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Marx,
de la mitología al paradigma científico |
Eduardo Núñez
“El Sol es nuevo cada día” (Heráclito)
“El universo sólo está formado por átomos
y vacío” (Demócrito)
El primer gran cambio de paradigma, la búsqueda del logos
Hace 2600 años Tales, natural de Mileto, una ciudad que
actualmente pertenecería a Turquía, afirmó:
“Todas las cosas son agua”(Isaac Asimov, Grandes ideas
de la ciencia, Alianza Editorial, Madrid, 2001). Hoy, basta el acervo
de la Química moderna iniciada por Lavoisier a la luz del
atomismo de Leucipo (?-450 aC) y Demócrito (470-380 aC) para
saber que esta afirmación era falsa. La materia del universo
es una combinación de los elementos, átomos de diferente
tipo, de la tabla periódica de Mendeleiev. En particular,
el agua (H2O) es una molécula formada por dos elementos de
los 108 existentes, dos átomos de hidrógeno (H) y
uno de oxígeno (O). Ninguno de los otros elementos (He, Au,
etc.) es, en consecuencia, agua. No obstante, la afirmación
de Tales era una de las primeras hipótesis científicas
de la historia y, por tanto, llevaba implícita una gran revolución
para la historia del pensamiento humano, implicaba el inicio de
un cambio de paradigma, en el sentido de Thomas S. Kuhn, de un cambio
drástico en la concepción del mundo dominante hasta
entonces. Si hasta aquel momento los seres humanos explicaban la
fenomenología de la naturaleza mediante la acción
caprichosa de seres divinos de diversa índole, mediante la
mitología, ahora se pasaba a entenderla mediante la formulación
de hipótesis y la postulación de leyes inherentes
a la naturaleza. Tales de Mileto, en resumen, personificó
el inicio del tránsito de una concepción mítica
y religiosa a una concepción científica y filosófica
del mundo.
Sucesivos cambios paradigmáticos y fundamento de toda ciencia
Desde Tales de Mileto hasta nuestros días, tal y como indicara
Kuhn, la historia de la ciencia ha evolucionado a saltos entre cambios
paradigmáticos sucesivos. Por ejemplo, en lo que a la física
concierne, se pasó de la ciencia teorética griega
que encontró su refugio en el medievalismo religioso a la
ciencia renacentista iniciada con el giro copernicano y culminada
con la experimentación de Galileo y la unificación
del universo -realizada por Isaac Newton- bajo un único conjunto
de leyes, de la mecánica y el electromagnetismo clásicos
a la Física Cuántica (1900), la Relatividad especial
y general (1905, 1915) y los Sistemas Dinámicos Complejos.
No es la intención de este artículo abordar de forma
profunda y sistemática los sucesivos cambios paradigmáticos
en cada una de las ciencias, entre otras cosas, porque sería
algo completamente ingenuo e imposible. No obstante, sí es
conveniente para el objetivo que persigue este artículo exponer
como mínimo que, primero, toda ciencia, a pesar de su categoría
histórica, ha venido operando dentro de la nueva concepción
introducida por Tales de Mileto y que, segundo, la propia evolución
del conocimiento científico ha establecido como denominador
común y como fundamento de toda ciencia los siguientes puntos:
1) Una ciencia es un sistema de conceptos (fuerza, energía,
entropía, valor, vector, etc.) que conforma una unidad
coherente.
2) Este sistema se alza sobre leyes obtenidas por inducción
(ley de la gravitación universal, ley de la conservación
de la energía, ley del aumento de entropía, ley
del valor, etc.) capaces de describir lo esencial del desarrollo
propio del objeto de estudio.
3) Este sistema da con las relaciones causa-efecto propias del
objeto de estudio en el espacio-tiempo y, por tanto, dispone de
cierta capacidad de previsión.
4) El sistema dispone de sus propias técnicas de experimentación
y método de investigación hipotético-deductivo
más o menos matematizable.
Denominaremos test científico al conjunto formado por el
giro epistemológico de Tales de Mileto y los cuatro puntos
fundamentales indicados.
No cabe decir que este test científico es una función
que depende del tiempo y, en consecuencia, sus presupuestos son
una realidad en cambio ligada al momento histórico-concreto.
