El camino hacia la
verdadera libertad, la verdadera igualdad y la verdadera fraternidad
En nuestro último y más
reciente trabajo acerca de la situación caótica en la comunidad autónoma
española de Cataluña, hemos demostrado la verdad contenida en su título: “El dejar hacer, dejar
pasar, a la propiedad privada sobre los medios de producción y de cambio”. Y el caso es que
semejante permisividad ejercida por la burguesía en los distintos Estados
nacionales de todo el Mundo, ha dado pábulo a las inevitables consecuencias
económicas y sociales objetivamente deletéreas
del capitalismo, que sólo Marx y Engels llegaron por primera vez a comprender y
alumbrar magistralmente, demostrando que este sistema de vida explotador,
corrupto y genocida, es históricamente provisional y caduco por su propia
naturaleza, junto con su régimen jurídico-político de la “democracia representativa”, a la que certeramente
definieron como “dictadura del
capital”. Y es que semejante “democracia” es una férrea dictadura, no sólo porque ha tenido su raíz en la propiedad privada sobre los medios de
producción y de cambio. También porque su consagrada “democracia representativa”
mediante los comicios periódicos, permite a las ultraminoritarias y aparentemente “distintas” formaciones políticas
partidarias —que periódicamente se disputan el pleno ejercicio del poder político en las instituciones
estatales—, dividan al mayoritario electorado de condición asalariada entre las
engañosas y no menos aparentes y “distintas
formas prometedoras de gobernar”, en realidad todas ellas fieles y firmes partidarias del mismo sistema
capitalista de vida. De lo cual cabe deducir que, efectivamente, la
“democracia representativa” es la explotadora y opresiva dictadura de los capitalistas
y políticos institucionalizados. That´s the question:
<<Pero para poder oprimir a una clase subalterna es menester
asegurarle, por lo menos, las condiciones indispensables de vida, pues de
otro modo se extinguiría y, con ella, su esclavizamiento. El siervo de la
gleba se vio exaltado a miembro del municipio sin salir de la servidumbre,
tal como el villano se convirtió en burgués bajo el yugo del absolutismo feudal.
La situación del obrero moderno es muy
distinta, pues lejos de mejorar conforme progresa la industria, decae y empeora
por debajo del nivel de su propia clase. El obrero se depaupera (en la misma proporción que su patrón se
enriquece), y el pauperismo se
desarrolla en proporciones mucho mayores que la población y la riqueza.
He ahí una prueba palmaria de la incapacidad de la burguesía para seguir
gobernando la sociedad e imponiendo a ésta por norma las condiciones de su vida
como clase dominante. Es incapaz de gobernar, porque es incapaz de
garantizarle a sus esclavos la existencia, ni aun dentro de su esclavitud,
porque se ve forzada a dejarlos llegar hasta una situación de desamparo, en que
no tiene más remedio que mantenerles, cuando son ellos quienes debieran
mantenerla a ella. La sociedad no puede seguir viviendo bajo el imperio
de esa clase; la vida de la burguesía se ha hecho incompatible con la sociedad>>. (K.
Marx-F. Engels: “Manifiesto del Partido
Comunista” Febrero de 1848 Cap. I – Ed. L’eina/1989 Pp. 48/49). Cfr. con Versión digital).
Nueve años después —entre
1857 y 1858— en sus llamados “Grundrisse” (Fundamentos Cfr. Pp. 276), Marx demostró
matemáticamente la inevitable caducidad
histórica del capitalismo como sistema social de vida humana en el
Mundo. Y es que a caballo de la propiedad
privada sobre los medios de producción, la consecuente competencia entre sus propietarios
derivó en el principio activo de la productividad
industrial, basada en el creciente
adelanto científico-técnico incorporado a los medios de trabajo —la
maquinaria—, para los fines de generar ganancias crecientes en forma de capital
a expensas del salario. Y es que la creciente productividad industrial exige al
asalariado una no menos intensidad de
su trabajo por unidad de tiempo empleado en la mayor producción del
llamado plusvalor relativo, o sea un plus de valor respecto del salario.
<<En
general, el método de producción de plusvalor
relativo
consiste en poner al obrero, mediante el aumento de la fuerza productiva de su
trabajo, en condiciones de producir más con el
mismo gasto de trabajo y en el mismo tiempo. El mismo tiempo de trabajo agrega
al producto global el mismo valor que
siempre, a pesar de que este valor de cambio inalterado se representa ahora
en más valores de uso y, por lo tanto, se abate (abarata) el valor de cada mercancía singular
producida. Otra cosa acontece, sin embargo, no bien la reducción coercitiva de la
jornada laboral,
con el impulso enorme que imprime al desarrollo
de la fuerza productiva y a la economización
de las condiciones de producción, impone a la vez un mayor gasto de trabajo en el mismo tiempo, una tensión acrecentada de la fuerza de trabajo, un taponamiento más
denso de los poros que se producen entre la producción de una unidad de
producto y el siguiente, esto es, impone al obrero una condensación del trabajo
en un grado que es sólo alcanzable dentro de la jornada laboral reducida.
Esta compresión de una masa mayor de trabajo en un período dado, cuenta
ahora como lo que es, como una mayor
cantidad de trabajo. Junto a la medida del tiempo de trabajo como “magnitud
de extensión” (en cada jornada), aparece ahora la medida del grado
alcanzado por su condensación. La hora más intensiva, de
la jornada laboral de diez horas contiene ahora más trabajo, esto es, fuerza de trabajo gastada, que la hora
más porosa de la jornada laboral de 12 horas. Por consiguiente su producto
contiene tanto o más valor que el de 1 1/5 horas de esta última jornada, más
porosa>>. (K. Marx: “El
Capital” Libro I Volumen 2 Ed. Siglo XXI /1979 Pp. 499/500. El subrayado y
lo entre paréntesis nuestro).
Principio activo es todo aquello que
mueve a la realización de un fin, y la finalidad del movimiento social que hace
al capitalismo, es la acumulación de
ganancia económica explotando trabajo ajeno. Pero contradictoriamente
sucede en ese movimiento histórico-social, que sustituye forzosamente trabajo asalariado —única fuerza creadora de valor económico en forma de
ganancia—, por medios
técnicos cada vez más eficaces que, contablemente, se limitan a trasladar su costo de mercado al producto en
forma de amortización por desgaste. O sea, que
no generan ganancia ninguna. Así las cosas, la tendencia objetiva del movimiento social —que combina la
propiedad privada con la competencia intercapitalista—, ambos principios
activos han ido y van en dirección inevitable hacia el automatismo, como sustituto de trabajo humano por máquinas
en las distintas ramas de la producción; una tendencia irresistible que ha
venido aproximando el capitalismo hacia el fin de su existencia. Y el caso es
que hoy día, esa tendencia es ya una realidad actual que no permanece a la
espera de un futuro próximo. Porque la creciente automatización de la
producción, ahora mismo determina que la ganancia creciente capitalista remita con tendencia inevitable a desaparecer.
Y es que la pérdida de puestos de
trabajo suplantados por maquinaria de última generación, no solo reduce
la ganancia sino que siembra el desempleo y la exclusión social profunda
entre los sectores explotados mayoritarios de la sociedad que así pierden su
trabajo, cada vez más más numerosos y depauperados. Un fenómeno que de haber
sido una excepción durante las precedentes recesiones económicas periódicas, ha
pasado cada vez más a ser la norma
permanente. Tal como así lo anunciara Henrik Grossmann en el último
capítulo de su obra titulada “La ley de la acumulación y del derrumbe del
sistema capitalista”:
<<La
pauperización es el punto conclusivo necesario del desarrollo al cual
tiende inevitablemente la acumulación capitalista de cuyo curso no puede ser
apartada por ninguna reacción sindical por poderosa que esta sea. Aquí se encuentra fijado el límite objetivo
de la acción sindical. A partir de un cierto punto de la acumulación, el
plusvalor disponible no resulta suficiente para proseguir la acumulación con
salarios fijos. O el nivel de los salarios es deprimido por debajo del nivel
anteriormente existente, o la acumulación se estanca, es decir sobreviene el
derrumbe del mecanismo capitalista. De esta manera el desarrollo conduce a
desplegar y agudizar las contradicciones internas entre el capital y el trabajo
a un punto tal que la solución sólo puede ser encontrada a través de la lucha
entre estos dos momentos (…) Puesto que si el desarrollo tiende a la miseria
del proletariado, toda lucha de clases
por objetivos inmediatos, por mejorar la situación de la clase obrera, se
revela en última instancia como inútil (…).
