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TERRITORIOS / Medio Oriente
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Al Qaeda, ¿está ganando o perdiendo la guerra? ( I )
El aumento de las tropas estadounidenses en Irak y la aprobación del Congreso en Washington (con el voto demócrata incluido) de una nueva partida de 100 billones de dólares para intentar desesperadamente ganar la guerra en el transcurso de un año, es un hecho alarmante. Por otro lado, Adam Gadahn o “Azzam el americano”, un joven californiano de 29 años, acusado de alta traición en su lugar de nacimiento, hablando como vocero de Al Qaeda, ha dejado muy claro a Bush que de no cumplir el Gobierno de los EEUU una serie de condiciones listadas en una proclama de seis puntos, “los nuevos atentados en EEUU harán a los americanos olvidar los horrores del 11 de septiembre”. “Si un solo soldado o espía permanece en la tierra del Islam, esto sería suficiente para que continuemos nuestra “guerra santa” contra vuestro país y vuestro pueblo” dijo hablando directamente al inquilino de la Casa Blanca el nuevo portavoz de Al Qaeda a finales de mayo en un video difundido globalmente. Vamos por parte. La “guerra contra el terror”, tal y como está definida por los fanáticos en Washington, envía dos mensajes inadecuados: exalta a los terroristas vía hacer solemne su causa y, propone, que sean derrotados exclusivamente por medios militares. Así mismo, incorpora de manera arbitraria y sesgada “al club de las organizaciones terroristas” a múltiples organizaciones tradicionalmente denominadas de resistencia o de liberación como es el caso de Hamás en Palestina o Hizbullah en el Líbano, ambas con nutrida base social, representación parlamentaria elegida democráticamente y ministros en el gobierno como es el caso de la primera mencionada. Por lo tanto, no sólo se arman los terroristas sino muchas personas de religión islámica que no son terroristas. Se arman por motivos religiosos, por motivos de odio, por motivos políticos, por motivos económicos, por motivos de seguridad, de defensa personal, por motivos socio-culturales u otros. Para escapar de los métodos de las dictaduras árabes que apoya Washington y que sirven sus intereses, inagotables contingentes de musulmanes envueltos en movimiento pacíficos, ONG u organizaciones de caridad son arrojados a los brazos de organizaciones inspiradas en fervores religiosos de corte salafista o islamistas ortodoxos que no se consideran a sí mismos terroristas sino grupos o movimientos armados de resistencia. Esta premisa ha quedado clara en Irak, donde operan hasta 40 movimientos armados de variada índole, y qué duda cabe, que este hecho también ha quedado de manifiesto en gran parte del mundo musulmán. Y como consecuencia de esta política unilateral y militarista de la superpotencia, a los habitantes de medio planeta motivos no les falta para alistarse en una guerra contra la arrogancia de un gobierno cuya política ha roto todos los esquemas de convivencia internacional, se fundamenta en la arrogancia, la voracidad de sus empresas, la criminalidad de su máquina de guerra a muchos miles de kilómetros de su territorio y la ruptura violenta de la leyes y convenios que rigen la relación entre Estados. Paradójicamente, es indudable que la metodología con que Washington conduce la “guerra contra el terror”, ha facilitado el despertar de los shiítas tanto en Irak como en Irán y, más tarde, también en Líbano con la victoria de Hizbullah sobre la máquina de guerra sionista el verano pasado. Aplastando con la fuerza de las armas, primero al gobierno de Afganistán y, posteriormente, al gobierno de Irak, los EEUU han entregado en bandeja el liderato de la zona a Irán. Las técnicas de contrainsurgencia El terrorismo es una antigua forma de guerra o lucha política-militar utilizada hoy como táctica y métodos de combate por variados grupos u organizaciones que no poseen los medios bélicos de los Estados. Esto, no descarta el uso del terrorismo por parte de algunos Estados, fundamentalmente dictaduras, que frecuentemente lo utilizan para lograr sus oscuros objetivos. Sin duda, el campeón mundial de este procedimiento es la entidad de Israel, seguido muy de cerca por los EEUU que durante las décadas de los 60 y los 70 adiestraron a miles de militares en América Latina en técnicas terroristas de contrainsurgencia, en tortura sistemática, en manejo de cárceles clandestinas y otras técnicas oprobiosas bajo los programas de la Seguridad Nacional que imponía el Pentágono en “su patio trasero”. La promoción de golpes de Estado contra