EL PAÍS 19/03/2019
Madrid 116
Urgente
Más de un millar de ciudades del
mundo, se suman a la revuelta generacional contra el cambio climático
En España, donde aún no ha calado el
movimiento, hay convocadas concentraciones en 50 capitales
Protesta de jóvenes en Sídney, el pasado
viernes 08 de marzo. En vídeo, los
jóvenes españoles que luchan contra el cambio climático. Vídeo: A.R. DE LA RÚA
/ M. BAYOD
Manuel Planelles 15/03/2019 - 00:17 CET
Madrid 15 MAR 2019 - 10:05 CET
Las
señales del impacto del cambio climático se agolpan
alrededor del mundo. Y los jóvenes han dicho basta. Pertenecen a una generación
que recibe como herencia un problema que ellos no han creado. Este viernes 8 de
marzo están saliendo a denunciarlo en más de un millar de ciudades del planeta
(unas 50 en España). Protestan contra la inacción de los Gobiernos ante una
crisis ambiental que ya no se puede revertir pero sí mitigar. La solución para
que el calentamiento no tenga consecuencias tan devastadoras se conoce: eliminar los gases de efecto invernadero de la economía,
según exponen la mayoría de los científicos.
"Los
políticos no están haciendo lo suficiente", se lamenta desde Adelaida
(Australia) Tomás Webster Arbizu, de 13 años. Este adolescente es uno de los
miembros en su ciudad del movimiento Friday for Future, que se inspira en Greta Thunberg, la joven sueca que en agosto
decidió parar todos los viernes como protesta por la falta de ambición de su
país ante el calentamiento global.
Su
gesto se fue contagiando a otros chicos a lo largo del planeta. Australia fue
uno de los países en los que primero prendió la protesta. En noviembre se
celebró una primera gran huelga. 15.000 personas participaron en las
concentraciones, recuerda Webster por teléfono. Cuatro meses después, los
organizadores esperan que se duplique la asistencia. Y ya no se trata de un
movimiento de carteles cutres y lemas pintados de colores. Webster explica que
tienen un listado de 30 peticiones concretas para su Gobierno. Enumera las más
importantes: "Se debe impedir que se abra la mina de carbón de Carmichael,
que sería la más grande del hemisferio sur. Se debe frenar la producción de
combustibles fósiles en el país y en Australia en 2030 toda la energía debe ser
renovable".
Mientras
que en muchos países, como Australia, las protestas han sido ya masivas, en
España las pocas concentraciones que se han celebrado apenas han reunido a
algunos centenares de estudiantes. Y eso que, según el CIS de
noviembre –que realizó varias preguntas sobre el cambio
climático– parece que no hay muchas dudas sobre el problema. Hasta el 83,4% de
los encuestados para ese sondeo, sostuvo que existe el cambio climático y hasta
un 93,4% de ellos consideró que la acción del hombre influye mucho o bastante
en ese calentamiento.
Miles de jóvenes australianos marchan
en la protesta convocada este viernes en Sídney. SAEED KHAN AFP
La
prueba de fuego para el movimiento será este viernes en España. Algunos datos parecen
apuntar a la concienciación de los jóvenes. "En España desde hace casi un
año, en los estudios de opinión se ve que entre las principales preocupaciones de
los jóvenes figuran, además de la igualdad, el cambio climático", apunta Belén Barreiro,
socióloga y directora de 40dB.
Y esa preocupación disminuye cuanto mayor es la edad del encuestado, añade.
Barreiro considera que este puede ser un rasgo distintivo de esa generación y
que se puede achacar a que "se han socializado" en un mundo cargado
de información sobre los efectos del cambio climático. "Cada vez la
información es más clara sobre el cambio climático", añade Barreiro.
En los últimos años son
incontables los estudios e informaciones sobre las señales del cambio
climático. Y no se trata de avisos de lo que podrá ocurrir en el futuro, sino
de lo que está ocurriendo ya. Por ejemplo, durante el último decenio se han
dado en el planeta ocho de los 10 años más cálidos desde que hay registros
fiables. Esos registros datan de finales del siglo XIX, de la segunda
Revolución Industrial, cuando se empezó a torcer la salud del planeta. En las zonas
desarrolladas del mundo, gracias a los avances tecnológicos, el ser humano ha
alcanzado un nivel de bienestar inédito. Pero el crecimiento se ha basado en
unos combustibles fósiles –carbón, petróleo y gas natural– que al quemarse
liberan los gases de efecto invernadero que guardaban en su interior.
La
masiva quema de esos combustibles, aunque arrancó con la Revolución Industrial,
no se disparó hasta los años cincuenta del siglo pasado. “La gran aceleración
se produce a partir de la II Guerra Mundial, cuando se dispara el consumo de
combustibles fósiles, los daños ambientales, el uso de agua”, explica Amaranta
Herrero, profesora de Sociología Ambiental en la Universidad Autónoma de
Barcelona. Esta docente e investigadora es una de las promotoras de un escrito
de apoyo a la protesta de este viernes que han firmado unas 300 personas
ligadas al mundo científico.
La
alianza entre la ciencia y los jóvenes es otro de los rasgos diferenciadores de
esta protesta. En Alemania –donde también se han producido nutridas
manifestaciones en las últimas semanas– hasta 12.000 científicos han firmado un
escrito similar. "Existe un desfase gigante entre el consenso científico
sobre el cambio climático y la falta de acción de los políticos", señala
la investigadora Herrero. "Desde la comunidad científica nos preguntábamos
cómo no reaccionaba la sociedad. Hay un consenso científico brutal y hay que
gritarlo", añade.
La ciencia señala, por ejemplo,
a una concentración en la atmósfera de dióxido de carbono –el principal gas de
efecto invernadero– que se ha disparado más de un 30% desde 1960. “Las pruebas
del cambio climático actual son inequívocas (...) Desde 1880 la temperatura
media de la superficie mundial ha aumentado entre 0,8 y 1,2 grados”, recordaba
esta semana el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. La ONU
advertía también del incremento en la frecuencia e intensidad de los fenómenos
extremos –como inundaciones o sequías– asociados al cambio climático que ya se
está produciendo.
"Estamos
preocupadas por nuestro futuro. Nos hemos encontrado en un mundo diferente al
que se encontraron nuestras madres y abuelas", resume Gemma Barricarte, de
25 años y una de las estudiantes promotoras de las protestas en Barcelona.
La
docente Amaranta Herrero, habla del concepto de "justicia
intergeneracional" para referirse a este movimiento estudiantil que, como
el cambio climático, es global. "Ellos no han causado el problema y se lo
van a comer con patatas", añade.
"Los
Gobiernos se comprometen a cosas y luego no cumplen", apunta Gemma
Barricarte sobre los motivos de la protesta. Naciones Unidas ha vuelto a
advertir esta semana de que los planes de recortes de emisiones de gases de
efecto invernadero que han propuesto los países no son suficientes. Se necesita
que aumenten mucho más esos compromisos. "No vamos a parar hasta
conseguirlo", dice esta estudiante catalana.
Hasta
este punto la colaboración de Manuel Planelles al poner de manifiesto, la inacción
de los grandes capitales en común acuerdo con los Estados nacionales ante las
noxas sociales del cambio climático.
A
continuación, nosotros volvemos a insistir aquí en la suprema necesidad humana,
de impedir que el futuro del Planeta siga en manos de los capitalistas de común
acuerdo con los más poderosos Estados nacionales:
Cambio climático: ¿Apuntamos a su
causa o a sus mensajeros?
El viernes 26 de setiembre de 2014, en el apartado 03
de nuestra publicación titulada ¿Dejamos el futuro del
Planeta en manos de los capitalistas?, empezábamos
diciendo que:
<<…ciertas personalidades políticamente
influyentes sobre la opinión pública mundial, han venido advirtiendo desde
principios de este siglo acerca de las consecuencias letales del calentamiento
global [o sea,
cambio climático]. Pero que su prédica
no se había traducido en hechos tangibles, orientados a neutralizar la
peligrosa deriva destructiva de la vida, que pesa sobre los habitantes en
este Planeta sino al contrario. Prueba elocuente de que los políticos
institucionalizados siempre se han sometido a la dictadura del
capital>>.
Al
día siguiente, supimos que más de 300 organizaciones sociales en representación
de 200 millones de personas, denunciaron en un manifiesto que la Cumbre
del Cambio Climático fue secuestrada por algunos Estados nacionales, actuando en
favor de las poderosas
corporaciones económicas multinacionales que mandan sobre ellos, para seguir medrando con la industria de
los combustibles fósiles:
<<Las
negociaciones sobre el cambio climático están siendo dominadas por Estados
irresponsables contaminadores y por corporaciones, que sólo se preocupan de
preservar sus ganancias a través de la explotación de combustibles fósiles,
nuevos mercados de carbono y otras falsas soluciones como la bioenergía
industrial, que destruye bosques, suelos, humedales, ríos, manglares y
océanos”, dice Genevieve Azam,
portavoz de ATTAC en Francia. Carlos
Marentes, Director de “Trabajadores
Agrícolas Fronterizos” y miembro de “La
Vía Campesina Internacional”, añade: “la Cumbre del Clima de Nueva York y de
Ban Ki-Moon ha estado rodeada de mucha propaganda pero en realidad no busca
reales cambios sistémicos. En su lugar, propone varias de las falsas soluciones
de la economía verde, incluyendo peligrosas medidas tecnológicas y soluciones
basadas en el mercado, que harán más daño que bien. Esta Cumbre no reconoce que
el cambio climático es el resultado de un sistema económico injusto
que persigue convertir todo en una mercancía buscando el crecimiento [y las ganancias] sin fin, concentrando
la riqueza en pocas manos y sobreexplotando la naturaleza hasta el punto del
colapso. Los movimientos sociales firmantes destacan que para poder detener
el cambio climático es necesario poner fin al régimen de libre comercio
neoliberal que promueve un crecimiento sin fin de las ganancias para las
empresas transnacionales. Ellos llaman a detener las negociaciones de libre
comercio y del régimen de inversiones corporativo, de la Organización Mundial
del Comercio (OMC), el Acuerdo Transpacífico de Asociación (TPP), el Acuerdo
Transatlántico de Comercio e Inversión de Asociación (TTIP) y otros acuerdos
bilaterales, regionales y plurilaterales, que buscan mercantilizar todos los
aspectos de la vida y la naturaleza. Nnimmo
Bassey de la Fundación Salud para nuestra Madre Tierra (HOMEF)
de Nigeria, señala que “estos acuerdos de comercio socavan las fuentes de
trabajo nacionales, destruyen la naturaleza y reducen sustancialmente la
capacidad de las naciones, para definir sus propias prioridades económicas,
sociales y ambientales [que propendan a su enriquecimiento personal]>>. (O.M.A.L. Lo entre corchetes nuestro).
