Génesis
de la propiedad privada capitalista y sus inevitables consecuencias
<<Con
la esclavitud, que alcanzó su desarrollo máximo bajo la civilización, realizóse
la primera gran escisión [en la sociedad humana] entre una clase social explotadora y una clase
explotada [donde la libertad personal solo rigió para una minoría sostenida por el trabajo esclavo]. Esta escisión se ha sostenido durante
todo el período civilizado. La esclavitud ha sido la primera forma de la
explotación, la forma propia del mundo antiguo; le sucedieron la servidumbre en
la Edad Media y el trabajo asalariado en los tiempos modernos. Estas son las
tres formas históricas del avasallamiento, que han caracterizado las tres
grandes épocas de la civilización>>. (Federico Engels: “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”. Obras escogidas de Marx y Engels. Tomo
III Ed. Progreso pág. 349. Lo entre corchetes nuestro). Versión
digitalizada Pág. 97 tercer párrafo).
Los siervos de la gleba
en la edad media vivieron bajo la condición social de semi-esclavitud. Anclados
a la tierra de propiedad privada
en que habitaban, estuvieron casi en todo momento a las órdenes y servicio de
sus amos dueños y señores de tales territorios. Fueron casi parte constitutiva de
esa tierra ajena, forzados a trabajar sobre ella. Pero también hemos visto cómo
desde aquellos tiempos existió el dinero invertido con fines gananciales que, a
la postre, pasó a ser capital en poder de la clase dominante bajo el
capitalismo temprano:
<<La primera
forma de la propiedad ha sido, tanto en el mundo antiguo como en la Edad Media,
la propiedad tribal, condicionada entre los romanos y entre los germanos, por
la ganadería. Entre los pueblos antiguos, teniendo en cuenta que en una misma
ciudad convivían diversas tribus, la propiedad tribal aparece como propiedad
del Estado el derecho del individuo a disfrutarla, como simple possessio, la cual sin embargo se
limita, como la propiedad tribal en todos los casos, a la propiedad sobre la
tierra. La verdadera propiedad privada entre los antiguos, al igual que entre
los pueblos modernos. En los pueblos surgidos de la edad media, la propiedad
tribal se desarrolla, pasando por varias etapas —propiedad feudal de la tierra, propiedad mobiliaria corporativa ,
capital manufacturero privada comienza
con la propiedad mobiliaria corporativa, capital manufacturero— hasta llegar al
capital moderno, condicionado por la gran industria y la competencia universal,
a la propiedad privada pura, que se ha despojado ya de toda apariencia de
comunidad (Gemeinweesen) y ha eliminado
toda influencia del Estado sobre el
desarrollo de la propiedad. A esta propiedad privada moderna corresponde el
Estado moderno, paulatinamente comprado, mediante el sistema de impuestos en
rigor, por los propietarios privados, entregado completamente a estos merced a
la deuda pública y cuya existencia, como revela el alza y la baja de los
valores del Estado en la Bolsa, depende directamente del crédito comercial que
le concedan los propietarios privados, los burgueses. La burguesía por ser ya
una clase
y no un simple estamento,
se halla obligada a organizarse en un plano y no ya solamente en un plano local
y a dar a sus intereses comunes una forma general. (K. Marx – F. Engels Ed. L’ Eina “La ideología alemana” Cap
11 Pp. 78. No hay versión digitalizada).
<<Cierto que la leyenda del pecado
original teológico nos cuenta cómo el ser humano se vio condenado literalmente
a ganarse el pan con el sudor de su frente, mientras que la historia del pecado
original económico [la
propiedad privada], nos revela cómo hay gente
que para ganarse el pan no necesita sudar, ni mucho menos. Tanto da.
El productor directo, el trabajador [bajo el régimen feudal], no pudo disponer [libremente] de sí mismo, no cesó de estar ligado a la gleba y ser siervo o vasallo de otra persona. Para convertirse en vendedor libre de su fuerza de trabajo, en vendedor que lleva consigo su mercancía a cualquier lugar donde ésta encuentre mercado, tenía además que emanciparse de la dominación de los gremios, de sus ordenanzas referentes a aprendices y oficiales y de las prescripciones restrictivas del trabajo. Con ello, el movimiento histórico que transformó a los productores [siervos] en asalariados “libres”, aparece por una parte como una “liberación” respecto de la servidumbre y de la coerción gremial [a la que estuvieron sometidos sus antecesores], y es este el único aspecto [de esa consiguiente y supuesta libertad de los modernos asalariados]. Pero por otra parte, esos recién “librados” [de la servidumbre feudal] sólo se convirtieron en vendedores de sí mismos, después de haber sido despojados de todos sus medios de producción [máquinas y herramientas], así como de todas las garantías que para su existencia les ofrecieron las viejas instituciones feudales. La historia de esta expropiación de los trabajadores en la tardía edad media, ha sido grabada en los anales de la humanidad con trazos de sangre y fuego>> (K. Marx: “El Capital”. Libro I. Volumen III. Ed. Siglo XXI. Cap, XXIV: ‘La llamada acumulación originaria de capital’. Pp. 894. Lo entre corchetes nuestro).
El feudalismo fue, pues,
la forma de vida social que se originó a instancias de los feudos [dominios territoriales] que la realeza
dominante concedió en posesión a sus súbditos, a cambio de que estos se
comprometieran a una prestación política y militar por contrato sellado a modo
de juramento, en homenaje y fidelidad al reinado. Aún por entonces cuando todavía
el capital era una perspectiva histórica y estuvo [subrepticiamente
comprometido] en el origen de la propiedad privada de la tierra:
<<Tanto
según su naturaleza como históricamente, el capital [surgido de aquellas perspectivas
originarias que hicieron a su propio nacimiento y desarrollo], fue el creador de la propiedad
territorial moderna y de la renta de la tierra; de forma tal que su acción
se presentó, en consecuencia, como la disolución de la forma antigua territorial.
La forma nueva nace de la acción [todavía encubierta] del capital sobre la forma de propiedad [feudal] antigua. El capital es tal —considerado
desde uno de sus lados— en cuanto creador de la agricultura moderna>>. (K.
Marx: “Grundrisse” en español. Ed.
Grijalbo/1977. Primera mitad. Pp. 217. Lo entre corchetes nuestro. Versión
digitalizada: (“Líneas
fundamentales de la crítica de la economía política”).
Pero después de que el capital ha creado la propiedad territorial y ha
alcanzado con ello su doble finalidad de 1) agricultura industrial y mediante
ello desarrollo de la fuerza productiva de la tierra; 2) trabajo asalariado, es
decir, dominio general del capital en el campo, después de ello, el capital
considera la existencia de la misma propiedad territorial como un mero
desarrollo pasajero, que es necesario como acción del capital sobre las
antiguas relaciones de producción, y un producto
de su disolución, pero que en cuanto tal —una vez alcanzada esta finalidad—
constituye una simple disolución del beneficio y no una necesidad para la
producción. El capital intenta, por lo tanto disolver la propiedad territorial
como propiedad privada y transferirla al Estado. Este es el lado negativo [de
la propiedad privada]. De esta forma
toda la sociedad es transformada en capitalistas y trabajadores asalariados.
Cuando el capital ha llegado a tal punto, el trabajo asalariado ha llegado
también tan lejos que, por su parte, intenta eliminar al propietario
territorial como excrecencia [un deshecho], para la simplificación de la relación [entre patronos y obreros
para fines gananciales].
Bajo
tales circunstancias, pues, el pequeño campesino tanto como el artesano de aquellos
tiempos, ambos trabajadores a diferencia del proletariado moderno hasta hoy,
fueron propietarios de los medios de producción con que trabajaron. Así:
<<El siervo, en pleno régimen
de servidumbre, llegó a miembro de la comuna, lo mismo que el pequeñoburgués llegó
a elevarse a la categoría de burgués bajo el yugo del absolutismo feudal. El
obrero moderno, por el contrario, lejos de elevarse con el progreso de la industria,
desciende siempre más y más más por debajo de las condiciones de vida de su
propia clase. El trabajador cae en la miseria, y el pauperismo [entre
los de su misma clase] crece más
rápidamente todavía que la población y la riqueza. Es pues evidente que la
burguesía ya no es capaz de seguir desempeñando el papel de clase dominante de
la sociedad ni de imponer a ésta, como ley reguladora, las condiciones de
existencia de su clase. No es capaz de dominar porque no es capaz de asegurar a
su esclavo la resistencia, ni siquiera en el marco de su propia esclavitud,
porque se ve obligada a dejarle decaer hasta el punto de tener que mantenerle,
en lugar de ser mantenida por él. La sociedad ya no puede vivir bajo su
dominación; lo que equivale a decir que la existencia de la burguesía es, en lo
sucesivo, incompatible con la de la sociedad [……] Así, el desarrollo de la gran
industria socava bajo los pies de la burguesía las bases sobre las que ésta
produce y se apropia lo producido. La burguesía produce ante todo sus propios
sepultureros. Su hundimiento y la victoria del proletariado son igualmente
inevitables>>. (K. Marx – F. Engels: “Manifiesto del Partido Comunista” Ed. l’eina Pp. 48-49. Lo entre
corchetes nuestro). Versión
digitalizada Ver Pp. 46/47).
Por lo tanto, la propiedad privada más moderna de los medios de producción y el
dinero bancario —que dio pábulo a la existencia de la burguesía en el
capitalismo— también ha tenido su verdadera génesis histórica. De modo que:
<<Esta
acumulación originaria [de capital bajo el feudalismo] desempeña en la economía política [moderna]
aproximadamente el mismo papel que el pecado original en la teología. Adán
mordió la manzana y, con ello, el pecado se posesionó del género humano: Se nos
explica su origen contándolo como una anécdota del pasado. En tiempos muy
remotos había, por un lado, una élite diligente; y por el otro una pandilla de
vagos y holgazanes. Cierto que la leyenda del pecado original teológico nos
cuenta cómo el hombre se vio condenado a ganarse el pan con el sudor de su
frente, mientras que la historia del pecado original económico nos revela cómo
hay gente que para ganarse el pan no necesita sudar, ni mucho menos. Tanto da [como
fue el caso sucesivamente de los esclavistas, señores feudales y capitalistas
hasta nuestros días]>>. (En la
nota 263 de la tercera y cuarta ediciones al final del texto. el traductor ha
dejado lo siguiente: “Este agregado que Engels tomó de la versión francesa
(véase TFA 527), a nuestro juicio no debió insertarse aquí, sino precisamente
en el lugar que ocupa en la versión
mencionada, inmediatamente antes de la frase que empieza: “El señor Thiers”…En
la ubicación que le dio Engels, los primeros parecían ser el hombre que “se vio
condenado a ganarse el pan con el sudor de su frente “, y “los segundos”, la
“gente que para ganarse el pan con el sudor de su frente no necesita sudar, ni
mucho menos”. En realidad los primeros son la “elite
diligente” y los segundos la
élite dominante la “pandilla de vagos y holgazanes, etc. (Nota
al pie de páginas 891-892. (K. Marx: “El
Capital” Ed. Siglo XXI. Volumen 3. Cap, XXIV: “La llamada acumulación
originaria”. Apartado 1: “El secreto de la acumulación originaria).
Pero el
ejercicio de la propiedad privada capitalista no se ha limitado exclusivamente
a los burgueses que interactúan en la sociedad civil como fuerzas productivas. Pues
bien, ahora mismo la sociedad humana mundial está en las mismas condiciones de
completar —como en 1848— el mismo proceso del “enfrentamiento de lo nuevo con
lo viejo”. Donde dado el desarrollo científico- técnico alcanzado por las
fuerzas productivas de la humanidad, el sistema capitalista ha llegado a un
extremo en el que la minoría social
opulenta no pueda seguir acumulando riqueza y poder explotando trabajo
ajeno, porque la mano de obra explotada está cada vez más siendo sustituida por
medios materiales técnicos
cada vez más eficaces, en cuya producción no generan ni reparten ganancia
ninguna, limitados absolutamente como están a trasladar su valor por desgaste a
los productos con ellos fabricados.
