dictadura del proletariado, con la
Asamblea Nacional, es decir, la dictadura de la burguesía, desenmascara por
completo la indigencia mental de los socialistas y socialdemócratas amarillos,
su carácter político reaccionario, propio de pequeños burgueses, y sus cobardes
concesiones a la fuerza, en crecimiento incontenible, de la nueva democracia,
de la democracia proletaria.
22. Al condenar el bolchevismo, la mayoría de la
Internacional amarilla de Berna, que no se ha atrevido a votar formalmente la
correspondiente resolución por miedo a las masas obreras, ha procedido
acertadamente desde el punto de vista de clase. Precisamente esta mayoría se
solidariza por entero con los mencheviques y los socialistas revolucionarios
rusos y con los Scheidemann en Alemania. Los mencheviques y los
socialrevolucionarios rusos, al quejarse de que los bolcheviques los persiguen,
intentan ocultar que eso ocurre porque participan en la guerra civil al lado de
la burguesía, contra el proletariado. De la misma manera, los Scheidemann y su
partido han demostrado ya en Alemania que participan de la misma manera en la
guerra civil al lado de la burguesía, contra los obreros.
Es
completamente natural, por ello, que la mayoría de los hombres de la
Internacional amarilla de Berna se haya pronunciado por la condenación de los
bolcheviques. Eso no ha sido la defensa de la "democracia pura", sino
la autodefensa de gentes que saben y perciben que en la guerra civil se
encuentran al lado de la burguesía, contra el proletariado.
Por
eso, desde el punto de vista de clase, no puede por menos de reconocerse
acertada la decisión de la mayoría de la Internacional amarilla. El
proletariado debe afrontar sin temor a la verdad y sacar de ello todas las
conclusiones políticas pertinentes.
Camaradas:
Yo quisiera añadir alguna cosa más a los dos últimos puntos. Creo que los
camaradas que deben informarnos de la Conferencia de Berna nos hablarán de ello
con mayor detalle.
En toda
la Conferencia de Berna no se ha dicho ni una sola palabra sobre la importancia
del Poder soviético. En Rusia llevamos ya dos años discutiendo esta cuestión.
En abril de 1917, en la Conferencia del partido, planteamos ya teórica y
políticamente la cuestión "¿Qué es el Poder soviético, cuál es su
contenido, en qué consiste su importancia histórica?" Llevamos casi dos
años discutiendo esta cuestión, y en el Congreso de nuestro partido hemos
adoptado una resolución al respecto [2].
El Freiheit,
de Berlín, publicó el 11 de febrero un llamamiento al proletariado alemán,
firmado no sólo por los líderes de los socialdemócratas independientes de
Alemania, sino también por todos los miembros de su minoría parlamentaria. En
agosto de 1918, el mayor teórico de los independientes, Kautsky, declaró en su
folleto La dictadura del proletariado que era partidario de la
democracia y de los organismos soviéticos, pero que los Soviets debían tener
únicamente un carácter de gestión económica y no debían reconocerse, de ningún
modo, como organizaciones estatales. Kautsky repite lo mismo en los números de Freiheit
del 11 de noviembre y del 12 de enero. El 9 de febrero apareció un artículo de
Rudolf Hilferding, también considerado como una gran autoridad teórica de la II
Internacional. Hilferding propone unir el sistema de los Soviets con la
Asamblea Nacional por vía jurídica, a través de la 1egislación del Estado. Eso
ocurrió el 9 de febrero. El 11 del mismo mes, dicha propuesta fue aceptada por
todo el partido de los independientes y publicada en forma de llamamiento.
A pesar
que la Asamblea Nacional ya existe, incluso después de que la "democracia
pura" ya es un hecho y que los mayores teóricos de los socialdemócratas
independientes han declarado que las organizaciones soviéticas no deben ser
organizaciones estatales, ¡a pesar de todo eso, vuelven a vacilar! Ello
demuestra que, en realidad, esos señores no han comprendido nada del nuevo
movimiento ni de las condiciones de su lucha. Pero, además, Demuestra otra
cosa: que debe haber condiciones, causas que motiven esa vacilación. Después de
todos estos acontecimientos, después de casi dos años de revolución triunfante
en Rusia, cuando se nos ofrecen resoluciones como Las adoptadas en la
Conferencia de Berna, en las que no se dice nada de los Soviets ni de su
importancia; cuando vemos que en esa Conferencia ningún delegado ha dicho
siquiera una palabra sobre el particular en sus discursos, podemos afirmar con
todo derecho que como socialistas y como teóricos, todos esos señores han
muerto para nosotros.