Así, del mismo modo que vino sucediendo
invariablemente desde los albores del capitalismo, con la lucha meramente reivindicativa del
asalariado contra el patrón, y con el conflicto por el reparto de la ganancia
global entre pequeños y grandes empresarios privados, sucede ahora también
entre defensores y detractores de la tesis del nefasto calentamiento global del clima. Luchas y conflictos
que, a instancias de la industria del
espectáculo, sólo han servido para reproducir,
fortalecer y perpetuar el sistema capitalista en su conjunto, bajo el dominio político absoluto de los
Estados nacionales sin excepción, interesados en el enriquecimiento del gran
capital.
Una realidad que confirma la validez
de los seis puntos políticos
programáticos alternativos, que nosotros venimos contribuyendo a
esgrimir, inspirados en la
experiencia de la Comuna de París; el único modo de poder superar eficazmente toda esta
basura histórica entre la que, inexplicablemente, seguimos viviendo.
Ese mismo
día, 27 de setiembre a las 14:39 Hs., el Señor Jorge Figueredo nos remitió un
mensaje diciendo:
<<No hay calentamiento global.
Ver http://resistir.info/climatologia/impostura_global.html
Saludos, JF
El texto al que remite este enlace
sale en portugués. Puede leerse en castellano, pinchando previamente allí con
el botón derecho del ratón y seguidamente en “Live Search”. (GPM.).
Historia de la polémica científica
en los Siglos XIX y XX
El 29 de setiembre, contestamos al Señor Figueredo
diciendo lo siguiente:
Señor
Figueredo:
Desde que
el matemático y físico Joseph Fourier
publicara en 1824 sus “Observaciones generales sobre las
temperaturas de la tierra y los espacios planetarios”, se sabe que nuestro Planeta existe bajo un
régimen climático templado, “porque la
atmósfera retiene el calor del sol, como si estuviera bajo un cristal”.
Fourier fue, pues, el primero en emplear el concepto de “efecto invernadero”.
En 1859, las precursoras investigaciones
del físico irlandés, John
Tyndall, permitieron reafirmar la idea de que, el dióxido de carbono, el metano y el vapor
de agua, son los factores físico-químicos que, dentro de la atmósfera, bloquean la disipación de las
emisiones infrarrojas provenientes del Sol. De no ser por esta causa, la
temperatura sobre la Tierra descendería por debajo de los 18ºC, haciendo imposible
la existencia de la mayoría de especies vegetales y animales, incluso los seres
humanos.
En 1903, el físico y químico sueco Svante August
Arrhenius, ya en
1896 había previsto que los
combustibles fósiles podían acelerar el calentamiento de la Tierra. Sin
embargo, la opinión dominante siguió atribuyendo ese fenómeno al vapor de agua,
suponiendo que buena parte es absorbido por los mares y metabolizado en oxígeno
por las plantas acuáticas. En 1903 publicó su “Lehrbuch der Kosmischen Physik” (Tratado
de física del cosmos), que le valió poder obtener ese año el Premio
Nobel de química, por sus experimentos en el campo de la disociación
electrolítica, calculando que se necesitarían 3.000 años
de combustión de combustibles para que se alterara el clima del Planeta,
suponiendo que los océanos captaran todo el CO2.
Actualmente se sabe que los océanos
han absorbido un 48% del CO2
antropogénico desde 1.800. Arrhenius estimó que el incremento de la temperatura
del Planeta se produce, cuando la
concentración de dióxido de carbono en la atmósfera se duplica,
eventualmente calculando este valor en 1,6 grados Centígrados
sin vapor de agua en la atmósfera y 2,1°C con vapor presente[1][1]. Estos resultados están
dentro de los parámetros generalmente aceptados en la actualidad. Arrhenius
otorgaba una valoración positiva a este incremento de temperatura, porque
imaginó que aumentaría la superficie cultivable, y que los cultivos
serían más productivos en las regiones más
septentrionales, menos
expuestas al efecto invernadero.
En las décadas siguientes, las teorías de Arrhenius
fueron poco valoradas, pues predominó la opinión de que el CO2 no
influye en la temperatura del Planeta, atribuyendo el efecto invernadero
exclusivamente al vapor de agua. En
1938, el ingeniero inglés Guy
Stewart Callendar estimó que el incremento de CO2 en la atmósfera era beneficioso, porque retrasaba el siguiente período
de glaciación, opinión que mereció el calificativo de “Efecto Callendar”.
Este supuesto fue compartido en 1957 por el geógrafo y oceanógrafo Roger
Revelle, pero
aclarando que el efecto se debilitaba en una magnitud cada vez mayor, debido a
la persistente generación antropogénica de CO2. Poco tiempo antes, la Organización
Meteorológica Mundial ya había realizado investigaciones
para calcular los niveles de CO2
en la troposfera.
Estas observaciones empíricas fueron facilitadas por el desarrollo en los años
cuarenta, de la espectrofotometría de infrarrojos,
técnica por la cual se pudo saber que el CO2
absorbe la luz de manera distinta que el vapor de agua, incrementando notablemente el efecto invernadero. Todo esto
fue resumido por Gilbert Plass en
1955.
Finalmente, recogiendo datos en dos distintos y muy distantes
observatorios, uno en Mauna
Loa y otro en la Antártida, el químico y oceanógrafo Charles
D. Keeling pudo probar en 1958, que el calentamiento creciente de la superficie terrestre por causa
de la utilización de combustibles fósiles, es un hecho tangible. De ahí su célebre Curva de Keellin.
Este investigador continuó recogiendo datos durante cuarenta años más,
permitiéndole confirmar que, cualquiera
fuere el lugar dónde se recogieran —así sea en ciudades o campos, valles o montes— la medida promedio del CO2 atmosférica es la misma,
con leves variaciones de temporada; siendo el promedio más alto en el invierno
del hemisferio norte, que es de 1,5 partes por millón al año. Estos resultados
permanecen sin ser cuestionados
hasta hoy.
Un
saludo: GPM.
Pero la historia de la contaminación del Planeta se
prolonga
Porque
a todo esto, hay que sumar, entre otros, el fenómeno de las llamadas “Chemtrails”
o estelas
químicas de nanopartículas, no menos perniciosas para los suelos cultivables y
la salud de millones de seres humanos, a raíz de que, un día sí y otro también,
aviones militares sin matrícula dejan suspendidas en la atmósfera sobre
ciudades, bosques y demás superficies del Planeta. Trazos de materia que no por
ser masa microscópica, dejan de gravitar hacia la superficie terrestre, en
apariencia inofensivamente. A la vista es muy similar al residuo de vapor
carburante que expulsan las aeronaves comerciales en vuelo. Pero su composición
química no es la misma ni se disipa tan rápido, sino que permanece suspendida
en el aire bastante más tiempo, hasta que por su propio peso, sus partículas
acaban siendo imperceptiblemente absorbidas por la tierra en las zonas rurales,
e inevitablemente inhaladas por la población urbana fuera y dentro de sus
hogares.
Se
trata de una solución de bario,
aluminio y polímeros, en parte tendentes a que el pH[i] del suelo cultivable —en
condiciones normales moderadamente ácido— se torne alcalino. Y así resulta que, no por casualidad, esta práctica se
asocia o compagina con lo que la poderosa multinacional agrotécnica
norteamericana "Monsanto", ha conseguido sintetizar y
poner a la venta. Se trata de semillas artificialmente modificadas a partir de las naturales, después
de ser químicamente
manipuladas mediante técnicas secretas de ingeniería genética, para que puedan germinar en este tipo manipulado de suelos alcalinos, no aptos para el cultivo tradicional. Pero con la particularidad de que
estas semillas, una vez sembradas y vueltas a recolectar, son estériles: sirven para la venta como materia prima, pero no para una nueva siembra con arreglo a sucesivas cosechas.
Lo cual obliga forzosamente a los agricultores —clientes de esta empresa—, a
permanecer vinculados a ella sine die, comprándoles granos para sucesivas
siembras. A esta práctica monopolística y totalitaria se le ha dado en llamar: "Tecnología
Terminator".
Es
el producto más genuino del poder económico concentrado por un monopolio industrial y comercial, que se
trasmuta en poder político sobre sus clientes cuando destina millones de dólares invertidos en publicidad engañosa —que reparten por distintos
países—, tolerada por sus respectivos
Estados nacionales, para fines de enriquecimiento de las acaudaladas minorías
sociales propietarias de esas empresas que mandan sobre ellos. Así es
como esta multinacional agroquímica norteamericana consiguió, con total
impunidad, que cada vez más agricultores en el Mundo, se conviertan en clientes cautivos permanentes de esa compañía, única suministradora en el Mundo
de tales engendros genéticos. Las consecuencias económicas sobre el trabajo agrícola-ganadero por un lado, y sobre la salud de los habitantes de la Tierra
consumidores de tales productos, por otro, se van sufriendo allí donde al suelo y a
las personas se les hace subrepticiamente objeto de semejantes prácticas criminales, con fines de lucro esencialmente oligopólico.