Ergo:
Al mismo tiempo que una absoluta
mayoría de la sociedad mundial ha llegado de tal modo, a sufrir la
exclusión social y el empobrecimiento extremos, sin duda su experiencia está
generando en ella un espíritu colectivo proclive, a volverse absolutamente incompatible con la
propiedad privada de los medios de producción y el dinero bancario. Tal
es el fundamento al interior de la conciencia colectiva de los explotados y
oprimidos, que pondrá en movimiento el próximo proceso revolucionario a escala
planetaria.
Se
caracteriza por movimiento social del proletariado, a un tipo de acción
colectiva que nacional o intencionalmente ha venido luchando por modificar el
actual sistema social establecido en todos los países por sus clases
dominantes, para defender sus legítimos intereses conculcados y para lo cual se
organizan y cooperan, con el propósito de desplegar acciones públicas en
función de hacer realidad esas sus reivindicaciones.
Por su
parte, a instancias de la mencionada propiedad
capitalista, la burguesía ha venido ejerciendo el poder económico,
social y político cuasi omnímodo como propietarios cada vez más enriquecidos, sobre
la clase social explotada en todo el orbe. Pero los movimientos sociales,
aparte de ser organizaciones expresivas con determinadas demandas para necesidades
colectivas no satisfechas, que las instituciones políticas estatales en
contubernio con esos propietarios burgueses conformadas por partidos políticos
en los poderes públicos se resisten a considerar —ya sea porque no tienen
contacto con la sociedad subalterna reclamante o porque sus demandas no
responden a los intereses de la clase burguesa dominante—, son también sistemas
organizativos de participación social colectiva, cuyos discursos identitarios,
elaboración de propuestas y manifestaciones cada vez más multitudinarias, son capaces
de afectar la arquitectura institucional de los Estados capitalistas
comprometidos en semejante barbarie. En este sentido y de manera más rigurosa,
se puede hablar de los movimientos sociales de las clases mayoritarias
subalternas asociadas en distintos países, como actores colectivos plurales organizados
para fines de intereses generales, que se proponen un objetivo común basado en un cambio social, cultural y político
radical en el Mundo, que favorezcan los legítimos intereses de las clases sociales mayoritarias explotadas,
para que sean por fin absolutamente reconocidos y respetados.
En este
proceso, la vigencia de la propiedad
privada capitalista ha posibilitado que se haya fortalecido el poder económico y político
ejercido por un número relativamente
cada vez más reducido de burgueses, al mismo tiempo que las condiciones de vida de la
creciente masa de ciudadanos de condición asalariada, se han vuelto cada vez
más precarias e insoportables.
Así las cosas, en tanto y cuanto fueron progresando
las fuerzas productivas que acrecentaron las distintas y cada vez más distantes condiciones de vida entre
las dos clases sociales antagónicas irreconciliables, se han sucedido las
mayores conmociones del orden social establecido, experiencias que han ido
predeterminando en la conciencia de la clase social explotada, cada vez más
numerosa y con mayor certidumbre, la idea de que tal propiedad privada capitalista
pueda y deba ser suprimida para siempre
por absolutamente innecesaria.
Esa Propiedad privada de los medios de producción ha venido siendo desde sus orígenes un engañoso ejercicio de poder absoluto de la burguesía sobre la clase obrera. Y en efecto, con su lenguaje abstruso Hegel reconoció que bajo el capitalismo, la relación social entre los propietarios de los medios de producción y los subalternos propietarios de la fuerza de trabajo es desigual. Comienza siendo una relación formal entendida como un acuerdo de voluntades entre dos partes jurídicamente libres e iguales ante la ley:
<<El contrato
es el resultado final en que sus voluntades cobran una expresión jurídica común.
La igualdad, pues compradores y vendedores sólo contratan como poseedores
de mercancías, cambiando equivalente por equivalente. La propiedad, pues
cada cual dispone y solamente puede disponer de lo que es suyo. Y Bentham, pues a cuantos
intervienen en estos actos sólo los mueve su interés. La única fuerza que los
une y los pone en relación es la fuerza de su egoísmo, de su provecho
personal, de su interés privado.
Precisamente
por eso, porque cada cual cuida solamente de si y ninguno vela por los
demás, contribuyen todos ellos, gracias a una armonía preestablecida de las
cosas o bajo los auspicios de una providencia omniastuta, a realizar la
obra de su provecho mutuo, de su conveniencia colectiva, de su interés social>>. (K. Marx: “El Capital” Libro
I Cap. IV Aptdo. 3 Pp. 110).
Pero una vez
formalizada, esta relación
entre patronos y obreros se materializa realmente
en una producción de riqueza, de la que —en su mayor parte— se apoderan los
primeros en detrimento de los segundos, O sea, que acaba siendo una relación
entre sujetos realmente desiguales.
Hegel ha omitido explicar cómo y de qué forma torticera esa relación social entre
sujetos jurídicamente iguales, en los hechos revierte convertida en una
relación económica totalmente desigual.
Hegel
publicó su “Filosofía del derecho” en 1820. Diecinueve años después, fue John
Francis Bray quien se ocupó de llenar este
injustificable vació teórico en su obra bajo el título: “Calamidades de la clase obrera y medios para
suprimirlas”. Allí dejó
dicho lo siguiente:
<<El
sistema de la igualdad (en las relaciones sociales) no sólo
tiene a su favor las mayores ventajas, sino también la estricta justicia…Cada
hombre es un eslabón indispensable, en la cadena de los efectos, que parte de
una idea para culminar, tal vez, en la producción de una pieza de paño. Por
eso, del hecho de que nuestros gustos no sean los mismos para las distintas
profesiones, no hay que deducir que el trabajo de uno deba ser retribuido mejor
que el de otro. El inventor recibirá siempre, además de su justa retribución en
dinero, el tributo de nuestra admiración, que sólo el genio puede obtener de
nosotros…
Por la
naturaleza misma del trabajo y del intercambio, la estricta justicia exige que
todos los que intercambian obtengan beneficios no solo mutuos, sino iguales (all exchangers should be not only mutually but they should likewise be equally
benefited). No hay más que dos cosas que los hombres pueden cambiar entre
sí, a saber: el trabajo y los productos del trabajo. Si los cambios se
efectuasen según un sistema equitativo, el valor de todos los artículos se
determinaría por un coste de producción
completo; y valores iguales se cambiarían siempre por valores iguales (If a just sistema of exchanges were acted upon, the value all articles
would be determined by the entire cost of production, and equal values should
always exchange for equal values). Si, por ejemplo, un sombrerero que invierte una jornada de trabajo en hacer
un sombrero y un zapatero que emplea el mismo tiempo en hacer un par de zapatos
—suponiendo que la materia que ambos empleen tenga el mismo valor— y cambian
estos artículos entre sí, el beneficio obtenido de este cambio es al mismo
tiempo mutuo e igual. La ganancia de una de las partes
no puede ser una pérdida para la otra, puesto que ambas han suministrado la
misma cantidad de trabajo. Pero si el sobrerero recibiese dos pares de calzado por un sombrero,
no variando las condiciones arriba supuestas, es evidente que el cambio
sería injusto. El sombrerero usurparía al zapatero una jornada de trabajo. (…);
y procediendo así en todos sus cambios, recibiría por el trabajo de medio año el producto de todo un año de
otra persona (…). Hasta aquí hemos seguido siempre este sistema de cambio
eminentemente injusto: los obreros han
dado al capitalista el trabajo de todo un año a cambio del valor de medio año (the workmem have given the capitalist the labour of a whole year, in
exchange for the value of only half a
year). De ahí, y no de una supuesta desigualdad de las fuerzas físicas e
intelectuales de los individuos (de condición asalariada), es de donde proviene la desigualdad de
riquezas y de poder. La desigualdad de los intercambios, la diferencia de
precios en las compras y en las ventas, no puede existir sino a condición de
que los capitalistas sigan siendo capitalistas y los obreros, obreros (…) La
transacción entre el trabajador y el capitalista es una verdadera farsa: en
realidad no es, en miles de casos, otra cosa que un robo descarado, aunque legal. (The whole transaction between the producer
and the capitalist is mere farse: it
is, in fact, in thousands of instances, no other than a barefaced
though legalised robbery). (Bray: Ob. Cit. Pags. 45, 48, 49 y 50. Cita de Marx en
“Miseria de la filosofía” Ed.
Progreso-Moscú Pp. 61). Versión digitalizada Ver Pp. 26-27
La
ganancia del empresario será siempre una pérdida para el obrero, hasta que los
intercambios entre las partes sean iguales; y los intercambios no pueden ser
iguales mientras la sociedad esté dividida entre capitalistas y productores
obreros, dado que estos últimos viven de su trabajo, en tanto que los primeros
engordan a cuenta de beneficiarse del trabajo ajeno. Es claro —continúa el
señor Bray— que, cualquiera sea la forma de gobierno que establezcáis…por mucho
que prediquéis en nombre de la moral y del amor fraterno…la reciprocidad es
incompatible con la desigualdad de los intercambios, La desigualdad de los
intercambios, fuente de la desigualdad en la posesión, es el enemigo secreto
que nos devora (No reciprocity can exist where
there are unequal exchanyes. Inequality of exchanges, as being the cause of inequality of possessions,
is the secret enemy that devour us). (…)
Mientras
permanezca en vigor este sistema de desigualdad en los intercambios, los
productores (asalariados)
seguirán siendo tan pobres, tan
ignorantes, estarán tan agobiados por el trabajo como lo están
actualmente...Sólo un cambio total de sistema, la introducción de la
igualdad del trabajo y de los cambios, puede mejorar este estado de cosas y
asegurar a los seres humanos la verdadera igualdad de derechos… A los
productores les bastará hacer un esfuerzo —son ellos precisamente quienes deben
hacer todos los esfuerzos para su propia salvación— y sus cadenas serán rotas
para siempre. Como fin, la igualdad política es un error, y como medio también
es un error (As and en, the political
equality is there a failure). Con la igualdad de los cambios, el
beneficio de uno no puede ser pérdida para otro: porque todo cambio no es más
que una simple transferencia de
trabajo y de riqueza, no exige ningún sacrificio. Por tanto, bajo un sistema
social basado en la igualdad de los cambios, el productor podrá llegar a
enriquecerse por medio de sus ahorros; pero su riqueza no será sino el producto
acumulado de su propio trabajo. Podrá cambiar su riqueza o donarla a otros;
pero si deja de trabajar no podrá seguir siendo rico durante un tiempo
más o menos prolongado. Con la igualdad de los cambios, la riqueza pierde el
poder actual de renovarse y de reproducirse, por decirlo así, por sí misma: no
podrá llenar el vacío creado por el consumo; porque, una vez consumida, la
riqueza es perdida para siempre si no es reproducida por el trabajo. Bajo el
régimen de cambios iguales no podrá ya existir lo que ahora llamamos beneficios e intereses. Tanto el
productor como el distribuidor recibirán igual retribución (equivalente al
valor de su propio trabajo). Y el valor de cada artículo creado y puesto
a disposición del consumidor, será determinado por la suma total del trabajo
invertido en ellos (…). El principio de la igualdad en los cambios debe, pues,
conducir por su propia naturaleza, al trabajo
universal>> (Bray Op. Cit. Pp. 67, 88, 89, 94, 109 y 110. Citado
por Marx en “Miseria de la Filosofía” Cap.
I Apartado II. Pp. 61 Ed. Progreso. Lo
entre paréntesis y el subrayado nuestros).