Precisamente
por eso es que toda la investigación sobre el proceso de reproducción (capitalista)
desemboca en Marx en la lucha de clases. En una carta enviada a
Engels el 30 de abril de 1868, donde sintetiza el curso seguido por su
pensamiento en los tomos II y III de “El
Capital”, afirma que: “Finalmente, como aquellos tres réditos: [salarios,
renta del suelo y ganancia] constituyen las fuentes de las tres clases, o sea
los terratenientes, los capitalistas y los obreros asalariados, tenemos como final la lucha de clases, resolviéndose allí el movimiento y la
disolución de toda esta basura”>>. (H. Grossmann: Op. Cit. Ed. Siglo
XXI/1979 Pp. 386-388).
A la evolución de este proceso
disolvente del capitalismo presidido por la competencia intercapitalista
durante los años treinta del presente siglo XXI —que siguió desplazando mano de
obra por medios de producción más y más eficaces—, le siguió la doctrina de la
llamada “flexibilidad laboral”,
no habiendo sido más que el resultado de la creciente sustitución de trabajo
humano por maquinaria, que se vinculó históricamente
con el incremento de la circulación de
dinero por parte de la banca, y la consecuente pérdida de su poder adquisitivo.
Tal proceso estuvo en su origen más remoto, precedido en el siglo VII antes de
Cristo, por el llamado dinero-mercancía
en los más antiguos mercados de trueque,
según el equivalente de los distintos
productos del trabajo que sus propietarios intercambiaban unos por otros. Pero
inmediatamente después de la Revolución Francesa que proclamó los ideales de libertad, igualdad y fraternidad,
en 1812 Gran Bretaña inauguró un tipo de dinero-papel —la Libra— cuya
representación de valor económico estuvo garantizada por el equivalente en oro del
tesoro a cargo del Estado británico. Este sistema monetario se caracterizó por
fijar rigurosamente los tipos de cambio de las distintas divisas (monedas de sus
respectivos países) en función del precio del oro que les respaldaba, de manera
que el llamado patrón oro vino
imponiendo tipos de cambio fijos entre las distintas monedas nacionales en el
mercado internacional.
En la década de 1.930 durante la Gran
Depresión, muchos países decidieron abandonar el
patrón oro, ya que necesitaban devaluar sus divisas para abaratar sus mercancías
e incrementar sus exportaciones, contrarrestando así sus maltrechas economías. En
junio de 1.944 se celebró una conferencia en Bretton Woods donde
se acordó vincular las distintas divisas nacionales con el dólar
norteamericano, pero con una condición: Estados Unidos debía mantener el dólar
a un tipo de cambio fijo respecto a la
evolución del precio del oro, y la Reserva Federal de los EE.UU. fue
la institución encargada de cambiar los dólares por su equivalente nominal en ese
metal precioso. Así las cosas, la mayoría de los países comprometidos en aquél acuerdo,
naturalmente trataban de exportar más de lo que importaban para los fines de
acumular reservas de oro o, en su defecto, dólares estadounidenses que, según
el tratado de Bretton Woods podían ser en cualquier momento canjeados por oro,
durante aquellos tiempos 20.000 toneladas en poder de los EE.UU. tras la
segunda Guerra Mundial. A este país no le preocupó mayormente mantener un
equilibrio entre los ingresos por exportaciones de sus mercancías y los egresos
por importaciones del extranjero, dado que por ser la única fuente de emisión monetaria en dólares-papel según
el Acuerdo de Bretton Woods, podía sufragar sus importaciones pagando a sus
acreedores con dinero de papel, sin su correspondiente respaldo material en oro
contante y sonante. Pero al mismo tiempo otros países de la cadena imperialista
—como Francia, por ejemplo—, hacían lo propio canjeando dólares de papel por
oro del tesoro norteamericano, lo cual determinó que su reserva en oro fuera
mermando, al mismo tiempo que los dólares en papel circulaban por todo el Mundo.
Todo esto discurrió hasta que sobrevino
la crisis de superproducción absoluta
de capital en 1970, circunstancia que ocurre cuando se producen más
mercancías de las que se pueden vender con beneficio
creciente. Una situación de parálisis en la producción por lucro
cesante, que en los EE.UU. coincidió con el agotamiento de los pozos
petrolíferos llamado “pico
del petróleo” que, sumado a los costos económicos de
la guerra en Vietnam, acabaron con sus reservas de oro y el 15 de agosto de
1971 el sistema en ese país entró en quiebra, de modo tal que el valor del
dólar impreso en papel pasó a sostenerse exclusivamente
en la confianza de sus poseedores. O sea en el por eso llamado dinero
fiduciario. Fecha en la que el Presidente de turno Richard
Nixon declaró la inconvertibilidad
del dólar en oro y el caos financiero arrastró al Mundo hacia la
recesión y el desempleo global. Desde ese momento, todo el comercio mundial se
movió con dólares-papel que imprimió el tesoro de Estados Unidos, que no es más
que dinero fiduciario sin valor
intrínseco alguno ni soporte en algún otro valor material. De modo que
si hasta ese momento el comercio internacional tuvo validez respaldado en oro,
desde entonces comenzó a depender de
una moneda fiduciaria, producida por la mayor imprenta del mundo. Las
consecuencias de ese fatídico día fue que todos los países (que podían)
comenzaron a acumular dólares, como una expansión del crédito de Estados Unidos
que avanzaba sin freno y sin las restricciones impuestas por Bretón Woods. Así
fue cómo el resto del mundo se vio obligado a acumular reservas en dólares y
estas reservas tenían que ser siempre crecientes, dado que a la menor señal de
que las reservas de un país caían, se despertaban los especuladores monetarios
que podían atacar la moneda de ese país y destruirla con una fuerte
devaluación.
Así las cosas, la fuente principal del
crecimiento económico mundial periódico en los últimos 30 años el siglo pasado
—o sea desde los años 70—, discurrió a través del endeudamiento creciente de dinero fiduciario, o
sea sin respaldo en el valor económico de ninguna riqueza real producida.
Confianza que desde entonces se prolongó durante las fases cíclicas expansivas de la producción y el empleo
asalariado, con ganancias crecientes y consecuente demanda de productos. Dado
que tales condiciones económicas expansivas impulsan el crecimiento a instancias de la circulación del
dinero, tales flujos dinerarios entre deudores y acreedores no se ven
alterados. Pero cuando las ganancias en el ámbito de la producción remiten a raíz
de la productividad creciente incorporada a los medios técnicos más eficaces de
producción, la relación entre prestamista y deudor se ve alterada por la
detracción de la ganancia y la consecuente pérdida de puestos de trabajo, que
precipitan el colapso del sistema. Esto es lo que sucedió últimamente desde
agosto de 2007, cuando millones de personas en el Mundo perdieron su empleo, lo
que ha provocado una cadena creciente de impagos y quiebras bancarias.
Para comprender el curso de estos
procesos cíclicos de expansión,
crisis y depresión económica recurrentes, supongamos una jornada de
trabajo de diez horas diarias y una tasa de plusvalía (ganancia del empresario)
del 100%, es decir, que la parte de la jornada de labor
correspondiente al trabajo necesario (asalariado), discurre durante 5
horas y otras 5 se insumen en la producción de plusvalor o
trabajo excedente acumulado por los capitalistas. Por tanto, el obrero
colectivo trabaja media jornada de labor (50%) para él y la
otra media (50%) para el capitalista:
1/2
+ 1/2 = 2/2 = 100%
A
partir de estas condiciones, supongamos que la productividad del trabajo se
duplica. Ahora, para reproducir su fuerza de trabajo, para vivir un día
completo, el asalariado deberá trabajar 1/4 de jornada, la
mitad que antes; y eso es lo que le pagará el capitalista. Pero le
seguirá haciendo trabajar las mismas horas convenidas en el contrato de trabajo, o sea 10 horas:
<<Por ende, la economización de trabajo mediante el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo, en la economía capitalista de ningún modo tiene por objeto reducir la jornada laboral. Se propone, tan sólo, reducir el tiempo de trabajo necesario para la producción de determinada cantidad de mercancías (las que el asalariado necesita para reproducir su energía diaria). El hecho de que el obrero, habiéndose acrecentado la fuerza productiva de su trabajo, produzca, por ejemplo, en una hora, 10 veces más mercancías que antes, o sea, que para fabricar cada pieza de la misma mercancía necesite 10 veces menos tiempo de trabajo que antes, en modo alguno impide que se le haga trabajar diez horas, como siempre, y que en esas diez horas deba producir 1.200 piezas en vez de las 120 de antes>> (K. Marx: "El Capital" Ed. Siglo XXI/1979. Libro I Vol. 2 Secc. IVª Cap. X Pp. 389).
