|
![]() |
|
||||
![]() |
Carácter básico y universal del humanismo
como valor. Su manifestación en el pensamiento marxista-leninista cubano
Freddy Varona Domínguez
A mediados del siglo XX el autor Corliss Lamont
expuso en uno de sus libros que el humanismo ha tenido muchos significados:
el estudio de las humanidades, sobre todo del arte, la literatura y la ética
grecolatinas, la libertad de religiosidad, la sensibilidad y pasiones humanas,
una filosofía de la que el hombre es su centro y justificación,
entre otras acepciones (1). Esta polisemia quizás haya sido el secreto
de la existencia de tan abundante bibliografía y de la constante actualidad
de dicho tema.
Su actualidad y atractivo permanentes pueden deberse asimismo a ser el humanismo
la revelación de la aspiración del hombre de ser cada vez superior
en tanto más humano y de vivir en un mundo donde todas y cada una de
las cosas se subordinen a él como existencia insustituiblemente suprema.
En algunas épocas el humanismo ha constituido un tema central, como
ocurrió en los siglos XV y XVI, cuando la burguesía incipiente
depositaba todas sus esperanzas en el hombre visto como individuo de infinito
poderío físico y espiritual.
En la juntura de los siglos XX y XXI el humanismo vuelve a ser tema de especial
interés. A ello contribuyen varios factores. Dentro de ellos cabe destacar:
el creciente desarrollo científico-tecnológico y el consiguiente
incremento del papel del hombre. La significación del quehacer humano
aumenta con el número cada vez mayor del dominio sobre procesos naturales.
Se torna común la provocación de alteraciones con un dinamismo
y una profundidad nunca vistos. Los cambios propician complejidad y novedad
a las tareas de la práctica social, empeorada por la aplicación
de políticas guerreristas y antihumanas que convierten la Tierra en un
planeta trágico. Esta situación desfavorable al desarrollo humano
incrementa la lucha por la supervivencia, los derechos humanos y la humanización.
Por otro lado, contribuye al incremento del interés por el humanismo,
la difusión de concepciones, como las postmodernas, que despojan a los
hombres de su lugar central en las reflexiones, tachan por irrealizable cualquier
proyecto emancipador y argumentan que el desarrollo de los medios masivos de
comunicación ha eliminado la alienación.
En los últimos tiempos la producción teórica sobre el
tema en cuestión ha crecido en otra dirección: la necesaria defensa
del humanismo marxista debido a la exigencia de rescatar su credibilidad, disminuida
como consecuencia del derrumbe del socialismo en el este de Europa, donde fue
catastrófica la contradicción entre teoría y práctica
y el olvido en no pocos casos de la espiritualidad. En este caso resulta de
gran actualidad destacar la subjetividad. Una considerable cantidad de autores
no materialistas frecuentemente han caracterizado a todo el materialismo por
el apego a los bienes terrenales y el desprecio al enriquecimiento de la espiritualidad.
Entre esos autores está Xavier Cacho, quien afirma: "el triunfo
del siglo habrá sido para el humanismo materialista, ese que hace valer
más el capital que el trabajo, el dinero más que el hombre"
(2). En esas palabras es evidente que el del hombre es tenido en consideración
únicamente su universo espiritual. Es recalcable que una teoría,
ideas o proposiciones que sobreponga cualquier cosa al hombre, recibirá
algún nombre, pero no humanismo.
El humanismo es por encima de cualquier definición un conjunto de puntos
de vista, teorías y proposiciones que sitúan al hombre en el centro
del quehacer teórico y práctico a fin de crear óptimas
condiciones para su desarrollo, con lo cual es concebido como fin y nunca como
medio (3).
La tendencia medular del humanismo es el logro de la humanización, es
decir, la socialización de los hombres. Proceso complejo que ha de abrir
paso al desarrollo armónico humano. Para ello no bastan las condiciones
objetivas. Estas han de ser cada vez superiores. Pero también son decisivas
la posibilidad de enriquecimiento espiritual, con su correspondiente despliegue
y la armonía entre el individuo y la sociedad. Este equilibrio ha de
ser condición sine qua non y erguirse sobre la apertura a la conformación
de proyectos.
Los proyectos en el humanismo tienen la especial connotación de ser
la perspectiva. Cada individuo, y la sociedad en su conjunto, ha de tener la
posibilidad de conformarlos. Ellos son la muestra del derecho a ser y la vía
al deber ser. La acción de proyectos está en proporción
con el reconocimiento de la dignidad del hombre y la humanización. Toda
acción humanizadora incluye igualdad y ausencia de discriminación.
La alta estima por la vida humana y la tolerancia ante las diferencias que no
atenten contra la propia humanidad, son significativas en la humanización.
En los finales del siglo XX y principios del XXI (lo que puede llamarse puente
entre ambas centurias) junto con el humanismo, y otros temas, diversos especialistas
ponen su empeño y dedicación en reflexionar acerca de los valores.
La axiología deviene temática de frecuentes debates.
Los valores surgen y se desarrollan en los diversos tipos de relaciones entre
el sujeto y el objeto, las cuales tienen como fundamento la actividad práctico-material.
A través de ella son reflejadas las necesidades del hombre y se materializan
sus intereses y fines. Los valores expresan el ser de las cosas para el hombre;
son la significación socialmente positiva de la realidad en su totalidad
o de cada fenómeno u objeto por separado. Desempeñan un papel
favorable al desarrollo de la sociedad. Pueden ser tanto los objetos creados
por el hombre, como los naturales que intervienen en su actividad material (4).
Los objetos y fenómenos pueden tener simultáneamente significación
social positiva para unos hombres y negativas para otros. Pero lo realmente
determinante es su significación favorable para el desarrollo de las
relaciones humanas y su contribución al perfeccionamiento del hombre.
Lo que entorpece el desarrollo social es un anti-valor. En la representación
acerca de los valores incide la pertenencia clasista.
Los valores pueden ser captados en varios planos: la realidad objetiva, las
instituciones oficiales, su reflejo en la conciencia y conducta de cada mujer
u hombre, niña o niño, anciana o anciano (5). Ellos "poseen
simultáneamente un carácter objetivo-subjetivo o subjetivo-objetivo.
Si los valores objetivos actúan, como objetos o cosas de las necesidades
e intereses de los hombres, los valores subjetivos constituyen la expresión
de esa relación del hombre con el mundo, concebida desde la perspectiva
del sujeto, en el cual los intereses y necesidades se traducen al lenguaje de
lo ideal, de lo pensado y de lo representado"(6).
Definir los valores es una acción compleja y polémica. Son todos
aquellos objetos, hechos, conductas o cualquier otra cosa de interés,
deseo y finalidad, de individuos, grupos de hombres y de la sociedad en su conjunto.
Son una forma peculiar de manifestarse las relaciones entre el sujeto y el objeto
en las cuales las propiedades del objeto se someten a la valoración de
su correspondencia con la satisfacción de las necesidades del sujeto.
Son imperativos espirituales superiores, no apriorísticos, no inmutables,
ni eternos. Son estímulos de la actuación de los hombres y se
encaminan a la satisfacción de sus necesidades. Forman un sistema apoyado
en la base económica social. Se realizan en el marco social. Como objeto
de determinación espiritual son la expresión de las relaciones
sociales. En ello está implícito el reconocimiento de las propiedades
que satisfacen cualquier tipo de demanda (7).