Versión digitalizada Ver: Pp. 26
(últimos dos párrafos) -27 y 28.
¿Cómo la burguesía ha logrado capitalizar ese intercambio desigual en su relación con la clase obrera? Un
procedimiento para aumentar la ganancia capitalista, ha consistido en extender
la jornada de labor haciendo trabajar al obrero durante más tiempo, a cambio
del mismo salario. O sea, que si el salario equivale al trabajo contenido en
los productos fabricados durante una parte de la jornada de labor, al valor
contenido en los productos fabricados durante el resto de la jornada se le
denomina plusvalía absoluta,
porque crece más que el equivalente al salario contratado. O sea que si el
salario de un obrero equivale al tiempo de trabajo de una parte de su jornada
de labor, eso no obsta para que se le haga trabajar durante la jornada entera:
<<Pero el trabajo [potencial] pretérito, encerrado en la fuerza de trabajo, y el trabajo vivo que ésta puede ejecutar, sus costos varios de mantenimiento y su rendimiento diario, son dos magnitudes completamente diferentes. La primera determina su valor de cambio, la otra conforma su valor de uso. El hecho de que sea necesaria media jornada laboral para mantenerlo vivo 24 horas, en modo alguno impide al obrero trabajar durante una jornada completa. El valor de la fuerza de trabajo y su valorización en el proceso laboral son, pues, dos magnitudes diferentes>>. (K. Marx: “El Capital” Ed. Siglo XXI Libro I Cap. V Pp. 234).
En la
etapa infantil o temprana del capitalismo, los patronos sólo podían aumentar la
plusvalía haciendo trabajar durante más horas a sus empleados, o bien
aumentando el número de éstos, es decir que el incremento de la plusvalía total
se producía como consecuencia de la extensión
de la jornada total o colectiva
de los asalariados contratados.
Pero el
caso es que esta dinámica no ha sido única, porque a partir de determinado
momento mediante el progreso
científico técnico aplicado a los medios de trabajo, se hizo posible,
también, la utilización de métodos no extensivos sino intensivos de trabajo, precisamente para aumentar todavía
más la producción de plusvalía ganancial respecto del salario, consiguiendo que
el trabajo del obrero traslade más valor al producto fabricado en la misma unidad de tiempo,
utilizando para ello más eficaces medios de producción. Tal es el fundamento
económico del desarrollo de la fuerza humana productiva empleada. O sea, que
cada operario adquiera la capacidad de mover más medios de producción por unidad de tiempo empleado.
Pero tal proceso no tiene su resultado en el ámbito de la producción sino en el
mercado, donde los capitalistas concurren y compiten ofreciendo sus productos
en términos de menores costes y más calidad, todos ellos procurando acaparar
una cuota parte mayor en el reparto del plusvalor
global producido. Un fenómeno que tiene su causa en la mayor productividad del trabajo, cuyo
efecto se traduce en un descenso del valor incorporado a cada unidad de
mercancía creada por unidad de tiempo empleado en producirla. Una de las
consecuencias de la mayor productividad ha sido, pues, que la fuerza del
trabajo contratado se desvalorice, aumentando así el plusvalor ganancial que se
embolsan los capitalistas. Este método descrito hasta aquí llamado plusvalía relativa es uno de los
dos procedimientos determinados por el sistema capitalista para aumentar la
ganancia y, por tanto, la masa de capital en funciones. AQUÍ VOY.
“Independency
Proyect”: Misión – Independizarnos de la corrupta élite dominante
A continuación, reproducimos literalmente lo que
sostiene esta organización, en el sentido de que “tenemos que liberarnos de
la dependencia absoluta que tenemos, tanto las personas individuales como las
(no siempre tan) pequeñas organizaciones, del puñado de corporaciones,
únicamente enfocadas al resultado y obsesionadas con el lucro,
que en las últimas décadas han llegado a determinar la vida de todos a escala
mundial, mientras, de paso, destruyen por completo el medio ambiente, la
naturaleza y la propia sociedad, también a escala mundial.
Esta
élite financiera y comercial que lo abarca todo es la culminación de un Viejo Orden Mundial (VOM), que
sostiene, de forma corrupta,
un mecanismo global, basado en la dominación total, un reparto desigual de la
riqueza y la sobre-explotación tanto de recursos naturales como humanos,
únicamente para su beneficio personal y satisfacer su insaciable avaricia.
Siguiendo el pensamiento de "Sé el cambio
que quieres ver en el mundo" este proyecto quiere investigar
activamente las posibilidades para alcanzar la situación, donde un alto grado
de independencia de esas élites dominantes y corruptos realmente sea una
opción y el Viejo Orden Mundial se
vaya erosionando hasta hacerse obsoleto.
No es
ninguna coincidencia que esto se solape ampliamente con la drástica reducción
de la absurda riqueza y poder de estas élites corruptas, para
redistribuirlo más igualitariamente, al mismo tiempo que también se trabaja en
la mejora de la naturaleza y el medio ambiente.
El Independency Project cree
firmemente que el primer paso, y por lo tanto la prioridad global, es: la
abolición total del Secreto Bancario y los Paraísos Fiscales, para erradicar la Corrupción a gran escala
(institucional, corporativa, criminal).
Objetivos y marco
de referencia
Recuperar la independencia de "Los
Mercados" (bancos, especuladores y multinacionales) tanto en el sentido
individual como colectivo. Y por fortuna existen muchas vías para derrumbar a
esos Piratas Financieros por lo que este reto colectivo puede convertirse
incluso en un juego casi divertido, aunque haya que ser perseverante y tener
paciencia. Lo más importante es luchar unidos contra ciertos
"conceptos" de funcionamiento, y no por los intereses particulares de
un individuo o grupo en concreto (con alguna excepción). Y se puede hacer tanto
desde arriba hacia abajo (top-down) en plan cortarle la(s) cabeza(s) a la
serpiente, como desde abajo hacia arriba en plan virus para enfermar y
debilitar a la bestia. Erosionarlos como lo hace el agua o el viento a las
rocas también es otra comparación poética y válida.
Terminar con el Secreto Bancario y los Paraísos Fiscales
(Islas del Tesoro).
Es la
absoluta prioridad, las Islas del Tesoro permiten, estimulan y financian
la corrupción a gran escala (criminal, institucional, corporativa) que
lleva a todos los males mayores que sufre la sociedad Global y el planeta.
La naturaleza puede sobrevivir sin el
humano, pero el humano no puede sobrevivir sin la naturaleza, la tenemos que
cuidar como el bien principal que tenemos: sostenibilidad, terminar con la
Obsolescencia Programada, diseño y producción "Cradle to Cradle" (de
cuna a cuna).
Terminar con los patentes y derechos
de autor en exclusiva La función
original de protección y provecho para el "padre creativo" de los
patentes y derechos de autor, se han convertido en nada más que la especulación
con el derecho exclusivo por parte de las corporaciones para obtener
monopolios, únicamente enfocados al lucro. Por lo menos habría que limitar ese
derecho exclusivo con objetivo de lucro a un máximo de por ejemplo 10 años,
para que la creatividad humana termine estando disponible de forma libre a toda
la humanidad, aunque sí se podría siempre mantener una retribución de por vida
para el auténtico padre creativo.
Volver a nuestras raíces
Probablemente gran parte de los problemas
físicos (alergias, intolerancia, insuficiencias) o supuestamente mentales
(stress, depresión, "inadaptabilidad) que sufren hoy día muchas personas
individuales o grupos, se deben sencillamente a que la sociedad en su conjunto
se haya alejado peligrosamente de sus raíces naturales y su esencia. Demasiadas
necesidades y satisfacciones naturales han sido sustituidos por unas
artificiales (por vía de los medios de comunicación), que no son reales y no
sirven, ni compensan, además de imponer un conjunto de valores y exigencias,
que no tienen nada que ver con la naturaleza humana, y sí todo con las
necesidades de las corporaciones de optimizar su producción, extender el
consumismo y maximizar su lucro (obsesión por eficacia, productividad,
puntualidad, apariencia, mecanización, repetitividad, competitividad, etc.).
Para un mejor equilibrio físico
y mental de las personas, la producción y el consumo deberían volver a
acercarse, incluso hasta el punto de volver a tener cierta autosuficiencia en
algún que otro campo como por ejemplo el uso de huertas populares. Dentro de la
misma filosofía se encuentran: abandonar de las ciudades, criar y educar a los
niños más cerca de la naturaleza, menos TV (MSM) y entretenimientos artificiales,
menos comida prefabricada y menos consumo en general.
Introducir por ley un ingreso máximo. Las
diferencias en sueldos que puedan existir hoy día entre las personas en una
misma empresa, dentro de un país o entre los países son abismales, absurdas e
inútiles. Y únicamente llevan a la avaricia, el origen principal en la psique humana
de la mayoría de las disputas y conflictos. Ningún ser humano puede valer (o
merecerse) un millón de veces más, lo que otro, sin embargo es justo lo que
ocurre en el mundo actual y de forma cada vez más aguda.
¿Cómo puede ser que en la
sociedad moderna, los trabajos que más alejados se encuentran de satisfacer las
necesidades básicas humanas, sean precisamente las que más retribución generan
(la especulación financiera, la publicidad, los artículos de lujo, el arte, la
moda, las armas, las drogas) mientras los que realmente se encuentran en la
primera línea de producción (los agricultores que trabajan la tierra para
producir nuestros alimentos - chocolate, café, plátanos, arroz o las mujeres y
niños que cosen nuestra vestimenta) sean los que vivan en las circunstancias
más precarias o incluso bajo una forma de esclavitud moderna?
Para no permitir diferencias
surrealistas, pero sí mantener el grado suficiente del factor estímulo por
compensación, se debería introducir un ingreso máximo, proporcional a un
ingreso mínimo, que ya de por sí debería garantizar una vida digna y sin
grandes preocupaciones. Con un factor 12, los que lo consideraran importante o
necesario, por la razón que sea, pudieran llegar a ganar en un mes lo que otros
en un año. Que intente convertirse en presidente o 'líder', de forma
democrática, la persona que abiertamente declare que se considera más de 10
veces más valor, que cualquier otra persona.
Extendiendo esta filosofía, se
podría incluso considerar el abandono del concepto de empresas con ánimo de
lucro y convertirlas todas en cooperativas.
Más
independencia respecto de:
a):
los bancos
1. Terminar con el secreto
bancario y los paraísos fiscales
2. Terminar, reducir o por lo
menos ponerle impuesto a las transacciones fiscales (Tobin Tax). El dinero y la
economía tienen que ser devuelto a lo que eran en su origen: un medio no un
fin. Las bolsas también tienen que volver a su origen: apoyo financiero a
las empresas, no un medio de especulación;
www.attac.org
3. Stéphane
Hessel, 15M, Movimiento 5 Stelle, Anonymous, Occupy, DRY, Stopdesahucios, PAH.
b) La gran industria y las corporaciones
1. Transparencia absoluta de los flujos de capital,
bienes e información;
2. Volver a acercar la
producción y el consumo;
3.
Descentralización de flujos
de producción, comunicación, comercio y financiación.
c) Publicidad y anuncios
Incrementar el coste de anuncios - IVA: 100%
para empresas que cotizan en bolsa Disminuir su presencia - NO ofrece ningún
valor añadido para la sociedad, sino todo lo contrario.
Disminuir su impacto —más funcional, menos emocional ("te harás
popular/querido si posees nuestro producto o marca").
Más independencia para:
1) Educación y política.
Educar y gobernar enfocado a
una sociedad mejor, no a generar beneficios;
Estar más cerca de la
naturaleza y el origen de las cosas naturales (comida, vida);
Criarse fuera de la ciudad
(hasta los 8 - 12 años) con menos "cosas" y más naturaleza;
Depender menos de la
producción y distribución de las multinacionales, sobre todo comida y ropa;
Enseñar a los niños y la
gente a ser más autosuficiente, individualmente o en pequeñas redes.