Pero prácticamente
desde el punto de vista de la política, eso es camaradas una demostración de
que entre las masas se está produciendo un gran viraje, pues, de otro modo,
esos independientes que estaban en teoría y por Principio contra estas
organizaciones estatales, no hubieran propuesto de buenas a primeras una
necedad como es unir "pacíficamente" la Asamblea Nacional con el
sistema de los Soviets, es decir, unir la dictadura de la burguesía con la
dictadura del proletariado. Somos testigos de que todos ellos están en
bancarrota como socialistas y como teóricos y del enorme cambio que se está produciendo
en las masas. ¡Las masas atrasadas del proletariado alemán se acercan a
nosotros, se han unido a nosotros! Por tanto, la importancia del Partido
Socialdemócrata Independiente de Alemania, lo mejor de la Conferencia de Berna,
es, desde el punto de vista de la teoría y del socialismo, igual a cero; sin
embargo, continúa teniendo cierta importancia, y consiste ésta en que esos
elementos vacilantes nos sirven de indicador del estado de ánimo de los
sectores atrasados del proletariado. En eso, a mi entender, reside la
grandísima importancia histórica de esa Conferencia. Nosotros hemos vivido algo
parecido en nuestra revolución. Nuestros mencheviques recorrieron casi
exactamente el mismo camino de desarrollo que los teóricos de los
independientes en Alemania. Al principio, cuando tenían la mayoría en los
Soviets, se pronunciaban por éstos. Entonces no se oía más que gritar:
"¡Vivan los Soviets!" "¡Por los Soviets!" "¡Los
Soviets son la democracia revolucionaria!" Cuando los bolcheviques
conquistamos la mayoría en los Soviets, entonaron otra canción, diciendo que
los Soviets no debían existir paralelamente a la Asamblea Constituyente; y
distintos teóricos mencheviques hacían propuestas casi idénticas, como la de
unir el sistema de los Soviets con la Asamblea Constituyente e incluirlos en la
organización estatal. Esto revela, una vez más, que el curso general de la
revolución proletaria es igual en todo el mundo. Primero la formación
espontánea de los Soviets, luego su extensión y desarrollo, más tarde se plantea
prácticamente la cuestión: Soviets o Asamblea Nacional, o Asamblea
Constituyente, o parlamentarismo burgués; completo desconcierto entre los
líderes y, por último, la revolución proletaria. Pero yo creo que después de
casi dos años de revolución no debemos plantear la cuestión así, sino que
debemos tomar acuerdos concretos, ya que la extensión del sistema de los
Soviets es para nosotros, y particularmente para la mayoría de los países de
Europa Occidental, la más importante de las tareas.
Quisiera
citar aquí una resolución, una sola resolución de los mencheviques. Pedí al
camarada Obolenski que la tradujera al alemán. Me prometi6 que lo haría, pero,
desgraciadamente, no está aquí. Trataré de reproduciría de memoria, pues no
tengo a mano el texto íntegro.
A un
extranjero que no haya oído nada del bolchevismo le será muy difícil hacerse
una idea de nuestras cuestiones litigiosas. Todo lo que afirman los
bolcheviques lo discuten los mencheviques, y viceversa. Naturalmente, en
tiempos de lucha no puede ser de otro modo, por ello tiene gran importancia que
la última Conferencia del partido de los mencheviques, celebrada en diciembre
de 1918, aprobara una extensa y detallada resolución, que fue publicada íntegra
en la Gazeta Pechátnikov, periódico menchevique. En esa resolución, los
propios mencheviques exponen concisamente la historia de la lucha de clases y
de la guerra civil. La resolución dice que ellos condenan a los grupos de su
partido que están aliados a las clases poseedoras en los Urales, en el Sur, en
Crimea y en Georgia, y se enumeran estas zonas. La resolución condena a los
grupos del partido menchevique que, aliados a las clases poseedoras han luchado
contra el Poder soviético; el último punto condena también a los que se han
pasado a los comunistas. De aquí se desprende que los mencheviques se ven
obligados a confesar que en su partido no hay unidad y que están unos al lado
de la burguesía y otros al lado del proletariado. La mayor parte de los
mencheviques se pasó al lado de la burguesía y durante la guerra civil combatió
contra nosotros. Naturalmente nosotros perseguimos a los mencheviques e incluso
los fusilamos, cuando participan en la guerra que se nos hace, combaten contra
nuestro Ejército Rojo y fusilan a nuestros jefes militares rojos. A la guerra
de la burguesía respondimos con la guerra del proletariado: no puede haber otra
salida. Así, pues, desde el punto de vista político todo eso no es más que
hipocresía menchevique. Históricamente no se comprende como en la Confererencia
de Berna, hombres que no han sido declarados dementes oficialmente, pudieron,
por encargo de los mencheviques y los social-revolucionarios, hablar de la
lucha de los bolcheviques contra ellos, pero silenciar que ellos, unidos a la
burguesía, luchan contra el proletariado.
