Testimonio Tonico Ballester
Tonico con escultura El último día de la República en Valencia.Los momentos finales del atardecer del último día de la Valencia republicana fueron, sin duda, los más aciagos y tristes de toda la guerra. La inútil guerra provocada por el levantamiento de los militares y reaccionarios capitaneados por Franco. Horas de tristes pensamientos, incertidumbre y desesperación.
Valencia estaba cercada por tierra y mar; sin medios materiales para poder escapar del ejército enemigo. Muchos cifraban sus esperanzas en poder marchar a Alicante y así escapar del cerco fascista. No veíamos forma de solucionar este problema. Habíamos luchado durante tres años defendiendo la República y nuestras vidas contra los fascistas, apoyados por moros, alemanes e italianos; nos sentíamos indignados por la hipócrita pasividad de Francia e Inglaterra, naciones que se decían democráticas, pues nosotros, al defender a la República, creíamos estar luchando contra los peligros de un fascismo que amenazaba a toda Europa. Sólo Rusia y algunos otros países de menor peso, como México, hicieron lo que pudieron por ayudarnos. Ante la inminente derrota, nos sentíamos impotentes y abandonados en la defensa de una causa tan justa.
En aquellas horas finales nos encontramos sin perspectivas. En dichas circunstancias ya sólo se planteaban problemas de tipo individual, pues no funcionaba ningún elemento de gobierno o mando militar; con los ejércitos a la deriva, cada cual depende de sí mismo.
Personalmente me encontraba en una situación bien singular; mi esposa acababa de dar a luz un niño, lo que complicaba y limitaba extraordinariamente cualquier intento de huida o desaparición de Valencia para escapar de la represión fascista, de la que nos llegaban voces de su carácter terrible. Con esa tensión salí a la calle, aquél inolvidable atardecer, sin saber si retornaría a casa o si optaría por marchar para intentar romper el cerco que nos acorralaba. Recorrí varias calles de Valencia sin rumbo claro; absorto por la dificultad de la situación, en una de las calles me encontré con Alfredo Gomis, condiscípulo y escultor amigo, cargado con los pertrechos que podían soportar sus hombros; me dijo que se iba hacia el Sur, hacia Alicante; me aconsejó que marcháramos juntos para librarnos de ser fusilados. Su proposición me hizo vacilar y, al ver que no me decidía a abandonar a mi esposa e hijo, me dijo: "Si nos quedamos en Valencia nos matarán!". Le abracé al tiempo que le decía que no podía abandonar a los míos, le deseé suerte.
Volví a casa con ánimo de sufrir lo que viniera; mi mujer, al verme, me abrazó llorando alegre y al tiempo apenada por lo que pudiera pasarnos en el futuro. Decidimos que yo me ocultaría en la casa de algún familiar no significado hasta ver el desarrollo de los acontecimientos. Cuando a la mañana siguiente salí de casa, un avión de las tropas fascistas sobrevolaba Valencia, dando así la señal para que los camiones de falangistas y requetés inundaran las calles de la ciudad. Por todas las calles comenzaron a aparecer coches y camiones del enemigo, oía sus himnos, sus vivas a Franco,... Vi también soldados, de la República desperdigados por el paseo de la Alameda, acostados en los bancos, tumbados por tierra, sin saber qué hacer, silenciosos, tristes, heridos,... Me parecieron una viva metáfora de la agonía de la República.
Regresé a casa al cabo de un par de días. Allí me visitó un compañero escultor, cuyo nombre prefiero silenciar, para comunicarme que conocía por la prensa una citación para que los artistas, nos presentáramos en la Escuela de Bellas Artes; según él, era conveniente presentarse, desde luego, él pensaba acudir. Le dije que estábamos expuestos a una encerrona, pero por aclarar pronto la situación e incertidumbre del momento, contra la opinión de mi esposa, me dejé arrastrar y me presenté con él en la Escuela. Efectivamente, sucedió lo peor; siguiendo las indicaciones de algunos "compañeros" traidores y oportunistas, la policía nos fue deteniendo e internándonos en el Colegio del Sdo. Corazón de Jesús, aquél colegio de señoritas situado en la calle Muro de Sta. Ana, habilitado momentáneamente como cárcel preventiva, y desde el cual nos iban distribuyendo a distintos campos de concentración o cárceles.
En dicho colegio nos encontramos amigos y camaradas anteriormente apresados: el fotógrafo y pintor Martín Vidal Corella, aislado en un celda individual y desdentado a causa de las brutales palizas recibidas; el Dr. Jimenez del Rey, que había intentado suicidarse cortándose las venas de la muñeca y que fue salvado en último extremo por los mismos compañeros presos al conseguir que algunos de ellos les fuera permitido llevarlo al Hospital Provincial.
Al cabo de unos 20 días nos trasladaron a la Cárcel Modelo; allí encontré al escultor Torán, fusilado días después junto Alfredo Gomis y al dibujante humorista Bluf, en Paterna. Efectivamente, Gomis no había conseguido ,su propósito de huir a Alicante. Una vez por semana, el que llamábamos "día de la saca" ,unos 20 ó 30 presos que eran transportados a Paterna para ser fusilados; todos sabíamos por las informaciones de los presos que trabajaban en la oficina que aquél día de saca después de 1a comida, Gomis sería uno de los "llamados"; mantuvimos el secreto entre nosotros; al ser llamado por su nombre desde los altavoces con la coletilla "con todo", Gomis salió disparado sin despedirse de nadie, y, muy consciente de su destino, gritó "¡Vengeu-nos!".
Tonico en el frente de Teruel