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LA DERROTA Y EL RETORNO DEL SANDINISMO AL PODER



Juan Roberto Torres

CEPRID
9 - I - 08

En el año 1979, con un apoyo popular masivo, triunfó la revolución sandinista en Nicaragua, producto de una política audaz en el aspecto insurreccional y de flexibilidad por las alianzas con sectores de la burguesía nacional, en su lucha contra la tiranía de los Somoza, quienes gobernaron con mano dura durante cuatro década, además de controlar más del 40% de la riqueza del país. La chispa que prendió la pradera para el triunfo de la revolución, fue el asesinato en 1978 del director del diario La Prensa, Pedro Joaquín Chamorro, eminente figura conservadora de oposición al Gobierno. Ante este hecho abominable, el pueblo salió masivamente a protestar contra la dictadura, situación que fue aprovechada por la tendencia tercerista comandada por los hermanos Ortega del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), para erigirse como vanguardia de esa lucha tomando militarmente caseríos, pequeñas y medianas ciudades, atacando los cuarteles de la odiada Guardia Nacional, fuerza represora del régimen, hasta culminar la insurrección con el ingreso del ejercito sandinista a la capital del país. Estas acciones fueron aceptadas por la mayoría de la población como la única forma para salir del régimen, e incluso los sectores de la burguesía que habían sido desplazado por el clan Somoza y sus acólitos miraban con simpatía la lucha armada, porque veían en el sandinismo la única fuerza organizada militarmente para derrotar al régimen. La política de alianzas amplia, la unidad de las tres tendencias del FSLN y el apoyo del pueblo lograron el derrocamiento de la dictadura.

El Sandinismo y sus aliados reciben el país con la herencia de una voluminosa deuda externa, un asfixiante la fuga de capitales, el parque industrial y agrícola golpeado por la guerra, y los enormes atrasos en el campo de la salud y la educación. El programa de gobierno del FSLN en relación a la política internacional fue de no alineamiento respecto al enfrentamiento de las dos potencia de esa época, y por esto buscó un acercamiento con la Socialdemocracia europea al afiliarse a la Internacional Socialista, para así generar mayor apoyo internacional a la revolución. A nivel interno llevó a la práctica una economía mixta, respetando la propiedad privada de los sectores de la burguesía que lucharon contra la dictadura, pero se confiscaron las empresas de los Somoza y sus compinches, y se nacionalizó la banca y el comercio internacional para fortalecer el papel del Estado. En el aspecto social, realizaron la campaña nacional para combatir el analfabetismo, invirtieron cuantiosos recursos en el área de la salud y la educación, e implementaron la reforma agraria para fortalecer el apoyo campesino a la revolución.

A comienzo de la década del ochenta se produjo el ascenso al poder de Ronald Reagan en EE.UU., asumiendo una política de apoyo intensivo en el campo económico y militar a los enemigos de la revolución denominados, La Contra, que estaba conformada por ex miembros de la guardia nacional, disidentes del sandinismo descontentos por el rumbo que tomaba la revolución y otros. En ese contexto, en 1984 los sandinista convocaron a elecciones generales y sacaron el 67% de los votos a su favor. El llamado a los comicios tenía como fin otorgarle legalidad y mayor legitimidad a la revolución, a nivel nacional e internacional, para así tratar de obtener mayor respaldo ante la agresión externa. Esta colaboración nunca llegó de manera masiva, situación que obligó al FSLN a un mayor acercamiento con el campo socialista. En este sentido, la Unión Soviética tampoco se atrevió a asumir la carga de otra Cuba, producto de los problemas internos que atravesaba y para evitar un enfrentamiento a gran escala con EE.UU., ya que este país siempre ha considerado a Centroamérica como su patio trasero.

