FAUSTINO CORDÓN
RELACIONES
ENTRE EL MATERIALISMO DIALECTICO Y EL MATERIALISMO HISTORICO.
ALGUNAS
APORTACIONES DE
Relaciones
entre el materialismo dialéctico y el materialismo historico
En mi opinión, el
materialismo dialéctico constituye la interpretación teórica del conjunto de
los fenómenos naturales que corresponde a la ciencia actual a su máximo nivel
de abstracción; por tanto, el materialismo dialéctico debe presidir hoy toda
pesquisa genuinamente científica y, en particular, las referentes a la
evolución humana, objeto de la ciencias sociales, y, muy principalmente, debe
guiar la práctica política que pretende modificar la sociedad conforme a las
grandes leyes de su desarrollo. Mi experiencia de científico me ha demostrado
que el materialismo dialéctico en el estado actual del pensamiento constituye
una primera guía certera para ordenar los conocimientos de no importa que
ciencia y de que, a su vez, él puede ser ampliado o corregido a la validez
universal por los avances más generales
de cualesquiera de las grandes ciencias. En particular, pues, el materialismo
histórico, si, conforme a su designación misma, pretende ser la interpretación
científica (la interpretación en términos del conjunto de los procesos
materiales) de la evolución del hombre, y de la sociedad, no sólo tiene que
esforzarse continuamente en precisar, al modo científico, sus leyes generales
por el contrastes de los hechos concretos concernientes (en su caso los de la
actividad social humana guiada por ellos), sino, además, 1) ha de fomentar el
estudio de sus propias leyes (esto es, la compresión científica de la evolución
humana) con ayuda de las enseñanzas de los progresos de materialismo dialéctico
(esto es, de los progresos en la comprensión científica de toda la realidad,
como parte que el hombre es de la naturaleza) y 2), a la inversa, ha de
verificar continuamente la validez del estado actual del materialismo
dialéctico y fomentar su progreso por su contrastes crítico con propios avances
reales esto es, con los del materialismo histórico si consideramos a éste –repetimos– como la teoría correcta de la
evolución del hombre.
Por consiguiente, mi
convicción firme de hombre de ciencia (esto es, de hombre que basa su propia
actividad profesional en el mismo: en el hecho, ratificado por todo el progreso
científico, de que todo cuanto ocurre depende de algún modo inteligible del
progreso del resto de la realidad, al que nada escapa) es que el materialismo
dialéctico y el materialismo histórico, 1)son dos legados inestimables, dos
programas de trabajo basados, uno y otro, en la máxima experiencia humana
(continuamente ampliable) en si respectivo campo –en una palabra que son la ciencia actual en su respectivo nivel de problematica–,
y 2)que no pueden ser el uno sin el otro, ya que cada uno recibe pleno sentido
del otro y se brindan mutuamente la piedra de contraste principal de la
corrección de sus teorías respectivas. Y –dada la posibilidad inmediata de que
otras ciencias, en particular la biología, puedan impulsar eficazmente el materialismo
dialéctico, es decir nuestra concepción general de la naturaleza– me parece que en este momento, el estado general del pensamiento humano
hace que la dependencia sea particularmente urgente para el materialismo
histórico con respecto al dialéctico. Hablando en términos más generales (a
los que me lleva mi experiencia de biólogo y no de sociólogo), el estado actual
de las ciencias particulares (sin duda, las biológicas pero, asimismo, las
fisicoquímicas) está frenado por la necesidad de elevar su conjunto, en
beneficio de cada una, a un sistema teórico que las comprenda a todas, que dé
cuenta de los sistemas teóricos de unas por los de otras, sin que pierdan los
respectivos objetos de conocimientos (bien al contrario los precisan). A esta necesidad general de todas las
ciencias no pueden hacer excepción el materialismo histórico: el esfuerzo por
interpretar científicamente la evolución humana.
Procuremos, pues, plantear las relaciones que, en nuestra opinión,
se dan entre el materialismo dialéctico y el histórico. El propósito del materialismo dialéctico es el de la
ciencia a su nivel de generalización y de abstracción máximo: es el
descubrimiento de las leyes de toda la realidad, precisamente de las que han de
relacionar fecundamente entre sí a las distintas ciencias y a cuya comprensión,
por tanto, pueden y deben contribuir todas ellas. Por consiguiente, al
desarrollo del materialismo dialéctico (al progreso de la teoría científica
general de la realidad) pueden y deben contribuir las leyes generales que
conocemos de la evolución de la humanidad, en cuanto que esta evolución es
parte de los procesos reales, y parte con la que, en cuanto hombres que somos,
estamos más familiarizados (sabemos
más)
que con ningún otro tipo de proceso natural. Ahora bien, por importante que,
por este motivo, haya sido históricamente la contribución de la teoría
científica de la teoría humana (la
contribución de materialismo histórico) al desorrollo
inicial del materialismo dialéctico, igualmente importante a sido y, sobre
todo, a de llegar a serlo en el futuro, la contribución del conocimiento
científico de los demás procesos naturales: tanto el de los entes unitario y
procesos inorgánicos de diversa naturaleza producidos en el curso de la
evolución cósmica como el de los seres vivos producidos en el curso de la
evolución biológica terrestre, culminación, en este punto del universo, de la
evolución cósmica, del mismo modo que, a su vez, la evolución biológica culmina
en la humana y es lo único que puede enseñarnos lo que es hombre por su origen.
Por tanto, el materialismo histórico (el conocimiento de las leyes de la evolución humana que debe
ayudarnos a conducirla, con máximo provecho humano, conforme a sus leyes
objetivas) no es sino uno de los diversos cuerpo de conocimientos parciales que
a de ser elevado a teoría de un grado superior de integración por el
materialismo dialéctico. En cambio, materialismo
histórico para confirmar
la validez de sus concepciones teóricas (para enjuiciarlas cientificamente) a de
contrastarlas, paso a paso, con lo que sabemos de todo el conjunto de la
realidad, ya que –para los
hombres de ciencia, monistas en cuanto tales– el
hombre y la sociedad humana no son sino una parte del conjunto integrado de los
procesos reales, conjunto del que proceden, sobre el que se sostienen y en los
que exclusivamente pueden encontrar explicación. Por ello, el materialismo dialéctico, la teoría que consideramos mças coherente, menos contradictoria, más comprehensiva, en
una palabra, más verdadera para dar cuenta del proceso conjunto de la realidad,
es el nivel superior de la ciencia que
puede servirnos de piedra de toque para contrastar la veracidad de todo
presunto avance en el materialismo
histórico (cada nueva
inducción, cada rectificación); piedra de toque que, por su parte, se va
perfeccionando un punto cada vez que se usa convenientemente por una ciencia,
lo que se percibe en el hecho de que se convierte en un instrumento más eficaz
y certero para orientar todas y cada una de las demás ciencias.
Tales son, pues, las
relaciones de ayuda y contraste mutuo incesantes que, en mi opinión, han de
darse continuamente, a favor del progreso de ambos, entre el materialismo dialéctico,
considerado como teoría científica del conjunto global de los procesos reales,
y el materialismo histórico, considerado como la teoría científica de un
determinado proceso de dicho conjunto, a saber la evolución del hombre en
términos de la sociedad y viceversa. Claro que, según lo dicho, esta relación
está condicionada por los supuestos mismos que acabamos de hacer: por el de
que, realmente, el materialismo histórico sea la ciencia del hombre, y por el
de que el materialismo dialéctico sea la ciencia del conjunto de la realidad.
¿Los son realmente? ¿Qué podemos decir de esto?.
Pienso que una respuesta
conveniente exige varias puntualizaciones previas. La primera es la de que una
ciencia es un producto, de la acción y experiencia humana que se caracteriza,
ante todo, por el hecho de que no se considera nunca como un edificio terminado
sino un proceso permanente de rectificación y ampliación; en consecuencia, un
carácter esencial de la ciencia es el de confundirse con el ejercicio mismo de
construirla, y tanto es así, que los momentos de máxima vitalidad de una
ciencia son lo de su crisis interna en los que los científicos la perciben
errónea e insuficiente y sienten la imperiosa necesidad de renovarla; en
cambio, cuando una ciencia se estanca (y ese peligro acecha tanto al materialismo histórico como
al materialismo dialéctico) está en riesgo inminente de dejar de ser ciencia,
conquista activa de conocimiento verdadero, para convertirse en dogma. Por
consiguiente, el materialismo histórico y el materialismo dialéctico sólo se
elevan a ciencia, si sus conquistas anteriores se someten a constante
elaboración científica; en caso contrario, desconectadas de la acción, se
reducen a letra muerta.