Los valores son la capacidad de los objetos, fenómenos y hechos de satisfacer
necesidades, intereses y fines humanos. De ahí que constituyan atractivos
de disímiles tipos, representen preferencias y se estructuren como una
significación positiva. Esta se debe a su concordancia con el progreso
de la sociedad. La práctica revolucionaria está directa y sólidamente
enlazada a los valores. En la actividad creadora aparecen las necesidades del
hombre. Entre ellas se establece una relación dialéctica de donde
parten los intereses. Los valores son un modo de aceptación. Pueden ser
aceptados y preferidos en el contexto social de modo generalizado o parcial.
También pueden ser rechazados (8).
El carácter preferencial es una propiedad de los valores. Aunque la
preferencia puede variar con relativa facilidad y hasta perderse. En este caso
la motivación y los conocimientos son de extrema importancia. Propician
que los valores cumplan una función normativa, al regular actitudes y
gustos. Cumplen también una función motivacional dada por su carácter
de meta, es decir, son un ideal, una fuerza propulsora que proyecta al hombre
a una superación constante.
Los valores se transmiten mediante la ininterrumpida humanización. En
ello son importantes la comunicación, la motivación y las actitudes.
Los valores están presentes en todas las relaciones sociales y no por
ello poseen solamente carácter ético. En todo el accionar humano
hay valores estéticos, religiosos, políticos, lógicos,
económicos, jurídicos, entre otros (9).
El humanismo constituye un valor. Su significación social positiva está
enlazada al desarrollo de la vida de cada individuo y de toda la sociedad en
su conjunto. Afirma la valía y la dignidad del hombre, su derecho al
desarrollo libre sin diferencias humillantes y tiene como centro de atención
las relaciones humanas(10). Impregna todas las formas históricas de comunicación
y tiene un aspecto moral acentuado. El devenir y ascensión de la moralidad
dependen en grado sumo de la concienciación del humanismo como regulación
de la actividad humana en todas sus manifestaciones.
Para que las relaciones entre los hombres adquieran un carácter humano,
en el sentido estricto de la palabra, hace falta una acción mancomunada.
Esta acción ha de incluir ante todo cambios radicales en el régimen
social. Las transformaciones deben conducir y favorecer el perfeccionamiento
moral de cada individuo y de todos en su conjunto, y la comprensión de
la irracionalidad del régimen social capitalista con sus desmanes y derroches.
Pero lo más significativo es que cada individuo tome conciencia de la
impostergable exigencia de tomar al ser humano como valor de valores.
El humanismo está indisolublemente enlazado a otros valores, tanto éticos,
como lógicos, estéticos, religiosos, jurídicos etc. De
ahí, su condición de valor básico. Es a su vez universal
por estar presente en cualquier régimen social, área geográfica
e incluso etapa histórica. Sin él los restantes valores aparecen
lastrados o limitados.
En la concienciación del humanismo como valor básico y universal,
y por ello relacionado con los valores de cualquier índole, la publicidad
es importante. En el mundo de inicios del siglo XXI los medios masivos de comunicación
influyen de modo increíble sobre la mente de millones de seres humanos.
Si todos esos medios en vez de difundir la violencia, el egoísmo, el
consumismo y la deshumanización, propagaran todo lo contrario, el humanismo
ganaría universalidad y poderío. En ese caso se reduciría
la distancia entre la riqueza y la pobreza y el desarrollo y el subdesarrollo
que divide a los pasajeros de este barco cada vez más complejo que es
la Tierra. Si él naufraga, el naufragio será parejo para poderosos
y desposeídos (11).
El bienestar humano no es sólo material, la justicia social, la paz,
la soberanía e independencia y la dignidad son parte inseparable del
bienestar de los hombres, quienes no sólo de pan viven. A veces renuncian
al pan para vivir con decoro.
El humanismo como valor básico y universal no se limita a la confianza
en la perfectibilidad humana y al papel enriquecedor de la moral, como componentes
esenciales (12). El humanismo como valor ha de apoyarse en la fuerza desalienante
de todo el quehacer humano: el arte, el trabajo físico, la política,
la ciencia, el deporte, las leyes. La desalienación epistemológica
es de marcada trascendencia, pero su importancia crece cuando se alía
a la política y a la actividad revolucionaria en cualquiera de sus manifestaciones
y liquidan tiranías y dictaduras enajenantes.
La aspiración de crear un hombre virtuoso y digno es posible sólo
en medio de relaciones sociales capaces de conformar y consolidar tales cualidades.
La sociedad capitalista demuestra a cada instante incapacidad. No es que en
el capitalismo no existan hombres virtuosos, pero no es la generalidad. Además,
la dignidad y la justicia se deterioran y derrumban en medio de la corrupción,
de los vicios, la idolatría por lo material y las abismales diferencias
entre los poderosos países del Norte y los cada vez más pobres
del Sur y entre los sectores sociales dominantes, adinerados, poderosos y las
amplias masas hambriadas quienes, como en Argentina a mediados de diciembre
del 2001, se han lanzado a los supermercados a tomar por la fuerza lo que les
es inalcanzable mediante un trabajo decoroso. El hombre debe realizar todo tipo
de esfuerzo para alcanzar niveles superiores factibles a su desarrollo íntegro.
El humanismo como valor básico y universal presupone la creación
de una cultura verdaderamente humanista. En este tipo de cultura no puede tener
cabida la palabra enajenación. La alineación puede aparecer mediante
la explotación del hombre por el hombre, la discriminación de
cualquier índole, la limitación o autolimitación, los temores,
indecisiones, incapacidad o por cualquier empequeñecimiento del hombre.
El humanismo es desalienación, es emancipación perenne y lucha
eterna contra todo lo que atente contra el creciente poderío del cada
mujer y hombre en beneficio de sí mismo y de todos sus semejantes.
El humanismo es comprendido como respeto y amor a todos los hombres y mujeres
y a cada uno de ellos. Es también conciencia de la necesidad de perfeccionar
las formas del trato humano en el afán interminable de hacerlo cada vez
superior no sólo por ser más social, sino por ser más justo,
digno y enaltecedor. Visto de este modo expresa una de las tendencias más
profundas del desarrollo humano en todas sus dimensiones, aunque sea en la moral
donde se vea con más marcada insistencia. Mas a él no puede escapar
ningún aspecto racional o emocional.
El humanismo no puede ser sólo una filosofía profesional. Ha
de ser un modo de pensar en pos de la felicidad y la utilidad. Esta última
no debe reducirse sólo a lo que puede servir al hombre. Debe abarcar
lo que haga de éste un ser realizado, pleno, gozoso por saberse necesario
a sus congéneres y aceptados por ellos con sus particularidades y diferencias.
En esta compleja relación el hombre no puede ser visto aislado, ni inactivo.
La actividad y la realidad han de ser tenidas muy en serio. Las circunstancias,
las características del momento histórico, los caracteres de los
grupos humanos, han de ser tenidos en la más minuciosa atención,
sean clases sociales o simplemente grupos determinados por cualquier clasificación.
El hombre, aunque se hable de él en singular, es la síntesis
de miles de hombres pasados, presentes y futuros. Es él con toda su producción;
con sus cosas, tanto materiales como espirituales. Es él con la sociedad
y la naturaleza, su preservación y reproducción.
A la luz del humanismo el hombre ha de ser el centro de reflexiones. Se le
debe dar toda la fuerza y capacidad para la transformación progresiva
del mundo y de sí mismo. Aunque sea visto como un resultado de la evolución
de la naturaleza y su pensamiento como producto de la materia más altamente
desarrollada, ninguna concepción humanista respetable puede representar
un ataque contra credo religioso alguno. Poseer creencia religiosa o no es un
derecho humano.
