La teoría
del caos y el marxismo
Ferran Alemany
La concepción marxista de la realidad,
el materialismo dialéctico, trata de explicar los distintos fenómenos de las
ciencias naturales o sociales como procesos dinámicos sometidos a
contradicciones y tensiones que se acumulan y estallan de forma brusca dando
lugar a nuevos procesos. También se opone a la concepción de un mundo ideal en
la que toda la realidad es reflejo de una idea, ya sea divina o innata en el
ser humano. Por el contrario, hasta las más teóricas de las ciencias, las
matemáticas, son una abstracción proveniente de la generalización de la
experiencia humana durante generaciones. En las propias matemáticas, la
acumulación de conocimiento ha provocado un enorme salto adelante, con la unión
de la geometría fractal y la teoría del caos en los
años ochenta, abriéndose las puertas a un mundo aún sin explorar, que confirma
brillantemente el materialismo dialéctico. La teoría del caos trata de estudiar
los fenómenos que dependen de tantas variables que no todas se pueden medir o
que variaciones iniciales pequeñas producen efectos muy distintos.
Desde los orígenes de la humanidad, los hombres han empleado símbolos
especiales, más o menos elaborados, para ayudar a sus razonamientos (muescas,
guijarros, etc.). Su uso generalizado dio origen al concepto de número y a la
primera teoría matemática elemental, la aritmética. Con la necesidad de
construir viviendas, el desarrollo de la arquitectura y las necesidades de la
agricultura nació la Geometría. La matemática griega compiló todos los saberes de las distintas culturas. Los grandes matemáticos
griegos realizaron cálculos asombrosamente exactos y sus métodos siguen siendo
hoy en día la base de nuestro conocimiento. Con procedimientos ingeniosos eran
capaces de anticiparse a la realidad, realizar medidas de puntos inaccesibles,
construir de la mejor forma... De alguna manera empezaba a esbozarse la idea de
que la realidad se puede explicar por procedimientos matemáticos.
Mística y matemáticas
Una parte de ellos, liberados del trabajo manual, empezaron a especular con el
conocimiento puro, partiendo de las generalizaciones hechas por las
generaciones anteriores, dando origen a la idea de que existen unas matemáticas
puras, fruto exclusivamente de la razón. Nace así una idea mística de las
matemáticas.
Pitágoras y su escuela descubrieron que los intervalos musicales se traducían
en relaciones numéricas relacionadas con la longitud de la cuerda de la lira.
Si la armonía de la música estaba dominada por el número, todo el universo
debía estar ordenado con unas reglas armónicas, aún por descubrir, que se
podían expresar mediante relaciones numéricas. A pesar de sus avances y
descubrimientos toparon con una clase de números que fueron incapaces de
comprender, los que hoy en día llamamos reales. La explicación de estos números
tuvo que esperar siglos, hasta que el desarrollo material y tecnológico lo
permitió. A pesar de su fracaso, las aplicaciones prácticas de sus
descubrimientos se continúan usando aún en nuestros días. La matemática griega
aún continuó unos siglos más compilando saber matemático.
La edad media fue el reino de la dictadura filosófica de la Iglesia Católica y
pocos avances se pueden resaltar. El mundo estaba diseñado por Dios no hay más
que hablar.
El Renacimiento marca el fin de esta época. Galileo explica el movimiento con
formulas matemáticas y se consigue explicar de forma exacta el comportamiento
de los planetas.
En sus propias palabras: “El universo
está escrito en el lenguaje de las matemáticas y sus caracteres son triángulos,
círculos y otras figuras geométricas, sin las cuales es humanamente imposible
entender una sola de sus palabras. Sin ese lenguaje, navegamos en un oscuro
laberinto”.
Con el estudio de la física nace la necesidad de otro tipo de herramientas
matemáticas. El cálculo diferencial resuelve estas necesidades y Newton y Leibnitz culminan este proceso. Es el estudio de funciones
continuas y explican no pocos problemas físicos.
En este contexto, otra vez renace la idea mística determinista, consistente en
creer que absolutamente todos los procesos se pueden reducir a matemáticas y
que sólo es cuestión de descubrir las leyes previas. Si yo sé la posición
inicial de todas las partículas y conozco las fuerzas que actúan, puedo, en
todo momento saber donde estarán estas partículas y predecir su estado futuro.
Por otra parte, la potencia de las nuevas herramientas matemáticas, el cálculo
y el álgebra moderna, deslumbraban a científicos y filósofos. Una idea
neoplatónica, según la cual las matemáticas estaban antes que la realidad, y
que la realidad sólo es un reflejo de la Idea. Las matemáticas no serían más
que un conjunto de deducciones a partir de unos axiomas, no una generalización
de la realidad.
Sistemas impredecibles
Pero esta idea mística era contestada por problemas reales. Un campo
gravitatorio de más de dos elementos conducía a funciones extrañas, con
propiedades sorprendentes, bruscas y un tanto desconcertantes. Por otra parte,
el desarrollo de la ciencia matemática como ciencia puramente especulativa,
también condujo al descubrimiento de “monstruos” matemáticos. Conjuntos con
propiedades que ningún matemático era capaz de explicar: conjuntos con
perímetro infinito pero de área cero, funciones no diferenciables...
Fue necesario esperar a la era de los ordenadores para llegar a entender los
sistemas que se resistían a ser explicados por las matemáticas convencionales.