<<La intensidad
creciente del trabajo supone un gasto aumentado de trabajo en el mismo espacio
de tiempo. La jornada laboral más intensa toma cuerpo en más productos que la
jornada menos intensa del mismo número de horas. Con una fuerza productiva
incrementada, sin duda la misma jornada laboral suministra también más
productos. Pero en el último caso baja el valor del producto singular, porque
cuesta menos trabajo que antes, mientras que en el primer caso se mantiene
inalterado, porque el producto cuesta tanto antes como después (del
incremento de la fuerza productiva). El
número de los productos aumenta aquí sin que bajen sus precios>>. (K. Marx Op. Cit. Vol. 2 Secc. IVª
Cap. XV Pp. 636).
La diferencia entre 1/2 y 1/4
= 1/4, que en el ejemplo de Marx corresponde
a la transformación de
trabajo necesario (salario) en excedente (plusvalor) a raíz del incremento en
la fuerza productiva del trabajo. En este punto del proceso, el capitalista se
habrá apropiado 1/4 de jornada más, respecto del plusvalor de
origen que era de media jornada = 2/4, y que
ahora pasa a ser de (2/4 + 1/4) = 3/4. Ahora, para vivir un
día, el asalariado colectivo debe trabajar 3/4 de jornada para
el patrón y sólo 1/4 para él.
Si
observamos esto más detenidamente, veremos que la fuerza productiva del trabajo
se ha duplicado, pero el plusvalor sólo se ha incrementado en 1/4
de la jornada laboral, sólo ha reducido el remanente de trabajo necesario en
esa fracción. Esto es así, porque la proporción en que la fuerza productiva del
trabajo incrementa el valor del capital, depende de la relación originaria
entre trabajo necesario y trabajo excedente:
<<El trabajo objetivado que está contenido en el precio de la fuerza de trabajo (contratada), es siempre igual a una fracción del día completo, está siempre expresado aritméticamente en la forma de un quebrado, es siempre una proporción numérica, nunca un número simple>>. (K. Marx: "Grundrisse" III. Ed. cit.)
¿Por qué debe ser así? Porque, como
sucede con toda proporción, la magnitud en que puede variar —en nuestro caso el
tiempo de trabajo excedente ganancial respecto del trabajo necesario salarial—,
está condicionado o limitado por la magnitud total de la jornada laboral, el 100%,
que no puede sobrepasar el límite natural de las 24 Hs, diarias,
de modo que según progresa la fuerza productiva, el plusvalor aumenta a expensas del tiempo de trabajo
dedicado a producir el equivalente a los medios de vida de los asalariados. O
sea, que a instancias de la productividad del trabajo, se opera un determinado trasiego de riqueza
en términos de valor económico, creada por los asalariados pero que pasa al
bolsillo de sus patronos.
Entonces, si sobre la primera
consideramos una segunda duplicación de la fuerza productiva del trabajo, el
salario, que se había reducido ya de 1/2
a 1/4, disminuirá ahora a una mitad más = 1/8
de la jornada laboral; la misma proporción en que se incrementa el plusvalor así
acumulado por los capitalistas, de modo que si anteriormente había pasado de 1/2
a 3/4 o 6/8, pasará a 7/8 de
jornada, de modo que al capitalista colectivo solo le queda por capitalizar 1/8
de
jornada. Esto quiere decir que la tasa de plusvalor —como
relación entre el plusvalor y el salario— se incrementa en todo lo
que progresa la fuerza productiva. Pero el aumento del plusvalor disminuye, pasando de ½
jornada = 0,50 de la jornada entera, a 1/8 = 0,125
de jornada.
En el límite del proceso declinante de
transformación del salario en plusvalor, suponiendo que el salario o trabajo
necesario se hubiera reducido ya a 1/1.000 = 0,001 respecto de su valor en origen,
la plusvalía total sería 999/1.000 = 0,999. Es decir, que para
aumentar el plusvalor en menos de una milésima de tiempo, el capital debería
aumentar la productividad del trabajo mil veces más. Y si sobre esta progresión
la fuerza productiva se multiplicara por otras 1.000 veces
más, el tiempo de trabajo necesario descendería a 1/1.000.000
del día de trabajo, mientras que el plusvalor aumentaría en 1/1.000 -
1/1.000.000 o sea 0,001 - 0,000001 = 0,0000999 ó 999/1.000.000. En este caso, para
aumentar el plusvalor en 0,0000999 de tiempo, la productividad
del trabajo debería multiplicarse un millón de veces.
De esto
se desprende que, cuanto mayor sea el plusvalor ya capitalizado
a expensas del salario y, por tanto, menor la fracción de la jornada
de trabajo necesario restante (salario) que
queda por transformar en plusvalor (aumentando la productividad), tanto
menor será el incremento del plusvalor que el capital obtendrá de
ese progreso de la fuerza productiva del trabajo asalariado, y mayor
todavía deberá ser el valor del capital constante a
invertir para obtener ese aumento de plusvalor irrisorio.
Conclusión: El
plusvalor aumenta, pero en proporción crecientemente menor al desarrollo de la
fuerza productiva del trabajo, esto es, al incremento del capital
constante (suelo, máquinas, herramientas, etc.):
<<Es decir, que cuanto más desarrollado está ya el capital, cuanto más plustrabajo ha creado ya, tanto más formidablemente tiene que desarrollar la fuerza productiva, para autovalorizarse en una pequeña proporción, es decir, para aumentar la plusvalía, ya que su límite continúa siendo siempre la relación entre la fracción del día de trabajo que expresa el trabajo necesario (equivalente al salario) y el día de trabajo completo (donde necesariamente fracciones residuales cada vez más pequeñas de salario, son convertidas en plusvalor capitalizable>>. (K. Marx: Op. Cit. Lo entre paréntesis nuestro).
Un
plusvalor cuyo incremento se reduce cada vez más, al tiempo que los costos de
producirlo no pueden dejar de aumentar. Hasta que el proceso llega a un punto
nodal en el cual, el incremento
de la ganancia o plusvalor obtenido por una masa de capital invertido es nulo o decreciente y, por tanto, no rentable. Y aquí entra en juego la Tasa General de Ganancia Media que se forma en el mercado de
cada país a instancias de la oferta y la demanda efectivas, como relación entre
la ganancia global y los costos de producirla en cada país:
Donde G’ representa la relación ganancial
entre p (plusvalor obtenido en el proceso productivo); c
[capital invertido en materias primas, auxiliares (combustibles, lubricantes,
etc.) y maquinaria]; finalmente v alude al capital invertido en
salarios, que respecto de la ganancia es cada vez menor según aumenta la
productividad contenida en los medios técnicos que suplantan trabajo humano.
Sobre
esta base de la producción capitalista, si suponemos que la masa de capital
acumulado en cada rotación de la producción pasa a la siguiente de 1.000 a
1.150 unidades monetarias, y la tasa general de ganancia del 15 al 9%, quiere
decir que habiendo invertido 1.000€ al 15% obtuvo un plus de valor de 150€,
mientras que con esos 1.150 a una tasa ganancial del 9% pasaría a obtener sólo
103€. En semejantes condiciones, la nueva inversión del plusvalor de 150 no se realiza, porque para
volver a ganar poco más que esa magnitud de plusvalor, el capitalista tendría
que invertir un capital mayor que las 1.150 unidades monetarias disponibles.
Exactamente 525 más (1.000+150+525 = 1.675 x 9% = 150,75) lo cual le significa
una pérdida neta de capital.