Pero lo anterior es una
condición necesaria pero no suficiente, por lo que se impone una segunda
puntualización. La ciencia comparte su progresividad
con otras modalidades de la actividad humana (si bien, en ella, la progresividad
sea eminente). Es más, un carácter de toda la evolución biológica es el hecho de
que, en la filogénesis y en la ontogénesis de todos
los seres vivos, progresa, por lentamente que sea, la acción y experiencia.
Reduciéndonos a considerar la acción y experiencia propia del nivel superior
del ser vivo (a la acción y
experiencia animal) la acción y experiencia (tanto específica como individual) progresa tanto más
rápidamente cuanto más avanzada sea la especie animal que se considere. En el
hombre, animal culminante y con un modo de acción y experiencia sui genesis)
el progreso de la acción y experiencia es, relativamente a la evolución animal,
muy rápido y muy acelerado. Como culminación de este progreso acelerado surge
la ciencia experimental moderna, cuyo impetuoso avance no es sino la
manifestación del progreso de la actividad humana en un determinada etapa de
él. Ahora bien, la ciencia, tanto la ciencia experimental como a mayor
abundamiento, la evolucionista o dialéctica, se diferencia de las demás formas
de actividad humana por estos dos caracteres: 1) porque profesionalmente el
científico procura la experiencia colectiva conseguida en un campo más o menos
amplio, y 2) por el esfuerzo constante de elevar a ley (a teoría) los hechos concretos
descubiertos, interpretándolos por el pensamiento vigente (lo que confirma y enriquece a éste) o probando la
insuficiencia o algún aspecto erróneo de la teoría científica vigente y
forzando así e progreso científico y teórico; con el forzamiento de este
progreso hay, de hecho, que identificar el ejercicio de la ciencia
estrictamente considerado.
Me parece que teniendo en
cuenta las dos puntualizaciones que acabamos de hacer respecto al ejercicio de
la actividad científica, podemos afirmar que, en las manos de Marx y de Engels, los creadores
del materialismo histórico y
del materialismo
dialéctico, uno y otro cuerpos de doctrina aparecen como rigurosamente
científicos, es más, como ciencias modelo, paradigamas
de los que debe ser el ejercicio de la ciencia y, es más, de la ciencia en la
etapa evolucionista (o dialéctica) que ellos inician y que, sin duda, habrá
de progresar impetuosamente en un futuro inmediato, probablemente tras romper
trabas de pensamiento irracional dominante que lo dificultan.
En cuanto a mí, muy absorbido por la biología, rara vez estudio a
estos grandes autores y en general lo hago en conexión con algún tema biológico
que me lleva a ellos; no obstante, estoy convencido de que su labor fue
ejemplarmente científica, modelo de lo que –en mi opinión–
habría de ser y será el ejercicio de la ciencia, precisamente por los
siguientes rasgos que la distinguen:
1)
en lo
que respecta a lo que podemos considerar el ejercicio de la ciencia concreta (la sociología
y, en particular, la economía),
en primer lugar, procuran continuamente confirmar la teoría por la práctica, es
decir, llegan a la enunciación y desarrollo del materialismo histórico a través de una práctica que, por ellos
se esfuerzan en comprenderla con profundidad creciente, se elevó a pensamiento
científico y, en consecuencia adquiere el carácter revolucionario peculiar de
la verdadera ciencia: en una palabra, se constituye en instrumento eficaz de
transformación. Bien entendido que, en segundo lugar, se esfuerzan en elevar la
máxima suma de datos típicos y de pensamiento organizado previo a la teoría más
integradora capaz de dar cuenta de ellos; en los fundadores del marxismo es
notorio el esfuerzo de organizar críticamente todo el pensamiento científico
anterior, no en un sistema ecléctico, sino en síntesis rigurosa. Hemos dicho
que la ciencia sabe muy bien su propia limitación, esto es, que el conocimiento
que va conquistando no es sino un acercamiento paulatino hacia la verdad; pero
esta afirmación en modo alguno significa que el científico no haya de tener la
convicción (y precisamente por la eficacia de su pensamiento teórico como guía de
su actividad) de que está en
el buen camino: de que posee la verdad de su época; el científico verdadero (que se esfuerza
en poseer la experiencia integrada humana sobre su campo) es, en consecuencia, apasionadamente
incompatible con concepciones idealistas, dualista, que, en el fondo, sabe que
implican desviaciones de toda actividad eficaz; en otras palabras, los
marxistas, en cuanto herederos de una actividad científica, deben perseguir y
defender irreductiblemente en todo momento el pensamiento riguroso, racional; y
hay que hacerlo sin descuidarse un momento, ya que, bajo los más diversos
disfraces pseudocientíficos, irrumpe continuamente el
entrenado pensamiento idealista de la clase dominante (como muy bien
sé que sucede en las ciencia biológicas y con mayor motivo ha de ocurrir en la
sociales). Hay pues, que
esforzarse en establecer asociaciones útiles para la acción, pero procurando
que esta acción común contribuya a difundir y a perfeccionar el pensamiento
verdadero, científico. En resumidas cuentas, este carácter (de audacia
intelectual y de atención al pasado para preparar el porvenir) está patente en Marx
y Engels y me parece ejemplarmente científico.
2)
Un
segundo carácter general de la ciencia que aparece patente en Marx y Engels es el del internacionalismo. Me parece que un carácter esencial de la
evolución del hombre (inherente a la
capacidad de la palabra que lo define) es la aptitud de integrar
una experiencia social cada vez más rica en la realización de acciones casa vez
más previsoras, que exigen la cooperación de más hombres y cuyos resultados
afectan a grupos humanos cada vez más amplios. En nada se acusa tan
manifiestamente este carácter de la evolución humana como en la ciencia moderna
que, evidentemente, integra (o,
al menos, procura integrar contra los obstáculos que a ello opone la actual
organización económica) los conocimientos que progresivamente se van
ganando en todo el mundo en las distintas ramas del saber. Por otra parte, la
técnica, hija de la ciencia, ha adquirido tal desarrollo que exige cada vez más
imperiosamente (para
armonizar esfuerzos realmente progresivos y para evitar peligros) la
unificación social de todos los hombres. A mi modo de ver, esta unificación
tiene dos caras complementarias difícilmente separables, la superación de las
contradicciones de clase y la demolición de las barreras entre estados, doble
objetivo inmediato que parece inherente al sentido de la evolución del hombre y
al socialismo como etapa inmediata de esta evolución. Considero, pues, una
aportación no sólo todavía válida, científica, sino cada vez más apremiante, el
esfuerzo de Marx y Engels
por extrapolar este carácter general de la ciencia a la práctica política de
quienes pretenden transformar racional. Científicamente, la sociedad humana.
3)
Por otra parte, en sus creadores, el materialismo
histórico (su concepción de
la evolución social y sus perpectivas) intenta de
manera plenamente conciente otra gran exigencia de la ciencia (mejor sería decir otro gran resultado de
la ciencia verdadera): el constituirse en fuente de racionalidad.
Significamos con esto que, dada la radical coherencia de todos los procesos
reales (coherencia que ha de
considerarse como una de las conclusiones firmes del desarrollo de la ciencia), cada
progreso verdadero de la ciencia debe contribuir a hacer más nítida, más
unificadora nuestra concepción general (unitaria) del universo. Me parece que en Marx
y Engels está notablemente clara esta preocupación (que, por lo demás, comparten con ellos
los científicos más señeros); a ella responde, precisamente, la formulación del
materialismo dialéctico que no es sino la inducción de leyes universales de lo
observado en el campo, al fin y al cabo, particular, del acontecer humano, y,
además, al notorio esfuerzo realizado por ellos para contrastar la validez en
el campo de las ciencias naturales de la leyes dialécticas así transcendidas.