En 1984 el Gobierno de Reagan decreta un bloqueo comercial contra Nicaragua y al mismo tiempo presionó a los organismos multilaterales para que no le concedieran préstamos. Esto, aunado al desgaste militar del régimen, que utilizaba más de 50% del presupuesto nacional para la defensa del país, la caída de los precios en el mercado internacional del café y el algodón que representaban el 60% de las exportaciones del país, el incremento de la fuga de capitales, el descenso de la producción agrícola e industrial producto de la guerra interna, el abultado pago de intereses de la deuda externa, entre otros, conducen al país a la recesión económica, generándose una hiper inflación de 33 mil por ciento en 1987. Esta problemática exigió a la administración sandinista implantar una drástica política de ajuste para mejorar los indicadores macroeconómicos, en detrimento, del consumo popular que sufrió una caída drástica.
La crisis económica y social presionó al Gobierno a negociar la paz con la Contra, en el marco del acuerdo de Esquipulas II, que buscaba implementar una salida latinoamericana al conflicto de guerra que vivía Centroamérica. Para de esta manera evitar una eventual invasión de EE.UU. a la región. Los sandinista a partir del año 1989 asumen en serio la negociación y acuerdan con la Contra permitir el regreso al país de los disidentes, la reapertura del periódico La Prensa, que había sido clausurado por asumir actividades consideradas contrarrevolucionarias, también pactaron adelantar las elecciones presidenciales por 7 meses, para Febrero de 1990, el acceso a los medios de comunicación en igualdad de condiciones a los candidatos, entre otros.

En las elecciones la oposición fue unida, producto de la presión del Gobierno de Estados Unidos. Así la candidata Violeta Chamorro prometió en la campaña electoral buscar la paz del país y la eliminación de la recluta obligatoria que realizaban los sandinistas para enfrentar a la Contra. A pesar de esto, todas las encuesta le daban la victoria al FSLN, pero la sorpresa fue mayúscula cuando la candidata de la oposición fue electa con más de 55% de la votación y el sandinismo logró sacar el 41%. Lo cual fue un retroceso del 26% de la votación respecto a la elección anterior.

La derrota del FSLN en las elecciones es producto de los siguientes factores: la intervención del imperio del Norte, quien apoyó en todos los aspectos a la contrarrevolución denominada La Contra, situación que generó la crisis económica y social; la recluta obligatoria para combatir la contrarrevolución que era rechazada por amplios sectores de la población. Todo esto, aunado a los graves errores de conducción política del Gobierno y del FSLN: como el verticalismo, la arrogancia, prepotencia, burocratización del proceso y el enriquecimiento ilícito de muchos de sus dirigentes, hechos que incidieron en el triunfo electoral de la oposición .A pesar de la derrota inesperada, el FSLN ayudó a consolidar la democracia, al ajustarse a las reglas del juego electoral, entregando el poder de una manera pacífica y sin trauma para la sociedad. Situación que le permitió conservar sus fuerzas políticas y sociales en los diversos gremios y sindicatos a nivel urbano y rural.

Es importante reconocer la habilidad política de negociación de Daniel Ortega y del Sandinismo, en la administración de Violeta Chamorro y de Arnoldo Alemán. En el primer caso los sectores radicales de la derecha vinieron a pasarle factura al FSLN, presionando a la presidenta, para que acabara de un solo plumazo las conquistas de la revolución, pidiendo que se reintegrara a los antiguos dueños las propiedades expropiadas, la privatización de las empresas del Estado sin reconocer el derecho de los trabajadores, la destitución inmediata del ministro de Defensa Humberto Ortega y el desmantelamiento de las Fuerzas Armadas Sandinista, entre otros. Esta situación, forzó al Frente Nacional de Trabajadores (FNL) con el apoyo del FSLN a paralizar el país, utilizando el recurso de la huelga para evitar que la presidenta cediera a esas pretensiones. Al Gobierno no le quedó otra opción que negociar con el FNL y con Daniel Ortega, para generar gobernabilidad y aislar a los radicales de derecha dentro del parlamento. De esa forma se logró el acuerdo, donde el Ejecutivo se comprometió a reconocer en un centenar de empresas privatizadas un 25% de acciones para los trabajadores, se mantuvo en el cargo al ministro cuestionado y se respetó a la institución armada. En ese sentido, las fuerzas armadas jugaron un papel relevante como factor de disuasión frente al radicalismo y los deseos revanchistas de la derecha.