El humanismo ha de tener dentro de sus reglas de oro que todos los hombres
son iguales porque son distintos (13). La diferencia ha de ser respetada. La
uniformidad monótona y avasalladora ha de ser expulsada por inconsistente
e inhumana. La tolerancia ha de ser enarbolada como pendón de nuevos
tiempos, cuando los hombres han aceptado que son los mismos porque son otros,
tan iguales como distintos. La aceptación de las diferencias no puede
ser interpretada como sinónimo de discriminación.
El humanismo, utópico en tanto sueño por realizarse, es incompatible
con cualquier tipo de discriminación. Por eso, más que del hombre
ha de hablarse del humano, para no menospreciar al sexo femenino, ni usar frases
largas debido a la utilización de sustantivos y adjetivos en masculino
y femenino. Esta discriminación y otras, no pueden ser erradicadas con
juegos de palabras. El asunto es profundo. Los cambios han de tener su fundamento
en las relaciones sociales. El modo de producción tiene que dejar de
producir diferencias sociales y discriminaciones. La existencia del rico y el
pobre no es compatible con el humanismo. Aceptar ser distintos, no es aceptar
la coexistencia de la hambruna y la opulencia. Ante tal diferencia la intolerancia
ha de ser rápida y radical.
La liberación del humano en abstracto no puede ser pregón del
humanismo. El humano es concreto y ha de ser visto en su marco histórico.
Cada etapa de la historia tiene sus características y problemas. Las
necesidades e intereses de cada momento conducen a determinadas soluciones.
El humanismo ha de traspasar el marco de los anhelos. La realización
ha de imponerse.
La meta del humanismo es el bienestar de los humanos. La humanización
como socialización y ascensión humana ha de extenderse en todas
direcciones. El humanismo abarca las más variadas teorías, aspiraciones
y comportamientos relacionados con la superación del género humanal
como acción de sí mismo. La composición clasista de la
sociedad no puede ser menospreciada.
Hoy hacen falta las ideas que preparen a los pueblos para el mundo venidero.
La lucha por el futuro ha de librarse hoy. Los hombres y mujeres de estos días
tienen conciencia de los problemas actuales, pero una época tan compleja
requiere de mucha conciencia y de la observación rigurosa de principios
y del humanismo como valor. Este pensamiento tiene que formarse con la suma
de las ideas más revolucionarias y humanistas, sean de corte religioso
o no. En esta unidad han de estar fundidas las aspiraciones más humanales.
Sobre esta base ha de buscarse la comunidad y afinidad. Así han de trabajar
cristianos, marxistas y todos aquellos hombres que como Simón Bolívar
y José Martí soñaron con un mundo mejor, justo y donde
el humano sea el elemento más importante.
El ideal humanista no tiene que ser sinónimo de antropocentrismo. La
gran variedad de concepciones que existen acerca del humanismo conduce a una
idea: el humanismo debe ser repensado (14) porque el mundo cambia y las tareas
y metas también. El mundo actual conduce a pensar en problemas que atentan
contra el hombre: la guerra, los desmanes de la ciencia y la tecnología
con sus implicaciones ecológicas, entre otros aspectos. En la actualidad
ocuparse del humano es preocuparse, además, y sobre todo, por la naturaleza.
Sin ella o con ella dañada, las esperanzas, ideales y sueños de
los humanos son quimeras que terminarán en plañidos.
El humanismo en el siglo XXI no puede asemejarse al humanismo renacentista
en cuanto a la búsqueda de soluciones en el pasado. Sin que el ayer sea
menospreciado, las soluciones de hoy han de partir de los problemas actuales
y proyectarse superadoramente. El amor es un buen camino, pero no es la única
vía verdaderamente eficiente para alcanzar fines humanistas. La violencia
no puede ser desechada acríticamente. No toda es injustificable.
La búsqueda de soluciones ha de ser de conjunto. La mayoría de
la población ha de realizar un control estricto sobre la realización
y cumplimiento de medidas y tareas. En esta faena no puede tener cabida el sociocentrismo.
El individuo ha de tener espacio para su desarrollo. El individualismo tampoco
puede ser sobrevalorado, porque reduce al ser humano a un algo solitario que
realmente no es. No pocas veces se ha subrayado la naturaleza individualista
y no colectivista del humano. La consideración del humano como ser social
ha sido motivo de divergencias de varios pensadores con los marxistas (15).
El humano en su entorno comunitario es cada vez más atractivo a investigaciones.
La comunidad es de vital importancia para todo niño y niña, hombre
y mujer.
Los hombres y mujeres han de pretender la conversión de su comunidad
en un lugar fraterno. Soñar no es difícil. La realización
es la gran obra compleja. Pero sin sueños no hay realización.
Pensar en la labor comunitaria humana puede parecerle a algunos un disparate
o cuando menos una creencia fantasiosa. La historia está llena en gran
medida de otroras locuras, fantasías y herejías.
En la comunidad, la escuela ha de ser el centro por excelencia de debates,
reflexiones y medidas humanistas. Como dice un autor argentino, el ser humano
por naturaleza es pobre, débil, limitado físicamente y para rebasar
esas limitaciones y crear una vida mejor tiene que trabajar duramente, ahorrar
e invertir (16), pero en colectividad.
El humanismo como valor incluye normas humanas generales que contribuyen a
fortalecer e integrar la comunidad en cualquiera de sus grados de manifestación
y magnitud. Es el humanismo el curso humanizador en tanto victoria del principio
social sobre lo puramente animal, de lo racional sobre lo instintivo. Pero es
más que otra cosa una eterna utopía. Es una lucha incansable por
el desenvolvimiento libre e integral del hombre.
En la realización del humanismo no basta la labor de las instituciones.
El Estado, los partidos políticos, las organizaciones benéficas,
las distintas iglesias y ante todo la escuela, podrán hacer un trabajo
profundo para desarrollar la conciencia humanista. Pero es cada humano el protagonista
y responsable mayor. La voluntad de cada cual, las aspiraciones, la disposición
de cada uno y de todos en conjunto son decisivas. No obstante, es esperanzador
y necesario un sistema educativo donde el ser humano sea la preocupación
central y el valor supremo (17), donde la importancia del alumno y del profesor
no se disuelva en la excesiva atención al proceso educativo. Lo importante
es la educación del humano, no la educación en sí como
algo objetivo.
El humanismo como valor está integrado a la cultura, a las diversas
formas de existencia del humano y a sus múltiples necesidades. De tal
modo se estructura como componente de una axiología de la acción
que va a la raíz humanal existente en la interioridad de los humanos
y en las relaciones sociales donde se desarrolla
El humanismo es un valor que contiene un ideal de racionalidad. Compendia en
síntesis conocimientos, emociones y actividad humana. Encarna un cuerpo
cultural de entraña política. La ascensión humanal es progreso
socio-cultural propiciado por la política. La política propensa
al humanismo es la que conduce a la cultura humanista: realización de
todo a favor del humano.
No importa el nombre de la sociedad donde se logre la cultura humanista. Sólo
será significativo esperar el día en que nadie necesite hablar
del humanismo. Entonces la axiología de la acción habrá
dado su fruto perfecto.