gobiernos constitucionales elegidos por el pueblo se transformó en una práctica que se denominó “desestabilización” y el asesinato de jefes de Estado o líderes políticos lo llamaron “neutralización”. Decenas de miles de personas fueron encarcelados en lugares secretos o murieron asesinados por las dictaduras que sembraban el terror en la población civil con la abierta aprobación y ayuda de Washington. Y cuando los fiascos de la CIA se hacían evidentes, entraba en operación el Pentágono. “No hay ningún general en América Latina que resista un cañonazo de un millón de dólares” decía un político estadounidense. Unas 200 mil personas “desaparecieron” bajo la canallesca aplicación de estos programas de terrorismo de Estado. Las actividades terroristas de algunos Estados, sólo durante el siglo XX, hincharía decenas de volúmenes. El denominado terrorismo de Estado, enraizado en las dictaduras tanto civiles como militares, se ha cobrado muchísimas más vidas en el mundo que las organizaciones terroristas que muchas veces nacieron para dar desesperadas respuestas al terror del Estado y sus agentes, habiendo sido cerrados todos los caminos pacíficos y políticos. Los parámetros para definir el terrorismo son infinitos e, insólitamente, observamos que, en una época determinada, algunos líderes populares son perseguidos, encarcelados y calificados de “terroristas”. En otras épocas, no muy distantes en el tiempo, esos mismos líderes son galardonados con el Premio Nobel de la Paz (Nelson Mandela, Yasser Arafat o Rigoberta Menchú). También le han dado este premio a Henry Kissinger, (sic) fervoroso impulsor de la última etapa de la guerra de Viet-Nam, Laos y Camboya y artífice preponderante del golpe de Estado en Chile en 1973. En Argentina, Uruguay, Brasil, Bolivia, Paraguay, Perú, Chile, El Salvador, Guatemala, Colombia, Honduras y tantos otros países de la zona, (por citar sólo este continente), miles de miles de terroristas de Estado caminan libremente por las calles después de que sus atrocidades y crímenes hayan sido cuidadosamente documentadas por organismos oficiales tanto nacionales como internacionales. La impunidad reina todopoderosa y abiertas han quedado las heridas. Obviamente, la infortunada definición de “guerra contra el terrorismo” o “guerra contra el terror” acuñada por Washington, hace el juego de manera semántica y directa a aquellos que, en realidad, están inmersos en la llamada “yihad global” para defenderse –dicen- de los ataques que organiza el aparato militar-industrial de los EEUU y, al mismo tiempo, entrega argumentos que reafirma la idea que los EEUU y algunos de sus aliados más estrechos como Gran Bretaña, están verdaderamente en guerra contra el Islam.
Se cumplen así, suficientes premisas indicativas que asistimos a la apertura de la IV Guerra Mundial, una guerra global total, sin fronteras ni límites, que en nada se parece a las guerras anteriores. Frente a frente, se encuentran dos gigantescos ejércitos, pero uno de ellos es invisible, sin frentes de guerra determinados, atacando en una geografía muy extensa, con sus aparatos militares sumidos en la clandestinidad, sin jefes ni tropas visibles, reforzando al límite la imaginación y los recursos para enfrentar con probabilidades de éxito –dicen- a “las hordas de Satán”. Es evidente e irrefutable que en esta guerra, el bando de la superpotencia actúa con una sola cabeza, independientemente que sea para bien o para mal. También concurre como verdadero que en el bando antagónico a los EEUU, o se encuentran muchas cabezas en violenta disputa por el control de la dirección que adquiere la guerra o no se encuentra ninguna. Es una cuestión sine qua non que el Islam se encuentra en crisis (de crecimiento, dirán algunos analistas) desde hace varios centenares de años, lo cual no le impide ser la religión de mayor crecimiento en el mundo desde hace 5 lustros. Hablamos de mil trescientos millones de personas. Pues bien. Una de estas cabezas, con sobrado peso específico a cuestas, disputa con otras muchas la dirección del Islam y de la “guerra santa” de manera planetaria. Esta organización se denomina Al Qaeda, (La base). Ahora bien. ¿Qué es Al Qaeda? ¿Una organización terrorista? ¿Una organización militar? ¿Un grupo armado terrorista? ¿Un ejército ilegal? ¿Un grupo armado de contratistas a sueldo de los sultanes petroleros del Golfo? ¿Un Frente Internacional armado que opera en todo el mundo al margen de todo Estado? ¿Un ejército de fanáticos religiosos? ¿Un movimiento de resistencia? Podemos continuar indefinidamente preguntando y las respuestas serán un