En lo que a mi respecta, este esfuerzo por elevarse a pensamiento general hizo
que, en mi juventud el marxismo se me ofreciera con un carácter de ciencia de
nivel superior, conquistadora de verdades más altas, que las demás ciencias que
me enseñaban. Hoy estoy convencido de que es realmente así y que de la
profundidad de esa impresión juvenil ha constituido la influencia más favorable
para toda mi investigación biológica; pero hay más, estoy firmemente convencido
de que el materialismo dialéctico (que, en buena parte, no pasa de ser un conjunto de leyes formales
de aplicación general, transcendidas del proceso humano) no son sino
el primer genial esbozo de una tarea científica de primer orden que pide el
estado actual de las ciencias experimentales encerradas cada una en un nivel de
realización y que (so pena de
convertirse en focos de irracionalidad) hay que conexionar
racionalmente unas con otras. Volverse de espaldas al esfuerzo (muy de vanguardia) de Marx y Engels es traicionar una
necesidad palpitante de la ciencia en este momento.
Parece evidente que El
Capital, no sólo es la economía política de su época, sino un análisis
definitivamente vigente de la sociedad capitalista de su época y en sus
caracteres básicos. Un tratado en plena vigencia aún y que es fundamento
imprescindible para ulteriores desarrollos de esta ciencia. Pero el rigor del
pensamiento científico general de Marx y de Engels puede apreciarlo un biólogo en las raras ocasiones
en uno u otro tratan de pasada, con su aparato
especulativo, temas biológicos. Recuerdo, por ejemplo, que Marx,
en una nota a pie de página del volumen I de El Capital (aparecido sólo
dos años después de El origen de las
especies) glosa en pocas
líneas el significado del libro de Darwin con una profundidad sin duda superior
a la idea que del sentido de su propia obra podía formarse su autor, a pesar de
la vigorosa imaginación y de pensamiento racional y riguroso del eminente
biólogo. No cabe duda de que la problemática y el aparato especulativo que
aplica Marx a su pesquisa científica tienen un grado
de profundidad mayor que los de Darwin (Darwin cabía en Marx,
no Marx en Darwin); no me parece lejos de la
verdad aseverar que Marx, al menos en potencia y
llevado a ello por su tema, es el primer científico evolucionista, en tanto que
Darwin a pesar del suyo, cuenta, como Einstein y Pavlov, entre los últimos grandes científicos
experimentales. También hay que destacar la profundidad (también superior a la de Darwin) con que Engels esboza el origen del hombre, tema éste que, como el
anterior exige de los biólogos una revisión a fondo.
En lo anterior, he procurado
mostrar el carácter científico, riguroso y de vanguardia en su época del
pensamiento sistematico por Marx
y Engels en el materialismo histórico y el materialismo dialéctico:
bien entendido que eso no significa que otra cosa sino que son progresos en el
camino de la verdad y aún más que son la verdad en su época. Pero la verdad
científica se desvirtúa en la inacción; es algo que hay que conquistar y
remodelar continuamente. El problema acuciante es saber en qué medida las
concepciones científicas conservan vigencia y en qué medida el estado de los
conocimientos exige superarlas y cómo hacerlo. En resumidas cuentas ¿cuál es el
valor científico, la vigencia actual del materialismo histórico y del
materialismo dialéctico?
Sin duda, en Marx y Engels el materialismo
histórico estaba conducido
por el materialismo dialéctico y los avances que lograrón
en cada campo, impulsarón su teoría del otro, de modo
que ambos sectores eran profundamente coherentes. Esta armonía, esta coherencia
es la garantía de la veracidad –del
valor científico– de las dos doctrinas. No perder
este precioso contacto, que marca la dirección correcta del trabajo, me parece
que es la primera necesidad, el primer deber, de todo el que se proponga
comprender científicamente el proceso social.
Bien entendido que el cultivo del materialismo histórico, y,
por tanto, de la actividad práctica eminente que en él se apoya (contribuir a que la sociedad
acelere su transformación conforme a sus leyes), exige, no la mera conformidad con el materialismo
dialéctico clásico, sino con lo que el materialismo dialéctico (nuestra concepción
científica del todo) debe ser
en la actualidad. En mi opinión afirmada en la experiencia científica de toda
mi vida:
1) El materialismo
dialéctico clásico, basado en el histórico y en una amplia consideración del
conjunto de las ciencias, constituye la concepción científica de la realidad
más integradora y más racional que se logró en el siglo XIX.
2) Esta concepción del
cosmos, es sus tres características (de dinamismo, de integración e histórica evolutiva) ha ofrecido
y, todavía ofrece una orientación fundamental, no sólo para el avance de la
teoría de la trasformación social humana (capaz de guiar, así, una actividad política racional), sino para
orientar la problemática y corregir y ampliar el pensamiento teórico de otras
ciencias, a su nivel más alto; pienso, ante todo, en la biología, cuya crisis
de crecimiento está al orden del día, pero lo mismo y tal vez con igual
urgencia puede aplicarse a otras ciencias a su estado actual.
3) Pero, además, por tanto
sé de la biología, el estímulo que una ciencia natural moderna (con su sistema teórico y su riquísimo
acervo de conocimientos concretos) está en condiciones de recibir del
materialismo dialéctico clásico (si éste consigue operar sobre la realidad objetiva que estudia la
ciencia en cuestión, es decir, si no es aplicado de modo puramente formal) puede
resultar tan vigoroso que trascienda a nuestra concepción general de la
realidad, que puede, de este modo, quedar sustancialmente enriquecida y mejor
trabada. Pienso en definitiva que el materialismo dialéctico, de ser un
conjunto de abstracciones formales de lo que se observa en las diversas
ciencias, separadas entre si por soluciones de continuidad todavía insalvables,
está, en situación propicia de llegar a constituir el motor principal que
permita salvar estas discontinuidades. Más en concreto, el materialismo
dialéctico, de ser un método descriptivo de los más diversos fenómenos reales,
ciertamente coherentes pero poco eficaz para conquistar nuevos conocimientos (de ser letra verdadera pero poco operante), están en
trance inmediato de constituirse en ciencia viva, alumbradora de pensamiento
teórico capaz de orientar con penetrante luz la conquista de nuevos
conocimientos en todas y cada una de las grandes ciencias experimentales.
4) Avanzando un punto más en
nuestro análisis ¿a qué objetivo, a qué tipo de problemas, debe aplicarse en
pensamiento científico educado por el materialismo dialéctico clásico? Me
parece indudable que tiene que esforzarse (y que ésta en condiciones de hacerlo) en salvar al modo
científico (bajo la
concepción dinámica, integradora e histórica del universo) las
soluciones de continuidad entre las distintas ciencias experimentales. Cada una
de estas ciencias distingue y se concentra en el estudio (y tal ha sido su aportación imperecedera
a la experiencia social humana) de antes de un determinado nivel de integración (por ejemplo, la química, en el de las
moléculas, la citología, en el de las células, la zoología en amplio sentido,
en el de los animales, etc.) entes entre los cuales (surgidos en un mismo periodo de la
evolución y operantes unos sobre otros de modo reversible –moléculas sobre
moléculas, células sobre células, animales sobre animales–) se
establecen, dentro de cada campo de ellos, reacciones reversibles y, por ello,
susceptibles de ser interpretadas por teorías capaces de prever lo no
observado: de ser elevadas a ciencia. Pues bien, mi convicción, sustentada por
toda mi reflexión ya larga de biólogo, es que la tarea que urgentemente pide
nuestra época es explicar la naturaleza íntima de los entes unitarios (de los individuos) de cada uno
de estos niveles (lo que
íntimamente son, necesariamente en términos del todo en evolución, en los
ejemplos aducidos, respectivamente, las moléculas, las células, los animales). Como, según
el materialismo dialéctico (en
una aseveración suya profundamente de acuerdo con el postulado básico de toda
ciencia: la coherencia general de toda la realidad), nada se entiende por su
proceso de origen, comprender cada una de estas básica unidades de los diversos
niveles remite a comprender su respectivo proceso de origen. Hay pues que
pasar, desde la tarea científica (propia de la ciencia experimental) de establecer la teoría
que permita prever las transformaciones de unas unidades en otras del nivel
cuando se las sitúa en determinadas condiciones, a investigar lo que tales
unidades son por su origen (ancestral,
evolutivo). Problema de otro orden, ante todo porque toda unidad está
contrapuesta (de algún modo
sostenida e influyendo) al todo en evolución, de modo que esta evolución
del todo se sitúa en el centro de la atención del científico. Más
concretamente, cada unidad de un nivel surge sobre la evolución conjunta del
nivel inmediato anterior; y, en definitiva, hay que dominar el proceso
evolutivo del nivel inmediato inferior (que sólo puede inducirse dominando todos los datos de la ciencia
experimental que entiende en este nivel y enfocados con una perspectiva y
aparato especulativo adecuados) para estar en condiciones de entender el surgimiento
y el mantenimiento instante a instante de cada uno de los individuos del nivel inmediato superior: único modo de
abordar el estudio del dinamismo, concreto y distinto en cada caso, del cambio
de cantidad en calidad más esencial de la naturaleza: el surgimiento de los
individuos de un nivel sobre la evolución conjunta de individuos del nivel
inmediato inferior (por ejemplo, de
una conciencia humana de un proceso ontogénico de una asociación de células).