En la realidad es donde el humanismo se concreta y se despliega como valor,
como devenir cultural, donde el humano es el artífice y benefactor. Las
relaciones sociales son la manifestación por excelencia. De ahí
su mayor connotación ética. El humanismo se concreta en las acciones
del humano, estas constituyen su medida, su parámetro cualificador y
el conducto por el cual permea toda dimensión cultural.
En la realidad y en las relaciones sociales el humanismo se torna valor estético,
no sólo en lo aparencial. La intimidad humana es bella según las
acciones. Decía José Martí: "Mira a una mujer generosa:
hasta vieja es bonita, y niña siempre."(18)
Las mujeres y los hombres se forman esencialmente como sujeto de talla humanística
con el desarrollo de su capacidad racional, emocional y creativa en función
de los restantes humanos. El deber, el amor, la responsabilidad, la honradez,
la belleza y otros valores son tributarios del humanismo. Pero para que ello
fructifique es imprescindible una cultura de los valores y del humanismo ante
todo. Es discursar y actuar a partir de los seres humanos y de la actividad
humana como elemento de la cultura. Así brota lo bello, lo lógico,
lo político, lo jurídico, entre otros, como algo natural e integrado
en un solo valor.
Una cultura que propicia y sostiene la libertad es la base del valor mayor:
el humanismo. Pero no una libertad abstracta, ni individualista, sino social
y para todos por igual. Lo cual no significa excesos incorregibles, sobre todo
los que dañen la esencia cultural de un pueblo.
Con el humanismo, la axiología se inserta en una concepción cultural
concreta que fija la obra humana en tiempo y espacio y la entroniza holgadamente
en un proyecto emancipador de amplias y legítimas pretensiones.
El humanismo como valor fundamental destaca como componente suyo de alta estima,
la lucha contra la violencia devastadora y antihumana. Renglón aparte
ocupa la violencia revolucionaria imprescindible para erradicar tiranías,
dictaduras sangrientas y estructuras sociales engendradoras de desigualdades
sociales abismales y de explotación de otros hombres para apropiarse
de ellos como si fueran un objeto más.
La médula espinal del humanismo como valor radica en el reconocimiento
del humano como lo más importante dentro de todo lo más significativo,
como el valor supremo. Su manifestación está en la progresiva
preocupación del individuo por la sociedad y de ésta por el primero.
Entre ambos ha de existir una perdurable armonía. El principio supremo
del humanismo es, y ha de ser, en todo momento: el beneficio de cada miembro
de la sociedad y de toda ella en su conjunto, independientemente del sexo, la
edad o cualquier particularidad.
Vivir en un mundo donde se pueden compartir las opiniones, las ideas, los conocimientos,
las culturas, los modos de ser, es un modo factible para conocer al ser humano
concreto, sus deseos, caprichos, anhelos, ideales (19). El humanismo como valor
representa un modo de vida. Sus características medulares son la tolerancia,
el reconocimiento al derecho del otro, la solidaridad, la apertura al diálogo.
En la comunicación y con el conocimiento de esas particularidades puede
realizarse la concreción de cada individuo y de la sociedad en general.
La incomunicación perjudica al humanismo.
Desarrollar una teoría acerca del humanismo como valor no es una tarea
de extrema complicación. Aunque tal afirmación no significa negación
del tiempo y del esfuerzo mental que requiere. El resultado racional enaltecedor
es fruto del sacrificio. La pujanza suele venir acompañada del dolor.
Mas lo verdaderamente escabroso es lograr la realización de un modo de
vida donde el humanismo sea el primer valor en la jerarquía. Si difícil
de lograr resulta la convivencia humanista cotidiana entre vecinos y entre compañeros
de estudio y trabajo, aún es más compleja su realización
en los niveles de la práctica política oficial. No todos los gobiernos
toman mediadas a favor de los humanos. Son menos los que las toman en beneficio
de la generalidad. Este despliegue exige acción mancomunada, donde prevalezca
la conjugación de sentimientos y razón. Los conocimientos han
de fundirse en beneficio de los humanos.
El conocimiento y realización del humanismo está influido por
el contenido no sólo de las disciplinas denominadas humanidades: filosofía,
historia, arte, literatura, entre otras. Las ciencias particulares, como la
matemática, la física o la química, contribuyen a la realización
del humanismo y están enlazadas a él. El humanismo fundamenta
y cala los restantes valores. La ciencia se desarrolla no sólo por encontrar
conocimientos nuevos, sino para prolongar la vida humana y hacerla cada vez
más confortable. No siempre esa esencia humanista prevalece y el envilecimiento
y mercantilización de científicos conducen a efectos inversos
al humanismo.
En la filosofía marxista está presente lo mejor de cualquier
tipo de humanismo: su esencia desalienadora y la consideración del hombre
como fin de las más variadas proposiciones, siempre enaltecedoras. Pero
el marxismo es superior. Su superioridad está dada, entre otros aspectos,
por la concepción de la actividad práctica como vía de
concreción de toda aspiración humanista.
Ser marxista no es sinónimo de militancia en algún partido comunista
o socialista. Aunque sí significa posición política de
izquierda y coincidencia con las tesis medulares marxistas como: la concepción
dialéctico-materialista de la historia, la lucha contra el capitalismo,
la transformación radical de la sociedad en beneficio de los trabajadores
entre otros aspectos también significativos como la justa distribución
de la riqueza social.
El remache de las aspiraciones marxistas es la sociedad comunista: humanista
por excelencia. A ella se habrá llegado "cuando haya desaparecido
la subordinación esclavizadora de los individuos a la división
del trabajo, y con ella, la oposición entre el trabajo intelectual y
el manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera
necesidad vital, cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos,
crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales
de la riqueza colectiva (...)" (20).
Las propuestas humanistas marxistas pueden armonizar con otras propias de cada
país, región o cultura. En América Latina así ha
ocurrido, donde existe una marcada tradición humanista. En Cuba durante
el siglo XX se articula con el ideario martiano: síntesis de las ideas
revolucionarias y humanistas enarboladas por varios próceres y pensadores,
como Félix Varela, José de la Luz y Caballero y Enrique José
Varona. En esta articulación los humanistas marxistas cubanos tienen
el deber de realizar el humanismo, tarea interminable y encaminar la cultura
a un nivel superior, donde sea verdaderamente humana. Esta es tarea de los trabajadores
guiados por el marxismo.
El pensamiento marxista cubano es materialista y esencialmente humanista, no
del modo vulgar, ni enemigo de la espiritualidad como caracteriza a todo humanismo
materialista el autor mencionado al inicio de este artículo.
En el presente trabajo solamente son estudiados algunos de los representantes
cimeros de este pensamiento marxista cubano: Carlos Baliño, Julio Antonio
Mella, Rubén Martínez Villena, Juan Marinello Vidaurreta, Raúl
Roa García, Carlos Rafael Rodríguez y Blas Roca Calderío.
El límite histórico seleccionado es la primera mitad del siglo
XX.
El humanismo en el pensamiento marxista cubano se erige como valor básico
y universal. Esta característica está dada por ser contendiente
de una gran cantidad de valores entre los cuales sobresalen los éticos
y los políticos. La ética y la política aparecen integrados
casi hasta la identificación. En ello incide que se funden entre sí
varias facetas de la conducta humana. La causa está en gran medida en
que el pensamiento marxista cubano se encamina a la acción, a la transformación
social radical del hombre y sus relaciones a fin de crear una cultura verdaderamente
humanista, abierta al mundo y resistente a la pérdida de su identidad,
o sea, una cultura de resistencia esencialmente antimperialista(21).