albur. Definir de manera cerrada y obtusa a Al Qaeda como una organización terrorista a secas, no es más que una simpleza sociológica de proporciones que no aporta gran cosa a la discusión de un tema en extremo complejo. El mundo árabe y musulmán tiene una visión de lo que significa Al Qaeda y Occidente tiene otra perspectiva. No solo distinta, sino antagónica. Héroes para unos, villanos para otros. Intentaremos clarificar algunas cuestiones importantes como forma de incorporar a nuestros conocimientos nuevos antecedentes. Al Qaeda se autodefine como una organización política-militar con un fuerte componente religioso que nace de la vertiente tradicional suní más ortodoxa del Islam denominada salafista. Practica un extendido y paciente trabajo político y religioso (la yihad o guerra santa) y un potente trabajo internacional de proselitismo a través de múltiples medios. Sus finanzas, que han sido cuantiosas en sus inicios, fueron reducidas por la fuerte campaña de acoso a sus fuentes, bienes y cuentas bancarias. Nuevos datos revelan hoy que han recuperado los niveles anteriores al 11-S y han vuelto a expandir su captación de fondos, su liquidez y radio de acción. Este es un dato significativo. Posee un brazo armado muy potente que predomina sobre todos los otros asuntos, con excepción de la religión que, invariablemente, tiene la primacía. Sus contactos entre los potentados del Golfo -sumado a la estúpida política de “terminar con todos ellos a balazos”- les otorgan acceso a material bélico y sistemas de comunicaciones altamente sofisticado que, en situaciones de guerra urbana, resulta formidable. Recordemos aquí que tienen a su record haber derrotado en Afganistán al Ejército Rojo de la ex URSS en una guerra de guerrillas de 10 años de duración. Sus comandantes se jactan que “no necesitan portaviones, bombarderos supersónicos, satélites, misiles altamente destructivos”. En Yemen, les bastó un bote de hule cargado hasta el cielo de explosivos para casi hundir el destructor Cole, el buque de combate estrella de Marina de Guerra de los EEUU. Para muchos analistas, Al Qaeda posee una estructura militar muy cambiante, versátil, difusa y preparada para golpear globalmente sin depender de órdenes o instrucciones de un cuartel general. La localización de su centro de mando central es un misterio, aunque todo el mundo sabe con certeza que existe en algún lugar del mundo. Hoy se puede constatar que cada día son más numerosas las organizaciones en el mundo árabe-musulmán interesadas en participar en la guerra global contra los EEUU, un fenómeno alarmante que no existía hace pocos años, como tampoco era perceptible un ataque masivo en territorio de los EEUU dirigido por un hombre escondido en una caverna a 30 mil millas de distancia. Al Qaeda utiliza como táctica de combate indistintamente acciones meramente militares como acciones de tipo terrorista. En ocasiones, ataca blancos de valor militar así también como blancos puramente civiles. Sus tácticas y posibilidades de ataque son infinitas, Afganistán e Irak son buena prueba de esto. También Bali, Londres, Madrid, Casablanca y Argel. La adaptabilidad de sus operativos es sugerente, toda vez que combaten en extensos desiertos y montañas como en ciudades con la misma efectividad (75% de efectividad en los ataques contra el World Trade Center y el Pentágono en los EEUU). Dentro de sus filas abundan tantas especialidades como en los ejércitos convencionales, pero, comparativamente, su accionar es mucho más simple e infinitamente menos burocratizado – con absoluta independencia vertical - que las formaciones militares tradicionales de Occidente. Estas últimas, han sido diseñadas para enfrentar otros tipos de guerra, ejércitos similares, teatros de operaciones y otra postura del enemigo. La organización que dirige Osama bin Laden se autocalifica de vanguardia de un amplio abanico de formaciones ortodoxas islámicas agrupadas en el “Frente Islámico Mundial para la Yidah contra los Judíos y Cruzados”. En este contexto, siguiendo un análisis clásico en una contienda, también es difícil establecer quién está atacando y quién se está defendiendo en un panorama muy enrevesado. Cabe mencionar aquí, que Al Qaeda ha declarado formalmente la guerra en dos oportunidades a los EEUU. El brazo militar de Al Qaeda se compone de tres estamentos esenciales:
(Continuará)
Ricardo Rodríguez es periodista y escritor. Ha publicado en la Editorial Txalaparta “¿Cuántas veces en un siglo mueve sus alas el colibrí?” Marzo 1999; “El desafío de Bin Laden” Septiembre 2002 y “La Ruta del Esqueleto” Marzo 2006. |