La
ingeniería genética demostró que los cromosomas no sólo se modifican por adaptación espontánea al medio en que viven las diversas especies naturales del
Planeta. Cierto: el tamaño, el color, el número de flores y de frutos, el
funcionamiento de los sentidos y hasta cierto punto la conducta de los organismos vivos, todo eso está regimentado por sus
respectivos códigos genéticos
naturales. Pero
precisamente por ser los patrones que determinan el carácter funcional de cada
especie animal y vegetal, también ha quedado demostrado que, mediante la delincuente manipulación genética estratégicamente orientada para fines diversos —no todos al servicio del
equilibrio termodinámico y ecológico—, es posible cambiar el destino de especies naturales e individuos en
comunidades enteras, para fines
específicos gananciales. Y lo que desde los tiempos de investigadores
como Liebig se
ha podido saber, es que, la vida de todos los organismos existentes,
desde los más simples a los superiores, dependen del común medio de vida natural que comparten y, por tanto, requieren de un entorno ecológico equilibrado para mantener su estabilidad
natural. Cuando este equilibrio se rompe —y esto bajo el capitalismo sucede por
determinados intereses creados—, el sistema ecológico y las especies que viven
en él, degeneran con tendencia al aniquilamiento del medio natural, incluyendo
a los seres humanos.
Y
para saber hasta qué extremos de criminalidad puede llegar la inescrupulosa e
impune manipulación química
con fines inconfesables, no deja de ser altamente
aleccionador volver a recordar la experiencia vivida por la sociedad española
durante la grave epidemia declarada en enero de 1981, al principio circunscripta a los aledaños de la base aérea de
utilización conjunta en la localidad madrileña de Torrejón de Ardoz, que por entonces la
aviación de este país compartía con la OTAN [2]. Probablemente se trató de un accidente ocasionado por el
escape involuntario de gas tóxico, una versión bélica perfeccionada —que se
comenzó a emplear durante la Primera guerra mundial— y que en esa fecha afectó
a un centenar de militares adscritos a la base, por lo que fueron
inmediatamente trasladados a hospitales de EE.UU. y Alemania. Como si en España
no hubiera servicios de salud especializados con la misma capacidad o más que
en esos dos países.
Fue
aquél un accidente de tal
repercusión, que de haber trascendido a la opinión pública su verdadera causa material y la
localización del siniestro en semejante antro militar, potencialmente
destructivo de riqueza y vidas humanas, hubiera puesto en serio peligro no solo
el ingreso de España en la OTAN, sino la propia estabilidad política del sistema
capitalista en ese país.
Había
pues que alejar siquiera la
sospecha, de que en
esa base aérea pudo estar el origen fáctico causal de esas muertes, tal como
todas las evidencias indican que así fue. Más aún si se llegara a saber, que el
agente químico que la provocó, fue de naturaleza organofosforada, una sustancia que no existe espontáneamente en la
naturaleza, sino que desde la Segunda Guerra Mundial fue obtenida por síntesis química en laboratorio, como un arma letal en forma de gas asfixiante.
No
fue casual, pues, que el 1º de febrero de ese mismo año 1981, saltara a la
opinión pública la muerte en esa misma localidad, del niño Jaime
Vaquero, afectado por los mismos síntomas de asfixia, mientras
era trasladado en ambulancia al Hospital de La Paz. Tampoco lo fue que esa
muerte haya sido seguida por otras entre la población civil, a raíz de una
sustancia compuesta por un átomo de fósforo unido a 4 átomos de oxígeno, o en
algunos casos por 3 de oxígeno y uno de azufre, cuya misión química consiste en inhibir la colinesterasa
contenida en la sangre humana y en las sinapsis nerviosas, que permiten la
función muscular refleja o involuntaria de la respiración, con resultado de
muerte por asfixia para la persona o animal que ingiera este criminal neumicida, sea por vía cutánea, respiratoria o digestiva.
Para
que no se olvide semejante genocidio disfrazado por las autoridades del Estado
Español en aquella época, queremos volver aquí sobre lo que al respecto de este
crimen de Estado publicamos en octubre de 2007.
Y si volvemos ahora sobre él, es en homenaje a la verdad histórica,
personificada en el extinto investigador Antonio Muro y sus colegas de profesión: Luis Sánchez Monge, Luis Fontela, Francisco Javier Martínez Ruiz y María Jesús Clavera, quienes supieron estar a la altura de aquellas
circunstancias, poniéndose
incondicionalmente al servicio de la dignidad humana más elemental. Un desafío que
afrontaron valientemente, a despecho
del escarnio y aislamiento a que fueron sometidos, incluyendo al ya
desaparecido letrado, Rafael
Pérez Escolar, en mérito a lo que aportó en sus Memorias",
para escarnio de los secuaces del poder criminal constituido en la sombra, cuyos nombres omitimos no solo
porque así lo merece la propia ignominia de su
comportamiento, sino porque mencionarles exigiría ocupar un espacio que no se
merecen.
Pero,
sobre todo, porque para erradicar las causas de los males en una sociedad, no
se trata de encontrar culpables individuales a modo de chivos expiatorios, sino causas objetivas sistémicas para erradicarlas
definitivamente. Aunque para ese fin haya que combatir contra quienes esgrimen
tales instrumentos. En este último caso, TODOS los partidos políticos del arco
parlamentario español, sin excepción —a derecha e izquierda del hemiciclo—,
cuyos dirigentes y militantes se hicieron cómplices de aquél crimen ignominioso
ocultándolo falsamente, atribuido por ellos al llamado "síndrome del
agente tóxico" supuestamente incorporado al aceite de colza para el consumo humano.
De
las 25.000 víctimas de aquello, sobrevivieron 16.000 sufriendo las
consecuencias. De las cuales no se sabe hoy si todavía viven. La mayoría de
ellas de condición asalariada. No es casual que la variedad de tomates
envenenados en Roquetas de Mar con la química letal de los organotiofosforados,
haya sido la variedad más barata, conocida por la denominación
"lucy", ajena a las preferencias consumidoras de los más adinerados.
Todas las víctimas han presentado afectación neurológica, esclerodermia [piel
dura], hepatopatía crónica e hipertensión pulmonar. La hepatopatía crónica
deriva en cirrosis con resultado de muerte. La hipertensión pulmonar consiste
en un estrechamiento de las arterias, que llevan sangre a los pulmones y sólo
se cura mediante trasplante[2][3].
En su obra escrita entre 1873 y 1886 que
tituló: "Dialéctica de la Naturaleza", Federico Engels criticó
duramente la concepción unilateral de los
naturalistas en general, por sostener que los seres humanos no inciden para nada en los sucesos de la
naturaleza y que, por el contrario, es la naturaleza la que influye exclusivamente sobre sí misma para provocarlos. A
esto contestó Engels poniendo por ejemplo la situación en Alemania:
<<Muy poco, poquísimo, es lo que
hoy queda en pie de [lo que hace]
la
"naturaleza" [por sí misma] en Alemania desde los
tiempos de la inmigración de los germanos. Todo en ella ha cambiado hasta lo
indecible, la superficie del suelo, el clima, la vegetación, la fauna y los
alemanes mismos. Todos estos cambios se han producido por obra de la actividad
humana [burguesa bajo el sistema capitalista] siendo incalculablemente
pequeños, insignificantes, los que durante estos siglos se han producido por la
naturaleza en Alemania sin la intervención del ser humano>>. (Op. cit.
Dialéctica Aptdo. b). Pg. 196 de la versión
electrónica en castellano. Lo entre corchetes y el subrayado
nuestros).
Engels
atribuyó semejantes dislates a los llamados "empiristas de la observación", quienes sostenían que para saber
lo que necesariamente sucede en el mundo natural, basta con observar los fenómenos que ocurren en ella, suponiendo que
la causa y su efecto nunca salen del
ámbito de la propia naturaleza, confundiendo así los conceptos de correlación y causalidad. La correlación entre dos hechos o de un mismo
hecho que se repite, excluye categóricamente la relación necesaria de causa-efecto que los hace realmente posibles y
hasta cuándo. Para corregir este error comprometiendo a la sociedad humana sistémicamente organizada en lo que sucede con la naturaleza,
Engels destacó el experimento como causa añadida a las puramente naturales diciendo:
<<Hasta tal punto es esto cierto,
que del constante espectáculo de la salida del sol, en la aurora, no se deriva
que necesariamente vuelva a alumbrar al día siguiente. Y ya hoy sabemos, en
realidad, que [por efecto
de la entropía o muerte térmica del universo] llegará el momento en que el sol, un día, no saldrá.
La prueba de la necesidad [de que se reiteren episodios naturales como la salida del Sol día que pasa]
radica [cada vez más] en el experimento; en el trabajo: qué puedo
hacer yo para que siga saliendo>> (Op. cit. Pp. 194 Lo entre corchetes nuestro).
Y el experimento, la actividad
humana en interacción dialéctica
con la naturaleza, siempre ha
procedido según el desarrollo científico-técnico de las fuerzas productivas, condicionado por el modo de producción y de vida adoptado por la sociedad en cada etapa de su desarrollo. La conclusión
resultante de este razonamiento a la luz de los hechos, es que, en la sociedad de clases y más específicamente bajo el capitalismo, se han venido creando y reproduciendo
constantemente valores de uso aptos para la vida humana que, al acabar destruyéndose por su consumo productivo —sea inmediato, durable o por obsolescencia técnica—, pierden su valor de cambio al servicio del equilibrio ecológico entre los seres humanos y la naturaleza. Pero al mismo tiempo y con fines inconfesables, la burguesía —más que nunca en la etapa tardía o postrera del capitalismo y, también como consecuencia del
desarrollo científico-técnico aplicado a los medios de trabajo—, ha venido
creando y reproduciendo valores de uso que pierden su valor de cambio al destruirse, provocando
destrucción de riqueza y/o vidas humanas; atentando gravemente contra el
necesario equilibrio ecológico en el que se sustenta la dialéctica constructiva, entre los seres humanos y el medio natural en que viven.