Entre el humanismo como valor y los restantes valores, sobre todo los éticos,
existe una entrañable compenetración.
Los valores en el pensamiento marxista cubano muestran una marcada connotación
humanista, en tanto se levantan como raseros y paradigmas de la conducta humana.
Brotan de la cultura y se integran en ella como sólido haz, donde están
conjugados sentimientos, razón, ser y deber ser.
El humanismo en el pensamiento marxista cubano aparece apoyado y entronizado
en la cultura y la historia. Tiene el objetivo de lograr relaciones humanas
superiores y capaces de perfeccionar al humano constantemente. Tiene en la moral
un instrumento para su realización. La igualdad es principio medular.
Los valores con marcada carga humanista más significativos en el pensamiento
marxista cubano durante la primera mitad del siglo XX son: la justicia social,
la dignidad, la responsabilidad, la honradez, el patriotismo, el latinoamericanismo
y el antimperialismo. Aparecen también, pero no con tanta reiteración
otros valores, como: la abnegación, la bondad, la belleza, la tolerancia,
la sencillez, el coraje y el decoro. Con todos ellos la meta es la desalienación
y perfeccionamiento humanos.
Los marxistas cubanos no sólo tienen los valores éticos como
rasero y fuerza propulsora, sino como parte de su conducta diaria. Esta que
puede ser resumida con unas palabras de Fidel Castro: "tuvimos nuestros
primeros contactos con los comunistas cuando éramos estudiantes universitarios.
Y aquella actitud, aquella abnegación, aquel ejemplo que daban en todas
partes los comunistas nos impresionaba profundamente y contribuía a crear
un clima de prestigio y de influencia para el Partido Comunista"(22).
La justicia social. Este valor concentra en sí la aspiración
de igualdad, equidad y cordialidad apoyada en una paz fecunda. Recoge la relación
igualitaria entre los humanos en las leyes, la política y todas las manifestaciones
de la vida humana a partir de la igualdad con respecto a los medios de producción
y de su posesión colectiva.
La justicia social constituye el aspecto fundamental del ideal social marxista
cubano. Desde muy temprano queda sentado el mandato de no olvidarla nunca e
inspirar al humano a conquistarla. Se tiene como fundamento de la unidad de
una América Latina libre y como medio para eliminar las tristezas, dificultades
y pesares humanales. (23)
La sociedad socialista es tenida como la única donde se moralizan las
ideas y costumbres. En ella es donde junto al mejoramiento de las condiciones
de vida y de trabajo y a la eliminación de la pobreza como fuente de
vicios, se obtiene como resultado la justicia social. Se afirma que no volverá
a haber paz, ni tranquilidad hasta que no haya trabajo para todos y se establezca
la justicia socia.
Acorde con la pretensión de justicia social, es un fin importante el
logro de la igualdad entre las razas. El problema racial es comprendido como
una injusticia y un modo de alienación. La lucha contra esta discriminación
incluye la aprobación de las características de los humanos de
otras razas. El respeto a sus manifestaciones artísticas y costumbres
es muestra elemental de la aceptación del derecho a vivir de los humanos
de otro color de pies. Con ello el humanismo como valor básico y universal
se enlaza dialécticamente a la pretensión de crear una cultura
humanista, que en Cuba tiene posibilidades de mayor riqueza por ser mestiza.
La dignidad humanal, como valor de fuerte carga ética, es comprendida
ante todo como el derecho del humano a la conservación de su integridad
individual y al respeto que merece por el simple hecho de ser humano. Es incompatible
con cualquier acto de degradación o discriminación humanas. Estos
hechos inhumanos han de ser repudiados por todo aquel que posea sensibilidad.
El logro de la dignidad humanal es un objetivo de los marxistas cubanos. Ella
será realizada en una sociedad "sin explotadores ni explotados,
en que no haya un humano que se humille delante de otro"(24). Los jóvenes
son llamados a conquistarla con sus fuerzas mozas puestas de cara al porvenir
y se recalca que: "Juventud que permanece insensible ante los que pisotean
la dignidad humana, es vejez prematura."(25)
No pocas veces la dignidad es entendida como el respeto a sí mismo.
Así ocurre cuando en 1925 se convoca a todo humano digno a no participar
en la manifestación de agradecimiento a los Estados Unidos por la devolución
de la Isla de Pinos, ya que ese país sólo había hecho lo
que tenía que hacer. También sucede de un modo similar al ser
destacada la obra del músico mexicano Silvestre Revueltas y su búsqueda
constante de la calidad, pues entendió siempre "la tarea artística
con la más exigente dignidad" (26). La obra humanal es tenida como
de mayor calidad y méritos cuando ha estado presente la dignidad y limpieza
moral de su creador.
La responsabilidad. Este valor aparece de modo implícito en la mayoría
de las obras de los pensadores estudiados en esta ocasión. Es entendida
como la capacidad humanal de pensar antes de actuar y de responder con el cumplimiento
consciente de las tareas, metas y exigencias del momento. Es una obligación
moral. Es la suficiencia de cada cual de valorar su conducta desde el punto
de vista del beneficio o perjuicio para la sociedad, de la correspondencia o
no con las normas sociales, de la toma de conciencia del deber y su realización.
Como aspecto significativo del humanismo en el pensamiento marxista cubano,
la responsabilidad se despliega en la actividad humanal y mediante ella. No
es concebida solamente como una acción racional. En ella se produce la
simbiosis del intelecto y los sentimientos, con los cuales una vez más
se unen lo individual y lo social. Aparece relacionada al momento presente,
a la necesidad histórica. El humano, si es revolucionario, ha de acatar
responsablemente la exigencia del momento; si se amilana es que no ha comprendido
su responsabilidad. De ésta no basta conocerla, sino comprenderla y actuar
en correspondencia con ella.
En cuanto a la solución de la necesidad histórica de transformar
la sociedad, la responsabilidad es vista unida al deber. Ambos se aprecian a
través del lente clasista, por lo que recaen sobre los humanos obreros
junto a todos los de avanzada.
El estudio de la situación social del país es marco para el pedido
de depurar la responsabilidad de los males que sufre el pueblo cubano y sancionar
a los culpables. El responsable de realizar esa tarea revolucionaria es el propio
pueblo. Para ello se pide una definición política asumida responsablemente:
a favor o en contra del pueblo. La primera opción encamina a los humanos
a convertir su cultura en escenario emancipador humanal. En ese lado caben los
intelectuales capaces de entregar una obra de altos quilates, concebida para
perfeccionar al humano y escoltada por la limpieza moral. Con esas características
fueron nombradas varias figuras, entre ellas, Manuel Navarro Luna, César
Vallejo y Fernando de los Ríos.
Frecuentemente la responsabilidad aparece relacionada con el humano intelectual
por sus mayores posibilidades para captar las exigencias del momento y por su
preparación para conducir la transformación social. Ello no presupone
abandono de la obra creadora, sino su empleo para calar la sociedad y con ello
reflejar a los humanos y enriquecerlos espiritualmente. Especial llamado recibe
el poeta, quien con su palabra tiene la libertad de adentrarse en la vida social
o de alejarse de ella. Se le recuerda que "la responsabilidad, como siempre,
se acrece con la libertad" (27), con las cuales ha de asumir el mandato
de su tiempo de crear una poesía cada vez de mayor calidad y capaz de
impulsar al humano a acciones revolucionarias y humanistas.