2) Sanidad.
Hospitales
y laboratorios para la salud, no enfocados al beneficio económico;
3) Science…
Limitar las patentes y copy
rights, para evitar monopolios y liberar conocimiento y creatividad para el
beneficio común; (como no se habría desarrollado la humanidad sin "la
rueda" o la estuviera bajo el monopolio de una empresa?).
Energía libre (recuperar e
investigar todos los "mitos" sobre la energía libre - Tesla!)
4) Employment.
¡Introducir salarios máximos
por ley!
Objetivo: que nadie gane más
de 12 veces más que otro (o sea, en un mes, lo que otro en un año, como
máximo). Habría que empezar despacio, introduciendo por ejemplo 100x
dentro de una misma empresa, para luego ir extendiendo.
Desempleo, la
posibilidad de efectuar labores de recuperación del medio ambiente y la
naturaleza: reforestar, limpiar los océanos, reciclaje...
Confrontar esta copia
textual de la organización “Independency Proyect”, con su original publicado: http://2014.independencyproject.org/es/mision-independizarnos-corrupta-elite-dominante.html
??????????
Sí. Tal como
han dejado dicho los miembros de “Independency
Proyect”, los paraísos fiscales y el secreto bancario son los dos únicos recursos
de la grande y media burguesía industrial, comercial y financiera, apelando a
los cuales el sistema capitalista todavía se sostiene a duras penas. Esto
sucede cuando después de haber ejercido
su añeja y lucrativa propiedad privada de los medios de producción y el dinero
bancario, la burguesía ya percibe que la posibilidad de seguir
explotando trabajo ajeno por ese medio, tiende cada vez más implacablemente a
dejar de existir para siempre:
<<Os
horrorizáis de que queramos abolir la propiedad privada [capitalista].
Pero en vuestra sociedad actual, la propiedad privada está abolida para las
nueve décimas partes de sus miembros; precisamente porque no existe para esas
nueve décimas partes. Nos reprocháis, pues, el querer abolir una forma de
propiedad que no puede existir sino a condición de que la inmensa mayoría de la
sociedad sea privada de propiedad.
En
una palabra nos acusáis de querer abolir vuestra propiedad. Efectivamente eso
es lo que queremos.
Según
vosotros, desde el momento en que el trabajo no puede ser convertido en capital,
en dinero, en renta de la tierra, en una palabra, en poder social susceptible
de ser monopolizado; es decir, desde el instante en que la propiedad personal
no puede transformarse en propiedad burguesa, desde ese instante la personalidad
[de quienes viven de tal modo sometidos] queda suprimida.
Reconocéis,
pues, que por personalidad no entendéis sino al burgués. Y esta personalidad
ciertamente debe ser suprimida.
El
comunismo no arrebata a nadie la facultad de apropiarse de los productos
sociales; no quita a nadie la facultad de apropiarse de los productos sociales;
no quita más que el poder de sojuzgar por medio de esta apropiación el trabajo
ajeno.
Se ha objetado que con la
abolición de la propiedad privada [capitalista]
cesaría toda actividad y sobrevendría
una indolencia general.
Si
así fuese, hace ya mucho tiempo que la sociedad burguesa hubiese sucumbido a
manos de la holgazanería, puesto que en ella, los que trabajan no adquieren y
los que adquieren no trabajan. Toda
la objeción se reduce a esta tautología: no hay trabajo asalariado donde no hay
capital.
Todas las objeciones dirigidas contra el modo
comunista de apropiación y de producción de bienes materiales, se hacen
extensivas igualmente respecto a la apropiación y a la producción de los
productos del trabajo intelectual. Lo mismo que para el burgués la desaparición
de la propiedad de clase equivale a la desaparición de toda producción, la
desaparición de la cultura de clase significa para él la desaparición de toda
cultura.
La
cultura cuya pérdida deplora, no es para la inmensa mayoría de los hombres, más
que el adiestramiento que los transforma en máquinas.
Mas
no discutáis con nosotros mientras apliquéis a la abolición de la propiedad
burguesa el criterio de vuestras nociones burguesas de libertad, cultura,
derecho, etc. Vuestras
ideas mismas son el producto de relaciones de producción y de propiedad burguesas,
como vuestro derecho no es más que la voluntad de vuestra clase erigida en ley;
voluntad cuyo contenido está determinado por las condiciones materiales de
existencia de vuestra clase.
La
concepción interesada que os ha hecho erigir en leyes eternas de la Naturaleza y
de la Razón, las relaciones sociales dimanadas de vuestro modo de producción y
de propiedad —relaciones históricas que surgen y desaparecen en el curso de la
producción— la compartís con todas las clases dominantes [que lo han sido]
hoy ya desaparecidas. Lo
que concebís para la propiedad antigua esclavista, lo que concebís para la
propiedad feudal [ambas históricamente provisorias y caducas como se ha
demostrado], no os atrevéis a concebirlo
para la propiedad burguesa [que consideráis eterna]>>. (F. Engels: “Manifiesto del Partido
comunista” Ed. l’eina/1989.
Cap. II Pp. 53. Año 1848). Versión
digitalizada ver Pp. 55. Lo entre corchetes nuestro).
El Feudalismo fue la formación socioeconómica
predominante en la Europa occidental de los siglos centrales de la Edad Media
(siglos IX al XIII) caracterizado por la descentralización del poder
político. Se inició en la Antigüedad tardía con la transición
del modo de producción esclavista al feudal a partir de la
crisis del siglo III y sobre todo con la disolución del Imperio romano
de Occidente (siglo V) y la formación de los reinos germánicos y el Imperio
carolingio (siglos VIII y IX).
Tuvo su mayor desarrollo en el siglo
XIII, a partir de entonces inició su decadencia. Su crisis se manifestó entre
otros aspectos en el hecho de que los vasallos
prefirieron recibir pagos en metálico a cambio de la obediencia a sus señores
mientras que estos comenzaron a preferir el dinero que podía ser empleado en
costear la contratación de tropas profesionales, mejor entrenadas y más
disciplinadas que los vasallos.
La base social y económica del
feudalismo estuvo en el campo. Los señores feudales fueron soberanos absolutos
de sus tierras, las que le fueron dadas por el rey en agradecimiento a sus
servicios militares mediante un juramento de fidelidad. La sociedad estaba
basada en una profunda desigualdad. Existían diferentes clases sociales: los
nobles al que pertenecían los señores y el clero, los campesinos y los
artesanos. Desaparece la concepción del hombre ligado al Estado, y es
sustituida por la dependencia de un hombre respecto de otro a través del
vasallaje asegurado por un contrato o acto de homenaje.
La decadencia del feudalismo se
aceleró en los siglos XIV y XV. Algunos autores se refieren a causas internas
mientras que otros apuntan a factores externos como detonantes para la crisis y
desintegración del sistema.
•
¿Cuáles fueron las fuerzas externas al sistema feudal y de dónde procedían?
•
¿Por qué llevó el desarrollo del feudalismo a la crisis, y por último al
derrumbamiento?
En primer lugar existieron causas que
pueden encontrarse dentro de la propia economía feudal como la ineficacia de
este sistema de producción (causa primordial de su decadencia) que provocó el
surgimiento y desarrollo de formas nuevas, junto con las crecientes necesidades
de ingresos de la clase dominante, dado que esta necesidad de mayores ingresos
fomentó tal aumento de la explotación sobre los campesinos que llegó a ser
insoportable.
Hay quienes plantean la super
explotación de la fuerza de trabajo (campesinos) como causa del derrumbamiento
del sistema feudal ya que estos abandonaron la tierra debido a que la presión
del señor se le hizo insoportable. Otros estudiosos del tema se refieren a una
interacción de causas internas y externas como desencadenantes de la crisis del
feudalismo. Una de las causas que manejan son los excesivos gastos de los
nobles y el carácter parasitario de esta clase. Otro punto interesante lo
exponen quienes afirman que la acción desintegradora del comercio sobre el
sistema de producción para el uso dentro del señorío fue la causa de la crisis
del fin de la Edad Media
De las llamadas causas externas,
habría dos que se dan a partir del siglo XIII: auge creciente de las ciudades y
clase social surgida en su seno, la burguesía que nos sirven de punto de partida,
así como principios contrarios al modo de producción feudal que también surgen:
la propiedad de la tierra en diversos grados y la propiedad limitada de las
personas; esto implicaba un circuito cerrado entre el producto agrícola y el
consumo conjugado de las clases campesinas y feudales.
La
presencia de ciudades favoreció las relaciones mercantiles con los campos de
los alrededores y en esa época de transición las tensiones de una agricultura
semi comercial en contra posición con la cerrada del viejo régimen feudal
resultó mucho más grave para la sociedad feudal. Muchas ciudades apoyaron o
ayudaron de una forma u otra a las rebeliones rurales por simpatía popular o
por favorecer sus propios intereses. Es evidente que en Occidente en general
las ciudades ejercieron una continua influencia sobre la relación de fuerzas
sociales en el campo: Hacía escapar escasos siervos descontentos, que entraban
en la manufactura urbana. Presionaba a los nobles belicosos a recibir sus
ingresos en forma monitorizada, una de las principales causas de la caída
feudal.
Observación:
¿Qué
plantean los historiadores marxistas en cuanto al proceso de tránsito del
feudalismo al capitalismo?
Muchos teóricos marxistas estudiosos
de la transición del feudalismo al capitalismo, consideran el desarrollo de la
renta feudal en dinero como una forma que contiene el máximo de contradicciones
y que, en consecuencia, conduce a la sustitución del feudalismo. En esta
concepción la transición es el resultado necesario del pleno desarrollo de las
contradicciones internas a un modo de producción dado, en una progresión
lineal.
Finalmente
es necesario apuntar que durante la transición del régimen feudal al sistema
capitalista, ocurrió en Europa como consecuencia del enfrentamiento de lo nuevo
con lo viejo, que salieron victoriosas las nuevas formas de producción, más
avanzadas y capaces de favorecer el desarrollo histórico. La vida urbana como
consecuencia del progreso de las fuerzas económicas y sociales, se desarrolló
dentro de la sociedad feudal un aumento de la burguesía comercial, el ascenso
de cultivadores libres, pequeños aparceros que pagaban su renta en dinero y la
contratación de mano de obra para realizar trabajos en las tierras, constituyen
evidencia de nuevas formas productivas y relaciones de producción que
terminarían por hacer caer al feudalismo.