Todos
ellos nos atacan encarnizadamente pues nosotros los perseguimos. Eso es cierto.
¡Pero no dicen ni una sola palabra sobre su participación en la guerra civil!
Creo que debo facilitar para el acta el texto íntegro de la resolución, y ruego
a los camaradas extranjeros que le presten atención, pues es un documento histórico
que plantea acertadamente el problema y ofrece los mejores elementos de juicio
para apreciar el litigio entre las tendencias "socialistas" en Rusia.
Entre el proletariado y la burguesía existe gente que ora se clina a un lado,
ora al otro; así ha sido siempre en todas las revoluciones y es absolutamente
imposible que en la sociedad capitalista donde el proletariado y la burguesía
forman dos campos hostiles, no existan entre ellos capas intermedias. La
existencia de esos elementos vacilantes es históricamente inevitable, y,
desgraciadamente, esos elementos, que no saben ellos mismos al lado de quién
van a luchar mañana, seguirán existiendo mucho tiempo todavía.
Quiero
hacer una propuesta práctica, que consiste en que aprobemos una resolución en
la que deben destacarse especialmente tres puntos.
Primero: Una de las tareas más importantes
para los camaradas de los países de Europa Occidental, consiste en aclarar a
las masas la significación, la importancia y la necesidad del sistema de los
Soviets. Se observa que no existe la suficiente comprensión de este problema.
Si bien es verdad que Kautsky
e Hilferding
han fracasado como teóricos, los últimos artículos publicados en Freiheit
demuestran, sin embargo, que reflejan fielmente el estado de ánimo de las capas
atrasadas del proletariado alemán. En Rusia pasó lo mismo: en los primeros ocho
meses de la revolución rusa, el problema de la organización soviética se
discuti6 muchísimo, y para los obreros no estaba claro en qué consistía el
nuevo sistema ni si se podría formar el aparato del Estado a base de los
Soviets. En nuestra revolución, nosotros no avanzamos por el camino de la
teoría, sino por el camino de la práctica. Por ejemplo, la cuestión de la
Asamblea Constituyente no la planteábamos antes teóricamente y no decíamos que
no reconocíamos la Asamblea Constituyente. Sólo más tarde, cuando las
organizaciones soviéticas se extendieron por todo el país y conquistaron el
poder político, fue cuando nos resolvimos a disolver la Asamblea Constituyente.
Ahora vemos que en Hungría y Suiza, la cuestión se plantea de modo mucho más
agudo. De una parte, eso está muy bien, pues nos da la firme seguridad de que
la revolución avanza más rápidamente en los países de Europa Occidental y nos
traerá grandes victorias. De otra parte, ello encierra cierto peligro:
concretamente el de que la lucha sea tan vertiginosa, que la conciencia de las
masas obreras quede a la zaga del desarrollo. Incluso ahora, la importancia del
sistema de los Soviets no está todavía clara para grandes masas de obreros
alemanes instruidos políticamente, pues han sido educados en el espíritu del
parlamentarismo y en los prejuicios burgueses.