La universidad, como institución generadora de nuevos profesionales,
concentra en sí responsabilidad en cuanto al futuro de la patria. Esta
misión suya propicia amplias reflexiones. Desde inicios de los años
20 se comienza a exigir su transformación a fin de propiciar la graduación
de intelectuales defensores de la patria, la justicia social y los obreros.
Los futuros egresados son designados responsables de la difusión de los
problemas de su país y de que las amplias masas tomen conciencia de las
exigencias sociales.
El pedido de formar estudiantes responsables está presente entre los
marxistas cubanos. El medio considerado como idóneo es el activismo clasista.
Mediante él son desarrolladas sus posibilidades y se despierta su sensibilidad.
Por consiguiente, queda establecida una correlación entre la participación,
el compromiso y la responsabilidad. En todo este proceso es decisiva la concienciación
del porqué de la acción realizada.
La honradez. Este valor aparece vinculado a la sinceridad y resistencia frente
a los vicios, corrupción y sobornos. Está presente en estrecha
relación con la lucha revolucionaria y las acciones justas, por cuanto
en una sociedad corrupta todo humano honrado deviene revolucionario, tal y como
todo revolucionario ha de tener la honradez entre sus valores. La referencia
a ella aparece con mayor frecuencia al señalar su presencia en algún
humano que es paradigmático por haberse entregado al beneficio y superación
de la humanidad. Largo es el listado que conforman los pensadores marxistas
cubanos. En él están Rafael Trejo, José Giral, Lázaro
Peña, (28) entre otros.
El hecho de enarbolar la honradez como un valor-meta posee una extraordinaria
significación superadora. La importancia crece en la sociedad cubana
de entonces donde pululaban la corrupción y la inmoralidad en la mayoría
de las dependencias oficiales, donde el robo y el contrabando estaban organizados
y era algo común el despilfarro del dinero del pueblo.
El patriotismo. Este valor es entendido como la disposición del humano
para contribuir con el bienestar y defensa de la patria y de cada uno de sus
elementos por separado, es decir, sus habitantes, cultura, naturaleza. Su solidez
está en la "firme e inquebrantable decisión de sacar a Cuba
de la opresión económica y política en que vive, para que
sea libre y soberana, gobernada por los cubanos, reparando hasta la última
injusticia (...)"(29).
Los conocimientos de la historia y la cultura patrias son entendidos como un
medio eficaz para transformar el patriotismo de un amor instintivo en uno plenamente
consciente. Esa simbiosis de sentimiento y razón es revertida en orgullo
por la patria con sus símbolos, héroes, costumbres. Simultáneamente
el patriotismo se concibe como la compatibilidad entre el querer a lo propio
y la fraternidad con los pueblos del mundo. De tal modo, el patriotismo y el
internacionalismo se complementan.
El antimperialismo. Este valor es entendido como la repulsión a la injerencia
y hegemonía imperialistas, sobre todo norteamericanas, las cuales son
causa de muchos de los graves problemas del humano, no sólo cubano.
Quien se caracteriza por ser antimperialista, es altamente admirado. Los marxistas
cubanos mencionan a una gran cantidad de hombres poseedores de este valor. Una
muestra son Enrique José Varona, de quien se subraya su opinión
contraria a lo que afectara a Cuba y su oposición al entreguismo de los
gobernantes, y Pablo de la Torriente-Brau, quien, como muchos estudiantes de
la universidad de La Habana a inicios de los años 30, se enfrentó
frontalmente a la tiranía machadista y al imperialismo norteamericano.
En esa lista están asimismo humanos de otras latitudes, como Mohandas
K. Gandhi y su lucha contra la opresión imperialista británica
a su país.
El carácter antihumano de la penetración norteamericana es condenado.
Su antihumanismo es apreciado en el apoyo a los gobiernos reaccionarios y violentos,
que empeoran las condiciones de vida y trabajo de las masas populares y someten
a pueblos enteros a una brutal explotación, en la cual intervienen las
propias fuerzas imperialistas.
El antimperialismo aparece vinculado al patriotismo. El vínculo está
sobre la base de la preocupación ante la tendencia llevada por las fuerzas
entreguistas de convertir a Cuba en colonia de los Estados Unidos. Se comprende
que un nuevo coloniaje significaría la destrucción total de todos
los rasgos de su cultura.
Como constante defensa de la patria, (de sus humanos y cultura), el antimperialismo
aparece asociado a la intención de disminuir la egresión de profesionales
cubanos en universidades norteamericanas. Este valor se muestra asimismo en
la lucha por reducir la circulación en Cuba de periódicos de los
Estados Unidos editados en español. La reducción de los diarios
de debe a que mostraban deformadamente la vida de los pueblos latinoamericanos.
A ellos mismos los imperialistas norteamericanos pretendían reblandecer
hasta lograr de ellos una aceptación mansa del poder yanqui (30).
El antimperialismo es la lucha contra la penetración norteamericana.
Esta y la monoproducción son los dos mayores problemas que afectaban
a Cuba durante la etapa neocolonial. A la creciente penetración imperialista
yanqui es asociada la explotación a los obreros y campesinos. Los marxistas
cubanos subrayan su lucha de ellos como coincidente con la necesidad histórica
del país. La coincidencia está dada en la aspiración de
lograr la total independencia de la patria y crear una sociedad sin explotación
social. El desarrollo de la conciencia antimperialista es recalcado como una
tarea decisiva.
Una manifestación de antimperialismo altamente reconocida en el pensamiento
marxista cubano desde su surgimiento y hasta mediados del siglo XX, es la condena
al creciente traspaso a manos extranjeras de la industria azucarera. Esta actividad
industrial es entonces el principal renglón económico cubano.
Es manifiesto el repudio a las presiones norteamericanas sobre el gobierno cubano
mediante el incremento o disminución de las cuotas azucareras. Con respecto
a esta esfera productiva es señalado como elemento negativo que el personal
profesional existente entonces en Cuba es primordialmente norteamericano o formado
en el país norteño. Al mismo tiempo, está presente el rechazo
al comercio desigual.
En el pensamiento objeto de estudio el antimperialismo como valor de profundo
raigambre popular no aparece limitado a la defensa de Cuba. Su extensión
alcanza la solidaridad con el propio pueblo norteamericano. Una muestra de ello
es que a principios de siglo Carlos Baliño denuncia el trabajo antihumano
de 11 a 15 horas en las plantaciones de remolacha. En esos lugares participaban
niñas y niños de 6 a 10 años de edad y madres con bebitos
en los brazos. La denuncia recoge asimismo el hacinamiento. En esos albergues
miserables cercanos a las plantaciones vivían familias enteras (31).
El antimperialismo como valor movilizador de amplia connotación está
relacionado con la defensa de América Latina. Es destacado que el imperialismo
yanqui nunca ha respondido a los intereses latinoamericanos. Un ejemplo es la
afirmación de que la política de los gobernantes de los Estados
Unidos es una amenaza para América Latina, pues con buenas o malas formas,
la garra imperialista oprimiría igualmente.
El latinoamericanismo. Es amor, respeto y dedicación por América
Latina. Todo ello en su conjunto constituye un valor cualificador de los humanos
mediante sus aspiraciones con respecto a los pueblos hermanados por la historia
y la cultura. Aparece diseminado en todo el pensamiento objeto de estudio. Constituye
la complementación del antimperialismo y una conjugación creadora
de patriotismo e internacionalismo. Ser catalogado de latinoamericanista significa
ser poseedor de un espíritu defensor de América Latina, de su
historia, cultura, independencia, progreso. Es destacado que sólo de
la victoria frente al imperialismo pueden salir gobiernos legítimos y
populares, que han de eliminar los vestigios feudales, lograr una verdadera
democracia popular y consolidar la solidaridad latinoamericana.