A este desequilibrio o desorden entre los seres humanos y su
entorno natural, también se le conoce por el nombre de "entropía". De esta Ley se desprende el
corolario de que la entropía se incrementa cuando partes crecientes del calor
creado por el sistema, se pierden por disipación en el ambiente exterior, como
consecuencia de tal desorden o desequilibrio termodinámico sistémico, entre la energía
que genera el calor aprovechado por él en forma de trabajo.
En
tal sentido, cabe comprender que todo sistema, como el
solar, donde se desarrolla el drama humano, está sujeto inevitablemente al
proceso de entropía, por medio del cual, el Universo va
pasando más o menos aceleradamente, de estados ordenados a menos ordenados y
finalmente al caos. Pero ha sido probado científicamente, que tal aceleración o
retardo en la entropía del sistema
solar, depende no tanto de la naturaleza como de lo que
hacemos con ella los seres humanos que habitamos en él. Y es un hecho
también probado, que la entropía o muerte térmica del sistema solar se ha
venido acelerando desde fines del siglo XIX. Pero no por causa de "la mano del hombre" como suelen interpretar y difundir engañosamente las usinas ideológicas de la
burguesía, sino por el capitalismo como sistema de vida en su etapa postrera.
La
prueba está, en que la producción y reproducción de valores de uso para fines destructivos y
genocidas, son cada
vez más y de mayor eficacia, al ritmo cada vez
más rápido en que progresa el desarrollo científico-técnico aplicado a tales
instrumentos para el dominio sobre la
naturaleza. Esto es lo que la burguesía hace para que el sol social del capital siga calentando sus intereses bajo
la consigna de: "a vivir que son dos días", aun a costa de acercar el
final de los días en que el núcleo terrestre y el Sol, sigan alentando la vida
de quienes habitan en este Universo.
Semejante
paradoja es parte esencial de la entropía o desorden irreversible —propio del capitalismo como
sistema de vida—, que no tiene por qué coincidir con la entropía natural del
Universo, pero sin duda le afecta. Y el caso es que tal desorden del
capitalismo en modo alguno está democráticamente determinado por las necesidades de
la mayoría social absoluta de la población mundial, sino por la perversa y criminal “necesidad” de supervivencia en el Universo, de una clase social capitalista dominante, cada vez
más parasitaria y absolutamente minoritaria —día que pasa más irrisoria—, que se vuelve tanto más proclive
a la destrucción y el genocidio, cuanto más relativamente minoritaria deviene
respecto de su clase asalariada subalterna —cada vez más mayoritaria—, que cada
vez más inexplicablemente le sostiene con su trabajo.
Y
esta deriva entrópica esencialmente antinatural, antidemocrática y genocida, se
agrava según el sistema de vida
imperante determina, objetivamente, que la propiedad sobre los medios
de producción recaiga en cada vez menos individuos, quienes son irresistiblemente arrastrados por el sistema, a decidir despóticamente que tales medios se produzcan, para
emplearlos en destruir todo lo que sus intereses le inducen a pensar que sobra, es decir, riqueza material y seres humanos, entendidos
estos últimos contablemente, es decir, no como riqueza útil y
seres humanos vivos, sino como cifras, simple costo dinerario en medios materiales y mano de
obra. Solo para alejar así el horizonte de las crisis en pleno auge de los negocios y/o —cuando
inevitablemente las crisis se producen—, abreviar el período de la consecuente depresión económica, destruyendo artificialmente
riqueza y seres humanos, con el propósito de reiniciar más rápidamente una nueva recuperación cíclica de
la acumulación de capital —fatalmente cada vez más breve— en medio de la
devastación de recursos materiales y vidas humanas, es decir de trabajo útil
que se desperdicia, para volver a reproducir otro excedente que el sistema
exija volverlo a destruir. ¡¡A ver quién es capaz de demostrar que no sea ésta
la estúpida e inmunda filosofía del capitalismo!!
De las guerras
bélicas a las telúricas y climáticas
Desde la misma fatídica década de los sesenta el siglo
pasado, la carrera por el “know how” o conocimiento
tecnológico exclusivo y secreto, aplicado a los medios propiamente militares de destrucción física de riqueza y
muerte masiva de seres humanos —con fines gananciales de supervivencia del
sistema—, paralelamente la gran burguesía en el poder oculto dio un giro en el
Mundo hacia el conocimiento
científico de las fuerzas de la naturaleza, que así es cómo fueron
artificialmente transformadas en armas
letales, instrumentadas bélicamente con los mismos fines destructivos y
genocidas conservadores del sistema.
Una política que se ha venido escamoteando al conocimiento público, como si los
destrozos y las muertes deliberadamente causadas fueran cosa de las propias
“fuerzas de la naturaleza”. Tan subrepticiamente lo han logrado, como desde los
tiempos de la revolución francesa pudieron hacer pasar desapercibida la
creación de plusvalor en cada jornada laboral. Ergo: el capitalismo ha venido
cabalgando sobre una sarta de mentiras y actos criminales de la burguesía internacional, en
contubernio con TODOS los políticos institucionalizados a
su incondicional servicio sin excepción, por la cuenta que les trae. Esta es la
verdadera y auténtica “ética empresarial”.
De este hecho dan fe tanto el llamado “Proyecto H.A.A.R.P.” (“High Frequency Active Auroral Research
Program”: Programa de Investigación de Aurora Activa de Alta Frecuencia)
desarrollado en Alaska por EE.UU., como su hermano gemelo en la Rusia
capitalista post-soviética: el “SURA”,
auspiciado por los burócratas políticos institucionalizados sucesores de
Stalin. Tal es el caso del magnate ruso Vladimir Putin,
hoy haciendo negocios con la industria de la muerte a cargo de la presidencia
en el Estado burgués de ese país. Ambos proyectos cuentan con la capacidad
potencial de provocar electromagnéticamente
inundaciones, sequías, incendios, tifones, huracanes y terremotos. Convirtiendo
las fuerzas de la naturaleza en armas de destrucción masiva que los medios de
comunicación atribuyen a movimientos telúricos y climáticos espontáneos.
Todos
estos en apariencia fenómenos
naturales, son atribuidos a las emisiones de CO2 causadas en parte por
el consumo de combustibles fósiles de “efecto invernadero”, lo cual no deja de
ser cierto, pero que sirve para ocultar lo otro, concebido e instrumentado
deliberadamente por la burguesía internacional, en un desesperado intento de
dar continuidad al sistema capitalista en su fase agónica terminal. Y para ello
tales instrumentos bélicos de consecuencias destructivas criminales, se han
extendido actuando desde no pocos países y en distintas latitudes del Planeta,
como así lo muestra la siguiente ilustración:
Estas
son las verdaderas Naciones Unidas
en torno a la masiva destrucción física y el genocidio. Cada instalación
consiste en un sistema de 180 antenas con capacidad en conjunto para emitir al
espacio aéreo del Planeta 1 billón de ondas electromagnéticas de alta
frecuencia, con una tecnología en su origen patentada por la empresa Advanced Power Technologies, Inc. (APTI), adquirida
en 2003 por BAE Systems Inc., el segundo
mayor contratista militar del Mundo. Son cincuenta años de programas intensos
para comprender y así poder manipular
a voluntad la atmósfera superior de la Tierra. Es una energía de cientos
de millones de vatios lanzados al espacio, que al incursionar en la Ionosfera y
generar el llamado “efecto espejo”, es refractada hacia la superficie ya sea
terrestre, fluvial o marítima, donde actúa como un verdadero calefactor,
convertida en un arma con capacidad de provocar por radiación calórica,
tormentas, ciclones, sequías, incendios, terremotos y tsunamis. Un “efecto invernadero” que se añade al inducido por la emisión de dióxido de
carbono a raíz del consumo de petróleo.
El periódico “Wall
Street Journal” en su
edición del 2 de Octubre de 1992, reportó que una compañía Rusa llamada “Elate Intelligent Technologies,
Inc.” vende equipos de control climático usando el siguiente eslogan publicitario: “El
Clima se hizo para ordenarlo”. ¡Esta consigna figura todavía en sus tarjetas de
negocios! El Director comercial de Elate, Igor Pigoroff, informó que:
<<Elate es capaz de situar bien el
patrón climático sobre un área de 200 millas cuadradas con por lo menos $200
U.S. por día.” ¿Es solo coincidencia que este rango efectivo de 200 millas
cuadradas es el mismo rango de nuestra
nueva torre GWEN? Hemos estado discutiendo que son las torres GWEN y como ellas
trabajan. Basta con decir que las torres GWEN están aparentemente siendo usadas
en conjunto con las torres HAARP para disparar enormes estallidos de energía
dentro de la atmósfera para controlar nuestro clima>>. (https://translate.google.es/translate?hl=es&sl=fr&u=http://www.chemtrails-france.com/articles/exploiter_le_climat/index.htm&prev=search.
A continuación transcribimos aquí el meritorio trabajo —que
nosotros no hubiéramos podido hacerlo mejor—, donde el anónimo compañero que se
hizo llamar: “Uno como vosotros” —es decir, como nosotros—, realizó una
meritoria investigación histórica que, a partir de los geniales aportes de Nikola Tesla
el siglo pasado, nos permite comprender el alcance del proceso que finalmente
derivó en los actuales proyectos geoestratégicos de guerra telúrica y climática
con las llamadas armas escalares,
cuyo disparo de ondas electromagnéticas hacia la ionosfera, agudizan el llamado
“calentamiento global”:
Geoingeniería: Su evolución hacia
armas escalares y la guerra
Publicado
por Uno como vosotros 28 de agosto de 2012.