No sólo porque no le compensa sino porque al no disponer de esa masa de valor
adicional, para ello tiene que pedir un crédito, de modo que, entonces, su
ganancia ni siquiera sería ya del 9% sino menos, el equivalente a la diferencia
entre los 150€ obtenidos y la tasa de interés a pagar por el préstamo. A este
fenómeno Marx le llamó "Sobreacumulación absoluta de capital". Porque esa masa de capital invertido
en la producción, aumentó más de lo que se incrementó la masa G de ganancia obtenida con él. O sea,
que se produjo con pérdida.
En el
ejemplo, los 150€ se retiran de la producción y se invierten en la especulación. Un fenómeno que se
generaliza en la sociedad, y que a
diferencia de la esfera de la producción, donde todos los capitalistas ganan
—aunque unos más que otros según la distinta masa de capital con que cada uno participa
en el común negocio de explotar trabajo ajeno—, en la especulación lo que unos
capitalistas ganan otros lo pierden,
de lo cual resulta ese otro fenómeno que acentúa y acelera a la centralización de la propiedad
del capital global en cada vez menos manos.
Así las cosas, cuanto mayor sea el
capital adicional (ganancia) que la patronal acumula antes de cada incremento
de la productividad del trabajo —contenida en los sucesivos adelantos
científico-técnicos incorporados a los medios de producción de última
generación— , tanto menor será la fracción de la jornada de trabajo en que los
asalariados reproducen el equivalente a su salario —susceptible de convertirse
en ganancia— y, por
consiguiente, tanto menor el crecimiento del plusvalor capitalizado por la
patronal merced al incremento de la productividad del trabajo. El plusvalor
aumenta, pero en una proporción cada vez menor respecto al desarrollo de la
fuerza productiva:
<<Por consiguiente, cuanto más
desarrollado sea el capital constante (instrumentos empleados en
términos de capacidad productiva), cuanto más plusvalor haya creado, tanto
más formidablemente deberá desarrollar la fuerza productiva del trabajo, para
valorizarse a sí mismo (acumulando capital) en una (cada vez más) ínfima
proporción, vale decir, para agregar plusvalía (a la ya creada), porque
su barrera es siempre la proporción entre la fracción del día —que expresa el
trabajo necesario (equivalente al salario cada vez más reducido)— y la jornada entera de
trabajo. Únicamente puede moverse dentro de este límite. Cuanto menor sea la
fracción (de la jornada de labor) que corresponde al trabajo necesario (equivalente
al salario), cuanto mayor sea el plustrabajo (convertido en plusvalor ya
acumulado por los patronos capitalistas), tanto menos puede el incremento de
la fuerza productiva (contenido en los medios técnicos de trabajo), reducir
sensiblemente el trabajo necesario, ya que el denominador (el plus trabajo
no pagado) ha crecido enormemente. La autovalorización (creación de
plusvalor) del capital se vuelve más difícil, en la medida en que ya esté valorizado
(en poder de la burguesía)>>. (K. Marx: “Grundrisse” Op.
Cit. Pp. 282/283).
Dicho más accesiblemente, cuanto más
se haya desarrollado la fuerza productiva del trabajo —contenida en los medios
técnicos empleados en la producción— y más riqueza se haya creado ya —en su
inmensa mayor parte capitalizada por la burguesía—, más y más difícil se torna
seguir aumentando esa riqueza y el sistema capitalista tiende objetivamente hacia
su colapso definitivo. Situación terminal ante la cual la gran
burguesía internacional liderada entonces por los EE.UU., sólo ha
podido salir destruyendo bélicamente buena parte de la riqueza creada a instancias de la Segunda
Guerra Mundial entre 1939 y 1945, y además aniquilando a 70 millones de personas,
entre ellas las 170.000 víctimas mortales de la energía nuclear, que la burguesía
norteamericana incorporó a las bombas lanzadas en 1948 sobre las ciudades japonesas
de Hiroshima y Nagasaki. Y el caso ahora mismo desde la última crisis de 2007 es,
que la humanidad vuelve a estar en las mismas circunstancias
económicas críticas terminales del sistema. Las mismas creadas por la combinación entre la propiedad privada
sobre los medios de producción y la competencia intercapitalista Pero esta vez y dado que durante todo el
tiempo transcurrido, tampoco ha cesado de avanzar el desarrollo
científico-técnico aplicado a los instrumentos bélicos, estamos todos
amenazados por la llamada doctrina de la destrucción mutua
asegurada, capaz de lograr que desaparezca todo signo de vida humana en la
faz de la Tierra.
Aumento descontrolado del
dinero-papel, pérdida de su poder adquisitivo, aumento de precios y exclusión
social de los asalariados
Dejemos aquí el ámbito de la producción de riqueza y volvamos
a prestar atención por un momento a la circulación
de dinero fiduciario en el comercio. ¿Qué pasa con él en manos de los
bancos centrales emisores de esa moneda? Imaginemos la economía en un
determinado país llamado “fidulandia”, donde solo se producen cuatro
televisores y hay dinero en circulación por valor de 1.000 euros. Cada televisor
tendrá un valor de 250 euros = 1.000 / 4. Sobre esta base de riqueza material comercializada
y su contraparte correspondiente de dinero circulante, supongamos que el Banco
central en ese país decide imprimir billetes y monedas por valor de otros 1.000
euros, que así su circulación aumenta hasta un total de 2.000 euros. ¿Cuál es
el resultado? Que cada televisor se ha encarecido el doble: 250 euros más, en
total, 500 euros = 2.000 / 4, lo cual determina que sea necesaria una
mayor cantidad de billetes y monedas para comprar el mismo bien puesto a la venta, al mismo tiempo que la masa de dinero
emitida por el Banco central emisor se devalúa, de tal modo que aun cuando el
valor que aparece impreso en cada billete de papel-moneda fiduciario en
circulación, sea el mismo que antes,
en realidad su poder adquisitivo ha
disminuido a la mitad. O sea, que las cosas fabricadas y expuestas a la
venta por los empresarios, pasan a valer el doble que antes, de modo que así el
sistema empobrece relativamente todavía más a los asalariados, enriqueciendo a
los vendedores. Así es cómo los patronos recuperan el lucro cesante que les
supone sustituir trabajo humano por maquinaria. Esto es lo que ahora mismo está
sucediendo en los mercados, donde el aumento de la masa de dinero fiduciario en
circulación, determina que su poder
adquisitivo disminuya y, por lo tanto, los precios de las cosas producidas aumenten, mientras millones
de asalariados sin empleo son arrojados al
infierno de la pobreza extrema y la exclusión social.
Los
privilegios de la banca privada en el sistema económico actual
Lo
que sigue es parte del trabajo publicado el 21 de marzo del corriente año por Alfredo
Apilánez:
9) ¿Qué más nos puede decir sobre
los privilegios de la banca privada española en el sistema económico actual?
Su
enorme poder se basa en que la
emisión de dinero y medios de pago está privatizada. Estas
instituciones tienen el privilegio monopolista de crear dinero-deuda productor
de intereses de la nada (el 97% del dinero circulante en España es dinero
bancario privado) planificando a través del monopolio del crédito la actividad
económica y dirigiendo la financiación no a la economía productiva sino a las
burbujas de activos inmobiliarios y la expropiación financiera de la
ciudadanía. Asimismo someten a los estados como España privados de soberanía
monetaria, a una sangría continua (segundo capítulo de gasto público intereses
de la deuda por encima del desempleo). Podríamos afirmar pues que son el pilar
sobre el que se asienta la rentabilidad en el capitalismo financiarizado
fomentando el rentismo y la especulación con activos y agudizando enormemente
la pobreza y la desigualdad. (Subrayado nuestro)
10) Vayamos ahora a algunos detalles del colosal
rescate público de la banca española. En la introducción de los acusados en
este proceso, cada uno de ellos lleva adosado a su ficha personal las
diferentes ayudas recibidas por el banco que presiden. Estas ayudas llegan a
través de varios y diferentes canales ¿Qué razón hay para esta dispersión de
los caudales?
El objetivo era camuflar el cuerpo del delito. Ninguno de
los organismos que poseen los datos al respecto (Banco de España, FROB-Ministerio
de Economía, Comisión Europea y la infausta Troika) han tenido la intención de
publicar las cifras reales; al contrario, las han diluido, mixtificado y
ocultado. Se hace así para que se pierda el rastro del dinero entregado y se
evite una fiscalización eficaz de la colosal cantidad de dinero público
entregado a fondo perdido para rescatar a la banca privada ante el colapso de
la colosal estafa piramidal en la que se había embarcado. El Banco de España
dio a luz una nota sobre ayudas públicas a la banca (2.9.2013) que vale la pena
ver en internet: es un papelillo que parece sacado de los apuntes de un
estudiante de empresariales. Una nota, no unos informes periódicos extensos y
cuantitativos, que es lo que cabía esperar tratándose de la mayor aplicación de
dinero público en la crisis. Pues bien, ahí fueron excluidos manifiestamente
algunos elementos esenciales, y los que más pérdidas de dinero público han
supuesto: los EPA (Esquema de Protección de Activos).