El latinoamericanismo es un llamado constante a la unidad latinoamericana para
defender su integridad y para lograr, consolidar y conservar una nueva sociedad
verdaderamente humana. Los humanos, cuyo ideal es alcanzar esta unidad, son
ubicados en un alto sitial, como ocurre con Manuel Sanguily y otros más.
Aparece la confianza en el logro de la total unidad latinoamericana en el futuro.
Las características propias de cada pueblo le imprimen autenticidad a
la obra. Del humano artista es estimada altamente su capacidad de calar en las
intimidades humanales. De ellos se destacan sus posibilidades de traducir los
lamentos y esperanzas, sobre todo de los humildes. Ello le da a la obra acento
propio e inconfundible. La autenticidad surge de todo lo común a los
latinoamericanos. El humano latinoamericanista recalca lo común. El extranjerista
sólo mira lo diferente.
La belleza. Como valor de connotación estética es fuente de alegría
y placer espiritual. Ella es reconocida en la naturaleza y en la cultura. Los
pensadores marxistas objetos de estudio la destacan como producto de la actividad
humana y la observan en las obras nobles y ennoblecedoras. Entre esos tipos
de obras ubican la lucha revolucionaria y la búsqueda constante de la
superación del humano. Encuentran la belleza asimismo en la conducta
de quien entrega todo de sí en aras del beneficio y mejoramiento humanos.
Como ejemplo de ese tipo de hombres aparece Pablo de la Torriente-Brau, cuya
actitud y obra en la defensa contra el fascismo en España es calificada
como que "jamás de modo tan bello y tan perfecto fue servida una
fe"(32).
El ideal humanista que recorre el pensamiento objeto de estudio es el logro
de un mundo de justicia y belleza, donde el humano pueda dedicarse a lo bello,
lo bueno y lo verdadero, porque tendrá libertad y posibilidad para desarrollar
su individualidad. Basadas ambas en el conocimiento y en la oportunidad de cumplir
ideas e ideales. Se recomienda que la obra encaminada a superar al humano ha
de ser justa y de ennoblecedora belleza, así debe ser la función
de la universidad y todas las instituciones sociales, incluido el Estado. La
estética, la ética y la política se unen.
La patria es el suelo donde se fragua el humanismo. Él, como valor básico
y universal representa la unidad ético-estético-política.
El coraje, la valentía, la bondad, la abnegación son aprobados
como bellos y destacable moralmente si están al servicio de la patria
y demuestran su connotación humanista. Todos ellos revelan su esencia
con la mediación del amor, así como de los sueños y anhelos
que sobre él son tejidos patrióticamente.
A modo de conclusiones: El humanismo como categoría filosófica
puede ser tratado desde varios puntos de vista. Uno de ellos es el relacionado
con los valores en su acepción más amplia y abarcadora.
El humanismo es un valor porque representa una significación socialmente
positiva. Este rasgo se debe a varios aspectos: representa una tendencia a la
satisfacción de las necesidades del humano, por lo cual estimula su actuación
superadora y lo encamina al progreso, no sólo individual, sino social.
Debido a todo ello y a su significación en cuanto a la lucha por la conservación
del ser humano, puede ser un atractivo con marcado carácter preferencial,
lo cual constituye un ideal.
El humanismo posee una significación básica y universal por su
estrecha relación con los diferentes tipos de valores y su ubicación
primaria. No existe valor ajeno a la humanización y a la desalienación.
El estudio del humanismo como valor estimula la toma de conciencia acerca de
su importancia y contribuye a atribuirle la condición de valor de valores.
El devenir y ascensión de la humanidad dependen en grado máximo
de la concienciación del humanismo como valor. Este proceso es imposible
sin la transformación radical de las relaciones sociales, pero ese cambio
por sí solo no conduce a la necesaria concienciación. Ella ha
de ser resultado de un trabajo especial y minuciosamente pensado. La cuestión
clave no está en pensarlo, ni en actualizarlo teóricamente en
correspondencia con los cambios de todo tipo que ocurren. La tarea difícil
es llevarlo a la práctica y ajustarlo a las exigencias de los nuevos
tiempos sin perder su esencia desalienante. Esta debe reforzarse perennemente.
Al humanismo no se puede limitar. Este siempre ha de romper barreras en su
conformación teórica o práctica. A su vez ha de verse como
un todo armónico. El fraccionamiento es fatal para su concepción
y mucho más para su realización mediante normas, leyes o medidas
de cualquier índole. Es importante la toma de conciencia de la significación
del humanismo por parte de cada individuo, así como de su condición
de valor básico y universal. Esta idea aparece implícitamente
en el pensamiento marxista cubano de la primera mitad del siglo XX.
La mayor cantidad de los valores presentes en el pensamiento marxista cubano
son éticos y políticos, aunque también hay una considerable
presencia de estéticos. Todos ellos tienen en común su vínculo
con el modo de comportamiento de hombres y mujeres. Estos tres tipos de valores
se funden en la conducta de los humanos. Su base de desarrollo es la cultura
y el decursar histórico de la patria.
En el pensamiento marxista cubano la condición de valor básico
y universal del humanismo se observa en la marcada connotación humanista
de los valores de otro tipo, fundamentalmente éticos, políticos
y estéticos. Con todos ellos los pensadores marxistas cubanos persiguen
una cultura verdaderamente humana y una historia que sea el camino ascendente
del hombre en la conquista de sus fuerzas, muchas veces desconocidas por él
mismo. Este ascenso incesante es un propósito para desalienar no a individuos
aislados, ni a pequeños grupos de humanos. La desalienación buscada
es para los grandes grupos de mujeres y hombres trabajadores.
El humanismo como valor en el pensamiento marxista cubano es la manifestación del reconocimiento del humano como máximo valor y la aspiración de crear una patria superior no por sus riquezas materiales, importantes también, sino, y ante todo, por la grandeza de sus humanos: mujeres y hombres en igualdad de condición y fraternales relaciones.
REFERENCIAS Y NOTAS
(1) Ver Corliss Lamont. El humanismo como una filosofía, Buenos Aires,
Editorial Claridad, 1956, 260 p., p. 30.
(2) Ver Xavier Cacho. Humanismo y utopía, en El humanismo como inspiración
de valores. Cuaderno de filosofía, no. 18, Universidad Iberoamericana,
México D.F., 1993, p. 11-18; Pablo Guadarrama G. Humanismo y socialismo
en la óptica del pensamiento marxista en América Latina, en Humanismo,
marxismo y postmodernidad, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1998.
(3) Este modo de concebir el humanismo tiene similitud con el criterio de varios
autores. Ver: Nicola Abbagnano. Diccionario de filosofía, La Habana,
Edición Revolucionaria, 1963, p. 629; Pablo Guadarrama G. Humanismo y
autenticidad en el pensamiento latinoamericano, UCLV-INCCA, 1997, p. 20.
(4) Ver José Ramón Fabelo. Práctica, conocimiento y valoración,
La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1989, p. 32, 59.