Sólo el conocimiento científico de un nivel, enfocado, además, por el
materialismo dialéctico (esto
es, tratado por una mentalidad esforzadamente integradora), puede
abordar esta problemática que, llenando las soluciones de continuidad entre las
distintas ciencias experimentales, de hecho transforma el materialismo
dialéctico.
Tal me parece la acuciante
tarea actual y el brillante del materialismo dialéctico; alumbrar la ciencia
unificada del futuro, lo que, como no podía dejar de ser corresponde al máximo
legado de la ciencia que hay que adscribir al pensamiento de Marx y Engels. Sin duda, esta
tarea que, vivificando unas por otras, ha de elevar a un nuevo nivel de
problemática y de pensamiento teórico a cada ciencia, tiene que repercutir con
trascendencia sobre el campo científico específicamente marxista: el del
materialismo histórico. Lejos de abjurar de su base científica (de la aplicación del pensamiento
integrado de lo que sabemos de la trasformación del hombre en términos de la
sociedad y viceversa) en el esfuerzo por transformar la organización
social de modo racional, progresivo, lo materialistas históricos, los marxistas
consecuentes, habrán de ahondar en el conocimiento científico de la
transformación humana basándose en el conocimiento científico de la naturaleza
esencial del hombre (del hombre por
su origen en términos de la evolución general). Lejos de estar caducados, el
materialismo dialéctico y el histórico son la genuina base (o tradición) científica o sus
respectivos niveles que urge elevar al nuevo grado de eficacia que pide la
época.
ALGUNAS APORTACIONES DE LA BIOLOGÍA A
Para terminar, debo
referirme a mi experiencia propia de biólogo en lo que respecta al enfoque
científico del pensamiento dialéctico, esto es al afianzamiento, desde uno de
los campo de la ciencia, del pensamiento que vamos ganando sobre los procesos
generales de la naturaleza, sobre el universo como un todo. He pensado que,
según todo lo dicho, el tema de consideración más conveniente es el de los niveles de integración, (1) por una
parte, con el origen y características de las ciencias experimentales, (2) sen
segundo lugar, como no podía dejar de ser, con el pensamiento marxista mismo, y
(3) por último, con lo que parece imponernos el estudio del ser vivo. Voy a
apuntar unas primeras ideas sobre estos tres puntos, que, sin duda, requieren
una reflexión y exposición rigurosas que no es este el momento de desarrollar.
Mi propósito es sólo sugerir, con el ejemplo concreto de la biología, las
posibilidades que en su estado actual brindan las ciencia experimentales, no
sólo de ampliar el gran fondo de verdad del materialismo dialéctico, sino de
elevarlo a un nuevo tipo de conocimiento científico (el propio de la ciencia
evolucionista) que, en resumidas cuentas, puede considerarse que está en germen
en el materialismo dialéctico por las raíces científicas de éste.
1.
Los niveles de integración como condición determinante del origen y naturaleza
de las ciencias experimentales: En primer lugar, hay que saber que el hecho
objetivo de que la realidad esté estructurada en niveles (energia
radiante, partículas elementales, átomos, moléculas) y el hecho de que el
progresivo afinamiento de la actividad empíriaca del
hombre sobre la naturaleza (ganado principalmente en el trabajo) haya terminado
por llevar esta actividad a distinguir y a enfrentarse algunos de estos niveles
es lo que determinó precisamente el origen de la ciencias experimentales
modernas: la mecánica, la química, por ejemplo. Hay que insistir en que la
capacidad de distinguir del resto de los demás a las individualidades
(unidades) de un nivel (por ejemplo, a las moléculas por los creadores de la
química a finales del siglos XVIII) se ha logrado por la aptitud que tales
unidades poseen de actuar unas sobres otras de un modo especial, notabilísimo,
que permite resultados fácilmente orientables por el
hombre y predecibles. Hoy sabemos que esta aptitud se debe a que las unidades
de cada nivel (en nuestro ejemplo, las moléculas) se han producido, todas,
interactuando unas sobre otras en una misma fase de la evolución del universo;
de modo que el desarrollo de las grandes ciencias experimentales (en nuestro
ejemplo la química) consiste en el aprendizaje de las propiedades de los
distintos tipos de unidades del nivel correspondiente, propiedades que, por su
ley de origen, se manifiestan siempre dentro del nivel, es decir que son los
resultados de transformaciones de una de sus unidades de él en otras; a pesar
de esta confinación dentro del nivel (mejor dicho, gracias a ella) se han ido
obteniendo aceleradamente los unos de los otros, conocimientos concretos,
muchos útiles para el hombre, hasta constituir sumas riquísimas de datos; y, en
fin, de la consideración integrada de tal conjunto de datos se han deducido las
leyes generales que presiden el mantenimiento interno y el proceso del nivel en
cuestión. De este modo, cada una de las distintas ciencias experimentales se
elevaron a teoría y este logro exaltó su creatividad de resultados concretos y
su productividad al servicio del hombre (base de la revolución industrial); ha
sido, pues, históricamente obligado, y, es más, en su momento muy progresivo,
que los científicos de las diversas ciencias experimentales se encerraran en el
estudio de su nivel, se especializarán, y considerarán las unidades de él ahistóricamente, como si el nivel mismo no tuviera origen y
si, en definitiva, las unidades que lo constituyen y su conjunto no hubieran de
ser explicados esencialmente por tal proceso de origen (1).
2.
Relación entre la teoría de los niveles de integración con el pensamiento de Marx y Engels. Por conforme
que, de hecho, esté con su pensamiento general Marx y
Engels no podían comprender la organización de la
realidad en niveles de integración energético-material, porque el estado de las ciencias experimentales de su época
les oponía obstáculos infranqueables que vamos a considerar a continuación. El
primero de estos obstáculos (que no haremos sino señalar) se refiere a los
niveles inorganicos en que entienden las ciencias
físicas y químicas, y el segundo que consideraremos con alguna extensión más,
se refiere a los niveles biológicos.
En lo que respecta a la dificultad en que Marx
y Engels estaban para concerbir
los niveles inorgánicos baste recordar el prejuicio dualista y creacionista
que padecía la física y la química de su época, al que evidentemente no podían
sustraerse Marx y Engels.
Me refiero a la distinción de la materia y energía como entidades radicalmente
irreductibles y dadas la una a la otra desde el principio en cantidades que se
conservan, la materia en forma de átomo (es decir, de piezas de peso definido
intransmutables unas a otras y dadas desde siempre); interpretación que, no
sólo oscurece el inmenso horizonte de la evolución del universo hacia el átomo,
sino que impide investigar los átomos como lo que necesariamente han de ser:
unidades internamente activas que han de sostenerse de una continua aportación
energética del resto de la realidad y que, complementariamente, son un foco contínuo de acción. (De pasada, digamos, que Marx y Engels consideran
certeramente que el movimiento es el modo de ser de la naturaleza, pero –por esta limitación de la ciencia coetánea– no pueden entender cómo el movimiento transcurre,
cómo da cuenta de la realidad en su conjunto). Tal dualismo entre materia y
energía y la consiguiente concepción ahistórica y
sustantiva de ambas se derrumba a comienzos de este siglo con los
descubrimientos –en los que, por lo demás, culminan las principales líneas de
progreso de la física y de la química del siglo XIX–
de la radioactividad (de la energía atómica) y de la relación cuantitativa de
los cambios de materia en energía y viceversa por Einstein,
sin duda uno de los hombres que más han dado a favor de la concepción monista
de la realidad.