11) ¿Quiere decir que la cantidad de dinero público
entregado a la banca tiene cantidades diferentes a las oficiales?
Desde luego. Las autoridades se han entregado a la
ocultación y manipulación de las cifras reales mediante su dispersión en
distintas rúbricas para dificultar la desoladora visión de conjunto. La cifra
inicial se dijo que eran 40.000 millones de euros, después se dijo que 60.000
millones, el Tribunal de Cuentas dice que 104.000 millones pero la cifra más
probable está cerca de los 500.000 millones, es decir medio billón de euros
incluyendo el rescate europeo cargado a las arcas públicas —con la imposición
de políticas concretas que convirtieron al reino en un protectorado de la
Troika— y la asunción de toda la basura procedente de la burbuja a cargo de la SAREB. En 2007 España no tenía un problema de deuda
pública —sólo equivalía al 35,5% del PIB–, pero desde entonces ésta no ha
dejado de crecer y ya ha superado el 100% del PIB, el nivel más alto desde
1909. Se trata de minimizar el coste del reflotamiento y magnifican el coste de
haberlas dejado quebrar. Siempre cantan la misma milonga: hay que poner dinero
público, pero más hubiera costado dejarlas quebrar. Un experto desmonta esta
justificación recurrente del rescate: la presunta protección de los depósitos
de los ahorradores. Se nos dice: si se les deja quebrar, esos depósitos corren
el riesgo de perderse. Pues no es así. Lo cierto es que no hubieran faltado
bancos solventes dispuestos a que les traspasaran esos depósitos, incluso
ofreciendo una mayor remuneración. En suma, rescatar ha sido mucho más caro
para los ciudadanos que haber dejado desaparecer, ordenada y socialmente, a las
cajas y bancos quebrados.
12) ¿Cuánto mayor es el banco menos ayudas del Estado
precisa? ¿Los tres más grandes, Santander, BBVA y Caixa-Bank, no precisaron
ayuda de las arcas públicas?
En absoluto. Se trataba de aparentar que una parte del
organismo estaba sano y que extirpando el tumor (Cajas de Ahorros) se podría
regenerar el resto (grandes bancos). El Banco de España siempre ha aplicado la
misma receta como medicina a las “crisis bancarias”: un banco se come a otro
banco, se supone que el que es comido es el insolvente. Para que exista un
banco solvente —en contraposición a las cajas insolventes— se lo tiene que
maquillar como se han maquillado la contabilidad del Santander, BBVA y
Caixa-Bank. Se proclama enérgicamente que “no consta que hayan recibido ayudas
oficiales” pero si constan unos descomunales avales a cargo del contribuyente
por 90.000 millones de los que no se sabe cómo han acabado así como el “chollo”
de los Esquemas de protección de activos para cubrirse de las pérdidas por toda
la basura de las cajas liquidadas a precio de saldo a cargo del FROB y el
colosal rescate encubierto al ser mantenidos con respiración asistida del BCE,
para honrar las deudas ante los fondos de inversión internacionales al cerrarse
el interbancario en el estallido de la crisis de 2008.
13) ¿Esta impresión de solvencia del Santander, BBVA y
Caixa-Bank -ventilada a los cuatro vientos por las autoridades- es pues falsa?
Y, en ese caso, de dónde obtuvieron los recursos para el colosal camuflaje?
Totalmente falsa. Además de ayudas públicas —las ya
mencionadas más créditos fiscales en la absorción de los restos de las cajas y
la venta a precio de oro de sus activos basura a la SAREB— la parte del león
del salvamento que recibieron los tres grandes provino como digo del BCE. Desde
2008 a través de la famosa barra libre de liquidez, el BCE -con fondos públicos
creados en pantallas de ordenador- prestó al 0% colosales recursos a la los
grandes bancos que éstos invertían en deuda pública española al 6-7% provocando
la ruina de las finanzas públicas a través del pago de intereses —30.000
millones anuales— por una deuda provocada en gran parte por el propio rescate
bancario. ¡Con dinero público del Banco Central Europeo se hunden las finanzas
de los Estados! Este absurdo llegó al paroxismo con la expansión cuantitativa
(política monetaria no convencional del BCE) y la absorción de enormes
cantidades de bonos públicos y privados de la banca española por parte del gran
capo de Frankfort –que tiene prohibido financiar a los estados-. En concreto la
gran banca patria ha endilgado nada menos que 300,000 millones de emisiones de
renta fija —empaquetando todo tipo de préstamos y la basura restante de la
burbuja— al BCE en las últimas rondas de la QE. En
conclusión: la gran banca goza de la respiración asistida de nuestro banco
central para engrosar sus abultadísimas cuentas de resultados y continuar
esquilmando las arcas públicas e inflando nuevas burbujas con la colosal
inyección recibida.
14) Entonces ¿Hubo un rescate encubierto? ¿Se mintió a
los españoles diciéndoles que no había necesidad de una intervención de las
finanzas españolas?
De lo expuesto se deduce claramente la respuesta
afirmativa. De lo que se trataba es de socializar las pérdidas privadas
mediante dinero público cargando al erario con una colosal deuda odiosa e
ilegítima y ocultando y dejando impunes las responsabilidades de los que por su
acción u omisión produjeron este desastre.
15) ¿Si hubiera habido un rescate al uso se tenían que
haber practicado quitas sobre la deuda?
El único modo viable de gestionar el rescate público habría
sido provocando pérdidas a los acreedores internacionales para hacer viable el
pago de la deuda pero los poderes financieros no están dispuestos a ello ya que
se derrumbaría todo el castillo de naipes de derivados (los famosos CDS) que se
activarían en caso de impago provocando enormes pérdidas a los dueños del
casino. El caso griego es un aviso para navegantes de la inviabilidad de
reestructuración de la deuda bajo el talón de hierro de la Troika y del
fanatismo neoliberal de la UE.
16) Lo que acaba de manifestar es muy
importante, nos está diciendo que el gobierno para presumir de una impecable
gestión evitando el rescate impidió que los acreedores de la deuda se vieran
abocados a tener que perder una parte de su inversión por las quitas ¿Esto fue
así?
Afirmativo, se trató de una flagrante socialización de
pérdidas. El Gobierno (cual perro guardián de los intereses del capital
financiero y obediente esbirro de la infausta Troika) permitió que los bancos y
los fondos de inversión cobraran hasta el último euro y no se vieran en la
situación perentoria de practicar quitas. Toda la deuda bancaria se cargó a cuenta
del sacrificio y las penalidades que sufren los españoles por los recortes
supuestamente provocados por el “coste del rescate”.
17) ¿Por sus manifestaciones podemos colegir que usted
acusa a los responsables de la banca española de malas prácticas y del
hundimiento de las finanzas del país?
Sobran los motivos. La banca privada hinchó y se benefició
con artimañas de la colosal burbuja; cuando ésta explotó echó de sus casas con
trapacerías e ilegalidades a centenares de miles de familias; al colapsar bajo
el peso de la montaña de deudas contraída irresponsablemente puso la soga de la
deuda impagable en nuestra economía; con dinero casi gratis del BCE se lucró
prestando dinero al Estado que graciosamente se estaba encargando de su
salvamento a costa del bienestar del ciudadano español. Si, por todo lo
anterior, yo les acuso, a ellos y a los políticos que han participado de esta
estafa descomunal con consecuencias catastróficas para la ciudadanía. El
castigo administrativo y/o judicial a quienes, por su acción u omisión
produjeron este desastre está por ejecutar.
El
objetivo era camuflar el cuerpo del delito. Ninguno de los organismos que
poseen los datos al respecto (Banco de España, FROB-Ministerio de Economía,
Comisión Europea y la infausta Troika) han tenido la intención de publicar las
cifras reales; al contrario, las han diluido, mixtificado y ocultado. Se hace
así para que se pierda el rastro del dinero entregado y se evite una
fiscalización eficaz de la colosal cantidad de dinero público entregado a fondo
perdido para rescatar a la banca privada ante el colapso de la colosal estafa
piramidal en la que se había embarcado.