El Gobierno de Arnoldo Alemán (1996-2001), comenzó con una retórica agresiva contra el sandinismo y la clase trabajadora, además de intentar de beneficiar a los antiguos dueños de las grandes propiedades confiscadas por el FSLN, lo que condujo a una nueva paralización del país. Hecho que llevó en 1997 a un acuerdo entre los liberales y los sandinistas en la Asamblea Nacional, para respetar el sistema de propiedad reformada; urbana y rural, y dejando en manos de la justicia los casos más problemáticos. Los sectores radicales se opusieron al compromiso del FSLN con el partido del presidente Alemán aduciendo que se había legalizado las expropiaciones sandinistas. De ahí en adelante se lograron otros pactos entre estos actores políticos. En la reforma de la constitución esta coalición acordó lo siguiente: que el presidente del país al terminar su gestión automáticamente se integrara a la cámara de diputados; la reducción del monto de votación para ser electo gobernante en la primera ronda electoral, es decir, obtener la mayoría con el 40% de la votación o el 35% con una ventaja del 5% sobre el inmediato contendor.

Es importante destacar, que en los diversos Gobiernos postsandinista se incrementaron las políticas económicas de carácter neoliberal, producto de los convenios con el Fondo Monetario Internacional (FMI), lo que conllevó a la privatización de la mayoría de las empresas del Estado, situación que incrementó los niveles de pobreza en el país. Si tomamos como punto de comparación los logros sociales en la época que gobernó el FSLN y la situación actual veremos la diferencia, con el sandinismo se logró reducir la pobreza a un nivel del 50%, hoy está en un 80%, y la mitad abarca el campo de la pobreza crítica donde se subsiste con un dólar diario. La campaña de alfabetización de la revolución logró reducir el analfabetismo al 12%, en el presente se ubica en 30%. Si antes de las políticas neoliberales se invertía por persona 50 dólares anuales en salud, en la actualidad se gasta 15 dólares.

Hoy Nicaragua tiene un 20% de desempleo, existe un 30% de la población desnutrida, de los cuales la mitad son niños y 800000 menores de edad no están en el sistema escolar .Todo esto contrasta con los megasalarios que reciben los tecnócratas, que desempeñan funciones en el alto nivel del gobierno. En el aspecto económico, es importante destacar, que las importaciones son superiores a un 100% respecto a las exportaciones del país, la deuda externa llega a más de 5000 millones de dólares, y el mayor ingreso de divisas al país proviene de las remesas de los inmigrantes que está calculada en cerca de 900 millones de dólares anuales. Por estos indicadores, Nicaragua es considerada uno de los países más pobre del continente, después de Haití.

Estos factores arriba enunciados, jugaron un papel importante en el reciente triunfo electoral de Daniel Ortega. Ya que le permitió mantener el voto duro sandinista, que oscila del 38% al 40% a pesar de su división en 1995. Además que le favoreció la división del Partido Liberal que llevó 2 candidatos a la presidencia, José Rizo del PLC y Eduardo Montealegre de la Alianza Liberal Nicaragüense, ambos sacaron más del 50% de la votación, lo que demostró que la mayoría del electorado rechaza el Sandinismo. Lo que salvó a Ortega fue la reforma electoral implementada entre el FSLN y la Administración de Alemán.

En la última votación, se debe resaltar la injerencia descarada del Gobierno de Estados Unidos a favor del candidato Montealegre. Utilizaron el fantasma del miedo, para que el Sandinismo no ganara las elecciones en la primera ronda electoral, y así en el balotaje la derecha unida triunfaría. En esa dirección el embajador de EEUU. en Nicaragua, Paúl Trivelli, expresó que ante un virtual triunfo de Ortega el país se descapitalizaría e incluso utilizó sus buenos oficios para que se unieran en una sola candidatura Rizo y Montealegre, gestión que fracasó, de igual manera congresistas republicanos prometieron bloquear las remesas de los emigrantes, que son la primera fuente de ingresos de divisas al país, entre otros. A pesar de todas esas maniobras, no funcionó la estrategia del miedo porque el voto histórico del FSLN se mantuvo de manera firme.