Segundo: Sobre la extensión del sistema de
los Soviets. Las noticias de la rapidez con que se propaga la idea de los
Soviets en Alemania e incluso en Inglaterra son para nosotros una
importantísima demostración de que la revolución proletaria ha de vencer. Únicamente
por breve tiempo puede detenerse su marcha. Otra cosa es cuando los camaradas
[M.] Albert y [Federico] Platten nos declaran que entre los obreros agrícolas y
los pequeños campesinos de sus aldeas apenas si hay Soviets. He leído en Rote
Fahne un artículo contras los Soviets campesinos, pero, muy acertadamente,
en favor de los Soviets de jornaleros y campesinos pobres [3]. La
burguesía y sus lacayos, como Scheidemann y Cía., ya han lanzado la consigna de
Soviets campesinos. Pero lo que necesitamos nosotros son Soviets de jornaleros
y campesinos pobres. Sin embargo por los informes de los camaradas Albert,
Platten y otros colegimos que, excepto en Hungría, se hace muy poco
desgraciadamente para la propagación del sistema soviético en el campo. En ello
reside, quizá, el peligro, aun real y bastante considerable, de que el
proletariado alemán no pueda conquistar la victoria segura. La victoria podrá
considerarse garantizada únicamente cuando no solo estén organizados los
obreros de la ciudad, sino también los proletarios del campo, y, además, no
organizados como antes, en sindicatos y cooperativas, sino en Soviets. A
nosotros nos fue más fácil conseguir la victoria porque en octubre de 1917
marchábamos con el campesinado, con todo el campesinado. En este sentido,
nuestra revolución era entonces burguesa. El primer paso de nuestro Gobierno
proletario fue reconocer en la ley, promulgada por él al día siguiente de la
revolución, el 26 de octubre de 1917 (según el viejo calendario), las viejas
reivindicaciones de todo el campesinado, expresadas ya bajo Kerenski por los
Soviets campesinos y las asambleas rurales. En eso consistía nuestra fuerza,
por eso nos fue tan fácil conquistar una mayoría aplastante. Para el campo,
nuestra revolución continuaba siendo una revolución burguesa. Y solo mas tarde,
al cabo de seis meses, nos vimos obligados en el marco de la organización del
Estado, a comenzar en las aldeas la lucha de clases, a instituir en cada aldea
comités de campesinos pobres, de semiproletarios, y a luchar sistemáticamente
contra la burguesía rural. En Rusia eso fue inevitable, dado su atraso. En
Europa Occidental las cosas se producirán de modo diferente y por eso debemos
subrayar que es absolutamente necesaria la propagación del sistema de los
Soviets, en formas pertinentes, quizás nuevas, también entre la población
rural.
Tercero: Debemos decir que la conquista de
una mayoría comunista en los Soviets constituye la tarea fundamental en todos
los países en los que el Poder soviético aún no ha vencido. Nuestra comisión
redactora de las resoluciones discutió ayer este problema. Quizás otros
camaradas hablen todavía de ello, pero yo quisiera proponer que estos tres
puntos se adopten como resolución especial. Naturalmente, no estamos en
condiciones de prescribir el camino que ha de seguir el desarrollo. Es muy
probable que la revolución llegue muy pronto en muchos países de Europa
Occidental, pero nosotros, como parte organizada de la clase obrera, como
partido, tendemos y debemos tender a lograr la mayoría en los Soviets. Entonces
estará garantizada nuestra victoria, y no habrá fuerza capaz de emprender nada
contra la revolución comunista. De otro modo, la victoria no se conseguirá tan
fácilmente ni será duradera. Así, pues, yo quisiera proponer que se aprueben
estos tres puntos como resolución especial.
NOTAS
1. Del 3 al 10 de febrero de 1919, en
Berna —Suiza—, se celebró la primera conferencia de partidos chovinistas y
centristas con la intención de reconstituir la II Internacional después de su
bancarrota durante la I Guerra Mundial. El problema principal que se discutió
en la conferencia fue el de la democracia y la dictadura. En la resolución
aprobada por los delegados, se aplaude la revolución en Rusia, Alemania y Hungría,
a la vez que se condena la dictadura del proletariado y se elogia la democracia
burguesa.]
2. Lenin hace referencia al acuerdo
del VII Congreso Extraordinario del Partido Comunista (bolcheviques) de Rusia,
realizado del 6 al 8 de marzo de 1918, sobre el cambio de nombre del partido y
su programa.
Ver: "Informe sobre la revisión del programa
y el cambio de nombre del partido. 8 de marzo." en V. I. Lenin, Discursos
pronunciados en los congresos del Partido (1918 - 1922) (Moscú: Editorial
Progreso, 1976), págs. 38-51. Correspondiente a las págs. 102-114 del T. 27 de
las Obras Completas.
3. Lenin alude al artículo de Rosa
Luxemburgo, "Der Anfang" ("El comienzo"), en el núm.
3, 18 de noviembre de 1918, de Die Rote Fahne ("La Bandera
Roja"), periódico central de los espartaquista y, más tarde, órgano
central del Partido Comunista de Alemania.
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