El Banco de España dio a luz una nota
sobre ayudas públicas a la banca (2.9.2013) que vale la pena ver en internet:
es un papelillo que parece sacado de los apuntes de un estudiante de
empresariales. Una nota, no unos informes periódicos extensos y cuantitativos,
que es lo que cabía esperar tratándose de la mayor aplicación de dinero público
en la crisis. Pues bien, ahí fueron excluidos manifiestamente algunos elementos
esenciales, y los que más pérdidas de dinero público han supuesto: los EPA
(Esquema de Protección de Activos).
Todas
estas trapacerías en perjuicio de las mayorías sociales españolas de condición
asalariada, han sido solapadas por el gobierno del Partido Popular, cuando decidió aplicar al Govern de Catalunya
el Artículo 155 de la Constitución (Cfr. en: “De cómo la crisis desembocó en el
mayor quebranto del erario público en la historia española”.
He aquí en qué se ha
traducido el falso y famoso precepto de “libertad,
igualdad y fraternidad”, cínicamente consagrado por la burguesía
triunfante durante la Revolución Francesa, cuando desde ese momento hasta
nuestros días, la explotación de trabajo ajeno afianzó la distribución desigual
de la riqueza y no hizo más que consolidarse:
<<Las
reformas laborales en Europa desde 2008 han precarizado el empleo: cuatro de
cada cinco puestos de trabajo son a tiempo parcial o temporales. El problema es
tan grave como parece. La UE atraviesa por su mejor momento económico de la
última década. Desde 2012 se han creado 5,5 millones de empleos. Pero cuatro de
cada cinco de ellos, según revela Eurostat —la oficina estadística de la UE—
son temporales o a tiempo parcial. Y, sobre todo, están mal pagados. Del lado
de los trabajadores afectados, las estadísticas también son claras: dos tercios
preferirían tener un puesto fijo y a tiempo completo, según revela el más
reciente informe de la UE sobre el mercado laboral.
Las instituciones que
hace unos pocos años defendían “reformas estructurales” de la legislación
laboral, están ahora preocupadas por los efectos de la precarización. El BCE,
la Comisión Europea y el FMI, es decir, la antigua troika, han cambiado su
discurso: la troika de 2017 critica a la troika de 2011.
Casi la mitad de los
empleados con menos de 25 años tienen contratos temporales. En España son más
del 70%. “Es un gran problema”, dice Marianne
Thyssen,
comisaria de la UE para el Empleo y Asuntos Sociales. La comisaria recibe a
Investigate Europe en su despacho, en el edificio Berlaymont de Bruselas. En el
mismo piso se encuentra Valdis Dombrovski, el letón que dirige el debate
económico en torno al euro. Históricamente, estos dos ejes han tratado los
asuntos laborales de manera muy diferente. Hoy, la comisaria Thyssen parece
tener mayor autonomía. A lo largo de más de una hora de conversación, la
democristiana belga no se solidariza ni por una vez con la política seguida en
el pasado por la comisión que encabezaba José Manuel Durão Barroso. “No se me puede hacer responsable de una
política que no es mía”, aclara.
Y no es la única. Investigate Europe se
citó en Francia con Olivier Blanchard. “Todas esas formas de trabajo inseguras son extremadamente caras —tanto para
los afectados como para el conjunto de la sociedad”—, asegura el profesor
emérito del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), quien también fue economista
jefe del FMI entre 2008 y 2015.
Pero, ¿por qué razón ha alcanzado estos
niveles la inseguridad en el trabajo? ¿Y qué debe ocurrir para frenar la
tendencia? El comisario que precedió a Thyssen al frente de la cartera de
Empleo, el húngaro Laszlo Andor, también es claro al hacer su balance. La promesa de
que vendrían mejores empleos y habría menos “segmentación” entre precarios y
fijos si las leyes laborales se flexibilizaban es, “en general”, una política
que “no funciona”. Para Andor, que es economista, también “hay poca relación, si es que hay alguna”
entre una menor protección laboral y el deseado crecimiento económico.
Es decir, según Andor, el objetivo de las políticas económicas de Durão Barroso
y Olli Rehn
estaba desviado. Y falló.
En Lisboa, Investigate Europe entrevistó al
autor de la primera gran reforma laboral de los últimos años en Portugal, el
Código de Trabajo de 2003. “No pienso lo mismo que pensaba entonces. La
relación entre la desregulación de los mercados de trabajo y el crecimiento
económico es un error. No existe
tal relación”, explica António Bagão
Félix.
El exministro de Trabajo en el primer
Gobierno de Durão Barroso sigue pensando que “un cierto nivel de desregulación
puede ser positivo”, pero el punto que quiere dejar claro es otro: “Tiene que
haber un límite. Traspasar el límite es un riesgo porque acabamos
deshumanizando el mercado de trabajo. La
lógica tras la desregulación considera el mercado de trabajo como un factor
negativo, un productor natural de desempleo. Y ésa es una idea superada,
de los años 70 y 80. Tenía sentido en una época que ya no estamos viviendo”.
Una nueva agenda
Pero la gran desregulación laboral acabó
por llegar después de 2010. A medida que la crisis financiera llevó a muchos
países de la UE a la recesión y disparó la deuda y el desempleo, las reformas laborales se convirtieron en
prioritarias para la Comisión Europea en la época liderada por Durão
Barroso.
A Olivier
Blanchard, que entonces
dirigía la investigación económica del FMI, le pareció extraño… “Las reformas estructurales no fueron un gran
tema hasta 2009”, recuerda. Pero, de repente, se convirtieron en “un eslogan” que se escuchaba en
todas las conferencias o discursos. “Existía esa visión de que, con unos
sindicatos debilitados y más flexibilidad salarial, la salida de la crisis
sería más rápida y eso se expuso como un
credo religioso”, recuerda Blanchard. Y, claro, “los ministros de
Finanzas y los bancos centrales pasaron así la carga a otros”, ironiza.
El responsable de Economía en la Comisión,
el finlandés Olli Rehn, pidió a los países afectados por la crisis formas de
flexibilizar los salarios y “más
incentivos para que los desempleados encuentren trabajo”. Al mismo tiempo, el
presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi,
presionaba a los gobiernos de España e Italia. Para recuperar su credibilidad,
debían “reformar el sistema de negociación colectiva y aprobar convenios
de empresa, a fin de adaptar
los salarios y las condiciones de trabajo a sus requisitos específicos”,
escribió en una carta al Gobierno de Roma. El presidente del BCE también exigió
a España “medidas para rebajar los
salarios en el sector privado” y contratos de trabajo “con menores indemnizaciones de despido”.
Los responsables de la Dirección General de
Economía y Finanzas, que dependía de Olli Rehn, elaboraron entonces un “informe
sobre el desarrollo del mercado de trabajo” donde explicaban exactamente qué
reformas son “favorables al empleo”. Según el documento, de 2012, esas reformas
debían “aumentar la duración máxima de los contratos temporales y el número
máximo de renovaciones” y “disminuir la cobertura de la negociación colectiva o
la extensión de los acuerdos colectivos”. Una de estas reglas es casi una
definición ideológica. La Dirección General buscaba “una reducción global del poder de negociación de salarios por parte de
los sindicatos”.
Esta agenda fue particularmente evidente en
los países afectados por la crisis, como Portugal, Grecia y Rumanía. Los
funcionarios de la troika designada por la Comisión Europea, el FMI y el BCE
usaron estas reglas, en nombre de los acreedores, para hacer cambios radicales
en las leyes laborales.
Los “memorandos de entendimiento”
estipulaban que, a partir de entonces, deberían reducirse las prestaciones por desempleo. Dificultaron los
acuerdos colectivos que habían sido la norma hasta entonces. Las nuevas leyes “dieron a los empleadores el poder de tomar
decisiones unilaterales”, como la “transformación de contratos a tiempo
completo en contratos de trabajo no estandarizados”, relatan los investigadores
de la Universidad de Manchester en un estudio sobre Grecia que, irónicamente,
fue financiado por la Comisión Europea. Según el estudio, muchos contratos
fijos fueron transformados en contratos de trabajo temporales.