Pasemos
al segundo obstáculo, ahora el ofrecido
por la biología, que el estado científico coetáneo oponía a que Marx y Engels concibieran con
suficiente claridad los niveles de integración biológicos; a saber, en sus
tiempos existía una total confusión (que persiste hasta hoy) en lo que respecta
a los distintos niveles de seres vivos, de la que penosamente estamos
procurando salir. Baste recordar que, en 1859, se enuncia la teoría celular,
pero se remite la cualidad de ser vivo a la célula y se reduce el animal a una
mera asociación de células y la célula sólo es enfocada en su vinculación
originaria con las demás células, lo que, dentro de su limitación, constituye
ciertamente una aportación del más alto valor científico ya que, de hecho,
diseña a la célula como un nivel de la realidad (2). Podemos decir que Virchow descubre empíricamente el nivel celular pero sin
aprender a actuar experimentalmente sobre las células (3). Y, sobre todo
descubre el nivel celular (como los grandes químicos de fines del siglo XVIII
habían descubierto el atómico) sin ser conciente de ello, esto es sin
comprender que las células constituyen un nivel energéticomaterial
de la realidad, es decir unidades originadas por la actividad cooperante de
unidades del nivel inferior y originantes, a su vez,
de unidades del nivel inmediato superior (el animal). Virchow
y desde entonces los citólogos consideran de modo ahistórico
e idealista la célula como el sustrato “esencial” de toda vida, y, en
consecuencia, por una parte, hacen caso omiso de su origen t relación permanentes
con el nivel inmediato inferior (ante todo por el desconocimiento de la
existencia de seres vivos de nivel intermedio entre la célula y las moléculas:
los individuos protoplásmicos); y, por otra parte, niegan su carácter de ser
vivo genuino, de individualidad del
nivel supracelular, al animal (no obstante lo obvio
que este carácter es para nosotros en cuanto animales que somos) y reduce el
individuo animal, como si fuese una planta, a una mera asociación de células a
las que considera portadoras exclusivas –yo diría mágicamente exclusivas– de la cualidad abstracta de la vida (4).
Teniendo en cuenta esta incapacidad de la biología de establecer ni siquiera
empíricamente –ni menos experimentalmente– los
diversos niveles de ser vivo (por lo que siguen inextrincablemente
enmarañados fenómenos procedentes de tres niveles de integración distintos)
explica que los biólogos con voluntad de elevar la biología desde el
conocimiento puramente empírico (la descripción y clasificación de los seres
vivos) al conocimiento experimental (operar sobre ellos conforme a la previsión
teórica) hayan tendido a apartarse del objeto del conocimiento propio de la
biología y a remitir los problemas del ser vivo al nivel inorgánico superior,
tal como este se presenta en los seres vivos, nivel este que sí, desde mucho
antes de Marx, era objeto de conocimiento
experimental: el propio de la química. De esta tendencia, que ha desviado de la
biología de su objetivo genuino aunque ha conquistado (por la bioquímica y la
genética) un gran acervo de datos, inestimable si se interpreta debidamente, no
puede escapar Engels cuando afirma, en La dialéctica de la naturaleza que la
vida es la química de la albúmina.
Pues
bien, a pesar de la imposibilidad en que Marx y Engels estaban de distinguir los niveles de integración de
la naturaleza, y muy en particular los biólogos, y por tanto de plantearse los
problemas científicos (propios de la ciencia evolucionista) que son planteados
por esta existencia, a saber, las relaciones de origen y de sostenimientos de
unos niveles con otros, me parece que este tipo de problemas está, en cierto
modo en germen en el materialismo histórico. En efecto, dentro del amplio marco
de la evolución biológica, Marx se ciñe al estudio de
una fase de la evolución interna de un nivel (la evolución del animal
culminante, el hombre, en términos de su medio genuino, la sociedad), y
prescinde del estudio del origen del hombre a partir de la evolución conjunta
de los animales y, aún más, del origen y naturaleza de los animales incluyendo
al hombre (5); ahora bien, tiene en cambio Marx el
mérito inmarcesible de haber estudiado –el primero– la fase evolutiva humana en su conjunto, analizando
cómo la acumulación de pequeños cambios provoca inflexiones bruscas del proceso
de todo el nivel (de la sociedad en su conjunto). No hay duda de que su genial
enfoque, integrador, dinámico e histórico, debe considerarse ya ciencia
evolucionista en acción ante un primer problema que, si no corresponde aún a
los de mayor profundidad de la etapa de la ciencia (6) sí es de máxima
importancia y urgencia.
Para comprender este gran
salto en la problemática que da Marx (desde la
ciencia experimental a la evolucionista) podemos comparar el tipo de problemas
que aborda Marx con el de los problemas que acucian a
Darwin y que este genialmente pero sin rebasar aún los límites de la ciencia
experimental (7). Para plantearnos con claridad las diferencias de profundidad
con que Darwin y Marx atacan sus respectivos campos
de estudio conviene que nos pongamos en claro la relación objetiva que existe
entre uno y otro campo. Ante todo, desde el marco general de la evolución
biológica, hay que decir que los eminentes científicos se ocupan de una misma gran etapa de la evolución biológica. La
etapa presidida por la evolución de los seres vivos de nivel superior, los
animales. En esta etapa como en las dos precedentes (la de la evolución del
nivel protoplásmico y la de la evolución del nivel celular (8), se distinguen
dos grandes subetapas: la subetapa
de la evolución de los heterótrofos del nivel (en nuestro caso, la evolución
conjunta de las especies animales hasta la aparición del hombre) y la subetapa presidida por la evolución del autótrofo del nivel
(en nuestro caso, la evolución biológica presidida por el hombre). Los dos
grandes científicos que nos ocupan se plantean coetáneamente
de modo riguroso el estudio, respectivamente, de una y de otra subetapa: Darwin, la de la evolución de los animales y Marx la de la evolución del hombre. Ambos hicieron
conquistas definitivas, señeras, en sus respectivos campos; ahora bien, como
hemos anunciado, entre el tipo, y es más entre la altura de los problemas de
uno y otro científico, existe una clara diferencia que vamos a señalar
sucintamente.
Analicemos, primero, la
contribución imperecedera de Darwin a la biología, la teoría de la selección
natural. Esta teoría significa el descubrimiento del modo de producirse cada
uno de los cambios ínfimos que, sumamos a los largo del tiempo, determinan la
evolución lentísima de todas y cada una de las especies animales –y vegetales–
(la mínima diferencia que normalmente ha de producirse entre los individuos de
una generación y los de la siguiente). Como es sabido por todos, Darwin induce
que, a semejanza de lo que ocurre con las razas de animales domésticos (que se
modifican por la selección ejercida por el hombre que escoge para progenitores
de los ejemplares más convenientes para los objetivos del criador),
los animales de cualquier especie se van modificando lentísimamente, de
generación a generación, por selección natural de los individuos más aptos para
subsistir en sus convicciones peculiares de vida.
Lo anterior significa que
Darwin se limita a considerar cómo se produce el cambio cuántico o elemental
(la unidad de cambio) dentro de todas y cada una de las especies; pero, en
cambio, a pesar del título de su obra fundamental –El origen de
las especies por selección natural–, queda fuera de su sistema de preguntas comprender
de qué modo la acumulación de numerosos cambios cuánticos (generacionales) así
producidos desemboca, de tarde en tarde, en el hecho de que una especie
experimente un notorio cambio cualitativo, a saber, su desdoblamiento en dos
especies nuevas y distintas (de desdoblamiento de lo que contituía
una comunidad de reproducción en dos comunidades aisladas, una de otra, en la
reproducción) (9).
Con
la imposibilidad con que Darwin (la biología de su época) tropezaba de
plantearse cómo el cambio cualitativo se produce sobre la modificación contínua paulatina está muy relacionada su incapacidad de
diferenciar cualitativamente el ambiente en medios específicos (propios de las
diferentes especies): para Darwin una misma naturaleza indiferenciada
selecciona el león y la gacela, el cangrejo y la avispa y, es más,
simultáneamente las especies vegetales además de las animales (10). No se
plantea, pues, qué es lo que realmente selecciona a cada especie con la
tremenda continuidad de modo que permanezca progresando en unas direcciones
invariables: no procura diferenciar cualitativamente el ambiente en diferentes
medios específicos. Ni que decir tiene, que todavía más lejos del horizonte
conceptual de Darwin está el problema de cómo s originan y se mantienen los
seres vivos de un nivel sobre la coordinación de nivel inmediato inferior
(cómo, por ejemplo, ha surgido, en la filogénesis, la
primera conciencia animal y, en la ontogénesis, toda conciencia animal, de la
evolución conjunta de células). Esto en cuanto a Darwin.