Un tipo particular de ecuaciones diferenciales, empleadas en los modelos de la
meteorología, no pueden ser resueltas. Sin embargo se pueden calcular
aproximaciones numéricas, que requieren muchísimos cálculos, teniendo en cuenta
las condiciones iniciales. Esta es una alternativa viable, dada la capacidad de
cálculo de los ordenadores.
A principio de los años sesenta Edward Lorenz simuló con su viejo ordenador de válvulas un modelo
meteorológico. Introdujo cálculos con pequeñas variaciones iniciales y comparó
los modelos resultantes. Pequeñas variaciones en funciones continuas, producen
pequeñas variaciones en el resultado final. Pero obtuvo modelos en que al
principio, pequeñas variaciones en las condiciones iniciales provocaban
pequeñas variaciones a corto plazo, pero a largo plazo, al pasar el tiempo
producían efectos completamente distintos.
Experimentó con variaciones cada vez más pequeñas y el resultado era el mismo:
a largo plazo, los efectos eran completamente distintos. Lorenz
bautizó a este efecto como efecto mariposa, explicando gráficamente que un
aleteo de una mariposa podría desencadenar un huracán en otra parte del globo.
Hoy en día, los modelos meteorológicos mejorados, no son fiables más allá de
diez días, por la misma razón.
Lorenz trató de buscar un patrón y obtuvo al imprimir
los gráficos tridimensionales de las fluctuaciones una extraña figura. Aún
tendrían que pasar años hasta que otros matemáticos la interpretaran. Esta
figura es lo que hoy se llama atractor. A pesar de
que las fluctuaciones siempre se mantienen caóticas, estas siempre están en
torno a un atractor. En líneas generales, los
sistemas caóticos, pueden tener más de un atractor.
Variaciones pequeñas dan lugar a trayectorias muy distintas, pero dentro del
mismo atractor. Sin embargo, hay alteraciones que
pueden tener como consecuencia el cambio de atractor.
En meteorología esto se traduciría en un cambio climático.
Atractores y geometría fractal
Esta relación fue planteada por primera vez hace apenas veinte años, con lo que
es una teoría que apenas acaba de nacer y ya ha demostrado su enorme utilidad.
El estudio de distintos modelos caóticos da lugar a distintas figuras. Por
ejemplo, las fases de un péndulo perfecto darán origen a una elipse y si
consideramos el rozamiento, a una espiral descendente que acabará en un punto.
Pero hay otra clase de atractores, llamados atractores extraños. Estas figuras solo pueden estudiarse
con la geometría fractal.
El atractor de Lorenz es en
realidad una figura que no tiene dimensión uno, pero que tampoco es una
superficie, es decir, tiene una dimensión ¡no entera!
Un fractal es un conjunto que tiene la propiedad de
parecerse a sí mismo a escala más pequeña. Si observamos un helecho, un
brócoli, la ramificación de los bronquios... la organización fractal es la más habitual en los seres vivos.
Esta geometría explica los conjuntos “monstruos”, hallados a finales del siglo
XIX, y sus propiedades poco tienen que ver con la geometría habitual, la
Geometría Euclídea.
Un problema tan sencillo como medir una costa pone de manifiesto los limites de
la geometría clásica, que solo trata con líneas perfectas, rectas,
circunferencias, etc. Si medimos el perfil de una costa mirando un mapa,
obtendremos una longitud. Pero si aumentamos la escala, entonces consideraremos
pequeñas irregularidades que antes, por efecto de la escala se han omitido y la
longitud aumenta. Lo sorprendente, es que este proceso puede seguir y seguir...
la longitud real, depende de la escala con la que midamos.
La realidad se presenta más compleja que la idea innata de circulo
y recta... Esta nueva geometría hace resbalar a la lógica formal en casi todos
los campos.
El desarrollo de la teoría del caos permite estudiar fenómenos tan diversos
como el crecimiento de poblaciones, las oscilaciones electromagnéticas, el
goteo de un grifo, el metabolismo celular, la meteorología, la evolución de las
especies, su nacimiento y extinción, la economía...
Incluso modelos tenidos por lineales han tenido que ser revisados: el cerebro
humano sigue un razonamiento lineal causa-efecto, pero puede ser la expresión
consciente de un mecanismo regido por las leyes del caos en que cambios
cuantitativos en un punto critico dan origen a cambios
cualitativos.
La Teoría de Catástrofes estudia el comportamiento de sistemas que evolucionan
de forma gradual pero un pequeño cambio provoca un cambio total en el sistema.
El agua a punto de desbordarse de un vaso, adopta en la superficie, debido a la
tensión del sistema la forma de una esferoidal, pero una gota más y el sistema
se desborda de forma caótica.
Contra la interpretación mística del
caos
Estudios de dudosa calidad tratan de mistificar la teoría de caos, tratando de
demostrar que existe un determinismo en fenómenos como la bolsa, o en cuántos
puntos se marcarán en un partido de baloncesto. La teoría del caos no es
determinista: no significa que existe una ley para predecir exactamente el
resultado al cabo de un tiempo exacto, pero sí podemos establecer en qué
entornos se moverá la variación y anticipar que determinada acumulación de
cambios puede llevar al cambio total de sistema, no de forma gradual, sino de
forma brusca, revolucionaria. Por otra parte, existen fenómenos puramente
aleatorios, no caóticos. El cálculo de probabilidades, que no tenemos espacio
para analizar, también es una brillante confirmación de la lógica dialéctica.
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