La bolsa de subempleo en España
En España, 9,95 millones de personas pueden considerarse como mano de obra
infrautilizada, el 41,9% de la
población activa, porque están en paro, padecen subempleo o tienen un trabajo
precario. Según un estudio de los profesores de la Universidad Pablo de Olavide
José Ignacio García Pérez, Manuel Hidalgo y David Troncoso Ponce, a los 4,48
millones de desempleados contabilizados en la Encuesta de Población Activa
(EPA) al cierre de 2016, hay que añadir
2,81 millones de trabajadores temporales involuntarios, 1,73 millones a tiempo parcial también
involuntario, así como 374.367
desanimados —no buscan trabajo porque creen que no lo van a encontrar— y
otros 552.989 que buscan trabajo pero
no están disponibles en el corto plazo. Toda esta bolsa de empleo
precario suma en España la cifra de 5,47
millones de asalariados. Y no ha dejado de crecer desde 2012, cuando
ascendía a 4,99 millones, impulsada por el aumento de los trabajadores a tiempo
parcial involuntarios. Desde 2007 hay
un millón más, espoleados por la crisis y por las medidas para impulsarlos
que incluyó la reforma laboral. Otro tanto ha ocurrido con los desanimados, que se han duplicado desde 2007.
España lidera el ránking europeo de
trabajadores a tiempo parcial involuntarios, que ha pasado del 30% en 2008 al 60% actual. También
el de trabajadores con empleos temporales indeseados.
Según Eurostat, el 91,4% ha
firmado estos contratos porque no pudieron encontrar un puesto indefinido. A
España sólo la supera Chipre, con el 92,2%. En Francia, el empleo temporal
involuntario es del 61,7%; en Holanda, del 48,2%. No es de extrañar la cifra
española si se tiene en cuenta que la
tasa de temporalidad nacional es la más alta de Europa —26,1%— tras la
polaca.
De hecho, más del 90% de los contratos que
se registran cada mes en las oficinas de empleo españolas son temporales, una constante que no ha cambiado ni con la crisis ni
con la reforma laboral, en principio pensada para acabar con la dualidad, la
división del mercado de trabajo entre empleos indefinidos y estables, por un
lado, y empleos temporales y precarios, por otro. A esa fragilidad del contrato
temporal utilizado de forma abusiva, se le ha sumado
ahora la del trabajo a tiempo parcial, que ha pasado del 11,7% a finales de
2006 al 15,3% a finales de 2016 y, como admite el Banco de España en un informe del pasado junio,
se ha “convertido en permanente en el
mercado laboral español”.
El caso portugués
Hasta 2008, cerca del 45% de los contratos
de los trabajadores portugueses se basaban en convenios colectivos estatales.
Seis años después, ese número es de apenas el 5%.
Según el Libro Verde sobre las
Relaciones Laborales, publicado en 2016, en Portugal el 22,6% de los contratos de trabajo son temporales
–muy por encima de los 14% de la media europea–. Para los jóvenes portugueses
con menos de 25 años, los contratos temporales son la regla: el 67,5% –la media
de la UE es del 45%–. Desde que el empleo crece, desde 2014, los contratos
temporales crecen mucho más que los fijos.
De acuerdo con los datos del Fondo de
Compensación del Trabajo (FCT, que paga a los trabajadores hasta el 50% de la
indemnización por despido), apenas uno
de cada cinco nuevos contratos de trabajo en Portugal es fijo. La misma
proporción se aplica a los contratos más breves: uno de cada cinco dura menos
de 60 días.
“Hemos podido desmentir la idea tantas veces
expuesta de que Portugal seguía
teniendo un mercado de trabajo demasiado rígido y que el aumento de la
productividad tenía que pasar necesariamente por la flexibilización de las
leyes laborales”, afirmó el primer ministro portugués, António Costa, en la conferencia El futuro del trabajo.
El ministro de Trabajo, José António Vieira
da Silva, por su parte, relaciona los cambios en la regulación laboral con el
crecimiento de la precariedad: “Entre 2011 y 2015, asistimos a un fuerte
proceso de desregulación y, principalmente, de individualización de las
relaciones laborales en Portugal, en
detrimento del Diálogo Social, de la negociación colectiva y de las relaciones
laborales equilibradas, con un aumento significativo del espacio social
de la llamada precariedad”.
En Rumanía,
la crisis fue el pretexto para aprobar una ley que permitió a las empresas transformar contratos a tiempo completo en
contratos a tiempo parcial. Al mismo tiempo, el Gobierno abolió la negociación colectiva. El
sistema vigente hasta entonces, aplicado al 90% de los funcionarios “fue
prácticamente destruido”, detalla Petru Dandea, secretario general de la
Confederación Sindical Rumana. Como consecuencia, los salarios cayeron un 40%. “Nos pagan como si fuéramos un país de
personas no cualificadas”, protesta el sindicalista.
La Comisión Europea lo sabía. Cuando el
nuevo Gobierno rumano anunció en 2012 que iba a facilitar la negociación
colectiva, los funcionarios del comisario Rehn vetaron el cambio. “Instamos
vivamente a las autoridades a garantizar que los convenios colectivos estatales
no contengan elementos relacionados con
los salarios y/o a no revertir los progresos alcanzados con el Código de
Trabajo aprobado en mayo de 2011”, escribieron a Bucarest. El Gobierno rumano
reculó.
En Portugal, la Comisión Europea colaboró activamente
con el Gobierno. Lo demuestra el trabajo de la politóloga belga Catherine
Moury. Un ministro del Gobierno de Pedro
Passos Coelho aseguró a la investigadora, bajo la condición de
anonimato, que en el cambio de las leyes laborales la contribución de la troika
fue importante: “A veces es difícil tener la fuerza política para hacer ciertas
cosas y la troika ayuda a justificarlas. Por ejemplo, ciertas medidas, como la
reducción de las indemnizaciones por despido, son muy difíciles de discutir con
los agentes sociales y, por eso, es
útil contar con la presión de la troika para aplicarlas. Nosotros, en el
Gobierno, decidimos que era necesario hacerlo, pero reconocemos las
dificultades políticas”. Este testimonio es citado en el artículo de Moury Portugal,
el buen alumno de la troika.
Sin embargo, la intervención de Olli Rehn y
de los funcionarios de la Dirección General de Economía y Finanzas en materias
laborales tan específicas puede violar
el artículo 153 del Tratado de la UE, según el cual los órganos
comunitarios no pueden intervenir en materia de remuneraciones”.
Rerregulación laboral
Olli
Rehn, que hoy dirige el Banco Central de Finlandia, rechazó todas las
solicitudes de entrevista enviadas por Investigate Europe. El ministro de
Finanzas de Holanda, Jeroen
Dijsselbloem, que como
presidente de la eurozona supervisó el desarrollo de las reformas estructurales
en Grecia y en Portugal, tampoco aceptó ser entrevistado.
Aparentemente, pues, nadie defiende ya la política seguida en la última década. “La regulación del mercado de trabajo no tiene
efectos estadísticamente significativos sobre la productividad”, confirmó el
FMI en su informe anual de 2015. Los economistas de la OCDE admitieron el año
pasado que, sólo siendo muy optimistas,
existe “un impacto positivo limitado en los niveles de empleo” generados
gracias a la desregulación laboral. Pero esa afirmación es tan válida como
decir que no tiene ningún impacto, asume el mismo informe de la OCDE. Un
estudio publicado en mayo por el Instituto Europeo de Sindicatos (ETUI), el
grupo de reflexión de los sindicatos de la UE, examinó esta cuestión en ocho países,
incluyendo España, Polonia y Alemania. Los datos revelan “un resultado muy
claro”, dice Martin Myant, economista jefe del ETUI. No hay “ninguna prueba
empírica de que la desregulación aumentara el empleo o lo redujera”. El ETUI
demostró que a las reformas les
“acompañó un aumento del empleo precario, sobre todo en los países donde hubo
una desregulación laboral particularmente enérgica”, asegura Myant.