La
tecnología escalar, también
llamada longitudinal, dirigida, concentrada, y basada en el electromagnetismo y
su interacción con el medio, incluyendo diferentes capas atmosféricas,
fue concebida por los contemporáneos de la época hace más de un siglo, como un medio para dotar a la humanidad de energía contínua e inagotable, no
dependiente de fuentes perecederas y de fácil adquisición y uso por parte de la
humanidad. Estamos hablando del más prodigioso
adelanto en el conocimiento de la naturaleza, que también ha sido secuestrado y
oculto como si jamás hubiera ocurrido, para mantener en la ignorancia a las
mayorías de la sociedad y así someterlas sujetas a los intereses privados de
unos pocos en el Mundo. Una energía que dejando de ser propiedad privada y
pasar a ser de libre disposición
democrática y gratuita, dejaría tales intereses y privilegios derivados
sin posibilidad absoluta real de existir.
Para
entonces, la industria de los hidrocarburos y el cable de cobre ya estaban en
plena ebullición y al ser estas fuentes difíciles y caras de extraer, manipular
y manufacturar, proporcionaban a las castas y corporaciones un poder de
concentración en su explotación inigualable, en perjuicio de los propios
Estados nacionales que ya estaban sometidos a ellas.
No en
vano el primer vehículo que salió a la luz fue eléctrico y sin embargo
fue el motor a explosión a instancias del consumo de combustibles fósiles, el
que se comercializó.
Así y
todo la humanidad estuvo a punto de ver cumplidas sus espectativas al contar en
sus filas, no solo con el genial inventor Nikola Tesla sino con sus
grandes amigos y patrocinadores: Sir Jacob Astor IV
y George Westinghouse, Jr.
“Curiosamente”
Sir Astor murió en el hundimiento del Titanic junto a las principales fortunas
que se oponían a la creación de la RESERVA FEDERAL en EE.UU. Meses más tarde se
creaba la RESERVA FEDERAL y luego empezaba la serie de guerras mundiales que
todavía no han terminado.
Westinghouse se benefició enormemente
de su amistad con Tesla comprándole 400 patentes de entre las cuales sobresale
a la luz pública la corriente alterna o la transmisión benefactora de energía
salvo que…
…Tesla cayó
en manos de la familia J. P. Morgan (ver post sobre esta familia y
banca que ya estaba en manos de Rothschild), trabajó
y fue financiado por ella en el diseño y producción de la torre de energía
radiante: Esa corriente alterna trasladada mediante torres lejanas entre
sí interactuando con la ionosfera, a fin de llevar esa energía a los lugares
más recónditos del planeta. Hubo pruebas con éxito pero también reacciones
de Morgan, pues en esos momentos era uno de los reyes del cobre, y la energía
radiante representaba un completo cambio de paradigma para sus industrias. Sea
como fuere y entre versiones y noticias confusas, la torre fue destruida por
ellos o por los nazis, el proyecto “olvidado” y Tesla “abandonado” murió en
avanzada edad defenestrado en su piso.
No
queremos aquí extendernos más sobre este asunto. Sin embargo, no podemos
resistirnos a señalar lo que Marx aportó a través de la economía política
científica, estudiando la obra de su coetáneo, el gran bioquímico alemán Justus Freiherr von
Liebig (1803-1873), quien con su pensamiento le ayudó a
completar el concepto de metabolismo simbiótico de ordenado intercambio dialéctico complementario, entre los seres humanos y
la naturaleza, como condición del imprescindible equilibrio biológico y energético para la
mutua supervivencia en este Planeta.
Así fue cómo de ese hermanamiento
científico con Liebig, Marx llegó a demostrar que el capitalismo propende a la ruptura y desquiciamiento de esa
imprescindible armonía ecológica. Llegó a tal conclusión analizando la
evolución de la población respecto de la inversión del capital en el medio
urbano y en el medio rural, descubriendo la ley según la cual, el desarrollo de
las fuerzas productivas determina la tendencia al decrecimiento absoluto incesante de la población en el campo, y a su
incremento absoluto en la industria urbana, aunque relativamente menos respecto de los medios de
producción que pone en movimiento. O sea, que del minifundio en el agro se pasa
al latifundio, según la masa de población rural —expropiada de sus tierras— que
de allí emigra forzosamente a las ciudades y se reproduce, aumentando aunque relativamente menos que el
capital físico empleado en la industria urbana. De esta “lógica” irracional
contenida en la Ley General de la Acumulación Capitalista anunciada por Marx,
resulta la formación de un ejército industrial de asalariados en la reserva permanente del desempleo. De semejante dinámica destructiva y genocida, Marx sacó la siguiente conclusión:
<<La pequeña propiedad del
suelo, presupone que la parte inmensamente mayor de la población sea
rural, y que [allí] predomine no el trabajo social (cooperativo), sino el trabajo aislado; por consiguiente,
bajo tales circunstancias queda excluida la riqueza y el desarrollo de la
reproducción [humana], tanto de sus condiciones materiales [por la baja productividad de los
cultivos] como espirituales [provocadas por el aislamiento social]. Por lo tanto, asimismo [quedan excluidas] las condiciones de un cultivo racional. Pero
por otro lado, la gran propiedad del suelo reduce la población rural a un
mínimo en constante disminución, oponiéndole una población industrial en
constante aumento hacinada en las ciudades; de ese modo engendra condiciones
que provocan un desgarramiento insanable en la continuidad del metabolismo
social [destruyendo
la necesaria simbiosis entre los seres humanos y su entorno ecológico del cual forman
parte constitutiva] prescrito por la
leyes naturales de la vida, como consecuencia de lo cual se dilapida la fuerza
del suelo, dilapidación ésta que, en virtud del comercio, se lleva más allá de
las fronteras del propio país (Liebig)>>. (“El Capital” Ed. Siglo XXI.
Libro III Vol. 8. Sección Segunda. Cap. XLVII Aptdo. V. Pp. 1033-1034 El
subrayado y lo entre corchetes nuestro).
Esta realidad actual, prevista por
la ciencia personificada en Liebig y Marx —hace ya más de cien años—, explica
que el 78% de los bosques primarios del planeta hayan desaparecido, y el 22%
restante corra la misma suerte por la reiteración de múltiples incendios
forestales —más provocados que accidentales— para convertir los bosques en
tierras de labor, así como por la incontrolada deforestación al ritmo de 14,2
millones de Hectáreas anuales, para proveer de materia prima a la industria de
la madera. Esta dinámica provoca que crecientes cantidades excesivas de dióxido
de carbono —provenientes de la combustión en las ciudades de productos
orgánicos derivados de la extracción del petróleo— permanezcan suspendidas en
la atmósfera y no alcancen a ser metabolizadas en oxígeno por la natural
fotosíntesis de los bosques y selvas subsistentes. Y de esta ruptura del equilibrio ecológico entre los seres humanos y
su medio natural, resulta
que la ya reducida cubierta vegetal del Planeta, sea sometida a la llamada
“lluvia ácida” que la degrada todavía más y, en verano, los bosques se siguen
incendiando porque la creciente despoblación absoluta en ese medio natural
—determinada por la Ley General de la Acumulación Capitalista— impide que se lo
vigile, cuide y preserve de la maleza inflamable.
Ubicados
desde esta perspectiva en el contexto de la realidad actual, resulta ser falso,
pues, que la causa del cambio climático sea la emisión de CO2 a la
atmósfera, malévolamente atribuida por la burguesía en el poder “a la mano del hombre”, esto es una entelequia tan falsa como afirmar que 2+2=5. Porque la verdad es
que ese desequilibrio entre los seres humanos y la
naturaleza, está férreamente determinado por el sistema capitalista de vida, cuyo principio activo consiste en desarrollar la fuerza productiva, potencialmente materializada
en el desarrollo científico-técnico incorporado a los medios de trabajo, para convertir cada vez más el trabajo necesario (equivalente
al producto que los asalariados necesitan consumir para renovar su energía
diaria) en trabajo excedente (plusvalor) que sus patronos
acumulan como capital. O sea que el mayor desarrollo potencial científico-técnico
incorporado a los medios de producción, permiten a los asalariados que con un
menor esfuerzo, tiempo de trabajo empleado y medios de vida consumidos,
produzcan más y mayor ganancia para los capitalistas.
Y para esto remitimos a las dos primeras leyes de la termodinámica, sobre las que debiera sustentarse
la relación entre el trabajo (T) realizado por la máquina llamada Universo —en que
vivimos—, y la energía (E) como
potencial de calor útil que recibe. De modo tal que su
rendimiento (R) se aproxime lo más posible a la unidad, es decir, cuidar de
que no se desperdicie.
Y
el caso es que el capitalismo tiende objetivamente a
desbaratar por completo este imprescindible equilibrio ecológico y termodinámico. Tal es la fatídica consecuencia sobre la naturaleza, del desequilibrio económico-social cada vez más abismal y acelerado, a causa del reparto cada vez más desigual de la riqueza entre las dos clases universales antagónicas bajo el capitalismo; una obscena distribución que está en la raíz
más profunda de las crisis económicas y de la tendencia al derrumbe de este sistema todavía vigente de
vida. Y aquí volvemos a la demostración matemática de Marx en sus “Grundrisse",
porque tal parece que
nunca será suficiente.
Así
las cosas, el cambio climático y telúrico artificialmente producido, que trastorna el imprescindible equilibrio termodinámico y ecológico entre la naturaleza y los seres
humanos en este Planeta, ha venido agravándose primordialmente como
consecuencia objetivamente
determinada, por la "Ley General de la Acumulación
Capitalista" desde los
orígenes de este sistema. Pero es en la actual etapa tardía de su vigencia, que las fatídicas consecuencias de
este sistema de vida están llegando a extremos demenciales, con la manipulación
más criminal que la burguesía mundial y los Estados nacionales más poderosos
del Planeta, hacen de nuestro entorno natural. No solo alterando la atmósfera,
sino la relación entre energía y trabajo en las propias entrañas de la Tierra,
mediante movimientos sísmicos inducidos por vía de explosiones nucleares
subterráneas de consecuencias catastróficas en la superficie.
