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Colombia: Lucho Garzón, los conversos
y la lucha de ideas en el Polo



Oto Higuita

CEPRID
24 - XII -07

Hay un fenómeno ideológico que se repite a lo largo de la historia: el de los conversos. Aunque el término es de origen religioso y se usa para designar aquellos que cambian de religión, en nuestros días el término converso caracteriza bien a los profesionales del oportunismo político que han cambiado de ideología por puro cálculo personal. Higinio Polo desarrolla esta tesis en su ensayo La lucidez del Converso.

El alcalde de Bogotá, Lucho Garzón, comunista arrepentido y reformista declarado es un buen ejemplo del converso. En ello no está solo, muchos antiguos comunistas, trotskistas, socialistas, izquierdistas radicales hacen parte hoy de la pléyade de intelectuales orgánicos al servicio de gobiernos de derecha y del capitalismo. Es un derecho que han tenido. Pero también tenemos derecho a debatir sus posturas en el Polo.

A Lucho Garzón le molesta que le pongan adjetivos, para él éstos no tienen importancia. No obstante, pasó de ser un comunista resentido en los 80s a un reformista consentido del establecimiento y sectores de la oligarquía colombiana. En efecto, le produce escozor calificativos como izquierdista, marxista, revolucionario o comunista. No lucha, como ha dicho, por intereses de clase, sino por derechos. De ahí que su reconocimiento de lo que llama logros del gobierno actual, en realidad favorecedor de los intereses del gran capital nacional y extranjero, lo esté posicionando como una de las alternativas para la presidencia en el 2010.

Lo que buscan los principales formadores ideológicos desde los medios y los defensores del gran capital al perfilar y posicionar al alcalde de Bogotá, es legitimar y oxigenar la llamada democracia colombiana a través de hábiles líderes políticos con un recorrido en la izquierda y con ganas de caminarle a la continuidad del poder de la oligarquía. Dentro y fuera del Polo hay varios que gozan de buena salud en este sentido.

¿Qué otra cosa hay detrás de las entrevistas que airadamente los grandes medios del país le han concedido para que exponga a sus anchas su apego incondicional al reformismo, además de insinuar por qué debe ser candidato a la presidencia de un Partido de la Calle (PC), algo que el Polo que fundó, según él, le niega? Al parecer, el Polo solo le sirve si lo aclama como el candidato indiscutible hacia las presidenciales. De lo contrario, insinúa, se va y forma un nuevo PC con sus amigos y amigas del establecimiento.

Lo que está demostrando con sus salidas al aire es que le interesan más los amigos y personalidades que las ideas y programas de gobierno. Su izquierdismo, si es que se le puede llamar así, consiste en una amalgama de personas con idénticos intereses económicos y políticos. En su lista figuran Luis Alberto Moreno, embajador ante la Casa Blanca por 7 años, hoy presidente del BID; Lina Moreno, esposa del actual presidente Álvaro Uribe; Juan Camilo Restrepo, ex candidato a la presidencia de la República, ex senador y ex ministro de Hacienda, etc.

El partido político para él, lo deben integrar quines estén con el reformismo, algo ya probado y conocido por décadas: un sistema capitalista tipo neoliberal que pierde fuerza y vigencia en todo el mundo por devastador de recursos naturales, alienador del ser humano, estimulador del consumo por el consumo, inservible ante los graves problemas sociales de pobreza e imposibilitado para la repartición de la riqueza para una sociedad de justos. Un programa de gobierno que rompa el modelo imperante no va con él porque la izquierda solo sabe decir no a todo y carece de propuestas. La izquierda es anti-todo, él pro y pre-todo. Pro-uribista, pro-capitalista, y pre-candidato pre-sidencial.

Al Polo lo divide en dos tendencias. La reformista que él representa y la revolucionaria, que le endilga a Carlos Gaviria. En este punto pasa por alto que el presidente del Polo, si es revolucionario sólo lo sería en el sentido de ser un consecuente defensor del Estado social de Derecho, lo cual lo convertiría en un reformista igual que él. La diferencia consiste en que Carlos Gaviria ha sostenido que no tiene de qué arrepentirse ni por qué convertirse: no ha sido comunista ni ha defendido la combinación de las formas de lucha, lo cual sí ha hecho el alcalde de Bogotá hasta la caída del muro de Berlín.

Es indudable que a Lucho Garzón lo seguirán muchos tanto del Polo como fuera. Que cuenta con partidarios dentro del establecimiento como desde los grandes medios de comunicación. Además, es un hecho que desde la opinión de El Tiempo, Semana, Cambio, la W, Caracol, RCN, etc. vienen insistiendo, soterradamente en unos casos, abiertamente en otros, en crear una clase media de tendencia socialdemócrata que salve al país de la metástasis institucional en que está, y de paso a la clase dominante, principal responsable de dicha situación.

En Colombia es conveniente y necesaria una izquierda legal claramente opuesta a los intereses de la gran oligarquía y el imperialismo. De lo contrario no sería izquierda ni oposición. Y eso nos diferencia con un Lucho Garzón y sus demás partidarios socialdemócratas. Una izquierda que no tema exponer sus planteamientos por miedo a ser exterminada físicamente. Que podamos dirimir la lucha política y de ideas con las armas de la razón, el argumento y la libre expresión de ellas y no por medio de una lucha armada que tantas vidas ha cegado. Que pueda manifestar su radical (de raíz) oposición y diferencia con el modelo de sociedad vigente, la forma histórica como se ha gobernado y conducido la sociedad en todas sus manifestaciones: económica, política, social y cultural. Que podamos hablar de un programa de gobierno que no es simplemente un no al TLC, es también un sí a la soberanía alimentaria, a la protección del campo y los pequeños productores, a la inversión social en salud, educación, empleo digno y no al masivo gasto en el aparato de seguridad.

Una izquierda que diga no al tipo de relaciones dependientes con los Estados Unidos, y sí a la soberanía nacional; que diga no a la extradición y sí a juzgar a los colombianos y colombianas aquí mismo por delitos de narcotráfico cometidos en el país; que diga sí al debate de ideas y la lucha política por el poder sin por ello ser señalada de guerrilleros o terroristas.

Hay que avanzar hacia allá. El Polo como partido de tendencias debe permitir ese debate de ideas a su interior. ¿De qué otra forma estaríamos construyendo democracia en el mismo Polo? ¿Qué modelo de debate alternativo para la sociedad vamos a proponer si hasta opiniones como estas son excluidas de las páginas del partido? No es solo votando cada que hay elecciones, sino movilizándonos, construyendo desde la base y debatiendo ideas y programas que se construye la democracia. Así, los conversos y reformistas podrán también dar su batalla de ideas sin que los que no estamos de acuerdo con ellos tengamos que dejar el Polo.

Oto Higuita es miembro de la dirección nacional del Polo y de Movilicémonos Pueblo, movimiento social y político de las comunas de Medellín.