El presidente del BCE, Mario Draghi, que exhortó a España e
Italia a adoptar restricciones salariales y debilitar el poder de
negociación de los sindicatos, duda
ahora. Porque la economía crece, pero los salarios no acompañan a ese crecimiento. Lo que provoca un impasse económico del que
Draghi alertó en un discurso histórico, por su contenido, el pasado 27 de
junio: “El comportamiento salarial y de precios en el área del euro cambió
durante la crisis”, afirmó Draghi. “Las reformas estructurales que aumentaron
el número de convenios de empresa pueden haber tirado hacia debajo de los
salarios más flexibles, pero no necesariamente hacia arriba”, criticó el
presidente del BCE en Sintra (Portugal), en el discurso que abrió el Foro de
los Bancos Centrales.
“La opinión económica tarda mucho en
adaptarse a realidades diferentes”, advierte el exministro Bagão Félix.
“Ahora sabemos que la innovación es uno de los principales motores de la
productividad. Pero también que una
excesiva desregulación laboral (pérdida de
puestos de trabajo) puede ser perjudicial para la productividad por
introducir un factor injusto de asimetría social”. La
crítica del exministro de Durão Barroso es clara: “La troika fue demasiado
lejos en ese punto”.
“Los empleos precarios no deben convertirse
en la norma”, es la opinión de Marianne Thyssen, que quiere marcar la
diferencia en el discurso oficial europeo. Un instrumento posible contra el
aumento de la precariedad, avanza, puede ser subir las cotizaciones a la Seguridad Social a los empresarios que firmen
contratos temporales. Ésa es también una de las propuestas del Gobierno
portugués. El empleo es, muy probablemente, el asunto que más influyó para que
los partidos de la izquierda portuguesa firmaran su primer pacto de la
historia. Y la “rerregulación” laboral puede ser el gran tema, de consenso o de
fractura, entre el Partido Socialista, el Partido Comunista de Portugal y el
Bloco de Esquerda, de la segunda mitad de la legislatura>>. (Paulo Pena Harald
Schumann: “El aumento de la precariedad
laboral cambia el discurso de la UE”. Con la colaboración de Crina Boros, Elisa
Simantke, Ingeborg Eliassen, Leila Miñano, Nikolas Leontopoulos, Maria Maggiore
e Wojciech Ciesla. Todos ellos forman parte del proyecto ‘Investigate
Europe’, un equipo de periodistas que investiga temas relevantes para Europa y
comparte los resultados. Puedes conocer más sobre este proyecto en la
página www.investigate-europe.eu. El subrayado nuestro).
Epílogo
Teniendo
en cuenta que la competencia
intercapitalista ha venido galopando a caballo de la propiedad privada sobre los instrumentos materiales de producción,
para derivar en el creciente progreso
tecnológico incorporado a
tales medios, sustitutos de trabajo humano explotado, ahora resulta que
como aquella forma capitalista originaria de lucro está llegando a su límite postrero
absoluto —tal como lo hemos expuesto aquí—, la burguesía ha optado por sacarle
rendimiento al sistema mediante la peligrosa expansión del dinero fiduciario circulante que, al perder su
poder adquisitivo aumentó el precio de las cosas y al día de hoy en
España, tres millones de habitantes sobreviven por debajo del
umbral de la pobreza, con ingresos mensuales inferiores a 307 Euros. Una
deriva de la miseria que se duplicó desde el estallido de la última crisis pasando del 3,5 % en 2007 al 6.4 % el
año pasado.
En el mundo ésta penuria ya somete a 702 millones. Sin embargo, los dirigentes “anticapitalistas”
en Catalunya de la “Candidatura d'Unitat Popular” (CUP), el “Partido Demócrata-Europeo Catalán”
(PDeCAT) (hoy «Junts
per Catalunya»)
y “Ezquerra
Republicana de Catalunya” (ERC), todos ellos omitiendo deliberadamente
centrar su atención en el proceso
histórico-objetivo determinista estudiado por Marx, han coincidido por
el contrario en adoptar la peregrina especie
teórica subjetivista, de que procediendo a la secesión geopolítica de
Catalunya respecto de España, la presente recesión económica padecida por las
mayorías ciudadanas de condición asalariada en esa Comunidad Autónoma,
desaparecería como por encanto. Y de ahí también que estos tres partidos de la extrema izquierda socialdemócrata
—liderando a una de las dos partes
en que ambas contribuyeron a dividir y
debilitar políticamente a la mayoría de los asalariados catalanes—, hayan coincidido en
inculcar a su incauto electorado la interesada
y perversa engañifa de que tal crisis social en Catalunya, ha sido el
resultado no de la relación social
desigual entre patronos explotadores y asalariados explotados en todas
partes, sino que atribuyen esa desigualdad a presuntas políticas públicas erróneas que atribuyen los partidos
políticos “constitucionalistas” de turno a cargo del Estado español, contrarios al independentismo. Como si la creciente y escandalosa distribución
desigual de la riqueza en el Mundo, hubiera tenido su raíz en la
voluntad de unos cuantos individuos y no en los ámbitos donde realmente esa
riqueza se produce con fines gananciales, distribuyéndose con arreglo a una ley objetiva suprema determinista
que, bajo el capitalismo, nada tiene que ver con ninguna voluntad política personal supuestamente determinante
de la llamada “justicia distributiva”, sino esencialmente con la propiedad privada sobre los medios de
producción y de cambio, causa verdaderamente determinante de los
intereses materiales de la burguesía en su conjunto como clase social todavía
dominante —tanto en la sociedad civil
como en las instituciones políticas—,
que Marx y Engels con total certidumbre dieron en llamar “dictadura del
capital”.
Esto
en modo alguno significa que los integrantes de la fracción “constitucionalista” —como es el
caso del liberal y corrupto Partido Popular hoy a cargo del Poder
Ejecutivo
en el Estado español—, al igual que sus oponentes mayoritarios en el Poder
Legislativo
de la Comunidad Autónoma catalana —autoproclamados “independentistas”—, sean ambos bandos por igual ignorantes
de esta realidad sino bien al contrario. Las dos partes en pugna por ejercer el
poder político son plenamente
conscientes de que: 1) el capitalismo
a caballo de la propiedad privada
sobre los medios de producción y de cambio, ha sido y es la causa fundamental del escandaloso
reparto desigual de la riqueza en la sociedad y, 2) el sistema ha llegado ya al límite absoluto de su existencia. Sin
embargo ambas fuerzas políticas institucionalizadas por la cuenta que les trae,
siguen mirando para otro lado negándose
deliberadamente a reconocer estas dos verdades y actuar en consecuencia,
¿Por qué? Pues, porque su corazón amancebado
al actual status quo explotador y opresivo que comparten y usufructúan,
les induce a comulgar con él y en toda esta basura histórica permanecen vergonzosamente
involucrados.
¿Qué
debieran hacer hoy los explotados y oprimidos ante semejante realidad, en vez
de seguir dividiendo y debilitando su voluntad política dispersa, repartiéndola
periódicamente entre quienes en su disputa por ejercer el poder constituido les
han venido explotando y oprimiendo? ¡Despertar de su sueño embrutecedor y proceder ellos mismos según lo que es
necesario alcanzar: la verdadera libertad, la verdadera igualdad y la
verdadera fraternidad!:
<<Las
revoluciones burguesas, como las del siglo XVIII, avanzan
arrolladoramente de éxito en éxito, sus efectos dramáticos se atropellan, los
hombres y las cosas parecen iluminados por fuegos diamantinos, el éxtasis es el
estado permanente de la sociedad; pero estas revoluciones son de corta vida,
llegan en seguida a su apogeo y una larga depresión se apodera de la sociedad, antes
de haber aprendido a asimilar serenamente los resultados de su período
impetuoso y turbulento. En cambio, las revoluciones proletarias, como
las del siglo XIX, se critican constantemente a sí mismas, se interrumpen
continuamente en su propia marcha, vuelven sobre lo que parecía terminado, para
comenzarlo de nuevo desde el principio, se burlan concienzuda y cruelmente de
las indecisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de sus primeros
intentos, parece que sólo derriban a su adversario para que éste saque de la
tierra nuevas fuerzas y vuelva a levantarse más gigantesco frente a ellas,
retroceden constantemente aterradas ante la ilimitada inmensidad de sus propios
fines, hasta que se crea una situación que no permite volverse atrás y las
circunstancias mismas gritan: ¡demuestra lo que eres capaz de hacer!>>. (K. Marx: “El 18 brumario de Luis Bonaparte” Ed. Ariel/Barcelona 1982. Cap. I. Pp.
16-17. Subrayado nuestro. Versión digitalizada ver Pp. 14).