Superada esta etapa histórica en incipiente y plena proyección de la sociedad capitalista corriendo
el año 1848, y habiendo llegado ya a inteligir el curso del proceso social en
funciones, Marx se preguntaba si era
posible alguna otra forma de propiedad además de la vigente. Y seguidamente
contestaba:
<<Mientras no se pueda conseguir una cantidad de productos que no solo baste para todos, sino que se quede cierto excedente para aumentar el capital social y seguir fomentando las fuerzas productivas, deben existir necesariamente una clase dominante que disponga de las fuerzas productivas de la sociedad y una clase pobre y oprimida. La constitución y el carácter de estas clases dependen del grado de desarrollo de la producción. La sociedad de la Edad Media, que tiene por base el cultivo de la tierra, nos da el señor feudal y el siervo; las ciudades de las postrimerías de la Edad Media nos dan el maestro artesano, el oficial y el jornalero: En el Siglo XVII, el propietario de manufactura y el obrero de ésta; en el Siglo XIX, el gran fabricante y el proletario. Es claro que hasta el presente, las fuerzas productivas no se han desarrollado aun al punto de proporcionar una cantidad de bienes suficiente para todos y para que la propiedad privada sea ya una traba, un obstáculo para su progreso. Pero hoy, cuando merced al desarrollo de la gran industria, en primer lugar se han constituido capitales y fuerzas productivas en proporciones sin precedentes y existen medios para amentar en breve plazo hasta el infinito estas fuerzas productivas; cuando en segundo lugar, estas fuerzas productivas se concentran en manos de un reducido número de burgueses, mientras la gran masa del pueblo se va convirtiendo cada vez más en proletarios, con la particularidad de que su situación se hace más precaria e insoportable en la medida en que aumenta la riqueza de los burgueses; cuando en tercer lugar, estas poderosas fuerzas productivas , que se multiplican con tanta facilidad hasta rebasar el marco de la propiedad privada y del burgués, provocan contínuamente las mayores conmociones del orden social, sólo ahora la supresión de la propiedad privada se ha hecho posible e incluso absolutamente necesaria>>. (K. Marx – F. Engels: “Manifiesto del Partido Comunista” Ed. l´eina Pp. 84 Apartado XV segundo párrafo. Versión digitalizada Pp. 114)
Pues bien, después
de haber llegado Marx “con todas las de la ley científica”, a semejante
conclusión hace ya más de 170 años, y frente al actual descalabro del sistema, ¿quién
puede demostrar fehacientemente que la propiedad
privada capitalista se pueda conservar indefinidamente?
GPM.
Las perspectivas y pesadilla del
capitalismo actual
25 diciembre, 2017 Capi Vidal Dejar un comentario
La
particularidad de la utopía negativa, o distopía, del
capitalismo moderno, es que no es soñada ni imaginaria sino que existe en acto,
o sea, en efectivo desenvolvimiento y en prácticamente todos los rincones del
globo. En el origen de la formación de esta distopía están la naturaleza, los
fines y las modalidades de funcionamiento de las instituciones fundamentales
del sistema socioeconómico capitalista, y el hecho de que se ha asumido
progresivamente una posición de absoluto
dominio de la burguesía, con el control poco menos que total del
planeta a partir de mediados del siglo XVIII.
Por las
características que distinguen a tal sistema, las empresas industriales,
comerciales y financieras, expresión y sujeto agente, a diferencia de cualquier
otra época del pasado son plenamente libres
y garantizadas en su acción en el proceso de acumulación y concentración de la
riqueza y del poder, que constituye el modo fundamental de ser y de
operar. Lo que sucede y transforma en pesadilla la aspiración a magníficas y
progresivas suertes, precisamente por la manera de ser y de funcionar del móvil del beneficio y de la lógica de
empresa, a largo plazo —en realidad en pocos cientos de años— es que el
proceso de acumulación y concentración de riqueza en pocas manos, solo ha
podido realizarse con menoscabo de
los otros componentes de las colectividades humanas.
Los
abanderados del sistema económico capitalista imperante, tienden a subrayar los
aspectos que a ellos les parecen positivos y que ensalzan mucho hablando de
progreso, modernización y salida de la pobreza de centenares o miles de
millones de seres humanos.
Sin
embargo, es de observar cómo, en general y no por un consenso episódico, estos pretendidos
aspectos positivos, fruto real o ficticio de la distribución creadora típica
del modo de ser y de actuar del capitalismo moderno, no son ni generales ni
definitivos ni privados de incógnitas, ambigüedades, riesgos y costes. Los
adalides del capitalismo triunfante tienden irresistiblemente a minusvalorar, negar o ignorar los aspectos negativos
del sistema, cuyo conjunto puede superar de lejos los efectos
considerados como positivos.
Parecería
oportuno, sobre todo porque se habla de destrucción creadora por parte de quien
está familiarizado con balances y contabilidad, hacer una cuenta lo más
completa y exacta posible del valor de lo que se crea y de lo que se destruye,
y efectuar las oportunas comparaciones. Se debe subrayar, por un lado, que la progresiva
afirmación y expansión del capitalismo moderno ha demostrado no poseer y no
preocuparse en modo alguno, de medidas idóneas para evitar o limitar la
tendencia indiscutible de los burgueses propietarios de los medios de
producción y el dinero bancario, a la
acumulación y concentración de la riqueza y al progresivo acentuarse y
agravarse de los niveles de desigualdad en las naciones y sus diversos
componentes sociales.
Por
otro lado, hay que subrayar que la afirmación y expansión del sistema
capitalista han comportado un derroche formidable de recursos ya que, con la
lógica de maximización de los
beneficios que siguen por todo el mundo a las normativas más favorables
y a la acumulación de riqueza, se ha creado una capacidad productiva compleja
enormemente sobredimensionada con respecto a la demanda efectiva global de
bienes y servicios efectivamente producidos. Todo esto confirma que la lógica
del beneficio y de su maximización, es una cosa diferente y ajena a la mejor y más completa satisfacción de las necesidades entre
los seres humanos.
La
única regla del capitalismo en toda época es, sin duda, obtener el máximo a cambio del mínimo posible, no facilitar
bienes y servicios, satisfacer necesidades dando empleo a trabajadores o resolver
problemas de la colectividad, salvo que no se tenga más remedio. En cualquier
caso, como innegablemente ha sucedido y no solamente en el siglo XXI, una
cantidad imponente de recursos lejos de ser empleados en la mejora de las condiciones de vida y de trabajo de la
gente mayoritaria común, se ha empleado en beneficio de las clases altas relativamente
minoritarias.
Por
otro lado, está claro que frecuentemente se han derrochado, destruido o
empleado de manera irracional, ingentes recursos, siempre que se ha considerado
exclusivamente útil o necesario para crear y multiplicar las ocasiones en que
incrementar los beneficios y réditos de los más favorecidos.
No es
insignificante otro lado de la cuestión, como es el caso de la pesadilla que
supone la permanencia de conflictos armados y la fabricación y venta de armas,
que tiene como resultado un doble o triple proceso de derroche y destrucción de
recursos, ya en el acto de la producirlos y también después en su uso y en los
efectos directos e indirectos que provocan. Obviamente, la culpa de las muertes
y destrucciones materiales siempre se atribuye a alguien o a algo, y no a la
lógica del beneficio y a los intereses de las clases dominantes. Pero es
bastante difícil creer que habría producción y comercio de armas, y guerras, si
de todo ello las clases hegemónicas, en vez de ganancias, sufrieran pérdidas.
Otro
aspecto de la pesadilla, reside en la dinámica de la población mundial, de cuyo
extraordinario incremento previsto para las décadas venideras, las
instituciones del capitalismo dominante no tienen previsiones ni intenciones de
afrontar el reparto equitativo de los
medios de vida requeridos. Podemos deducir que tal desinterés o
descuido hacia algo que sin duda es el mayor problema de la humanidad, puede
explicarse por el hecho de que su solución requeriría un uso racional, o como
poco no destructivo o derrochador de los recursos disponibles. Otro aspecto,
estrechamente conectado a la transformación en pesadilla del sueño de progreso atribuido
a la presunta “civilización capitalista”, está constituido por la cuestión
medioambiental, o sea, por el problema de la combinación del crecimiento
demográfico y del incremento de los niveles de consumo, de cada vez más amplios
estratos de la población mundial. Los conflictos surgen cada vez más graves y
complejos entre las exigencias contrapuestas, de producir alimentos y bienes de
consumo para las masas y las exigencias crecientes de la población mundial, y
la escasez, la contaminación, la destrucción irreversible de recursos
irreproducibles, atribuible aunque no en exclusiva pero sí en amplia y
preponderante medida, a la “lógica”
de la maximización de los beneficios y a los efectos perversos pero
inevitables, de las modalidades operativas y de los intereses de las clases sociales dominantes.
Límites, peligros y desastres de la avidez
Los
partidarios y adalides de lo que habitualmente se define como sistema
capitalista, opinan que muchos de sus innegables defectos no llegan a ser
mayores que sus presuntas ventajas, evidentemente juzgadas como superiores y,
de hecho, como muy superiores. Y todavía esta opinión sigue sin demostrarse con
datos efectivos y concretos.
Como
mínimo, podemos afirmar o mejor constatar, que el ser humano común y los
trabajadores han utilizado al mínimo, en términos de mejora de la calidad de
vida y de las condiciones de trabajo, el formidable progreso científico y
tecnológico registrado en el arco de vida del capitalismo moderno. Lo que no afectó
solo a la calidad, la cantidad y el precio de los bienes y servicios producidos,
sino también a las condiciones de trabajo. En otras palabras, lo que podría
traducirse en menor esfuerzo, duración, peligrosidad, insalubridad y monotonía
en el desarrollo de la actividad laboral, la competencia intercapitalista se ha
concretado fundamentalmente en una reducción del número de trabajadores sustituidos
por medios materiales técnicos más eficaces y, por ello, de los mayores costes
con el consiguiente decremento de los niveles de beneficio, y no precisamente
de manera temporal.
Esto ha
sucedido por el mero hecho de que el sistema jurídico e institucional político vigente,
consiente a las empresas y a los hombres de negocios que las gestionan,
apoderarse dentro de lo posible de la totalidad de los frutos de tales
progresos y distribuir solo las migajas entre las clases bajas cuando las
circunstancias lo hacen inevitable.
Por
otro lado, nadie tiene la posibilidad de conocer cuáles y cuántas ocasiones de
progreso en los diferentes campos del conocimiento humano, se han perdido para
siempre por causa de la inicua distribución de oportunidad consustancial al
modo de ser y de actuar del sistema socioeconómico capitalista ganancial.
Es
indudable esa responsabilidad en la génesis de los grandes problemas de la
época actual, cuya solución no tratan de buscar las clases financieras
hegemónicas. Entre ellos, incluimos la contaminación de tierras, mares y aguas
interiores, los problemas de carencia y calidad de los recursos alimentarios,
energéticos e hídricos, las consecuencias de los cambios climáticos en términos
de desertificación y catástrofes naturales, las grandes migraciones debidas a
causas y efectos económicos, naturales y bélicos, la permanencia e
intensificación de conflictos, en parte por los factores mencionados pero
también por los intereses de los fabricantes y traficantes de armas y de las
grandes empresas financieras. Al menos a partir de los años setenta del siglo
pasado y cada vez de forma más acentuada, se observa que las clases financieras
se han ido liberando de todo tipo de frenos que, de alguna manera aunque
inadecuada y nada eficaz, limitaban los daños de un ejercicio demasiado libre
de sus actividades. Esto ha dado lugar a una actuación progresiva de las
actividades financieras en ausencia casi total de dirección, de reglas ni de
control.
Se ha
llegado a teorizar el valor positivo de la avidez de ganancia, acumulación y
concentración desenfrenada de riqueza, ignorando un aspecto consistente en el
hecho, de común observación, de que el móvil de la avidez y del enriquecimiento
en sí mismo no tiene ninguna relación con el bienestar de la sociedad humana,
ni con la satisfacción de sus necesidades o la solución de sus problemas. Para
que esto pueda suceder, son necesarios controles, reglas, direcciones, límites
y frenos, que la ideología ultra o turbo capitalista y los políticos a quienes
los intereses creados financian la carrera y las campañas electorales, han
suprimido, creando las condiciones para el desastre de 2008, para los sucesivos
y para otros que están todavía por llegar. Por otro lado, la utopía negativa (o
distopía) últimamente se revela más peligrosa y sustancialmente fuera de
control, y cada vez más independiente de voluntades, ideologías o complicidades
de los empresarios y directivos en el desarrollo de la actividad financiera.
De
hecho, la creación desproporcionada y disparatada de valores monetarios,
crediticios y financieros en amplia y preponderante medida, se produce por la
lógica de funcionamiento del propio sistema, aunque se ve, obviamente,
multiplicada y exaltada por la ausencia y la eliminación de las reglas.