Pasemos
a considerar como enfoca Marx su campo peculiar de
estudio, que, como hemos dicho, es, en términos biológicos, la evolución del
animal autótrofo, del hombre. Claro es que Marx –análogamente a
Darwin en el suyo– no deja de descubrir y
analizar, en la evolución humana, el correspondiente cambio elemental,
cuántico, que, en todo momento y con intensidad creciente, determina el
progreso de la actividad humana: a saber, los avances de la actividad
productiva realizada siempre en cooperación, socialmente (11). Pero Marx da una nueva proyección a este análisis elemental
suyo: por una parte, considera cada cambio concreto, no aisladamente, sino en
el marco de toda la sociedad a la que comprende como la totalidad interdependientemente que indudablemente es, sujeta a leyes
generales (a tenciones interna muy distintas de las que presiden la vida
conjunta de los animales), que él estudia y que condicionan los cambios
cuánticos, particulares; y, por otra parte, descubre la ley fundamental (las
relaciones económicas) que determinan que este conjunto –la sociedad humana– esté
sometida a un cambio sostenido, global, en una dirección determinada –que esté
sujeta a evolución–; cambio en el que la
transformación paulatina provoca de tarde en tarde, en periodos cortos señeros,
la sustitución de una modalidad de relaciones generales humanas ante la
producción (básica de las demás relaciones) por una nueva; por ejemplo, la
sustitución de la relaciones de producción esclavistas por las feudales y las
de éstas por las capitalistas.
De
este modo, en lo que respecta al tema propuesto de los niveles de integración
de la realidad, Marx es el primero que enfoca el
estudio de un nivel –en concreto, la segunda etapa del nivel animal presidida
por el hombre– de un modo que supera el propio de la
ciencia experimental clásica y que, apoyado en los datos de esta, es el propio
ya de la ciencia evolucionista (12). Marx percibe,
por una parte, que el conjunto de todo el nivel influye sobre lo que acontece
en cada unidad o punto en él, de modo que el nivel que él investiga –la
sociedad humana– aparece como un todo integrado, y,
por otra parte, observa que este conjunto, y, en función de él cada uno de sus
elementos se va modificando paulatinamente de modo que tiene una historia en la
que cabe percibir direcciones principales de cambio, es decir, es un conjunto
sujeto a evolución. Descubre también que la acumulación de estos pequeños
cambios en una misma dirección provoca, de tarde en tarde, el surgimiento de
algo nuevo, superior; de cambios de estructuras que afectan al conjunto y que
determinan la modificación irreversible de lo particular. Tal es el tipo de
problemas con que se enfrenta Marx en su
investigación de la sociedad humana que se caracteriza por dos rasgos: 1) por
ser genuinamente científico en cuanto se apoya en el conocimiento aportado por
la ciencia experimental de procesos elementales, cuantitativos, reversibles
dentro de su nivel, y 2) por elevar este conocimiento a un nuevo tipo de
problemas y de conceptos: la dinámica del conjunto y su evolución conjunta que
culmina en cambios irreversibles. Con toda razón hay que afirmar que Marx es el científico que logra el acceso a la ciencia
evolucionista que, con él, inicia una nueva etapa en el desarrollo de la acción
y experiencia humanas (13).
Claro
que para hacer avanzar el pensamiento evolucionista sobre el gran legado de marx hay que esforzarse en precisar el significado y
alcance de sus conquistas lo que equivale a comprender sus limitaciones y, así,
a ponerse en situación de superarlas. Según hemos visto, dentro del marco
general de la realidad estructurada en niveles de integración energéticomateriles, Marx
estudia, de hecho, la evolución conjunta del nivel biológico superior –del
nivel animal– en su segunda etapa, la conducida por
la actividad humana. En este nivel, Marx estudia las
leyes comunes a todos los hechos particulares del campo (por ejemplo, la
primacía en ellos de lo económico), es decir, estudia su campo hasta el nivel
experimental de la ciencia; investiga luego la coordinación general de la
sociedad en su estado actual (el capitalismo); y, en fin, el origen y evolución
del capitalismo y, es más, las leyes generales del cambio integrado de la
sociedad a lo largo de la historia.
Ahora
bien, este enfoque científico evolucionista de la investigación marxista del
nivel animal en su fase humana plantea de inmediato nuevos problemas que Marx no podía plantearse, ni menos resolverlo, por
limitaciones de su época, como son: el origen del modo de acción y experiencia
humana sobre la evolución conjunta de la acción y experiencia animal, y, por
tanto, la cualidad diferencial entre la conciencia humana y la de los demás
animales; en qué consiste (cómo se origina y se mantiene) cada individuo humano
(y, en general, animal), problema de máximo alcance evolucionista porque, por
una parte, remite a comprender estas unidades en términos de fuente de energía
(de acumulaciones de alimentos) ambientales, y, por otra, exige comprender cómo
cada una de ellas surge sobre la evolución conjunta del nivel inmediato
inferior (el celular) y, escalonadamente, las unidades celulares sobre las
inmediatas inferiores, etc., lo que, en una palabra, obliga a plantearse el
conocimiento de lo individual sobre la comprensión científica del todo y de la
evolución de éste.
3. Los niveles de integración desde la
biología. Voy a terminar señalando
muy brevemente el conocimiento que la biología va conquistando sobre los
niveles de integración y cómo este avance puede contribuir a enriquecer y
perfeccionar la interpretación sobre la naturaleza ganada por el materialismo
dialéctico, elevando, de hecho, la ciencia a un nuevo nivel de problemas y
conceptos.
Hemos
señalado que los seres vivos nos ofrecen dos niveles de integración (14),
accesibles a nuestros sentidos: el de las individualidades animales, a las que
pertenecemos, y que se han ido formando, en interacción con otras a lo largo de
la última etapa de la evolución biológica (la etapa de la evolución animal), de
modo que son directamente perceptibles, en su actividad misma que las define,
por nuestros órganos de los sentidos, órganos que se han ido originando y
perfeccionando a los largo de la etapa, precisamente buscando alimento de un
mismo tipo y compitiendo unas con otras ante él; y el nivel de las
individualidades celulares, que constituyen directamente el soma de los
animales y que se pusieron al alcance de nuestra vista, en el siglo pasado, con
ayuda de microscopios perfeccionados. Razones firmes, que no es este lugar d
aducir (15), parecen demostrar inequívocamente el hecho de que existe un tercer
nivel biológico, el protoplásmico, cuyos individuos cooperando íntimamente dan
origen y mantienen a cada individuo celular, en tanto que cada uno de ellos se
origina y mantiene directamente de la íntima cooperación de individuos del
nivel inorgánico superior: de moléculas. Pues bien, a la biología, con esta
estratificación de niveles de integración, se le plantea un sistema de
problemas, para cuya satisfactoria solución parece contar con conocimientos
concretos de suficiente riqueza y diversidad para elevar a ciencia
evolucionista, la orientación meramente formal, aunque certera, que alcanzan a
proporcionar los enunciados del materialismo dialéctico. Para terminar y a
título orientativo, voy a recoger algunas de estas
cuestiones actuales de la biología evolucionista que me parecen abordar –es más
que ocupan preferentemente mi esfuerzo– y que, como
hoy parecen serlo en los niveles biológicos, con el tiempo se plantearán en los
niveles inorgánicos, resultado estos de la evolución cósmica; con lo que, no
sólo tendremos una interpretación coherente del universo, sino un conocimiento
científico de cómo se produce integradamente el acontecer universal en los
distintos estratos y del modo de sostenerse y de interinfluirse
continuamente unos a otros (es decir, lo que es cualitativamente distinto).
Pero sin más dilación paso a señalar algunos ejemplos de problemas de la
biología evolucionista en los que aparecen realizándose científicamente el
materialismo dialéctico.