En definitiva, que toda ciencia -tal y como indicara Gramsci y posteriormente
demostrara Kuhn en su obra “La estructura de la revoluciones
científicas”- es parte de la ideología correspondiente
a una determinada fase histórica o, lo que es lo mismo, a
una formación socioeconómica concreta.
Principales conceptos y leyes en el socialismo de Marx
1) El ser, lo que existe, es materia. El materialismo de Marx implica
el reconocimiento de la existencia de la materia independientemente
de la conciencia, como realidad objetiva, así como la asunción
de una determinada relación entre ser y conciencia, materia
y pensamiento, que se resumirá en la célebre frase
“No es la conciencia la que determina el ser social sino el
ser social el que determina la conciencia”(Carlos Marx, Introducción
a la crítica de la economía política, Obras
escogidas, Tomo III, Ed. Progreso, Moscú 1981). El pensamiento,
por tanto, es consecuencia directa de la organización compleja
de la materia en su dimensión biológica (cerebro)
y social (ser social, formación socioeconómica).
La relación entre estructura (base económica, fuerzas
de producción, relaciones sociales de producción,
condiciones materiales de existencia, etc.) y superestructura (ideología,
moral, valores, leyes, ciencia, etc.), en vista de la concepción
materialista descrita en el párrafo anterior, es que la superestructura
es reflejo de la estructura, la ideología es consecuencia
de la organización material histórico-concreta o,
lo que es lo mismo, de las relaciones sociales de producción.
De aquí la importancia del estudio de la economía
política.
Marx ve en el materialismo la culminación de una concepción
científica integral y completa del mundo y, por tanto, la
forma definitiva de liberar a la humanidad de los vestigios de la
concepción mítica y religiosa que el idealismo ha
arrastrado consigo a través de los tiempos, desde la prehistoria
hasta nuestros días. Marx finaliza, en definitiva, el giro
iniciado por Tales de Mileto, saca el pensamiento humano de su fase
primitiva y, por este mismo motivo, es “intransigente con
toda superstición, con toda reacción y con toda defensa
de la opresión burguesa”(V.I. Lenin, Tres fuentes y
tres partes integrantes del marxismo, Obras completas, Tomo XIX,
Ed. en lenguas extranjeras, Pekín 1980).
2) Las leyes de la dialéctica (leyes del movimiento) son
ontológicas, inherentes al ser. Dónde Hegel ve una
dialéctica del espíritu, Marx verá una dialéctica
objetiva de la naturaleza en general y de las sociedades humanas,
de la historia, en particular.
a) El ser, esto es la materia, está en perpetuo desarrollo,
en cambio incesante. Por tanto, no hay nada definitivo, absoluto
o sagrado. Un día el sol se apagará, la vida es efímera
y lleva aparejada la muerte, etc. Las formaciones socioeconómicas
en general y el régimen capitalista de producción
en particular, como subsistemas del ser total, están marcados
con fecha de caducidad desde sus orígenes.
b) Las diferentes partes (procesos) del ser conforman un todo unido
e interrelacionado. No se pueden aislar los procesos entre sí,
todo está relacionado con todo, los procesos se concatenan
y se relacionan entre sí indefinidamente. “El todo
es lo verdadero” (Hegel). El movimiento de la Luna no puede
entenderse fuera del sistema planetario. En la medida que el ser
humano lucha por su existencia deviene un ser plástico, una
realidad en cambio permanente, es producto del entorno y sus circunstancias,
de cómo y qué produce, pero a la vez tiene la capacidad
de modificar ese entorno y esas circunstancias, el modo de producción,
y por tanto, se hace a si mismo. Existe una autogénesis del
hombre como proceso. La conquista de la libertad, saber determinar
las necesidades propias, pasa irremediablemente por la praxis consciente,
por liberar el trabajo, por una hacerse a si mismo conscientemente,
por una toma de conciencia del curso histórico, por una fusión
entre filosofía y praxis.
c) La dialéctica, el movimiento, tiene como demiurgo, como
principio activo del cambio, la contradicción. La contradicción
fundamental que origina el paso de unas formaciones socioeconómicas
a otras es la existente entre relaciones sociales de producción
y fuerzas de producción, esto es, lejos de los preceptos
economicistas con que se ataca usualmente a Marx, la lucha de clases
como motor de la historia. En el caso concreto del régimen
capitalista de producción esta contradicción se manifiesta
en forma de antagonismo entre el proletariado y la burguesía,
antagonismo que es fiel reflejo del ser social, de la formación
socioeconómica capitalista que encuentra su ley fundamental
en la teoría de la plusvalía descubierta por Marx.