Todo
ello para contrarrestar la
tendencia histórica al descenso de la Tasa General de Ganancia Media, que deriva en las inevitables
crisis periódicas de superproducción de calor útil, generado por el trabajo social
empleado en producir capital sobrante. Y esto es así, porque el rendimiento de ese trabajo en forma de calor físico y plusvalor económico contenido en
sus productos, resulta ser menor del que, en términos simbióticos de energía
fisiológico-mecánica y su equivalente en valor económico, costó generarlos. De modo tal que en el sistema termodinámico supeditado al sistema económico-social capitalista, buena parte del valor calórico útil y su
correspondiente valor económico, bajo la forma de capital contenido en la riqueza
producida por el trabajo material empleado en ello, resultan ser supernumerarios. Ergo: el valor calórico
"excedente" se disipa en el ambiente, mientras su equivalente
económico en forma de plusvalor capitalizado se devalúa en el mercado, cuando no es
deliberadamente destruido. ¿Para qué? Para que los burgueses puedan seguir
disfrutando de su demencial propensión a la acumulación desmesurada de riqueza ejerciendo
su poder dictatorial sobre las instituciones políticas.
Se
trata pues, del juego diabólico que consiste en producir ganancias crecientes y
generar crisis de capital excedentario, para superarlas mediante guerras y/o supuestas "catástrofes naturales" que lo destruyen aumentando todavía
más la entropía del Universo. Y esto, sencillamente, porque las clases dominantes usufructuarias del sistema
capitalista, deciden que toda esa energía mecánica y humana transformada en
calor útil empleado en crear riqueza material y su correspondiente valor
económico, entendido como capital desde
el punto de vista sistémico del capitalismo sencillamente sobra.
Tal
es el mismo espíritu entrópico, desordenado y destructivo, que el 08 de febrero de 2013 el actual presidente de
la patronal agrupada en la Confederación Española de Organizaciones
Empresariales (CEOE), llamado Juan Rosell,
esgrimió sin pizca de rubor alguno públicamente. Ese día, compareciendo ante
los medios de comunicación, —y tras hacer un obsceno y despreciable símil entre
los empleados de las administraciones públicas estatales en este país, y un presunto
ser humano que padece obesidad mórbida—, este señor propuso que tales organismos estatales sean intervenidos
quirúrgicamente de urgencia, para extirparles la “grasa que sobra”. Tal fue, exactamente, la expresión
que este "distinguido" representante del capital en España utilizó,
en alusión directa y explícita a una parte de ese personal asalariado.
Para poner en evidencia semejante
falsedad y falta de escrúpulos, sería inapropiado y hasta injusto, devolver al señor
Juan Rosel todo el desecho moral perverso que arrojó sobre quienes no son de su
misma condición social, aunque compartan su misma naturaleza humana. Y sería
injusto, porque la grasa que viene
sobrando en este mundo desde hace ya mucho, no es de naturaleza humana genérica sino de raíz económica sistémica y social. Y es que, efectivamente, la causa de ese desecho insalubre no está en individuos como Juan Rosell, sino en el sistema capitalista que les transforma en clase social deshumanizada prácticamente desde pequeños, despojándoles de su
condición racional de
seres humanos hasta
convertirles en selváticos animales
irracionales de rapiña, que solo se rigen por el más primitivo instinto de conservación para el aumento de su
riqueza personal y poder político sobrevenido a expensas del trabajo ajeno. Salvo rarísimas excepciones, claro
está:
<<Nací de padres
acomodados, me ataron un moño al cuello y me enseñaron en el arte de
mandar>> (Bertolt
Brecht: "Perseguido
por buenas razones")
Estamos
hablando de las "buenas
razones"
personificadas en determinados individuos
degenerados hasta el extremo más detestable, tras haber convenientemente introyectado
el pensamiento único burgués en las universidades, para los fines de llegar a ostentar
en la sociedad el poder económico y político que detentan, de modo tal que
a fuerza de ejercerlo les enceguece y deshumaniza, hasta el extremo de
aplicarlo del modo más despótico sobre quienes no solo
estos poderosos se sienten superiores y con el derecho a explotarles en la sociedad civil,
como es el caso de los empresarios sobre sus empleados. También les mandata
para ejercer su poder superior en las instituciones políticas del sistema. Ni
más ni menos que como, por ejemplo, sucedió a principios de 1981 en España, con
las más de 25.000 víctimas causadas por el supuesto "síndrome del aceite
de colza" en la base militar de Torrejón de Ardoz. Otro tanto cabe decir
del llamado Club
de Bilderberg en lo que deciden sus miembros hacer, cómo y
cuándo con los ciudadanos de a pié para recreación suya, que solo ellos lo
saben y ejercitan dando ejemplo de su tan cacareada "transparencia"
de poder.
Vaya
el haber dicho esto último acerca del totalitarismo burgués con ropaje retórico
"democrático" y "humanitario", para rendir también homenaje al
gran cineasta sueco Igmar Bergman,
a propósito de su obra: "El
huevo de la serpiente"
rodada en 1977. Allí nos
trajo a colación un film sobre ciertos experimentos secretos llevados a cabo en 1917 con seres humanos
indigentes, sin esperanza ninguna en aquél mundo degradado —como este de hoy—,
realizados por un médico alemán en una clínica de Munich llamada "Santa
Ana", durante los estertores de la República de
Weimar, durante la coalición socialdemócrata gobernante liderada
sucesivamente por Friedrich Ebert,
Gustav
Noske y Hermann Muller
entre 1918 y 1933, a cuyo
calor político se gestó la serpiente nazifascista de
Hitler. Este film es un ejemplo de lo que la burguesía ya decadente pudo
conseguir en Alemania manipulando conciencias y vidas humanas, empleando sustancias
químicas e intervenciones quirúrgicas aberrantes, para fines destructivos de
sus caracteres humanitarios. Allí Igmar ha dirigido a la actriz noruega Liv Ullman,
representando a una miserable joven mujer recogida en los suburbios, quien a
cambio de albergue y alimentos aceptó cuidar a un niño tras habérsele operado
el cerebro, de tal modo que así no deje de llorar. La secuencia termina, cuando
el cruel e inaguantable tormento al que se vio sometida moralmente aquella
desgraciada mujer en la película viendo llorar a ese niño, transformó su
genérico instinto maternal de protección en instinto asesino del que ella misma
cayó víctima, matándole con sus propias manos como único recurso disponible
bajo tales condiciones, para poder acabar de compartir con aquel niño la tortura
deliberadamente provocada[3][4].
¿De qué
supuestamente humano y preceptivo comportamiento democrático nos vienen
hablando los empresarios burgueses y sus secuaces políticos profesionales
institucionalizados de hoy en cada Estado nacional? “¡Dime con quién andas y te
diré quién eres!”. A propósito de este conocido refrán, Marx ha dejado dicho
que “La democracia es la dictadura
del capital”. Y sin duda según su propia sabiduría y experiencia tuvo
absoluta razón. Porque, por ejemplo:
<<La ley del 31 de mayo de 1850 era
el coup d'état [golpe de
Estado] de la burguesía. Todas
sus victorias anteriores sobre la revolución tenían un carácter meramente
provisional. Tan pronto como la Asamblea Nacional en funciones se retiraba de
la escena, comenzaban a ser dudosas. Dependían del azar de unas nuevas
elecciones generales, y la historia de las elecciones desde 1848 probaba
irrefutablemente que en la misma proporción en que se desarrollaba el poder
efectivo de la burguesía, ésta iba perdiendo su poder moral sobre las masas del
pueblo. El 10 de marzo, el sufragio universal se pronunció directamente en
contra de la dominación de la burguesía; la burguesía contestó bajo mandato proscribiendo
el sufragio universal>>. (Karl Marx: “El 18 brumario de Luis
Bonaparte” Pp.
61. Segundo párrafo. Lo entre corchetes nuestro).
. O sea, que el Estado en cualquier sociedad capitalista —como Francia
ya lo era por entonces—, no
puede dejar de depender de la burguesía en general, muy especialmente de los propietarios
privados que controlaban y siguen
controlando los distintos procesos de producción.
<<Llegada a ser la primera clase de la sociedad,
la burguesía se proclamó también como la primera clase en la esfera política. Lo hizo
implantando el sistema representativo,
basado en la igualdad burguesa ante la ley y en el reconocimiento legislativo
de la libre competencia. Este sistema
fue instaurado en los paises europeos bajo la forma de la monarquía
constitucional. En dichas monarquías sólo tienen derecho de voto los poseedores
de cierto capital, es decir, únicamente los burgueses. Estos electores
burgueses eligen a los diputados, y estos diputados burgueses, valiéndose del
derecho a negar los impuestos, eligen un gobierno burgués [de aquí que Marx
llegara a la conclusión de que la democracia es la dictadura del capital]>>. (Karl Marx y Federico Engels:
“Manifiesto del Partido Comunista”.
Lo entre corchetes nuestro). GPM.
Desde entonces hasta hoy, las políticas globales de cualquier Estado nacional
tienen que seguir siendo, pues, coherentes a largo plazo con los objetivos de los industriales y
comerciantes, porque de lo contrario quedaría comprometida la estabilidad política del país en cuestión.
He aquí por qué Luis Bonaparte tras haberse convertido en Emperador de los
franceses, cedió ante las presiones de los empresarios millonarios que habían
dejado atrás a las antiguas organizaciones feudales o gremiales de la industria
y el comercio, que ya no podían satisfacer la demanda creciente con la apertura
de nuevos mercados, confirmando así la previsión de Marx, en el sentido de que
el poder político en Francia había pasado a depender del poder económico concentrado ejercido por la burguesía. Por
ello, a pesar de que Bonaparte usurpó el poder político a los representantes de
la burguesía, desde el 02 de diciembre de 1851 protegió su poder material.