1). Dentro de cada uno de los tres niveles
(protoplásmico, celular y animal) hay que precisar cuestiones como: 1) en qué
consisten y el modo concreto de producirse los cambios elementales en los
individuos de todas y cada una de las estirpes del nivel (análisis científico
de la naturaleza del cuánto de progreso en cada nivel); 2) cómo cada cambio
elemental de los seres vivos de un nivel modifica el medio específico del ser
vivo en cuestión, de un modo tal que el medio así alterado cuánticamente exija
el siguiente cambio elemental del ser vivo y que éste cambio se produzca en el
mismo sentido de los cambios anteriores y de los sucesivos, y así se establezca
una línea de progreso cuantitativo (comprensión científica del ser vivo que se
estudie en términos de su medio correspondiente y viceversa y de cómo se
mantienen y afinan a lo largo del tiempo cuantitativamente el uno al otro); 3)
estudio de cómo la acumulación de los cambios cuantitativos producidos –a los
largo de generaciones– en una extirpe en un nivel,
determina de tarde en tarde el cambio cualitativo que consiste en la
diferenciación de la estirpe considerada en dos, y la obvia diferenciación
complementaria del medio de la estirpe previa en los dos medios de las estirpes
resultantes del cambio cualitativo (explicación científica de la diferenciación
de estirpes en cada uno de los tres niveles del ser vivo, como consecuencia
inteligible de la evolución paulatina, cuantitativa –por suma de cuantos–, dirigida) (16); y 4) establecimiento, dentro de
los seres vivos de cada nivel, de sus principales tipos, diferenciados por su
adaptación a modalidades distintas del alimento propio del nivel y orden y modo
de haberse sucedido estos tipos (de este modo, en cada uno de los tres niveles,
hay que distinguir los heterótrofos, que siempre inician el nivel viviendo de
restos del nivel anterior, de autótrofos (17) y, en el nivel protoplásmico y en
el celular, diversos tipos de asociaciones
biológicas caracterizadas por sendos tropismo).
2). Después de señalar algunos de los
problemas principales que el conocimiento de los niveles de integración plantea
en cada uno de estos considerado aisladamente, pasamos a enunciar las
cuestiones científicas que nos plantea el problema de la relación entre cada
dos niveles consecutivos. Se trata de esclarecer problemas como: 1) cual sea el
proceso de origen de los primeros seres vivos de cada uno de los tres niveles,
sin duda surgidos sobre la evolución conjunta de seres vivos del nivel
inferior, y, concretamente, sobre un tipo culminante de asociaciones de ellos,
analizando en este proceso las distintas fases que elevaron la asociación
ancestral al primer individuo del nivel inmediato superior: a) adaptación de la
asociación ancestral a un tipo de alimento que es propio ya de los individuos
del nivel superior, b) establecimiento para lograrlo mejor de una actividad cooperante
que esboce la acción del futuro ser vivo de nivel inmediato superior, c)
producción por esta actividad cooperante del tipo de estímulo característico
del ser vivo de nuevo nivel (capaz de conducir la actividad asociativa según
sus efectos), y, por último, d) diferenciación en este estimulo (o,
complementariamente, en la actividad asociativa que lo produce) de dos
porciones (que desde su diferenciación permanecerán íntimamente
interdependientes), una, la que continúa actuando de estímulo por depender de
la actividad asociativa sobre el alimento y la otra, que denominamos el
organismo del ser vivo de nivel superior; 2) cual sea la naturaleza física del
campo unitario en el que radica la individualidad de los seres vivos de cada
nivel (del organismo de éstos), naturaleza física que es la misma en los
ejemplares de todos los tipos del nivel, ya que siempre proceden directamente
de organismos de seres vivos de nivel inmediato inferior constituyentes del
soma de aquellos, organismos, éstos, que, a su vez, poseen todos una misma
naturaleza física; 3) en qué consiste la acción somática propia de los
individuos de cada nivel, y, complementariamente, en qué consisten el medio
característico de ellos sobre el que opera la acción, y la experiencia ganada
de ésta (definición de los seres vivos por su acción y experiencia que, en cada
nivel, es siempre acción y experiencia nueva, pero resultante de acción y
experiencia integrada de seres vivos del nivel inmediato inferior); 4)
desentrañar cómo la acción y experiencia (y complementariamente el medio) de
los seres vivos de un nivel va progresando en el curso de la vida de cada
individuo e influyendo secundariamente sobre las estructuras somáticas (sobre
la organización el nivel inferior), y cómo las modificaciones ontogénicas se
traducen en la evolución de las estirpes (relación entre filogénesis,
ontogénesis y mantenimiento de la vida en cada instante, explicación científica
de la selección natural por la existencia de los niveles biológicos, evolución
de los individuos de un nivel en homeostasis del superior, desde que este
surge, etc.); etc.
3). Terminamos considerando los problemas
que la estratificación de los seres vivos en sus tres niveles de integración
plantea en lo que respecta a la evolución conjunta de todos los seres vivos
(evolución biológica) y a lo que esta evolución conjunta nos dice del progreso
y naturaleza de toda la realidad (evolución cósmica). Respecto a este último
punto, a la biología se le plantean problemas como los siguientes: 1) cómo evolucionan
simultanea y coordinadamente en cada etapa de la evolución biológica los seres
vivos de los distintos niveles que integran escalonadamente el soma de los
superiores (por variaciones que supongan alguna ventaja selectiva para éstos
que, en definitiva, son los que aplican sus acción y experiencia a beneficiar
la fuente exterior de energía de donde se obtiene el alimento de todos los
niveles) y, asimismo cómo, en cada etapa, evolucionan los seres vivos –libres o
asociados– del nivel inferior en presencia de los
superiores (por variaciones que les supongan ventaja selectiva para adaptarse a
los del nivel alto, de acción y experiencia superior) –en resumen en cada etapa
el conjunto de los seres vivos de toda la biosfera evoluciona conducido por la
evolución rectora del nivel alto–; 2) cómo, a lo
largo de la evolución biológica, han sido sucediéndose los tipos de alimentos,
los trofismos (18): por una parte, los heterótrofos
de un nivel están adaptados a un tipo de alimentos de un grado más de
complejidad que el que aprovechan los heterótrofos del nivel inmediato inferior
(los heterótrofos de cada nivel se alimentan de restos del nivel inmediato
inferior), y, por otra parte, los autótrofos de un nivel han aprendido a
recurrir para obtener su alimento a fuentes extrabiológicos
de materia cuyo nivel de complejidad, en cambio, es un grado más bajo que el
propio de la fuente de energía que aprovechan los autótrofos del nivel
inmediato inferior; 3) dado que el organismo de todo ser vivo –es decir la sede
de la individualidad del ésta– consiste en un campo
circunscrito de una forma de energía física, peculiar del nivel, que es
elemental respecto a la propia de los organismos del nivel inferior, campo que
después de remansado el momento, es canalizado hacia el campo general de su
forma de energía establecido en la tierra por la evolución cósmica, la biología
evolucionista, por una parte, nos impone que los seres vivos se reducen a puro
dinamismo (a genuina unidad) en la intimidad de su organismo (dinamismo tan
conforme con los postulados del materialismo dialéctico) y, por otra parte, nos
plantea, en términos concretos, las líneas principales en que se produce este
dinamismo que vemos surgir, en sus respectivos niveles de energía, de los focos
de acción que son las unidades energeticomateriales
de todo nivel y perderse en dirección marcada por la evolución de lo inorgánico
(problemas este vinculado a la teoría de niveles y por tanto fuera del alcance
del materialismo dialéctico clásico); y 4) complementariamente, el surgimiento
de cada organismo (es decir, de cada unidad genuina contrapuesta a un soma)
implica la capacidad, consustancial con el organismo, de percibir los efectos
que sobre el mismo causan las acciones somáticas del ser vivo correspondiente,
a fin de guiarlas a favor del propio mantenimiento; lo anterior plantea a la
biología evolucionista todo un orden de problemas nuevos como son: la aparición
de niveles de existencia (de conciencia) integrados sobre las inferiores; la
integración complementaria de acciones somáticas (y, por tanto, de los medios
correspondientes) de cada nivel sobre las acciones somáticas (y medios) del
nivel inmediato superior; cómo se producen los acuses que vinculan
continuamente las acciones somáticas con los respectivos organismos y cómo dan
cuenta del medio correspondiente (origen, naturaleza y significación de los
estímulos de cada nivel de ser vivo); y, en fin, el hecho de que la conciencia
propia de nuestro nivel (la conciencia animal en su modalidad humana) aparezca
como la forma culminante de algo que,
estratificándose en niveles, se manifiesta como una propiedad general de la
realidad (interpretación científica, histórica, de la conciencia).