(5) Ver José R. Fabelo. Formación de valores en las nuevas generaciones
en la Cuba actual. - - p. 35-46. - - Revista Bimestre Cubana, La Habana, No.
3, Julio-diciembre, 1995.
(6) Zaira Rodríguez Ugido. Ciencia y valor. - - p. 13-30. - - En Filosofía
y Ciencia, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1985, p. 29.
(7) Ver María Isabel Domínguez. La formación de valores
en la Cuba de los años 90: un enfoque social. - - p. 28-45. - - En la
formación de valores en las nuevas generaciones. La Habana: Editorial
de Ciencias Sociales, 1996, p. 41. Ver, además, Educación y valores
éticos para la democracia. - - p. 357-412. - - en Educación, valores
y democracia. Madrid, OEI, 1998, 409 p. Ver también Zaira Rodríguerz
Ugido. Ciencia y valor, en Filosofía y ciencia, La Habana, Editorial
de Ciencias Sociales, 1985, p. 15.
(8) Ver Jaume Trilla Bernet. Educación y valores controvertidos, elementos
para un planteamiento normativo sobre la neutralidad en las instituciones educativas.
- - p. 203-233. En Educación, valores y democracia, edic. cit., p. 215.
Ver Milagros Ortiz Zabela. Relaciones empíricas entre personalidad, autoritarismo
y valores, Murcia, Universidad de Murcia, 1985, 116 p., p. 45. Ver, además,
Enciclopedia Microsoft ® Encarta ® 2000. © 1993-1999 Microsoft
Corporation.
(9) Ver Fernando González. Un análisis psicológicos de
los valores: su lugar e importancia en el mundo subjetivo. - - p. 46-57. - -
En La formación de valores en las nuevas generaciones, Editorial de Ciencias
Sociales, 1996, p. 46.
(10) Ver Luís R. López Bombino y otros. Etica Marxista-leninista,
La Habana, MES, s..f., 2 t., t.1, 468 p. P. 209.
(11) Ver Fidel Castro. Discurso en la sesión inaugural de la Cumbre Sur.
Granma, La Habana, 14 de abril del 2000, p. 4.
(12) Ver Pablo Gguadarrama.Humannismo vs. enajenación, más allá
del debate teórico. - - p. 1-13. - - En Humanismo, marxismo y postmodernidad.
La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1998.
(13) Esta idea es de Leopoldo Zea. Fue citada por Rafael Plá en Virtudes
y desaciertos de una fórmula humanística. - - p. 36-45. - - En
Revista Cubana de Ciencias Sociales, No. 16. - - La Habana, ene.-abr. 1988.
(14) Ver Edgar Roig Ramírez. Repensando el humanismo. - - p. 21-24. -
- En revista de Filosofía de Costa Rica, No. 80, 1995, p. 22.
(15) Ver Pablo Guadarrama. Razones de las confluencias y divergencias del pensamiento
latinoamericano con el humanismo socialista. Anuario Hispano-Cubano de Filosofia
http://www filosofia.org/pcero.htm
(16) Ver Alberto Benegas Lynch. La "justicia social" como antíteisis
de la justicia. - - p. 27-37. - - En Contribuciones, No. 3. - - Buenos Aires.
- - jul.-sep. 2000.
(17) Esta es también aspiración de Robaldo C. Daniel, ver de él
Modelo pedagógico humanista. http://www.nalejandria.com/akademeia/humanista/#D
(18) José Martí. A María Mantilla, 2 de feb., de 1895.
Obras Completas, t. 20, p 212.
(19) Ver Ernesto Domínguez. Ciencia y humanismo. - - p. 19 23. - - En
El humanismo como inspiración de valores, México, DF: Universidad
Iberoamericana, 1993.
(20) Marx. Crítica al Programa de Gotha, La Habana, Editorial de Ciencias
Sociales, 1975, p.33. Lenin enfatiza que la humanización total de la
sociedad no se hará de repente por el simple hecho de la expropiación
de los capitalistas. Ver V.I.Lenin, El Estado y la revolución, Obras
Escogidas en 3 t., t. 2, Moscú, Editorial Progreso, 1960, p. 369.
(21) Se comparte el criterio de Roberto Hernández en cuanto a la esencia
antimperialista de la cultura de resistencia en Cuba a partir del siglo XX.
Ver Roberto Hernández Biosca. Violencia cultural vs. cultura de resistencia.
Honda, No. 2, La Habana, 2000, p. 9.
(22) Fidel Castro. Jamás podrá olvidarse el papel de ese Partido
Comunista. Discurso por el cincuenta aniversario del primer Partido Marxista-Leninista
de Cuba, Granma, La Habana, 25 de agosto de 1975, p. 2
(23) Ver Carlos Baliño. Profecía falsa, en Documentos y artículos,
edic. cit., p. 47; Julio A. Mella. Los cazadores de negros resucitan en Santa
Clara, en Documentos y artículos, edic. cit., p. 167; de él mismo,
Hacia la internacional americana, ibídem, p. 212; Rubén Martínez
Villena. Gonfalón, en Poesía y prosa, edic. cit., p. 82, entre
otros.
(24) Carlos Baliño.Verdades socialistas, en Documentos y artículos,
edic. cit., p. 125.
(25) Raúl Roa. Aún es tiempo, en Retorno a la alborada, edic.
cit., p. 298.
(26) Juan Marinello. Discurso a los escritores venezolanos, en Ensayos, edic.
cit., p. 144. Ver también, Julio A. Mella. A los estudiantes y hombres
libres, en Documentos y artículos, edic. cit., p. 171.
(27) Juan Marinello. Hazaña y triunfo americano de Nicolás Guillén,
en Ensayos, edic. cit., p. 81. Ver también, de él mismo: Discurso
en la plática de La Habana, en Cuba: cultura, edic. cit., p. 229. Ver,
además, Carlos R. Rodríguez. En el aniversario de Rubén
Martínez Villena, en Letra con filo, edic. cit., t. 3, p. 322.
(28) Ver Julio A. Mella. Por la creación de revolucionarios profesionales,
en Documentos y artículos, edic. cit., p. 266 y La lucha revolucionaria
contra el imperialismo, ibídem, p. 364. Ver de Raúl Roa. Rafael
Trejo y el 30 de septiembre, en Retorno a la alborada, edic. cit., p. 9 y Los
diez días que conmovieron a Franco, en Bohemia, No. 42, La Habana, 1943,
p. 329. Ver de Blas Roca. Lázaro Peña, líder obrero; en
Mediodía, No. 70, La Habana, 1938, p. 6.
(29) Blas Roca. A Carlos Mendieta, 23 de noviembre de 1935, Archivo Nacional,
Legajo 5, No. 63. Ver de él mismo: El problema de los colonos, en La
Palabra, La Habana, 29 de enero de 1935, p. 3. Ver de R. Martínez Villena.
Gonfalón, en Poesía y prosa, edic. cit., p. 83.
(30) Ver de Carlos R. Rodríguez. El tesoro de nuestras tradiciones ideológicas,
en Letra con filo, edic. cit., t. 3, p. 465.
(31) Ver Carlos Baliño. El nuevo negro americano, en Documentos y artículos,
edic. cit., p. 179.
(32) Juan Marinello. Letra y sangre en Pablo, en Cuba: cultura, edic. cit.,
p. 535.
Freddy Varona Domínguez. Instituto Superior Pedagógico de Holguín
![]() |
||
![]() |
||
principal | economía | política | pensamiento | marx siglo XXI | debates | eventos | institucional | enlaces |