En la
forma misma de funcionar del sistema capitalista está implícito —y no se puede
eliminar—, un elemento de azar consistente en la multiplicación de los valores
monetarios y crediticios de todo género imaginable. En ausencia de reglas y
frenos, esta creación de la nada, con el inevitable azar y la pesadilla en que
a la larga puede derivar, no tiene otro límite que el infinito.
En
tiempos considerados normales, o sea de expectativas positivas y optimistas
sobre el desarrollo y expansión de las actividades financieras, la cantidad y
los valores de los productos monetarios, crediticios y financieros, tienden
irresistiblemente a expandirse y, con ellos los precios de bienes y servicios,
tanto de consumo como de inversión o de carácter especulativo, tanto si son
tangibles como si son de tipo intangible o financieros. Está totalmente fuera
de duda que precisamente esta última categoría de bienes y productos, tiende a
expandirse y en realidad se expande en medida inconmensurablemente superior a
las otras. Esto implica que quien puede, tiene la posibilidad de aprovecharse
de tal proceso de proliferación y multiplicación de bienes y valores
financieros, enriqueciéndose en detrimento de los demás componentes sociales.
Por otro lado, no son pocos los economistas y las escuelas de pensamiento
social, que consideran evidente que la inflación, o sea el aumento de precios,
especialmente con tasas elevadas y no pocas veces causado por la política
monetaria de los gobiernos, contribuye en medida muy relevante a la desigualdad en la distribución de la
riqueza o del rédito. Es banal y obvio que cualquiera que viva del beneficio,
tiene la posibilidad de adquirir los factores productivos a precios más bajos,
para luego vender el producto acabado a precios aumentados, y enriquecerse en
perjuicio de los asalariados y rentistas a renta fija y ahorradores, agravando
así los niveles de desigualdad.
En
otros términos, un proceso de desarrollo implica en sí mismo una transferencia
de riqueza a favor de los perceptores de beneficios y rentas financieras, y por
ello niveles crecientes de desigualdad e injusticia, acentuados por factores de
orden financiero y especulativo, como expansiones crediticias y devaluaciones
monetarias, más que por la dinámica propia de los procesos productivos.
Francesco Mancini
Publicado en Tierra y libertad núm.352
(diciembre de 2017). Confrontar con texto original: http://acracia.org/las-perspectivas-la-pesadilla%E2%80%A8del-capitalismo-actual/
--oo0oo--
Por qué el fascismo y el capitalismo
no son enemigos
Tribuna viento
surViento Sur
26/11/2018 |
Brais Fernández
En 1925,
un diputado comunista llamado Antonio Gramsci
se encaró en el parlamento italiano con el dictador Mussolini y otros fascistas.
Eran los últimos momentos del parlamentarismo plural en Italia, aunque
la democracia llevaba tiempo muerta. Lo curioso es que Gramsci dedicó su intervención
a atacar una ley que prohibía la masonería.
Gramsci
explicó que atacar la masonería implicaba atacar indirectamente al movimiento
obrero, ya semi-destruido y en retirada. Gramsci, que llegó a invitar a
liberales de izquierda a escribir en sus revistas, entendía que en el fondo, lo
que trataba de destruir el fascismo eran los elementos de autonomía que
subsistían en la sociedad civil. Es decir, el fascismo era, ante todo, la
restauración de la ley
de familia en todos los ámbitos de la sociedad y la
destrucción del sueño gramsciano de unir al movimiento obrero con la Ilustración.
En
estos tiempos de crisis, implosión de los antiguos equilibrios políticos y auge
de las derechas autoritarias
a nivel internacional, podría ser útil repasar la historia, no para repetir
viejos eslóganes, si no para definir una estrategia que recoja las
continuidades y lecciones del pasado.
La ley de familia
La
expresión ley de familia asume en este texto el sentido que le da el
filósofo marxista Antoni Domènech
en su obra “El eclipse de la fraternidad”.
Domènech hace un recorrido por las luchas políticas y de clase desde la
revolución estadounidense hasta el triunfo del nazismo. La tesis fuerte del
libro busca desmentir el mito de la democracia burguesa, es decir, esa
vieja artimaña ideológica que asocia las libertades al capitalismo y que viene
a decir que los espacios democráticos son una conquista de la burguesía.
Domènech refuta página a página esa idea, demostrando la tesis de que los
elementos republicanos y democráticos presentes en las democracias liberales
son producto del empuje y de la acción organizada del movimiento obrero.
Siguiendo
esa idea y recogiendo el antiguo vocabulario romano, Domènech diferencia entre guerras
civiles (conflictos entre clases no esclavas, para detentar el poder político)
y guerras serviles, entre esclavos y propietarios, que sería la forma
extrema que adquiere la lucha entre dos clases antagónicas. El fascismo es un
fenómeno político y social que aparece en tiempo de guerras serviles: la
tarea del fascismo es imponer la ley de familia, es decir, imponer el
dominio de la clase capitalista sobre las clases subalternas sin ningún tipo de
contrapeso, destruyendo sus mediaciones y sus instituciones. Dicho en términos
contemporáneos, la lucha de los de arriba contra los de abajo.
El
fascismo apareció después de la Primera Guerra Mundial, en un momento de crisis
extrema e irresoluble, en el que las oligarquías no eran capaces de lograr la
estabilización del capitalismo ejerciendo directamente el poder político. Se
vio obligada a apoyarse en sectores empobrecidos de la pequeña burguesía,
demagogos y perdedores con ambiciones de todo tipo. El fascismo, pese a lo que
tratan de narrar ciertos comentaristas, careció de una base social amplia y
numerosa entre la clase obrera. No está de más recordar que los partidos
obreros alemanes –socialdemócratas y comunistas– siempre sumaron más votos que
los nazis; o que los fascistas italianos llegaron al poder gracias al dedo de
la monarquía y tras una marcha sobre Roma numéricamente bastante ridícula
–20.000–. La victoria de las huestes de Mussolini se logró mediante el uso de
un ejército financiado por la burguesía y que funcionaba en escuadras móviles
que recorrían pueblo a pueblo toda Italia, destruyendo cooperativas,
sindicatos, bolsas de trabajo, partidos, casas del pueblo, periódicos, etc.; es
decir, todos los espacios de libertad, democracia y contrapoder que la clase
trabajadora había construido tenazmente durante décadas. Destruidas esas
mediaciones, esas casamatas, esas trincheras, se imponía la
ley de familia: el patrón ya no tenía ningún límite.
Así
pues, aniquilando al movimiento obrero, el fascismo acabó con las libertades (y
viceversa). De ahí se deriva una cuestión fundamental: ¿es el fascismo una mera
continuación de las democracias liberales?
Fascismo y economía de mercado
La disyuntiva para los antifascistas
nunca ha sido elegir entre el fascismo y la economía de mercado.
El fascismo fue, precisamente, la imposición total de la economía de mercado.
Suprimidos todos los contrapesos que el movimiento obrero había construido, el
fascismo otorgó un poder sin límites al capital financiero, que se tradujo en
una acumulación de beneficios sin precedentes y en una reducción de salarios
que llevó a la gente trabajadora a soportar tasas de explotación inéditas. Esa
idea estaba presente desde sus orígenes: los propios fascistas italianos eran
conscientes de que necesitaban presentarse como gente de orden,
defensora del libre mercado y capaz de implantar con firmeza la ley de
familia. Angelo Tasca,
lo cuenta en “Los orígenes del fascismo”,
que recoge unas declaraciones de Mussolini poco antes de tomar el poder.
Además
de tranquilizar a sus financiadores, el fascismo tenía que combinarse con un
discurso capaz de ofrecer algún tipo de anhelo comunitario a su base
social, unas clases medias en descomposición, totalmente alteradas por la
guerra y una crisis que destruyó sus viejas seguridades. Para no tocar los
beneficios de los grandes empresarios y a la vez, contentar a las clases medias
compensando su miedo a la insurrección proletaria, el fascismo impulsó una
rearticulación de la comunidad que tenía mucho que ver con la búsqueda
del leviatán hobbesiano. Frente a la red de formas de organización y
contrapoderes que emanaban de la auto-actividad del movimiento obrero, el
fascismo utilizó el Estado recubierto de una cierta retórica nacionalista sobre
la unidad de destino (que al final resultó ser la guerra), para
cohesionar a las viejas clases en descomposición, mientras aniquilaba
definitivamente la contra-sociedad obrera y sus conquistas.
La
paradoja es que lo único que podía sostener la lucha antifascista era el
movimiento obrero: no obstante, sus luchas habían sido el motor fundamental del
desarrollo de espacios de libertad bajo el capitalismo. Si se leen, por
ejemplo, los escritos de Trotsky sobre el ascenso del nazismo en ese periodo,
se advierte la desesperación ante la ceguera de los comunistas alemanes (que
creían que nada cambiaría sustancialmente con la llegada de Hitler al poder) y
la estupidez de los socialdemócratas, tan integrados en el sistema que creían
que el nacionalsocialismo sería incapaz de revertir las conquistas históricas
del movimiento obrero.
El
fascismo fue una ruptura con la democracia liberal precisamente porque su tarea
no era acabar con la identidad obrera (a la que apeló en algunos
momentos sin muchos escrúpulos), sino con las formas de auto-organización,
autonomía y libertad que las instituciones obreras irradiaban al conjunto de la
sociedad. Pero el fascismo no sólo destruyó las posiciones del movimiento
socialista en la sociedad. También atacó con fuerza, por poner ejemplos
concretos, al entramado asociacionista del catolicismo popular en Italia (al
cual llamaban, para que se hagan una idea bolchevismo blanco) o a los
núcleos resistentes de las iglesias protestantes en Alemania. Igualmente, el
fascismo en ningún momento supuso una ruptura con el libre mercado; fue,
por el contrario, su radicalización, mientras destruía la democracia liberal.
Precisamente este doble movimiento provoca una ironía que reconoce Karl
Polanyi: “O bien la democracia, o bien el capitalismo, debe desaparecer. El
fascismo es esa solución del estancamiento que deja intacto al capitalismo. La
otra solución es el socialismo. El capitalismo desaparece y la democracia
continúa.” Al final, lo que merecía ser salvado del liberalismo sólo podía ser
salvado por la revolución social.
Una reflexión final
Es
obvio que los tiempos han cambiado. Ni el viejo movimiento obrero existe ya ni
el fascismo adquiere las mismas formas. Pero lo que nos interesa resaltar aquí,
es la matriz que mueve al fascismo: la restauración de la ley de
familia, quebrar los espacios de libertad que emanan de los subalternos
para imponer el reinado absoluto del capital. Sólo analizando el desarrollo
concreto que adquieren las formas de resistencia de clase, tiene sentido la
conexión que establecían los viejos marxistas entre fascismo y capitalismo y
que tan bien resumió Bertold Brecht
con la consigna: "¿de qué sirve decir la verdad sobre el fascismo que se
condena, si no se dice nada contra el capitalismo que lo origina?". Este
marco de análisis es útil también, porque nos permite relacionar continuidades
y discontinuidades, zonas intermedias y de transición, entendiendo el fascismo
como un proceso y no como un simple acto estetizante: el fascismo es el proceso
mediante el cual se reimpone la llamada ley
de familia. Eso no significa, como ya imaginarán, que el capitalismo sea
siempre fascista o que todos los regímenes autoritarios lo sean. Por ejemplo,
bajo el gobierno reaccionario de Trump se permiten manifestaciones legales,
libertad de prensa y de expresión (aunque mediadas por el poder del dinero) y
de organización, algo absolutamente impensable bajo un régimen fascista. Eso no
significa, ni mucho menos, descartar posibles evoluciones en esa dirección.