Consecuentemente, Napoleón III estuvo forzado a consentir el interés económico a largo plazo de la
burguesía francesa, independientemente de lo que decidiera hacer en
otros menesteres desde el gobierno. Se había confirmado la hegemonía del poder político de la burguesía sustentado
en la propiedad privada de los medios de producción y el dinero bancario,
es decir: el capital, un fenómeno que se ha prolongado hasta nuestros días.
En un
informe de “Intermón Oxfam”
publicado en enero de 2016, señalaban que:
<<España es el país en el que más ha
avanzado la desigualdad [entre capitalistas y asalariados] durante la crisis. En este informe
apuntaban que «la distancia entre ricos y pobres ha crecido y en 2015 el 1% de
la población concentró tanta riqueza como el 80% de los más desfavorecidos. La
fortuna de solo veinte personas en España alcanza un total de 115.100 millones
de euros». Más adelante, el informe ponía el acento en un grupo
privilegiado: «No se ha conseguido remediar que 17 de las 35 empresas del IBEX
35 no paguen el impuesto de sociedades en España ni que la inversión hacia la
Unión Europea cayera un 15 % en 2015 y la inversión en paraísos fiscales
creciera un 2000%. El análisis no
dejaba esta situación como caso aislado: «Las 62 personas más ricas del planeta
tienen tanta riqueza como la mitad de la población de escasos recursos, unos
3.600 millones de personas». Lo que le faltaba decir al análisis es que, de las
10 mayores fortunas españolas, 8 son propietarias de empresas que cotizan en
bolsa, y 5 lo son de empresas del IBEX 35. Y que esas diez personas más ricas
prácticamente han doblado su fortuna en los años de la crisis, de 54.008
millones en 2008 a 100.405 millones (dólares), lo que representa
actualmente un 10 % del PIB de España. Lo que en definitiva señalan los
datos es que detrás de la crisis económica se encuentra el incremento de
poder de dos grupos: grandes empresas y fortunas. Dos caras que no siempre se
asocian y que apuntan a un mismo fenómeno: la concentración incesante de la
riqueza en pocas manos. En España, esta concentración tiene un nombre por
derecho propio: el IBEX 35>> (https://ctxt.es/es/20170301/Politica/11409/Ibex-poder-politica-riqueza.htm).
En este país como en el resto del mundo, se sigue imponiendo lo que Marx pudo demostrar en su obra titulada “El 18 Brumario de Luis Bonaparte”: “La democracia representativa es la dictadura del capital.
Pero la industria en su desarrollo, tras
acrecentar el número de asalariados concentrados en masas considerables,
aumentando su fuerza social potencial y adquiriendo mayor conciencia de su
propia situación cada vez más insoportable, a medida que veían menguar su
participación en el trabajo, porque a raíz de la competencia intercapitalista
el desarrollo científico técnico incorporado a los medios mecánicos de producción
cada vez más eficaces, sustituyeron a una parte creciente de obreros dejándoles
sin trabajo en una situación cada vez más precaria, al mismo tiempo el valor de
la maquinaria en funciones durante cada jornada laboral, trasladaba al producto
fabricado el equivalente a su valor por desgaste que sustituye a la capacidad
humana.
Así, dando pábulo a colisiones entre patronos y obreros,
estos últimos actuando en común para la defensa de sus salarios, aquí y allá la
lucha ha venido estallando convertida cada vez más en sublevación, de modo que así
deberá ocurrir que:
<<Finalmente, en aquellos períodos en que la lucha de
clases está a punto de decidirse, es tan violento y tan claro el proceso de
desintegración de la clase gobernante latente en el seno de la sociedad
antigua, que una pequeña parte de esa clase se desprende de ella y abraza la
causa revolucionaria, pasándose a la clase que tiene en sus manos el porvenir.
Y así como antes una parte de la nobleza se pasaba a la burguesía, ahora una
parte de la burguesía se pasa al campo del proletariado; en este tránsito
rompen la marcha los intelectuales burgueses, que analizando teóricamente el
curso de la historia, han logrado ver claro en sus derroteros. De todas las
clases que hoy se enfrentan con la burguesía, no hay más que una verdaderamente
revolucionaria: el proletariado. Las demás perecen y desaparecen con la gran
industria; el proletariado, en cambio, es su producto genuino y peculiar. Los
elementos de las clases medias, el pequeño industrial, el pequeño comerciante,
el artesano, el labriego, todos luchan contra la burguesía para salvar de la
ruina su existencia como tales clases. No son, pues, revolucionarios, sino
conservadores. Más todavía, son reaccionarios, pues pretenden volver atrás la
rueda de la historia. Todo lo que tienen de revolucionario es lo que mira a su
tránsito inminente al proletariado; con esa actitud no defienden sus intereses
actuales, sino los futuros; se despojan de suposición propia para abrazar la
del proletariado. El proletariado andrajoso, esa putrefacción pasiva de las
capas más bajas de la vieja sociedad, se verá arrastrado en parte al movimiento
por una revolución proletaria, si bien las condiciones todas de su vida lo
hacen más propicio a dejarse comprar como instrumento de manejos reaccionarios.
Las condiciones de vida de la vieja sociedad aparecen ya destruidas en las
condiciones de vida del proletariado. El proletario carece de bienes. Sus
relaciones con la mujer y con los hijos no tienen ya nada de común con las
relaciones familiares burguesas; la producción industrial moderna, el moderno yugo
del capital, que es el mismo en Inglaterra que en Francia, en Alemania que en
Norteamérica, borra en él todo carácter nacional. Las leyes, la moral, la
religión, son para él otros tantos prejuicios burgueses tras los que anidan
otros tantos intereses de la burguesía. Todas las clases que le precedieron y
conquistaron el Poder procuraron consolidar las posiciones adquiridas
sometiendo a la sociedad entera a su régimen de adquisición.
Los
proletarios sólo pueden conquistar para sí las fuerzas sociales de la
producción aboliendo el régimen adquisitivo [la propiedad burguesa] a la que se hallan sujetos, y con él todo
el régimen de apropiación de la sociedad. Los proletarios no tienen nada propio
que asegurar, sino destruir todos los aseguramientos y seguridades privadas de
los demás. Hasta ahora, todos los movimientos sociales habían sido movimientos
desatados por una minoría o en interés de una minoría. El movimiento proletario
es el movimiento autónomo de una inmensa mayoría en interés de una mayoría
inmensa. El proletariado, la capa más baja y oprimida de la sociedad actual, no
puede levantarse, incorporarse, sin hacer saltar, hecho añicos desde los
cimientos hasta el remate, todo ese edificio que forma la sociedad oficial. Por
su forma, aunque no por su contenido, la campaña del proletariado contra la
burguesía empieza siendo nacional. Es lógico que el proletariado de cada país
ajuste ante todo las cuentas con su propia burguesía. Al esbozar, en líneas muy
generales, las diferentes fases de desarrollo del proletariado, hemos seguido las
incidencias de la guerra civil más o menos embozada que se plantea en el seno
de la sociedad vigente hasta el momento en que esta guerra civil desencadena
una revolución abierta y franca en que el proletariado, derrocando por la
violencia a la burguesía, echa las bases de su poder. Hasta hoy, toda sociedad descansó,
como hemos visto, en el antagonismo entre las clases oprimidas y las opresoras.
Pero para poder oprimir a una clase es menester asegurarle, por lo menos, las condiciones
indispensables de vida, pues de otro modo se extinguiría, y con ella su esclavizamiento.
El siervo de la gleba se vio exaltado a miembro del municipio sin salir de la
servidumbre, como el villano convertido en burgués bajo el yugo del absolutismo
feudal. La situación del obrero moderno es muy distinta, pues lejos de mejorar
conforme progresa la industria, decae y empeora por debajo del nivel de su
propia clase. El obrero se depaupera, y el pauperismo se desarrolla en
proporciones mucho mayores que la población y la riqueza. He ahí una prueba
palmaria de la incapacidad de la burguesía para seguir gobernando la sociedad e
imponiendo a ésta por norma las condiciones de su vida como clase. Es incapaz
de gobernar, porque es incapaz de garantizar a sus esclavos la existencia ni
aun dentro de su esclavitud, porque se ve forzada a dejarlos llegar hasta una
situación de desamparo en que no tiene más remedio que mantenerles, cuando son
ellos quienes debieran mantenerla a ella. La sociedad no puede seguir viviendo
bajo el imperio de esa clase; la vida de la burguesía se ha hecho incompatible
con la sociedad. La existencia y el predominio de la clase burguesa tienen
por condición esencial la concentración de la riqueza en manos de unos cuantos
individuos, la formación e incremento constante del capital; y éste, a su
vez, no puede existir sin el trabajo asalariado. El trabajo asalariado presupone,
inevitablemente, la concurrencia de los obreros entre sí. Los progresos de la
industria, que tienen por cauce automático y espontáneo a la burguesía,
imponen, en vez del aislamiento de los obreros por la concurrencia, su unión revolucionaria
por la organización. Y así, al desarrollarse la gran industria, la burguesía ve
tambalearse bajo sus pies las bases sobre lo que produce y se apropia lo
producido. Y a la par que avanza, se cava su fosa y cría a sus propios
enterradores. Su muerte y el triunfo del proletariado son igualmente inevitables (Karl Marx-Federico
Engels: “Manifiesto del Partido
Comunista”. Junio de 1848. Cap. I: Burgueses y proletarios. Pp. 7.).
GPM.
Cuando Marx declaró que la democracia representativa
está subyugada por la dictadura del capital,
en su obra titulada “El 18 Brumario de
Luis Bonaparte” había llegado a la conclusión de que la vida pública en
Francia y el resto de países homólogos en Europa, estaba férreamente subyugada
por el interés privado de un relativo número minoritario de personas
enriquecidas, y que el Estado no era el representante del pueblo sino que estaba
supeditado a ese interés social privado minoritario de la burguesía opulenta, en su calidad de clase dominante.