Los retos de Daniel Ortega son los siguientes: Hacer alianza con sectores del partido liberal de Alemán porque el FSLN no tiene mayoría en el parlamento para aprobar las medidas del Gobierno. En este sentido, Ortega ha demostrado ser un gran negociador y es posible que logre su objetivo e incluso podría dividirse el PLC, con una tendencia a su favor. A nivel de la política económica tiene que cambiar su actual orientación, para que la economía crezca por lo menos al 5% del PIB anual y genere más empleos .En ese rumbo va el compromiso de Ortega con la formación del Banco de Fomento de la Producción, para reactivar la agricultura. Sin embargo, su nivel de maniobra es limitado al estar atado a los acuerdos del FMI, que serán respetado según las declaraciones de Ortega; lo que podría hacer es tratar de renegociar la deuda externa, para pagarla en mejores condiciones y así obtener recursos para la políticas sociales. De igual manera, se ha comprometido públicamente con los empresarios a respetar las libertades económicas y seguir en el TLC con EE.UU., para compensar esta actividad buscará apoyarse en la Alternativa Bolivariana para la América (ALBA) que proyecta Venezuela, Bolivia y Cuba.

Otro desafió de Ortega será atraer mayor capital extranjero que escasamente llega a 200 millones de dólares anuales e incentivar la inversión nacional como factor generador de empleo. El Estado tendrá que aumentar la recaudación de impuestos, para destinar mayores recursos hacia las políticas públicas. Ya que el nivel de evasión y de exoneración favorece a la clase pudiente y llega al 12% del PIB. La inversión de Brasil y de Venezuela jugarían un papel importante en el desarrollo del país, en esa vía la propuesta de la patria de Bolívar de vender todo el petróleo que necesita Nicaragua, para superar su crisis energética y que lo pueda cancelar en un período de 25 años con especies, que significaría ahorro de divisas y le serviría para la inversión en el campo económico o social.
En el aspecto social, el reto es combatir la pobreza crítica por medio de subsidios, cuyas fuentes de ingresos serán las medidas impositivas y la colaboración de organismos internacionales. Además, el FSLN y sus aliados reorientarán el presupuesto nacional hacia el área social: la salud, educación entre otros, y no a favor de los sectores acaudalados. Con la ayuda de Cuba y Venezuela se podría eliminar el 30% de analfabetas. Estos países tienen experiencia en ese campo, ya Cuba está presente en Nicaragua por medio de convenios con las alcaldías que controla el Sandinismo. En el área de la salud la isla cuenta con los recursos necesarios para prestar sus servicios al estilo Barrio Adentro en Venezuela. Si el Gobierno tiene un mediano éxito en sus medidas tendrá la capacidad para vencer la política del miedo y así ganar más partidarios al proyecto político del sandininismo y de esta forma gobernaría por largo tiempo en Nicaragua. Por esta razón la derecha radical agrupada en el sector empresarial del COSEP y en el diario La Prensa entre otros, buscarán con todos los medios a su alcance sabotear estos objetivos, para demostrar que Ortega y el FSLN no tienen capacidad para resolver los problemas del país.

Ortega tiene la ventaja de que va a gobernar en paz y sin bloqueo comercial porque a EE.UU. se le hará difícil financiar una guerra contra una administración electa dentro los parámetros de la democracia liberal. Además, el FSLN logró el apoyo de la alta jerarquía católica, antigua enemiga de la revolución, por el respaldo parlamentario a la abolición del aborto terapéutico. En ese sentido, se generaron las recientes declaraciones del arzobispo de Managua, Leopoldo Brenes, solicitando la colaboración de todos los nicaragüenses y a los ex candidatos presidenciales a colaborar con Ortega para combatir la pobreza. No está demás plantear que el sandinismo tomará medidas de carácter reformista y no radical como en el tiempo de la Revolución, aunado, a que ellos han asimilado la lección de su derrota, para no volver a cometer los errores del pasado.

Juan Roberto Torres Peláez es profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Central de Venezuela.