d) Los diferentes procesos que conforman el ser evolucionan cuantitativamente
pero llegados a una determinada fase de desarrollo ocurren saltos
cualitativos (saltos dialécticos), cambios de estado, cambios
drásticos en el proceso, movimiento caótico o saltos
cuánticos empleando las terminologías de la física
moderna. Al calentar el agua gradualmente, llegados a los 100 ºC,
ésta pasa de estado líquido a gaseoso. En el plano
social esta dicotomía se expresa en términos de reforma,
cambio cuantitativo, o revolución, cambio cualitativo. Las
revoluciones históricamente abren el camino a nuevas formaciones
socioeconómicas.
Los puntos 1) y 2) conforman el método de investigación
del materialismo dialéctico que en su aplicación concreta
al estudio del ser social conforma el llamado materialismo histórico
o socialismo científico.
Marx... ¿pasa el test científico?
La doctrina de Marx supuso un cambio de paradigma, una revolución
científica en el ámbito del conocimiento humano en
general y en las ciencias sociales en particular. Esta nueva concepción
del mundo, tal y como indicara Engels, será puesta a prueba
acorde a la Tesis II de Feuerbach, ”El problema de si al pensamiento
humano se le puede atribuir una verdad objetiva, no es un problema
teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica
donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad
y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento. El litigio
sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento que se aísla
de la práctica, es un problema puramente escolástico”(Carlos
Marx y Federico Engels, Tesis sobre Feuerbach, Obras escogidas,
Tomo I, Ed. Progreso, Moscú 1981), cosa que implica a su
vez que el contenido revolucionario de la obra de Marx, así
como la confirmación de su carácter científico,
es inseparable de la Tesis XI, “Los filósofos no han
hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero
de lo que se trata es de transformarlo”(Carlos Marx y Federico
Engels, Tesis sobre Feuerbach, Obras escogidas, Tomo I, Ed. Progreso,
Moscú 1981), esto es entender el marxismo como guía
para la acción, como filosofía de la praxis.
Hasta el momento ningún revolucionario se ha asido de forma
tan firme y consecuente a la XI Tesis de Feuerbach como Lenin, de
ahí el impulso espectacular que bajo el leninismo se imprimió
al Movimiento Comunista Internacional y a las luchas emancipadoras
a lo largo de gran parte del siglo XX. Asimismo, el revolucionario
ruso denominaba a la Tesis II de Feuerbach Criterio de praxis (V.I
Lenin, Materialismo y empiriocriticismo, Ed. en lenguas extranjeras,
Pekín, 1974). Lenin, a diferencia de muchos “marxistas”
actuales, era consciente del nexo inseparable que existe entre praxis
(práctica) y episteme (ciencia). El Criterio de praxis afirma
que el carácter científico de toda teoría,
esto es el cumplimiento del test científico, es un problema
esencialmente práctico, de contrastación experimental
con la realidad objetiva. Dicho de otra manera y a modo de ejemplo,
el principio de invariancia de la velocidad de la luz para sistemas
inerciales que introdujo una anomalía insuperable al paradigma
del éter se comprobaba mediante el experimento de Michelson-Morley
(1887), la conversión de la teoría del quanta de Planck
(1900) en ciencia normal únicamente pudo iniciarse cuando
explicó de forma satisfactoria el experimento de la Caja
Negra, cuando se corroboró nuevamente mediante el efecto
fotoeléctrico (Einstein, 1905) e incluso cuando Bohr fue
capaz de reformular satisfactoriamente la teoría del átomo
(1913) sobre la base de los nuevos supuestos cuánticos.
De igual forma, la superación del test científico
por parte del socialismo de Marx es un problema esencialmente práctico.