Si
bajamos el foco a lo concreto partiendo de la tesis de que el fascismo es, ante
todo, la reimposición de la ley de familia en la sociedad, podemos
anticipar algunas tendencias de como se desarrollaría un proceso fascista.
No es de extrañar que el neofascismo ataque duramente al sindicalismo, tanto
laboral como social, que con sus luchas supone un freno a la codicia ilimitada
de la clase empresarial. O al feminismo, no por motivos simplemente
identitarios, sino porque este movimiento supone la emergencia de una fuerza
social que cuestiona todo el sistema de acumulación capitalista, basado en el
trabajo no pagado en torno a la reproducción social. O al movimiento
ecologista, allí donde frena el desarrollismo parasitario de un sistema incapaz
de auto-limitarse y que necesita alimentar espirales auto-destructivas para
sobrevivir. O que apunte contra las personas migrantes, vistos como una fuerza
sometida por su propia condición a la ley de familia, ya que dotarles de
los mismos derechos y salarios supondría la aparición de un contrapoder
formidable que ralentizaría las tasas de ganancia capitalistas. O hacia las
ocupaciones de vivienda que cuestionan la propiedad…, y así podríamos seguir un
buen rato, enumerando toda una serie de prácticas antagonistas y de clase que
se desarrollan bajo ese gran paraguas lleno de agujeros conocido como democracia
liberal y que la contrarrevolución preventiva que representa la ola
reaccionaria global ataca con dureza y que, sin duda, serían lo que un fascismo
posmoderno buscaría erradicar.
Todavía
tenemos que ensayar nuevas prácticas y discursos antifascistas. Pero lo que
está claro es que el objetivo de los neofascismos será el mismo, aunque los
actores sean otros: imponer la ley de familia, para salir de la crisis
capitalista reiniciando un ciclo de acumulación (si es que los límites del
planeta lo permiten) sin contrapesos por abajo: es decir, sobre las ruinas de
los derechos y de las libertades. Todo ello también podría darnos algunas
pistas sobre las alianzas serviles [estratégicas entre diversas empresas
con fines mutuos gananciales] que urge construir y desarrollar.
25/11/2018
Brais Fernández, redacción de Viento Sur y
militante de Anticapitalistas.
Debate
en la izquierda | Fascismo
| Capitalismo
Epílogo
La consecuencia históricamente
inmediata de la propiedad privada
burguesa sobre los medios de producción y el dinero bancario, ha sido
la competencia entre las más
diversas empresas dedicadas a la fabricación y venta de numerosos productos,
que a su vez han inducido al desarrollo incesante de las técnicas más eficaces
incorporadas a los medios materiales de producción para fines gananciales a
instancias de la consecuente compra-venta. Seguidamente para los fines del
conocimiento general, reproducimos aquí fielmente una parte sustancial del
texto escrito presentado por Marx y Engels ante el Congreso de la “Liga de los comunistas”, celebrado en
Londres corriendo el mes de noviembre de 1847 bajo el título: “Manifiesto del Partido Comunista”:
<<La
burguesía no puede existir sino a condición de revolucionar incesantemente los
instrumentos de producción y, por consiguiente, las relaciones de producción, y
con ello todas las relaciones sociales [capitalistas].
La conservación del antiguo modo de producción [bajo el feudalismo] era, por el contrario, la primera condición
de existencia de todas las clases industriales precedentes. Una revolución
contínua en la producción, una incesante conmoción de todas las condiciones
sociales, una inquietud y un movimiento constantes distinguen a la época
burguesa de todas las anteriores. Todas las relaciones estancadas y enmohecidas,
con su cortejo de creencias y de ideas veneradas durante siglos, quedan rotas,
las nuevas se hacen añejas antes de llegar osificarse. Todo lo estamental y
estancado se esfuma; todo lo sagrado es profanado, y los hombres, al fin, se
ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus
relaciones recíprocas.
Expoleada
por la necesidad de dar cada vez mayor salida a sus productos, la burguesía
recorre el mundo entero. Necesita anidar en todas partes, crear vínculos en
todas partes
Mediante
la explotación del mercado mundial, la burguesía ha dado un carácter
cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países. Con gran
sentimiento de los reaccionarios, ha quitado a la industria su base nacional.
Las antiguas industrias nacionales han sido destruídas y están destruyéndose
contínuamente. Son suplantadas por nuevas industrias, cuya introducción se
convierte en cuestión vital para todas las naciones civilizadas, por industrias
que ya no emplean materias primas
indígenas, sino materias primas venidas de las más regiones del mundo, y cuyos
productos no sólo se consumen en el propio país, sino en todas las partes del
globo. En lugar de las antiguas necesidades satisfechas con productos
nacionales, surgen necesidades nuevas que reclaman para su satisfacción
productos de los más apartados y de los climas más diversos. En lugar del
antiguo aislamiento y la autarquía de las regiones y naciones, se establece un
intercambio universal, una interdependencia universal de las naciones. Y esto se
refiere tanto a la producción material como a la intelectual. La producción
intelectual de cada nación se convierte en patrimonio común de todas. La
estrechez y el exclusivismo nacionales resultan de días en día más imposibles;
de las numerosas literaturas nacionales y locales se forma una literatura
universal.
Merced
al rápido perfeccionamiento de los instrumentos de producción y al constante
progreso de los medios de comunicación, la burguesía arrastra a la corriente de
civilización a todas las naciones, hasta a las más bárbaras. Los bajos precios
de sus mercancías constituyen la artillería pesada que derrumba todas las
murallas de China y hace capitular a los bárbaros más fanáticamente hostiles a
los extranjeros. Obliga a todas las naciones, si no quieren sucumbir, a adoptar
el modo burgués de producción, Las constriñe a adoptar el modo burgués de
producción, las constriñe a introducir la llamada civilización, es decir, a
hacerse burgueses. En una palabra, se forja un mundo a su imagen y semejanza.
La
burguesía ha sometido el campo al dominio de la ciudad. Ha creado urbes
inmensas; ha aumentado enormemente la población de las ciudades en comparación
con las del campo, substrayendo una gran parte de la población al idiotismo de
la vida rural. Del mismo modo que ha subordinado los países bárbaros y
semibárbaros a los países civilizados, los pueblos campesinos a los pueblos
burgueses, el Oriente al Occidente.
La
burguesía suprime cada vez más el fraccionamiento de los medios de producción,
de la propiedad y de la población. Ha aglomerado la población, centralizado los
medios de producción y centralizado la propiedad en manos de unos pocos. La
consecuencia obligada de ello ha sido la centralización política. Las
provincias independientes, ligadas entre si casi únicamente por lazos federales,
con intereses, leyes, gobiernos y tarifas aduaneras diferentes, han sido
consolidadas en una sola nación, bajo
un solo gobierno, una sola ley, un solo interés nacional de clase y una sola línea aduanera.
La
burguesía a lo largo de su dominio de clase, que cuenta apenas con un siglo de
existencia, ha creado fuerzas productivas más abundantes y más grandiosas que
todas las generaciones más abundantes y más grandiosas que todas las
generaciones pasadas juntas. El sometimiento de las fuerzas de la naturaleza,
el empleo de las máquinas la aplicación de la química a la industria y a la
agricultura, la navegación de vapor, el ferrocarril, el telégrafo eléctrico, la
asimilación para el cultivo de continentes enteros, la apertura de los ríos a
la navegación, poblaciones enteras surgiendo por encanto, como si salieran de
la tierra: ¿Cuál de los siglos pasados pudo sospechar siquiera que semejantes
fuerzas productivas dormitasen en el seno del trabajo social?
Hemos
visto, pues, que [la
propiedad de] los medios de producción y
de cambio, sobre cuya base [social y material] se ha formado la burguesía, fueron creados en la sociedad feudal. Al
alcanzar un cierto grado de desarrollo estos medios de producción y de cambio [dinero
bancario], las condiciones en las que la
sociedad feudal producía y cambiaba, la organización feudal de la agricultura y
de la industria manufacturera, en una palabra, las relaciones feudales de
propiedad, cesaron de corresponder a las fuerzas productivas ya desarrolladas.
Frenaban la producción en lugar de impulsarlas. Se transformaron en otras
tantas trabas. Era preciso romper esas trabas y las rompieron. En su lugar se
estableció la libre
concurrencia, con una constitución social y política adecuada a ella
y con la dominación de la clase burguesa.
Ante
nuestros ojos se está produciendo un movimiento análogo. Las relaciones
burguesas de producción y de cambio, las relaciones burguesas de propiedad,
toda esta sociedad burguesa moderna, que ha hecho surgir como por encanto tan
potentes medios de producción y de cambio, se asemeja al mago que ya no es
capaz de dominar las potencias infernales que ha desencadenado con sus
conjuros. Desde hace algunas décadas, la historia de la industria y del
comercio no es más que la historia de la rebelión de las fuerzas productivas modernas contra
las actuales relaciones de producción, contra las relaciones de propiedad que
condicionan la existencia de la burguesía y su dominación.
Basta
mencionar las crisis comerciales que, con su retorno periódico,
plantean, en forma cada vez más amenazante, la cuestión de la existencia
de la sociedad burguesa. Durante cada crisis comercial se destruye
sistemáticamente no solo una parte considerable de productos elaborados, sino
incluso de las mismas fuerzas productivas ya creadas. Durante las crisis, una
epidemia social, que en cualquier época
anterior hubiera parecido absurda, se extiende sobre la sociedad: la epidemia
de la superproducción [periódica respecto de
la ganancia declinante obtenida].
La sociedad se encuentra súbitamente retrotraída a un estado de súbita
barbarie: diríase que el hambre, que una guerra devastadora mundial la han
privado de todos sus medios de subsistencia; la industria y el comercio parecen
aniquilados. Y todo eso ¿Por qué? Porque la sociedad posee demasiada civilización,
demasiada industria, demasiado comercio. Las fuerzas productivas de que dispone
no favorecen ya el régimen de la propiedad burguesa; por el contrario, resultan
demasiado poderosas para estas relaciones que constituyen un obstáculo para su
desarrollo; y cada vez que las fuerzas productivas salvan este obstáculo,
precipitan en el desorden a toda la sociedad burguesa y amenazan la existencia
de la propiedad burguesa.
[……….].
Las armas de que se sirvió la burguesía
para derribar al feudalismo se vuelven ahora contra la propia burguesía.
Pero
la burguesía no ha forjado solamente las armas que deben darle muerte; ha
producido también hombres que empuñarán esas armas: los obreros modernos, los proletarios.
En la misma proporción en que se desarrolla la burguesía, es decir, el
capital, desarróllase también el proletariado, la clase de los obreros
modernos, que no viven sino a condición de encontrar trabajo, y lo encuentran
únicamente mientras su trabajo acrecienta el capital. Estos obreros obligados a
venderse
al detalle, son una mercancía como cualquier otro
artículo de comercio, sujeta, por tanto, a todas las vicisitudes de la
competencia [intercapitalista], a
todas las fluctuaciones del mercado.
El
creciente empleo de las máquinas y la división del trabajo forzada a
ejecutarse [por el
poder despótico que los patronos burgueses ejercen en su condición de
propietarios privados de sus medios de producción] quitan al trabajo del proletario todo carácter propio y le hacen perder
con ello todo atractivo para el obrero. Este se convierte en un simple apéndice
de la máquina, y sólo se le exigen las operaciones más sencillas, más
monótonas y de más fácil aprendizaje. Por lo tanto, lo que cuesta hoy día [corriendo
por entonces el año 1850] al obrero, se
reduce poco más o menos a los medios de subsistencia indispensables para vivir
y para perpetuar su linaje. Pero el precio de todo trabajo, como el de toda
mercancía, es igual a los gastos de producción. Por consiguiente, cuanto más
fastidioso resulta el trabajo, más bajan los salarios. Más aún cuanto más se
desenvuelven la maquinaria y la división del trabajo [entre los operarios], más aumenta la cantidad de trabajo bien
mediante la prolongación de la jornada, bien por el aumento del trabajo exigido
en un tiempo dado, la aceleración del movimiento de las máquinas, etc.