Notas:
(1) En este apartado 1) me
limito a señalar ideas que he desarrollado con algún detalle en el libro La
función de la ciencia en la sociedad, Madrid, Cuadernos para el diálogo, 1977.
(2) Pauster
demuestra la ausencia de generación espontánea en los seres unicelulares y Virchow asevera que “ovnis cellula
ex cellula” en las células constituyentes de
vegetales y animales. Dentro de esta línea de pensamiento está el
descubrimiento capital de Wesimann de la “continuidad
del plasma germinal” enunciado de modo idealista pero poseedor de un gran fondo
de verdad en lo que al establecimiento del nivel celular.
(3) De hecho, los únicos
seres vivos sobre los que se sabe influir experimentalmente (eso es, modificar
su individualidad reversible, sin destruirla) son los animales, es decir los
individuos de nuestro propio nivel con el que necesariamente estamos
familiarizados. Tal es la significación que tiene la técnica de los reflejos
condicionados, cuyo descubrimiento personificamos en Pavlov,
por ello una de las figuras cimeras de la
ciencia experimental.
(4) esta incapacidad de distinguir como dos
niveles distintos, superpuestos, de ser vivo a la célula y al animal impide que
Pavlov, a pesar de habernos enseñado a actuar
experimentalmente sobre el individuo animal, no lograse interpretar el
organismo animal como algo surgido de la células somáticas (directamente de las
neuronas) pero distinta de ellas, e interpretase de cómo mecanicista el proceso
de la acción y experiencia animal por él descubrimiento, reduciéndolo a una
mera cooperación entre células. La misma confusión de niveles ha desorientado el
enfoque de la ontogénesis y herencia animal, reduciéndolas a la genética
celular.
(5) Marx,
tuvo noticias por Darwin de que el hombre procedía necesariamente, de un mono
antropoide, pero Darwin se limita a dar pruebas, anatómicas principalmente, de
esta ascendencia sin entrar en el estudio de cómo se verificó la
transformación.
En cuanto al conocimiento de
la naturaleza animal, sólo comprensible conociendo la naturaleza de la célula y
el proceso conjunto de nivel celular de cuya culminación surge el animal,
estaba fuera del horizonte conceptual de la biología de tiempos de Marx, según se ha expuesto.
(6) Consideramos que el tipo
de problemas de máxima fundidad de la ciencia
evolucionista es el desentrañamiento del origen y de la naturaleza en términos
de este origen de los individuos de cada uno de los niveles de integración (de
los individuos protoplásmicos, de las células y de los animales, entre los
biólogos).
(7) Así es por paradójico
que pueda parecer al hablar del hombre de ciencia que demostró definitivamente
el hecho de la evolución biológica; ahora bien, considera e interpreta este
hecho, como vamos a ver, dentro del marco de conceptos y problemas propios de
la ciencia experimental, de hecho, eleva este hecho desde la consideración
empírica a la experimental.
(8) La evolución de cada uno
de los dos niveles biológicos inferiores (la del protoplásmico y la del
celular) comienza con individuos aislados y heterótrofos, que aprovechan como
alimento restos del nivel anterior; y luego prosigue con individuos autótrofos
aislados, capaces de conseguir alimento a partir de fuentes de energía antes
inaprovechables por los seres vivos; finalmente, la evolución prosigue con
asociación de individuos del nivel (inicialmente de autótrofos).
En el nivel biológico tercero
y último (el animal), la evolución hasta ahora no ha pasado de los individuos
aislados, heterótrofos (los animales) y autótrofos (los hombres), y hay
irrebatibles razones biológicas para afirmar que nunca se producirán
asociaciones biológicas entre animales que pudieran conducir a un nivel supra-animal.
(9) Es decir, Darwin no
aborda el fenómeno de la especiación, ni la
generalidad, ni como lo que debe ser: una consecuencia del cambio paulatino
general del conjunto de las especies. La intenta basar en el fenómeno de la
diferenciación de razas geográficas, muy otro del cambio progresivo (por
selección natural) de las especies que él descubrió.
A mayor abundamiento, Darwin
no se plantea el problema (de un grado de discontinuidad mayor) de la
diferenciación de los grandes troncos taxonómicos (de los fila de animales en
la era paleozoica, de las clases de vertebrados en la mesozoica, y de los
órdenes de mamíferos y de aves en la cenozoica) sino que considera la
diferenciación biológica como una maraña de especies desordenadamente
emergentes unas de otras.
(10) Por lo demás esto
significa remitir la evolución de cada especie a tendencias dadas
intrínsicamente en los individuos de ella; o, dicho de otro modo, equivale a
definir de modo sustantivo o idealista cada especie. En una palabra, el
creacionismo sigue agazapado en el pensamiento de Darwin a este nivel de
problemático.
(11) Así pues, por el hecho
de ser social, la acción y experiencia humana, la unidad de avance de la
actividad humana, supone siempre dos aspectos que se imbrican e influyen de
modo y en proporción variable: a) el conocimiento sobre los procesos naturales
que paulatinamente va dominando en su provecho y b) las relaciones que se van
dando entre los hombres mismos en su actividad productiva. Estos dos aspectos
del progreso elemental humano son inseparables.
(12) Me parece que toda
ciencia experimental (que, por definición, esta especializada en uno de los
niveles de integración de la realidad, deslindado como culminación de
conocimiento empírico) tiene como problemática propia el descubrimiento de las
leyes generales que, en todo nivel o en un campo mayor o menor de este, se
aplican a todos y cada uno de los entes del nivel, a fin de influir
convenientemente sobre ellos, en provecho del hombre.
Ni que decir tiene que este
conocimiento experimental del modo general de comportarse un nivel frente a la
acción humana (siempre realizada por el cause del nivel) es básico –previo– del conocimiento científico evolucionista.
(13) Pienso que la gran
temática de Hegel, el gigante del pensamiento en que
se apoya Marx, es profundamente evolucionista. La
aportación de Marx es, precisamente, darle su
carácter científico: constituirla en instrumento de conocer un aspecto de la
realidad, considerada ésta como un todo cerrado cognoscible potencialmente por
sí mismo.
(14) Es cecir,
dos niveles de individuos genuinos, focos de acción y experiencia, capaces de
gobernar sus correspondientes medios y, así, obtener de éstos la energía
necesaria para mantener la propia integridad.
(15) Véase La alimentación,
base de la biología evolucionista, Vol.I Editorial
Alfaguara, 1978, dedicado, precisamente al origen, naturaleza y evolución del
primer nivel biológico, el de los individuos protoplásmicos.
(16) este tipo de problemas,
los relativos a la evolución interna de un nivel (sin abordar aún lo que el
nivel sea según su proceso de origen) fue estudiado por mí para el nivel animal
hace ya años en el libro La evolución conjunta de los animales y sus medios
dedicado principalmente al problema de la especiación
animal y al complementario de la definición de especie animal por su origen.
(17) A esta diferenciación
corresponde la distinción, en el nivel animal, del común de los animales (cuya subetapa estudia Darwin) y del hombre (cuya subetapa evolutiva estudia Marx).
(18) O, con mayor
generalidad cuales han sido los sucesivos tipos de medio –de rutas hacia el alimento– y, complementariamente, los sucesivos modos de
acción y experiencia que se ha ido aplicando al gobierno de tales tipos de
medio.
(19) Así es por el hecho de
que el organismo de un ser vivo de un nivel dado (por ejemplo, el organismo del
animal) resulta de alteraciones ambientales confluentes causadas por cambios de
estado sincrónicos de los organismos de seres vivos de nivel inmediato inferior
íntimamente coordinados (en el ejemplo, de los organismos de neuronas) y tal
organismo superior tiene, pues, la misma naturaleza física que el cambio de
estado de los organismos inferiores, cuya naturaleza física es obviamente elemental
respecto a la de estos organismos inferiores mismos.
(*) Faustino Cordón (1909-1999), Biólogo, científico español
Obras:
Introducción al origen y
evolución de la vida,
La función de la ciencia en
la sociedad
La biología evolucionista y
la dialéctica,
La actividad científica y el
ambiente social (1962),
La evolución conjunta de los
animales y su medio (1966),
Pensamiento genera1 y
pensamiento científico (1976),
Origen, naturaleza y evolución
del preotoplasma (1978) y
La naturaleza del hombre a
la luz de su origen biológico (1981).