En este sentido, por tanto, Lenin puso el socialismo de Marx en
su categoría de ciencia en la medida que supo aplicarlo en
su realidad histórico-concreta de forma exitosa mediante
la construcción del instrumento de la Revolución,
el Partido Comunista, y la victoria de la Revolución Socialista
de Octubre de 1917. Igualmente, Stalin dotó de carácter
científico a la doctrina de Marx en la medida que, a pesar
de las condiciones terriblemente adversas de atraso secular y del
cerco “sanitario” antisoviético impuesto por
las potencias imperialistas, desarrolló la lucha de clases
de forma consecuente y emprendió, en los años 20 y
30, una construcción del socialismo que posibilitaría
el acceso a unas condiciones de vida digna en su dimensión
material y cultural a la mayoría de la población soviética,
así como la posterior derrota de la Wehrmacht (ejército
nazi) por el Ejército Rojo en la II Guerra Mundial, acontecimiento
este que significó el debilitamiento transitorio del imperialismo
en su conjunto, el emergimiento del campo socialista y la descolonización
de gran parte de los países del Tercer Mundo. Como ejemplo
contrario, es decir, como muestra de la reducción del “marxismo”
a pura mística pre científica, o a modo de símil
a reducción de la química moderna a mera alquimia,
pueden citarse la teoría y acción del profeta León
Trotsky y acólitos, los cuáles, no sólo no
han establecido el socialismo en país alguno sino que ni
siquiera han dirigido un solo proceso revolucionario exitoso a lo
largo del convulsionado y agitado siglo XX.
Polémica con Karl Popper (1902-94)
Muchos científicos en el ámbito de las ciencias particulares
han establecido a Popper como una auténtica autoridad en
la crítica a Marx y al historicismo en general. Este motivo
es suficiente para estimular al lector, aunque sólo sea con
unas líneas breves, a la reflexión entorno a este
filósofo.
Karl Popper rechazó la verificación como criterio
para aceptar una teoría como científica, establecía
el Criterio de falsación, la necesidad de que toda teoría
pueda ser falseada para ser científica. En consecuencia,
podríamos pensar que Popper descartaba el Criterio de praxis
en sentido afirmativo y únicamente podríamos decir
que le valía en un sentido negativo, como función
negadora. Pero ni tan siquiera eso, el filósofo austro-británico
extrae del dominio de la función negadora al marxismo, al
psicoanálisis e incluso al evolucionismo darwiniano en la
medida que estas teorías -afirma- no pueden ser negadas desde
su lógica interna. Pero la cuestión estriba (¡atención!)
en que desde una exclusiva lógica interna tampoco puede ser
negada la mecánica de Newton, ni el electromagnetismo de
Maxwell, ni la relatividad general de Einstein, ni la teoría
del flogisto imaginada por Stahl, ni las teorías del átomo
de Thompson, Rutherford o Bohr, etc. Estos paradigmas son negados
siempre desde fuera, esto es en la práctica, en su contraste
vía la experimentación con la realidad objetiva, así
como en su contraposición con nuevos paradigmas que dan solución
a los enigmas ya planteados. Las anomalías y/o limitaciones
de todo paradigma que puede abran el camino a una nueva concepción
del problema (u objeto de estudio) son encontradas, directa o indirectamente,
en la práctica, en el laboratorio.
Este punto de vista acerca de la cientificidad o no de toda teoría
antepone, por tanto, la posibilidad de falsación a la conjunción
entre test científico y Criterio de praxis. Para Popper era
más importante establecer cláusulas que descartaran
a determinados paradigmas como científicos que constatar
los resultados prácticos de dichos paradigmas. A modo de
ejemplo, una teoría circunscrita al ámbito de lo antropológico
y construida a partir de la afirmación “todos los seres
humanos son imbéciles” goza -según Popper- de
más crédito científico que otro hipotético
paradigma formalmente no falseable que en su estudio de la realidad
humana pase con creces nuestro test científico. Popper, de
esta manera, reduce la ciencia, sus hipótesis y sobretodo
sus leyes, las cuáles se obtienen mediante inducción,
a mera opinión conjetural, opone doxa a episteme, ambos términos
entendidos en un sentido aristotélico, y, por tanto, niega
la posibilidad de la aproximación sucesiva al conocimiento
objetivo del ser.
Popper dice mucho de lo que -según él- no es ciencia
pero nos dice bien poco de lo que sí lo es. La deficiencia
de Popper en cuanto a su noción de ciencia le llevará
a tener serias limitaciones a la hora de determinar la manera en
que se da el tránsito entre diferentes paradigmas científicos.