La
industria moderna ha transformado el pequeño taller del maestro patriarcal en
la gran fábrica del capitalista industrial. Masas de obreros, hacinados en la
fábrica del capitalista industrial. Masas de obreros, hacinados en la fábrica,
son organizados en forma militar. Como soldados rasos de la industria, están
colocados bajo la vigilancia de toda jerarquía de oficiales y suboficiales. No
son solamente esclavos de la clase burguesa, del Estado burgués, sino
diariamente, a todas horas, esclavos de la máquina, del capataz y, sobre todo
del burgués individual patrón de la fábrica [asociado con otros tantos
propietarios privados o no en la misma empresa]. Y este despotismo es tanto más mezquino, odioso y exasperante, cuanto
mayor es la franqueza con que proclama que no tiene otro fin más que el lucro.
Cuanta
menos habilidad y fuerza requiere el trabajo manual, es decir, cuanto mayor es
el desarrollo de la industria moderna, mayor es la proporción en que el trabajo
de los hombres es suplantado por el de las mujeres y los niños. Por lo que
respecta a la clase obrera, las diferencias de edad y sexo pierden toda
significación social. No hay más que instrumentos de trabajo, cuyo coste varía
según la edad y el sexo.
Una
vez que el obrero ha sufrido la explotación del fabricante y ha recibido su
salario en metálico, se convierte en víctima de otros elementos de la
burguesía: el casero, el tendero, el prestamista, etc.
Pequeños
industriales, pequeños comerciantes y rentistas, artesanos y campesinos, toda
la escala inferior de las clases medias de otro tiempo, caen en las filas del
proletariado. Unos, porque sus pequeños capitales no les alcanzan para acometer
grandes empresas industriales y sucumben en la competencia con los capitalistas
más fuertes; otros, porque su habilidad profesional se ve despreciada ante los
nuevos métodos de producción. De tal suerte el proletariado se recluta entre
todas las clases de la población.
El
proletariado pasa por diferentes etapas de su desarrollo. Su lucha contra la
burguesía comienza con su sufrimiento. Al principio la lucha es entablada por
obreros aislados, después por los obreros de una misma fábrica, más tarde por
los obreros de un mismo oficio de la localidad contra el burgués individual que
los explota directamente. No se contentan con dirigir sus ataques contra las
relaciones burguesas de producción, y los dirigen contra los mismos
instrumentos de producción: destruyen las mercancías extranjeras que les hacen
competencia, rompen las máquinas, incendian las fábricas, intentan reconquistar
por la fuerza la posición perdida del artesano de la Edad Media…
[………...].
En
esta etapa, los obreros forman una base diseminada por todo el país y
disgregada por la competencia. Si los obreros forman masas compactas, esta
acción no es todavía consecuencia de su propia unión, sino de la unión de la
burguesía, que para alcanzar sus propios fines políticos debe, y por ahora [en
1850] aun pudo poner en movimiento a
todo el proletariado. Durante esta etapa los proletarios no combaten, por
tanto, contra sus propios enemigos, sino
contra los enemigos de sus enemigos, es decir, contra los restos de la
monarquía absoluta, los propietarios territoriales, los burgueses no
industriales y los pequeñoburgueses. Todo el movimiento histórico se concentra,
de esta suerte, en manos de la burguesía; cada victoria alcanzada en estas
condiciones es [lo fue] una victoria
de la burguesía.
Pero
la industria en su desarrollo, no solo acrecienta el número de proletarios,
sino que les concentra en masas considerables, su fuerza aumenta y adquieren
mayor conciencia de la misma. Los intereses y las condiciones de existencia de
los proletarios se igualan cada vez más a medida que la máquina va borrando las
diferencias en el trabajo y reduce el salario, casi en todas partes, a un nivel
igualmente bajo. Como resultado de la creciente competencia de los burgueses
entre sí y de las crisis comerciales que ella ocasiona, los salarios son cada
vez más fluctuantes; el constante y acelerado perfeccionamiento de la maquina
coloca al obrero en situación cada vez más precaria; las colisiones entre el
obrero individual y el burgués individual adquieren más y más el carácter de
colisiones entre dos clases. Los obreros empiezan a formar coaliciones contra
los burgueses y actúan en común para la defensa de sus salarios. Llegan hasta
formar asociaciones permanentes para asegurarse los medios necesarios, en
previsión de estos choques eventuales. Aquí y allá la lucha estalla en
sublevación. A veces los obreros triunfan; pero es un triunfo efímero. El
verdadero resultado de sus luchas no es
el éxito inmediato, sino la unión cada vez más extensa de los obreros. Esta
unión es propiciada por el crecimiento de los medios de comunicación creados
por la gran industria y que ponen en contacto a los obreros de diferentes
localidades. Y basta ese contacto para que las numerosas luchas locales que en
todas partes revisten el mismo carácter, se centralicen en una sola lucha
nacional, en una lucha de clases. Mas toda lucha de clases es una lucha
política, y la unión que los habitantes de la Edad Media, con sus caminos
vecinales tardaron siglos en establecer, los proletarios modernos con los
ferrocarriles, la llevan a cabo en unos pocos años.
Es
la organización del proletariado en clase y, por tanto, en partido político,
vuelve sin cesar a ser socavada por la competencia entre los propios obreros.
Pero resurge, y siempre más fuerte, más firme, más potente. Aprovecha las
disensiones intestinas de los burgueses para obligarles a reconocer por la ley
algunos intereses de la clase obrera. Por ejemplo, la ley de la jornada de diez
horas en Inglaterra.
En
general, las colisiones en la vieja sociedad favorecen de diversas maneras el
proceso de desarrollo del proletariado. La burguesía vive en lucha permanente:
al principio contra la aristocracia feudal; después contra aquellas fracciones
de la misma burguesía [como ahora mismo sucede en distintos países entre la extrema derecha
política fascista y la izquierda socialdemócrata], cuyos intereses entran en contradicción a raíz de los progresos de la
industria, y siempre, en fin contra la burguesía de todos los demás países. En
todas estas luchas la burguesía nacional, se ve forzada a apelar al
proletariado, a reclamar su ayuda y a arrastrarle así al movimiento político.
De tal manera la burguesía proporciona a los proletarios los elementos de su propia
educación, es decir, armas contra ella misma.
Además,
como acabamos de ver, el progreso de la industria precipita a las filas del
proletariado a capas enteras de la clase dominante, o, al menos, las amenaza en
sus condiciones de existencia. También ellas aportan al proletariado numerosos
elementos de educación.
Finalmente,
en los períodos en que la lucha de clases, se acerca a su desenlace, el proceso
de desintegración de la clase dominante, de toda la vieja sociedad, adquiere un
carácter tan violento y tan agudo, que una pequeña fracción de esa clase reniega
de ella y se adhiere a la clase revolucionaria, a la clase en cuyas manos está
el porvenir. Y así como antes [durante los estertores del feudalismo una parte de la
nobleza se pasó a las fuerzas de la incipiente burguesía], en nuestros días un sector de la burguesía se pasará al proletariado.
Particularmente a ese sector de los ideólogos burgueses que se han elevado hasta la comprensión teórica del
movimiento histórico…
[………...].
Todas
las sociedades anteriores, como hemos visto, han descansado en el antagonismo
entre clases opresoras y oprimidas. Mas para poder oprimir a una clase, es
preciso asegurarle unas condiciones que le permitan, por lo menos arrastrar su
existencia de esclavitud. El siervo en pleno régimen de servidumbre, llegó a
miembro de la comuna, lo
mismo que el pequeñoburgués llegó a elevarse a la categoría de burgués bajo el yugo del absolutismo
feudal. El obrero moderno, por el contrario, lejos de elevarse con el progreso
de la industria, desciende siempre más y más por debajo de las condiciones de
vida de su propia clase. El trabajador cae en la miseria, y el pauperismo [gracias
al cual puede seguir la burguesía enriqueciéndose] crece más rápidamente todavía que la población y la riqueza. Es, pues,
evidente que la burguesía ya no es capaz de seguir desempeñando el papel de
clase dominante de la sociedad, ni de imponer a ésta, como ley reguladora, las
condiciones de existencia de su clase. No es capaz de dominar, porque no es
capaz de asegurar a su esclavo la existencia, ni siquiera dentro del marco de
la esclavitud, porque se ve obligada a dejarle decaer hasta el punto de tener
que mantenerle, en lugar de ser mantenida por
él. La sociedad ya no puede vivir bajo su dominación, lo que equivale a
decir que la existencia de la burguesía es, en lo sucesivo, incompatible con la
de la sociedad.
La
condición esencial de la existencia y dominación de la clase burguesa, es la
acumulación de la riqueza en manos de particulares [propietarios de los medios de
producción y el dinero bancario], la
formación y el acrecentamiento del capital. La condición de existencia del
capital es el trabajo asalariado [explotado]. El trabajo asalariado descansa exclusivamente sobre la competencia de
los obreros entre sí. El progreso de la industria [determinado por la competencia
intercapitalista que sustituye trabajo humano por maquinaria…
[…“Se han inventado máquinas que permiten a
un hombre producir tanto hilo como el que podrían haber producido 250, o
incluso 300 hombres hace 70 años, y a un hombre y un niño estampar tanto tejido como el que podrían
haber estampado antes 100 hombres y 100 niños. Los 150.000 trabajadores en las
fábricas de hilar producen tanto hilo
como el que habrían podido producir 40 millones con el huso de un solo hilo” (K. Marx: “Líneas fundamentales de la
crítica de la Economía política” escrito entre 1857-1858. Ver en Ed. Grijalbo/1977. Segunda mitad Pp. 227). Versión
digitalizada ver nota al pie de la pág. 393]…
Ese
progreso del que la burguesía incapaz de oponérsele, es agente involuntario,
sustituye el aislamiento de los obreros resultante de la competencia, por su unión
revolucionaria mediante la
asociación. Así, el desarrollo de la gran industria socava bajo los pies de la
burguesía, las bases sobre la que ésta produce y se apropia lo producido. La
burguesía produce ante todo a sus propios sepultureros. Su hundimiento y la
victoria del proletariado son igualmente inevitables. (K. Marx y F. Engels: “Manifiesto
del Partido Comunista” Cap. I: “Burgueses
y Proletarios”. Ed. l’eina Pp. 39 a 49.
Versión
digitalizada. Último
párrafo en pág. 34 hasta el final del capítulo en pág. 49. Lo entre corchetes
nuestro).
Tal
es la realidad pendiente de completar las vicisitudes del capitalismo que, tal como
así se anticipó Marx a dejarlo para la posteridad negro sobre blanco entre 1857
y 1858, según todos los indicios y mal que les pese a los empresarios enriquecidos,
como a los no menos favorecidos y corruptos oportunistas políticos institucionalizados
en los distintos Estados nacionales, ahora sí será posible que la propiedad privada de los medios de
producción y el dinero bancario, sea definitivamente prohibida de modo
que los ideales de libertad, igualdad
y fraternidad —tan vilmente vapuleados por la burguesía desde 1791
hasta nuestros días—, se logren imponer entre los seres humanos que habitamos este
planeta “per omina secula seculorum”.
Basura,
pura basura moral, social e institucional llegaron a ser los burgueses ejerciendo
la propiedad privada de los medios de producción y el dinero bancario, pugnando
por enriquecerse a expensas del trabajo ajeno en contubernio con políticos
profesionales corruptos, que se disputan la tarea de gobernar en los distintos
estados nacionales del Mundo, con el mismo e idéntico propósito delincuencial.
GPM.