O sea, que cada Estado nacional en su sociedad capitalista, no pudo dejar de
depender por encima de todo, de los empresarios
que poseían y controlaban los procesos de producción y comercio. Por lo
tanto, las políticas globales del Estado en esos países fueron compatibles a
largo plazo, con los objetivos de los grandes propietarios privados industriales
y comerciantes, porque de lo contrario quedaría comprometida la seguridad de la
sociedad civil y sus respectivos Estados nacionales.
Pero hoy esa clase social dominante de los poderosos empresarios
propietarios privados en la industria y el comercio, atraviesa por la etapa terminal
del capitalismo donde tal como hemos venido alternativamente
insistiendo en nuestras publicaciones, el histórico vínculo entre la propiedad privada sobre los medios de
producción y su consecuente competencia
entre los distintos propietarios privados, son los dos principios activos del
capitalismo que han impulsado la explotación de trabajo salariado y la
producción de riqueza para los fines de acumular capital en detrimento de los
trabajadores. Y si como es cierto que principio
activo es todo aquello que mueve a la realización de un fin, no es
menos cierto que la finalidad del movimiento social que ha hecho al sistema capitalista, es la acumulación de
ganancia económica explotando trabajo
ajeno, finalidad que ha determinado la cada vez más desigual distribución de la riqueza en el Mundo.
Pero contradictoriamente, ese mismo
vínculo en movimiento entre la propiedad privada burguesa y la competencia, ha
dado pábulo al desarrollo científico
técnico incorporado a los instrumentos del trabajo humano, lo cual ha
venido sustituyendo cada vez más ese
trabajo asalariado —única fuerza creadora
de valor económico en forma de lucro—, por instrumentos mecánicos cada
vez más eficaces que, contablemente, se
limitan a trasladar su costo dinerario al producto fabricado en forma
de amortización por desgaste. O sea, que no
generan ganancia ninguna.
Así las cosas, la tendencia histórica objetiva del movimiento social inducido
por la combinación entre la propiedad privada y la competencia
intercapitalista, ese vínculo entre ambos principios activos sin mediar la voluntad de nadie,
ha procedido en dirección inevitable hacia
el automatismo mecánico, como sustituto de trabajo humano por máquinas en las
distintas ramas de la producción; un hecho que aproximó el capitalismo
hacia el fin de su existencia.
Y el caso es que hoy día, esa tendencia al automatismo es
ya casi una realidad consumada que no
ha presupuesto para la burguesía un futuro prometedor sino al contrario.
Porque la sustitución de trabajo
humano por trabajo mecánico, determina objetivamente que la ganancia
remita no menos fatalmente hasta desaparecer por completo. Y es que la pérdida
de puestos de trabajo no sólo tiende a reducir hasta el cero absoluto la
ganancia que ha venido justificando al capitalismo, sino que a su paso ha
sembrado también la exclusión
social profunda entre los sectores asalariados mayoritarios
de la sociedad, cada vez más más numerosos y miserablemente desfavorecidos, un
fenómeno que así, de haber sido una excepción durante las cíclicas recesiones económicas periódicas precedentes,
ahora mismo amenaza con pasar a ser una
norma permanente que induce forzosamente a un cambio radical sistémico
de vida social.
Pero sucede que los intelectuales
pequeñoburgueses —férreamente aquerenciados en el sistema capitalista entendido
por ellos como el non plus ultra
eterno de la convivencia humana—, se inventaron eso de la Renta Básica
Universal a la que definieron como “el
derecho de todo ciudadano y residente acreditado, a percibir una cantidad
periódica de dinero que cubra, al menos, sus necesidades vitales sin que por
ello deba aportar contraprestación alguna”4
5.
Omitiendo deliberadamente pararse a pensar, que la producción acumulativa de ganancia no es eterna.
Precisamente porque resulta ser histórica y absolutamente incompatible con el
principio activo de la competencia
entre propietarios de los medios de producción y el dinero bancario,
dado que al acelerar la sustitución de trabajo humano por medios técnicos,
acaba dejando totalmente sin sentido ninguno el funcionamiento del sistema
explotador capitalista.
Bajo tales condiciones económicas
objetivas terminales deletéreas
del capitalismo descritas aquí, cabe preguntarse: ¿de dónde los distintos
Estados nacionales en el Mundo podrán obtener la tan cacareada Renta Básica
Universal y hasta la llamada “bajada masiva de impuestos”, tal como así lo
acaba de prometer el líder español del Partido popular, Pablo Casado, si no es
engrosando sine die la deuda pública por falta de dinero para solventar el
presupuesto del país? Y ya sabemos lo que sucede cuando la economía capitalista
se prolonga a caballo de semejante alternativa.
Desde el estallido de la última gran
crisis económica en 2007, cuando la deuda financiera de los principales países
del Occidente capitalista había crecido hasta llegar a los 57
billones de dólares, diez años después esa deuda sumando la
de los EE.UU., Reino Unido, Francia, Alemania, Países bajos, Luxemburgo, Japón,
Italia, Irlanda. Canadá, Suiza y China, llegó a superar los 132 billones
trecientos quince mil millones (132.315.000.000.000).
Así las cosas, todo parece indicar que
vamos hacia otra debacle financiera
como parte constitutiva del fatal e
inevitable proceso, hacia un obligado
cambio revolucionario del sistema que acabará para siempre con la
creciente desigualdad en el reparto desigual de la riqueza. Mientras tanto, dado
que la burguesía internacional ya no puede seguir acumulando capital suficiente
mediante la explotación de trabajo ajeno, para eludir el pago de impuestos decidió
refugiar su menguante riqueza privada
en los paraísos fiscales, sin que los gobiernos del Mundo hasta hoy
dijeran esta boca es mía. Confirmando así lo que Marx sentenciara en una
revista mensual titulada: “Die Revolution”, que “La democracia
representativa es la dictadura del capital”.
El reparto desigual de
la riqueza que mantiene a gran parte de la población mundial en la miseria más
absoluta, no cesará mientras esos desgraciados sigan sin comprometerse acabando
de una vez por todas con la maldita propiedad privada de los medios de producción,
el dinero bancario y los paraísos fiscales. O sea, con el capitalismo. Si como
suele decirse la soberanía de los países radica en sus respectivos pueblos, no serán
los gobiernos sino el pueblo de cada país quienes deberán decidir acerca de sus
fundamentos políticos constitucionales, hasta hoy al servicio de los opulentos.
El más arraigado de esos fundamentos sigue siendo sin duda inexplicablemente, la
propiedad privada burguesa consagrada
en las constituciones de todos los países:
<<K. Marx definió la democracia burguesa, como el
sistema más avanzado de la dictadura del Capital sobre la sociedad. El actual
derrumbe del capitalismo está poniendo al descubierto esa realidad que muchos
prefirieron ignorar y se acoplaron a ella. Unas decenas, o quizás unas
centenares de familias en todo el mundo, poseedoras de inmensas fortunas
acumuladas a través de la especulación y la explotación despiadada, imponen
su voluntad a seis mil millones de seres humanos. La necesidad de
reproducción infinita de sus capitales pone en peligro a la humanidad y el
planeta entero. No importa que el cambio climático o la extinción de las
especies sea ya una realidad que nadie en su sano juicio cuestiona. No importa
que hayan provocado una crisis económica sin precedentes que está hundiendo en
la pobreza a millones y millones de trabajadores en todo el mundo. Nadie les va
a pedir cuentas. Ninguna “honorable” institución los va a señalar con el dedo,
ningún gobierno capitalista va a enfrentarse a sus designios. A través de sus
imperios económicos ponen y deponen a los gobiernos “democráticos” y definen
qué políticas se deben de llevar a cabo. A través de sus ejércitos mediáticos
engañan y manipulan, creando corrientes de opinión conforme a sus intereses.
Financian a los partidos y a la burocracia de los sindicatos para conseguir su
complicidad, y de esta manera mantener la ficción democrática. La democracia
burguesa se desenmascara cada vez más, para dejar al descubierto su verdadero
rostro psicópata y brutal.
El derrumbe capitalista ha hecho que las florituras de la
democracia formal salten por los aires. La izquierda y la derecha del sistema
tienen cada vez menos espacio de maniobra para diferenciarse. La izquierda
del sistema clama por la intervención estatal, la derecha defiende el dejar
hacer (la intervención del Estado tiene que limitarse a las guerras, a la
represión y a los momentos en los que tenga que actuar en auxilio de los
poderosos). La izquierda del sistema oculta que la intervención estatal y el
aumento del gasto social, en un momento en el que caen los ingresos fiscales,
aumentará el déficit fiscal y hará impagable la deuda. La derecha disimula que
con el recorte de las ayudas y los subsidios, crecerá la pobreza y el
desempleo, agravando la caída de los ingresos del Estado y volviendo también
impagable la deuda pública. Todos los caminos conducen a Roma. El gran capital
necesita liquidar las conquistas y los derechos de los trabajadores para
aumentar su explotación. No existe otra forma para aumentar sus plusvalías>>.
(“¿Democracia
o dictadura del capital? ¡Que
se vayan todos!” Publicado por “En Defensa del marxismo”. Submitted by
Toni on Sáb, 2010-07-03 16:21hs.).
El conocimiento de la realidad mundial, desde Marx y
Engels hasta nuestra época, nos sigue diciendo que “La ignorancia jamás ha sido de provecho para nadie”, y que
la clase social burguesa ha demostrado ser la más ambiciosa, cruel, beligerante y genocida en toda la historia de la humanidad, y por eso deberá
ser defenestrada cuanto antes. Es esta una necesidad imperativa que será de imposible realización, mientras la clase
social explotada y oprimida siga tan inconsciente de su deber hacer como hasta
hoy.
GPM.