Su visión estrictamente formal, falsacionista y antiparadigmática
le impedirá comprender que el cambio entre teorías
científicas supone repensar los conceptos sobre los que se
construyen. En este sentido y a modo de ilustración decir
que, por ejemplo, el paradigma relativista de Einstein no sólo
daba soluciones a muchos de los enigmas y anomalías planteados
por el paradigma newtoniano sino que, a su vez, traía consigo
una nueva manera de pensar el tiempo, el espacio, la gravedad, etc.
De hecho esta es la esencia y potencialidad de la interpretación
paradigmática de las ciencias descubierta por Kuhn. Las ciencias
son algo más que teorías formales negadas o no en
la experimentación son concepciones del mundo, paradigmas.
Independientemente del juicio que merecen las posturas de Popper
en relación a su filosofía de la ciencia, cabe precisar
que reveló en su examen de Marx un desconocimiento cabal.
Popper criticó concepciones ajenas a Marx como, por ejemplo,
el mecanicismo económico o la argumentación teleológica
(explicación del fenómeno no por la causa sino por
la finalidad) propia de Hegel y, en su frenesí lógico
metafísico formal, llegó a construir un “contraejemplo”
al historicismo que, a todas luces, es pura miseria de la “ciencia”
social e histórica (ver su libro “Miseria del historicismo”).
Principales diferencias de la ciencia de Marx respecto a las ciencias
particulares
Es muy común reducir la ciencia al ámbito de las
denominadas ciencias particulares, esto es a la Física, la
Química, la Biología, la Geología y, en otro
sentido, también a la Matemática. Esta visión,
sumamente limitada, es una herencia directa de la metafísica,
de la parcelación paulatina del conocimiento sobre la base
de los diferentes objetos de estudio ocurrida desde el Renacimiento
hasta nuestros días. Esta parcelación o partición
de la ciencia, este aislamiento de los problemas, permitió
profundizar en la comprensión de muchísimos fenómenos
naturales, así como desarrollar las grandes teorías
científicas (Física, Química, Biología,
Geología, etc.) y sus aplicaciones (Informática, Medicina,
Robótica, etc.) que han cambiado en gran medida la realidad
material de la historia contemporánea. No obstante, este
“éxito” tiene su reverso, su vertiente negativa,
en una marcada tendencia a la creación de compartimentos
estancos de la ciencia que pierden la perspectiva totalizadora,
la perspectiva de entender toda ciencia como parte del estudio de
una misma realidad total, como parte del ser. Esta inercia, conjugada
con el hecho de que las ciencias particulares y la matemática
se desarrollaron con anterioridad a la ciencia social, ha conllevado
históricamente a una identificación cultural entre
ciencia y método hipotético-deductivo dejando al método
materialista dialéctico en un segundo plano o incluso en
el olvido. Esta concepción metafísica que tiende a
ver la realidad a trozos es incapaz de concebir el ser social, esto
es las formaciones socioeconómicas históricamente
dadas y la existencia plástica del ser humano en ellas, como
un subsistema más del ser, como parte de la naturaleza, y
niega, por tanto, lo que le reconoce a las partes de la naturaleza
que son objeto de estudio de la Física, la Química
o la Biología, la existencia de sus propias leyes que describen
su desarrollo y lógica interna, la existencia de su propia
ciencia.
El objeto de estudio del marxismo, las sociedades y el origen del
cambio de unas a otras, tiene como principales “protagonistas”
a seres humanos dotados de conciencia, voluntad, etc. En cambio,
en el resto de ciencias los “protagonistas” son materia,
inerte o viva, que carece de conciencia o pensamiento alguno. Por
ejemplo, el objeto de estudio de la matemática lo forman
las relaciones espaciales y cuantitativas del universo, las cuáles
es obvio que carecen de conciencia alguna. Este hecho implica un
grado de complejidad superior en el desarrollo de la ciencia social
respecto al de las ciencias particulares. Marx, en el estudio del
ser social y su dialéctica, percibirá ya a mediados
del siglo XIX una dinámica compleja, un movimiento caótico
en el sentido de la física moderna, que va más allá
de la evolución estrictamente gradual. Esta dinámica
compleja se caracteriza por los saltos dialécticos, revoluciones
en el plano social o saltos cuánticos, cambios de estado
(salto de los electrones de una a otra órbita del núcleo)
en la mecánica del átomo desarrollada por Bohr. En
este sentido se puede afirmar que Marx fue el primero en descubrir
la naturaleza “cuántica” de la materia y que,
posteriormente, los descubrimientos de Planck (1900) y, sobretodo,
la teoría de Bohr vendrían a confirmar a nivel nuclear
las concepciones que tenía el propio Marx acerca de la naturaleza.
Pero, además, hay un elemento más en Marx que provoca
el rechazo visceral de ciertos científicos positivistas o
neopositivistas, lo denominaré el principio epistemológico.
Este principio, que arranca de la concepción materialista
descrita, Lenin lo describía de la siguiente manera: “[...]
en una sociedad erigida sobre la lucha de clases no puede haber
una ciencia social "imparcial". [...] Esperar una ciencia
imparcial en una sociedad de esclavitud asalariada sería
la misma pueril ingenuidad que esperar de los fabricantes imparcialidad
en cuanto a la conveniencia de aumentar los salarios de los obreros,
en detrimento de las ganancias del capital”(V.I. Lenin, Tres
fuentes y tres partes integrantes del marxismo, Obras completas,
Tomo XIX, Ed. en lenguas extranjeras, Pekín 1980). Marx adopta,
epistemológicamente hablando, un punto de vista de clase,
pues la división de la sociedad en clases implica necesariamente
que toda idea, teoría política, etc. expresa y/o es
reflejo en último término de dichas clases sociales
existentes. Por tanto, los científicos sociales aún
en el supuesto de que quisieran (cosa que sería un contrasentido)
no podrían adoptar un punto de vista al margen de las clases,
al margen de cómo está organizado el ser social, al
margen, en definitiva y utilizando una terminología estructuralista,
de las ligaduras y grados de libertad que definen la propia estructura.
La doctrina de Marx es ciencia a la vez que, como consecuencia del
principio epistemológico, es ideología del proletariado.
Esto es consecuencia directa de que únicamente esta clase
social está objetivamente interesada, por el lugar que ocupa
en la sociedad y por la necesidad que tiene de liberarse de sus
propias cadenas, en el desarrollo del conocimiento científico
social, en el ejercicio de la crítica radical.
El objeto de estudio de la teoría marxista y el principio
epistemológico conllevan que, a diferencia de las ciencias
particulares, allí donde el pensamiento de Marx se constituye
en ciencia, su laboratorio particular, es el escenario histórico-concreto
en que se desarrolla la lucha de clases. El comunista, a diferencia
de un biólogo o un matemático, ejerce su oficio en
contacto directo con el proletariado, siendo parte de la clase,
entendiendo sus problemáticas, preocupaciones y anhelos.
La doctrina de Marx sólo cobra vida en tanto que ciencia
a través de la acción práctica de los comunistas
en el marco concreto de la lucha de clases, esto es sobretodo y
ante todo allí donde se da el proceso de producción,
junto a los medios de producción, aunque también en
los espacios en que la lucha de clases se da de forma indirecta.
Conclusión práctica
Hemos visto que la cientificidad o no de la doctrina de Marx, su
“terrenalidad” en una palabra, es un problema práctico.
Ahora bien, ¿qué rasgos esenciales debe tener esta
práctica? La respuesta a esta cuestión y conclusión
de este artículo es que sólo una militancia consciente,
sólo una práctica comunista que arranque, primero,
de un conocimiento profundo de la teoría de Marx y, segundo,
de una orientación a la fusión efectiva con el proletariado,
puede poner nuevamente al socialismo en su categoría de ciencia.
Los “comunistas” que pretendan lo contrario se asemejarán
al “físico” que intente enfrentarse a los enigmas
planteados por la física de partículas elementales
en condiciones de ignorancia respecto a la Mecánica Cuántica
y, además, alejado de los laboratorios nucleares de altas
energías tipo CERN (Centre Européen pour la Recherche
Nucléaire).
Bibliografía
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Madrid, 2001
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política, Obras escogidas, Tomo III, Ed. Progreso, Moscú
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